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Opinión

Con voz propia

Mes de la comunicación, podemos calificar al de Octubre, con referencia al día 24. En 1808 apareció Gazeta de Caracas, considerado el primer periódico de Venezuela. Por tal efeméride fue declarado Día del Periodista, en 1942 por la Asociación Venezolana de Periodistas (AVP), que lo celebró durante 22 años. En 1965, en Convención Nacional realizada en Valencia el colega Guillermo García Ponce, preso político en el cuartel San Carlos de Caracas, propuso cambiarlo para el 27 de Junio, en homenaje al Correo del Orinoco, fundado por Simón Bolívar en 1818 en Angostura (Ciudad Bolívar).

El 24 de Octubre de 1946 –hace 70 años-, el Presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno, Rómulo Betancourt, decretó la Escuela de Periodismo, ahora de Comunicación Social, como Sección adscrita al Rectorado de la Universidad Central de Venezuela. Director fue designado Miguel Acosta Saignes, nativo de San Sebastián de Aragua.

Otro significativo acto de tal Día destacamos la lucha por el derecho a la información. En sesión de 1999 de la Asamblea Constituyente enfrentamos al gobierno que se ponía férreamente a la Información Veraz. Para el impávido comentarista José Vicente Rangel, entonces ministro del Exterior: “La información veraz es una necedad y un peligro para la libertad de expresión”. Le seguía el hoy jefe de Conatel, William Castillo.

Al fin se aprobaron 13 normas propuestas por Comisión de Derecho a la Información que nos correspondió el honor de presidir. La sumisión militar de periodistas no estaba tan arraigada. De 133 Constituyentes, sólo 6 no pertenecían al partido gobernante.

Quizá pensaron en broma el rotundo sí que dieron en el parlamento a la pregunta de si querían un solo medio impreso y único audiovisual como en Cuba. El “supremo comandante” amenazó revocar concesión a las jineteras (apelativo de prostitutas que Fidel Castro da a tv). Clausuró a la pionera, Radio Caracas TV. Además de reducir a 5 años concesión a los demás canales, logró eliminar 10 de 13 programas de opinión.

Otro acto de Octubre es el 161 aniversario de la muerte en Santiago de Chile de Andrés Bello, quien ejerció el periodismo en la citada Gazeta.

Ningún gobierno ha abusado tanto del Cuarto poder, porque se suma a los del Legislativo, Ejecutivo y Judicial.

En opinión de Ignacio Ramonet “disponían los ciudadanos para criticar, rebatir, oponerse, en un marco democrático, a decisiones legales que podían ser inicuas, injustas, y hasta criminales contra algunos inocentes…que constituían, en realidad, un contra-poder”.

Expone que grandes grupos mediáticos “tienen nuevas posibilidades de expansión, gracias a la transformación de la técnica, en la medida en que la revolución digital rompió fronteras”.

Como asesor del régimen su análisis es remitido a 1998, cuando “la oposición fue democráticamente barrida, grupos mediáticos de prensa, se lanzaron en una guerra mediática contra la legitimidad del gobierno”

Todo indica que su tesis motivó la implantación de la Hegemonía Comunicacional. Y la no renovación del planteamiento hace que utilicen sus elementos.

“Está pasando con la información, lo que ha pasado con la alimentación. Durante mucho tiempo la alimentación fue muy escasa y en muchos lugares del mundo, en los países pobres sigue siendo escasa”.

La invocación del 24 de Octubre, que pasó a ser del Trabajador Gráfico, recordamos que la ONU lo fijó en 1972 como Día Mundial de Información sobre el Desarrollo entre otros objetivos para obtener un mayor acceso a la tecnología y a las nuevas vías de comunicación que han surgido.

Al MARGEN. Apelamos al Santo Tomás con su ver para creer, que para salir del conteo del devaluado papel moneda, se recurre al peso por kilogramo.

jordanalberto18@yahoo.com.

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Caracas, 1 de octubre de 2016

Cir 2016 / 10

DE: Viceprovincial

PARA: Toda la Provincia

ASUNTO: Los Jesuitas ante los desafíos del país

Queridos hermanos, jesuitas y laicos:

La gravedad de la situación actual venezolana nos exige un discernimiento permanente desde nuestra vocación de servicio al Pueblo de Dios. Nuestro compromiso con la gente en muchas comunidades populares, con jóvenes y profesionales, con organizaciones sociales, nuestro trabajo educativo y nuestro servicio pastoral, nos sumerge en las muchas angustias que sufre el pueblo venezolano.

