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Opinión

Humberto García Larralde

Para muchos venezolanos la recuperación de la economía del país pasa irremediablemente por el petróleo. El bienestar que aspiramos restaurar más temprano que tarde, fue hechura, en buena parte, de lo que deparó en el pasado nuestra principal industria. Alimentó una visión económica y política que identificaba nuestra fortuna como venezolanos con los avatares del crudo criollo en el mercado petrolero internacional.

Esta idea se remarcó con la prédica de muchos políticos que rivalizaban por posiciones de poder durante la democracia: ¡somos un país rico, por lo que no debemos limitar nuestros horizontes! A pesar de la ignorancia de la mayoría respecto al manejo real de la industria –pocos han estado en un campo petrolero o visto de cerca al crudo—se cimentó la confianza de que, en última instancia, contábamos con el respaldo petrolero para nuestras aspiraciones de vida. En cierta medida y aunque fuese de manera inconsciente, nuestra particularidad como venezolanos la asociamos con el petróleo.

Hoy proporciona en muchos una sensación de seguridad de que, más temprano que tarde, habremos de superar el terrible bache en que nos encontramos. Pero la condición de salvavidas del petróleo venezolano, inmutable en la mente de tantos, ha experimentado últimamente cambios no desestimables que trastocan estas expectativas. Veamos lo que dicen algunas noticias recientes.

Una de ellas señala dos nuevos descubrimientos petroleros en el bloque Stabroek que explota la ExxonMobil frente a las costas de Guyana[1]. Con ello suben a 30 sus descubrimientos en ese yacimiento, llevando a esa empresa a alardear sobre la rapidez con que amplía sus operaciones ahí. Si bien sus dos primeros proyectos sólo han alcanzado los 360 mil barriles diarios, ExxonMobil confía en que, para finales de la década, su producción llegará al millón de barriles/día.

Dos cosas nos deberían concernir al respecto. En primer lugar, sobre ese bloque costa afuera Venezuela reclama soberanía, siendo parte del área en disputa por nuestro cuestionamiento al Laudo de 1899 que falló a favor del Reino Unido. Como sabemos, se dirime actualmente en la Corte Internacional de Justicia, a petición de Guyana. El destino de esta explotación se verá afectado, por tanto, por lo que ahí se decida. Pero si resulta favorable a Guyana y la ExxonMobil logra cumplir ahí con sus expectativas, el vecino país desplazaría la posición de la que tradicionalmente disfrutaba Venezuela como suplidor confiable de petróleo a EE.UU.

Se dirá que el país del norte es ya prácticamente autosuficiente y que la producción venezolana es el doble de la guyanesa en la actualidad, pero lo que importa aquí es la velocidad con que se desarrolla la explotación del crudo en esta parte del mundo, las garantías asociadas y lo que ello implica en cuanto a la confiabilidad como proveedor futuro a los países occidentales.

La capacidad de Venezuela de competir favorablemente en este ámbito pasa por atraer para el sector una sustancial inversión extranjera. El saqueo de que ha sido objeto PdVSA en manos chavo-maduristas y el deterioro de sus capacidades productivas la anulan como competidor en los mercados externos. ¿Y qué puede decirse de nuestra aspiración a atraer inversión privada? Un reporte de Reuters asegura que de las 44 compañías extranjeras que tenían empresas conjuntas con PDVSA, ocho transfirieron o cedieron su participación a partir de 2018, renunciando al cobro de lo que le adeuda la empresa estatal. Total y Equinor acaban de tirar la toalla en la región deltana. Otras siete ya se fueron y 15 proyectos están inactivos (aunque las sociedades, técnicamente, se mantienen) [2]. Se cansaron de tanta indolencia. Las condiciones imperantes bajo la gestión actual en absoluto favorecen a estos inversionistas. La producción nacional de crudo, en consecuencia, se estancó en torno a los 700.000 barriles diarios.

Para mayor desconcierto, el régimen acaba de suspender su acuerdo con las empresas Repsol y ENI para exportar petróleo a Europa y cobrarse, así, lo que se les adeuda. Tal acuerdo se debe a la dispensa de EE.UU. de las sanciones que impuso al comercio de petróleo venezolano, con miras a paliar la posible escasez de crudo en el viejo continente derivada de las sanciones a Rusia por su criminal invasión a Ucrania.

Por otro lado, la expectativa de un arreglo similar con Chevron, para que esta empresa exporte producción suya a EE.UU., cobrándose sus deudas, no da visos de concretarse. Es decir, el deseado rescate de la producción petrolera venezolana por la inversión extranjera, para volver a ser un actor importante en los mercados mundiales, parece cada vez más remoto. Al respecto, el presidente de la Chevron advirtió que la recuperación de su producción en Venezuela tardaría “meses y años para comenzar a mantener y restaurar campos y equipos y cambiar cualquier actividad de inversión”.[3]

En el plano global, el informe del World Energy Outlook correspondiente a 2022 asevera que la severa crisis energética desatada por la agresión imperial rusa a la vecina Ucrania estaría impulsando con más ímpetu la transición hacia energías renovables en los países europeos, Japón y EE.UU[4]. Si bien se acrecientan las alarmas por el incumplimiento de las metas acordadas por la mayoría de estos países en la contención de gases invernadero y por la expectativa de consecuencias aún peores del cambio climático, la emergencia bélica estaría provocando ahora –paradójicamente-- una respuesta más contundente.

Pareciera que las previsiones agoreras de los científicos y la acentuación de los desastres climáticos alrededor del mundo han logrado forjar, aunque tardíamente, una conciencia más comprometida con la disminución, cuanto antes, del uso de combustibles fósiles. Para el bien de la humanidad, ojalá así sea. Pero para Venezuela, representa un desafío crucial.

Es obvio que, de tener estos esfuerzos el éxito deseado, la demanda por combustibles fósiles, en particular, por petróleo, comenzará una tendencia sostenida a bajar en un futuro no muy lejano. Nuevos desarrollos como los de Guyana y las urgencias de Rusia por conquistar mercados que compensen los que habrá de perder en Europa, amén el interés de Irán (y de Venezuela) de recuperar sus niveles históricos de producción, implicarán una mayor competencia por un espacio que se estanca y empezará a estrecharse.

Parece asomarse una fecha de cierre de la ventana que les queda a los países petroleros por aprovechar sus recursos. Pero para Venezuela, quizás apenas se abra. Tanto por el marco institucional que rige el sector, la fuga de talentos y de personal calificado, el deterioro de las instalaciones y la ruina de PdVSA, Venezuela luce, hoy, muy mal preparada para salir airosa de esta contienda. A su favor cuenta con que una parte importante de costos fijos ya están invertidos, quizás más los referidos a los intangibles de la información y prospección de nuestra geología.

Es menester, entonces, contar con un plan cabal para el rescate del sector, que contemple el marco institucional requerido, estrategias promisorias de desarrollo, recuperación y repotenciación del sector conexo, de la mano de obra e incentivos para instrumentar tecnologías de captura y almacenamiento de carbono, para hacer de Venezuela un destino atractivo para los inversores extranjeros.

Es obvio que Maduro y compañía no están en condiciones –ni tienen el interés—de generar la confianza sobre la que tendría que descansar una estrategia como ésta. Lamentablemente, sin el músculo que representaría una industria petrolera repotenciada, será muy difícil conseguir los tan necesitados préstamos foráneos para atender la emergencia humanitaria, la insuficiencia de los servicios, el saneamiento del Estado y la reestructuración de nuestra cuantiosa deuda. Venezuela no es el único país ávido de fondos de la banca multilateral. Es imperativo, entonces, lograr el desplazamiento del chavo-madurismo cuanto antes. Olvídense, si no, de cualquier ilusión de “salvavidas” petrolero para nuestro futuro bienestar.

[1] https://oilnow.gy/featured/breaking-exxon-makes-two-more-discoveries-off...

[2] https://www.reuters.com/business/energy/venezuelas-oil-partners-head-exi...

[3] https://monitoreamos.com/destacado/chevron-advirtio-que-recuperacion-de-...

[4] https://iea.blob.core.windows.net/assets/c282400e-00b0-4edf-9a8e-6f2ca65...

Economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela

humgarl@gmail.com

 6 min


Fernando Mires

¿Por qué hay seres humanos que apoyan a Putin?

Es un dictador implacable, no respeta derechos humanos, manipula la información, la prensa, la radio, la televisión, gobierna sin ningún control, no se debe a nadie ni a nada, manda asesinar a sus opositores reales y potenciales, su poder reposa sobre la base de una oligarquía de millonarios corruptos, de agencias secretas, de un ejército cuyas tropas son reclutadas en zonas marginales, y de una secta “cristiana” estatal, un tirano que persigue no solo a enemigos políticos sino también a enemigos sexuales, intelectuales y religiosos, un asesino que ha cometido las más horrendas masacres del siglo XXl en Chechenia, Georgia y Siria y hoy invade y masacra a los habitantes de una nación europea jurídica y políticamente constituida como Ucrania, violando todos los acuerdos y convenciones internacionales, llevando a cabo algo que solo monstruos como Hitler y Stalin hicieron: elegir como blanco a la población civil, sobre todo a mujeres, ancianos y niños.

