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Opinión

En estos días de la Semana Mayor, que hoy comienza, recordamos, una vez más, el inicuo e injusto proceso a Jesús, auténtica muestra del más absoluto desprecio a todas las garantías de la justicia humana, representada en personajes que en todos los tiempos han hecho acto de presencia en oscuros recintos que asumen el nombre de tribunales, no siendo otra cosa, en no pocos casos, que tarimas de ejecución con verdugos encapuchados que cumplen con su papel de dictar sentencias bajo acusaciones sin fundamento y declaraciones amañadas.

Los protagonistas de este proceso guardan estrecha similitud con muchos de los enjuiciamientos penales de nuestros días aciagos que vive Venezuela.

Por la delación cobarde de un patriota cooperante, fuente viva de información, cubierta con el anonimato ofrecido y las dádivas prometidas, con manifiesto engaño, se inician entre nosotros investigaciones penales por presuntos hechos de conspiración o de traición a la patria. Con gran despliegue de fuerza, grupos armados ejecutan las órdenes de sus jefes para practicar detenciones en supuesta flagrancia, como lo hicieron con Jesús, entregado por Judas, su discípulo, quien, a cambio de treinta monedas y movido por su profundo resentimiento, condujo a los aprehensores hasta su Maestro, concluyendo sus días en trágico suicidio. Judas había aceptado la traición “y desde entonces buscaba una ocasión favorable para entregarlo a escondidas del pueblo”.

El preso, llevado ante los notables de la comunidad fue interpelado y acusado con falsos testigos y, después de la “escandalosa” confesión de ser el Hijo de Dios, el Mesías, se dio por probada la blasfemia que, sin embargo, no abría el camino para una condena a la pena máxima por parte del Consejo Supremo local, acordándose su entrega a la autoridad invasora romana. El imputado, dueño de sí, dejó sentada la arbitrariedad de su arresto y los confrontó con el alegato de su mensaje difundido en público y a plena luz del día ante lo cual solo quedó el argumento, en este caso, trascendente, pero que encerraba la inculpación de un inocente: “Es necesario que uno muera por el pueblo”.

Formulado el acto conclusivo de la acusación que ponía fin a la etapa ventilada ante los notables o el Consejo más prominente del pueblo, de sesgo oficialista, sin potestad para aplicar la pena de muerte que se quería para el acusado, se acordó la vía de exhortar al gobernador romano a los fines de juzgar al reo, manipulando su lealtad al poder que no podía estar de acuerdo con un agitador social que desafiaba al propio imperio: “Si lo dejas libre, no eres amigo del César”.

Entra así en escena uno de los más repudiados jueces de la historia, el magistrado prevaricador, pusilánime, cobarde, entregado al poder y no a la justicia, capaz de expresar la terrible sentencia que lo marcó para siempre: “Como ven ustedes, no encuentro motivo alguno para condenar a este hombre (...) en todo lo que hizo no hay ningún crimen que merezca la muerte: así es que, después de castigarlo, lo dejaré libre”, para concluir pronunciando el veredicto que reclamaban.

Estos siniestros personajes que llenan el espacio de la injusticia suprema que juzgó y condenó a quien se entregó a la muerte por nosotros, cobran vida en la realidad de nuestros días. Se negocia con la justicia y el Estado entra en el juego macabro de canjear la impunidad por una delación colocando el ius puniendi al servicio de los intereses más bajos.

En el pasado reciente, un informante arrepentido, otro patriota cooperante aportó los datos considerados concluyentes para para inculpar a los señalados en el horrendo crimen de un fiscal; otro ex magistrado, de triste recordación, mostró la faz horrorosa de la injusticia al servicio del poder; cientos de venezolanos han sido vendidos al aparato del régimen; y, ahora, jueces con elegantes togas y medallas, escondidos en ponencias conjuntas de infeliz redacción, como secuencia lógica de la progresión de decisiones desconocedoras de todos nuestros derechos y de la legitimidad de la soberanía popular, decidieron que la representación popular no existe en razón del maleficio de un eterno desacato, para confirmar el sometimiento y la entrega de las migajas del poder judicial que tenemos al servicio de una revolución que solo ha producido hambre, escasez e insatisfacción de las necesidades básicas del ciudadano, en un clima de inaguantable desesperanza e incertidumbre.

