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Opinión

Humberto García Larralde

El régimen de expoliación que quedó del “Socialismo del Siglo XXI” hizo de Venezuela el país más pobre de América Latina, después de haber sido uno de sus más prósperos. Su economía es, hoy, apenas la cuarta parte de la de hace siete años y de igual dimensión a la de 1965, pero sirviendo a una población tres veces superior. El ingreso real por habitante alcanza solo a la mitad de la que gozaba el ciudadano promedio en 1950. Y ello ha ocurrido en una nación que, entre 2008 y 2014, disfrutó de la mayor bonanza de exportación experimentada en su historia, con precios para su crudo de USD 100 el barril o más.

Infelizmente, esta enorme riqueza fue dilapidada, esquilmada por contratos leoninos con países “amigos” o simplemente robada. En los años subsiguientes, los venezolanos sufrieron la mayor destrucción de medios de vida registrada en épocas recientes para un país que no esté en guerra. Más de cinco millones decidió emigrar.

Recuperar niveles de bienestar que hagan de nuevo a Venezuela una nación en que vale la pena residir constituye, sin duda, el mayor reto a enfrentar por las fuerzas democráticas, una vez recuperada de la horrible aberración militar que hoy la consume.

Nuestro país enfrentó en el pasado crisis económicas –ninguna, ni remotamente, con las dimensiones de la actual— que fueron solventadas, en mayor o menor grado, gracias a aumentos oportunos en los precios internacionales del petróleo. Proveyeron a la nación con mayores ingresos de exportación para afrontar sus dificultades. El dispendio a discreción de la renta petrolera por parte de diferentes gobiernos sirvió también para cosechar réditos políticos y sembró una expectación en el venezolano de que el Estado estaba ahí para asegurarle su bienestar material.

Esto pasó a ser percibido como un derecho adquirido, no condicionado por otras consideraciones. La captación de rentas internacionales por Venezuela durante décadas obnubiló la vinculación entre la remuneración salarial y la productividad. Las actitudes y valores inherentes a la cultura rentista mellaron, asimismo, las presiones para emprendimientos competitivos. Más rentable fue, para muchos, dedicarse a cazar las rentas que deparaba el intervencionismo del Estado. La viabilidad social, política y económica de un gobierno de transición democrática habrá de verse seriamente comprometida si no logra revertir esta visión.

Repartir la renta petrolera ya no es posible como solución, lo que genera serios desafíos a la hora de querer satisfacer las expectativas de mejora de los venezolanos. El país produce, hoy, apenas 16% de cuando Maduro ocupó la presidencia, privando a Venezuela de las divisas y de los encadenamientos productivos que, en otras oportunidades, dinamizaban al llamado sector conexo de industrias del metal, químicas, de la construcción, como de numerosos servicios. Haberle entregado PdVSA a los militares como premio por su apoyo, terminó la destrucción de su capacidad productiva que había iniciado Rafael Ramírez, cuando hizo de ella una empresa “roja-rojita” al servicio de intereses chavistas.

A nivel mundial es notoria la transición energética a fuentes renovables, hecha posible por los desarrollos tecnológicos, y los intentos deliberados por reducir el uso de combustibles fósiles. En el marco de los acuerdos de París, países europeos se han propuesto como meta reducir sus emisiones netas de gases de carbono a cero para 1950. Muchos se han comprometido, también, a dejar de producir autos de combustión interna para 2030. Metas como estas hacen que la vuelta de precios de bonanza para el crudo sea muy improbable. Los análisis anticipan, más bien, el arribo a una situación de “Peak Demand” en los próximos lustros, a partir del cual el consumo de hidrocarburos se irá reduciendo de forma sostenida. ¿Cuántos años podemos esperar seguir como proveedor importante de recursos energéticos al mundo? Difícil precisar, pero debe tenerse en cuenta, además, que Venezuela no es, actualmente, la provincia petrolera más llamativa para atraer inversiones al sector.

Recuperar un nivel de producción de unos 2,5 millones de b/d tomará al menos 5 años en el mejor de los escenarios. Requerirá, entre otras cosas, una reducción sustancial de la carga fiscal para atraer ingentes inversiones internacionales al sector, sin los cuales ello sería imposible. En consecuencia, el monto de ingresos petroleros del que dispondría el Estado para transferir en auxilio de los sectores más desasistidos será bastante menor. Hoy, parte importante de las exportaciones ni siquiera se cobran por la necesidad de amortizar los préstamos otorgados por China y Rusia al régimen, y por el petróleo que todavía insiste Maduro en regalarle a Cuba.

Enfrentar las expectativas de la población acostumbrada a “soluciones mágicas” provenientes del petróleo constituirá un problema fundamental para la transición democrática. Satisfacer, hasta donde sea posible, sus ansias de superación, implica optimizar el aumento de la productividad, a la vez que se busca cambiar la cultura rentista por una de emprendimiento y competitividad. Si bien se espera negociar un generoso financiamiento internacional con los organismos multilaterales --parte del cual debería destinarse por razones humanitarias a mejorar de inmediato la situación de los más desfavorecidos-- su disponibilidad dependerá de un programa consistente que augure una respuesta favorable de la economía, capaz de asegurar en el tiempo el reintegro de buena parte de los préstamos desembolsados y un crecimiento sostenido que, en un marco de equidad, provea la estabilidad del régimen democrático.

Políticas para fortalecer la productividad y, consecuentemente, la competitividad, serán decisivas para la transición y la consolidación de una Venezuela democrática. Esto supone lo siguiente:

1) Un retorno al ordenamiento constitucional y a las garantías inherentes al Estado de Derecho;

2) Un programa exitoso de estabilización macroeconómica, con un tipo de cambio estabilizado en torno a sus valores de equilibrio o una economía totalmente dolarizada;

3) Aprovechamiento cabal de la capacidad ociosa del aparato productivo nacional en el corto plazo;

4) El desarrollo de un marco y una cultura favorables al emprendimiento productivo;

5) Una estrategia de desarrollo explícitamente orientada al desarrollo de la competitividad, en la cual ocupen papel importante políticas industriales bien concebidas y articuladas;

6) Un esfuerzo especial por insertar al aparato productivo en la ola de la 4ª Revolución Industrial, fortaleciendo sus capacidades de innovación y de desarrollo tecnológico.

