Pasar al contenido principal

Opinión

Eddie A. Ramírez S.

En la Primera Guerra Mundial murieron millones de soldados en una confrontación donde, por cada metro que se avanzaba desde cada trinchera, caían abatidos miles de jóvenes combatientes dirigidos por generales incompetentes, con algunas excepciones. En Venezuela, la dictadura de Chávez-Maduro ha asesinado cerca de doscientos ciudadanos por manifestar en contra del régimen, miles de ciudadanos han sido abatidos por el hampa tolerada por el oficialismo, también por organismos de seguridad en supuestos enfrentamientos, y seis millones han tenido que huir a otros países. Mientras tanto, el gobierno y la oposición están enfrascados en una guerra política, cada uno en su trinchera, sin lograr avances significativos. En paralelo, se desarrolla una guerra política entre los dirigentes demócratas quienes, en lugar de cerrar filas en contra de la dictadura, se desgastan entre ellos desde su propia trinchera.

Nadie encuentra la salida. Cada quién predica que tiene la solución. Ciudadanos con buena formación no son capaces de desenredar el famoso nudo, con el agravante de que ninguno tiene la espada, ni la sagacidad de Alejandro Magno para decidir corta rlo.

Insistencia en la abstención: ¿Por qué algunos insisten en que no podemos ganar elecciones? Triunfamos en el referendo de reforma constitucional del 2007, en el 2008 ganamos la Alcaldía Mayor y cinco gobernaciones, en el 2015 ganamos los dos tercios de la Asamblea Nacional, en el 2017 ganamos seis gobernaciones, aunque después nos arrebataron dos y este año ganamos cuatro y nos despojaron de la de Barinas. Además, en todas las elecciones ganamos las alcaldías de Chacao, Baruta y El Hatillo en Caracas y la de Lecherías en Anzoátegui.

¿Es tan difícil darse cuenta que, a pesar de que nunca han sido elecciones de acuerdo a normas internacionales, la trampa se produce básicamente cuando no tenemos testigos y perdemos cuando decidimos no votar masivamente? ¿Es preferible perder por no votar o acudir a las urnas para que la dictadura se vea obligada a dar un zarpazo ejecutado por el genuflexo Tribunal Supremo de Justicia? ¿Se puede sostener la idea peregrina de que cuando hemos ganado es porque el régimen nos ha regalado migajas? Está comprobado que los rojos son totalitarios y no conceden regalos. Un punto a discutir es por qué hemos perdido gobernaciones y alcaldías que han estado en manos de los demócratas.

Dificultades de la unidad: ¿Por qué, después del 2015 no ha sido posible la unidad de los partidos de oposición? Algunos sostienen que es asunto de egos, por lo que unos prefieren ser cabeza de ratón que cola de león. La realidad que reflejan las encuestas es que todos, unos más, otros menos, tienen limitado apoyo popular. Hoy en día la gran mayoría de los venezolanos no se identifica con un partido político. Es decir que individualmente valen poco y unidos tienen peso, porque los independientes apoyan cualquier grupo de unidad que adverse al régimen. Los que más bulla hacen son el G4, por un lado, y María Corina y Ledezma, por el otro. No se ponen de acuerdo por culpa de ambos lados. Si siguen en esa tónica ninguno irá para el baile.

¿Quiénes son los colaboracionistas? Algunos sostienen que la unidad de los demócratas no es posible porque hay colaboracionistas. Como hemos dicho muchas veces, se abusa de este calificativo con malas intenciones. Colaboracionistas son las personas que aceptaron que el régimen les otorgara los símbolos de un partido para confundir y dividir al electorado. Probablemente eso sucedió en Anzoátegui, donde muchos votaron por la tarjeta confiscada a Acción Democrática y por ello el alacrán Brito sacó votos. También son colaboracionistas quienes crearon partidos de maletín para intentar lavarle la cara al régimen. El resto, aunque no nos gusten algunas de sus declaraciones y decisiones, deberían formar parte de la unidad.

La Constituyente: Un grupo de respetables compatriotas promueven desde hace años la realización de una Asamblea Constituyente. Inicialmente el objetivo era para cambiar la Constitución, lo cual hay que hacer. Sin embargo, pareciera que últimamente también es para destituir todos los Poderes del Estado, lo cual es deseable, pero no pareciera conveniente por esa vía tipo chavista. También pecan de ilusos al proponer que la elección de esos diputados sea sin participación del CNE, con el alegato de que el pueblo es el soberano y sus decisiones son vinculantes, lo cual no aplica en dictadura.

El referendo revocatorio presidencial: Tiene que superar muchos escollos por el ilegal reglamento del CNE, y el recuerdo de la lista Tascón. Sin embargo, es una pelea que hay que dar. La otra opción sería enchinchorrarnos esperando la elección del 2024. Sorpresivamente, hay quienes se oponen con el argumento de que es un exabrupto intentar revocar a un usurpador y que ello invalida el estatuto de la transición, tesis sostenida por algunos juristas de reconocido prestigio. Entendamos que estamos ante una situación inédita.

Borges el impredecible: Éramos muchos y pario la abuela. Ahora, Julio Borges y otros, están intentando dar un golpe de Estado al presidente interino Guaidó. Quienes lo promueven no se percatan de sus propias debilidades, ni de lo que representa Guaidó internacionalmente. Conspiran por envidia. En vez de atacar a Guaidó, algunos partidos deberían expulsar a varios de sus miembros señalados de actividades non sanctas.

