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Opinión

Edgard Benarroch

EL VENEZOLANO

En 1980, era yo Presidente de la Asamblea Legislativa del Estado Aragua y me invitó Rafael Poleo a una cena que mensualmente realizaba en los talleres de la revista Zeta. Allí compartimos amablemente y por supuesto hablamos de la situación política del país. Conocí en esa ocasión a un diplomático chileno jubilado que venía de Mexico y se encontraba pasando un tiempo en Caracas. El diplomático, muy anti mexicano, me contó: solicité en Ciudad de México un servicio de taxi que convenimos en 80 pesos, me bajé del vehículo antes del destino previsto y le pregunté al conductor cuanto debía pagarle y me dijo 60 pesos, le dije que era mucho porque no habíamos avanzado ni la mitad del trayecto previsto y que procedería a llamar a la policía, El taxista me dijo, no, déjelo así patroncito y se fue sin cobrarme.

Aquí en Caracas, continúa diciéndome, me ocurrió algo similar: estoy residenciado en Mariperez y solicité el servicio de un taxista para llevarme a la California Norte y pactamos el costo en Bs. 20. Cuando íbamos por la Plaza Venezuela vimos que en el teatro del este exhibían una película que a mi señora y a mí nos gustaba y decidimos quedarnos allí; le pregunté al conductor cuánto era el servicio y me respondió Bs. 20. Le dije que era mucha plata y que estábamos a menos de la mitad del trayecto y le dije que iba a llamar a la policía. Me respondió, usted llame a quien desee, pero me paga mis Bs. 20 que fue lo convenido, tuve que pagarlo. Luego me comentó, te digo esto por la diferencia de un mexicano y un venezolano. El mexicano, entregado, sumiso y temeroso; el venezolano, valiente, con temple y bien plantado. Además recordó unos versos, que si mal no recuerdo son: Los mexicanos son distintos/ en Mexico, las flores no tienen olor/ las frutas no tienen sabor/ las mujeres no tienen pundonor / y los hombres carecen de honor/. Eran tiempos creo del PRI en el poder donde solo había dos clases sociales, una poca que lo tenía todo y la otra mucha que no tenía nada. Así desahogó conmigo el diplomático su anti mexicanismo.

Ese temple, valentía y bien plantado del venezolano creo no se ha perdido y es necesario y urgente manifestarlos en las calles, solicitando la salida inmediata del régimen que tenemos y no abandonarlas hasta lograr el objetivo. Es de urgencia y prioritario sacudirnos y empezar a actuar con mucha voluntad y coraje para superar este horroroso drama que confrontamos y empezar a construir el país que deseamos.

15 de octubre 2022

EL PENSAMIENTO, LA ESENCIA Y LA ACCIÓN

El pensamiento sin la acción es estéril y la acción sin el pensamiento generalmente es equivocada y contraproducente. Sócrates afirmó : "El mayor bien del ser humano no consiste en atender las cosas que le pertenecen, sino más bien a lo que es él mismo. Las riquezas y los honores se tienen y son algo exterior al hombre, pero el ser más sabio y más perfecto (diría yo menos imperfecto) es algo que se es y se es desde adentro”.

Como pensamos debemos actuar y como actuamos pensamos, para ser auténticos. El pensamiento precede a la acción y solo en imprevistos y sorpresas que nos afectan, actuamos de inmediato por instinto de conservación sin previo pensamiento. En el pensamiento analizamos, estimamos y calculamos nuestras acciones.

Si pensamos que el régimen que lamentablemente tenemos es catastrófico para el país y nocivos para nosotros, que nos ha traído tanto malestar e inconvenientes, debemos actuar en consecuencia para que nuestro pensamiento no quede sin efectos, no quede estéril. El drama que confrontamos es tan intenso que reclama nuestra acción inmediata cargada de toda nuestra voluntad y coraje. Este régimen no nos oye ni escucha y por ello debemos ser prácticos y actuar en la calle: una multitud de centenares de miles de personas en la calle no la soporta ni aguanta este régimen, debemos estar dispuestos a ello cuanto antes y tomar la calle sin retorno hasta alcanzar los objetivos propuestos.

Un alacrán estaba en la orilla de un rio esperando pasar a la otra, una rana lo pasó y cuando lo transportó el alacrán le hundió en su cuerpo sus tenazas. La rana moribunda le preguntó ¿por qué lo haces si te hice un favor ?, y el alacrán le respondió, porque esa es mi esencia. Los humanos y los animales nos parecemos porque actuamos de acuerdo a lo que llevamos por dentro, a nuestra esencia.

Estos señores del régimen, como están cargados de odios, rencores y venganzas, actúan como lo están haciendo: destrozando el país y causando a todos un inmenso malestar. Con la salida de este régimen, Dios mediante próxima, también sacaremos del país el odio, rencor y venganza que son gravísimos e inauditos defectos del ser humano.

14 de octubre de 2023

AUTENTICIDAD

Una persona auténtica se caracteriza por ser resiliente y fiel a sus ideas, principios y pensamientos, piensa con convicción y actúa de manera coherente con sus ideas y con la realidad. Ser auténtico es mostrarse como se es sin temor alguno. La autenticidad es un valor extremadamente positivo. La persona que no es auténtica no es congruente y con facilidad queda descalificada. Filosóficamente podemos afirmar que la autenticidad consiste en identificar mi yo subjetivo con lo que objetivamente soy, sin separación entre lo que soy y lo que quisiera ser. Es un proceso de identificación que se da a partir de conocimiento de uno mismo y aceptarnos como somos.

Cuando hablamos de un político auténtico, hablamos de una persona que hace vida pública y actúa en consecuencia con sus ideales y predicas. Es marginado quien actúa de manera contraria a lo que dice y proclama, lo vemos como falso y demagogo, que juega con la mentira como herramienta de captación y venta.

Entre la palabra y los hechos, le damos mucha importancia a las acciones que son las que producen resultados favorables o no. Jesús, el Hijo Enviado De Dios Padre, cuando le preguntaron por los cristianos dijo, “Por sus obras los conoceréis”, se refería a la importancia de nuestro comportamiento que debe estar en consonancia con los ideales. Si somos cristianos debemos actuar como tales, debemos respetar y hacer respetar la dignidad de la persona humana; debemos ser tolerantes y saber perdonar; debemos practicar la caridad, preferentemente con los más necesitados y vulnerables; debemos amarnos mutuamente, debemos servir siempre; debemos tener fe inquebrantable y siempre estar cargado de esperanza en un mundo mejor; creer en la resurrección de la carne y en la vida eterna, creer en la existencia del alma y del espíritu y en fin practicar las enseñanzas que Jesus nos dejó.

Por ello, el cristiano, por razones de caridad, solidaridad y servicio, no puede ser indiferente ante el acontecer del país y estamos emplazados a luchar por su prosperidad y por el bienestar y felicidad de todos. Lo que vivimos es una dramática crisis que se traduce en un inmenso descuido por el país y malestar general de la población, que estamos obligados a superar y la más efectiva y rápida manera de hacerlo es en UNIÓN de todos quienes aspiramos cambio radical ya.