Como compañeros de Jesús de Nazaret, al servicio de su misión, nos sentimos convocados al análisis del momento que vivimos y a dar nuestro mejor aporte para transformación de las estructuras de pecado y de muerte que golpean a nuestro pueblo.

Desde este Espíritu, habiendo escuchado las inquietudes de muchos compañeros jesuitas y siguiendo las directrices del P. Provincial, convoque en mi carácter de Viceprovincial una “Consulta Ampliada” para el análisis de la situación actual del país y de sus exigencias para nuestra misión apostólica. A tal efecto, nos reunimos conjuntamente la Consulta Canónica de Provincia y el Equipo Apostólico el pasado 30 de septiembre. Esta carta, aprobada por el Provincial, expresa la reflexión y los lineamientos que creemos deben orientar nuestra acción en este momento que vive el país.

El momento presente

El presente es tiempo de tragedia para Venezuela. El país padece problemas que no habían sido conocidos por las últimas generaciones de venezolanos. La mayoría de la gente vive con gran esfuerzo en una situación de sobrevivencia que empuja a vivir en trance, en shock, perdiéndose todo sentido de normalidad en la cotidianidad.

La sensación con la que se vive es de rabia y frustración. El empobrecimiento es masivo. La escasez y la incapacidad de adquirir lo poco que distribuyen las redes comerciales se traduce en hambre y miseria para la gran mayoría. La inseguridad crece en una violencia diseminada e impune. El autoritarismo político y la hegemonía comunicacional pretenden imponer un mundo demagógico y falso. El tejido social se desvanece y la institucionalidad es sinónimo de corrupción, opacidad e impunidad.

Organizaciones internacionales y muchos Estados del planeta hablan de crisis humanitaria en Venezuela y de violación de derechos humanos elementales. Las encuestas señalan que el 94% de la población dice que el país está muy mal y que más del 70% está a favor del Revocatorio al Presidente de la República.

Venezuela es una olla de presión con las válvulas tapadas. La situación no sólo es insostenible, es insoportable. Los economistas a coro señalan que el desabastecimiento va a ser mayor y la inflación también durante los próximos meses. Es previsible que los saqueos y las protestas sigan en aumento, al tiempo que el discurso vacío de los voceros oficiales, la represión y las políticas erradas prosigan avivando el fuego.

La crisis venezolana es de carácter fundamentalmente político. Se ha roto la legitimidad del gobierno, quedando en minoría electoral pero detentando el control de casi todos los poderes públicos nacionales con excepción de la Asamblea Nacional, a la cual margina sistemáticamente. Mientras, la oposición ciudadana al gobierno representa la gran mayoría y la oposición partidista ocupa espacios muy restringidos dentro del Estado venezolano.

La crispación y la polarización entre gobierno y oposición partidista es cada vez mayor e imposibilita alcanzar los acuerdos básicos que deben existir entre la sociedad y el Estado para lograr los fines consagrados en la Constitución Nacional. Para contener la oposición, el gobierno actúa cada vez más ejerciendo una cruel y dura represión contra la disidencia, violando los más elementales derechos humanos, situación ésta denunciada por organismos internacionales de reconocida solvencia. Cualquier opción de diálogo y entendimiento se hace cada día más difícil.

Ante esta situación, la mayoría de la población venezolana, más allá de las identificaciones partidistas, cree que la opción de referendo revocatorio presidencial, puede ser el inicio de un proceso de transición política pacífica, democrática y constitucional eficaz. Como muy bien ha señalado el Episcopado Venezolano: “Ante la gravísima crisis política del país, el referéndum es la solución menos traumática y más conveniente... de no darse el referéndum la crisis se hará cada vez peor.” Somos conscientes que el revocatorio es sólo un paso (que consideramos necesario en la presente circunstancia) de un largo y complejo camino que requiere de muchos esfuerzos de negociación, acuerdos y consensos para la superación de la actual crisis, en donde todos los actores son necesarios.

Vemos con indignación como el Consejo Nacional Electoral (CNE), desde los inicios de la activación del proceso del revocatorio, ha jugado un papel claramente sesgado hacia los intereses del gobierno, retardando los lapsos, imponiendo normas no establecidas ni en la Constitución ni en las leyes respectivas y maltratando al pueblo venezolano al obligarlo a participar en condiciones de extrema dificultad.