La capacidad para atraer inversiones extranjeras, de estimular también la inversión nacional y de aprovechar, de una manera u otra, el talento que emigró –así sea que sus portadores no regresen al país—será sumamente importante. Asimismo, requiere, como se mencionó, del apoyo de los organismos multinacionales, tanto para la provisión de un importante financiamiento externo, como para apoyar al país en la reestructuración de su deuda externa, de forma de hacer compatible su manejo con las metas de desarrollo propuestas.

La instrumentación de un programa de esta naturaleza, ambicioso y con su visión puesta en el largo plazo, es inconcebible bajo un régimen como el actual, guiado por la idea de que la riqueza no necesita ser producida, sino aprovechada, siguiendo intereses personales y políticos. Es lo que se denomina un régimen de expoliación. Descansa en las jerarquías y relaciones de poder articuladas en torno al Estado, y en la ausencia de normas y contrapoderes. Es el reino de las mafias, muchas de ellas, militares.

Es crucial tener en mente qué se está jugando cuando se propone negociar con personeros del régimen una salida pacífica a la actual tragedia. ¿Podrá ser una solución verdadera, hacia la recuperación de niveles de vida dignos y en libertad? ¿Qué hace falta para ello? Valgan estas líneas como referencia.

Economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela

humgarl@gmail.com

 5 min


Francisco Russo Betancourt

Un comentario de un influencer, radical opositor venezolano, establecido en el exterior, me ha interesado en escribir sobre el título que encabeza esta crónica. Denunciaba el influencer, respecto del maltrato que un Alcalde del interior de nuestro país hacía contra una familia a quien pretendía desposeer en la propiedad de su vivienda, que “no estaba obligado a dar oportunidad de respuesta al funcionario, para que se defendiera de sus graves denuncias, porque no había legislación que lo obligara”.

El tema del derecho a la información y a la libertad de expresión, no deja de ser siempre, por sí mismo, un tema delicado y polémico, pero que en un Estado de Derecho, al que aspiramos los demócratas, -que resulta ausente en el ejercicio diario del grupo que ejerce el gobierno-, resulta siempre ineludible tratarlo en atención al ordenamiento legal escrito y por quienes somos creyentes del acatamiento a la ley, vale decir, gobernantes y gobernados sujetos a la disciplina legal. Es en el fondo, lo que quiero comentar.

Con la ley del ejercicio del periodismo de 1972, se reguló el derecho de rectificación, como obligación de periodistas y medios de comunicación, de rectificar en toda tergiversación de la información, obligando a la empresa, si fuese el caso de dar cabida a aquella rectificación. La vigente ley de ejercicio del periodismo, del año 1995, amplia en su artículo 9 esa obligación, al establecer, que “toda tergiversación o ausencia de veracidad en la información debe ser rectificada oportuna y eficientemente, y el periodista estará obligado a rectificar y la empresa a dar cabida a tal rectificación o a la aclaratoria que formule el afectado”. De modo, que frente a informaciones inexactas, falsas o no veraces y que perjudiquen a cualquier persona, subsiste el derecho de réplica del afectado o de rectificación por las mismas, a que se efectúe en el medio de difusión, sin que ello lo exima de cualquier otra responsabilidad en que hubiese incurrido.

Como se trata de un medio audiovisual, en el cual la persona, a través de un canal de youtube, sube videos o contenidos, y los comenta ofreciendo su particular versión sobre hechos y/o imágenes, entiendo, que no sólo asume la responsabilidad de lo que afirma o denuncia, sino que está obligado en caso de no ser veraces sus comentarios, o extralimitarse en la calificación de una conducta personal, en dar oportunidad para que el afectado de respuesta y en todo caso, la otra parte rectifique. Pero si bien, el Reglamento de Radiodifusión vigente en el país, nada dice sobre este tema, toda vez que, en el capítulo de las infracciones de los concesionarios de las radiodifusoras y televisión, el artículo 80, se limita a prohibir la reproducción de videos y/o grabaciones magnetofónicas clandestinas y/o no autorizadas a grabar por parte de los involucrados… de manera que se afecte el derecho a la intimidad y al honor de las personas consagradas en la Constitución, nuestro Texto Fundamental si consagra el derecho a réplica y rectificación cuando se vean afectados directamente por informaciones inexactas o agraviantes (art. 58).

Nos hemos acostumbrado a oír desde las tribunas más encumbradas hasta las de menor jerarquía del régimen que nos gobierna, ejecutivas y legislativas, frases ofensivas, ominosas y denigrantes contra quienes se oponen democráticamente al gobierno, y no hay derecho a réplica que valga ni tampoco fiscal ni funcionario judicial que alze su voz y ordene el acatamiento constitucional. La Constitución es entonces, letra muerta para el régimen, es el sometimiento de una legislatura al servicio del Ejecutivo y una judicatura sorda y muda frente a las arbitrariedades de los que ejercen el poder.

Así ha sido en los últimos 20 años, vivimos en un país en estado de destrucción donde no hay instancias de representación para que se nos oiga, pero tampoco debemos admitir que en el campo de los que queremos construir un país donde haya democracia, incurramos en el desaguisado de retar al ordenamiento legal.

La democracia es el ejercicio de la libertad, pero en el camino de la ley trazada y no podemos caer ni en los excesos de la libertad ni tampoco en los excesos del poder incontrolado y absolutista, y es lo que observamos si nos adentramos, aunque sea superficialmente en la vida venezolana; acá tenemos una situación de poder abusivo, perverso y no institucionalizado, que queremos sustituir para construir un país de iguales oportunidades y de respeto a la Ley y al Estado de Derecho. Será entonces, más temprano que tarde, que la aspiración de la gran mayoría de nuestros compatriotas, respondan para alcanzar la vida justa y digna que nos niega el socialismo del siglo 21, y para construir el país que queremos, el de la paz y el desarrollo, en el que me atrevo a soñar y decir, como en los soliloquios de Shakespeare en Hamlet, “tenemos la seguridad de que esto será así”.