La autenticidad nos demanda luchar con toda nuestra voluntad y hacerlo con mucha esperanza y optimismo en la seguridad que pronto saldremos de lo que tenemos y nos dedicaremos a la inmensa tarea de reconstruir el país o refundar la Republica como otros estiman.

11 de octubre 2022

EL HOMBRE, LA TECNOLOGÍA Y EL EMPLEO

El adelanto tecnológico ocurrido en los últimos treinta años ha sido abismal, hoy existen técnicas que ayer no nos imaginábamos. En 1983 nace internet en forma masiva, es una red de computadoras interconectadas a nivel mundial en forma de tela de araña. Toda la tecnología de hoy es producto de la inteligencia humana que es ilimitada. El hombre es la más alta creación de Dios Padre y su mejor instrumento en la tierra. Afortunadamente, por más que se lo proponga, el hombre nunca podrá crear una máquina que lo sustituya íntegramente, la inteligencia humana siempre es y será superior a su creación.

Pero con las bondades del adelanto tecnológico se ha presentado un reemplazo de la mano de obra humana por robots y computadoras con inteligencia artificial. La tecnología ha venido acabando con los empleos desde la revolución industrial de fines del siglo XVIII, pero hasta ahora se creaban más fuentes de trabajo que las destruidas por el adelanto tecnológico, ¿Pero esto podrá seguir siendo así ?.

Las noticias nos informan que la destrucción creativa de la tecnología está originando a la vez nuevas empresas, pero a costa de terminar con otras que empleaban a mucha más gente. Existe una evidente sustitución de la mano de obra por la tecnología. Kodak, ícono de la industria fotográfica, tenía 140.000 empleados y fue empujada a la bancarrota en 2012 por Instagram, una empresa de apenas 13 empleados que se anticipó a Kodak en la fotografía digital. General Motors, en su época dorada tuvo 620.000 empleados y hoy tiene 202.000 y está amenazada por Tesla y Google, con 30.000 y 50.000 empleados respectivamente, por el desarrollo acelerado que hacen en cuanto a los vehículos que se manejan solos. Existen otros muy importantes ejemplos de la tecnología y el empleo que por razones de espacio no cito.

Dios quiera y permita que hagamos conciencia de este inmenso desafío que presentará el “desempleo tecnológico” y que nos preparemos para enfrentar esta novedosa realidad.

10 de octubre 2022

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Humberto García Larralde

Preocupación permanente del liderazgo opositor en su lucha por la democracia ha sido saber a qué nos enfrentamos. El aprendizaje ha sido duro. La ilusión de que el régimen bolivariano entraría en razón ante las protestas y denuncias de derechos violados, o que se deslegitimaría con la abstención electoral, se estrellaron contra la férrea determinación de Chávez de ignorar reglas de juego que consideraba de la “democracia burguesa”. Como “revolucionario”, estaba comprometido con la “refundación de la patria”, tarea histórica que no admitía concesiones al adversario –ahora enemigo— en respeto al juego político tradicional. Evitó ser desarmado en la prosecución de su misión desmantelando las instituciones de la democracia liberal y rompiendo con el orden constitucional que él mismo había prohijado al comenzar. Su carisma, el deterioro de los partidos tradicionales y las prácticas populistas que le permitió financiar la renta petrolera, lograron cautivar a amplios sectores de la población, galvanizados tras de sí por una retórica maniquea que proyectaba a quienes lo enfrentaban como enemigos del pueblo.

Resultó que Chávez no era sólo un líder heterodoxo, difícil de encasillar conforme a cánones conocidos. No era demócrata. ¿Dónde ubicarlo, entonces? Su prédica populista, confrontacional, intolerante y militarista, junto a otros aspectos de su conducta, suscitaron la obvia tipificación de fascista. Pero, no en los términos denigratorios con que cierta izquierda descalifica a sus detractores, sino en atención a los rasgos fundamentales que caracterizan lo que algunos analistas[1] llaman “fascismo genérico”: la lucha política entendida como la guerra por otros medios, la invocación de épicas mitificadas que animan al “verdadero” pueblo –noble, puro y homogéneo— al combate contra sus enemigos, tanto internos como externos, la pasión por encima de la razón como fuerza movilizadora y un patrioterismo extremo. Ello se acompañó con la violencia callejera como medio de lucha, la regimentación partidaria en movimientos paramilitares “de camisa”, la militarización de la sociedad y el culto a la muerte --“Patria, socialismo o muerte”. Todo ello cobijado en una falsa realidad construida con base en un discurso maniqueo lleno de odios contra los adversarios, el cercenamiento de las libertades, el sometimiento de la población a la voluntad de un carismático líder, la discriminación de la disidencia y la imposición de una verdad única. Dada la distancia con respecto al fascismo clásico de los años ’20 y ’30 del siglo pasado, y en atención a las particularidades que le tocó vivir, cabe el uso del término “neofascista” en referencia a Chávez.

Pero con su alegre entrega a la tutela de Fidel Castro y el protagonismo de un núcleo de la vieja izquierda entre sus partidarios, Chávez asumió un porte filocomunista para su “revolución”. Le permitió heredar clichés e imaginarios de la mitología comunista, dándole mayor cuerpo a sus inflamas contra el “imperio”. Propuso implantar un “socialismo del siglo XXI”, con lo cual se granjeó simpatías entre sectores izquierdosos a nivel mundial. Dio pie a que se tildase a su régimen de comunista o “castrocomunista”. Sin embargo, salvando la deriva hacia categorías retóricas afines al marxismo, su comportamiento político cambió muy poco con respecto a la matriz fascista original. Puede argumentarse, al respecto, la similitud del comunismo con el fascismo en cuanto a su naturaleza proto-totalitaria.

Empero, hay una importante diferencia que incide en la calificación del régimen chavo-madurista actual. El fascismo no fue un movimiento doctrinario. Careció de una visión omnicomprensiva de la realidad a partir de la cual entresacar las claves de la conducta partidaria. Sus posturas ideológicas se construían en respuesta a los imperativos de lucha contra quienes identificaba como enemigos. El comunismo, al contrario, se cimentaba en una escolástica marxiana adosada con prescripciones políticas de Lenin en su lucha contra el régimen zarista, sistematizada por Stalin. Entre sus implicaciones doctrinarias, destaca un criterio de verdad que se define por su funcionalidad para con la revolución. Si la superación del capitalismo por el socialismo es inevitable, como pronostica el materialismo histórico, todo lo que facilita tal desenlace es, por tanto, verdad, impermeable a desmentidos empíricos independientes. Ello legitima la conducta y la moral comunista ante todo cuestionamiento externo. A despecho de las pretensiones “cientificistas” del propio Marx, la prédica comunista terminó siendo un asunto de fe. Esta confianza en una teleología inexorable llevó a la conformación de un poderosísimo instrumento de lucha política en la forma del Partido Comunista, tan útil a las ansias de dominio de Stalin. Horroriza la admisión de culpa de viejos bolcheviques ante las acusaciones fabricadas en su contra durante los juicios de Moscú (1937) –que llevaron a muchos a ser condenados a muerte—por no debilitar el rol histórico del Partido.