Jesús nos dio el ejemplo de quien asume sus responsabilidades, rebelándose ante el juez que solo supo imponer la sinrazón de su cobardía y se entregó al injusto juicio, condenado desde el principio y reclamando por la justicia: “Si he hablado mal, muéstrame en qué, pero si he hablado bien, ¿porqué me pegas?”.

En definitiva, un magistrado indigno que “fingió ser balanza”, se lavó la manos, ordenó la tortura y la muerte de un inocente, crucificado entre dos delincuentes como anuncio de su gloriosa Resurrección que reivindica su verdadero Reino.

aas@arteagasanchez.com

@ArteagaSanchez

El Nacional

10 de abril de 2017

 3 min


Lester L. López O.

Apreciación de la situación política # 103

Sin dudas el próximo 19 de abril del presente año tendrá connotaciones especiales para el país, es la apreciación generalizada en el común de la gente que de alguna manera participa, conoce o se mantiene informada del acontecer político nacional. Y no es para menos.

La dirigencia política opositora ha conseguido un segundo aire con las grandes masas de la sociedad civil que ahora, nuevamente la está siguiendo, cuando hace escasamente un mes le resultaba esquiva por los errores cometidos el año pasado. Las sentencias emanadas por la sala constitucional del TSJ, ya conocidas por todos, las denuncias del rompimiento del hilo constitucional por parte de la asamblea nacional, el inmediato apoyo de la comunidad internacional, las continuas declaraciones del secretario general de la OEA en defensa de rescatar el estado de derecho y aplicación necesaria de la carta democrática al Estado venezolano, calaron en la sociedad democrática que se dio a la tarea de participar nuevamente en las convocatorias realizadas por los dirigentes opositores.

Pero no fue sino las inesperadas declaraciones de la fiscal general de la república, denunciando la ruptura constitucional y del modelo republicano que contempla la CRBV, la que finalmente despertaron en los venezolanos la conciencia de que verdaderamente estamos en presencia de una dictadura que se quitó el escaso ropaje democrático que le quedaba. De nada sirvió el artilugio del “ímpasse” que le inventaron al neo dictador para tratar de salirse del paquete. La comunidad internacional no se comió el cuento y la calificación de dictadura es la que priva en esa comunidad.

Como ya se ha visto, las asistencias a las convocatorias han sido masivas, especialmente en la capital, y desacertadamente el régimen las ha repelido brutalmente, lo que ha terminado de deteriorar su imagen internacionalmente.

Con este impulso, y en estas circunstancias, la dirigencia opositora convoca a una concentración precedida por marchas que partirán desde diferentes puntos de reunión con la finalidad de: a) solicitar la renuncia de los 7 magistrados de la sala constitucional por golpistas; b) que se reconozca nuevamente las potestades conculcadas a la AN desde hace un año, por la figura del desacato inventado por la misma sala constitucional y el TSJ; c) Exigir que se entregue un cronograma electoral con las elecciones pendientes; d) la liberación de los presos políticos y; e) que se abra un canal de ayuda humanitaria hacia el país.

Inexplicablemente no se solicita la renuncia del único responsable de la situación del país y beneficiario exclusivo de las sentencias emanadas que, por cierto, aún están vigentes y el neo dictador no ha negado su acatamiento, que es lo que le corresponde, por lo que lo vuelve cómplice de la misma ¿Qué pasó ahí?