Y sin embargo hay seres humanos que aquí, en pleno Occidente, apoyan a Putin. Más todavía: hay gobiernos que lo apoyan. O lo que al fin es casi lo mismo: lo relativizan. En Europa son en su mayoría de derecha, en América Latina, en su mayoría, de izquierda (escribo derecha e izquierda sin comillas).

EL SER DEL NO-SER

“Criminales de guerra de segunda mano” denominó con justificada ira el legendario poeta y cantautor alemán Wolf Biermann a quienes proponen no enviar más armas a Ucrania con la ilusión de que después Putin los dejará vivir tranquilos. De un modo más objetivo los podemos ver como una parte de una revolución antidemocrática dirigida en contra de los principios y valores que algunos llaman democracia liberal, y otros simplemente democracia, a secas. Una ola antidemocrática que avanza hacia todo el Occidente político, a veces bajo la forma de antimodernidad, otras, como antinorteamericanismo, y casi siempre, como antioccidentalismo. Su forma más radical y cruel de expresión es el putinismo.

¿Cómo se llega a ser putinista? Esa fue la pregunta que me llevó a pensar en las relaciones que se dan entre el ser humano y sus representaciones (no solo) políticas. En efecto, nadie nace putinista como tampoco nadie nace demócrata. Se llega a serlo. El putinismo, como muchas otras opciones políticas es un llegar a ser, y las razones para llegar a serlo pueden ser múltiples y variadas.

Al fin y al cabo, en la vida casi todo lo que somos es porque hemos llegado a serlo. Un ser en sí mismo, es decir, alguien que es, y no un llegar a ser, no existe a escala humana. Solo a escala divina. En la Biblia la voz de Dios fue muy clara cuando al presentarse ante el atónito Moisés, desde la sarza ardiendo, dijo: Yo soy el que soy. Eso es justamente lo que no puede decir ningún ser humano. A diferencias del Ser de Dios, el del humano ha llegado a ser en el tiempo. Pues Dios, si existe, no tiene tiempo (de otra manera no sería Dios) Él, según toda teología, es el tiempo y a la vez está más allá del tiempo. Nosotros en cambio somos un siendo que llega a ser. Ser en el tiempo – esa es según Heidegger la condición humana - implica, por lo tanto, aceptar la posibilidad del ya no ser, ya sea parcialmente en la propia vida, ya sea después de la muerte.

Recuerdo que una vez, siguiendo su impulso feminista, Simone de Beauvoir escribió: “no nacimos mujeres, llegamos a serlo”. No hablaba, claro está, en un sentido anatómico sino de la incorporación de la mujer a roles cultural y socialmente asignados como femeninos. Anatómicamente se nace mujer u hombre (no hay una tercera posibilitad), quería decir de Beauvoir, pero social y culturalmente, no. Podríamos extender el ejemplo a muchas actividades que nos definen como lo que somos, ya sea por determinaciones de orígenes, ya sea por identidades adquiridas en el curso de la vida.

El ser es lo que cada uno ha llegado a ser en su vida y cada uno es, por eso, muchas cosas a la vez. Nadie se identifica con un ser puro sino con un ser formado en distintos ámbitos de la existencia, ya sea en las profesiones, en el estado civil, en la nacionalidad, en la adhesión a determinadas creencias, valores, ideas, ideologías, intereses. Cada uno de nosotros es portador de diversas identidades y esas no son idénticas entre sí. Y bien, esas identidades son las formas del ser en la vida.

Así como en cada uno habitan distintas formas de ser (formas del Ser, diría un heideggeriano) la vida en sociedad supone la coexistencia de diversas formas grupales de ser, vale decir, de grupos que se identifican entre sí por la adhesión a una determinada cultura, o religión, o política. Por eso Michael Walzer deducía que la llamada sociedad moderna debe ser multicultural (luego, multireligiosa y multipolítica) o no ser. Esas formas de ser conforman nuestras identidades, y a la vez cada uno es definido ante los demás en la escena pública a la que pertenece la política. En ese sentido podríamos diferenciar dos tipos de identidades (o modos de ser). A unas las llamaremos sólidas y a las otras, menos sólidas (para no decir líquidas como Sygmunt Baumann)

IDENTIDADES DEL SER

Hasta la primera mitad del siglo XX en Occidente, y hoy en naciones no democráticas, primaban las identidades sólidas (o inalienables). Entre estas últimas, las nacionales, las religiosas, las ideológicas, y por supuesto, las sexuales. Algunas de esas identidades conservan todavía su solidez originaria, pero lentamente sus tendencias son las de convertirse en identidades relativas.

Podemos cambiar de nacionalidad, de religión, de ideología, y en materia sexual, no asumir la condición anatómica con la cual llegamos al mundo, sino la representación mental de nuestro sexo. Por eso hoy se habla del género como algo diferente al sexo.

El sexo es inalienable, nacemos con sus dispositivos, y solo hay dos sexos. Hombre o mujer. El sexo anatómico, a no mediar una operación quirúrgica, es definitivamente inalienable. O como decía un reaccionario tuitero -también los reaccionarios tienen a veces razón- "es difícil que un hombre pida hora a un ginecólogo". El género, en cambio, así nos enseñan los militantes de los movimientos de género, es la representación mental del sexo. El sexo mental, o de género, es intercambiable. Más aún, en algunos casos es optativo. Eso significaría, siguiendo una ruta que va desde Platon a Freud, somos no solo lo que somos sino lo que creemos que somos.

Para los ayatolas, para Putin, para Orban, para Erdogan, la sexualidad genital debe corresponder exactamente con la sexualidad mental, pero para un gobernante democrático ambas sexualidades pueden ser sumatorias y, por lo mismo, legalmente aceptables. Así se explica por qué para los primeros el Occidente político es visto como un espacio de-generado.

De más está decir, en Occidente hay sectores que comparten la racionalidad anti-occidental, como a la inversa –lo estamos viendo hoy en Irán- hay multitudes de jóvenes de otras latitudes culturales que adhieren a la occidental. Estamos en medio de una lucha político cultural a fuego cruzado, una que tiene lugar en diversas naciones del globo.

Ahora, cuando son varios los que comparte similares representaciones mentales, la tendencia lleva naturalmente a su asociación incluyendo en ellas a las más aberrantes (pienso inevitablemente en los movimientos “anti-vacuna”). Una sociedad, para pensar de nuevo con Walzer, sería entonces un conjunto de asociaciones cuyos miembros participan de una comunidad de representaciones mentales, las que elevadas al plano de la política pueden llegar convertirse en ideologías, vale decir, en sistemas organizados de representaciones colectivas. Por eso existen ideologías de clase, ideologías nacionalistas, ideologías de género, y muchas más.

En fin, como occidentales podemos renunciar a nuestras identidades originarias e intercambiarlas por otras adquiridas. Lo que no podemos, o tal vez, no debemos, es renunciar a tener identidades. Sin identidades dejamos de ser alguien. Eso quiere decir, reiteramos, que el ser no se sostiene sobre sí mismo sino sobre su forma o modo de ser. Esa también esa la razón por la que personas que portan identidades precarias son las que más se aferran a las pocas que tienen, hasta el punto de intentar convertirlas en identidades sólidas, o duras, inseparables e irrenunciables.

Me atrevería a decir incluso que existe una tendencia predominante a transformar identidades optativas en identidades sólidas. Hay un ejemplo que podría ser ilustrativo. Me refiero al de los hinchas de fútbol. Para un seguidor del Barca, por ejemplo, sería más fácil cambiar de nacionalidad, de religión o de sexo, que convertirse en un hincha del Real. En el fútbol, una identidad que debería ser suave, convertida en identidad dura, es inofensivo (aunque a veces no tanto). Pero cuando esas identidades adquieren una solidez religiosa, nacionalista, racista, clasista, o de género, vale decir, excluyente con respecto a todas las demás identidades, ha llegado la hora de hacer sonar las alarmas.

¿Cuáles son las pre-disposiciones psíquicas o las encrucijadas biográficas o los golpes de la mala suerte que llevan a un ser humano a convertirse en fascista, estalinista o putinista? No lo sabemos. Pueden ser muchas. Lo que sí sabemos es que no son intrínsecas, sino adopciones de un ser que para ser necesita ser algo frente a sí mismo, y por cierto, frente a los demás. Sin esas adopciones, por más negativas que sean, irrumpen las fuerzas del no-ser. La psicología nos habla de depresión, de melancolía, y últimamente, de disforia: Un muy buen término.