Finalmente, cuando la Constitución dice que toda persona tiene el derecho de réplica y rectificación, nos dice a todos los venezolanos, sea cual fuese su oficio, que ese derecho lo sostiene nuestra Constitución, cuando aquel se vea afectado por informaciones inexactas o tergiversadas.

Es probable que el influencer o el youtuber no sea periodista, y pueda decirse que su conducta no está regulada por la Ley de Ejercicio del Periodismo, pero el derecho de aclaratoria o de rectificación y de réplica se encuentra consagrada, para todos en nuestra Carta Fundamental, que además es un derecho inherente a la persona humana, que implica, cuando se afecta el honor de una persona por informaciones inexactas, que ésta tiene el derecho a responder las imputaciones que se le hacen, sean del color político que fuese.

frusbet@gmail.com

Maracay, marzo 7 de 2021

 4 min


Eddie A. Ramírez S.

¿Qué induce el comportamiento inconsistente y ligero de algunos compatriotas en relación con los éxitos y fracasos en la lucha en contra de la dictadura atípica de Chávez-Maduro? ¿Por qué ese afán de descalificar a nuestra dirigencia por no haber puesto fin a la usurpación? ¿Hay razones para darle crédito a cualquier mentira del régimen o a las especulaciones, bien o mal intencionadas, de algunos tuiteros políticos y no políticos? Como son evidentes los sufrimientos y frustraciones de la población, sería impertinente afirmar categóricamente que rechazamos “la insoportable levedad del ser”, como diría Kundera. Lo procedente es predicar la necesidad de entender la complejidad de nuestra situación política e intentar valorar los éxitos y los intentos fallidos para lograr el cambio.

Todos somos responsables de la terrible situación que vivimos. Nos deslumbramos ante el espejismo de la renta petrolera. Por ello, a partir de 1974, elegimos dirigentes populistas, unos más, otros menos. Cuando esa renta no fue suficiente, acudimos a un teniente coronel que prometía acabar con la corrupción y un mejor país. Al percatarnos del engaño, arremetimos en contra del predicador del socialismo siglo XXI.

La jornada del 11 de abril del 2002 logró la renuncia del pichón de dictador. La gran mayoría aplaudió a los trabajadores petroleros que iniciaron el paro el 4 de abril, a Carlos Ortega y a Pedro Carmona, presidentes de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) y de Fedecámaras, respectivamente, organizaciones que se sumaron al mismo, así como a los militares que fueron el factor decisivo. Cuando los errores cometidos permitieron el regreso de Chávez al poder, se generó una frustración que se descargó en contra de Carmona, y también de los militares que no aceptaron la petición de Chávez de que lo dejaran irse a Cuba.

Siguieron las protestas en contra del repuesto presidente y el 2 de diciembre todos los partidos de oposición, la CTV y Fedecámaras llamaron a otro paro. Como el mismo no tuvo el éxito esperado, muchos drenaron la frustración criticando a Carlos Ortega, a Carlos Fernandes, nuevo presidente de Fedecámaras, y a los petroleros que individualmente se habían sumado al paro. Este logró algo importante que muchos olvidan: un acuerdo que obligó a ceder al gobierno en puntos fundamentales. Como el gobierno no respetó dicho acuerdo y, además, Chávez se impuso en el referendo, los ciudadanos culparon a los políticos. En el 2005 hubo elecciones parlamentarias, pero los partidos estaban muy debilitados y los electores estaban reacios a participar por la inexistencia de condiciones transparentes. Sin embargo, los políticos fueron posteriormente criticados por esa justificada abstención.

En las siguientes elecciones presidenciales se impuso Chávez por trampas y ventajismos, sin desconocer que gracias a las llamadas misiones llegó a tener un número importante de seguidores y que los partidos de oposición se habían venido a menos. En la elección de 2013, todo indica que Maduro fue derrotado por poco margen por Capriles. Este fue objeto de críticas por no llamar a la gente a la calle a reclamar el triunfo, aunque el régimen ha evidenciado que no le importa reprimir y son numerosos los ciudadanos asesinados, heridos, torturados, encarcelados y exiliados. La elección parlamentaria del 2015 fue un gran éxito de la oposición. Todos festejamos. Esta Asamblea no pudo cumplir su cometido por las trabas del régimen. Sin embargo, todavía resuenan las críticas a la misma.

Surgieron grandes esperanzas cuando Juan Guaidó, presidente constitucional interino, trazó la ruta de cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Como esto no se ha logrado, la tendencia ha sido criticar a Guaidó, sin tomar en cuenta que el régimen se sostiene por el apoyo de los militares y del Poder Judicial. Las consultas populares del 2017 y del 2020, fueron exitosas desde el punto de vista político, pero sin la fuerza necesaria para doblegar al régimen, como tampoco lo han logrado, hasta ahora, las sanciones.

Gracias a las gestiones de nuestros diputados, la OEA y la Unión Europea no reconocen las farsas electorales del 2018 y 2020. Sin embargo, no cesan las descalificaciones a nuestros representantes, a pesar de que, incluso, no reciben remuneración y muchos han estado o están presos o exiliados. Intentos fallidos de enfrentar al régimen por medios no convencionales ante el bloqueo de la vía electoral, como fueron los episodios de entrar por Cúcuta ayuda humanitaria y el llamado a la Fuerza Armada para que cumpla con su deber constitucional, el pasado 30 de abril, han sido reprobadas por algunos por no lograr el objetivo. Lo mismo sucedió con la operación Gedeón, un intento valiente, pero poco sensato, de poner fin a la narcodictadura.

En estos últimos años los dirigentes han fallado por no lograr la unidad. Aquí cabe culparlos y ello se refleja en las encuestas. También a veces no han sido consistentes. Por ejemplo, nos convocaron a dos consultas populares que se pronunciaron enfáticamente a favor de elecciones transparentes, sin embargo, recientemente anunciaron que los partidos agrupados en el Frente Unido Venezuela Libre discutirían si acuden o no a la elección de gobernadores. Por parte de los ciudadanos de a pie, es necesario que cesen las descalificaciones injustas a la dirigencia, las cuales no suman. Debemos hacer un esfuerzo para lograr la unidad, que es un requisito necesario, aunque no suficiente para salir del régimen.