El disparate chavo-madurista no comulga en nada con tal disciplina bolchevique. No obstante, su criterio acomodaticio de “verdad” favorece la absolución y legitimación de la profunda y deliberada corrupción de cúpulas militares, jueces y de muchas policías, para convertirlos en cómplices del régimen de expoliación que resultó del desmantelamiento del ordenamiento constitucional y del Estado de Derecho. No olvidemos que Maduro se formó políticamente en la escuela de cuadros en Cuba. Se sostiene hoy gracias a una alianza entre cofradías mafiosas amparadas en las fuerzas más retrógradas y perniciosas del planeta –Putin, la teocracia iraní, Ortega, las narcoguerrillas colombianas y Cuba. Sus multimillonarias fortunas emergen a cada rato en las pesquisas de valiosos periodistas de investigación y/o a través de escándalos que estallan en la prensa internacional. Y, con la complicidad militar y la impunidad que otorga una justicia abyecta, ha podido activar prácticas de terrorismo de Estado para aplastar a sus detractores. El blindaje ideológico “absuelve” los tratos más crueles contra quienes luchan por sus derechos, recogidos en reportes de la ONU, la OEA y de respetadas ONGs: persecuciones, detenciones, desapariciones, maltratos a familiares, robos, torturas y muertes. La responsabilidad directa de Maduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino en estos crímenes, atribuida en el último informe de la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos sobre la República Bolivariana de Venezuela del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, no es óbice para que personajes tan depravados se yerguen sobre un pedestal de pretendida “supremacía moral revolucionaria” para denostar a quienes los acusan por arremeter contra los “intereses del Pueblo”. ¡El mundo al revés!

El menjurje de tan nefastos componentes –fascio-comunismo militarista y mafioso— dibuja un régimen en descomposición capaz, no obstante, de legitimarse a sí mismo y ante sectores muy primitivos de “izquierda” con su retórica “revolucionaria”. Su mejor calificativo es el de “gansteril”. Como se ha visto obligado a liberalizar aspectos de su manejo de la economía, se han producido reacomodos en su interior que podrían favorecer las posibilidades de cambio. Pero poco indica que el poder tan cruel que se ha atrincherado en Venezuela para conservar, como sea, sus privilegios, haya cambiado en su esencia.

Ello plantea la pregunta obligatoria, ¿Puede negociarse una salida basada en elecciones confiables con este poder? No hay más remedio que intentarlo. Pero la única esperanza de que sus personeros accedan a acuerdos que rescaten la democracia, es que se negocie desde una posición de fuerza. El canje reciente de los narcosobrinos presos en EE.UU. por estadounidenses mantenidos como rehenes por Maduro indica que, de parte del gobierno de aquel país, predominan criterios e intereses que no coinciden, necesariamente, con los de la lucha por la democracia en Venezuela. Pone de manifiesto que la constitución de esa fuerza capaz de arrancarle al chavo-madurismo concesiones que faciliten el retorno a la democracia es, sobre todo, asunto de los propios venezolanos.

Economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela.

humgarl@gmail.com

[1] Stanley Payne, A History of Fascism 1914-45, Routledge, London and New York, 1997; Robert Paxton, Anatomía del fascismo, Ediciones Península, Barcelona, España, 2005.

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Werner Corrales

Desde hace dos años hemos comentado que el apoyo que inicialmente brindó la Comunidad Internacional al “Gobierno Interino” (GI) daba muestras de agotamiento por la ineficacia que estaba mostrando esa plataforma para aprovechar la coyuntura que había creado el zarpazo electoral del chavismo ocurrido en 2018.

Países europeos importantes ya abandonaron la carroza del desfile eufórico de 2019, entre ellos España, Holanda, Italia y en alguna medida Francia, a la vez que muchos países latinoamericanos tienen hoy gobiernos legítimos presumiblemente cercanos al régimen chavista venezolano. Más aún, el propio gobierno de los EEUU negocia a espaldas del GI -aunque con conocimiento del G4- la reducción de sanciones e incluso la liberación de individuos condenados como narcotraficantes por la justicia americana, a cambio de un eventual suministro confiable de combustible venezolano, como parte de la nueva estrategia de seguridad energética de los EEUU frente a Rusia, puesta en vigor a raíz de la invasión a Ucrania.

El último síntoma de este proceso de agotamiento se produjo el pasado jueves 6 de octubre, cuando la 52a Asamblea General de la OEA sometió a votación si se incluía en la Agenda la eventual revocatoria de la representación diplomática del GI.

Quienes votaron por incluirla no alcanzaron el mínimo reglamentario de 24 votos, por lo que se pospuso la consideración del tema, pero la lista de países que rechazaron la inclusión -es decir quienes apoyaron abiertamente al GI dice mucho sobre la pérdida del apoyo hemisférico a esa plataforma política.

Solo cuatro países apoyaron claramente al GI: Canadá, EEUU, Guatemala y Paraguay, mientras se abstenían diez, incluyendo cuatro países de quienes el GI debía esperar un claro soporte: nada menos que Brasil, el gigante suramericano, Costa Rica, adalid de las democracias civiles y los derechos humanos, Ecuador, democracia liberal que tiene varios años luchando claramente contra el Socialismo del Siglo XXI, y El Salvador.

En fin, este comentario de las alineaciones internacionales dice que ya “el apoyo al GI se acabó” y que más le vale al G4 terminar de retirar su soporte formal a una plataforma que sirvió muy poco al retorno de la democracia y más bien contribuyó de manera importante al descrédito de la Oposición Democrática, al propiciar casos muy sonados de corrupción y de oportunismo político.

Mientras más se retrase el reconocimiento de esta realidad, más se desprestigia ante el mundo la oposición venezolana.

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Eddie A. Ramírez S.

Los cambios de clima que ocurrieron en el pasado en nuestra casa común solo sucedieron por causas naturales. Ahora, desde hace unas dos décadas, hay evidencias de que en los últimos 170 años el factor humano está ocasionado una distorsión que es necesario corregir. En efecto, a partir de la revolución industrial la quema de carbón y de hidrocarburos ha producido un aumento en la concentración de dióxido de carbono (CO2) que, al ser liberado a la atmósfera contribuye, junto con otros gases, a lo que se llama efecto invernadero. Es decir, la energía solar queda atrapada entre la tierra y esa capa de gases. Este calentamiento está produciendo efectos indeseables que van a intensificarse si no se reducen las emisiones de los gases que lo causan. Como país petrolero y firmantes del Acuerdo de Paris 2015 ¿qué acciones debemos tomar sobre el cambio climático?

