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Opinión

Jesús Elorza G.

Este 15 de enero es un día de protesta para el magisterio nacional. Nada que celebrar, mucho porque luchar.

"Moral y luces" no parecen ser los fines ni las primeras necesidades de este régimen de gobierno, pues la educación y sus educadores no son prioridad para quienes se jactan de "bolivarianos", quienes prefieren malgastar ingentes recursos económicos en pertrechos militares en lugar de destinarlos a formar ciudadanos ilustrados en el conocimiento científico.

El educador venezolano, pese a la elevada misión desempeñada en la sociedad es el último de los ciudadanos y funcionarios de un Estado que inmerecidamente los ha condenado a sobrevivir con salarios de hambre, sin seguridad social ni leyes que protejan su ejercicio profesional.

En los últimos 22 años, el 15 de enero se ha transformado en una jornada de lucha de los maestros venezolanos denunciando al gobierno nacional la aplicación de la operación morrocoy para desconocer la Convención Colectiva en donde aspiramos mejoras sustanciales en lo salarial y social para paliar la grave crisis económica que ha destruido nuestro presupuesto y patrimonio familiar. En una parodia el régimen pretende discutir las convenciones colectivas solo con sindicatos paralelos afectos al régimen en clara violación de los acuerdos de la Organización Internacional del Trabajo OIT y las leyes del país.

Los docentes elevaremos nuestra voz para exigir y demandar el cese del proselitismo político partidista, retaliaciones y persecuciones a educadores en las instituciones educativas; el ingreso, permanencia y ascenso por concursos universales que garanticen la idoneidad en el ejercicio del cargo y así mejorar la calidad de la enseñanza en nuestros planteles escolares. Rechazamos la práctica clientelar y la adjudicación sin concursos de los cargos directivos, lo que es violatorio del derecho constitucional al ascenso en la carrera docente. Condenamos la pobre educación para el pueblo orquestada y dirigida desde el MPPE quien exonera asignaturas importantes como Física, Química, Matemáticas, Biología y otras porque entre otras causas no quiere contratar educadores de esas áreas que están desempleados por ser egresados de los Institutos Pedagógicos adscritos a la UPEL y de las escuelas de educación de las Universidades Nacionales por ser vistas por el régimen como opositoras.

Así mismo, los educadores reiteradamente han manifestado la necesaria reforma de la Ley Orgánica de Educación para convertir nuestra educación en un instrumento de superación de la ignorancia, donde prive el conocimiento científico, la democracia y la calidad igualitaria para formar seres humanos libres. De la misma manera, la Ley del Ejercicio de la Profesión Docente, la Ley del Instituto de Previsión y Asistencia Social del Magisterio, la Ley del Fondo de Prestaciones Sociales, La Ley del Cesta Ticket y Medicinas para todos los pensionados y jubilados sin excepción ni exclusión; entre otros instrumentos que harían justicia social al tan olvidado maestro venezolano.

En este 15 de enero fuimos testigos de la celebración de asambleas de docentes en todo el país para preparar las acciones sindicales a las que tenemos derecho de realizar en función de exigir la discusión y firma de la Convención Colectiva y el ajuste salarial digno y justo para todos los educadores activos, jubilados o pensionados dependientes de todas las instancias del estado, sin discriminación alguna.

Como educadores formadores de principios democráticos, manifestamos que no puede existir una educación de calidad si no se reconstruye el país; esta crisis económica, de ética y de valores democráticos han destruido las bases que edifican la dignidad, bienestar y progreso del pueblo venezolano. No queremos seguir con esta estafa de socialismo; los educadores queremos un cambio fundamental en el rumbo económico y político para que nuestra sociedad pueda disfrutar de bienestar, seguridad ciudadana, seguridad social, rescate y protección del poder adquisitivo del salario, soberanía nacional y calidad de la enseñanza.

Educar y luchar es un lema que define una conducta.

 3 min


Conferencia Episcopal Venezolana

EXHORTACIÓN PASTORAL

“Que tu gran amor, Señor, nos acompañe, tal como lo esperamos de ti”. Sal. 33, 22.

1. Los arzobispos y obispos de Venezuela, reunidos en la CXVII Asamblea Ordinaria Plenaria, como pastores y compañeros de camino, queremos hacer llegar a nuestras comunidades un mensaje de amor y esperanza al comienzo de este nuevo año 2022, invitándolos a poner su confianza en el niño Dios que ha nacido y ha iniciado un nuevo camino en la historia de la humanidad, un camino salvífico, liberador.

2. En el proceso organizacional de nuestra Conferencia Episcopal, está mandado que cada tres años haya una renovación de las responsabilidades en los servicios episcopales a nivel nacional; debido a la pandemia el período se alargó a 4 años, por lo que en la presente Asamblea hemos conformado la directiva de la Presidencia, así como las Comisiones episcopales y organismos eclesiales de nuestra institución. Todo se realizó en un clima de oración, escucha y discernimiento, buscando hacer lo que el Espíritu Santo nos inspira para el servicio pastoral del santo pueblo de Dios. También se hizo un seguimiento a los diferentes acontecimientos de la realidad del país, así como a los de la Iglesia en los últimos tiempos, tales como la I Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, y el inicio del Sínodo sobre la Sinodalidad, que en este momento se encuentra en la fase diocesana.

3. Transcurridos dos años del inicio de la pandemia, ocasionada por el COVID-19, y luego de muchos esfuerzos para producir las vacunas que buscan controlar esta terrible enfermedad, el mundo no termina de recuperarse. El surgir de nuevas variantes, unas más contagiosas que otras, mantienen al mundo en emergencia sanitaria. Por otra parte, muchas personas han decidido no vacunarse, haciéndose eco de campañas internacionales. Ello conlleva a un mayor riesgo de contagio y debilita los esfuerzos para controlar el COVID-19. Nos sumamos al llamado del Papa Francisco que nos recuerda que “vacunarnos es un acto de amor”.1 Reiteramos nuestro agradecimiento y bendición al personal de salud, que a diario arriesga su vida para atender a numerosos enfermos. Nuestras oraciones a Jesucristo, el Señor de la misericordia, por aquellos que han sacrificado sus vidas en el cumplimiento del sagrado deber de dar alivio y consuelo para los enfermos.

4. La pandemia además de causar sufrimiento, dolor y muerte en la población, ha profundizado los males que ya aquejaban en el pasado a los venezolanos, como bien lo hemos señalado los obispos: “El pueblo venezolano vive una situación dramática y de extrema gravedad por el deterioro del respeto a sus derechos y de su calidad de vida, sumido en una creciente pobreza y sin tener a quien acudir. Es un pecado que clama al cielo querer mantener a toda costa el poder y pretender prolongar el fracaso e ineficiencia de estas últimas décadas: ¡es moralmente inaceptable!”.