La última decisión del CNE sobre el proceso de recolección del 20% de voluntades es inadmisible, ya que tergiversa el sentido literal del artículo 72 de la Constitución Nacional, estableciendo que este porcentaje no es sobre el total del registro electoral nacional sino proporcional a la población electoral de cada Estado. Además,prácticamente se establece como fecha para que se realice un eventual referendo revocatorio presidencial, el mes de marzo de 2017; amén de las condiciones operativas establecidas, que resultan muy desfavorables para la participación. respondió que acudiría a la cita establecida para la recolección de las firmas, pero que no aceptaba las condiciones impuestas. Obviamente, el escenario planteado para los días 26 al 28 de octubre, fecha establecida para la recolección, será altamente conflictivo y profundizará la inestabilidad y la zozobra política.

Nuestros retos

La crisis del país es de carácter orgánico, toca todos los aspectos de la vida nacional. El cuerpo social avanza cada vez más hacia condiciones de vida menos humanas. Nuestra situación bien puede caracterizarse como de violencia institucionalizada y de pecado estructural. La dignidad humana, el don de la vida y de la paz están gravemente amenazados.

En este año centenario de la presencia de la Compañía de Jesús en Venezuela hemos renovado nuestro horizonte apostólico, que nos propone trabajar en la transformación superadora de esta dolorosa situación, desde lo que hemos aprendido en este tiempo de acompañamiento al pueblo venezolano, promoviendo la fe y construyendo la justicia que brota de ella. Es este un momento especial para el discernimiento vigilante y el compromiso con todos los venezolanos y entre ellos con los más pobres.

A nivel personal es tiempo de cultivar nuestra fortaleza espiritual, desde el silencio y la contemplación, dejar que el evangelio nos interpele directamente y nos dé el tono necesario para adoptar una actitud perceptiva ante la realidad y de apertura ante sus retos y exigencias. Es un tiempo para oír los clamores de nuestra gente y acogerlos para presentarlos al Padre a fin de responder a su voluntad de redención en la historia.

En nuestras comunidades es clave garantizar encuentros para el discernimiento y la deliberación sobre la realidad y de cómo esta situación nos afecta en lo personal, en lo comunitario, en lo apostólico y en nuestras relaciones familiares. Así cómo para el diseño de estrategias y acciones que nos ayuden a canalizar adecuadamente nuestras preocupaciones, desde los medios de que disponemos.

Como cuerpo de jesuitas y laicos, agrupados en obras, sectores y redes apostólicas, es necesario diseñar estrategias de incidencia en nuestros respectivos campos de acción, promover el análisis compartido, acompañar a nuestros equipos de trabajo y a la gente a quienes servimos y promover espacios de encuentro para la acción con otros actores que realizan tareas similares a las nuestras.

Una preocupación permanente que nos debe movilizar es el diseño de planes conjuntos como Provincia, en unión con la Iglesia y su jerarquía, así como con otras organizaciones sociales, para promover:

• La formulación de horizontes, sustentados en diagnósticos especializados y rigurosos que permitan la formulación de políticas públicas en diferentes ámbitos para viabilizar la orientación de nuestras grandes opciones apostólicas. Pensar este país y sus posibilidades es una responsabilidad apostólica propia de Compañía de Jesús para con la Iglesia y la sociedad venezolana.

• La defensa de los principios democráticos y de la institucionalidad consagrada en la Constitución Nacional de la República, en especial de los derechos humanos.

• La atención a las víctimas

• La atención a la crisis alimentaria y de salud, que se concreta en el apoyo al corredor humanitario propuesto por la Conferencia Episcopal entre otras iniciativas.

• El fortalecimiento de la convivencia ciudadana frente a la viole diseminada en toda la sociedad.

• El acompañamiento a las organizaciones sociales, ONG, instituciones educativas, en cuanto actores relevantes en la construcción de alternativas para el país

• La participación en iniciativas tendientes a favorecer nacional, que promuevan el diálogo y la concertación, el reconocimiento de todos y la expresión soberana y democrática del pueblo venezolano.

El momento que vivimos nos llama a robustecer la relación con Dios nuestro Padre su Hijo Jesús y el Espíritu Santo, de quienes nos decimos sus seguidores y bajo cuya bandera nos hacemos constructores de su reino de libertad, dignidad y justicia. Que la fidelidad a nuestra vocación y misión nos guíen en este discernimiento permanente de lo que debemos hacer en esta tierra que tanto amamos.

Hermano en Cristo.

Francisco José Virtuoso, SJ

http://grupolacolina.blogspot.com/2016/10/comunicado-de-los-jesuitas-de-...