En el acuerdo citado, los países se comprometieron a tomar medidas para que la temperatura promedio de nuestro planeta no aumente más de 2 grados centígrados por encima de la que tenía antes de la Revolución Industrial y, preferiblemente, solo 1,5 grados. Hay dos opciones, eliminar la producción de gases o bien compensar la cantidad emitida con la captura de una suma igual, para que el neto sea cero. Existe parte de la tecnología que permita suspender la quema de petróleo y de gas, pero el costo es elevado y su masificación cuesta arriba. Aplicar esa medida drástica sería catastrófico. A corto y mediano plazo la opción viable es la compensación, la cual es la meta de algunos para el 2050.

Gracias a las conferencias semanales de Venamérica y Vapa, tuvimos la oportunidad de escuchar la voz autorizada de Fernando Miralles Wilhelm, quien se ha destacado mundialmente en este campo. Este compatriota trabajó en Pdvsa, tiene un doctorado en el MIT, es decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad George Mason, asesor de la NASA y consultor de organismos internacionales. Miralles no es un catastrofista. Está consciente de que tenemos un problema importante que podemos resolver.

Miralles sostiene que no debemos dudar de que el clima está cambiando, que la temperatura promedio en nuestro planeta se ha incrementado en 1,1 grados centígrados en comparación con la etapa preindustrial. Por cada duplicación de la concentración de CO2 en la atmósfera, la temperatura se incrementa en 2,8 grados centígrados. Es inevitable que de aquí al 2050 aumente la temperatura, por lo que tendremos sequías, olas de calor, inundaciones, incendios y huracanes, más numerosos e intensos. Desaparecerán algunas especies y plagas y enfermedades de regiones tropicales o subtropicales invadirán regiones anteriormente con menor temperatura. Habitantes de algunas zonas costeras tendrán que migrar. Los glaciares irán desapareciendo, lo cual afectará a países que los requieren para alimentar ríos y lagos. Al desaparecer o disminuir el permafrost, capa de tierra que permanece congelada, se liberarán grandes cantidades de gas metano y de CO2.

Miralles insistió en que no hay apocalipsis. Lo que hay que hacer es prepararnos. Mejorar la eficiencia de las energías alternas, innovar en lo referente a la captura y secuestro de CO2, aplicar prácticas agrícolas conservacionistas y elaborar planes para prevenir o mitigar los efectos adversos. Cuando se le preguntó qué pueden hacer los ciudadanos, respondió que sembrar árboles, lo cual nos dio pie para este artículo.

Como país que depende de las exportaciones de petróleo, no podemos suspender esta actividad. Esta industria debe lograr que nuestras refinerías se alimenten con energía eólica y solar, eliminar la quema de gas, desarrollar la producción de hidrógeno como fuente de energía, iniciar la captura y secuestro de CO2 en las operaciones y promover desarrollos forestales.

En el pasado la industria petrolera, a través de su filial Palmaven, constituyó la empresa Forestal Orinoco, conjuntamente con todas las compañías papeleras. Inició la plantación en la zona de Mapire, estado Anzoátegui. A fines del 2002 tenía 200 hectáreas sembradas para la investigación y 500 hectáreas de eucalipto constituían la etapa preliminar de la plantación. También la petrolera Petrozuata (Conoco Phillips-Pdvsa), con apoyo de Palmaven, constituyó la empresa Forestal Anzoátegui, que llegó a desarrollar 4.700 hectáreas en San Diego de Cabrutica, estado Anzoátegui, según nos informó el ingeniero agrónomo José Estrada. Las nuevas autoridades cerraron la empresa.

Es conocida la plantación de la CVG ubicada en Uverito, desarrollada por el ingeniero agrónomo J. J. Cabrera Malo. Posteriormente descuidaron la prevención de incendios y las siembras. También empresas privadas han desarrollado plantaciones forestales. Desconocemos su situación. Por otra parte, es imprescindible detener la deforestación de los bosques naturales. Con estas acciones Venezuela compensaría de sobra las emisiones de C02.

El excelente documental Oro de sangre, dirigido por Thaelman Urguelles y Juan Urgell, producido por Malena Roncayolo, es una denuncia de la destrucción de bosques, contaminación, violación de derechos humanos y corrupción que sucede en el Antro Minero, como lo llama Adalberto Gabaldón. Es un crimen ambiental y de lesa patria, además de una estupidez.

Como (había) en botica:

La tragedia ocurrida en Las Tejerías, con saldo de al menos 25 fallecidos y 52 desaparecidos es un ejemplo de eventos que van a seguir sucediendo y que el gobierno tiene que prevenir. No es asunto de declarar zona de tragedia, ni de declarar tres días de duelo, sino de planificar para que no vuelva a ocurrir. Nuestro pésame a quienes perdieron familiares y ojalá los damnificados sean atendidos como es debido.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@ hotmail.com

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Maxim Ross

Dedicado al amigo Eddie Ramírez y a la Gente del Petróleo.

Me he tomado la tarea de indagar sobre la validez del concepto de renta petrolera y encontré algunos hallazgos que deseo compartir con mis lectores, pero que me llevaron a la afirmación del título de estas notas. Como su frase derivada, la de “rentismo petrolero”, se ha incrustado completamente en nuestra memoria histórica y ha marcado la economía, la política y la sociología y, quizás demasiado, la vida venezolana en general, creo que vale la pena compartir el resultado de esta indagación.

La principal motivación que tuvo esta iniciativa fue tropezarme con el uso repetitivo de la frase, incluyendo el mío propio, sin un cuestionamiento del término que venimos utilizando en el lenguaje común y por dirigentes políticos, intelectuales, empresarios y periodistas o en documentos mas acabados.

Sobre el origen del concepto de renta petrolera.

Hemos repetido, una y mil veces, que Venezuela ha vivido, desde que se descubrió petróleo de una “renta”, porque trasladamos equívocamente el pago que recibe el propietario del suelo o del subsuelo, la regalía o “royalty”, en nuestro caso el Estado venezolano, a todo el excedente económico que genera la industria, esto es a todos sus ingresos.

Comprendimos que el origen de esos términos tiene que ver con las interpretaciones que se dieron en el comienzo de su explotación, marcadas por el “impromptu” de su llegada inesperada o porque se percibía como un regalo de la naturaleza que no exigía esfuerzo o trabajo alguno para extraerlo. Se entendió como algo “improductivo” al compararlo con la estructura económica tradicional, con el comercio y sobretodo con la agricultura. De allí se generó un tipo de pensamiento que invocaba un cierto retorno hacia ella, que era la realmente productiva.

Sumado a ello, está el efecto fulminante de desorden y desequilibrio que causó en las finanzas públicas. Un ingreso que solo provenía de ese “regalo” de la naturaleza y que, como tal, calificaba como renta. Si añadimos que inicialmente fue explotado totalmente por empresas extranjeras, quienes conformaban una especie de “enclave externo” y únicamente “dejaban” en el país esa renta del propietario, podemos apreciar la lógica, razonable y correcta conducta gubernamental de maximizar los tributos a dichas compañías pero también la fecundación de la ideología de “capturar esa renta”, evitar que fuera apropiada por el extranjero, pero entendida esta como la totalidad del ingreso petrolero.

