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Opinión

Luis Vicente León

Es común oír hablar sobre la dolarización venezolana. Si bien es un término lógico en una conversación coloquial, es importante aclarar que en realidad la dolarización de una economía ocurre cuando sus autoridades monetarias deciden sustituir o complementar su moneda por el dólar oficialmente.

Son procesos que otros países han realizado en el pasado, como es el caso de Ecuador o Panamá, pero que requieren de una política deliberada para adoptarlo, hacerlo oficial y realizar los acuerdos necesarios con la Reserva Federal Norteamericana para garantizar su uso, suministro y sustitución de moneda y billetes, que evidentemente los países dolarizados no pueden producir. Este no es el caso venezolano, pues para comenzar, el gobierno, su principal generador de divisas, Pdvsa, y su autoridad monetaria, BCV, están sancionados por EEUU y no pueden ejecutar acuerdos ni convenios de ese tipo, sin contar con que no esta en la filosofia económica del gobierno.

Sin embargo, aunque no hay una dolarización formal, el país si registra una masificación del uso de divisas en sus actividades económicas privadas, un fenómeno inevitable frente a la pérdida, evidente e irrecuperable, de funciones del bolívar y gracias a ella la economía, a pesar de su crisis severa, aún permite la realización de actividades industriales y comerciales básicas.

El uso de divisas en una economía como la venezolana es un clásico histórico y ocurre primero de facto, incluso surfeando las típicas restricciones legales, pero luego las legislaciones se ajustan a ella para evitar el colapso total de la economía, que de otra manera sería inevitable.
En este momento cerca de 65% de las transacciones comerciales privadas del país se realiza en moneda extranjera, principalmente en dólares, pero también euros, pesos colombianos, reales brasileros y gramas de oro, principalmente en el sur de país. A diferencia de la situación cambiaria informal que se registraba en 2018, hoy una parte relevante de esas transacciones se realiza formalmente y amparada (parcial o totalmente) en las modificaciones legales que permiten transacciones en divisas en Venezuela a cambio oficial, el cual se acerca notablemente al tipo de cambio paralelo. La banca está autorizada legalmente a abrir cuentas en dólares para custodiar efectivo, la mayoría producto de transacciones que crecen en el mercado local y necesitan formalizarse. Esas cuentas y sus transacciones de suministro de efectivo y transferencias internas son legales y fundamentales para la economía interna. Sin transacciones bancarias formales en moneda extranjera en Venezuela, que no tiene una moneda local que cumpla funciones de intercambio, reserva de valor y mecanismo de cuentas, igual las transacciones se seguirían haciendo en moneda extranjera pero de forma más opacas, ineficiente y distorsionante.

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La apertura oficial a las operaciones cambiarias y a la fijación de precios son el anticipo de un proceso más amplio de apertura económica que resulta inevitable frente a la necesidad de sostener el país con operaciones privadas, tomando en cuenta las fuertes restricciones de operación que tiene el gobierno sancionado. Cabe señalar que dadas esas sanciones que ponen en duda, para muchos inversionistas, la legitimidad institucional venezolana, las inversiones privadas futuras tendrán probablemente un perfil de origen distinto a la tradición de inversión extranjera en Venezuela. En resumen, podríamos esperar que el gobierno sea en el futuro mucho más abierto a la inversión privada para subsanar su propia imposibilidad de invertir y operar, pero el perfil de países fuente de inversiones a futuro puede ser muy distinto al que conocemos hoy. Una especie de nueva fauna empresarial que ya comenzamos a ver en el mercado.

luisvleon@gmail.com

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Carlos Raúl Hernández

“Neruda miraba absorto Machu Picchu. Le pregunté, para la historia: - ¿Qué ves poeta? –El sitio ideal para comerse un asado, respondió”. E. Rodríguez Monegal