Como (había) en botica:

Continúa injustamente detenido nuestro diputado Gilberto Sojo. También el comunicador social Roland Carreño.

Excelente la videoconferencia de Venamérica, coordinada por Horacio Medina y Eduardo Betancourt, con intervenciones sensatas sobre el futuro de la industria petrolera, de los dirigentes sindicales Carlos Ortega, Iván Freites y Rafael Zambrano. También la de Rafael Gallegos sobre Geopolítica petrolera.

Lamentamos los fallecimientos de Celestino Franco y Eutimio Franco, compañeros de Gente del Petróleo y de Unapetrol.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

 4 min


Fernando Rodríguez

No hay opositor en este país que no diga que debemos juntarnos y expresarnos para salir de este gobierno bruto, cruel e ilegal, dictatorial y militar pues, y remendar o revivir la apagada existencia nacional, la universidad y la educación toda por ejemplo. Y tienen razón porque estamos en silencio y en la inacción más desconcertante mientras nos masacra la barbarie.

Seguro que hay nudos muy serios que desatar para que ese objetivo se logre. Porque cada quien ve la unidad a su manera. Los ejemplos son innúmeros, tantos como grupos cívico-políticos ahora a la moda, que por Zoom (logros de la pandemia) intercambian sus ideas y creen que tienen la fórmula apropiada. Hasta documentos hacen. Estos días apareció uno, donde hay gente realmente valiosa, que razonan con sindéresis a favor del voto, pero se les olvida que hay que subrayar que, dice uno, y ellos también, algunas condiciones electorales deberían variar con respecto a las vigentes, realmente espantosas, indigeribles para cualquier estómago que se precie.

Lo que plantea un círculo vicioso bastante curioso porque lo que se debería llamar a los pobladores es a cambiar las condiciones para poder votar sin perder la dignidad y, depende de lo que se logre (¿qué estará pensando Jorge Rodríguez, verbigracia?), pues veremos. No al revés: votar primero y luego la moral, por “política” que se pretenda. A lo mejor eso le quita velocidad a las voraces ansias electorales nacionales que aluden, puede ser. Así son los círculos perversos. También dejan de nombrar que un esquema semejante pareciera suponer, al menos hay que dilucidarlo, que Nicolás Maduro Moros permanecerá en la presidencia, hasta el 2025, que no es bagatela, mientras nosotros acumulamos algunas alcaldías y gobernadores (con protectores), pero al menos echamos a andar y al andar se hace camino a veces. Así suena mal, habría que revisarlo en el zoom.

Para terminar, digamos que lo que de verdad nos entusiasma de la carta es el reconocimiento efusivo y la cesión del liderazgo de la eventual tumultuaria acometida al que bien se lo merece, Juan Guaidó. Por supuesto que se lo ha ganado por las virtudes que le señalan, pero, además, no hay otro.

Me he extendido con esa cuartilla porque es el más redondo de los que he visto recientemente. Tiene otra cosa de interés que he dejado para otra ocasión como la oposición entre Caracas y el interior, a favor de éste, que llaman descentralización. Es curiosa y nada evidente: seguid el ejemplo…

Por allí también circula, más o menos clandestinamente, una carta del ex decano de Economía Víctor Rago con muy certeras observaciones sobre la universidad, en especial la Central, donde invita a debatir no solo una eventual elección, necesaria hasta por hastío, inercia y arrecheras de gobernantes y gobernados, sino incluso la sobrevivencia misma de ésta (o “inventamos o cerramos”, termina) ahora amenazada con el fin de su autonomía y diría que de sus posibilidades mismas de existencia legítima por una nueva ley de universidades elaborada por esa manada de ágrafos que dormitan en la nueva Asamblea. Basta pasear por la maravillosa arquitectura de Villanueva y su estado de deterioro o calcular las cuatro lochas (sic) que ganan los profesores o el ausentismo estudiantil producto de la inexistencia de futuro, para apostar a la segunda acepción del robinsoniano final del documento, cerrar. ¿Podría uno preguntarles a los distinguidos firmantes de la carta a Guaidó cómo se le puede entrar a este problema, o a la salud o los servicios básicos…, a punta de alcaldías y con el académico Maduro dirigiendo la terapia intensiva de la patria? Son grandes rollos, nacionales, no regionales ni al parecer del CNE.

Total, que hay que seguir discutiendo y sugeriría postergar un poco los manifiestos, a lo mejor logramos uno mayoritario

7 de marzo 2021

El Nacional

https://www.elnacional.com/opinion/el-voto-claro-pero/

 3 min


Douglas Zabala

Venezuela en toda su historia republicana ha estado signada por la confrontación política. El caudillismo, las dictaduras, los gobiernos autoritarios bajo los regímenes democráticos y las montaneras, conspiraciones, insurrecciones, golpes de estados y guerrillas han sido las constantes en nuestro devenir histórico.

El otro signo significativo, ha sido el diálogo, el perdón, el sobreseimiento, el indulto y la amnistía, como elementos conciliadores después de las refriegas dadas en cada circunstancia política por el control del poder.

La naturaleza de todos ellos es la paz, porque una vez superado el conflicto, el mejor camino hacia la conciliación es no buscar demostrar culpables o cual de los bandos en pugnas resulto ser el factor determinante en la confrontación pasada.

En el caso del régimen represivo impuesto por Nicolas Maduros, estos valores del dialogo y la conciliación poco importan. Y veamos algunos ejemplos ilustrativos de su accionar y el de otros gobernantes en el pasado. Habrá de recordarle, sobre todo a quienes desde el poder se ufanan de bolivarianos, que en Venezuela no es nuevo promover el perdón al “enemigo”.

En 1812 el Primer Congreso de la era republicana, dio un ejemplo de generosidad y justicia, liberando al Sacerdote Provincial de la Orden de San Francisco, Fray Pedro Hernández, quien había sido condenado a muerte, por participar en los acontecimientos de Valencia. Además, dieron libertad a más de un centenar de prisioneros por su complicidad en ellos. Resultando este, uno de los primeros actos decretados por el Congreso del 1811, iniciándose apenas la República.