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En Venezuela la democracia fue dada de baja. De esa palabra sólo quedan escombros. Ha sido un exterminio en cámara lenta. Aunque en los últimos meses la demolición ha alcanzado velocidad de vértigo. No es una noticia nueva, dirán algunos. Pero hay que repetirlo, insistir en ello. Y sobre todo, asumir la épica necesaria para recuperarla.

El gran duelo que se ha establecido entre el régimen y la oposición ha llegado a su punto máximo de tensión. Para Nicolás Maduro y su camarilla ni siquiera se trata de demostrarnos que pudieran sacar al país de la crisis en la que ellos mismos lo sumergieron. Los pocos intentos han sido fallidos, más aún, nefastos. Muecas de sanación que han resultado ser cuchilladas en las arterias de nuestra economía. Lo único que les quita el sueño, a estas alturas de la asfixia nacional, es salvar su propio pellejo, evitar el desplome final del chavismo, aferrarse desesperadamente a las hebras del poder. Mientras tanto, el resto del país, esa vastedad que hoy es oposición, pero sobre todo indignación, bracea con todas sus fuerzas para salir del remolino que amenaza con tragarse el resto que queda de nosotros. Un remolino trágico que ya se ha llevado nuestros alimentos, medicinas, sueldos y miles y miles de vidas.

En este acuciante panorama, la oposición propone una iniciativa para darle la vuelta al desmadre general: el Referendo Revocatorio. Un procedimiento de participación civil que el propio Hugo Chávez incorporó a la Constitución, queriendo alardear de demócrata, y ahora se le devuelve a sus discípulos como un letal búmeran.

Ya lo sabemos. El régimen ha colocado obstáculos de toda calaña en el camino. Ha diseñado sus propias güarimbas contra el deseo de buena parte de los venezolanos. Sin mayores escrúpulos ni pudor. Con muy tibios disimulos. Jugando a que son institucionales, mientras todo lo demoran, distorsionan y alteran a su antojo. Han sido tan sediciosos en su afrenta que la reacción del enorme universo opositor ha sido variopinta. Algunos, efervescentes y hastiados, proponen calle y artículo 350, calle y turba, calle y desobediencia civil. Habría que ver cuántos venezolanos, sobrevivientes a duras penas, abandonarían las colas para ni siquiera tener esa noche un íngrimo paquete de arroz, cuántos cerrarían sus negocios o desertarían a sus trabajos para agudizar aún más su propia crisis, cuantos tomarían la calle sin regreso y se expondrían a la hora loca de los colectivos armados o a la represión ya usual y cada vez más cruenta de los uniformados del régimen. Otros gritan, estentóreos, que la solución es más simple y expedita: acorralar a Maduro contra una pared de Miraflores y exigirle su partida de nacimiento. Convencidos de que es colombiano, piensan que ante el pedimento unánime, Nicolás, el cucuteño, terminará confesando la patraña, empapado en lágrimas de arrepentimiento. Como si fuera tan difícil urdir un documento apócrifo, o dos, o tres, los que sean necesarios para sostener la mentira que tengan que sostener.

Se entiende la desesperación. Se entiende que nos debatimos contra personajes aviesos e inescrupulosos que no respetan las reglas de juego. Se entiende la cólera ante cada día que pasa, ante cada venezolano asesinado, cada familia que huye al exilio, cada nuevo preso político, cada neonato muerto en los hospitales, cada bolsa de basura que se abre para buscar restos de lo que sea. Estamos bajo el signo de la urgencia, sí. Pero justamente por eso debemos ser más sensatos en cada decisión que tomemos. Si un malandro nos dispara, la constitución no frenará las balas, es cierto. Pero si la arrojamos al cesto de la basura, si no la interpretamos con lucidez, le estamos dando la bienvenida a la locura colectiva.