DISFORIA POLÍTICA

El ser disfórico es el que no ha logrado insertar en sí una representación adecuada a su ser. Es el “desganado”, el que no encuentra sentido y razón a su existir y, por lo mismo, en caso extremo, el que puede llegar a pensar que ya no es. Por esa misma razón, cuando encuentra, o le es ofrecida una representación, suele abrazarla con pasión, o con una euforia que no es más que el otro polo de su disforia.

Aunque suene cínico decirlo: Un fascista, un estalinista, un putinista, es un ser que ha encontrado una “razón de ser” la que, por más detestable que nos parezca, lo protege frente a la monstruosa soledad de ser nada. Su representación mental, convertida en ideología, los salva de su disforia. Incapaz de pensar, ha decidido ser pensado por su ideología, la que para que sea efectiva, debe obedecer a un principio de programación simple.

Me explico: a diferencias de las ideas, las que al ser permanentemente pensadas no son garantías para sustentar ninguna identidad, las ideologías son construcciones cerradas y, por lo tanto, con un muy bajo nivel de comunicación con el mundo externo. Dicho en modo metafórico, las ideologías son ideas muertas, sin posibilidad de reproducción, y por lo mismo yacen petrificadas al interior de un sistema, valga la redundancia, ideológico.

IDEAS E IDEOLOGÍAS

Ahora bien, en el caso del putinismo latinoamericano su sistema ideológico se compone de tres elementos: 1) EE UU es el principal enemigo económico y militar de la humanidad. 2) Putin es el enemigo mortal de los EE UU. 3) Apoyar a Putin es ser antinorteamericano, y luego, antimperialista.

En el caso del putinismo europeo, los elementos también serían tres: 1) Occidente se encuentra en una profunda decadencia moral y cultural. 2) Putin representa el regreso del orden patriarcal, de la religión, el amor a la familia y a la patria. 3) Apoyar a Putin es defender los valores que en el pasado dieron grandeza a las naciones de Europa.

No hay, en efecto, peores enemigos para un orden democrático que los sistemas ideológicos de representación colectiva. A ellos pertenecen ideologías como la estalinista, la fascista y la putinista. Pero a la vez, cuando proliferan, podemos considerarlas como un síntoma de la crisis de un orden social que no ofrece muchas posibilidades de identificaciones racionales.

Las ideologías surgen de la carencia de ideas. Las ideas aparecen de la comunicación, primero entre uno mismo y su conciencia, y segundo, de uno con los demás (de la razón comunicativa, según Habermas). Las ideologías en cambio, de representaciones petrificadas de la realidad.

Podríamos decir entonces que en cada orden social, o en cada nación, occidental o no, hay una lucha permanente entre la irracionalidad ideológica y la razón de las ideas. La democracia, por lo tanto, no es solo una forma de gobierno, es una lucha permanente -sí, permanente- en contra de la irracionalidad política. Para oponernos a su avance nos organizamos en movimientos o en partidos y elegimos candidatos que nos representen frente al “asalto a la razón” (Así nombró Georg Lukács al fascismo de su tiempo). Por eso pensamos, discutimos, y a veces, también escribimos.

La democracia no se encuentra al final de la lucha sino en la lucha misma, y esa lucha no tiene final. Eso quiere decir, sin más ni menos, que la condición normal de la democracia es su agonía (lucha entre la vida y la muerte). O dicho en términos más pragmáticos: cada autocracia derrotada en cualquier lugar del mundo, será en última instancia una derrota para Putin. La mejor solidaridad que podemos ejercer con Ucrania -esta es la deducción- es derrotar a los autócratas y a los que quieren serlo, en nuestros propios lugares de vida (virtuales o físicos), allí donde somos, allí donde actuamos.

30 de octubre 2022

Polis

https://polisfmires.blogspot.com/2022/10/fernando-mires-el-ser-de-la-pol...

 10 min


Guillermo Mendoza Dávila

Durante el mandato del Presidente Obama y más tarde bajo la gestión Trump, el gobierno de los EE. UU. impuso sanciones económicas de diversa índole en contra de algunos funcionarios e instituciones venezolanas. Varios países en Europa y otras regiones hicieron lo propio. En general, estas medidas son consideradas adecuadas porque pretenden el cambio de comportamiento del sancionado, ya que teóricamente afectan sólo a unas pocas personas o grupos determinados. No obstante, históricamente dichas sanciones han demostrado no ser efectivas en cuanto al objetivo propuesto y sí han implicado un costo social importante.

En el caso venezolano, tales medidas han implicado una pérdida muy significativa del nivel y calidad de vida de la población, al restringir severamente la capacidad económica nacional, toda vez que al afectar directamente al sector petrolero se restringe nuestra principal fuente de ingresos. Muy a pesar de la importante industrialización experimentada por el país en la segunda mitad del siglo pasado, cuando el petróleo representaba no más de un tercio de nuestro PIB, las políticas económicas de los últimos cinco lustros han generado un marcado retroceso en cuanto al aporte del sector privado a la producción y a la recaudación fiscal, y regresamos a ser en esencia un país mono dependiente; con el severo agravante de que el manejo reciente de PDVSA la haya conducido a la triste situación actual. De allí que la renta de los hidrocarburos sea aún mucho más importante para el mantenimiento y recuperación de la misma infraestructura petrolera, así como el resto de los servicios públicos que obviamente están hoy día por el suelo.

Ante este escenario los políticos de oposición y muchos connacionales que viven en el extranjero alzan sus voces y presionan por mantener las sanciones y no permitir en lo más mínimo las operaciones ni inversiones de empresas petroleras extranjeras. Proponen usar este mal momento económico para lograr negociaciones políticas que lleven a unas muy anheladas elecciones libres. Ciertamente, el planteamiento tiene mérito y no tratamos de desmontar la tesis ofrecida, pero…hay un inmenso pero que debemos atender. Las fulanas medidas no han surtido ninguno de los efectos pretendidos en cuanto a mejorar las condiciones de los derechos humanos, libertades políticas, justicia y tantas otras aspiraciones. Más sin embargo, si han contribuido en mucho a ahogar al pueblo venezolano en una situación social imposible. El 85% de la población económicamente activa trabaja en el sector informal, más de la mitad no alcanza a ganar ni $100 al mes, las oportunidades son escasas por demás y la consecuente migración nos ha costado una diáspora que supera ya los 7 millones de familiares y vecinos.

En algún momento tendremos que aceptar que quienes están siendo sancionados en realidad somos todos los venezolanos que residimos el país y no solo unos pocos dirigentes, que el impacto de cualquier apertura será inmediato en mejorar las condiciones de vida de la población y que sin inversión extranjera no será posible recuperar la capacidad de producción y refinación de petróleo y gas, de la producción y transmisión de la electricidad, el suministro adecuado de combustibles, agua, la salud, educación, vialidad y todos los servicios que el Estado necesariamente debe proporcionar. Ciertamente, hay un elevado costo político inserto en el planteamiento de permitir la flexibilización de las sanciones, un costo que cuesta mucho aceptar. No hay garantías de que una eventual apertura no alimente conductas intolerables, ni tampoco las hay de que los recursos se destinen efectivamente a las ingentes prioridades nacionales. Pero lo que si seguro es que hasta ahora ninguna de esas conductas han desaparecido por razón de las sanciones,

¡Debemos hacer algo diferente si aspiramos a otros resultados!

guillermomendozad@gmdconsultor.com

 2 min


Eddie A. Ramírez S.

En el mundo hay millones de seres humanos que son olvidados y humillados por gobernantes incompetentes e indolentes que mantienen a sus pueblos en pobreza extrema, sin acceso a los alimentos mínimos para lograr una vida sana, carentes de agua potable, de electricidad y de educación. En unos pocos casos esta situación se puede explicar, no justificar, por la escasez de recursos económicos o por la ocurrencia de largos períodos de sequía. El caso de Venezuela, bajo las dictaduras de Hugo Chávez y de Maduro, puede equiparase a la hambruna y al retroceso ocasionados por las políticas de Stalin o las de Mao. Venezuela, Rusia y China son países que disponen de abundantes recursos, pero los citados tomaron decisiones torpes o quizá exprofeso para controlar a la población.

En Venezuela, parte de sus ciudadanos sufren de desnutrición y mueren por esa causa o por no poder adquirir medicinas. Otra, cae en el camino del exilio, sea en selvas, desiertos o en elevadas montañas. Presos políticos mueren en las cárceles como consecuencia de torturas o falta de atención médica. Presos comunes fallecen por falta de comida, de atención médica o por asesinatos como consecuencia del hacinamiento. Miles son abatidos en las calles por los cuerpos de seguridad del Estado que simulan enfrentamientos. Millones de jubilados o pensionados mueren de mengua o subsisten a duras penas con apoyo de algún familiar en el exterior que envía unos pocos dólares. Todos esos grupos forman partes de los compatriotas olvidados y humillados por el régimen usurpador.