Nunca se le quiso entender como una actividad económica tan productiva como cualquier otra que exigía contribuciones factoriales distintas a la propiedad del suelo y el subsuelo, tales como la investigación, la tecnología, el capital y el trabajo para hacerlo útil, para darle valor agregado y valor de mercado, actividades que no solo generan renta, más allá de que el propietario recibiera su regalía o “royalty”.

No sabemos si los argumentos presentados son suficientes y convincentes para cuestionar las dos frases que hemos repetido e instalado como un paradigma indiscutible de nuestra historia. Creemos haber vivido de una renta y del rentismo petrolero.

¿Abandonar el rentismo petrolero?

Quienes lean estas notas se preguntaran por su pertinencia y actualidad, dado que parecen apegadas a nuestro pasado, pero resulta que, hoy día, dirigentes de toda índole y el común de la gente siguen repitiendo que la causa de todos nuestros “males” radica en haber vivido del “rentismo petrolero” y que bastaría con abandonar esa trayectoria para encontrar una ruta apropiada de desarrollo económico y extirpar de nuestra sociedad su consecuencia derivada la cultura del “facilismo”.

Si el petróleo es una actividad productiva y económica como cualquier otra no hay tal cosa que se pueda llamar rentismo y no podemos repetir que la solución de nuestros problemas sea abandonarlo, porque estaríamos llegando al absurdo de decir que habría que dejar de producir petróleo, cuando este ha sido nuestro gran proveedor de riqueza productiva. Como sabemos que esa provisión ha estado llena de sobresaltos, de auges y crisis, es muy oportuno reconsiderar su rol en la economía y la sociedad venezolanas, tal como sugerimos al final de estas notas.

¿Rentismo o mono-producción?

Con la intención de ratificar el juicio que estamos emitiendo creemos que el problema venezolano con su petróleo nunca fue de “rentismo”, para reducirlo a un concepto, sino de no haber podido romper con la clásica estructura mono-productora y mono-exportadora, a pesar de varias intentos frustrantes, como los experimentados en la etapa de vida democrática, que es cuando realmente se ensayaron.[1]

La otra “Venezuela exportadora” de bienes no tradicionales nunca logró su objetivo de sustituir el protagonismo petrolero, especialmente en el abastecimiento de las divisas internacionales que financiaran el resto de la economía[2], fuese porque las medidas adoptadas no tuvieran el alcance necesario o porque tampoco se quiso romper con el modelo de sustitución de importaciones. Reiteradamente, se regresó a él por razones ideológicas o, quizás porque la dirigencia política y, en algún momento la empresarial; no fueron capaces de dar “el salto” hacia una economía competitiva y abierta a los mercados internacionales[3].

De hecho, al no hacerlo, en cualquiera de las formas descritas, se condenó a Venezuela a seguir viviendo del petróleo, pero no en la forma de renta, como se creyó, sino en su extrema dependencia de la explotación económica del crudo. Hemos puesto y seguimos “Poniendo los huevos en una sola canasta”, según el antiguo proverbio. Creemos que esa conducta coloca al país, en el pasado y actualmente, ante una exagerada exposición a la geopolítica internacional, con graves secuelas que se viven hoy.

El petróleo: un instrumento de integración y autonomía nacional[4]

Si los números que han evaluado nuestros amigos petroleros son ciertos y Venezuela posee todavía ingentes reservas del crudo, resultaría totalmente fuera de sentido dejar de producirlo pero, dados los resultados obtenidos hasta ahora conviene evaluar como lo hicimos hasta ahora, especialmente para reestablecerle un mayor grado de autonomía a la Venezuela presente y futura.

La primera cuestión a revisar es si la herencia del Estado propietario está en los orígenes del problema, puesto que, desde siempre, fue la forma concebida para explotarlo, primero en alianza con las grandes compañías y luego como propiedad absoluta del Estado. Con el balance que tenemos a la vista el tema merece una profunda y rigurosa reflexión fuera del sentimentalismo ideológico en todas sus vertientes.

En primer lugar, para que no haya equivocaciones, hay que puntualizar que el verdadero propietario del recurso es la Nación venezolana y no el Estado. Que, como consecuencia de ello, sus auténticos Dueños somos los venezolanos, que no se trata de “privatizar” PDVSA, que es otro tema y que de lo que se trata es de devolverle esa propiedad a sus legítimos propietarios, los nacionales de este país que llamamos Venezuela.

En segundo lugar, el petróleo en manos del Estado lo hace demasiado poderoso frente al resto de la sociedad, se independiza de ella y potencia a limites extremos el poder del Poder Ejecutivo, de la Presidencia de la Republica, de los Gobiernos y del o de los partidos políticos. Argumento, ya de si, suficiente para promover un cambio radical, con el que estaríamos de acuerdo todos...

En tercer lugar, para llegar a PDVSA, su Asamblea de Accionistas estará constituida por todos los venezolanos y cada uno es propietario de una acción intransferible y con derecho a voto, con un valor simbólico o determinado por una experticia pertinente. Su Junta Directiva será designada por esa Asamblea, mediante un procedimiento de postulaciones público y completamente transparente.

En cuarto lugar, para que el negocio petrolero no tenga el mismo protagonismo y el peso específico que ha tenido hasta ahora, para salir del esquema “mono-productor y mono-exportador” y con el fin de evitar la total dependencia del negocio petrolero, con las graves consecuencias, políticas, económicas, institucionales y sociales, que todos conocemos y hemos padecido, se propone Integrarlo al quehacer de la vida nacional bajo las siguientes normas:

  1. Los proyectos de explotación serán configurados de un tamaño tal que faciliten y maximicen la participación de los venezolanos en cada uno de ellos, sea como personas particulares o en asociaciones de ellos,
  2. Dichos proyectos serán igualmente confeccionados para facilitar y maximizar la participación de capital privado venezolano, el cual además deberá poseer la mayoría accionaria de cada proyecto,
  3. La participación de empresas internacionales será abierta, transparente y realizada mediante un sistema de licitaciones públicas,
  4. Los proyectos de explotación podrán ser ofrecidos en el mercado de valores, nacional o internacional, respetando las normas anteriores,
  5. Reconsiderar el esquema único de “defensa de los precios” y darle prioridad a la captación de mercados que hagan crecer la industria,
  6. Finalmente, reconsiderar la conveniencia de continuar con los grandes proyectos de la Faja Petrolífera del Orinoco, los que tienden a mantener a perpetuidad la presencia de capital extranjero asociado al Estado venezolano y para evitar su alta incidencia en repetir el modelo de excesivo protagonismo petrolero y replantearnos un modelo mucho más autónomo.

[1] La Venezuela previa al experimento democrático nunca promovió un proyecto de esa naturaleza.

[2] Detrás de lo cual está el esquema de devaluación, inflación, recesión típico de nuestra economía.

