

Formo parte de esa oposición que critica a la MUD, clama por una unidad distinta y mejor estructurada en cuanto a representación, pero que sin embargo ha acatado, no solo con disciplina no obligada sino con total consciencia, las decisiones asumidas por una dirección partidista supuestamente plural que pareciera estar acostumbrándose a equivocarse y poder continuar haciéndolo sin rendir cuentas.
Quizás las diferencias estriban en que nos planteamos la unidad mucho más allá de los momentos electorales y nos atrevemos a pensar que en verdad en posible un país distinto, en el que quepamos todos, regido por principios, conducido con absoluta transparencia y para el cual hay que construir una propuesta consensuada.
Confieso que todavía trato de entender el argumento de un reconocido político quién en un artículo reciente, descalificaba una determinada posición electoral por haber sido asumida “usando argumentos puramente éticos y precariamente políticos”. No pretendo emitir juicio de valor sobre el opinante, pero destaco que asumir posiciones puramente políticas precariamente soportadas en lo ético es lo que nos ha conducido a lo que tanto hemos criticado y que pareciésemos destinados a seguir enfrentando.
Decir que los que decidimos por convencimiento acompañar las candidaturas de oposición lo hicimos más por criterios políticos que éticos, es de alguna manera aceptar que la ética privó mucho más en los que decidieron no votar el 15 O, lo que los haría merecedores, a nuestro juicio, de reconocimiento y no de crítica, obligándonos a reconsiderar posiciones propias.
Votar o no votar es una decisión política y a la vez un dilema que enfrentamos los ciudadanos en cada oportunidad electoral, máxime cuando el ordenamiento legal venezolano, diríamos que equivocadamente, concede como derecho ciudadano el abstenerse de concurrir a los llamados comiciales, cuando responder a ellos debería ser un deber que contemplase como opción vinculante el votar por ninguna de las opciones en consulta.
No existiendo actualmente esa posibilidad, cuando el peso de lo que son nuestros principios se inclina en contra de apoyar algo en lo que no creemos, por muy político que sea el disfraz, la alternativa de abstenernos es tan democrática como la que hemos practicado repetidamente hasta ahora, máxime si lo que se plantea como alternativa es mera repetición.
Darle contenido ético a la política, declarar lo que en realidad pensamos, comprometernos a mantener comportamientos distintos a los que decimos adversar y reclamar el cumplimiento de ofertas electorales es una posición que estamos dispuestos a continuar sosteniendo y si para ello hay que dejar de votar en alguna ocasión, como ya lo han hecho antes otros ciudadanos, esa será a partir de ahora otra opción democrática a considerar.
Que alguien sea candidato, sin pararse en cómo llegar a serlo y querer ser votado por solo decir que es contrario al régimen, cuando sus actuaciones previas, abiertas o encubiertas, no lo avalan, es tener una opinión muy pobre de la gente. Hay que ponerle contenido a la política y practicarla todo el tiempo; pretender hacerlo solo en tiempos electorales seguirá conduciéndonos a nuevas derrotas que continuaremos pagando todos menos los que se dicen dirigentes.
Estamos a tiempo, es necesario que prive la racionalidad sobre los intereses pequeños, en el país existen personas dispuestas a poner sus capacidades a favor de causas comunes, la transición como proceso requiere del concurso de TODOS y tenemos que aceptar que sin la participación de distintas formas de pensar el país, el que queremos será imposible de concretar.