El último de los casos citados es patético, ya que por su avanzada edad les es difícil conseguir un empleo. En nuestro medio, pasar de los 55 años las mujeres y 60 los hombres se considera un impedimento para desempeñar un oficio. Las pensiones del Seguro Social nunca han sido suficiente para cubrir la canasta mínima alimentaria. En el pasado, algunos planes de jubilación eran buenos ya que el monto se equiparaba al de los trabajadores activos y, al no haber inflación, ni devaluación, permitían una vejez sin sobresaltos. La mayoría de esos planes eran cubiertos por el presupuesto de la nación, con poco aporte de los trabajadores.

En el caso de Petróleos de Venezuela, el plan era contributivo, no indexado. El Fondo de Jubilación era autónomo e invertía el dinero en actividades de poco riesgo, y parte en dólares previendo posibles devaluaciones. El monto devengado por el jubilado dependía de su contribución, último sueldo y ganancias del Fondo. La llamada por los rojos “nueva Pdvsa”, se apoderó del Fondo y de los fondos. El primer “ asalto , lo dio la directiva de Pdvsa, siendo Eudomario Carruyo director de Finanzas, al entregarle al pillo Illaramendi 500 millones de dólares para que dispusiera a su antojo. Illaramendi fue sentenciado en Estados Unidos por sus tracalerías.

En el 2005, Rafael Ramírez Carreño, entonces presidente de Pdvsa, hoy acusado de corrupto por sus compinches rojos, decidió tomar por asalto al Fondo. Según comunicado de la Asociación de Jubilados, a partir del año 2005, comenzó el incumplimiento de los estatutos del Fondo, como si se tratara de recursos públicos y no de dinero ahorrado por los jubilados... Con la llegada de Rafael Ramírez, los haberes depositados por los jubilados en la Asociación Civil APJ-PDV fueron manejados en beneficio de Pdvsa y no de los jubilados….. La nueva administración se consiguió con un pote que tenía 1.265 millones de dólares que sin ser patrimonio de la empresa lo podía manejar fácilmente. Lo grave de la situación no ha sido que se hubiera migrado la cartera de inversiones en el exterior a instrumentos de deuda Pdvsa, sino la falta de pago de los intereses debidos por parte de la Empresa...

El monto de las pensiones en Pdvsa, según tabla de julio 2022, fluctúa entre 233 y 637 bolívares mensuales, que al cambio paralelo de nueve bolívares por dólar o del Banco Central que está en 8,59, esos montos están entre 26 y 71dólares por mes. Un juez de primera instancia gana unos 74 dólares al mes. Un maestro con licenciatura 145 dólares mensuales. En el caso de los profesores universitarios, los jubilados reciben el mismo monto de cuando estaban activos. El problema es que, con la devaluación, un profesor universitario titular, a dedicación exclusiva y con doctorado, puede llegar a devengar un máximo de 1.485 bolívares, o sea 165 dólares. A las cifras anteriores hay que agregar los 19 dólares del Seguro Social.

El salario mínimo y la pensión del Seguro Social es de 130 bolívares y una cesta ticket por 45 bolívares, estos 175 bolívares equivalen a 19 dólares mensuales, o sea 0,64 dólares diarios, el más bajo de Hispanoamérica. La Cesta Básica Alimentaria, según el Observatorio Venezolano de Finanzas, está en 303 dólares por mes. Esta vergonzosa situación solo podrá cambiar si nos unimos para derrotar a Maduro en las próximas elecciones, lo cual no será fácil porque el régimen apelará a las inhabilitaciones y utilizará todos los recursos del Estado, incluida la violencia.

Como (había) en botica:

¿Qué pretenden los políticos que quieren acabar con el gobierno interino? Acaso las ambiciones les impiden aceptar de que no se trata de que nos guste o no el presidente Guiado, sino de preservar nuestros activos en el exterior, principalmente Citgo. Esta refinería, hoy muy bien manejada, produce ganancias, aunque las mismas solo pueden utilizarse para pagar parte de la deuda adquirida por Chávez-Maduro. Varios compatriotas luchan en el exterior para que no caiga en manos de quienes reclaman compensación por expropiaciones en Venezuela ordenadas por Chávez y por endeudamientos ordenados por Maduro. Ojalá nuestros políticos entiendan que Citgo es muy importante para la recuperación de nuestra economía cuando tengamos un nuevo gobierno. Por ello, se requieren que prorroguen el gobierno interino y que autoricen el pago de los abogados que defienden nuestros intereses.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

 4 min


Edgar Benarroch

LA LUCHA QUE ADELANTAMOS

Hace más de sesenta años el periodista y escritor turco Peyami Sofa, afirmó que “Para destruir una nación no era necesario una guerra que destruye toda la infraestructura, con hacer olvidar su historia, alejarla de la religión y desintegrar sus valores espirituales y morales bastaba”. Una gran verdad nos dejó el periodista y escritor. Recuerdo que en la campaña electoral de 1968, una joven copeyana que trabajaba en una empresa del Estado, tenía en su escritorio una fotografía de Rafael Caldera, su jefe cuando vio aquello le ordenó quitar la fotografía pero ella se negó y entonces se la arrebató y rompió.Ella le dijo, puede quitarla de allí, lo que nunca podrá es arrancármela del corazón. Por supuesto fue despedida de inmediato e incorporada a su puesto de trabajo en junio de 1969, después del triunfo de Caldera. Cuando las cosas son del alma y corazón están muy adentro, son nuestras y nadie puede arrebatárnoslas. Podrán maltratarnos y hasta matarnos pero allí continúan las cosas.

Destruyeron el país como lo han hecho , pero mientras perdure nuestra historia, religión y valores, mientras esté presente el amor por la Patria, ella seguirá siempre con vida y futuro.

“Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”, esta frase que la tradición literaria atribuye al Don Juan Tenorio de José Zorrilla, es, sin duda alguna, transmisora de un estupendo mensaje: En la escena de esta obra, el mentiroso le dice a su criado que ha matado a su rival. Entonces el criado comenta con ironía la frase antes entre comillas, estaba informado que el rival había anunciado su boda.

El régimen podrá pensar que ha matado al país destruyendo sus industrias, sus terrenos fértiles y hasta su moneda, pero no es así, mientras nuestra historia esté viva, nuestra religión incólume y nuestros valores espirituales y morales intactos, todos gozaremos de buena salud. Ahora bien, nuestra buena salud no es solo para disfrutarla y sentirnos con brío, también debe ser para ponerla a la orden de los más altos intereses de la Patria que en esta hora tan aciaga están en juego. Ofrezcamos nuestra salud en UNIÓN de todos los que aspiramos cambio radical ya. No olvidemos nuestra historia que está llena de heroísmo y de testimonios inmensos y gigantescos de nuestros libertadores. En honor a ellos y a la familia es esta lucha que adelantamos.

30 de octubre 2022

OPINIÓN DEL PREMIO NOBEL DE ECONOMÍA 2018

“La economía de Venezuela, para ilustrarla mejor, es como alguien tendido en el suelo y Maduro encima dándole con un puñal, desesperado mira a ver si la persona continúa con signos vitales, sino continuará dándole cada vez más fuerte. Es muy lamentable, pero jamás vi algo tan feroz ocupando un cargo de esa naturaleza, ni lo imaginé que llegara a existir, destroza toda teoría económica existente”. Así se expresa William Nordhaus, quien es un afamado economista estadounidense galardonado con el premio Nobel de economía 2018. Define la economía como “La ciencia social que estudia cómo las familias, empresas y gobiernos organizan los recursos disponibles que suelen ser escasos, para satisfacer las diferentes necesidades y así tener un mayor bienestar”. Sostiene que gente como Maduro se debe tener aislada porque constituye un inmenso y grave peligro para la humanidad.

Muy dura y severa la opinión del premio Nobel, pero no por ello deja de tener razón y ser muy cierta su afirmación, que como él dice, ilustra nuestra cruda y dolorosa realidad que confrontamos.

Como el cuerpo en el suelo todavía manifiesta signos vitales, Maduro, quien apuñala inmisericordemente, continúa con su empeño para que desaparezcan las características de vida. Todos los días afila más el puñal para que la herida sea profunda y cause mayor daño.

Es necesario y urgente apartar al agresor y recuperar cuanto antes al herido maltratado. Como se debe entender, para sanar al enfermo es necesario eliminar al agresor y como éste cuenta con el respaldo de un contingente armado, es necesario UNIRNOS para con toda nuestra voluntad y fuerza sacar al agresor. Nuestro norte es recobrar la salud del agredido que está muy comprometida, gracias a Dios contamos con personas adecuadas para atender debidamente al paciente y sobre todo nos sobra voluntad y ganas.