Sirva este ejemplo para recordarle al mundo, de cómo Nicolas Maduro, mantiene secuestrados en sus mazmorras, a los Generales Raúl Baduel, Miguel Rodriguez Torres, al Capitán Caguaripano y a otros doscientos militares de distintos rangos, a quienes, a través de juicios amañados y violatorios del debido proceso, se les violan de forma sistemáticas sus derechos humanos.

Cuando el gobierno del General Cipriano Castro en diciembre de 1902, ante el bloqueo de los puertos de las costas venezolanas, por parte de la Armada anglo-ítalo-alemana; en aras de lograr la unificación del país, emite un decreto de Amnistía General, para todos aquellos prisioneros políticos, surgidos de las revueltas y montoneras contra su gobierno, por parte de los caudillos propulsores de la Revolución libertadora.

Sin embargo, en la Venezuela actual, Nicolas Maduro, mantiene bajo prisión al periodista Roland Carreño y manda a revocarle la medida de libertad condicional al Diputado Gilberto Sojo. Además, ordena las ejecuciones extrajudiciales de Óscar Pérez y su grupo de rebeldes ya rendidos; así como la del opositor Fernando Albán, mientras estaba en custodia, y la del capitán Acosta Arévalo, torturado hasta morir.

El mismísimo Juan Vicente Gómez, de manera excepcional, emitió varios decretos de Indultos o de Amnistía para muchos de sus enemigos políticos. Por no dejar, a la muerte de este dictador, el General Eleazar López Contreras, liberó a todos los presos políticos, que aún quedaban en las cárceles venezolanas.

En cambio, Maduro actúa con saña en contra de los estudiantes Wilder Vásquez y Brayan Oropeza, quienes tienen 3 años secuestrado por la barbarie judicial del régimen. También entre 2014 y 2020, bajo sus directrices criminales se ejecutaron 18.093 asesinatos perpetrados por las fuerzas de seguridad del Estado y los grupos paramilitares, incluidas ejecuciones extrajudiciales y asesinatos de manifestantes.

Durante el periodo de la lucha armada, las cárceles del país estaban abarrotadas de presos políticos. Los Gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, en su afán por derrotar, como en efecto lo hicieron, a los partidos insurgentes, habían desplegado una feroz represión contra los alzados. El presidente Rafael Caldera, hereda un país todavía convulsionado, y consciente de ello, impulsa un proceso de pacificación, decretando Amnistía e Indultos, lo cual llevó a que esa izquierda radicalizada, participara de nuevo en la vida democrática.

Maduro ante las intentonas fallidas de los factores radicales de la oposición, para desplazarlo del poder; a pesar de la presión internacional, lo que hace es arremeter con mayor virulencia contra esos grupos y termina arrebatándoles sus partidos y condenando al ostracismo político con inhabilitaciones a sus ex diputados.

Refrescando nuestra historia reciente, después de la intentona del 4 de febrero de 1992, Hugo Chávez y sus comacates, quedaron en libertad, gracias a que, en su nuevo mandato presidencial, Rafael Caldera, le ordenara a la Corte Marcial, sobreseer la causa a todos los militares que se habían revelado en contra del ex presidente Carlos Andrés Pérez.

Y como agua que rebosa el vaso, el 31 de diciembre de 2007, el presidente Hugo Chávez, ordenó la publicación del Decreto No. 5.789, Ley Especial de Amnistía, a favor de quienes habían participado en el golpe de estado de abril del 2002.

Nicolas Maduro burla todo intento de diálogo que nos conduzca a la conciliación y a la paz. Esta conducta revela su lado oscuro represivo e intolerante, y es una demostración palpable de que, en Venezuela, él ha impuesto como política de Estado, la violación permanente de los derechos humanos a sus opositores.

El reto que tiene el liderazgo opositor, es obligar a Maduro, a buscar una salida a través del diálogo, pacífica, democrática y electoral, garantizando; eso sí, que, al vencido, si no ha cometido delitos de lesa humanidad, se le debe dar el perdón, como ha sido nuestra tradición histórica.

 4 min


Hugo Prieto

No seré yo el que diga, sin albergar duda, que las casualidades existen. Tendría que acudir a la ciencia para demostrarlo, lo cual está negado de plano. Anoto una serie de hechos que, como dos vectores, apuntan en la misma dirección y envían una señal roja cada vez que interceptan una impresión, una conclusión o un dato, en su recorrido en paralelo. La primera visión es de la escritora Ana Teresa Torres*, plasmadas en su libro Viaje al poscomunismo. Son anotaciones, agudas como corresponde a una intelectual de su valía. La segunda visión es la del periodista estadounidense David Remnick, quien escribió una pieza emblemática del periodismo de investigación, «La tumba de Lenin», que mereció el premio Pulitzer. No sería un atrevimiento afirmar que la autocracia de Nicolás Maduro es, a lo sumo, una parodia de la autocracia de Vladimir Putin.

Le he propuesto a Ana Teresa Torres que pongamos la atención en esas señales. El resultado es la primera parte de esta entrevista. Más adelante hablamos de su novela más reciente, Diorama, cuya presentación está prevista para el próximo jueves a través de zoom y de la cual Prodavinci publica su primer capítulo.

Una nueva clase empresarial en Rusia, «la oligarquía», y también en Venezuela, «la boliburguesía». En tu opinión, ¿qué las caracterizaría?

Aclaro que lo mío es sólo una impresión, pero el fenómeno es similar, en el sentido de que después del colapso de la Unión Soviética, se produjo en Rusia lo que se denomina capitalismo oligárquico. Una serie de personas, vinculadas a las estructuras del poder, aprovecharon «la oportunidad» para hacer negocios en sectores muy importantes (petróleo, bancos, gas, oro) y formaron una nueva clase. De alguna manera, uno podría decir que en Venezuela ocurre algo parecido con la aparición de tiendas de súper lujo en Caracas, de camionetas y carros de alta gama, de bodegones exclusivos, fiestas lujosas en lugares emblemáticos, como puede ser el Hotel Humboldt. Es decir, nosotros lo que vemos es el reflejo de un grupo de personas que han logrado vincularse al poder y regentar grandes negocios.