¿Qué puede pasar el 19 de abril? Además del previsible enfrentamiento entre las fuerzas represivas del gobierno, quien también ha convocado a sus simpatizantes a marchas en la capital, lo más probable es que no se cumplan con ninguna de las peticiones al gobierno, por lo que el 20 de abril estaremos nuevamente cansados de la marcha que alcanzó números impresionantes, pero que no obtuvo ningún resultado a los efectos prácticos ¿Otro llamamiento a la calle para seguir presionando a un gobierno que no va a aceptar nada que no sea elecciones en diciembre del próximo año?

A menos que el propio 19 de abril, por la fuerza de los hechos, se produzca un pronunciamiento militar negociado para instalar un gobierno de transición hasta el próximo año, cuestión que no parece probable, la oposición se quedará sin mayores argumentos para seguir llamando a la calle y dependerá del apoyo internacional para seguir en sus exigencias.

El año pasado, los dirigentes de la MUD nacional, y especialmente su secretario ejecutivo, manifestaron en repetidas ocasiones, que aplicarían diferentes formas constitucionales para lograr el cambio político en Venezuela, quedando el llamado a un proceso constituyente como la “carta bajo la manga”. Carta que, finalmente, ni se volvió a mencionar.

Algunas veces recordar la historia puede servir para algo y hasta ayudarnos. El 19 de abril de 1810, como se menciona al principio, se inició la revolución independentista de nuestro país en rechazo a las monarquías europeas de la época que nos sometían. Anunciar e iniciar oficialmente un proceso constituyente por parte de nuestros diputados de la AN el próximo 19 de abril ante una masiva concurrencia de ciudadanos exigiendo un cambio, al igual que a Emparan en 1810, puede ser la oportunidad de iniciar verdaderamente el cambio constitucional, electoral, democrático y pacífico, tal como se prometió el año pasado, pero también ser consecuente con el discurso y mantener la calle activa en la promoción y recolección de firmas en los próximos meses, sin intervención de los desacreditados poderes constituidos que apoyan a la dictadura.

Este 19 de abril, ciertamente, puede ser el momento constituyente.

@lesterllopezo 16/04/17

 3 min


José Rosario Delgado

Sin duda, el título recuerda al Gabo quemando sus últimos cartuchos memoriales y literarios al narrar los caprichos de un viejo periodista encuera’o con una carajita que le arrimaba su celestina de confianza pero que, en ningún momento, se rindió en la lucha por su libertad de expresión cuando pergeñaba cuartillas en la redacción del diario de su pueblo y, por encima del hombro, se le asomaba “el abominable hombre de las 9” con el lápiz rojo y que ahora entra, en cadena, más temprano, por mayor tiempo y con peor asco.

En su afán por torcerle la voluntad a la gente que ya no lo quiere ni lo soporta, este gobierno se mete en todo lo que cree rendirá frutos para mantener su vil garrote sobre las libertades suponiendo, también, que sustituir el nombre a lo que existió y manipulando tiempo, espacios y palabras logrará que el pueblo cambie la opinión que del régimen tiene desde hace, por lo menos, 15 años.

El difunto eterno marcó una serie de caminos que denominó “rutas” y así mareó a un gentío ofreciendo lo que estaba acabándose por su nefasta reacción con tanto poder en sus manos; la ruta de la empanada, del pescado, del casabe, del ñame, del cochino ofrecimiento y sus asquerosos resultados, mientras el sustituto enfermo lo potenció al sideral desastre que padecemos hoy.

Hoy hay rutas tristes por todo el país y en todo el país, empezando por el dolor que reflejan sitios que antes eran peajes carreteros de encuentro entre funcionarios, viajeros y lugareños que intercambiaban saludos, alegrías, sonrisas y hasta abastecimiento de jugos, café, granjerías y “souvenirs” artesanales que enriquecían el anecdotario, el acervo cultural y el patrimonio personal del turista propio y extraño henchido de emoción porque Venezuela fue y será un país de encantos una vez que salgamos de esta tenebrosa pesadilla de gobierno que insiste en matarnos no sólo de hambre sino de tristeza y de amargura.