La tarea que nos espera, después de la salida de lo que tenemos, es dura, ardua y difícil, pues destrozaron el país y nos endeudaron hasta la coronilla, pero estoy convencido que saldremos exitosos de este inmenso desafío. Al cambiar el gobierno también cambiará la consideración que los países tienen de nuestro país y se manifestará la solidaridad internacional, recibiremos dinero fresco a intereses considerados que nos servirá para emprender la reactivación económica, que sumado a nuestro esfuerzo nos sacará del abismo donde estamos.

28 de octubre 2022

ÍNDICE SOBRE ESTADO DE DERECHO

World Justice Proyect. (WJP) o Proyecto de Justicia Mundial, es una organización internacional de la sociedad civil que tiene la misión de trabajar para expandir y consolidar el imperio de la ley en el mundo. Su sede central está en Washington y fue fundada en 2006.

Muy lamentablemente sabemos de comunidades donde se violan los derechos humanos y se desconoce la dignidad de la persona humana. La gente siempre busca y se esfuerza por encontrar un espacio seguro para vivir en paz y con dignidad, pero existen regímenes que crean todo lo contrario, un ambiente donde no existe paz y se desconocen los derechos fundamentales del ser humano.

Esta situación tiene una característica común: gobiernos que no rinden cuentas, corrupción y falta de respeto a los derechos del hombre, es decir, un estado que no sólo no respeta las normas más elementales de convivencia pacífica, sino que atenta contra ellas. Es urgente avanzar en una agenda integral del estado de derecho para construir comunidades justas y saludables.

A finales de mayo y principios de junio de este año, el WJP convocó a más de mil agentes preocupados por la paz mundial y la dignidad de la persona humana. Se reunieron en La Haya para estudiar la actual situación y abordar los desafíos que estos tiempos presentan. El foro, después de una semana de intenso trabajo, arribó a algunas conclusiones: Se evaluaron 140 países y los mejores y respetuosos del estado de derecho fueron Dinamarca, Noruega, Finlandia, Suecia, Holanda y Alemania, mientras que los peores en extremo fueron Haití, El Congo, Afganistán, Camboya y Venezuela.

No nos debe extrañar que nuestro país ocupe esa deshonrosa posición donde están los regímenes más oprobiosos del mundo. Así estamos por culpa de un régimen que permanentemente viola los humanos y atenta groseramente contra la dignidad de la persona humana. Seguramente el régimen descalificará y ofenderá a la organización que dio a conocer los resultados del estudio, ésa es su costumbre, descalificar al mensajero sin atender el mensaje.

El mundo entero se asombra como o acabaron con el país que teníamos, como lo destrozaron todo, todo lo bueno lo dañaron y lo malo lo empeoraron. Acabar con la segunda empresa en importancia del mundo, PDVSA, no es cualquier cosa y lo lograron, parece que ahora van por nuestras vidas.

27 de octubre 2022

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Benjamín Tripier

El rol del empresario venezolano en la Venezuela de hoy, ha cambiado sustancialmente con el paso del tiempo, y con la consolidación de la revolución, así como de las sanciones de EE UU y de muchos de los países con los que históricamente Venezuela estuvo relacionada.

Ha habido un efecto dominó que arrancó con las sanciones de Obama, y que llegaron a un clímax con las de Trump, privando al gobierno revolucionario de la fuente de ingresos que le permitía hacerse cada día más fuerte, e incidir en la región, exportando la ideología; así como controlar, casi absolutamente, la economía venezolana. El 95% de las importaciones de Venezuela las hacía el estado venezolano; había créditos baratos y hasta gratuitos, el dólar libre estaba prohibido y castigado muy severamente, el acceso al dólar oficial era una herramienta de control, los controles de precios y de producción se hacían con armas largas, y, casi toda la economía giraba alrededor del estado, de sus permisos y concesiones; y había hiperinflación (la más poderosa herramienta de control político), así como escasez y desabastecimiento de casi cualquier cosa.

Las sanciones tuvieron su lado positivo, pues obligaron al gobierno a ver la economía desde un ángulo que no habían visto nunca, y que ni siquiera hubieran pensado que podía existir: que no hubiera ingresos ilimitados… y que el petróleo comenzara a escasear, no porque se acabara, sino porque no podía sacarse del subsuelo, y que si se lo sacaba no era tan fácil de producir y de exportar. Por las sanciones, por un lado, y por la falta de mantenimiento sostenido, por el otro.

Para el chavismo, el mundo cambió de un día para otro, y las opciones eran, o bien, más radicalización, tipo Cuba, o bien, más apertura, tipo China.

Como somos latinos, y buscamos el camino más fácil, nos fuimos por el modelo chino… pero claro… no somos chinos, así que controlaron lo que pudieron, y dejaron a su propio destino todo lo demás. Controlaron a los pobres, muchos, y cada vez más, y a los que aún no lo eran, pues los/nos dejaron para que hicieran lo que pudieran.

Pero, así como el gobierno no sabía “no controlar”, los empresarios, tampoco sabían cómo “no ser controlados”, y ambos tuvieron que aprender. El gobierno se replegó de la economía, desapareció el crédito bancario, el dólar comenzó a circular libremente, en un entorno de aislamiento del país, que hace que nuestra economía sea una burbuja cerrada con muy pocos y complejos modos de conectarnos con el mundo, y de importar o exportar, pagar o cobrar, cualquier bien o servicio; y los empresarios tuvieron que arreglárselas como pudieron.

Long story short, hoy cada producto en el anaquel de un supermercado fue pagado de su propio bolsillo, y por adelantado, por un empresario privado, y los precios se negocian libremente, teniendo como límite superior la capacidad de compra del cliente. Claro que, por las características del mercado, solo una minoría puede pagarlos, y una gigantesca mayoría vive en pobreza.

Lo cierto es que la capa empresarial en su aprendizaje tuvo que financiarse con sus propias reservas para poner en marcha una maquinaria industrial que, en términos generales operaba, en promedio, a menos de 20% de su capacidad instalada, y en la actualidad ya ha llegado a 30% de utilización. Y ese crecimiento fue generando fuentes de trabajo para aliviar la pobreza; pobreza que viene del desempleo, pero también de la falta de formación de los recursos humanos que nos quedaron. Porque gran parte de los 7,1 millones que se fueron, pertenecían al grupo de profesionales y a lo que reconocíamos como el bono demográfico… que ya no está.

Hoy la economía está apoyada en la actividad privada, 95% de las importaciones, ahora están en manos privadas y el Estado, en su repliegue, va transformando –de hecho- una economía controlada, en una liberal de mercado. Y allí es donde entra en acción el tema del modelo político y de concentración del poder; porque, así como la decisión en un momento, hace un par de años, fue ir hacia el mercado, perfectamente podría revertirse o cambiar de sentido con la misma facilidad y velocidad. Nada de lo que tenemos hoy, es irreversible.

El tema, es la confianza -o la falta de confianza- en que el nuevo sentido de dirección pueda sostenerse en el tiempo… y eso solo lo puede dar un modelo político con una institucionalidad que no dependa de voluntades individuales.

Otro tema, que por esta época del año resurge, es la salida de Guaidó del gobierno interino, porque tiene fecha de renovación el 5 de enero de cada año. Y cada año que pasa se le da mayor credibilidad a la no renovación. Y mueven opinión pública, hacen decir cosas off the record a innombrados funcionarios norteamericanos, e interpretan como pasaje bíblico cualquier posibilidad que implique que “hasta aquí llegó”.

Recuerdo una reunión del mes de septiembre de 2019, reunido con dos connotados representantes, uno del chavismo y el otro de la pseudo oposición, que juraban y rejuraban que no le daban más de tres meses a Guaidó… que estaba listo… que hasta ahí. Y, al igual que con la apertura de sanciones y de Chevrón, cuando uno se para en octubre del 2022, y mira hacia atrás, pues ninguna de las predicciones se cumplió: Guaidó sigue en su puesto y las sanciones también. Pero bueno… es una cuestión de tiempo… nada es para siempre.

Porque lo que hay que estar claros es que esa posición del interinato sigue cumpliendo la misma función que cuando se creó, que es la de ser un muro institucional de contención, para el manejo y protección de los activos externos, y ser un vocero cuasi oficial de la voluntad del gobierno de EE UU.

Tocando un tema de fondo, nuestra pobreza es tan grande que ya, casi sin duda, deberíamos verla como un mercado que permita el desarrollo humano, y que, de acuerdo a las posibilidades de cada sistema, se vaya reemplazando pobreza por clase media (C. K. Prahalad la fortuna en la base de la pirámide).

Es el ejemplo de la carreta con 20 millones de personas arriba, empujada por 5 millones de personas. Y los 7,1 millones que se fueron, para sumar los 32 millones que éramos antes de que comenzara el descalabro, 80% de ellos, si no se hubiera ido, pues estaría también arriba de la carreta. Y los otros, si no se hubieran ido, pues estarían empujando la carreta. Lo cierto es que, en números netos, la carreta se hizo más liviana, aunque los que debían empujar, pero prefirieron irse, se llevaron una vitalidad y una fuerza que hace que los que quedamos tengamos que hacer más fuerza.