5. Serían muchos los aspectos a señalar sobre la dolorosa situación del país, baste subrayar tres tristes y escandalosas realidades: el desmantelamiento de las instituciones democráticas y de las empresas del Estado; el dramático éxodo debido a la emigración forzada de cerca de seis millones de compatriotas expatriados por falta de oportunidades de desarrollo en el país, sobre todo jóvenes en edad productiva; la pobreza de la gran mayoría de nuestro pueblo, con particular acento en la desnutrición de la infancia y las situaciones de injusticias que viven las personas de avanzada edad. Además de estos aspectos, están los daños psicológicos, morales y espirituales que experimentan los venezolanos en el drama que estamos viviendo. Se trata de la pérdida de la libertad individual y social, en formas ya fácilmente perceptibles como la persecución, la cárcel, la tortura o la expatriación por problemas políticos. Hay un objetivo de fondo: convertir al ser humano, creado por Dios como ser libre y responsable, en simple ejecutor de centros idolátricos de poder.

6. A nivel económico, asistimos a una gran contradicción: mientras la economía venezolana se encuentra aún sumida en grandes deficiencias que impiden un trabajo digno y un salario justo, cuantiosas inversiones se están dando en el país que solo benefician a pocas personas o grupos de inversionistas en áreas poco accesibles a la mayoría empobrecida de la población; van apareciendo, en nuestras ciudades, casinos y casas de juego, bodegones, restaurantes y hoteles, edificios y casas ostentosas. En todos los tiempos, el lujo y el desperdicio que ostentan unos pocos ofenden a Dios y a los hermanos, pero con mayor fuerza en este tiempo de pandemia y de crisis global que se vive en el país.

7. La crisis educativa se ha generalizado y profundizado de manera preocupante, provocando un profundo deterioro con seria afectación, tanto de las condiciones en las cuales alumnos y docentes realizan sus actividades, como de la calidad de sus desempeños y expectativas. Sin educación de calidad no hay transformación posible. Muchos docentes con excelente formación han emigrado debido a los sueldos y retribuciones de miseria, pues no les alcanzan para el sostenimiento familiar ni para la prosecución de su formación. Se debe privilegiar esta área para construir el futuro del país y abrir el abanico de oportunidades hacia el futuro.

8. Nos encontramos como país en una grave crisis global y democrática; el ser humano con su dignidad, principalmente la persona pobre, es colocada a un lado por el régimen político, para dar relevancia a un sistema ideológico excluyente, perdiéndose el sentido de la democracia como poder del pueblo, al ser sustituido éste por reducidas élites y grupos que asumen un poder populista y autocrático, con un control de todos los poderes públicos y del militar, dependiendo cada vez menos de la legitimidad electoral y con la astucia de sacar de en medio a los contrapesos institucionales o políticos. Lo que está verdaderamente en juego, en medio de todo este deterioro, es la persona humana en la plenitud de su vocación. Cuando una ideología se antepone como un sistema de poder, que violenta los derechos humanos y rechaza la dignidad de la persona, genera injusticia y violencia institucional.

9. Inmersa en esta crisis democrática, las elecciones del pasado 21 de noviembre estuvieron caracterizadas por la inhabilitación de candidatos, amenazas a medios de comunicación, persecuciones, desconfianza y escandalosa división de la oposición, que minaron la participación ciudadana, provocando un alto grado de abstención. Sin embargo, reconocemos que, a pesar de las adversidades, el pueblo venezolano ratificó noblemente su vocación democrática, asumiendo la vía electoral y la institución del voto como instrumento y expresión pacífica para exigir soluciones a los ingentes problemas que cada día ponen en peligro su vida y su dignidad.

10. El caso de las elecciones de Barinas fue una muestra del resquebrajamiento institucional de los poderes democráticos y de la presencia de la hegemonía del poder ejecutivo ante los otros poderes del Estado. Anular unas elecciones que ya tenían ganador, volver a pedir que se repitieran, inhabilitar a candidatos, el colocar a dedo a un candidato oficialista sin tomar en cuenta las bases del partido, utilizar los recursos del Estado a la vista de todo el pueblo para hacer campaña en favor de ese candidato, son algunas de las anomalías sucedidas; pero el pueblo de Barinas mostró su nobleza y su deseo de cambio en favor de la libertad y del desarrollo humano integral de esa importante región. Los resultados del día domingo 9 de enero son una demostración de cuán necesario es reconocer y aceptar que estamos frente a un cambio en Venezuela, que pasa por la necesidad del encuentro y del entendimiento, para construir un país libre de la opresión y del deterioro al que ha sido sometido.

11. Indudablemente, a pesar de los signos negativos presentes en el país, podemos constatar que hay signos de luz y de esperanza en medio de nuestro pueblo. Es alentador observar cómo se han conformado redes de ayuda médica y de solidaridad con los enfermos y los más necesitados. La Iglesia, a través de Cáritas y otros organismos eclesiales, ha dado respuestas oportunas a las diversas necesidades de la población. Se ha despertado la solidaridad y la cercanía a los más pobres, se ha caminado con ellos ratificando la opción preferencial por los excluidos. Invitamos a todos, principalmente a las nuevas autoridades regionales y municipales electas, a atender las ingentes necesidades de las comunidades, para eso fueron elegidos, que su política no sea el sostén de una ideología, sino de la vida de los más pobres, es decir, la construcción del bien común.

12. Como Iglesia, estamos viviendo la experiencia de caminar juntos. Uno de los elementos fundamentales en este proceso es promover la escucha; “una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia que “escuchar es más que oír”. Es una Iglesia recíproca en la cual cada uno tiene algo que aprender”. Es una Iglesia que se centra en la misión, en el compromiso desde la fe para humanizar la vida del pueblo y hacer más visible la presencia de Dios en la historia; de ahí que como Iglesia seguimos el compromiso de acompañar al pueblo en el resguardo de su dignidad y en la construcción del bien común, participando en procesos de reflexión sobre la nueva sociedad que queremos construir o refundar con la participación de todos, principalmente del laicado organizado, diseñando procesos de formación desde la dimensión social de la evangelización, la Doctrina Social de la Iglesia y el magisterio social latinoamericano y venezolano integrado en planes de acción pastoral que serán impulsados en la próxima II Asamblea Nacional de Pastoral que recogerá las experiencias de la I Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe, y la preparación del Sínodo de la Sinodalidad. Caminar juntos como pueblo de Dios, motivados por la misión que se nos ha encomendado de hacer cada día más vivencial el Evangelio de Jesucristo, es un testimonio enriquecedor de la presencia del Espíritu Santo en nuestra historia.

13. En vista de las tareas futuras que brotan de los retos actuales, queremos motivar a todos los sectores del país a asumir su compromiso histórico con Venezuela, para seguir trabajando por la comunión, la paz y el bienestar material y espiritual de nuestro pueblo. Ya hemos experimentado suficientes divisiones y enemistades desde los ámbitos políticos y sociales, por lo que la sociedad civil, desde sus comunidades e instituciones, debe asumir el reto protagónico del momento con procesos de movilización, discernimiento y acciones creativas en la búsqueda del bien común construido desde los valores cristianos y humanos. Que nadie se sienta excluido de este llamado por el bien de la familia y el pueblo.