Para conseguir panelas hay que ir a San Joaquín a elaborarlas, las “cucas” en tierras yaracuyanas y larenses se han puesto inalcanzables e intocables; las hallaquitas de jojoto, el chicharrón y el queso ‘e mano son recuerdos tan antiguos como el guarapo ‘e papelón y los besitos de coco. Tristes, muy tristes están todas las rutas de Venezuela y sólo en los canales televisivos del gobierno a cada momento se aprecia el paraíso turístico que fue nuestro país, porque esas tomas promocionales son de aquella época cuando, dicen algunos, “éramos felices y no lo sabíamos (yo sí lo sabía, porsia)”.

Las estaciones de peaje fueron convertidas en lugares sombríos, tenebrosos de emboscada, acecho para el crimen y refugio de antisociales con o sin uniforme, de alcabalas para el atraco, la matraca y el atropello; en depósito de despojos tóxicos de todo tipo, incluyendo carros robados, “picados” y abandonados, animales muertos…

En esta Semana Santa nos daremos cuenta con mayor fuerza y decepción que en Venezuela estamos recorriendo y recogiendo las “Memorias de mis rutas tristes” porque se acabó lo que había y se acabó lo que se daba a otros países que ahora nos miran “como perro que ve muleta” y no nos paran ni media bola. Así que la lucha es luchando y en la calle para salir, pronto, de esta dictadura que es pura bulla, pura muela, pura paja, pura coba…

 2 min


Alberto Hernández

I

Los violentos siempre salen derrotados. Los violentos siempre pierden. Los violentos siempre mienten. Los violentos se inventan como víctimas. Los violentos no ganan una porque matar no trae ganancias. Los violentos generalmente se olvidan de que han sido engendrados por la paz. Los violentos se creen más valientes que los demás, porque atacan en grupo, lo que no los enaltece. Los violentos no saben luchar. Los violentos son sólo una pequeña sombra del país. Los violentos apoyados por el poder son instrumento de los que se llevan las riquezas del poder. Los violentos piensan en blanco y negro, no matizan. No ven en colores y se ahogan en su propio odio. Los violentos son tan insignificantes que cuando desaparecen no hacen falta. Los violentos lanzan piedras con la cara cubierta: cuando se la descubren lloran, pujan y corren. Los violentos no son dueños de nada, carecen de lugar y sólo defienden el arma que cargan en la mano. Los violentos se castigan al disparar, por eso huyen. Los violentos comen las migajas que les da el miserable. Los violentos jamás son felices, se conforman con odiarse a sí mismos. Los violentos son una gangrena, se pudren. Los violentos no saben llorar a solas, lo hacen en público para ocultar su cobardía. Los violentos no ríen, se comen sus propias entrañas. Los violentos celebran el festín de las hienas, envidian el eructo sobre la carroña. Los violentos son parte de nuestros temores, pero también de la osadía de enfrentarlos y someterlos a la ley, cuando ésta existe. La violencia no tiene color de piel, sorbe sombras interiores. Los violentos sostenidos por el poder son más tontos de lo que parecen. Los violentos sólo sirven para olvidarlos. Los violentos no hablan: farfullan, gritan, se ahogan.

II

“Matar en presente indicativo: Yo mato, tú matas, él mata, nosotros matamos, vosotros matáis, ellos matan. El Hombre Salvaje alegrándose: ¡Cuando os hayáis matado todos, entonces me volveré doméstico”, mensaje de Giovanni Papini y Domenico Giuliotti para los dueños del poder, sobre todo para aquellos que participan de la teoría del caos con la ayuda de tira piedras encapuchados y parlamentarios enloquecidos por su propia pesadilla.