Lo anterior es para ejemplificar que hay que buscar métodos para las dos cosas: para lograr que más gente se baje a empujar (y no se vaya del país) y algún método para que se pueda empujar de una manera más práctica.

Los planes de emprendedores que hay en la actualidad, que están más orientados al crédito barato o a fondo perdido, hacen énfasis en la oferta de dinero y en la manera de lograr o justificar su rescate o sus pérdidas, y no en la manera en la que van a utilizar esos fondos, y menos que menos en los resultados.

Los Bonos de Inversión Social pretenden poner el énfasis en la calidad y el impacto de los resultados, pues la rentabilidad financiera está asociada al cumplimiento de metas. A emprendimientos exitosos, a estudiantes graduados, a niños alimentados, a empleos genuinos obtenidos, a familias alimentadas y bien constituidas… y en general a la efectividad de los programas. Moverse desde la eficiencia como medida, hacia la efectividad; donde lo que importa es lograr resultados medibles, sustentables y reproducibles.

Nuestro mercado de valores en Venezuela pudiera ser la plataforma de emisión y colocación de estos instrumentos financieros, emitidos por ODS´s reconocidas y financiados por fondos nacionales o internacionales para la mitigación de la pobreza. Tenemos que comenzar a trabajar en eso (yo ya lo estoy haciendo) y entender que a la pobreza hay que visibilizarla, caracterizarla, persona por persona, y armar una hoja de ruta para establecer el modo y la velocidad a la que haremos que bajen de la carreta y se pongan a empujar con todos nosotros, los que tenemos la bendición de no estar en situación de pobreza.

En lo económico, los temas de la semana volvieron a ser, en forma reiterativa, las noticias sobre Chevrón y las sanciones, así como el deslizamiento del tipo de cambio que alcanzó el piso de 9 bolívares por dólar antes de lo esperado.

Del optimismo fantasioso no hay mucho para decir, más que tener cuidado en la toma de decisiones basados en este tipo de información. Si se les hubiera creído en su momento, hace un par de años, cuando comenzaron con lo del optimismo, y hubieran invertido apostando a esa apertura, bueno… hubieran perdido dinero. Y me consta que algunas empresas locales de servicios petroleros llegaron a invertir hasta 4 millones de dólares para prepararse para algo que nunca llegó.

No quiere decir que no vaya a ocurrir en algún momento, pero son tantas las incógnitas y las especulaciones, que cuando ocurra, si ocurre, seguramente no se parecerá en mucho a los escenarios que se leen en la prensa intencionada todos los días. Tenemos restricciones políticas de reconocimiento de nuestra institucionalidad; tenemos restricciones de cumplimiento, control interno y de perfil jurídico, que empresas de la visibilidad de las grandes petroleras que están involucrando en el tema, no pueden pasar por alto. Y tenemos un tema de deuda externa impaga, tanto de la soberana y de Pdvsa, como de las decididas por el Ciadi y por tribunales americanos, que pondrían en riesgo de embargo los activos e inventarios involucrados en cualquier apertura. En fin… pareciera que falta nivel de análisis, por descuido o intencionado, que debería incentivar a que cada empresa haga su propia due diligence antes de avanzar en inversiones y proyectos.

Más bien tiendo a pensar que un cambio en la legislación local de la LOH, podría tener impacto positivo sobre empresas petroleras nacionales y extranjeras medianas y pequeñas, principalmente europeas o argentinas, cuyo riesgo de negocios por las sanciones sea acotado y que tengan su propio mercado. Nada grande, nada muy visible, pero efectivo en resultados. Y eso podría dar pie a que, en el futuro, el tema del petróleo se democratizara en Venezuela, estableciendo concesiones específicas a pymes petroleras nacionales y que el rol de Pdvsa se convierta en un administrador de concesiones.

Por lo pronto no deberían esperarse cambios en los niveles de producción petrolera ni en las condiciones de precio y mercado. Inclusive si se diera lo de Chevrón, habría que acomodar tantas piezas que tomaría un par de años aumentar la producción entre 100 mil y 200 mil barriles diarios. Y no hay que perder de vista los umbrales de rentabilidad (precio y costo) de nuestras operaciones frente a otras como las de nuestros vecinos de Guyana y Surinam. No está fácil para nosotros… una vez que pierdes mercados, ya no se recuperan, porque todo el sistema se adapta rápidamente a las nuevas realidades… y esas realidades, ya no cuentan con nosotros. Hay que pensar en otra cosa.

El otro tema, es el del dólar. No hay que perder de vista que hay varios factores que inciden en su precio. Por un lado, está el ángulo de los inventarios de dólares disponibles (que a veces periódicamente se reemplazan por euros) tanto en efectivo como en transferencia; por otra parte está el valor intrínseco de esa moneda que en estos momentos, por la solidez de la economía norteamericana, tiende a revaluarse, afectando negativamente al resto de las monedas cuyas importaciones tienden a encarecerse… y como nosotros somos los compradores naturales de esos bienes caros, pues el precio también se incrementa. Pero eso es del lado de la oferta de esa moneda.

Por el lado de la demanda, se encuentra la disponibilidad de bolívares, de cualquier origen, que pueda presionar convirtiéndose en dólares a una velocidad cada vez mayor. Porque en la medida que se deprecia nuestra moneda, aumenta la velocidad de refugio rápido y seguro… primario… que es el dólar; y de esa manera aumenta su precio.

Sobre el primer componente del precio, que llamaremos estructural, no tenemos mucho para hacer porque no controlamos ni su valor, ni su circulación; mientras que sobre el segundo siempre nos queda la restricción de la disponibilidad de bolívares, vía el encaje y la falta de crédito, vía los bonos de cobertura cambiaria, y vía la inyección de los dólares que, por exportación en efectivo de petróleo, recibe el Banco Central y los coloca semanalmente (más de una vez a la semana) a través de la banca.

Más que eso no puede hacer. Y como los instrumentos de política monetaria mencionados ya están utilizados al máximo, solo le queda la inyección de dólares o euros en la economía; y lo que no puede controlar, pues se convierte en devaluación, que es lo que vemos también todos los días. Si tomáramos una curva de precio del dólar desde la fecha de la reconversión monetaria, observaríamos un ángulo cercano a los 40 grados, lo cual permite anticipar una devaluación sostenida proyectada que debería pasar los Bs. 10 por dólar en noviembre y acercarse a los Bs. 12 en diciembre.

Porque la anormalidad del precio sostenido en el entorno de los Bs. 5 por dólar entre octubre 2021 y mayo 2022, produjo el efecto de resorte apretado, que cuando se soltó, en un corto período de cuatro meses, casi duplicó su valor; y seguirá subiendo, porque ya no hay manera de absorber los bolívares que el sistema de precios creciente demanda para mantener la transaccionalidad y el consumo. Porque si bien es cierto que más de 60% de la transaccionalidad se maneja en dólares en efectivo, al menos la mitad, proviene de la conversión de los bolívares para proteger el poder de compra.

Tenemos problemas de fondo que, al no resolverse, generan, entre otros, los dos temas de la semana: el petrolero por nuestra situación de destrucción de la industria, y el del dólar como producto de la recesión acumulada, que no está siendo frenada por este tibio crecimiento de rebote que estamos percibiendo. Porque números duros que lo confirmen formalmente, aun no tenemos.

En lo internacional, debería preocuparnos la situación de Colombia con el cambio de sentido de dirección de su economía, resultante del cambio de dirección de su ideología política. Petro está mostrando más rápidamente de lo esperado, que, con Colombia, piensa hacer otro experimento latinoamericano de izquierda que también saldrá mal.

Porque a nosotros nos tomó 23 años pasar por la etapa de experimento izquierdista que salió (muy) mal y recién en los últimos tiempos estamos intentando corregir, aunque para muchas cosas es tarde, y habrá que asumir las pérdidas y comenzar de nuevo. Como siempre les digo, nuestro futuro es para adelante, sin mirar para atrás, tratando de rescatar algo; lo nuestro es “borrón y cuenta nueva”, y es hacia adelante. Nunca regresaremos a lo que teníamos, pero podemos construir algo mejor que lo que teníamos… depende de nosotros. Bueno… siempre dependió de nosotros y nos salió mal el jueguito.

Pero Colombia recién está entrando en el ciclo, que es posible que se interrumpa con la alternancia presidencial y no se profundice; eso si no se cumple lo que se espera que pase, que es que cambie la constitución y trate de convertirse en el “Petro eterno”, como el “Maduro eterno” y la frustrada, porque ahí sí no pudo, “Cristina eterna”.