14. Como episcopado, en uno de nuestros comunicados, propusimos la necesidad de refundar la nación. La fundamentación de esta propuesta la asumimos desde el principio cristiano de la “encarnación”. Así como el Hijo de Dios se hizo hombre y asumió toda la dinámica humana para lograr una “nueva creación”, cuyo efecto primero fue la transformación del ser humano al hacerlo hijo de Dios, hombre nuevo, marcado por la pascua liberadora, así también lo humano, como condición de lo social, debe ser refundado desde los valores y principios que permiten la construcción del bien común, recuperando los valores de la verdad, la justicia, la solidaridad, la responsabilidad, la honestidad, la cultura del trabajo productivo.

15. La refundación de la nación también implica: la inclusión de los pobres y necesitados como sujetos de su desarrollo; recuperar la convivencia fraterna a través de la promoción permanente y efectiva del diálogo; realizar negociaciones claras y justas en favor del pueblo; promover la familia y la educación; renovar los partidos políticos y los liderazgos que no han permitido un discernimiento político centrado en las exigencias actuales; todo esto haciendo uso de los mecanismos previstos en la Constitución Nacional y las leyes para resolver los problemas que humillan y cierran posibilidades de vivir con calidad y en Estado de derecho. Es el momento de caminar todos juntos en la construcción de un país donde haya oportunidades para todos, de tal forma que quienes se han ido puedan tener la oportunidad de regresar y volver a la unidad familiar y como nación.

16. Elevamos nuestra mirada a Dios, nuestro Padre que en Jesucristo, su Hijo hecho hombre, nos invita a interpretar la dureza del tiempo presente desde la fe y la esperanza en Él, Señor de la historia. Que Nuestra Señora de Coromoto, patrona de Venezuela, y el Beato José Gregorio Hernández, nos ayuden en la tarea de reeducar e inculcar los valores que nos identifican como nación, para que caminando juntos reconstruyamos el tejido social, que nos lleve a ser una Iglesia que promueva la cultura del encuentro, del amor, la justicia, la paz, la libertad.

Los arzobispos y obispos de Venezuela

CXVII ASAMBLEA ORDINARIA PLENARIA

Caracas, 13 de enero de 2022

 10 min


Andrés Cañizález

Esta es una mirada personal de lo que estaría por venir en este 2022 en Venezuela. ¿Cambios políticos? No hay señales. ¿Avance económico? Lo más probable es que se trate de una pequeña apertura. Lo que sí es seguro es que habrá que gestionar acciones sociales para una mayoría que escapa o sufre por la necesidad y el hambre.

Recién inicia 2022. Como he hecho en otras ocasiones, en este espacio que me brinda El Estímulo, hago un ejercicio de lo que son mis pronósticos, mi mirada personal sobre el nuevo año, siendo –como soy- un venezolano viviendo en Venezuela.

Comienzo este ejercicio prospectivo, sin asumir que tenemos una bola de cristal para pensar el futuro común, desde lo que puede resultar lo más decepcionante.

El estatus quo político no va a cambiar

No hay ninguna señal, ninguna, de que el régimen de Nicolás Maduro esté debilitado, boqueando como se dice popularmente. El gobernante venezolano, ilegitimo, pero teniendo el poder fáctico, se encamina a permanecer otro año en el poder.

Las elecciones regionales, en las que Maduro logró colocar figuras de su confianza para gobernaciones y alcaldías, y que tuvieron observación internacional y no fueron descalificadas del todo, terminaron por representar un triunfo político del madurismo.

La campaña electoral, por otro lado, dejó en evidencia que Maduro simbólica y paulatinamente se ha deslastrado de la figura de Hugo Chávez, y al mismo tiempo ha logrado reducir el poder de Diosdado Cabello.

A lo externo, en 2021 el chavismo logró profundizar la fragmentación opositora. No se ven señales de que en 2022 haya incentivos para que el propio estatus quo opositor sufra un remezón significativo. Creo que, por largos meses, el país permanecerá observando a un Juan Guaidó y acólitos con respaldo de Estados Unidos, eso se traducirá en el manejo de activos y poder financiero, pero a lo interno la figura del joven exdiputado seguirá debilitándose, a menos que se aplique un cambio radical de estrategia.

Otras figuras opositoras, como Henrique Capriles o María Corina Machado, no se ven con capacidad para conectarse con una mayoría del país, más allá de los seguidores que ya tienen, pero que no terminan de ser mayoritarios.

Obviamente la esencia de la política es lo impredecible, y podrían ocurrir en 2022 situaciones totalmente inesperadas, pero comenzando el año no se ve con claridad un escenario de cambio. Al contrario, podría ser un año en el cual el poder establecido goce de un período de tranquilidad.

El protagonismo social será clave

El desmontaje paulatino de las políticas sociales del Estado, por parte de un chavismo que está enfocado no en hacer un buen gobierno, sino en permanecer en el poder, se traducirá en mayores niveles de desprotección social para la mayoría de la población venezolana.

No se avizora en Venezuela una reducción de la pobreza o la desigualdad. Para que ello ocurriera, necesariamente, requeriríamos de un gobierno usando los recursos del Estado para alcanzar tales fines. No es el caso del chavismo. La agenda depredadora que observamos, entre quienes ocupan el poder, no tiene incentivos para hacer algo distinto en 2022. El madurismo buscará, en primer término, seguir lucrándose y enriqueciéndose con la crisis.

El éxodo de venezolanos proseguirá en los próximos meses. No hay razones para pensar que pueda ser diferente. En 2022, Venezuela superará a Siria como la peor crisis migratoria global, tal como señalamos en un artículo anterior en El Estímulo.

Ante tal escenario, desde mi punto de vista, en este año será clave el protagonismo civil, social, para aliviar el padecimiento de millones de venezolanos. Activistas y organizaciones de la sociedad civil protagonizarán iniciativas buenas para canalizar una ayuda humanitaria creciente, por parte de la comunidad internacional, así como acciones propias pensadas para aliviar el sufrimiento que padece una mayoría amplia.

La economía mejorará, pero la recuperación será larga

Varios economistas, que son dignos de mi respeto, han coincidido en señalar que el proceso de caída libre que ha traído la economía de Venezuela en los últimos años se detendrá en 2022. Ni de lejos eso puede interpretarse como que el país se arregló. Eso, en este momento, es una quimera.

Tras varios años de caída libre, en materia económica, que tengamos en 2022 un mínimo crecimiento es sin duda una buena señal. El tamaño de la economía venezolana, la que teníamos en 2012, no se recuperará posiblemente en varios años, al menos que se tomaran las medidas correctas. Pero ya saber que se detuvo la caída, a mi modo de ver, es una buena noticia, especialmente para quienes vivimos en el país.

En el camino de la recuperación económica, que igualmente luce como un sendero incierto, influirá decididamente la política, a fin de cuentas, las decisiones que tome el régimen de Maduro.