Algunas de las impresiones que relatas en tu libro Viaje al poscomunismo las podemos encontrar, no como el testimonio de una escritora que toma notas a lo largo de su viaje por Rusia (y los antiguos países satélites de la extinta URSS), sino en un minucioso y detallado reportaje titulado «La tumba de Lenin», cuyo autor es el periodista David Remnick.

Una de las características de esa clase, de acuerdo a Remnick, es que tiene que ser fiel, extremadamente fiel, al poder. De lo contrario, las cosas no van bien. Cita el caso de un empresario (Mijail Jodorkovsky) quien trató de hacer negocios por su cuenta, sin contar con la anuencia del Kremlin, y terminó preso. Entonces, ese fenómeno, que Remnick define como capitalismo oligárquico, lo podemos ver en Venezuela.

Aquí podríamos mencionar el caso del empresario Ricardo Fernández Barrueco, quien hizo negocios con el chavismo y terminó preso.

Es que esto, para que funcione, exige una absoluta lealtad. De lo contrario, no va bien.

Dices, en tu libro, que no puedes evitar la comparación entre lo que ocurre en Rusia y lo que sucede en Venezuela. Los soviets construyeron, pero también destruyeron. El chavismo, en cambio, ha sido una carga de demolición. El país está destruido. ¿Podrías hacer un agregado a este planteamiento?

No podemos decir que en Venezuela se ha establecido un Estado comunista como ocurrió en la Unión Soviética y en otros países de Europa del Este. Quizás era un proyecto, no lo puedo saber. En todo caso, no se consolidó en el sentido de la colectivización de los medios de producción, por ejemplo, que es algo básico en un Estado comunista. El Estado comunal; soviet es comuna. Yo creo que eso no funcionó de la misma manera. Se hicieron muchas expropiaciones, pero casi todas terminaron en la destrucción de la fábrica o de la producción agrícola. ¿De esas empresas que se expropiaron, los obreros que trabajaban en ellas han podido disfrutar de sus beneficios? No pareciera. No voy a defender el Estado soviético a estas alturas. Pero allí hubo una construcción social evidente, en términos de educación y de salud. Claro, vinculadas a una represión brutal. Igualmente, hay que decir que no hemos tenido el grado de totalitarismo que imperó en la extinta Unión Soviética. Lo que ha habido aquí es una represión selectiva, una destrucción de los medios de comunicación y una asfixia de las libertades. Pero no creo que sea comparable con los grados de persecución y de control de la ciudadanía que hubo en el imperio soviético. Esto, podríamos decir, es una suerte de parodia. Pero no por eso menos destructivo.

Quisiera puntualizar este aspecto, porque más adelante escribes: «Un escenario de usurpaciones, de corrupción, de batallas judiciales, de oligarcas, todo lo cual apoya mi hipótesis de que Venezuela llegó al poscomunismo sin haber pasado por el comunismo».

Sí, es lo que estaba diciendo, ¿no? Es una hipótesis muy personal, de una escritora, no de una politóloga, que no soy. Pero uno puede ver manifestaciones muy evidentes de este capitalismo oligárquico, basta con darse una vuelta por ciertos lugares de la ciudad. Pero como lo dije antes, son sólo las huellas las que nosotros podemos ver.

Para darles continuidad a las coincidencias, cito una frase del epílogo de tu libro: «Con el tiempo la Rusia de los zares y la Rusia del gran imperio soviético desembocaron en la Rusia autocrática de siempre». Mientras que Remnick escribe: «Tras mil años de feudalismo, autocracia zarista y comunismo totalitario, ¿cabía esperar el advenimiento de una democracia liberal, prosperidad, verdad y justicia?». Claro, hay un elemento de la geopolítica que no podía pasar inadvertido. Dices, como agregado: «Venezuela, antes alineada al bloque de Occidente, pasó a ser un peón en el nuevo tablero geopolítico que parece reanudar una Guerra Fría del siglo XXI». La autocracia parece ser el elemento en común que comparten Cuba, China, Irán, Turquía y, por supuesto, Rusia, en esta alianza internacional.

Si alguien pensó que después del comunismo iba a llegar una democracia liberal a Rusia, resulta que no. Es decir, los fenómenos históricos no son así. Apareció esa nueva clase -el capitalismo oligárquico-, como lo señala Remnick. Pero hablemos de Venezuela. Parte del proyecto político fue desoccidentalizar el país y desmodernizar el país. Ciertamente, eso se ha ido logrando. Venezuela pertenecía, claramente, al mundo Occidental. En este momento, las vinculaciones de Venezuela están fuera de esa órbita y se concentra en los países que acabas de mencionar. Creo que tiene que ver con el hecho de que no interesa la alianza con países que tienen como sistema político la democracia liberal, que son los que imponen límites y sanciones, sino con países que, precisamente, son autocracias. Son estas nuevas alianzas -tras el poscomunismo- donde se anota Venezuela. Lo cual te habla de que el proyecto no era llevar al país a una democracia liberal, como la conocimos en otros períodos de nuestra historia.

Hay otro elemento distintivo. Durante la democracia liberal que conocimos, la represión y la violación de derechos humanos no fue tan extendida y significativa como lo es actualmente. Nuevos iconos: La tumba, El Helicoide. El informe de verificación de hechos de Naciones Unidas, que dan cuenta de crímenes de lesa humanidad. La destrucción de los partidos políticos. La persecución que ha llevado a sus dirigentes al exilio. No voy a decir que la represión es similar a la de esos países, pero hay un cambio muy significativo.