[3] Los intentos hacia la Comunidad Andina o de plena apertura lo lograron consolidarse.

[4][4] Las medidas aquí sugeridas están expuestas y complementadas en los trabajos “Necesidad de un Proyecto Integrador para Venezuela” y en “El Fin de Petrolia y Una Nueva Venezuela” con participación parcial o total del autor.

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Fernando Mires

Cuando fueron dados a conocer los resultados de las elecciones de Italia, nadie quedó sorprendido. Pocas veces las encuestas habían mostrado un tan alto grado de coincidencia. No había nadie que no hubiera sabido que Giorgia Meloni iba a ganar. Por eso, conocidos los números, la atención comenzó a centrarse en otro tema: el de las perspectivas que ofrece el gobierno recién elegido. Ellas dependían de la correlación de fuerzas al interior del bloque ganador.

Meloni no es putinista

Para unos fue una buena noticia saber que Meloni dejó muy atrás a los partidarios de Berlusconi y Salvini. Los Hermanos de Italia se encuentran así en el lugar desde donde pueden dictar condiciones a sus aliados. Para los contrincantes del futuro gobierno así como para la opinión pública europea, Meloni aparece como la menos fascista y la menos putinista de los tres. Desde una perspectiva de centro-democrático, podríamos decir que Italia eligió a lo menos peor. De ahí que tampoco fue extraño que la discusión de los analistas políticos girara en torno a dos preguntas: ¿Es fascista Meloni? ¿Es putinista Meloni?

Con respecto a lo segunda pregunta, la misma candidata se ha encargado de negarla durante el curso de su campaña electoral. Sean cuales sean las razones, con su apoyo a Ucrania, su distanciamiento respecto al dictador ruso ha sido claro. No así Salvini y Berlusconi. El primero por razones ideológicas. El segundo, sabe Dios por qué oscuros negocios.

Putin —evidente— cuenta con el apoyo de la ultraderecha europea. Pero ese apoyo no es homogéneo. Dos partidos del sur europeo se han distanciado públicamente de Putin: Los Hermanos en Italia y Vox en España. Esa distanciamiento es también la principal diferencia entre Meloni y Marine Le Pen. La segunda, como es sabido, no solo ha brindado público apoyo a Putin sino que ha viajado constantemente al Kremlin. La sospecha de que Putin es un gran financiador de sus campañas electorales es cada vez menos sospechosa.

Meloni no es directamente putinista, está claro. Pero puede que lo sea indirectamente. Ese putinismo indirecto es de índole ideológica. Meloni, es innegable, comparte con Putin –para decirlo en hegeliano– un mismo espíritu del tiempo. Ambos son, o dicen ser, profundamente cristianos. Ambos creen en el destino manifiesto de las naciones. Ambos se sienten patriotas de sus patrias. Ambos adversan a la UE. Ambos defienden a la sagrada familia. Ambos se han pronunciado abiertamente en contra de la no penalización del aborto y en contra del matrimonio igualitario.

Por cierto, hay también diferencias.

Una es fundamental: Putin detesta a Occidente. Meloni no, no puede hacerlo. Italia es una forjadora de la occidentalidad política y hoy sigue siendo uno de los pilares simbólicos del occidentalismo cultural. En cierto modo, entre Meloni y Putin existen diferencias muy parecidas a las que se observan entre Mateusz Morawiecki, primer ministro de Polonia, y Viktor Orbán, presidente de Hungría. En todo lo que tenga que ver con política europea hay entre ambos mandatarios una comunidad de ideales, menos en un punto, y ese punto es, en estos momentos, decisivo: el gobierno de Polonia es abiertamente contrario a la invasión rusa a Ucrania y el gobierno de Orbán no logra disimular su apoyo a la invasión. Putin, ironía de la historia, ha creado una línea divisoria al interior de las así llamadas ultraderechas europeas.

No todo lo malo es fascismo

El tema de si Meloni es fascista o no es más complicado. Cierto es que Meloni ha sido una defensora ardiente de la memoria de Mussolini. Pero también es cierto que actualmente ella no recurre a los mitos del fascismo, independiente a que entre sus más estrechos seguidores puedan encontrarse muchos enamorados de la extravagante figura del Duce.

Por cierto, Meloni es populista, y el fascismo fue populista. Pero como hemos sostenido desde hace tiempo en distintos textos, no todo populismo es fascista. El populismo —en concordancia con Ernesto Laclau— es la política de la sociedad de masas. Quien quiera llegar al poder debe levantar una política de masas o perderá las elecciones. Más todavía en tiempos en donde las clases sociales ya no actúan como tales, sino subsumidas en heterogéneos movimientos. Durante los periodos electorales todos los políticos con aspiraciones han sido y deben ser populistas. Por eso es importante diferenciar entre el populismo como movimiento y el populismo como gobierno.

Un gobierno populista actúa como si estuviera permanentemente en elecciones hasta el punto de no tomar casi nunca decisiones que no sean populares. Y bien, si el gobierno Meloni será populista, no lo sabemos todavía. Solo cabe por ahora decir que es difícil que sea fascista. Probablemente más de alguno se asombrará con esta afirmación. Cabe por lo tanto hacer una acotación. Esta tiene que ver con el uso y abuso de las tipologías políticas a las cuales son muy aficionados no pocos analistas y académicos. Hay algunos que cultivan incluso el vicio de describir la realidad a partir de un concepto tipológico, de tal manera que para ellos el concepto termina determinando a la realidad y no la realidad al concepto.

Operando de acuerdo a la razón tipológica podemos a calificar de fascista a cualquier gobierno autoritario, a cualquiera autocracia, a cualquiera dictadura, pues ninguna de esas formaciones políticas carecen de algunos elementos que fueron propios al fascismo originario. El problema grave es que al determinar la realidad de acuerdo a un diagnóstico tipológico, terminamos por deshistorizarla hasta el punto que los actores reales pueden llegar a convertirse en simples representaciones de conceptos prefabricados.

Por cierto, en el calor de la discusión no pocas veces usamos el término fascista para descalificar a un adversario (¿quién no lo ha hecho alguna vez?). Pero si hablamos seriamente, debemos ser cuidadosos con la terminología. No olvidemos que el mundo está construido con palabras, y una palabra no adecuada puede afectar al conjunto de la construcción.

Para decirlo en modo escueto: el fascismo fue una forma específica de dominación política en el periodo de la era industrial. Pero ahora vivimos en la era digital y no podemos servirnos de la misma terminología aplicada a un periodo muy diferente. De lo que se trata entonces es de hacer lo contrario: descubrir las particularidades específicas de determinados movimientos, partidos y gobiernos. De ahí que propongo que, hasta que tengamos un concepto más preciso, usemos para referirnos a los movimientos llamados de extrema derecha, el concepto amplio de nacional-populismo, y al que encabeza Giorgia Meloni en Italia, «melonismo».