En este año el chavismo se transformará por completo en capitalismo. Esta, que no es otra cosa que una predicción, me la lanzó en los primeros días de 2022 un chófer a quien conozco por largos años, dado que con frecuencia me presta servicios para traslados especialmente cuando viajo dentro de Venezuela por vía terrestre.

Está por verse si habrá en este año una apertura completa en materia económica, en la línea de lo que viene sucediendo especialmente en los meses de 2021.

Lo cierto del caso es que muchos productores, industriales, comerciantes venezolanos están cada vez más decididos a seguir adelante con sus actividades, pese a las adversidades y sin esperar que el gobierno haga o decida. Y eso, estoy seguro, rendirá frutos en 2022.

9 de enero 2022

El Estímulo

https://elestimulo.com/que-esperar-de-2022-en-venezuela/

 4 min


Fernando Mires

1. Raro pero interesante: las elecciones regionales venezolanas del 21-N no suscitaron interés en la prensa internacional. Cuando más una noticia en letra chica señalando que los contingentes del “socialista” Maduro habían derrotado a los “conservadores” (así entienden la política latinoamericana los diarios europeos). En cambio, las elecciones del 9-D en Barinas fueron cubiertas de un modo casi tan extenso como el avance de Rusia a Kazajistán. “Notable”, diría el historiador Elías Pino Iturrieta.

¿Cómo explicar tamaña discordancia? Quizás por la misma razón por la que los venezolanos concentraron en esas elecciones una enorme atención. La explicación es obvia: en un país donde se concede tanta importancia a los símbolos, la contienda electoral de Barinas debía ser muy simbólica. Para ambas partes. Barinas es la tierra de Chávez (y de la familia Chávez).

El triunfo sorpresivo de Freddy Superlano (VP) sobre Argenis Chávez, fue considerado por el PSUV como una afrenta a la memoria del líder totémico, y como tal debía ser vengada. De acuerdo a la religión chavista, la “tierra santa” había sido ocupada por los infieles. Y bien, como es sabido, la lucha por la apropiación de símbolos la ganó la oposición y su candidato Sergio Garrido (AD) con un aplastante 55 por ciento en contra del 41 por ciento obtenido por Jorge Arreaza, candidato del PSUV.

Aparentemente una victoria espectacular pero simbólica. Y así y todo, muy importante si consideramos que la lucha política tiene una dimensión simbólica. Más todavía si pensamos que la lucha por la apropiación de símbolos, dicho en estilo gramsciano, no está separada de la lucha por la hegemonía. A esa deducción podríamos agregar que los resultados abren nuevas condiciones, pero no para el gobierno sino para la oposición. La más clara, la más objetiva, la más real, fue que las elecciones no solo significaron una derrota simbólica del madurismo, sino una derrota de la línea abstencionista representada por Guaidó y su guía espiritual Leopoldo López: El fin del mantra que relegaba a las elecciones a un tercer lugar después de una fantasiosa caída de Maduro y de un imaginario gobierno de transición.

Los tiempos de Guaidó ya no pertenecen al presente. Atrás quedaron las ayudas sanitarias insurreccionales (Cucutazo), los desembarcos playeros (Macuto), los intentos de golpe de estado (30A, 2019), los drones artesanales, la promesa de una invasión extranjera nacida de la frivolidad de Trump y de sus diletantes expertos, y de cuanta locura pasó por VP, PJ y AD.

Cuando fueron dados a conocer los resultados, los mitos abstencionistas “votar no es elegir”, “no las llames elecciones”, “no con este CNE”, “quien cuenta votos gana” y tantos más, se vinieron al suelo. Barinas demostró de nuevo lo que las elecciones parlamentarias del 2015 ya habían demostrado: cuando hay claridad de objetivos, unidad política y participación masiva, no hay fraude posible.

En secuencia historiográfica, no fue Barinas la que liquidó el proyecto insurreccional de López y sus secuaces. Este ya había colapsado. Como escribió el economista Francisco R. Rodríguez: “La legitimidad de la presidencia de Guaidó es endeble, tanto legal como políticamente. Nunca ganó una elección nacional, su mandato como legislador expiró hace más de un año y sus cifras de aceptación en las encuestas son tan bajas como las de Maduro. Su interpretación de la Constitución es muy controversial, especialmente después de que expiró el mandato de cinco años de la Asamblea Nacional, el 5 de enero de 2021. La administración de fondos públicos bajo su responsabilidad ha sido objeto de intensas críticas, incluso por parte de los principales miembros de su coalición, por su falta de transparencia y los escándalos de corrupción en el manejo de compañías estatales en países que lo reconocen como presidente”.

El gobierno interino de Guaidó ya estaba en pleno descrédito antes de Barinas. Barinas solo lo evidenció. Gracias a esas elecciones, la oposición está ahora en condiciones de regresar a la línea que nunca debió haber abandonado: la democrática, constitucional, pacífica y electoral. Esa línea será, sin duda, un punto de partida: Un nuevo comienzo.

2. El camino que sigue es difícil de transitar, más si tenemos en cuenta que la de Barinas será la última elección antes de las presidenciales del 2024. Sin otras elecciones a la vista, las tendencias regresivas pueden retornar en cualquier momento. La oposición democrática ha obtenido una batalla en contra de Maduro y del abstencionismo de López/Guaidó. Pero todavía está lejos de ganar la guerra. La línea electoral es solo parte de una política que la trasciende y no una política en sí. De modo que si no hay elecciones ad portas, los otros tres puntos cardinales de la brújula opositora seguirán vigentes: el democrático, el constitucional y el pacífico.

El punto democrático supone representar al pueblo en las instituciones. Tarea difícil pues las principales están en manos del gobierno y por lo menos dos de ellas fueron regaladas por la oposición a Maduro. La presidencia le fue regalada por el abstencionismo del 2018, capitulación determinada por la incapacidad de la oposición para designar un candidato único. El parlamento (la AN) le fue regalado por el interinato. Difícil encontrar en el mundo una oposición tan generosa con el adversario como ha sido la venezolana.

Para decirlo con palabras más claras: Maduro no ha usurpado ningún poder. Todos los poderes que maneja los recibió de una oposición usurpada por el extremismo opositor. De la aceptación de esa verdad objetiva, deberá partir la oposición. Maduro, desde ese punto de vista, no es un usurpador. Su acceso al poder frente a una oposición que se negó a votar, fue legítimo y legal.

La lógica más elemental indica que toda oposición debe votar por un gobierno con el objetivo de derrotarlo. Pero para derrotar al enemigo hay que reconocer su existencia. Ahora bien, reconocer a Maduro para derrotarlo pasa necesariamente por el desconocimiento del interinato como gobierno paralelo. Eso significa: para derrotar electoralmente a Maduro, la oposición debe deslindase del gobierno interino (que no es gobierno ni interino). Esa, a su vez, es la razón principal por la cual el interinato se ha opuesto hasta ahora a la vía electoral pues de acuerdo a los tres pincipios de López/Guaidó, nació como organismo destinado a dirigir una insurrección popular en contra de, según ese discurso, una dictadura.