Ariadna, por favor: Por culpa de esta guerra de trincheras entre la misma oposición, no se visualiza la salida. Habrá que apelar a una Ariadna, para que teja su hilo que nos permita entrar al laberinto, acabar con el Minotauro y encontrar la salida.

Como (había) en botica:

Los magistrados de la Sala Electoral son deshonestos y los rectores rojos del CNE unos alcahuetas. Bravo por Francisco Martínez, rector suplente que renunció al CNE.

Le deseamos pronta recuperación a la valiente María Corina y que el reposo le permita reflexionar sobre el papel que puede jugar para contribuir a poner fin a la guerra política de trincheras.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

 4 min


Zoe Weinberg

Se acerca el metaverso. Solía ser una fantasía de ciencia ficción, en especial en la novela de Neal Stephenson Snow Crash, de un amplio universo virtual que existía en paralelo al mundo físico. Pero los avances tecnológicos han acercado lo suficiente esta transformación de la sociedad humana como para obligarnos a empezar a considerar sus consecuencias.

En el metaverso, un usuario puede diseñar un avatar digital, como si fuera un personaje de videojuego. A través de los ojos de su avatar, podría experimentar una realidad digital tan activa y atractiva como la física. Algunos futuristas creen que en poco tiempo podremos asistir a consultas médicas o a clases allí.

Pero, si bien el metaverso podría revolucionar el trabajo y el esparcimiento, es fundamental permanecer atentos a los peligros que surgirán si llega a subsumir la cotidianidad.

Los entornos virtuales potenciarán las campañas de desinformación, espionaje y vigilancia. Las luchas por el control de la infraestructura física del metaverso bien podrían agravar los conflictos globales. Además, la naturaleza supranacional del metaverso —donde las fronteras del mundo real se vuelven mucho menos relevantes— podría revolucionar la manera en que los individuos perciben e interactúan con los Estados nación.

Si no anticipamos estas posibilidades, corremos el riesgo de que el orden mundial sea remplazado por uno virtual, y quizás menos virtuoso.

En la actualidad, se pueden percibir destellos del metaverso en todas partes. Los conciertos virtuales atraen audiencias récord; los diseñadores de alta gama venden moda virtual; y los videojuegos se han convertido en un medio de vida para personas de todo el mundo. Muchos de los corolarios más cercanos a un metaverso pleno son juegos envolventes como Fortnite, Minecraft y Roblox, donde los jugadores pueden socializar, comprar productos y asistir a eventos en un mundo virtual.

Ya existe evidencia de que los juegos multijugador en línea pueden facilitar la propagación de desinformación y teorías de la conspiración. Los jugadores pueden utilizar las herramientas de comunicación dentro del juego para difundir rumores o “noticias falsas”, que son dirigidas a otros de maneras difíciles de rastrear.

El metaverso podría permitir que regímenes o grupos extremistas con la motivación adecuada den un paso más allá. Las capas envolventes de texto, voz y elementos visuales en los entornos virtuales podrían proporcionar formas nuevas y convincentes de transmitir contenido engañoso o extremista.

En entornos donde las personas pueden ser representadas por avatares pseudónimos, saber a quién puedes confiarle información sensible será aún más difícil. Esto podría allanar el camino para una nueva era del espionaje.

El espionaje digital ya ha sido utilizado por decenas de países para acceder a propiedad intelectual comercial, tecnología militar patentada e información personal y financiera. Un metaverso que contiene casi todos los aspectos de la vida —trabajo, relaciones, activos, identidad— podría ser susceptible a violaciones o manipulación en cualquier parte del mundo.

Es probable que tanto los países como las corporaciones también puedan utilizar el metaverso para actividades de vigilancia más sofisticadas.

Los Estados ya han utilizado la tecnología de reconocimiento facial para monitorear el comportamiento de individuos. Las compañías la han utilizado para el desbloqueo de dispositivos o para generar animaciones en tiempo real. La integración con el metaverso —y los problemas de privacidad que presenta— podría hacerla aún más ubicua. Si se explota, esa tecnología fácilmente podría utilizarse para vigilar a cualquier participante en el mundo.

Incluso es muy probable que la infraestructura física del metaverso presente nuevas vulnerabilidades.

Una constelación de tecnologías, que incluye hardware, redes informáticas y herramientas de pago, respaldará la funcionalidad del metaverso. Los países que mantengan el control sobre esas tecnologías tendrán una ventaja e influencia internacional significativa, como ahora sucede con los países que dominan cuestiones como las rutas de transporte o el suministro de petróleo.

En la práctica, China podría controlar la columna vertebral del metaverso en muchos rincones del mundo, gracias a su iniciativa de la Ruta Digital de la Seda, la cual financia los sistemas de telecomunicaciones de algunos países. Es muy probable que Taiwán, que domina la industria de los semiconductores que respalda las necesidades informáticas, se convierta en un eje aún más importante en el escenario global.

Este tipo de infraestructura física, a su vez, será vulnerable al hackeo y a las interrupciones de la cadena de suministro. Si las personas poseen propiedades, ganan dinero y mantienen comunidades en el metaverso, entonces la escasez de hardware o las interrupciones del servicio podrían poner en peligro algunos medios de sustento o socavar la estabilidad social.