Los violentos no hacen la digestión, eructan. Los violentos no aman, golpean. Los violentos no enamoran a nadie, asustan. Los violentos no acarician, rasguñan. Los violentos no llegan al gobierno, lo asaltan. Los violentos envidian los restos de comida que consume el perro. Los violentos se quedan solos. Los violentos añoran la cárcel y el cementerio. Los violentos no sueñan, tienen pesadillas. Los violentos no eyaculan, sufren. Los violentos jamás ven el cielo, arrastran sus balbuceos. Los violentos al ver el mar se molestan. Los violentos son tan cobardes que desconocen a Dios cuando se orinan. Los violentos, en el fondo, no son nada, sólo una mano armada. Los violentos aman la huida. Los violentos son un montón de despojos. No hay violento que valga.

III

Cosa amorfa, los violentos se desintegran. Los violentos caminan de espalda, reculan para ver a la víctima caer y así cerciorarse de que ellos también están en su propia lista, porque siempre existe uno más violento que ellos. Para ir a la guerra no es necesario ser violento, se precisa de agallas y de algo de seso. Los violentos no merecen una guerra: no saben batallar. Un violento muerto es una lástima, pero muchos celebran. Un violento vivo tiene la esperanza de esconderse de él mismo. Muerto, es sólo eso, un muerto cubierto de monte. Cuando un violento se inicia, si es inteligente, regresa al lugar donde comenzó su problema hormonal. Los violentos se comen su propio cuerpo. Los violentos no viven, vomitan. Todo violento, de alguna manera, recibe una paga. Los violentos saben de tarifas, también de muertos. Los violentos –harto sabido- suelen teorizar desde su cobardía. Los violentos, cuando sueñan que vuelan, se descubren zamuros en picada hacia la podredumbre. Los violentos tienen en la fealdad su lista de ilusiones. Los violentos se resienten de todo, hasta de su aliento. Los violentos echan plumas, cacarean y dejan los huevos abandonados. Los violentos duermen vigilados por sus fantasmas. Los violentos que reencarnan no se reconocen ni en el espejo. Los violentos se drogan con sus maldiciones. Los violentos mueren y no se enteran. Los violentos narran sus miserias y leen las moscas de sus propios despojos. Los violentos rumian y regurgitan, con el perdón de las vacas. Los violentos celebran el eructo de otro violento porque ellos fueron expulsados por la boca que alaban. Los violentos atacan las faldas porque no saben despertar el hombre que exageran. Los violentos que ostentan el poder no tienen vida para contar su obra. Los violentos mueren de tristeza o a balazos.

La derrota de los violentos es la fiesta de la inocencia. ¿Cuántos violentos quedan tomados de la mano del poder en este país? El violento mayor espera el turno del olvido.

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Jesús Elorza G.

Yo, Judas Iscariote, condenado al desprecio eterno de la humanidad por mi traición al amigo y al hombre más noble del que se tenga referencia, estoy obligado por la fuerza de la costumbre y la tradición venezolana a hacer un testamento que habrá de ser leído el domingo de resurrección.

Quisiera no dejar nada a nadie, para por lo menos una vez en la historia ser consecuente conmigo mismo, pero como ya dije, la tradición me impone la pena de dejar mis bienes a aquellos que mucho tienen en común con la forma como concebí la vida.

Las treinta monedas de plata que me dieron por la traición al Maestro, las lego a quienes mejor representan la venta del alma por unas monedas. Los “camaradas magistrados” de la Sala Constitucional del TSJ. En particular a Maikel Moreno, le dejo la soga que usé para pasar a mejor vida. Espero que encuentre un palo como El Samán de Güere y le dé el mismo uso que yo le di. Los otros magistrados tendrán como penitencia, llevar sobre sus hombros por el resto de sus vidas y más allá, las sentencias golpistas 155 y 156.

Mi beso, ese beso con el que hasta última hora quise aparentar afecto por mi maestro, se lo lego al Gordo Escarrá alias IBM (Inmensa Bola de Mierda). Él, que si sabe lo que es cambiar de amigos o de ideas por dinero, es quien mejor merece heredar mi forma de besar.