Al votar masivamente en Barinas, la oposición rompió aparentemente con el lema “en dictadura no se vota”. Pero solo aparentemente, porque el lema en parte es cierto. En dictadura, generalmente, no se vota. Pero no se vota porque la gente no debe o no quiere votar, sino porque toda dictadura, por definición, suprime al voto. ¿Quiere decir entonces que la de Maduro no es una dictadura? Efectivamente; desde el punto de vista constitucional no lo es. Este tema merece un comentario adicional.

El gobierno de Maduro no ha tenido, nadie lo puede negar, un comportamiento democrático. Hay cárceles, hay torturas, hay permanentes violaciones a los derechos humanos, todo denunciado en los informes que desde la ONU ha emitido Michelle Bachelet. Pero –y este es un punto teórico- no todo gobierno anti- o no-democrático es una dictadura. Por eso la mayoría de los analistas internacionales prefieren definir al de Maduro como gobierno autocrático, o simplemente autoritario. Quizás esas mismas razones explican por qué Teodoro Petkoff se negó siempre a calificar al gobierno de Chávez como a una dictadura.

Como hemos anotado en otros artículos, el de Maduro es equivalente a otras autocracias similares. Las más parecidas son las que rigen en países que bordean a la Rusia de Putin. Se trata de gobiernos que contienen en sí elementos dictatoriales, pero también otros que sin ser democráticos, son al menos republicanos. Dependiendo de las circunstancias, si una oposición busca una confrontación violenta, esos gobiernos muestran sus dientes dictatoriales. Pero cuando la oposición actúa políticamente, no tiene más alternativa, en muchas ocasiones, que actuar también políticamente. Ahora bien, la tarea de una oposición política y no militar, obvio, es llevar a los gobiernos anti o no democráticos, al enfrentamiento político (al cual pertenecen las elecciones) y no al militar. Solo a un ser tan antipolítico como Leopoldo López se le puede ocurrir una insurrección militar sin militares y enviar a las masas al sacrificio como intentó hacerlo en “la salida” y después con su golpecillo del 30 A. De todo ese lastre, la oposición democrática, si quiere reconstruir una vía política, deberá deslindarse. En parte comenzó a hacerlo en Barinas. Pero solo en parte.

3. Sabiendo que en un clima no- confrontacional no tiene nada que hacer, la camarilla que representa Guaidó ha optado por aceptar el triunfo electoral de Barinas, como si fuera la cosa más natural del mundo, como si siempre hubiera participado en elecciones, como si nunca hubiera llamado a la abstención ¿Un cambio de estrategia? La reciente experiencia histórica no lo indica así.

Cuando los extremistas reconocen triunfos electorales lo hacen solo para ponerlos al servicio de su extremismo. Así fue como el gran triunfo en las parlamentarias del 2015 les sirvió para usar a la AN como trampolín para el salto insurreccional. Basta recordar que el revocatorio del 2016 surgió como alternativa a un extremismo que apostaba por el “Maduro vete ya” de María Corina Machado o por aplicar el artículo 233. Las jornadas callejeras del 2017, surgidas originariamente en defensa de la AN fueron canalizadas por el extremismo para avanzar hasta Miraflores, oponiendo a los militares de Maduro, estudiantes con escudos de cartón.

Nunca, desde el año 2002 hasta ahora, el extremismo ha cejado en su empeño atajista. No hay ningún motivo entonces para suponer que esta vez no intentará usar el triunfo de Barinas como plataforma para buscar otro atajo anticonstitucional, antidemocrático y anti electoral. Entre esas aventuras ya comienza a asomar otro revocatorio. Su objetivo está claro: El revocatorio es un medio inventado por el extremismo para que la oposición no se reconstituya y siga adherida a la estructura de la política comandada por López/Guaidó y así esta no sea cuestionada.

El revocatorio es el otro nombre del abstencionismo. De ahí que una de las tareas inmediatas de la oposición democrática deberá ser la de bloquear al revocatorio antes de que se convierta en realidad. Importante sería en ese sentido que Sergio Garrido y otros políticos democráticos levantaran su voz en contra de las regresiones antipolícas que se avecinan.

La oposición democrática no está en condiciones de intentar ningún acto de derrocamiento. Pero –Barinas lo demostró- sí está en condiciones de derrotar a Maduro. Pero derrotar, hay que decirlo muchas veces, no es derrocar. Derrotar es vencer al enemigo con las armas de la política y no con la política de las armas. O como formulé en otro texto, derrocar es un acto de fuerza, derrotar es un proceso político. Un proceso que lleva no a la eliminación del adversario -para eso sería necesario una dictadura- sino, como dice Ricardo Sucre, a construir un camino que lleva a la alternancia en el poder.

El periodo no electoral puede ser utilizado por la oposición para buscar la comunicación con la ciudadanía, perdida después de tantas aventuras sin ton ni son. Conectar a la política con el pueblo es tarea fundamental. Abandonar la idea de que hay que seguir a algún líder iluminado, es decisivo. Apoyar proyectos de reconstitución social, como iniciativas civiles, derecho-humanistas, ecológicas, de género, de etnias, poblacionales, y tantas más, es impostergable. La política se hace sobre el suelo de la tierra y no sobre la base de ilusiones y fantasías.

4. No por último, la oposición democrática deberá rechazar las sanciones económicas impuestas bajo la presión del interinato a Venezuela. Los hechos han demostrado que intentar obtener réditos gracias al hambre de un pueblo, es definitivamente criminal. Para citar nuevamente a Francisco R. Rodriguez: “Poner de rodillas a una economía, arrebatándole su capacidad de comprar bienes para promover un cambio político es cruel, inhumano y contrario al derecho internacional. Es el equivalente moderno de un estado de sitio: el intento de someter a las ciudades de hambre, lo que hoy se considera un crimen de guerra. Los ataques deliberados contra la población civil no deberían tener cabida en la política exterior de una nación civilizada. La Unión Europea y Canadá, entre otros, se han limitado explícitamente a la adopción de sanciones individuales a los funcionarios del régimen, y los líderes europeos declaran explícitamente que nunca considerarán sanciones que perjudiquen a todos los venezolanos. Es vergonzoso que Estados Unidos sea un caso atípico en este tema”.

En un clima menos confrontacional, evitando incluso las provocaciones del gobierno, la oposición puede además colaborar en la reconstrucción de las organizaciones de los trabajadores, hoy prácticamente desaparecidas. Para que eso ocurra, y conectando con el mandato que legara el plebiscito del 2007 (la primera derrota propinada a Chávez y al chavismo) la oposición democrática estará obligada a convertirse en guardiana de la constitución. La oposición ha de ser constitucional o no ser.

En palabras finales, se trata de volver al trabajo árido y gris de la política diaria sin perder de vista las perspectivas históricas. Para que eso sea posible es necesario un mínimo de normalización o, para decirlo mejor, la existencia de algo parecido a una “sociedad”. Ello supone, guste o no, aceptar cierta coexistencia con el gobierno de Maduro. Todo lo tensa que se quiera, pero inevitable en tanto gobierno y oposición comparten un mismo territorio de lucha.