San Anselmo llamó “insensatos” a quienes no comprendían ni sus propias palabras. Por ejemplo, parece serlo quien crea que entre los genes hispánicos, negros e indígenas, hay unos más originarios que otros, como entre Guaicaipuro y Francisco Fajardo. O quien menosprecie la monumental trascendencia de la sociedad mestiza por la violencia inicial de la conquista. O quienes llaman genocidio al contagio de males inmunológicamente desconocidos.
También los que nos definen como “lo peor de España, indios flojos y negros esclavos”. Quienes maldijeran que los musulmanes salieran de Arabia y desparramaran su cultura por el Mediterráneo hasta España para tratocar la historia; que Alejandro helenizara al mundo, o que Roma ocupara desde Britania, hasta el Asia menor y el norte de África, porque cambió “costumbres ancestrales” y romanizó al mundo. O quien reniegue porque 20% de la raza humana tiene genes de Gengis Khan.
La búsqueda de nuevos mundos comenzó hace 80 mil años cuando el homo sapiens abandonó África para ocupar el planeta. El insensato llama “invasión” … “crimen histórico”, a la América hispánica, preso del mito del “buen salvaje”, de los dulces pueblos rousseaunianos, turbados por extranjeros. El colonialismo ha sido consustancial a la marcha de la humanidad hasta la llegada de los estados nación, la comunidad internacional y la ONU.
El mar de la felicidad
Tan inseparable de la historia que no hay un palmo de territorio en el globo que no haya sido colonizado una o varias veces, o que no haya pasado de colonizado a colonizador, también varias veces. Oí a una guía más ideológica que turística en Ollantaytambo, camino a Machu Picchu, que “las tribus colonizadas por los incas eran muy felices. Vivían en un mundo de amor”. Su cara era como las rocas de la ciudad sagrada hacia la que corría el autobús.
Ese Edén ideológico era falso por la condición humana y por la dinámica de la civilización. Algunos insensatos-pero-no-tanto, creen “nos hubiera ido mejor”, si en vez de los españoles, hubieran sido los portugueses, los franceses o los ingleses. Pero Brasil, Argelia, Jamaica, Angola, Haití, Guyana, no permiten juicios rotundos. En Cusco, “ombligo del mundo”, los incas dominaban desde Antofagasta en Chile hasta Colombia, pasando por Ecuador, Bolivia, Perú.
A diferencia del imperio mexica, que era abiertamente antropófago y por eso los sacrificios masivos, en el Tahuantinsuyo, los prisioneros no estaban en el almuerzo diario. Esa moderación dietética se debía a que grandes extensiones agrícolas y ganaderas necesitaban mano de obra. Para aplacar los levantamientos de los pueblos esclavos, practicaban mitimaes.
Era esto: ocupaban una población chilena, secuestraban a todos los hombres y los trasladaban a Colombia, a miles de kms., para que no pudieran comunicarse con nadie ni, por lo tanto, rebelarse. Y de reversa se traían los varones de Colombia a Chile. Una coincidencia histórica es que los jefes mexica e inca, el tlatoani Moctezuma y el inca Atahualpa, creyeron que Hernán Cortés y Francisco Pizarro eran los dioses Quetzalcóatl y Viracocha.
Ser esclavo es malo
Y ambos caciques caen prisioneros. Cortés y Pizarro andaban con apenas 300 y 168 hombres respectivamente, para dominar dos imperios de 15 y 12 millones de habitantes resquebrajados por el odio de los oprimidos. Cortés tejió la alianza para la guerra de liberación. Pizarro en su viaje definitivo a Perú, en 1532, encuentra la guerra civil en plena ebullición Es la alianza de chancas, lurigayos, chachapoyas, karanjas, caraballos tarmas, huancas, yauyos y otros pueblos la que derroca el imperio.
Los crímenes de los europeos contra los indígenas, solo se comparan con los que los indígenas cometieron contra otros indígenas. Los españoles sentenciaron a Atahualpa a morir ahorcado, por el espantoso asesinato de su propio hermano Huáscar, a quien odiaba porque fue el escogido de su padre, e hizo condenarlo al más espantoso suplicio imaginable. Madre, hermanas, mujer favorita, concubinas, hijos, amigos, familiares y servidores de Huáscar, los ejecutaron lentamente, uno a uno en su presencia.
A las preñadas les tasajeaban el vientre en ese mundo de amor. Luego lo liquidaron, según algunos, desollado, según otros, ahorcado. Lo arrojaron al río para que, al no tener tumba en la tierra, no pudiera alcanzar la paz en el otro mundo. Marx no gustaba de estas ancenstralidades, era un modernizador y celebró el colonialismo, que Inglaterra ocupara la India y EEUU a México. Lo creyó progresos civilizacionales.

El ñangarismo tercermundista actual rinde culto al guayuco, la utopía arcaica, pero con tecnología. Carlos Alberto Montaner vio diputados “étnicos” en Perú, ataviados de Hollywood, pero con smart phone y tablet además de arco y flechas. (Vuelvo al principio. En Pablo Neruda: el viajero inmóvil, Rodríguez Monegal destaca que, años después del incidente del asado, Neruda publica su magno Canto general, que comienza con Machu Picchu, uno de sus poemas más poderosos)

@CarlosRaulHer

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Donald G. McNeil Jr.