Mi ¨amor¨ por Cristo. Ese amor simulado al que le puse precio y en cuyo desempeño actué como el mejor de los actores, no puedo dejárselo a cualquiera. Ser merecedor de ese arte significa carecer de moral para no tener problemas al hablar en nombre de Cristo y actuar como un verdadero Judas. El ser que sin lugar a dudas merece este reconocimiento es Aristóbulo Isturiz. Su parodia de jalabolismo, sobre la “Emboscada de amor” que le hicieron a Nicolás en San Félix no tiene precio.

La cobardía, ésa cobardía que me hizo elegir la muerte antes de enfrentar las consecuencias de mis actos, se la lego a Tarek William Saab. Nadie mejor que él, para merecer ser calificado de tan cobarde como Judas. El tipo no ha asumido jamás la responsabilidad de sus actos como Defensor del Pueblo, ni nuca lo hará.

Al Comandante de la Guardia Nacional y al jefe de la Policía Nacional Bolivariana les dejo un arsenal completo de Bombas Lacrimógenas “vencidas” para que las lancen desde sus helicópteros. A ellos, los espero en la Quinta Paila del Infierno por sus actos criminales de disparar y asesinar a mansalva a venezolanos que pacíficamente protestan en las calles contra la dictadura.

Al camarada Nicolás, no me queda otra, que dejarle mi sartén preferido, para que en él, Cilia pueda prepararle la “Gran Huevonada” con las miles de postura de gallina (léase huevos) que le lanzaron en San Félix. Estoy seguro, que este domingo, el país entero no va a celebrar la Quema de Judas sino “La huevonada de Nicolás”

A los millones de venezolanos que hoy luchan por sus valores democráticos en contra del régimen dictatorial solo me resta decirles que: para el 19 están convocados/ con invierno o con garúa/ a decir todos resteados/que la lucha continúa.

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Miguel Sanmartín

El régimen facineroso, camarita, está demostrando con sus acciones represivas crueles e inhumanas contra la sociedad democrática que está dispuesto a todo para sostenerse en el poder. Y cuando se dice todo es todo: lo posible e inimaginable. Lo tolerable e inadmisible. Lo permitido y lo ilegal.

En efecto, el agonizante pillorégimen se terminó de quitar la careta y mandó de paseo el raído disfraz de Caperucita roja que todavía cegaba la vista de algunos (cada vez menos) benévolo$ y conde$cendiente$ adepto$ internacionale$. Su grey se limita hoy al puño de tiranos que todavía perviven en el mundo, a algunos receptores de la escasa ayuda que todavía puede proveer Pdvsa (Haití, Bahamas, Belice, Granada, El Salvador y República Dominicana, entre otros) y a ese otro microcosmos insignificante (políticamente hablando) que es la ALBA: Cuba, Ecuador, Nicaragua, Bolivia, Antigua y Barbuda, Dominica, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, San Cristóbal y Nieves.

En su afán de continuar mandando “como sea” no le importa absolutamente nada al régimen forajido. No mide ni las formas ni el fondo de sus acciones golpistas ni las consecuencias de prácticas consideradas terrorismo de Estado. Tampoco acepta los reclamos internos ni los llamamientos internacionales. Desdeña también todos los exhortos a la rectificación, la concertación, la paz, la convivencia, a convocar elecciones, a permitir la llegada de ayuda humanitaria y a la restitución del orden institucional democrático en el país. ¿Y el Papa? El régimen farisaico tampoco se inmuta ante los ruegos de Su Santidad. Utilizó al Vaticano para simular un diálogo con la oposición. ¡How are you, Panchito! le espetaría el Eterno de no haber “trascendido”. Nada le conmueve. Ni el aumento de la pobreza ni la cantidad de niños y jóvenes en situación de calle delinquiendo y hurgando en la basura para “matar” el hambre. No le perturba que la población, tras horas de cola, no encuentre los alimentos básicos o no pueda pagarlos porque son muy caros debido a la inflación. Tampoco se sensibiliza ante la angustia de personas con enfermedades graves que sufren, adicionalmente, por la escasez de medicamentos requeridos para curarse. Tampoco le perturba el dolor de aquellos que pierden familiares víctimas de la delincuencia desatada.