A pesar de estas amenazas, el metaverso también tiene el potencial de mejorar los asuntos globales. La diplomacia internacional podría realizarse con mayor facilidad en embajadas virtuales. Naciones más pequeñas y menos poderosas podrían estar en un campo de juego más nivelado, estar más capacitadas para tener mayor participación en los asuntos mundiales, o quizás, forjar alianzas improbables.

Los entornos virtuales también han demostrado ser prometedores para los activistas que se resisten al autoritarismo digital. En Minecraft, Reporteros sin Fronteras ha estado patrocinando una Biblioteca sin Censura donde los usuarios pueden consultar contenido de escritores disidentes que habían sido censurados en países como Arabia Saudita, Rusia y Vietnam. Es posible que el metaverso traiga nuevas promesas para la libertad y la transparencia a través de las fronteras.

Sin embargo, las consecuencias del metaverso podrían ser aún más radicales.

Si llega a abarcar tanto como algunos predicen, el metaverso podría fomentar comunidades, redes y economías virtuales que trasciendan fronteras e identidades nacionales. Algún día, los individuos podrían identificarse principalmente con organizaciones autónomas descentralizadas ubicadas en el metaverso, con sus propias políticas cuasi exteriores. Una transición de este tipo podría conducir a la reconceptualización de los asuntos geopolíticos desde su base.

Puede que el metaverso haya nacido en la ciencia ficción, pero dependerá de nosotros escribir un futuro basado en una realidad lúcida.

6 de diciembre 2021

NY Times

https://www.nytimes.com/es/2021/12/06/espanol/opinion/metaverso-desinfor...

 4 min


​José E. Rodríguez Rojas

Después de haber prometido controlar la inflación con políticas diferentes a las aconsejadas por el FMI, el gobierno de Alberto Fernández agravó la situación económica y social de Argentina. Debido a ello, en las recientes elecciones legislativas, un poco más del 60% del electorado votó a favor de la oposición, constituida en su mayoría por la coalición de centro derecha liderada por seguidores del ex presidente Macri.

Para los economistas la inflación es un problema monetario y surge de la emisión excesiva de dinero por el Banco Central, a fin de financiar el gasto público y los compromisos de los políticos populistas con su clientela electoral. Posición compartida por organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI). Los populistas, por el contrario, usualmente desprecian los riesgos de la inflación y su impacto en la sociedad, piensan además que se puede corregir apelando a políticas de control, bien sea del tipo de cambio o de los productos.

Mauricio Macri durante su gobierno intentó, con apoyo financiero del FMI, controlar la elevada inflación de Argentina, que rondaba el 50%. Para ello tomo medidas para reducir el gasto público y controlar la emisión de dinero por el Banco Central. Estas políticas elevan la tasa de interés lo cual penaliza el consumo y usualmente generan recesión e incrementan el desempleo, generando un fuerte malestar social.

En las elecciones donde participó Alberto Fernández éste creó la ilusión en el electorado que era posible enfrentar la inflación sin recurrir a las medidas aconsejadas por el FMI. El malestar generado por las medidas implementadas por Macri creó un caldo de cultivo para darle credibilidad a estas promesas. Adicionalmente a ello es necesario tomar en cuenta que Fernández era el abanderado del populismo peronista el cual históricamente tiene dos anclas en la Argentina, por un lado los sindicatos de las grande centrales obreras y por otro las barriadas pobres, en particular de Buenos Aires, donde predominan sectores fuertemente dependientes de las ayudas estatales, que el peronismo tiende a utilizar para manipularlos.

Con el apoyo de los sectores señalados Fernández ganó las elecciones en el año 2019, aunque por un estrecho margen, revelando que la sociedad Argentina estaba fuertemente dividida entre ambos discursos. Fernández asume el poder e implementa una política económica propia de los movimientos populistas. Menosprecia los riesgos de la inflación, abandona la política de Macri y se centra en las políticas de controles y las ayudas a los desamparados. La impresión de dinero alcanzó niveles record, a pesar de ello las ayudas estatales fueron limitadas y no alcanzó al sector informal que representa un tercio de la economía. La decisión de prohibir los despidos agravó la situación de las empresas, en particular de las pequeñas, forzando el cierre de 40.000 Pymes, lo que provocó una contracción del 10% en el año 2020 El confinamiento debido a la pandemia del Covid 19 agravó la situación, el manejo de la pandemia por el régimen de Fernández fue muy criticado. La renegociación de la elevada deuda con el FMI también fue uno de los retos que el régimen no pudo superar lo que acentuó la desconfianza potenciando el valor del dólar no oficial. La inflación repuntó lesionando la capacidad de compra de la población lo que aunado al incremento del desempleo elevó la pobreza hasta afectar a la mitad de la población.

En una sociedad fuertemente dividida el descontento operó como un péndulo en las últimas elecciones, a favor de la oposición. El domingo 14 de noviembre de este año se realizaron las elecciones para renovar parcialmente la cámara de diputados y el senado. En toda la Argentina los resultados favorecieron a la oposición por 9 puntos. Ésta se encuentra integrada, en su mayoría, por la coalición de los seguidores del ex presidente Macri, de centro derecha. Sin embargo en Buenos Aires donde se concentra casi un 40% del padrón electoral el margen fue menor. El populismo peronista perdió el control del senado el cual mantenía desde el inicio de la democracia en 1983. Alberto Fernández en consecuencia está obligado a negociar con la oposición a fin de que las solicitudes de su gobierno sean aprobadas por el senado. Entre éstas figura la renegociación de un préstamo con el FMI lo cual implica negociar la política económica del gobierno en los dos años que restan.