Por eso hay que reiterar: para enfrentar y derrotar electoral y constitucionalmente a Maduro, la oposición democrática deberá liberarse del insoportable peso del interinato. No hay otra alternativa. La continuidad política nunca, en ninguna parte, se ha dado sin rupturas.

12 de enero. 2022

Polis

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Laureano Márquez

Entre el 15 y el 18 de febrero se celebrará en Venezuela la primera asamblea de exorcistas. Aunque el tema del demonio y el exorcismo se presta a las bromas y esta –supuestamente– es una página de humor, el exorcismo es un tema bastante serio y como tal lo asumimos. El diablo existe y sus acciones tienen consecuencias terribles. Si lo sabremos nosotros los venezolanos. Por eso, el hecho de que se celebre en nuestro país esta primera asamblea es sin duda, para quien esto escribe, una buena noticia.

Los primeros exorcismos fueron realizados por el propio Jesús durante el tiempo en que anduvo entre nosotros. Los evangelios así lo relatan. Luego, dentro de la Iglesia, el exorcismo se fue convirtiendo en una actividad cada vez más especializada, que solo puede ser realizada por las personas debidamente autorizadas para ello y que cuentan con la debida preparación.

Todos los de mi generación asociamos inevitablemente el tema con la película El Exorcista, en la que Linda Blair –cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia– es poseída por el diablo y se requiere de la presencia de sacerdotes especialmente preparados para la actividad de expulsar demonios.

Una de las primeras cosas que según los manuales debe hacer un buen exorcista es distinguir cualquier patología o trastorno psicológico de una posesión satánica. El proceso mismo adolece de algunos rasgos que claramente lo distinguen de otros tipos de males, por ejemplo:

  • El hablar o comprender lenguas desconocidas que la persona no ha podido aprender por cuenta propia.
  • Demostrar más fuerza física de lo normal para las características físicas de la persona poseída.
  • Proferir blasfemias y maledicencias. Es decir, tener aversión por lo sagrado.
  • Descubrir cosas que están ocultas o a mucha distancia.
  • En la posesión demoníaca, el Diablo se instala en el cuerpo de su víctima, haciéndole daño.

El exorcismo tiene dos formas, por así decirlo: el exorcismo simple y el complejo. Un ejemplo del primer caso es cuando durante el rito del bautismo, padres y padrinos –en nuestro nombre– renuncian a Satanás, a sus obras y tentaciones. Como recordaba el papa Francisco, los primeros cristianos, que se bautizaban ya grandes, lo hacían orientados hacia el este, por donde nace el sol porque «no creen en la oscuridad, sino en la claridad del día; no sucumben a la noche, sino que esperan en la aurora; no están derrotados por la muerte, sino anhelan a resurgir; no se arrodillan al mal, porque confían siempre en las infinitas posibilidades del bien».

No cabe duda de que el mal existe y tampoco de que se ha instalado en nuestra tierra de diversas maneras. Debemos luchar en su contra, dentro y fuera de nosotros. Como diría el Santo Padre: no sucumbir a la noche, sino prepararse para el amanecer que algún día tendrá que venir. Por tal razón, saludamos esta asamblea de exorcistas, con la grata noticia, además, de que se celebre en Guanare, lugar de aparición de la patrona de Venezuela, la Virgen de Coromoto.

Así que comenzamos este año diciendo: vade retro Satana +.

Twitter @laureanomar

Laureano Márquez P. es humorista y politólogo, egresado de la UCV.

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Diversas Individualidades Chilenas

En general la memoria es muy frágil y tiende a confundirse, más aún cuando pasa el tiempo. La historia se construye a través de los relatos que por naturaleza contienen diferencias y que pueden ir instalando una realidad respecto del pasado que es muy lejana a lo que realmente sucedió, por eso, parece necesario recordar el hecho, podríamos decir fundacional, de la estrategia que permitió la gesta del NO del 5 de octubre de 1988.

La lucha contra la dictadura ya llevaba varios años y se había dado en distintos ámbitos y por muchos actores. En ese contexto, para buscar su derrota, existían dos tesis centrales. Una proponía derrocar al régimen de facto por medio de la vía armada. La otra que representaba a la inmensa mayoría de la oposición política y social, se definía por ser pacífica y no violenta, y que, en su ejercicio, incluía la defensa activa de los Derechos Humanos, la construcción de acuerdos políticos convergentes entre las fuerzas democráticas de izquierda, centro y derecha, la movilización social generalizada y la acción internacional.

Luego de las fuertes movilizaciones sociales, comenzó a percibirse que todo lo realizado no bastaba para derrotar al régimen, dado que su poder estaba basado fundamentalmente en la fuerza.

En esta realidad se constataba una especie de impasse, que requería de análisis y definiciones consiguientes, ya fuera continuar con la estrategia de movilización social o agregar a esta una vía de acción de carácter más político y electoral.

Así surge la denominada “Tesis Aylwin”, que valorando todo lo realizado por la oposición política y social democrática hasta el momento, comienza a diseñar la posibilidad de instrumentalizar la Constitución, calificada como ilegítima, por la vía de participar en el Plebiscito, para precisamente de esta forma derrotar en las urnas a Pinochet. Es así como Patricio Aylwin va recogiendo el aporte de diversos actores en esta línea de salida política institucional, con lo que va construyendo teóricamente su manifiesto.

El lanzamiento de esta tesis se desarrolló en 1984 y si bien era muy criticada por algunos sectores de la oposición de entonces, fue finalmente la que logró llevar al país a una transición pacífica a la democracia, sin violencia y sin polarización.

El 27 y 28 de julio de aquel año, en los salones del Hotel Tupahue, el Instituto Chileno de Estudios Humanísticos (ICHEH) organizó un seminario denominado “Una salida JurídicoPolítico Constitucional para Chile”, destinado a debatir la fórmula para salir de la dictadura. En él expusieron connotados juristas como Carlos Briones por el Partido Socialista, Patricio Aylwin, Francisco Cumplido y Alejandro Silva Bascuñán por la Democracia Cristiana, Manuel Sanhueza y Enrique Silva Cimma por los radicales, Pedro Correa por la derecha republicana y Sergio Diez y Francisco Bulnes, partidarios del régimen.

El Seminario tuvo tres paneles de discusión; el primero fue entre A. Silva Bascuñán, Carlos Briones y P. Correa y versó sobre las bases de un régimen jurídico-político constitucional para las siguientes décadas. El segundo momento de discusión contó con el aporte de F. Cumplido, S. Diez y M. Sanhueza, quienes analizaron las Constituciones de 1925 y 1980. El tema de fondo del seminario fue reservado para la tarde del sábado 28 de julio, donde E. Silva Cimma, F. Bulnes y P. Aylwin debatieron sobre “Una salida jurídico política institucional para Chile”, título además del seminario. De hecho, el término “salida” en ese momento era bastante pretensioso, pero los organizadores del evento, conscientes de aquello, pusieron exprofeso dicho título al seminario. Es este el momento donde se comienza a diseñar la transición a la democracia en Chile. Aquí Patricio Aylwin desarrolla la que será su tesis para avanzar a la democracia y que finalmente sería el camino que tomaría la oposición democrática de entonces.