Por supuesto. Hay un cambio radical. Uno puede observar que se han ido desbaratando los elementos fundamentales de un sistema democrático liberal. Uno, la libertad de prensa. ¿Cuántos periódicos quedan? Muy pocos. Los medios de comunicación tomados. Dos, entramos en la fase de destrucción de las universidades vía asfixia presupuestaria, vía destrucción de material académico (robos, saqueos, vandalismo en los centros universitarios). Tres, al exilio se tienen que ir quienes detenten cierto liderazgo. Cuatro, los partidos políticos expropiados y vendidos a otros grupos. Claro, eso permite decir que hay una oposición. Y aquí señalo una característica mencionada por Remnick. El Estado puede permitir partidos políticos, pero no coaliciones. Obviamente, las coaliciones pueden resultar muchísimo más peligrosas. Y es muy difícil encontrar una coalición en este momento. Cinco, hay otro elemento, no puedo saber si eso ha ocurrido igual en esos países, pero también la criminalidad influye mucho en esto. Es decir, grupos «especiales», que pueden despojar a la gente de sus bienes o arrebatarles sus negocios. Todo tipo de soborno, de imposiciones, de amenazas, para las personas que necesitan, entre comillas, la «benevolencia» del Gobierno para recibir alimentos o alguna otra dádiva, si no se comportan políticamente como se desea. Todo eso abre un panorama, donde el sistema democrático, yo diría, ha sido destruido.

¿Qué nos queda?

No por eso voy a decir que no hay personas con conciencia y con intención democrática. Pero lo que hace a un sistema democrático, en términos de partidos políticos, en términos de libertades, en términos de comunicación, en términos de respeto a los derechos humanos (ni hablar de la cantidad de encarcelamientos sin fórmula de juicio), todo eso te habla de que ese objetivo, si lo era, de destruir el sistema democrático está bastante avanzado. Ha sido bastante logrado. En este momento queda la memoria de otros periodos políticos en Venezuela y la aspiración de mucha gente de que eso pueda, de alguna forma, volverse a construir. Que pueda levantarse de las ruinas democráticas y volver a establecerlo. Eso no lo sabemos, es un futuro imposible de determinar.

Tenemos la mención que hace Remnick de una novela distópica (El día del oprichnik), cuyo autor es Vladimir Sorokin. Los oprichnik eran la KGB de Iván el Terrible. Sorokin describe una Rusia autoritaria, ambientada en 2028, bajo el mando de un dictador. El jueves presentas Diorama, tu novela distópica. Sólo hago mención de ambos libros. ¿Qué te llevó a escribir esa novela?

Creo que vivimos en una gran distopía, a diferencia del siglo pasado, que fue un siglo de grandes utopías. El socialismo era una de ellas. También la democracia que se instala en los países de Europa Occidental. El progreso científico. El siglo XX se construyó con grandes relatos utópicos, muchos de los cuales lograron materializarse. Pero entramos en el siglo XXI y pareciera que es al revés. El periodo de las distopías, ¿no? De hecho, hay una gran producción literaria, en este momento, de novelas y de relatos distópicos. La realidad se ha vuelto nebulosa, difícil de entender o de comprender. Desde Venezuela, me pareció que no podía escribir nada que no pasara por ese canal de la distopía. De encontrar una realidad y preguntarme ¿esto es posible? ¿esto está ocurriendo? Y resulta que sí. Entonces, vivimos una atmósfera distópica. Ahora complicada con el tema de la pandemia. Aunque cuando yo escribí la novela, la pandemia no estaba presente. Pero forma parte de esa sensación de fin de mundo.

¿Hay continuidad entre Viaje al poscomunismo y Diorama, la novela que presentas el próximo jueves?

Hago una consideración retrospectiva con relación a tu pregunta. Sí, hay una continuidad. Porque, como dije antes, el socialismo fue una gran utopía del siglo XX. Y ahora, lo que ha generado, es una gran distopía. Evidentemente, esto no era el desenlace que se esperaba, ni en la URSS ni en las otras repúblicas soviéticas. No hay casualidad en esto. Hay un espíritu de los tiempos, donde vamos sintiendo que esos grandes relatos de emancipación terminaron en situaciones como las que hemos hablado: el capitalismo oligárquico de los grupos criminales, que en Rusia son famosos. Terminaron en lo opuesto a una utopía.

Hay que decirlo. Grupos criminales que colonizaron el Estado o se asociaron a las estructuras de poder.

Claro. Es un vínculo estructural entre los servicios de información y los grupos criminales, al menos en Rusia. Eso genera un mundo distópico. Novelas distópicas se escribieron durante el comunismo, debido a la censura que era brutal. Ahora, las circunstancias son distintas. Y por lo que podemos ver, hay una mayor libertad de producción. Está en la Rusia de la novela de Sorokin y también en Venezuela. Ustedes en Prodavinci acaban de publicar una sección de relatos distópicos. No creo que sea algo que el escritor busca, es algo que la realidad le impone. No encuentra otra manera de expresar lo que vive que no sea sino a través de la descripción de un mundo ficticio, en términos de distopía.

En tu novela, los reseñadores tienen que escribir de acuerdo a lineamientos que vienen de una estructura de poder. Parece que la alegoría es el mecanismo, o la herramienta, que mejor puede servir a los efectos de escribir una distopía. ¿Es así?

Desde el punto de vista narrativo, creo que habría dos maneras. Una sería la novela reportaje, con el señalamiento de datos, y otra sería la creación de un mundo ficticio que está aludiendo, alegóricamente, a un mundo real. Ésa es la que yo escogí y creo que muchos escritores están en esa línea. Mi novela transcurre en el Reino de la Alegría, donde hay que decir (obligatoriamente) que todo el mundo es feliz. Entonces, no es bueno reseñar textos donde la gente pueda percibir realidades desagradables. Un mundo totalitario tiene que ser un mundo feliz. No se puede sufrir cuando el régimen político se vanagloria de haber asegurado la felicidad de todo el mundo. Hay una libertad ficticia, porque tienes que escribir de lo felices que somos todos, los escritores, los profesores universitarios, que son algunos de los personajes de la novela.

¿Cómo describes al poder en tu novela?

Es anónimo. Nunca se habla de una persona. ¿Recuerdas las novelas que aluden a los dictadores latinoamericanos? ¿En República Dominicana (Trujillo), en Guatemala (Manuel Estrada), en Paraguay (Alfredo Stroessner)? Yo creo que estamos en una fase distinta. No hay un dictador, no hay un fulanito de tal, hay como un poder invisible. Es un poder anónimo.

¿Omnipresente?

Pero que no puedes ver, como a Gómez o a Pérez Jiménez. Yo creo que la atmósfera, en este momento, no es la de un dictador, sino la de un poder invisible, que está allí y va dirigiendo la vida y el destino de la nación. Es, todavía, si quieres, más siniestro.