Profesor UCV

 3 min


Julián C.

El 2021 ha sido un año de inflexión para Venezuela en materia económica, al registrar una de las menores caídas en términos de su Producto Interno Bruto (PIB) en los últimos ocho años. Con una contracción de 0,5 %, la economía nacional parece dar los primeros pasos para volver a mostrar una tendencia positiva, lo cual es algo que no se ve en el país desde finales del año 2013 cuando el PIB creció 1 %.

Asdrúbal Oliveros, economista y director de la firma Ecoanalítica, apunta que las estadísticas reflejan que durante 2021 Venezuela entró en un periodo de estancamiento en el que se frenó la caída libre en la que se encontraba inmersa la economía nacional.

“Este año marcó la pauta para que se produzcan cambios el próximo año. Pasamos de ser una economía en caída libre a una estancada que se estabiliza en el foso. En las condiciones en las que está Venezuela en materia económica, política, social y hasta geopolítica es algo para celebrar que ya no estemos cayendo”, afirmó Oliveros durante el foro Perspectivas 2022 ¿Venezuela se arregló?

El experto detalló que al observar de cerca la contracción experimentada este año, existen elementos que pueden considerarse como una señal positiva. Uno de ellos es que si bien el sector público registró una caída de 5,4 %, este se vio compensado por el crecimiento de 3,1 % experimentado por la empresa privada.

Apuntó que según las últimas estadísticas publicadas por el Banco Central de Venezuela (BCV), las cuales no han sido actualizadas, la administración pública representa cerca de 40 % del total de la economía nacional.

Asimismo, explicó que si bien es una buena noticia el crecimiento del sector privado, es necesario tomar en cuenta que ello se produce luego de que este experimentó una contracción de casi 80 % durante los últimos años. Por esta razón afirma que el alza de 3,1% solamente debe ser vista como una mera bocanada de oxígeno para la empresa privada.

“Esto no representa para nada una expansión, Venezuela cuenta con un sector privado sumamente pequeño”, añadió.

Oliveros comentó que el factor clave a considerar no es el porcentaje de crecimiento en sí mismo, sino el hecho de que se está produciendo un cambio en la tendencia que venía experimentando la economía.

Detalló que la mejora en el desempeño de la empresa privada estuvo apalancada principalmente en cinco sectores claves que fueron capaces de adaptarse en mejor medida a la nueva realidad económica del país. Estas fueron:

–Salud

–Servicios profesionales

–Alimentos

–Comercio minorista

–Tecnología

¿Qué cambió en la economía de Venezuela en 2021?

El director de Ecoanalítica sostuvo que producto de las sanciones a la industria petrolera nacional impuestas por el gobierno de Estados Unidos, el régimen venezolano se ha visto obligado a desarrollar nuevas fuentes de ingreso para poder sobrevivir.

En tal sentido, indicó que la exportación de chatarra, oro y la minería de criptomonedas han sido algunos de los mecanismos empleados para generar divisas por vías alternas a la explotación petrolera.

El gobierno se encuentra en una etapa de pragmatismo brutal en la que incursiona en cualquier actividad que le genere flujo de caja porque retener el poder es el objetivo principal”

Otro factor que, a su juicio, es revelador acerca del comportamiento del régimen en 2021 es que este empezó a ejecutar gasto público directamente en divisas y no en bolívares como era costumbre.

Sostuvo que este elemento es fundamental al pensar en la estabilidad de la inflación y de mantener una tasa de cambio controlada. Argumenta que esta política gubernamental restringe el flujo de bolívares a la economía lo que genera una presión a la baja para controlar estos indicadores.

“En la medida en que el gobierno ejecute mayor gasto en dólares más cambiará la visual de la tasa de cambio y de inflación, al igual que los topes a los que puedan llegar”, explicó.

Entre los sectores que concentran la mayor ejecución de gasto en divisas se encuentran el de la industria petrolera, con el pago a contratistas, telecomunicaciones estatales y ciertas obras de infraestructura.

Oliveros comentó que una de las razones detrás de este cambio en las políticas económicas está sustentado en el empeño del régimen de poner fin a la hiperinflación, sin importar el costo, para poder enarbolarlo como un logro en materia económica.

Es precisamente en este afán que han optado por reducir drásticamente la ejecución de gasto público, lo que se ve reflejado en la negativa a realizar aumentos de sueldo mínimo al ritmo que venían haciéndolo en años anteriores.

“Esto los ha llevado a una ejecución de gasto que es muy loable desde el punto de vista económico, pero que desde la perspectiva social es terrible. En lo que va de año el gobierno no ha aumentado los salarios ni las pensiones con todo lo que eso implica en términos de la miseria en la que viven los empleados públicos en el país”, señala.

Concluyó con que no existen indicios que permitan prever una mejora en términos del ingreso que perciben mensualmente un sueldo mínimo pues a la Administración no le interesa aumentar la cantidad de bolívares en la calle, al menos hasta mediados del primer semestre de 2022. Esto supone un oscuro panorama para un importante sector del país cuyos ingresos se diluyen mes a mes.