El régimen rufián todo se lo permite (con las complicidades conocidas) para conservar posiciones y privilegios: desde proferir amenazas, insultos, injurias y acusaciones infundadas; simular delitos o realizar falsas denuncias; inhabilitar adversarios; secuestrar los medios de comunicación radioeléctricos con “cadenas basura”; masificar la arbitrariedad, sembrar anarquía, fomentar violencia, conculcar derechos, detener inocentes y violar consistentemente la Constitución. En esto último son unos expertos. Claro, con asesoría cubana.

Pero mientras más violencia despliega, más tropelías comete, más “cadenas basura” convoca y más acciones tramposas emprende para mantener en “desacato” a la Asamblea Nacional, negar recursos (que le corresponden por ley) a gobernadores y alcaldes no afectos al régimen, impedir elecciones e inhabilitar a dirigentes políticos de oposición es valorado por el país y el mundo como más dictatorial, más deslegitimado, más vulnerable y, por tanto, es más repudiado. La nueva manifestación de repudio contra la caravana presidencial el pasado martes durante un acto conmemorativo, esta vez en San Félix, estado Bolívar, demuestra el poco afecto popular que hoy tiene el régimen y su desprestigiado gerifalte (78% de rechazo según Datanálisis).

Que Dios y la Patria os lo demanden

Así finaliza el juramento que toman a los funcionarios públicos cuando asumen sus cargos. Se comprometen a respetar la Constitución y cumplir y hacer cumplir las leyes, reglamentos y demás responsabilidades inherentes a las funciones que ejercerán y, si no lo hicieren -le increpan- deberán responder por ello. ¿Habrá reparado en este deber y precepto el actual Defensor del Pueblo?

Caramba, no lo demuestra. Es infinita la lista de áreas y responsabilidades que son de su competencia y, proporcionalmente, resultan incontables las posiciones desequilibradas, parcializadas y omisiones que se le atribuyen al citado funcionario. Los hechos están a la vista. Es su responsabilidad, entre otras, velar por el fiel cumplimiento de la Carta Magna y garantizar los derechos y libertades de los ciudadanos. Pero su desempeño dista mucho de honrar esos principios. Cierra los ojos ante las torturas de los organismos policiales, ante las tropelías del poder judicial, ante el enjuiciamiento de civiles en tribunales militares, ante la infrahumana situación de los presos políticos y ante el desacato de funcionarios que se niegan a cumplir órdenes de liberación emitidas por jueces. Nada dice. Nada hace. No se pronunció como correspondía y sí lo hizo la Fiscal General ante la extralimitación de funciones de la Sala Constitucional del TSJ cuando propinó el “golpe institucional” al asumir las funciones de la AN. Tampoco se ha mostrado diligente ante la crisis humanitaria por la falta de alimentos y medicinas y por el pésimo estado de los hospitales y la falta de insumos médicos. Ha ignorado los abusos de las OLP y no ha emitido opinión ante ese perverso sistema de exclusión que son los CLAP.

Pero la mayor indiferencia, al grado de complicidad, la ha mostrado el Defensor ante los excesos cometidos por la Guardia y la Policía Nacional en el control de las protestas de los últimos días. Hasta lacrimógenas lanzaron desde helicópteros. ¿Y el Defensor? Mirando hacia otro lado, tal vez hacia la guerra en Siria, y ponderando lo “legítimas” y “proporcionales” que han sido las acciones del gobierno. No ha expresado con contundencia su repudio ni mucho menos procedido por el uso desmesurado de la fuerza ni por la aplicación exagerada gases tóxicos contra los manifestantes. Ni por el uso de armas de fuego ni tampoco por la participación criminal (consentida, apoyada) de las bandas armadas afectas al régimen para dispersar a los marchistas.