Mientras tanto, tengamos todo el comercio posible, mientras dure, porque es bueno para ellos y para nosotros. Pero tomemos con cuidado hacer planes a largo plazo con ellos. Vamos a hacer lo que sabemos, que es sumar cortos plazos para ir avanzando cuidadosamente hacia el futuro.

Ah… y ni se nos ocurra insertarnos formalmente en la Comunidad Andina; aprovechemos nuestra circunstancia con el Mercosur, para no estar casados con nadie. Podemos ser parte de los dos mundos, sin tener que modificarnos, haciendo que todo cambie, para que al final, nada cambie.

Recomendación

  • Al gobierno: que evalúe seriamente y como política de Estado el traspaso al sector privado de las empresas en manos del Estado, especial y prioritariamente, las que prestan servicios masivos a la sociedad. Creo que ya superamos la barrera idiomática de no llamar a las cosas por su nombre porque la ideología o el partido no lo ven bien. Hace falta una estrategia de privatización, y hay que desarrollarla y divulgarla pronto. De todos modos, hoy ya hablamos de dolarización y a nadie le afecta mucho… todo lo contrario… da tranquilidad saber que se pueden comprar y mantener dólares.
  • A la dirigencia opositora: que tiene una nueva oportunidad de medir quienes dicen que se oponen y qué dirigentes realmente se oponen. Este nuevo ataque a Guaidó sin medir las consecuencias multifactoriales de desarmar el entramado protectivo que crearon los EE UU alrededor de su figura; solo muestra que ya se acostumbraron a que Maduro siga en el poder y ellos sigan oponiéndose. Los que sí seguro que no se acostumbraron, son las bases que quieren un cambio.
  • A la dirigencia empresarial: que desarrollemos una red formal de tesorerías corporativas para buscar mecanismos extra bancarios de financiar la economía, a partir de la optimización de flujos genuinos de negocios, que permitan cerrar la brecha de oferta que es la que nos mantiene con una inflación estructural que termina distorsionando a la economía como un todo; y generando solo oportunidades puntuales que benefician a unos pocos y no tienen impacto sobre los muchos. Hay que armar una arquitectura de fondos de inversión que puedan participar aportando capital de trabajo, tecnología y hasta gerencia a aquellas empresas que se entienda que hay que preservar para servir de plataforma para el crecimiento, cuando este sea posible.

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Fernando Mires

En el muy visto programa que dirige la moderadora alemana Anne Will (ARD) junto a conocidos especialistas en temas rusos y ucranianos, estuvo invitado el famoso escritor ruso Viktor Erofejev quien conoció personalmente a Vladimir Putin. Pese a las expectativas, Erofejev no agregó mucho a lo que ya sabemos sobre la personalidad narcisista del dictador (o sobre su crueldad o sobre su falta total de escrúpulos), pero sí produjo un impacto cuando en poético tono dijo: «Desde la sangre derramada está naciendo una nueva nación europea, Ucrania».

Después del efecto producido por el énfasis dramático impreso por el escritor fue imposible no preguntarse: ¿no nació Ucrania como nación en 1991? Evidentemente, Erofejev estaba hablando de otro nacimiento y, por lo mismo, de un distinto concepto de nación al que imperaba desde hace no mucho tiempo.

De la nación jurídica a la nación política

En 1991, a partir del colapso de la URSS —o sea desde el momento en que Ucrania fue reconocida por la UE y sobre todo por la ONU— había tenido lugar el nacimiento jurídico de una nación, o si se prefiere, el de una nación en forma. Erofejev se refiere entonces a un nacimiento al que nos atrevemos a denominar nacimiento político. Con eso queremos decir simplemente que hay una diferencia entre una nación jurídica y otra políticamente constituida. O lo que es casi igual: existe la nación jurídica y existe la nación política.

La nación jurídica es reconocida como tal por las demás naciones, en este caso por la ONU. Es, por así decirlo, la nación acreditada como nación. Para que eso suceda, esa nación tiene que estar dotada de un Estado y de un gobierno. La nación política, en cambio, aparece cuando sus habitantes, a través de sus distintas asociaciones, se reconocen como ciudadanos de una determinada nación de acuerdo a lo estipulado por una Constitución. Luego, la nación jurídica tiene que ver más con el reconocimiento externo y la nación política tiene que ver más con el reconocimiento interno de una nación. A ese reconocimiento interno se refería el escritor Erofejev.

Los ucranianos, durante la invasión ya no son solo ucranianos sino, además, se sienten ucranianos. En cierto sentido, su nación ha llegado a ser «una comunidad de destino», como definió a la nación el socialista austriaco Otto Bauer.

Los habitantes de Ucrania, a través de la guerra defensiva en contra del invasor ruso, han decidido no solo ser ucranianos en sentido demográfico sino también político y, por supuesto, militar. Por el solo hecho de defender a su nación en contra de la invasión externa, han establecido un lazo político con el gobierno que representa a esa nación. En ese sentido, la de los ucranianos puede ser vista como una guerra de liberación nacional.

Ahora bien, la definición de Ucrania como nación jurídica y política a la vez, no es por supuesto la misma de Putin, pues para Putin una nación no es una entidad jurídica ni política, sino una entidad consanguínea y cultural.

En su ya conocido ensayo titulado Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos encontramos de modo explícito el concepto de nación en la versión de Putin. Los ucranianos son, según el dictador, miembros de la Gran Rusia según determinaciones biológicas (lazos de sangre) culturales, históricas, idiomáticas e incluso, como él mismo ha afirmado en diversas ocasiones, religiosas.

De acuerdo al principio de consanguinidad, la definición de Putin se encuentra cerca de la definición nazi de nación (Putin cultiva el paneslavismo como Hitler cultivaba el pangermanismo). De acuerdo al principio de pertenencia cultural está, en cambio, más cerca de la concepción de Stalin. Ahora bien, esta última es la que aún prevalece —sin nombrar a su autor— en los círculos intelectuales y políticos de Rusia.

En su libelo El marxismo y la cuestión nacional, considerado en su tiempo por la mayoría de los comunistas del mundo como un gran aporte al marxismo leninismo, definía Stalin a la nación en los siguientes términos: [La] nación es una comunidad humana estable, históricamente formada y surgida sobre la base de la comunidad de idioma, de territorio, de vida económica y de psicología, manifestada esta en la comunidad de cultura.

Pongamos atención. En la definición de Stalin no aparece nada parecido a la relación jurídica y política de la ciudadanía con un Estado nacional. La nación, según Stalin, no necesita de ninguna Constitución para constituirse, tampoco de un Estado, ni siquiera de un gobierno que la represente ante los demás gobiernos y estados. Pues bien, esa, la estaliniana, es la misma concepción de Putin: la de una nación preestatal y preconstitucional, la de una nación puramente cultural.

De acuerdo a Stalin y Putin la mayoría de las naciones occidentales de nuestro tiempo, al ser multiculturales, no serían naciones. Por lo tanto, la definición culturalista de la nación dista de ser inocente. Todo lo contrario: hay un objetivo muy claro en la castración de lo jurídico y de lo político del cuerpo de la nación. Y es este: las naciones, al ser simples entidades culturales no requieren de un Estado, pues un Estado las convierte en independientes ante las demás naciones. Por eso las mal llamadas repúblicas soviéticas no eran repúblicas, en el mejor de los casos simples territorios culturales, subordinadas todos a la égida de un Estado central y unitario: el de la URSS.

La definición de nación, según Stalin, hecha después suya por Putin, es una noción imperial e imperialista, confeccionada a la medida del centralismo burocrático de tipo asiático (dutschke) impuesta por la tiranía comunista de la URSS. Tampoco era una federación al estilo de los EE. UU. o de la actual Alemania. Se trataba, simplemente, de agrupaciones y territorios culturales desprovistos de representación política.

La de Stalin era la definición de un conglomerado de culturas a las que el llamó naciones, subordinadas todas a un solo Estado. De acuerdo a esa definición, la URSS llegó a ser, después de que Stalin se hiciera del poder, lo que algunas izquierdas latinoamericanas llaman hoy —muchas veces sin saber lo que dicen— Estado plurinacional: es decir varias naciones culturales sin formato político.

No está de más decirlo: la concepción del Estado plurinacional de un Evo Morales, menos que indianista, es genuinamente estalinista. Afortunadamente, en Chile, donde su ciudadanía parece ser más moderna que sus izquierdas, el plurinacionalismo fue rechazado por amplia mayoría, sobre todo por las comunidades indígenas las que, con todo derecho, no querían ser convertidas en naciones de segunda clase.

El culturalismo que hasta el siglo XlX fue ideología predominante en los movimientos nacionalistas europeos, pese a su condición atávica, continúa perviviendo en algunos países de Europa. La guerra imperial de Milosevic, por ejemplo, tuvo como fundamento ideológico la eslavización promovida desde Serbia. A ese nacionalismo cultural (idioma, folclor, «mentalidad») recurren también grupos separatistas de regiones españolas como Cataluña y el País Vasco para fundamentar sus proyectos de supuesta independencia «nacional».