2 de diciembre 2021

El Diario

https://eldiario.com/2021/12/02/economia-venezuela-2022-estabiliza/

 4 min


Américo Martín

AD se había convertido en un invencible partido y en una inspirada fuente cultural. En 1948, entre los actos preparados para celebrar el ascenso de Gallegos a la presidencia, Juan Liscano organizó en el Nuevo Circo un festival folclórico que difundió con fuerza tipos, ritmos, estilos y costumbres populares. Se le conoció como el Festival de la Tradición. Si el nuevo gobierno y el partido que lo alcanzó carecían de cédula de identidad precisa, aquellos actos contribuyeron enormemente a proporcionársela, y con ello a darles un perfil propio.

Fue un deslinde llamativo, signo de una acelerada maduración democrática. Los jóvenes partidos emprendieron sus respectivos caminos y los ciudadanos tomaron nota de la importancia de la institución partidista.

AD se confundió con la nación, la independencia, la democracia y la libertad. Todo eso le proporcionó una consistente raigambre popular.

En una asamblea de la Juventud de AD convocada en 1959, once años después de aquel gran evento cultural, Luis Beltrán Prieto intentó establecer una diferencia tajante y fuera del marco ideológico, con los comunistas. Prieto había sido invitado por nosotros a esa reunión. Observando nuestra fuerte deriva hacia el marxismo, ya arraigado en nosotros, nos dijo:

Acción Democrática es un partido “de” masas mientras el Partido Comunista es un partido “para” las masas

Era insuficiente y escasamente convincente, claro, pero aludía con gran precisión al significado popular original de AD, que contribuyó a darle sus perfiles nacionalistas y su importante origen folclórico-cultural. No había otro movimiento tan “venezolanizado” como ese.

Colón descubrió América, Juan Liscano a Venezuela

Liscano removió fibras ocultas. Más de quinientos folcloristas participaron. Hubo tambores, bailes venezolanos tradicionales. El país ignoraba que tenía ese potencial enorme y quedó deslumbrado. Andrés Eloy Blanco, en su plástico lenguaje, se permitió una aguda boutade:

Si, como se sabe, Colón descubrió América, Liscano descubrió a Venezuela.

Por supuesto, no fue una revelación de origen mágico. El propio Liscano había propuesto dos años antes a la Junta presidida por Rómulo Betancourt la creación del Servicio de Investigaciones Folclóricas, y el folclorismo tenía conexiones inextricables con el costumbrismo y nativismo, dos autóctonas corrientes culturales. Incluso el vocablo “folclore” fue empleado por primera vez por Arístides Rojas en el célebre El Cojo Ilustrado. Mariano Picón Salas había previsto en fecha tan temprana como 1930 la universalización de la cultura a la par de la ya visible globalización de la economía. No sería todavía aquella la hora de la universalización de nuestra cultura, pero sí la de su enraizamiento, sin el cual ni imaginar la otra.

Se dispara a los pies el que con aire de superioridad desprecia la cultura popular así sea en nombre de los grandes logros de las distintas tendencias de la vanguardia. Nikolai Gogol lo había expuesto con palabras sin desperdicio:

¿Quieres ser universal? Conoce tu aldea

Sin embargo, la gente no estaba para investigar estas cosas. El Festival de la Tradición marcó un hito y se inscribió en la marcha incesante hacia la popularización de la política y la cultura, tan inteligentemente aprovechadas por AD.

Somos el partido del pueblo, se dieron a repetir sus dirigentes.

A mis diez años lo único que se me hizo presente de la baraúnda, fue el colorido del festival, los ritmos desconocidos, el baile de los tambores. Ni siquiera retuve el nombre de Liscano y de alguna manera se me metió en la cabeza que el organizador había sido el presidente Gallegos. El festival catapultó a Liscano. Lo proyectó como intelectual creativo y original. Puso de manifiesto su condición de humanista y poeta de los más queridos.

Yo aprendí a estimarlo años más tarde, en medio de los diálogos en el liceo, cuando nos circundaba la atmósfera clandestina de la nueva dictadura. En las listas de méritos que constantemente elaborábamos, colocamos en el ranking de la poesía de esos años a Vicente Gerbasi, Otto De Sola, Paz Castillo y Juan Liscano.

Gerbasi ha permanecido en la cima y como tal se ha convertido en un clásico. Cincuenta y cinco años después de estas fantasías liceístas, escribí un libro La Espada y el Escudo, que me devolvió a ellas. Ese libro le sigue la ruta a la poesía venezolana a través de once escritores. Los dos primeros y célebres versos que dan inicio a Mi padre el inmigrante, la obra capital de Gerbasi, son majestuosos, casi operáticos:

Venimos de la noche y hacia la noche vamos.

Atrás queda la tierra envuelta en sus vapores.

El primero de esos versos es universal, es el misterio de la vida humana, la teología divina sobre el origen y el fatal destino de la muerte; mientras el segundo alude al terrenal mundo dejado atrás por su padre: los lagos, las nieves, los renos, los volcanes, las selvas hechizadas “donde moran las sombras azules del espanto”.

Américo Martín es abogado y escritor.