¡Dios y los ciudadanos de esta patria, camarita, le demandarán en su momento al Defensor y a los demás funcionarios públicos involucrados en los desmanes sus omisiones y tropelías!

msanmartin@eluniversal.com

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Fernando Londoño Hoyos

Lo que pasa en Venezuela tenía que llegar y llegó, así sea que todavía falte lo peor. Por desgracia.

El Castrochavismo será recordado como autor de un milagro económico a la inversa, de los que se registran tan pocos en el devenir de los pueblos. Convertir en país miserable al más rico de América no es hazaña de todos los días. Habiendo tanta pobreza en tantas partes, en pocas tiene que pelear la gente, a dentelladas, por una bolsa de leche, por una libra de harina o por un pedazo de carne.

Convertir en despojos una de las más organizadas, pujantes y serias empresas petroleras del mundo no es cualquier tontería. Llevar a la insolvencia una nación ante las líneas aéreas, los proveedores comerciales y los que suministran material quirúrgico y hospitalario no es cosa que se vea cualquier día. Y arruinar el campo y la industria, el comercio y los servicios, la generación eléctrica, la ingeniería, la banca y las comunicaciones es tarea muy dura, cuando se recuerda que la sufre el país que tiene las mayores reservas petroleras del mundo.

En esa frenética carrera hacia el desastre, el gobierno Castrochavista tuvo que proceder a la eliminación paulatina de todas las libertades, al sacrificio del pensamiento y la conciencia, a la ruina de las instituciones, del periodismo, de los partidos, de la universidad, de los gremios, de los sindicatos. Pues todo se ha cumplido tras el designio implacable de los ancianos inspiradores del sistema, Fidel y Raúl Castro, que una vez más han demostrado su audacia, su carencia total de consideración y respeto por los valores más caros de la especie humana, pero también su falta absoluta de talento. Llevar a Venezuela a la ruina total es matar su propia fuente de subsistencia. Y es lo que han hecho, moviendo los resortes del fanatismo más imbécil, de los odios más cerriles, de los desquites más torpes. Nicolás Maduro tiene poca inteligencia y un pobre tacto político que exhibe en cualquiera de sus discursos. Pero al fin de cuentas es un pobre rehén de los intereses inconfesables de la clase corrupta que ha llevado a Venezuela a su perdición. Si ese títere fuera libre, hasta de sus menguadas condiciones de estadista pudiera esperarse algún acto de rectificación, algún gesto de apaciguamiento, alguna voluntad de comprender el desastre y de corregirlo. Pero Maduro es el primer esclavo de las pasiones atroces que dominan en Venezuela. Los saqueadores de esa gran nación no están dispuestos a que nadie ensaye el menor examen de su conducta. En los antros del delito se pierde todo, empezando por el pudor.

El régimen de Venezuela se va a caer, porque se tiene que caer. No podría subsistir sino amordazando totalmente al pueblo, imponiendo cartillas de racionamiento, levantando un paredón, como el del Che Guevara en La Cabaña. Y no están dadas las condiciones para que el mundo soporte estas afrentas. Con una Cuba le basta a América.

El pueblo está en las calles, dispuesto a hacerse matar. Y lo están matando. La juventud estudiantil, que sabe cerrados los caminos del porvenir, le apuesta a cualquier cosa, menos al continuismo cobarde. Los empresarios lo perdieron todo hace rato. No tienen cuentas para hacer. Y los paniaguados del sistema ven con horror que el sistema ya no tiene mercados para comprar sus conciencias.

http://www.analitica.com/opinion/desnudando-la-realidad-de-venezuela/

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