La arcaica idea (prejurídica y prepolítica) de la nación cultural sigue siendo vigente también para Putin. Según el dictador ruso, Ucrania —así lo dejó establecido en su ensayo del 2021— es una nación cultural, pero en ningún caso una nación jurídica y mucho menos política.

La revolución nacional de Ucrania

Como hemos reiterado en otros textos: el propósito central de Putin en Ucrania más que anexar territorios es destruir a la organización política de la nación articulada al Estado ucraniano —Estado representado en estos momentos por el gobierno de Volodímir Zelenski— y así reconvertir a Ucrania en una simple nación cultural, vale decir, en una nación sin Estado, sin Constitución y con un gobierno dependiente del exterior al estilo de las republiquetas fundadas por Putin en Donetsk, Lugansk y en los territorios sureños de Jerson y Zaporiyia. Ese sería por lo demás el destino que espera a Ucrania en caso de que su Estado nacional sea destruido: una nación sin soberanía, sin independencia, sin Estado, surgida de plebiscitos donde los votantes son apuntados con metralletas, «eligiendo» a grotescos gobernantes seleccionados a dedo por el dictador ruso.

El proceso que lleva a convertir una nación cultural en una nación jurídica, y a una nación jurídica en una política, no ha sido fácil de recorrer en Ucrania. Pero, a diferencias de Bielorrusia y otras exnaciones soviéticas, ha logrado ser transitado. Para que eso hubiera sido posible, la nación debió atravesar diversas fases o períodos. Así, a partir de 1991, mediante la declaración de independencia de Ucrania como consecuencia de la disolución de la URSS, podemos hablar de un periodo formativo.

Desde 1904 hasta el 2013 nos encontramos con un periodo de lucha hegemónica donde dos tendencias se enfrentaron continuamente. La primera está asociada al hombre de Rusia en Ucrania, Viktor Yanukóvich. La segunda a Julia Timoschenko y Viktor Yushchenko, líderes de de la llamada «revolución naranja», enfilada en contra de la corrupción, pero también en contra de la rusificación de Ucrania, ya fraguada desde el Kremlin.

Precisamente, enarbolando el estandarte de la anticorrupción y en elecciones consideradas fraudulentas, Viktor Yanukóvich llegó nuevamente al gobierno el 2010. Desde el poder, como si fuera un Lukashenko ucraniano, Yanukóvich se convirtió en simple portavoz de Putin, mientras los nacionalistas ucranianos veían con espanto cómo bajo su gobierno iba a terminar la independencia de Ucrania.

La gota que colmó el vaso fue la decisión de Yanukóvich (orden de Putin) de oponerse al acercamiento de Ucrania a la UE. Como respuesta, a fines de 2013, estalló la revolución, llamada con justeza Euromaidán. «Euro» porque su proclama más importante era la europeización de Ucrania.

Como es sabido, la revolución tuvo un origen principalmente estudiantil en la plaza Maidán (plaza de la libertad). A los estudiantes se fueron plegando partidos políticos, organizaciones civiles, confesiones religiosas, sectores del ejército, grupos nacionalistas y también ultranacionalistas (en Ucrania los hay, como en todos los países europeos). Esa auténtica revolución popular es llamada en la literatura putinista, «golpe de Estado». Por cierto, hubo enfrentamientos, violencia, muertos, heridos. Pero todos sabemos que las revoluciones populares nunca han sido bellas, como a veces aparecen en las películas.

En Maidán —visto en retrospectiva— surgió un movimiento en primera línea nacional y antimperial opuesto a la rusificación y abierto a la europeización. De ahí proviene el que hoy Zelenski llama «mandato de Maidán». En fin, con la revolución de Maidán comenzó la lucha de Ucrania por su independencia de Moscú. Como respuesta a Maidán fue iniciada en el 2014 la invasión de Rusia a Ucrania, cuando Putin se apoderó de Crimea, de Sebastopol, de Donetsk y Lugansk, declarando a esas regiones, sin antecedentes jurídicos ni históricos, territorios rusos.

¿Por qué no continuó Putin inmediatamente la guerra de anexión total de Ucrania? No es tan cierto, en el hecho lo intentó pero sin éxito.

Donetsk y Lugansk pasaron a convertirse en enclaves militares rusos y como tales fueron objeto de continuos ataques de parte de milicias patriotas y nacionalistas de Ucrania («nazis», según los putinistas). En efecto, desde 2014 hasta el 2022 tuvo lugar una guerra de baja intensidad en Ucrania, una a la que los historiadores no han prestado debida atención. También Putin utilizó ese periodo para acentuar la dependencia energética de Europa —sobre todo de su locomotora económica, Alemania— con respecto a Rusia. Y por cierto, dedicó ingresos obtenidos por el gas y el petróleo a modernizar al máximo posible a sus destacamentos militares.

Probablemente tampoco Putin había abandonado la idea de ocupar Ucrania mediante medios políticos, como intentó hacerlo utilizando a su títere, Janukóvich. Poroshenko, el presidente elegido después de Maidán, usaba un vocabulario nacionalista, pero a la vez estaba muy ligado a la oligarquía financiera rusa. Su sucesor, Volodímir Zelenski, pese a ganar las elecciones con una mayoría descomunal (más del 70%) no ofrecía un serio programa independentista, más bien parecía proclive al diálogo y al compromiso con Putin. Nadie podía sospechar que, bajo la apariencia más bien tímida del «actorzuelo», como aún lo califican con odio los putinistas, se escondía un formidable líder nacional. Menos imaginaba Putin la predisposición del pueblo ucraniano a defenderse hasta la inmolación en defensa de su país invadido, como tampoco la decisión de la mayoría de los países europeos para ponerse al servicio de las decisiones militares ucranianas. Ese momento de encuentro histórico entre Ucrania y Europa, percibido poéticamente por el escritor ruso Viktor Erofejev, hizo nacer sobre las ruinas y la sangre derramada a una nueva nación europea. Ucrania, se quiera o no, ya tenía antes de 2022 una historia política. Una muy breve, pero a la vez muy intensa.

Ucrania europea

La afirmación del ser europeo contiene, como toda afirmación, una negación. Europeo quiere decir en el contexto de la resistencia ucraniana «no queremos ser rusos», o también «no queremos ser habitantes de una provincia rusa». Europeo significa, además, «queremos ser occidentales en todo lo que signifique serlo»: ciudadanos de una nación donde sean respetados los derechos humanos; donde rija la Constitución por sobre la voz del mandatario; donde haya una clara división de poderes (ya establecidos en la Constitución ucraniana de 1996); donde haya partidos políticos, libertad de culto y de opinión. En otras palabras, donde haya todo lo que no existe en la Rusia de Putin. En ese sentido, la lucha de liberación nacional emprendida por el pueblo y el gobierno de Ucrania es también una lucha patriótica.

Patria no es lo mismo que nación, eso hay que tenerlo muy claro. Incluso en el mundo globalizado en que vivimos pueden llegar a ser dos conceptos separables. La patria hace referencia a un punto de origen, al espacio primario desde donde venimos, al lugar donde yacen nuestros recuerdos, amores y nostalgias, nuestros decires, nuestros gestos, nuestros modos de ser en la vida, pensados e incluso soñados en el lenguaje materno o paterno.

La nación, en cambio, supone una relación activa y dinámica con un Estado, el lugar donde asumimos derechos y deberes de acuerdo a las normas y leyes que provienen de una Constitución que rige para todos, más allá de nuestras diferencias culturales, religiosas o políticas. De la patria somos sus hijos, de la nación somos sus ciudadanos.

En la nación pagamos impuestos y elegimos a nuestros representantes de acuerdo a intereses e ideales. Del sentimiento patrio no puede surgir, por lo mismo, ninguna nueva nación. Pero a la inversa, de una nación, sobre todo cuando está a punto de ser perdida, sí puede surgir un sentimiento patrio. «Patriotismo constitucional» lo llamó una vez Habermas, retomando el concepto inventado por Rolf Sternberger. Efectivamente, de eso se trata. Vista así, Ucrania representa para muchos ucranianos la adhesión a una trinidad irrenunciable: es la patria originaria, es una nación políticamente constituida y es una parte de un continente occidental llamado Europa.

Desde la patria invadida ha nacido una nueva nación europea, reconocida y acogida por Europa. Eso nunca lo podrá entender el gobernante ruso. Por eso, destruya lo que pueda, y siempre será mucho, Putin está condenado a vivir y a morir en la derrota. En su derrota.

Twitter: @FernandoMiresOl

Fernando Mires es (Prof. Dr.), Historiador y Cientista Político, Escritor, con incursiones en literatura, filosofía y fútbol. Fundador de la revista POLIS.

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