Twitter: @AmericoMartin

 3 min


Ismael Pérez Vigil

Desde que José Saramago, el escritor portugués, premio Nobel de Literatura de 1998, estuvo por nuestras tierras en 2005 −invitado y festejado con gran boato por el gobierno de Hugo Chávez, al que vino a dar un espaldarazo−, parece que no se despega de nuestras tierras, ni siquiera después de su fallecimiento en 2010. Al ver lo ocurrido en Barinas, me viene a la mente una de sus novelas, Ensayo sobre la Lucidez (2004), sobre la que ya he escrito algo en pasadas ocasiones.

La acción de la novela, de la que revelaré algunos detalles de su trama y desenlace −lo advierto para quien no la haya leído y tenga pensado hacerlo− transcurre en una ciudad durante unas elecciones, en las que, sin ninguna razón aparente, sin ningún estímulo externo, tras la lluvia y tormenta la gente salió a votar. Pero no votaron por los partidos tradicionales, ni votaron nulo, votaron masivamente en blanco. En la novela nadie se atribuyó el triunfo, ni celebró aquella masiva victoria, ocurrió el fenómeno y nada más.

Hasta aquí, poco se parece lo ocurrido en la novela, con lo ocurrido en Barinas, pues allí la votación no fue masiva, voto algo más del 45%, pero ganó quien menos se esperaba; sobre todo, quien menos esperaba el régimen y por lo visto y ocurrido, tampoco sus aliados “opositores”, pues fue uno de ellos quien demandó los resultados ante el TSJ.

Pero en la ciudad de la novela −y esto ya se parece más a lo ocurrido en Barinas− los amos del poder, alarmados por los resultados y amparados en cualquier subterfugio, que siempre encuentran los que ejercen el poder, repiten las elecciones una semana más tarde, con idéntico resultado: La gente acude a votar otra vez, masivamente, sin que nadie los convoque y vuelven a votar en blanco y nuevamente, sin celebración de triunfo. La novela transcurre a partir de allí narrando todas las peripecias del Gobierno, del poder dictatorial, para tratar de descubrir la conspiración que suponían está por detrás de este acontecimiento. ¿Quién ha urdido toda esta conspiración? Porque sin duda es una conspiración, se decían. Había que descubrir algún enemigo a quien hacer culpable.

En Barinas el subterfugio lo pone el TSJ −que siempre encuentra uno o lo inventa− y ordena la repetición de las elecciones, no en una semana, sino dentro de cinco, pues hay que dar chance a que los amos del poder se recuperen tras la inesperada debacle por la derrota sufrida. Pero la “ayuda” del TSJ no se limita a desconocer el triunfo del ganador, el candidato de la MUD, sino que, de paso, lo inhabilita, no vaya a ser cosa que, como en la novela de Saramago, que se repita el resultado. El omnímodo poder del régimen le permite hacer estas cosas, inhabilitar a un candidato ya electo, algo más original que el estilo “ortegiano”, el dictador de Nicaragua, que recurre a métodos más expeditos y menos sofisticados: mete presos a sus posibles contrincantes.

Pero en la ciudad ficticia de Saramago, el gobierno tiránico va más allá −como todo Gobierno tiránico− y busca conexiones y por supuesto acaba “encontrándolas”, por todas partes y entre lo que sea y se construye unos culpables, los acusa por la prensa, publica sus fotos −hemos vivido esa historia− e inicia una feroz persecución que, como también la hemos vivido, la tenemos que advertir y prevenir. Pero, pasa también en la novela que alguien decide contar la historia verdadera y logra, a pesar del estado de sitio y la censura de prensa, que ésta se publique, se difunda y se conozca; y ocurre entonces −lo que para mí es el meollo de la novela− que a pesar de que el Gobierno recoge la edición del periódico en el que se publicó, la historia verdadera comienza a circular, profusamente, en todas partes y en palabras de Saramago: “Resulta que no todo está perdido, la ciudad ha tomado el asunto en sus manos, ha puesto en marcha cientos de máquinas fotocopiadoras, y ahora son grupos animados de chicas y chicos los que van metiendo los papeles en los buzones de las casas o los entregan en las puertas, alguien pregunta si es publicidad y ellos responden que sí señor, y de la mejor que hay.” Y esa es la enseñanza clave de esta obra de Saramago, al menos una de ellas: La ciudad que toma el asunto en sus manos. Que el pueblo, la gente, solo resuelve las cosas cuando las toma en sus manos.

En la novela, al igual que con la votación, nadie asumió tampoco la gloria de reproducir la historia verdadera y comenzar a repartirla, simplemente ocurrió. Allí, con fotocopiadoras y panfletos, pues en la época en la que se escribió y transcurre la historia de Saramago, no existían las redes sociales; aquí, que las tenemos, además del chismorreo y la circulación de banalidades, también sirven para informar y facilitan enormemente la difusión de información, al igual que el cara a cara, que en un estado como Barinas, es probablemente la vía política más eficaz para informar.

En el caso de Barinas tomar “el asunto en sus manos” es aceptar el reto; explicarle al pueblo barinés lo ocurrido y ayudar a difundirlo al mundo; denunciar la inhabilitación de Freddy Superlano, que habiendo sido aceptado como candidato por el CNE, tras haber sido indultado en agosto de 2020, es ahora, después de las elecciones, rechazado por el TSJ; denunciar la maniobra de los supuestos “opositores” que se prestaron al juego y la trampa del régimen y que −tras ayudar al despojo− ahora piden “unidad”; participar en el proceso electoral convocado, con un nuevo candidato de ser necesario; arreciar la campaña en las cinco semanas que quedan antes de la elección en enero de 2022 y volver a derrotar al régimen. Obligarlos a hacer una nueva trampa, si es preciso, como en la novela de Saramago.