Sí, porque al no tener un rostro, una identidad, se convierte en una presencia fantasmagórica. ¿Cuál sería la característica distintiva?

La alegría ha sido declarada, es casi obligatoria. Quizás tiene que ver con Corea del Norte, donde todo el mundo está feliz. No se puede hablar de otra cosa. Solamente se puede llorar si muriera Kim Jong-un. No son las dictaduras que conocimos en el siglo XX. Es otro tipo de poder, donde la alianza entre el poder económico y el mundo criminal puede llegar a ejercer un control absoluto.

***

*Narradora, ensayista. Individuo de número de la Academia Venezolana de la Lengua. Ha ganado diversos premios nacionales e internacionales. Entre otras obras ha escrito La herencia de la tribu, Del mito de la Independencia a la Revolución Bolivariana (2009), Nocturama, La Escribana del Tiempo, Viaje al poscomunismo, Diorama.

7 de marzo de 2021

Prodavinci

https://prodavinci.com/ana-teresa-torres-vivimos-en-una-gran-distopia/

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Américo Martín

Cuando el pacificador, general Pablo Morillo, tocó costa firme en Venezuela estaba al frente de un ejército impresionante. Parecía no haber duda de que la corona española recuperaría en poco tiempo lo que había perdido en las guerras emancipadoras de Hispanoamérica. Cuatro años después, tras una sucesión de derrotas y, luego de masacrar pueblos enteros, aquel ejército omnipotente, según confesó por sí mismo a las autoridades monárquicas, se había reducido a una tercera o cuarta parte.

¿A qué se debió aquella merma tan pronunciada? ¿Y por qué no vaciló en transmitir fielmente tan duro retroceso que, seguramente, le acarrearía hasta la posibilidad de ser enjuiciado por traición a la patria, como en efecto intentaron algunos?

La revelación de aquella severa verdad obedeció, a mi juicio, a un deseo de adelantarse a la posible reacción en su contra, anunciando lo que pronto sabrían todos. Pero en el marco de una interpretación que lo librara de responsabilidades, dijo que las deserciones estaban proliferando por la efectiva campaña de las huestes de Bolívar, con el fin de atraer a los españoles nacidos en tierras de la Capitanía General de Venezuela. Lo cierto es que Morillo estaba reconociendo una verdad decisiva, el grueso de los soldados realistas ostentaba semejante condición, por lo que, como dirá en 1911 Laureano Vallenilla Lanz, en Venezuela, la guerra de independencia había sido una guerra civil y no propiamente una confrontación entre países distintos.

Mientras los venezolanos no tomaran conciencia de tal realidad, difícilmente podrían derrotar a la monarquía.

Uno de los que pronto se percató de tan importante realidad fue el Libertador, quien ya venía haciendo esfuerzos por tender la mano y declarar el derecho de los desertores de reconocerse como defensores de su patria de origen. Ese justificado viraje en la conducción de la causa patriótica demostró, una vez más, que el desenlace victorioso pasaba a cargo de la política, en tanto que ciencia y arte, más que de las armas y mucho, mucho más de los desplantes vengativos, la persecución, las torturas y las muertes salvajes provocadas para asustar a los luchadores por la emancipación.

Quizás, un famoso desertor de las tropas realistas de Boves y Morales, nos proporciona el mejor ejemplo para justificar el indicado viraje. Muy pocos días antes del célebre encuentro entre Bolívar y Páez, después del Congreso de Angostura, reinaban sentimientos de curiosidad y emoción entre los llaneros de Páez. Los dos hombres más importantes, en ese momento, en el ejército patriota, fundirían con lazos de acero la anhelada unidad, pero Pedro Camejo debió ser el único inquieto y nervioso. Se acercó al mayordomo, nombre que sus leales le daban a José Antonio Páez, para implorar que no le dijera al Libertador que él había sido un ardoroso militante de la causa realista, específicamente de Boves y Morales, aquellos dos hienas sanguinarias. El heroico catire, seguramente con una sonrisa, le dio afectuosas seguridades al respecto.

Se produce el encuentro, los llaneros saludan vehementes a los dos grandes hombres y, en medio de la fiesta, el catire llama a Bolívar para presentarle a Pedro Camejo, diciéndole:

—Te presento al mejor de mis hombres a caballo. Imbatible con una lanza, fue un bravo luchador al servicio del asturiano Boves.

Tal como lo había previsto el gran catire, Bolívar se alegró y se interesó en saber qué lo había llevado a unirse a los patriotas. Al Negro Primero se le helaría la sangre, los nervios le arrancaron una verdad que luego se empeñó en ocultar.

—¡La codicia! —dijo—–, yo había notado que los patriotas muertos o heridos vestían uniforme y botas nuevas y tenían una reserva de dinero en los bolsillos.

Posiblemente aconsejado por alguno de sus nuevos jefes, cambió el discurso, asegurando que el General Páez lo convenció de las bondades de la independencia y la importancia de la patria. Probablemente la verdad haya sido que, atraído por la codicia, predominó en su ánimo el entusiasmo de sus compañeros y su audacia guerrera. Es decir, la fraternidad de las trincheras.

Digamos que con su sangre y su vida, el célebre Negro Primero se ganó un puesto de honor en el ejército de Bolívar, después de haber acompañado a Boves y Morales en sus ominosas tropelías contra ancianos, mujeres y niños.

Este relato puede ilustrar la enorme importancia de aplicar las diamantíferas reglas de la política, que resumo así: primera, no confundir la justicia con la venganza; segunda, no abusar de la libreta de cuentas por cobrar ni despreciar recursos como la amnistía, el perdón y la clemencia, que son poderosos estímulos al reencuentro y la unidad; tercera, sumar y sumar, incluso del campo adversario; cuarta, maximizar el estilo y el arte de la política en las labores de persuasión a los del campo contrario y quinta, si contra lo aconsejable se extreman las confrontaciones violentas o la guerra, el objetivo de todas ellas no es aniquilar al adversario sino colocarlo en posición que lo lleve por sí mismo a entender que ya no puede seguir haciendo lo que tanto se le reprochaba.

Twitter: @AmericoMartin

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