Por eso vale la pena detenerse y evaluar la propuesta que la MUD, ese conglomerado de partidos políticos, coloca ante el país. Su primera invitación es a mantener la unidad. Suena casi de Perogrullo, pero es crucial. Si le lanzamos una granada a la unidad que hoy debemos ser, perdemos la oportunidad histórica de recuperar la democracia. Luego, propone más. Jugar este trance decisivo con las herramientas de la política. Insistir en el revocatorio es insistir en la constitución. Y agrega un punto de inflexión clave: hacernos todos corresponsables de conseguir el 20% de las firmas para el revocatorio. Por primera vez, la MUD canceló el olor a cenáculo y decidió convocar a distintos gremios de la sociedad civil, les preguntó, indagó, quiso oír opiniones de gente cuyo principal carnet es el de ciudadano venezolano. Aceptó dimensionarse, abrir sus puertas y ventanas, ampliar su propio espectro, convertirse en país múltiple. Y así han terminado proponiendo convertir los tres días de recolección de firmas en un nuevo episodio de contundencia civil. Sin cauchos quemados, sin calles cerradas, sin atajos estériles. Quizás a algunos no les convence, porque su indignación es más grande, o su impaciencia, o su sabiduría. Pero las propias encuestas que dicen que el 70% del país desea despedir a Nicolás Maduro de su cargo, señalan que lo quieren hacer de una forma coherente, civilizada y definitiva, sin anarquía ni sangre en las consignas.

Es cierto, dados los antecedentes no podemos ser ingenuos. Los voceros del régimen lo han dicho en distintas versiones que se resumen en una frase: “Nosotros vamos a hacer todo lo posible para que el revocatorio no ocurra”. Maduro no quiere ser un desempleado más. Diosdado Cabello no quiere perder su show de televisión y su asombroso poder. Jorge Rodríguez todavía tiene cuotas de resentimiento que saldar. Pedro Carreño necesita seguir vistiendo fluxes de marca. Eso lo sabemos. Y sabemos que el TSJ y el CNE son solo siglas diseñadas para perpetuarlos en el dominio de las pocas riquezas que nos quedan. Por eso nos toca, en esta hora crítica, convertir nuestra indignación en muchedumbre democrática, en avalancha de firmas, en ríos de colas que duren tres días con sus noches, en una larga, kilométrica, millonaria cola de demócratas que presionen, insistan y se acumulen en las calles exigiendo —no otro verbo hay— exigiendo el derecho a salvarnos entre todos.

Hugo Chávez transformó una Constitución “moribunda” en un país enfermo. Nicolás Maduro ha perfeccionado el legado de su padre político. Y por eso ya la analogía es redonda: somos también un país moribundo. La única forma de evitar la extinción total de la democracia, con sus ciudadanos incluidos, es justamente con una sobredosis de democracia y ciudadanía. Toca marcar en el calendario con una equis los tres días de la manifestación civil que se avecina. Toca hacerlo entre todos. Sin próceres, ni mesías. Contra la intoxicación militar y autoritaria que hoy nos saquea, toca la movilización de una inolvidable, gigantesca, histórica multitud de personas que rebase el 20% de cualquier ámbito, sea parroquial, regional o nacional. Lo hicimos el 1 de septiembre y sería una tontería inexcusable no multiplicar el gesto el 26, 27 y 28 de octubre. Está en juego nuestra supervivencia como nación. Hoy conquistar el revocatorio es conquistar la comida de los próximos años para los nuestros. Y si toca convertir el 12 de octubre en antesala magnífica, en día de calle nacional, lo debemos hacer. Sin más crítica que la de no permitirnos la inacción. Sin dibujarle grietas a la compleja unidad de toda diversidad. De ahora en adelante, todo debe ser movimiento, avance, contundencia. Que la calle y la constitución vayan de la mano. Que no volvamos a aceptar ni una sola burla convertida en norma. Que el sonido multitudinario de la democracia calle los ladridos de la dictadura. Que los paralice tanta civilidad desbordada. Que no tengan más remedio que aceptar la decisión de la mayoría. Que se les agrieten los ojos de tanto contar firmas. Se acabó el irrespeto. Imposible aceptar una humillación más. Toca detener en seco a la jauría que ha hecho de nuestra vida una calamidad insoportable. Es el momento de todos. Es el instante de los millones de ciudadanos de bien. Contra el oprobio debe ocurrir la épica necesaria. La imprescindible. Para, de una bendita y democrática vez, lograr la redención final como país.

| http://prodavinci.com/blogs/la-epica-necesaria-por-leonardo-padron/ 3 de octubre, 2016

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Los miembros de la OPEP, reunidos en Argelia, acaban de anunciar un “preacuerdo”, para prevenir una caída libre de los precios petroleros. Se trata de algo tentativo, que dista mucho del pacto que nos venía anticipando el Presidente. Cualquier decisión final surgiría de la reunión de la OPEP en Viena el 30 de noviembre de este año.