Lo ocurrido en Barinas nos muestra que los dueños del poder, entre sus diferentes tendencias −ya inocultables− no lograron ponerse de acuerdo y como ninguno pudo prevalecer sobre el otro, surgió una solución de “compromiso”, al viejo estilo de “ni tú, ni yo”: Unos inhabilitan a Superlano −algunos dicen que por su vinculación partidista, VP, resultaba incómodo para algunos sectores castrenses que apoyan al gobierno− y otros acceden a eliminar al actual y derrotado gobernador y candidato, incómodo también para algún sector del régimen.

La tarea de resolver el entuerto −y la sorpresa de haber perdido el estado, “patria chica”, del líder supremo− se encomienda al TSJ, esa “mano negra” del régimen, con la que el poder ejecutivo siempre cuenta para remendarse el capote y sacar las pezuñas del barro. Así como en 2015 el TSJ desconoció la voluntad popular en Amazonas y dejó sin representación a ese estado en la Asamblea Nacional durante cinco años, en esta ocasión con una decisión, más insólita y cínica, conminado de emergencia a “encontrar una salida”, tiene la desfachatez de reconocer el triunfo de Superlano −con un escaso margen, pero margen al fin, del 0,39%, algo así como 300 votos− pero lo elimina de la contienda, apelando a una desconocida decisión del Contralor General de la República, que ni el propio CNE sabia de su existencia, y ordena al ente electoral la convocatoria de un nuevo proceso.

Pero la barbaridad jurídica es de tal magnitud en esta ocasión, que no solo queda demostrado otra vez ante el país, y el mundo, la falta de independencia de los poderes en Venezuela, sino que una vez más el TSJ le pasa por encima a las atribuciones de otro poder del Estado, al asumir tareas y decisiones del CNE −eliminando un candidato aceptado por éste y ordenando convocar a un nuevo proceso electoral−, sino que de paso desconoce un indulto del propio Presidente de la República, dictado en agosto de 2020, que eliminaba la inhabilitación que pesaba sobre varios candidatos, entre ellos Superlano, que igualmente concurrieron al proceso electoral, pero cuyos casos, según el TSJ, aparentemente no ameritan la convocatoria de nuevos procesos electorales. Probablemente −o seguramente− porque ninguno le ganó las elecciones a un candidato oficialista.

Corolario y consecuencia también de esta nueva arbitrariedad, es que una vez más −aunque esto es lo que menos les importa− el TSJ y el CNE desconocen la voluntad del electorado, en este caso del barinés, expresada en las urnas el 21N.

Por su parte el CNE, obró con la misma pusilanimidad que en 2017, cuando aceptó eliminar actas electrónicas y reemplazarlas por actas de votaciones manuales, para desconocer el triunfo de la oposición en el Estado Bolívar; y ahora, presuroso, en tiempo récord, procedió a publicar el cronograma electoral para una elección convocada a instancias del TSJ, sin cuestionar siquiera que el organismo judicial menoscabara su “poder electoral”.

Pero, con lo ocurrido es imposible negar que se abrió una brecha en el bloque del régimen, un intersticio por el que es posible pasar; una oportunidad que, en el caso de Barinas, sería un grave error político desaprovechar, pues hay buenas condiciones para lograr que baje la abstención −que en ese estado llanero fue del 54%, 4 puntos por debajo del promedio nacional− y lo hemos dicho muchas veces, que cuando la abstención baja del promedio, la oposición logra triunfos.

La evidente caída electoral del régimen, que desde 2012 ha perdido 4,5 millones de votos, y que ahora tengamos unas 60 alcaldías (no cuento como nuestras las que ganaron otros supuestos opositores, hasta que demuestren, con hechos, que son de verdad oposición) ponen en evidencia la merma de su apoyo popular y es también una oportunidad para movilizar a la gente ante la inminencia de una victoria importante, que sirva de efecto demostración para continuar rescatando el valor del voto, menoscabado durante dos décadas por la tiranía, de cara a lo que pueda ocurrir en 2022, fecha en la que se abre la posibilidad de un referendo revocatorio, justamente un día después de la fecha convocada para la nueva elección en Barinas.

Es también una oportunidad, al nivel del pacto originario −ese que es necesario reestablecer entre ciudadanos y políticos−, para que “la gente tome la solución en sus manos”, de la que nos habla Saramago en su novela, y se involucre en ella.

No se trata de alentar o emprender demagógicamente aventuras populistas; pero, sí de recordar que ya van dos veces, recientes, que se sorprende a la tiranía y se le gana una elección; la primera en 2015, cuando millones salimos a votar y le arrebatamos la Asamblea Nacional al régimen; la otra ocurrió el 21N, que sorpresivamente, en el patio emblemático del chavismo perdieron la gobernación de Barinas y se vieron obligados a abrir su saco de trucos para arrebatarle la victoria al pueblo.