Aylwin sostuvo que, Chile era un país con el “alma trizada”, que se dirigía a convertirse en una “Torre de Babel”, sin entendimiento entre unos y otros, donde había sólo dos caminos; la violencia o una salida pacífica y esta última, considerando especialmente la cercanía a 1988, era solamente posible por la vía jurídico-política y electoral. En este sentido Patricio Aylwin señaló que: “Salida jurídico-política será, la que logre superar las divisiones sobre la base de descubrir y reforzar lo que nos une y sacrificar lo que nos separa. Se trata de ser capaces, con realismo, audacia, imaginación y coraje, mediante entendimientos políticos y fórmulas jurídicas, de provocar lo que Ortega y Gasset llama ‘la unidad de los contrarios’. El ex senador continuaba, con lo que se denominaría finalmente como “La Tesis Aylwin”, que en definitiva era lo siguiente: “Puestos a la tarea de buscar una solución, lo primero es dejar de lado la famosa disputa sobre la legitimidad de régimen y su Constitución. Personalmente yo soy de los que considera ilegitima la Constitución de 1980. Pero, así como exijo que se respete mi opinión, respeto a los que opinan de otro modo… ¿Cómo superar este impasse sin que nadie sufra humillación? Sólo hay una manera: el eludir deliberadamente el tema de la legitimidad”.

Era una respuesta a la desafiante y compleja realidad. Momentos que la historia evidencia el rol de los liderazgos capaces de convencer y conducir, aún con la formulación de polémicos planteamientos que son capaces de encauzar procesos y abrir puertas de participación y paz.

Patricio Aylwin, viendo las complejidades del momento y el contexto político y social en que se encontraba el país, señalaba que, “Un camino como el que sugiero no significa, en modo alguno, que la disidencia entre en el sistema. Significa, simplemente, que quienes creen en la legitimidad de la actual Constitución y quienes la consideramos ilegítima, sin renunciar a nuestros respectivos planteamientos, hagamos el esfuerzo de buscar coincidencias para llevar al país a la normalidad democrática”. Era un llamado directo a la civilidad.

Para él, el objetivo no significaba sacrificar la forma, que en el contexto de la polarización que vivía el país era muy importante, por lo que Aylwin creía que, “Si personas representativas de todos los sectores que realmente queremos el pronto retorno de Chile a la Democracia nos abocáramos seriamente a esta tarea, tengo confianza en que no sería un ejercicio inútil. Podría, por esta vía, llegarse a acuerdos sobre las modificaciones que es necesario introducir al régimen constitucional chileno para llegar a la Democracia” (Aylwin 1985: 145-154).

El acuerdo democrático que impulsaba Aylwin pretendía llevar adelante un cambio de la Constitución, camino que se había propuesto por el Grupo de los 24 y que, si bien era complejo, nos debería llevar a elecciones libres con el concurso del oficialismo y la oposición.

La Tesis Aylwin fue muy discutida, incluso en su propio partido, pero el siguió trabajando en su perfeccionamiento, lo que desembocaría después en la inscripción de los partidos democráticos y en la organización de la oposición, en lo que fue la Concertación de Partidos por el No, fundada el 2 de febrero de 1988, que definitivamente asume la tesis que significo:

  1. Movilización Político-Electoral para lograr inscribir más de 6.000.000 de chilenos en los registros electorales.
  2. Organizar la concurrencia y triunfo en el Plebiscito.
  3. Elaborar un programa de gobierno.
  4. Definir un candidato que liderara a la oposición.
  5. Constituir una coalición política democrática y mayoritaria, capaz de sustentar un gobierno nacional y popular.
  6. Reformar la Constitución.
  7. Iniciar una política de crecimiento con equidad, para el progreso de Chile y la disminución significativa de la pobreza.

La Tesis Aylwin, fue el inicio de una transición ejemplar que logró convocar y construir la alianza política más exitosa de la historia de Chile y que dio a nuestro país, democracia, libertad, crecimiento con equidad, estabilidad político institucional y un desarrollo humano que ningún país en América Latina posee.

La verdad tiene su hora y el triunfo del 5 de octubre de 1988 se debe fundamentalmente a que muchos y desde distintos ángulos asumieron la tesis de Patricio Aylwin, logrando socializar en la ciudadanía esta idea de democracia para reconstruir el “alma trizada de Chile”.

Válido es, cuando conmemoramos los 30 años del Triunfo del No en el Plebiscito de 1988, expresar nuestro recuerdo, valoración y reconocimiento al liderazgo y claridad de nuestro Ex Presidente Patricio Aylwin Azocar.

Santiago, 30 de septiembre de 2018. Firman este documento.

Soledad Alvear , Andrés Jouanette, Felipe Sandoval, Eduardo Saffirio, Cristóbal Acevedo, Eduardo Fuentes, Pilar Peña, Zarko Luksic, Oscar Pizarro, Gutenberg Martínez, Sebastián Morales, Alejandro Elgueta, Alicel Belmar, Carlos Bastias, Carlos Concha, Daniel Cárdenas, Daniel Romero, Eduardo Casanova, Eduardo Muñoz, Homero Videla, Iván Román, Jaime Garay, Jaime Vicencio, Javiera Torres, Jorge Maldonado, Jorge Muñoz, José Luis Moure, Juan Francisco de la Jara, Juan Francisco Malla, Juan Luis González, Juana Ojeda,Luis Zúñiga, Nicolás Anglas, Oscar Molina, Osvaldo Celedón, Patricio Lobos, Pedro Corral, Ramón Rozas, Ricardo García, Verónica Peñaloza, Zarko Luksic.

Comunidad en Movimiento.

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Humberto García Larralde

La animación de algunas actividades comerciales y la superación del desabastecimiento de muchos bienes --siempre que se tenga dólares--, ha sembrado la ilusión en más de uno de que, al fin, la economía empieza a recuperarse. La mayoría de los analistas coinciden en señalar que el año pasado hubo un ligero crecimiento o que, al menos, se detuvo la caída que venía ocurriendo desde 2013. Como sabemos, no se publican cifras oficiales al respecto. Después de siete años consecutivos de contracción, habríamos tocado, entonces, fondo --muy profundo, por cierto, ya que el PIB de 2021 fue menos de la cuarta parte del de 2013. Correspondería, ahora, la recuperación. En una sociedad acostumbrada en el pasado a que contingencias externas --la subida de los precios internacionales del crudo—la rescatasen de sus penurias, la ilusión de un esperado rebote no debe sorprender. ¿Pero, de qué “recuperación” se trata? Examinemos los motores de crecimiento de nuestra economía en el pasado para ver.