Después de haberse alcanzado en el Siglo XXI precios del petróleo nunca antes soñados, ocurrió lo que tenía que ocurrir: se desmoronaron, tal como se desmoronaron posterior a las abruptas alzas que experimentaron en 1974 a raíz del embargo petrolero árabe y en 1979 después de la caída del Shah de Irán. Esa es la lógica del mercado. A cada aumento excepcional sigue una caída. Es una lección que no entendió el presidente Chávez quien creyó que el petróleo seguiría aumentando para siempre.

Hace años me comentó que hacia el 2015 el petróleo habría superado los 200 dólares por barril. Nunca se imaginó la debacle que vendría.

“Après moi le déluge” (después de mí el diluvio) solía decir decir Luis XV, monarca absoluto de Francia muerto en 1774. Y efectivamente el diluvio se le vino encima a su sucesor -Luis XVI- quien terminó guillotinado por la Revolución Francesa en 1789, pocos años después de heredar la corona.
El diluvio
Ese mismo diluvio es el que se le está viniendo encima al sucesor de Chávez. La caída del precio del petróleo, sumada a la destrucción de Venezuela y de Pdvsa consumadas en los últimos tres lustros y que se manifiesta hoy entre otras cosas en un derrumbe de la producción petrolera, ponen en evidencia la imprevisión de un régimen a quien la diosa de la fortuna brindó todas las oportunidades.

Ese régimen cree que podrá frenar el diluvio con un nuevo acuerdo de recorte de producción petrolera de países OPEP y no OPEP que devuelva los precios a niveles que salven su revolución. Todo indica que se va a quedar con los crespos hechos.

Veamos: ¿qué fue lo que se convino en la reunión preliminar de Argelia?

Se llegó a un “preacuerdo” para estudiar un eventual recorte de hasta 700.000 barriles diarios que se propondría en la reunión de la OPEP que tendrá lugar en Viena el 30 de noviembre de este año.

¿Cómo se distribuiría ese recorte entre los países miembros? Ahí comienzan las dificultades. Irán, cuya producción petrolera ha caído bruscamente debido a las sanciones internacionales de que fue objeto (porque se temía que estuviera desarrollando armas nucleares) ya le está restando relevancia a los anuncios de Argelia. Levantadas las sanciones, sigue pregonando que elevará su producción hasta 4 millones de barriles diarios. Arabia Saudita, enemigo mortal de Irán desde hace más de 1.336 años por razones religiosas -recordemos que uno es sunita y el otro shiita- no está dispuesta a mover un dedo que ayude a su adversario. Si Irán no recorta producción, Arabia Saudita tampoco lo hará. Iguales dificultades para recortar confrontan Nigeria, Libia e Irak.

Si en noviembre la OPEP no decide recortar, Rusia -no OPEP-, no está dispuesta a congelar su producción. De hecho, los tímidos aumentos de precios que resultaron de los anuncios de Argelia, ya comenzaron a revertirse y el petróleo nuevamente está bajando.

¿Subirán los precios?
Ahora bien, suponiendo que todo salga bien y se recorte la producción en 700.000 b/d, ¿alcanza eso para que suban los precios? La realidad es que no. Serviría, sí, para impedir una guerra de precios. Y eso es todo lo que quiere Arabia Saudita, que teme que una manipulación más audaz de la oferta que haga subir los precios sirva para estimular nuevamente la producción de petróleo de lutitas vía fracking en EEUU.

Y ¿cómo queda Venezuela en todo esto? Pues bien, nuestra producción ya ha caído en más de 230.000 b/d en los primeros 7 meses del año. No le basta al país que los precios se mantengan; necesitaría fuertes aumentos. Recordemos que el ingreso petrolero es una combinación de cuánto petróleo se produce y a qué precio se vende. Si el precio llegase a aumentar tímidamente a costa de una disminución de la producción, el efecto neto sería nulo.

No pareciera pues que en Venezuela se pueda impedir el diluvio vía un aumento de los precios petroleros a través de un recorte de producción que quizá pueda aprobar la OPEP el 30 de noviembre. El diluvio ya llegó en forma de difteria, malaria, escasez de alimentos y medicinas, inflación, caída del PIB, cierre de empresas, aislamiento internacional, delincuencia, inseguridad jurídica, desconocimiento de las instituciones y de la Constitución y de las demás siete plagas bíblicas que este régimen le ha traído a Venezuela. Al revisar las lecciones que nos depara la Revolución Francesa, el mayor interesado en una salida pacífica vía Referendo debería ser el régimen.

petoha@gmail.com
@josetorohardy

http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/opep-revolucion-francesa_600442

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Como en los tiempos de Romerías y piticos aupando candidatos presidenciales, apareció Henry Ramos Allup, por estas tierras calientes de puja refrendaría, acompañado por sus militantes cargados de canas y arrugas históricas.