Si bien no es una respuesta completa, pues se trata solo de un poder local, las tareas simbólicas y aleccionadoras están allí. Al igual que en la novela de Saramago, si la gente se sacude en la esperanza, toma las cosas en sus manos, si se organiza como puede hacerlo y ya lo ha demostrado, la solución donde más importa, estará más cerca.

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

 8 min


Carlos Raúl Hernández

Varias cosas se desprenden a vuelo de pájaro de los resultados del 21N, que merecerán un estudio detenido cuando terminen de salir los boletines y bajen la adrenalina y el cortisol, para examinar el efecto en los cuerpos colegiados regionales y municipales. La primera de ellas, que el proceso electoral es confiable y todo aquello de las máquinas tramposas, cables submarinos desde Cuba u oficinas del gobierno y hasta enanos escondidos debajo de las urnas, sigue siendo una fábula de mentes alucinadas, digna de Alicia en el país de las maravillas. Los resultados reflejan la voluntad de los electores el CNE merece reconocimiento por comicios limpios y se esperan los resultados de Barinas para emitir juicio. Con 41% de participación, atendiendo a que la diáspora la elevaría relativamente a 47%, la votación se distribuye así: a la fecha, oposición 51.7 % (4.414.874) y el gobierno 46.1% (3.940.335), y otros, 2%. Gana la oposición en términos absolutos y relativos, pero obtiene entre 3 y 5 gobernaciones (hay dos en recuento) mientras el PSUV atenaza entre 18 y 20 gobernaciones.

De ir con un solo candidato en cada circunscripción, los adversarios hubieran obtenido entre 17 y 19 gobernaciones. Eso habla bien del sistema de votación y escrutinios, y mal de los cabecillas opositores, porque contra todas las consejas de trasiego de votos, el gobierno recibió un descalabro contundente. La aplastante derrota en número de cargos opositores obedece a una decisión política deliberada e imperdonable, y no es imputable al sistema electoral ni menos a las máquinas de votación o cualquier otra variable. El cuadro histórico de la votación de PSUV evidencia el desplome en barrena de sus magnitudes electorales, que caen de 8 millones 184 mil, a 3 millones 940 mil, menos de la mitad de su caudal y difícilmente alguien hace trampa para evidenciar un proceso de decadencia sostenida. También eso desmerece la hipótesis de las trampas electorales o fraudes. En varias ocasiones me he referido a la diferencia entre mayoría social o estadística y mayoría política. Como vemos, la oposición está en mayoría social porque el gobierno exhibe un rechazo abrumador en la ciudadanía, pero no tiene la capacidad necesaria para convertirla en mayoría política, en curules u otros cargos a su favor.

Existe la fórmula del PPV (proceso de producción del voto) que se mide en la capacidad para convertir el consenso en escaños, que la gente concurra las urnas, y en la eficacia de un aparato de testigos y miembros de mesa para defender los resultados. La oposición malbarató por incompetente su mayoría social y la última etapa de la campaña se dedicó furiosamente en todas partes, y de manera notoria en Táchira, Lara y Miranda, a despedazar opositores que de otra manera hubieran ganado. Lo ocurrido el 21N es producto de una fractura abierta- más que división- de la columna vertebral opositora. Una parte de ella niega y rechaza social y existencialmente a la otra. Así evidenció desde 2017 cuando se dividió entre insurreccionalistas y pacifistas, partidarios de imaginarias intervenciones extranjeras y defensores de la integridad territorial, con la cadena yuxtapuesta de improperios: tarifados, alacranes, colaboracionistas. Digo fractura y no división, por la dificultad de que cicatricen dos concepciones del mundo, de la política y del país totalmente antagónicas. La “unidad” funcionó hasta 2017, mientras un grupo era ancilla de la claque caraqueña. Cuando en 2018 eso debía cambiar por necesidad política, prefirieron dar el triunfo a Maduro, una de las estupideces políticas más graves que conozca.

Después de sacar ¡por fin! a adecos y copeyanos, no pondrían en la Presidencia un plebeyo. A propósito de 2018 les tocaba negociar con el PSUV una salida con garantías, pero decidieron “sacarlo” por las malas sin la más remota posibilidad, y terminaron aplastados, después de una desesperante secuencia de memeses: R.R, “Maduro vete ya” y el récord Guinness de todas las vaciedades: la abstención de 2018. Pidieron invasión extranjera y golpes de Estado, “explosión social”, sanciones económicas. Maduro, Cabello, Rodríguez, Arreaza, plantearon claramente negociar y los que tenían 80% de apoyo popular asombrosamente lo rechazaron sin que nadie pudiera entender por qué. Jugaban a ser políticos sin serlo, asesorados por idiotas. Nunca olvidaré a un ilustrado y nefasto aficionado a la política –hoy partidario de “convocar un RR”- decir “solo negociaremos con Maduro qué va a comer en el avión de su exilio”. Después de expresión tan descerebrada, como era obvio, todo se derrumbó. La cohorte consolidó a Maduro como Presidente y jefe invicto del PSUV, y sus oponentes conforman el primer caso que conozco de un grupo de aspirantes al gobierno que se corrompe desde la oposición, hoy aferrado por razones económicas a la llamada “presidencia interina”, en descomposición. La historia no es una fatalidad sino una cadena de oportunidades y lo que hemos visto, desde la abstención de 2005 es una de interminable de fracasos que confluyen en el 21N.

@CarlosRaulHer

 3 min