Los años de fuerte crecimiento en la segunda mitad del siglo XX se asocian a altas tasas de inversión, sostenidas por la captación de ahorro externo en la forma de rentas petroleras. Cifras del Banco Central muestran que, entre 1950 y 1978, la formación bruta de capital fijo promedió un 27% del PIB (precios corrientes), superando, en algunos años, el 30%. Son tasas comparables a las de los llamados “tigres asiáticos” en sus buenos años. La eficiencia o calidad de esa inversión puede discutirse, pero se registra un incremento sostenido y robusto de la productividad laboral durante el período. Distintos gobiernos invirtieron en infraestructura física, la provisión de servicios de cobertura nacional, la educación y la salud, que, junto a un mercado doméstico protegido e incentivos fiscales y financieros, estimularon la inversión productiva. Dependía, sin embargo, de la ampliación sostenida del mercado local, proveniente de un ingreso petrolero en alza. Invertir para exportar estaba vedado por la sobrevaloración del bolívar, salvo en pocos rubros con fuertes ventajas comparativas. Cuando los proventos del crudo llegaron a su nivel máximo, no pudieron ser absorbidos productivamente por la limitación del mercado interno --como señaló Asdrúbal Baptista--, disuadiendo nuevas inversiones. El motor del crecimiento (la inversión) se apagó. Las actividades económicas se estancaron y se fue abatiendo la productividad. Al caer los precios del crudo, el pesado fardo de la deuda externa sumergió al país en la llamada “década perdida”. Se había agotado el modelo de desarrollo hacia adentro, tan dependiente de la renta petrolera.

Cuando el siguiente gobierno (el segundo de Carlos Andrés Pérez, 1989-93) quiso revertir esta situación, buscó, de nuevo, activar la inversión productiva, pero ahora bajo condiciones que estimularan su competitividad. Significaba “destetar” al aparato productivo interno de los incentivos que habían ayudado su crecimiento en el pasado, financiados por una renta petrolera en aumento. El imperativo de un programa de estabilización que estimulase el emprendimiento, la innovación y la transformación competitiva de la economía implicaba eliminar las transferencias de renta que ya el Estado no podía sostener. Chocó con los intereses de aquellos que se habían beneficiado, de distintas formas, del anterior rentismo. Resultó en un cambio de cultura política y económica muy difícil de digerir. Lo combatieron frontalmente, logrando la defenestración de Pérez. El segundo gobierno de Rafael Caldera, su sucesor, a pesar de su intención inicial de volver al pasado, terminó aplicando la estrategia de aquél (con ligeras modificaciones, como el anclaje del tipo de cambio) para evitar el colapso. En vísperas del nuevo milenio, parecía estar claro que el país no tenía alternativa para resolver sus necesidades.

Lamentablemente, las ansias de controlar todo de Hugo Chávez, reforzadas posteriormente por sus ínfulas de instrumentar un “socialismo del siglo XXI”, destruyeron las instituciones que amparaban la iniciativa privada, provocando una situación de creciente incertidumbre y de acoso o expropiación de actividades productivas. La vulneración creciente de derechos humanos y la polarización deliberada de la contienda política por parte del caudillo, sumó a ello un clima de conflictividad política que sirvió de excusa para un mayor intervencionismo estatal en la economía. Le sacó las patas del barro a Chávez la segunda gran bonanza petrolera de nuestra historia –la primera fue durante el gobierno de CAP, 1974-78—que posibilitó programas extensivos de reparto, bajo su égida personal. Los precios del crudo frisaron los 100 dólares o más entre 2008 y 2014, salvo en 2009. El motor de la expansión económica (¿crecimiento?) pasó a depender de la ampliación de la demanda que deparó tan significativa renta, no de la inversión. Si bien ésta promedió 20% del PIB durante los años de gobierno de Chávez, su calidad fue más que dudosa. Fue notorio la cantidad de proyectos públicos no culminados –tren centro occidental, el de Guarenas, autopista a Cumaná, segundo puente para Maracaibo—, los sobreprecios y otras corruptelas (Odebrecht), cuyos montos fueron registrados como tal. Aun así, el socialismo petrolero de Chávez logró aumentar el consumo privado por habitante un 37% entre 2005 y 2014, gracias a los altísimos precios del crudo y la cuadruplicación de la deuda pública externa. Sin embargo, la productividad laboral apenas se movió durante estos diez años y los salarios reales cayeron.

Maduro, sin entendederas en materia económica, se refugió en las políticas de su mentor. Pero no puede prosperar el rentismo si cae la renta. El desplome de los precios del crudo en 2015 descubrió una economía arruinada por las políticas de reparto, pero sobre todo por la esquilmación de los dineros públicos y por las extorsiones y confiscaciones al sector privado, impulsadas bajo el intervencionismo “socialista”. Amplió la entrega de empresas, recursos minerales y demás oportunidades de lucro a los militares más corruptos, como a cómplices, de adentro y de afuera, en busca de apoyo, mientras reprimía ferozmente a la población. Al destruir sus bases de tributación, internas y externas (la industria petrolera), puso el pie en el acelerador de la emisión monetaria para financiar sus gastos, provocando una de las hiperinflaciones más severas y duraderas de la historia. El crédito internacional le estaba cerrado por el default que, de hecho, manifestó la república y PdVSA a partir de 2017, logró, así, el milagro de convertir una de las economías más prósperas de América Latina en la más pobre, en escasos años.

Al desaparecer las oportunidades de expoliar al país, más todavía con las sanciones impuestas contra su régimen, hizo saltar el socialismo del siglo XXI del “eterno”. Eliminó controles, permitió la dolarización de las transacciones y empezó a liquidar activos públicos a la sombra de una “Ley Antibloqueo”. Aplicó el peor ajuste posible para reducir la hiperinflación, reduciendo fuertemente el gasto público y achicando aún más la actividad financiera con encajes del 85%. Condenó, así, a los empleados públicos a sueldos de hambre, a la población entera al deterioro aún mayor de los servicios públicos y a las empresas a autofinanciarse. Mientras, invitó al ELN y otras bandas criminales, en complicidad con militares corruptos y Estados cómplices, a saquear las riquezas minerales de Guayana: oro, diamantes, coltan.

Maduro no ha instrumentado reformas para atraer la inversión y fomentar el empleo productivo. Si bien algunas empresas sobrevivientes han aprovechado la liberalización de la economía para importar insumos y otros incursionan tímidamente en la exportación –la mano de obra nacional es la más barata de la región--, lo que los optimistas ven como “recuperación” son los negocios montados para vender productos importados –bodegones—que deben pagarse en dólares. ¿De dónde vienen? Del saqueo de Guayana, de las remesas enviadas por los millones de exiliados a sus familiares, y por una subida coyuntural en los precios del crudo que pudo haber generado, en 2021, unos 10 millardos de dólares en ingresos por exportación. Son los estertores del rentismo: seguir consumiendo sin producir.

¿Y para aquellos –muchísimos—que rara vez ven un dólar? ¿Cuál es la recuperación?

Economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela

humgarl@gmail.com

ElNacional.com

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