¡Fui perecista y de los más íntimos!

Fue la primera fusilería a descargar de su verbo hiriente, mordaz, pero oportuno, para recordarle a los presentes, cómo en una ocasión le recomendó a Carlos Andrés Pérez, que jamás volviera a repetir aquella lapidaria frase del gocho, cuando anunció que esa era la última oportunidad que tenía la democracia venezolana.

Quizás con la intención de remachacarles a los miembros de la MUD del Zulia, que ha llegado el momento de otra oportunidad, para quienes después de haber sido amenazados con freírlos en aceite y convertirlos en polvo cósmico, hoy andan orgullosos, recordándole a tanta oveja descarriada en tiempos quintos republicanos, que adeco es adeco hasta que se muera.

Ante la pregunta deseada y puesta de bombita por la aguda periodista Madelyn Palmar: “Diputado ¿usted está en campaña?”. No la dejó terminar y como influenciado por el relámpago del Catatumbo, de inmediato serpenteó. Claro que estoy en campaña, siempre he estado en campaña y voy a seguir en campaña por el Revocatorio … ¿y por qué no? por la candidatura presidencial.

Deslizando con esta confesión, que la puja interna en el liderazgo opositor, no sólo está presente, sino que él, es uno de sus protagonistas principales, junto a Capriles, el otro Henri y quien todavía desde Ramo Verde, sigue punteando en todas las encuestas, como el candidato con mayor opción a alzarse con la presea candidatural, si las comadres del CNE lo permiten este año.

Desde los tiempos de Rómulo Gallegos, muchos han sido los candidatos surgidos del partido con su otrora emblemático Juan Bimba y su esplendoroso hombre que, si caminaba y daba la cara, y del cual, a toda la pléyade variada y opositora, asistente en la reunión privada, le confesó su condición carlosandrecista.

Este adeco de uña en el rabo, ante la “jauría” de periodistas, no se hubo con resguardo de epítetos, hacia un gobierno cada vez más aislado y falto de apoyo popular, pero virulento y renuente a marcharse en sana paz, una vez revocado en los tiempos deseados. Y he aquí la segunda pregunta lanzada por la morena periodista, y agarrada al filo, por quien cual el otro Rómulo, prometiendo el we will come back, respondió: aquí no hay plan “B”. Este año habrá revocatorio y Maduro se irá. Quizás para sus adentro se respondería: Y nosotros volveremos como dijo Betancourt.

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Una vez más, como señal de franco retroceso y en abierta contradicción con la Constitución de 1999, jóvenes activistas políticos, civiles, se ven sometidos a los tribunales militares, bajo cargos de pretendidas ofensas a las Fuerzas Armadas, al decoro militar o supuesto uso de insignias militares.

El Art. 261 de la carta magna, en forma clara y terminante, a diferencia de la de 1961, silente al respecto, señala que la “competencia de los tribunales militares se limita a delitos de naturaleza militar”.

Lo previsto en este artículo no se presta a ninguna duda o confusión y, evidentemente, delitos de naturaleza militar no son otros –como lo dejó establecido la jurisprudencia reiterada de la Sala Penal hasta 2005, acogida por la Sala Constitucional– que “aquellas infracciones que atenten contra los deberes militares”, los cuales se concretan en la obediencia, subordinación y disciplina. Por supuesto, consecuencia lógica de esta previsión constitucional es la exclusión de los civiles de la jurisdicción militar, ya que no están sujetos a los deberes militares.

Ya en el pasado, en el año 1981, sin contar con la norma constitucional de 1999, la Sala Penal, en ponencia del Dr. Ezequiel Monsalve Casado, en el caso de la periodista María Eugenia Díaz, procesada por presunta revelación de secretos militares, sentó el precedente de la primacía de la jurisdicción penal ordinaria y de la exigencia de que fuera juzgada la comunicadora por sus jueces naturales.

Lamentablemente, en decisiones más recientes, en 2005, como en el caso del general Usón, en situación de retiro, apartando la consideración fundamental de que los hechos no revestían carácter penal, la misma Sala dictaminó que un civil sí puede cometer delitos militares, criterio –sin duda– de manifiesto sesgo político y de franca regresión a etapas que deberíamos considerar superadas en las cuales se utilizó la justicia militar como instrumento para reprimir a la guerrilla armada.