«Melonismo»

El «melonismo» pertenece a la misma familia ideológica del lepenismo, de Vox, de AFD, de los «Demócratas de Suecia». Para diferenciarlos de las clásicas derechas de los conservadores de antaño, muchos hablan de extremas derechas. Y, en parte, es cierto. Como los antiguos conservadores, esas ya no nuevas formaciones políticas son nacionalistas, familiaristas, religiosas. También del antiguo conservadurismo han heredado su antiliberalismo hasta el punto de que se declaran orgullosamente iliberales, y otras veces, antiliberales. Pero su enemigo principal no son los liberales. Tampoco son los antiguos socialistas o comunistas, en Italia en estado de extinción. Sus enemigos principales son las nuevas izquierdas, sobre todos las identitarias (las de género, las multiculturales).

Agreguemos que las derechas a las que pertenece el «melonismo» intentan librar su lucha, más que en el plano social, en el plano de la cultura y de las tradiciones nacionales. Apuntando hacia ese objetivo, todas —unas más, otras menos— han detectado como principal amenaza a los movimientos migratorios. Podríamos decir sin problemas, que la política antimigratoria es la más distintiva en los movimientos nacional-populistas.

Las masas migratorias son, según los nuevos partidos de la derecha, portadoras de culturas antagónicas. El choque de las civilizaciones tiene lugar, para ellos, no entre naciones, sino al interior de cada nación occidental. Imaginan ser, sin duda, los defensores del verdadero Occidente, al que en oposición al islam, llaman cristiano. En ese punto conectan con los fundamentalistas islámicos quienes ven en las creencias occidentales una afrenta a su orden cultural y religioso. Como ha sido visto, esa defensa de lo que los nacional-populistas llaman «nuestros valores» logra éxito en sectores que por diversos motivos han llegado a ser los perdedores de una sociedad condicionada por una digitalidad global cuyas coordenadas culturales y políticas no logran entender.

Partidos movimientistas como los Hermanos de Italia son expresiones casi lógicas de la crisis de una sociedad industrial que está muriendo y de una sociedad digital que, habiendo nacido, no logra estructurar un nuevo orden social. Sectores que al no tener futuro encuentran refugio en un pasado glorioso que nunca ha existido.

Crisis política, crisis de la política

Como el fascismo del siglo pasado, las nuevas formaciones políticas —llámense de derecha o de izquierda— son el resultado de la descomposición de estructuras sociales. Esa descomposición es también política. Así visto, los Hermanos de Italia surgieron no en contra sino gracias a una profunda crisis. Giorgia Meloni, en efecto, ha hecho su aparición en un campo surcado por dos crisis cruzadas: una es la crisis política, la otra es una crisis de la política. Creo que este punto merece una explicación.

De acuerdo al profesor de la Universidad de Nápoles Marco Balbruzzi: «De hecho, el único polo de centroderecha se enfrentó a tres variantes diferentes de centroizquierda: una de impronta populista-laborista (M5S), otra orientada al progresismo proeuropeo (Partito Democrático) y la última de carácter neoliberal formada por el nuevo partido de Renzi (Italia Viva) y la formación del eurodiputado Carlo Calenda (Azione). Si estas tres formaciones, que obtuvieron en conjunto alrededor del 49% de los votos, hubieran encontrado la manera de coordinar sus esfuerzos, el juego electoral en las circunscripciones uninominales habría sido menos previsible y la victoria del centroderecha ciertamente más incierta».

En el mismo sentido se ha expresado el filósofo italiano Lorenzo Marsil: «Los demócratas de centroizquierda, encabezados por Enrico Letta, pusieron un veto a cualquier alianza con el Movimiento Cinco Estrellas de izquierda, y los liberales centristas, a su vez, pusieron un veto a los demócratas. Este narcisismo poco cooperativo allanó el camino para la victoria de la extrema derecha».

Según los dos autores citados, Meloni logró triunfar gracias a la fractura del centro político. La explicación es clara: sin centro político, hay crisis política.

Que los adversarios del bloque de Meloni hubieran obtenido más votos y que a pesar de eso no hayan coincidido en una plataforma unitaria, es una prueba evidente de una crisis del centro político. Esa crisis es, a su vez, expresión de la crisis integral de toda la política italiana. Aquí reside justamente el problema más grave: la crisis política derivada de la fractura del centro no solo lleva al triunfo de un extremo sino a una crisis política general de una nación.

La crisis de la política se demuestra en el hecho de que detrás de Meloni no había una mayoría aplastante ni un entusiasmo político que atravesara de punta a cabo a Italia. La abstención parece haber batido todos los récords. Solo acudió a votar el 63,91% del electorado, nueve puntos menos que hace cuatro años. La abstención se ha disparado sobre todo en las regiones del sur. En Calabria solo votó el 50% y en Campania solo el 54%.

Más allá de los números, lo importante es que una nueva (y a la vez antigua) formación política que habitaba en los extremos se ha hecho del gobierno. Esa derecha de masas (la verdad es que ni siquiera sabemos si podemos llamarla derecha) está ahí. En un breve lapso ha vencido en Suecia y en Italia. Probablemente lo mismo ocurrirá en otros países europeos.

Sin embargo, tanto en Suecia como en Italia, los vencedores nacional-populistas —y esto es lo nuevo de esos sucesos— han declarado abiertamente su oposición a la guerra de Putin en Ucrania. Del mismo modo, ninguno ha cuestionado la integración de sus países en la OTAN. El tirano de Moscú no ha podido celebrar el triunfo de Meloni como esperaba hacerlo con un eventual triunfo electoral de Le Pen en Francia.

La paradoja democrática

La paradoja de la democracia es que para ser democracia debe aceptar compartir el poder con sectores antidemocráticos, siempre y cuando estos últimos no infrinjan la norma constitucional. Los nacional-populismos —sobre todo los que se sirven de una retórica de derecha— han llegado a ser, se quiera o no, parte del paisaje político y cultural europeo. Vinieron para quedarse.

Ya hemos visto que en algunos países acatar la constitucionalidad y la institucionalidad vigente es el precio que tienen que pagar los nacional-populistas para acceder al poder político. Eso les ha llevado a frenar los instintos más agresivos de sus contingentes. Por ejemplo, todos sabemos que Marine Le Pen es reaccionaria más que conservadora, pero sabemos que está lejos del fascismo declarado de su padre. Cierto también es que Meloni debió cambiar su discurso de corte mussoliniano por otro más bien de tipo democrático. Y cierto es que, aun compartiendo algunos sesgos culturales con Putin, Meloni ha mostrado abiertamente su oposición a la invasión de Rusia a Ucrania.

Puede suceder incluso que alguna vez esas derechas sean domesticadas por las mismas instituciones que dicen combatir. No sería la primera vez. Muchos de los hoy muy civilizados partidos políticos europeos de centro (pensemos en los socialistas y en los ecologistas) tuvieron una infancia salvaje. La realidad suele ser más fuerte que las ideologías.