La doctrina y la jurisprudencia en materia de derechos humanos ha sido clara sobre este tema y, a título de ejemplo, como lo ha resaltado Héctor Faúndez, en este diario (7-3-2009), Argentina, siguiendo la recomendación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en 2009, derogó el Código de Justicia Militar, reafirmando el criterio de que los militares, al igual que los civiles, si cometen delitos, deben ser juzgados por la justicia ordinaria, siendo así que debe existir un solo catálogo de delitos para todos los ciudadanos, gozando todos de la misma dignidad y conforme al principio de igualdad de todos ante la ley.

El Código de Justicia Militar, con 78 años de vida, está constituido por una normativa arcaica, inconstitucional que, entre otras cosas, impone la obediencia ciega, el castigo por conductas que considera contrarias a la dignidad y decoro de los militares, como los actos “contra natura” “ o perversiones sexuales” y, a la letra de su texto, impone la preeminencia de lo militar sobre lo civil, pretendiendo sancionar cualquier delito cometido en instalaciones militares, sea cual sea la naturaleza del hecho y sus autores.

En el pasado y en el presente, se ha pretendido recurrir a la jurisdicción militar como instrumento para sancionar, por la vía rápida, a militares y civiles, con la nota común de ser adversarios del gobierno.

Las recientes detenciones de jóvenes dirigentes políticos y su sometimiento a la jurisdicción militar, como en el caso de Andrés Moreno Febres Cordero, por el delito de disentir, expresar su pensamiento, criticar o ejercer el derecho a la libertad de expresión, sin ánimo alguno de dañar a la institución armada, sino de crítica y de toma de conciencia, es, sencillamente, un atropello a la Constitución que debe ser reparado con su inmediata libertad, imponiéndose retomar, además, el mandato constitucional del no sometimiento de los civiles a la justicia militar y el propósito firme de una reforma de toda la legislación castrense.

Abogado y Profesor de Derecho penal

aas@arteagasanchez.com

El Nacional, 3 de octubre 2016

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Lester L. López O.

Apreciación de la situación # 81

La terca realidad, poco a poco, nos va indicando que independientemente del tema del revocatorio y su desenlace, las elecciones para gobernadores y diputados regionales serán las que definitivamente consolidarán los cambios necesarios que esperan los venezolanos en el futuro cercano. Y son importantes, porque en el ambiente de un gobierno de transición democrática como el que se espera, el apoyo político de 23 gobernadores a ese eventual gobierno será fundamental, por lo que las campañas electorales regionales, incluyendo un proceso de primarias no admite mayores dilaciones, aunque el proceso revocatorio aún luzca complicado.

Simplemente no se puede, y no se debe, atar un proceso al resultado del otro. Convencer a la gran masa electoral de la oposición democrática, que hoy es franca mayoría, que el proceso electoral regional es tan importante como el revocatorio mismo, es una responsabilidad de la dirigencia opositora que actualmente parece estar enfocada exclusivamente en el referendo revocatorio.

Iniciar una campaña electoral para las gobernaciones de estados con la consigna de que todos los gobernadores oficialistas deben ser revocados también debe servir de aliciente para que el electorado se involucre más y mejor en el necesario proceso de cambio que requiere el país. “Yo revoco a Maduro, pero también al califa de Aragua”, por ejemplo, parece un eslogan pertinente en los tiempos que se viven.

Pero también luce pertinente que los aspirantes a las gobernaciones comiencen sus campañas precisando claramente cuáles son los cambios necesarios para que estos ciertamente se cumplan sin incurrir en los tradicionales y pocos convincentes discursos populistas y demagógicos que han caracterizado la oferta electoral de las últimas décadas.

Muchos candidatos a la gobernación hacen promesas diciendo que van a mejorar el sistema de salud, la educación, el deporte, que impulsaran el turismo, sin percatarse que esas no son atribuciones previstas en la actual Constitución para las gobernaciones, para eso deben solicitar, previa demostración de que están en capacidad de realizar el trabajo, la competencia ante el ejecutivo nacional para poder asumirla, cuestión que con el actual régimen presidencialista y centralista difícilmente se obtendría.

Diseñar la campaña electoral con las ofertas que realmente puede cumplir el gobernador y las competencias que puede solicitar, sería un buen comienzo para alejarse del discurso populista y demagógico. Como planteó otro analista en días pasados: “Comenzar a decir la verdad en política, puede traer buenos resultados en estos tiempos.”

2 de octubre de 2016

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