Por lo demás, hay temas aludidos por los nacional-populismos que no son invenciones. Su agresiva política puede ser vista en muchos casos como una respuesta al antidemocratismo de determinados grupos de izquierda. Las luchas feministas, para poner un ejemplo, no solo han cuestionado estructuras patriarcales sino también han agredido sensibilidades que no se adaptan tan rápido al nuevo orden sexual que el feminismo radical quiere imponer a troche y moche. Temas como el del aborto se han convertido para los dos extremos en emblemas de movilizaciones que no se caracterizan por su extrema racionalidad.

No podemos negar que las migraciones suelen ser caóticas y que los partidos tradicionales no han encontrado todavía un paradigma migratorio que permita regular la llegada de nuevos habitantes a Europa. La convivencia con otras culturas, particularmente la islámica, no está exenta de dificultades y a veces —hay que decirlo— estas son insuperables.

Tampoco todas las críticas a la UE son injustificadas. La UE es un elefante burocrático destinado a cumplir funciones financieras más que políticas. La llegada a la UE de los sectores anti-EU podría, si se dan las condiciones, politizar a la UE. Pero para que ello ocurra son necesarias muchas reformas al interior de la UE. La ingenua idea de que para tomar resoluciones claves hay que contar con la aprobación de los 27 miembros, ha demostrado, durante el curso de la guerra en Ucrania, ser absolutamente inoperable. La unidad no pude ser forzada.

Las UE, así la concibieron sus fundadores, debería ser un escenario de discusión continental, uno en los que incluso los sectores anti-sistema deben participar. Nos guste o no, ya no podemos ignorar a los partidos de la ultraderecha. Solo porque existen, son parte del debate público.

No la polis hizo a la discusión sino la discusión a la polis. Eso quiere decir: para oponernos al «melonismo», o a otros gobiernos y movimientos de la misma familia, necesitamos de argumentos, no de insultos. De ideas, no de consignas. La pura demonización no lleva a nada.

Por ahora quedémonos con lo poco de bueno que dejaron las elecciones italianas detrás de sí: el «melonismo» no es (todavía) putinismo. Que no llegue nunca a serlo dependerá no solo de Meloni, sino fundamentalmente de esa oposición democrática y unitaria que necesita con urgencia Italia.

Más sobre el tema:

Lorenzo Marsili -Meloni no es Mussolini pero podría ser Trump

Marco Valbruzzi – Italia, elecciones sin sorpresa

Nelly Arenas: Populismo y religión, al César lo que es del César. ‘Y a Dios lo que es de Dios?

Georg Diez – El nuevo fascismo

Fernando Mires – Los rostros del populismo

Fernando Mires es (Prof. Dr.), Historiador y Cientista Político, Escritor, con incursiones en literatura, filosofía y fútbol. Fundador de la revista POLIS.

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Analítica.com

La segunda fase del Foro Social realizado en Caracas del 26 al 29/09 pasado y coordinado por la Organización Internacional del Trabajo, amerita abordar el accionar de los diferentes actores de las relaciones de trabajo en Venezuela y las propuestas anunciadas luego de finalizado el evento.

Como ya conocemos la reunión tripartita de septiembre estuvo precedida de una primera fase realizada del 25 al 29/04 de 2022, cuya realización ha sido la consecuencia de la Comisión de Encuesta aprobada por la OIT (2019) para evaluar la aplicación de los convenios 26, fijación de salarios mínimos, 87, libertad sindical y 144, consulta tripartita.

Luego de transcurridos 5 meses de abril a septiembre 2022 demás está decir que el régimen madurista ha sido aplazado, en todas las asignaturas que los convenios laborales establecen para lograr el trabajo decente, se reconozca la libertad sindical y se consulte debidamente a empresarios y trabajadores en materia de fijación de salarios y de empleo.

Esta situación ha derivado en la protesta laboral acentuada al mantenerse el salario mínimo como el salario promedio del sector público, la afectación del complemento salarial con el Instructivo ONAPRE y el fracaso rotundo de la política económica por su incapacidad de contener la inflación. La muestra evidente es que el salario mínimo de 30 $ mensuales decretado unilateralmente en marzo hoy representan 15 $, cantidad insuficiente ante una canasta alimentaria de 450 $ al mes.

Es oportuno preguntarse ¿vale la pena continuar con estos encuentros a pesar de la evidente posición del régimen de evadir su responsabilidad ante este desmadre laboral?, la respuesta debe ser indudable y del tamaño de una catedral, un rotundo Si.

Mas aun al estar en presencia de una gestión autoritaria que no desea tratar ningún tema del estado ante organismos internacionales que los evidencien, y mucho menos ante la opinión pública nacional, por ser característico de estos gobiernos sórdidos esconder, maquillar sus oscuras intenciones, las cuales adornan con discursos de ser víctima de bloqueos y el fraseo “socialista revolucionario”.

Por tanto, resulta incomprensible los ciruelazos permanentes de corrientes sindicales del país contra la OIT, este organismo no es una central sindical, ni un tribunal, es un espacio creado desde hace un siglo para ordenar civilizadamente las relaciones de trabajo a nivel global.

No por casualidad atiende los requerimientos de los actores laborales de 169 países, donde se incluye a gobiernos, empleadores privados y trabajadores. Este organismo tripartito cuando arriba a un país no selecciona a quienes representan a los trabajadores, por el contrario, estos deben ponerse de acuerdo previamente y acordar quienes son sus representantes, aun cuando los reglamentos de la OIT mencionen de preferencia a la central más representativa.

Me atrevería a afirmar que este organismo tripartito internacional ha sido el más consecuente seguidor de la situación de los trabajadores venezolanos durante el siglo XXI, con el envío de mas de 15 misiones de diferente tenor en procura de llamar al botón a un régimen contumaz violador de los convenios laborales firmados por el estado venezolano desde el siglo pasado.

Tanto ha sido su insistencia y perseverancia que finalmente concretó la Comisión de Encuesta, cuya iniciativa por cierto partió de Fedecámaras no de las centrales sindicales, las cuales luego de acordada la decisión se sumaron correctamente al reclamo de los patronos venezolanos.

Por lo explicado le corresponde al sindicalismo venezolano ordenar sus desencuentros, que han conllevado incluso al congelamiento de numerosas quejas introducidas por sindicatos ante el comité de libertad sindical de la OIT al no actualizarlas adecuadamente, siendo entre otros un caso resaltante el de los 23.000 trabajadores petroleros despedidos en 2003, sin pago de prestaciones sociales, quienes hoy deambulan en procura de defensa de sus derechos laborales sin respuesta alguna.

En resumen, se ha programado una nueva reunión para febrero 2023, es oportuna la ocasión para que el sindicalismo enmiende sus diferencias y pueda presentar una posición sólida frente a un régimen calificado como violador de los DDHH por el reciente informe de las Naciones Unidas, con caso abierto en la Corte Penal Internacional y un expediente laboral de larga data que debe permanecer vigente como espacio de denuncia y seguimiento a las políticas antilaborales que violentan intencionalmente los convenios internacionales.

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