El 16 de marzo, cuando todavía se creía que era seguro asistir a las conferencias de prensa de la Casa Blanca, el presidente Donald Trump se presentó ante los reporteros y anunció que se necesitaban drásticas restricciones a nivel nacional —en escuelas, lugares de trabajo y nuestra vida social— para detener el coronavirus.

Las directrices, “15 días para frenar la propagación”, fueron acompañadas por un gráfico sombrío. Basado en un prominente modelo del Imperial College de Londres, el gráfico ilustraba con una sinuosa línea azul cuántos estadounidenses podrían morir si no se hacía nada para proteger la salud pública.

La línea escalaba bruscamente a medida que las muertes estimadas subían y luego bajaba lentamente hasta que, finalmente, en el extremo derecho del gráfico, el número de casos nuevos llegaba a cero. Nuestra pesadilla nacional terminaría en octubre de 2020, es decir, justo ahora. En el camino, si no se tomaba ninguna medida, unos 2,2 millones de estadounidenses morirían. Deborah Birx, una de las asesoras científicas de Trump, se refirió al gráfico como “la montaña azul de las muertes”.

Claramente, la pandemia no ha terminado. Hasta ahora, unos 215.000 estadounidenses han fallecido por el coronavirus, y estimaciones confiables sugieren que el número podría llegar a 400.000. Los expertos en salud están de acuerdo en que, con un liderazgo más fuerte, el número de muertos habría sido mucho menor.

Sin embargo, hay un logro colectivo que vale la pena reconocer. En el informe del Imperial College, los autores resaltaron que era casi seguro que su peor estimación no se cumpliría gracias a la naturaleza humana: “Es muy probable que haya cambios espontáneos significativos en el comportamiento de la población, incluso en ausencia de las intervenciones ordenadas por el gobierno”.

Esa predicción resultó ser cierta porque millones de estadounidenses aceptaron, aunque a regañadientes, los sacrificios que implicaba cerrar parte de la economía, mantener la distancia social y usar cubrebocas.

En las peleas cotidianas por la reapertura de escuelas o bares, es fácil olvidar que hubo un tiempo en que la idea de cancelar las grandes reuniones públicas —el Desfile del Día de San Patricio, el torneo de baloncesto March Madness de la National Collegiate Athletic Association— no parecía ni remotamente necesaria. Que hubo un tiempo en que los principales funcionarios de salud dijeron que solo los enfermos y los trabajadores de los hospitales necesitaban usar mascarillas.

Hoy en día, y a pesar de la resistencia del propio presidente, los cubrebocas son ampliamente aceptados. Diversas encuestas muestran que el número de estadounidenses que los usan, al menos al entrar en las tiendas, pasó de casi cero en marzo a cerca del 65 por ciento a principios del verano y luego se ubicó en 85 o incluso un 90 por ciento en octubre. Es posible que, al ver que el mandatario y muchos empleados de la Casa Blanca se contagiaron con el virus, más estadounidenses se convenzan de usar mascarillas.

La lenta pero implacable aceptación de lo que los epidemiólogos llaman “intervenciones no farmacéuticas” ha hecho una gran diferencia en las vidas salvadas. El próximo paso son las intervenciones farmacéuticas.

Algunas ya tienen un éxito modesto, como el antiviral remdesivir y los esteroides como la dexametasona. Pero ya se avecina lo que William Schaffner, un especialista en medicina preventiva, ha definido como “la caballería”: vacunas y anticuerpos monoclonales.

Desde enero, cuando comencé a cubrir la pandemia, he sido una Cassandra constantemente sombría, informando sobre la catástrofe que los expertos veían venir: que el virus se convertiría en una pandemia, que los estadounidenses probablemente morirían en grandes cantidades, que el confinamiento nacional duraría hasta mucho después de la Pascua e incluso del verano. No se vislumbraba ninguna cura milagrosa; el récord de desarrollo de una vacuna era de cuatro años.

Los acontecimientos han sucedido mucho más rápido de lo que creía. Me he vuelto cautelosamente optimista. Los expertos dicen, con genuina confianza, que la pandemia en Estados Unidos terminará mucho antes de lo que esperaban, posiblemente para mediados del próximo año.

Eso es todavía algo de tiempo libre. Los expertos advierten que este otoño e invierno pueden ser sombríos; las comidas dentro de los restaurantes, la escuela presencial, los deportes de contacto, los viajes en avión y las cenas familiares en los feriados pueden provocar contagios, hospitalizaciones y muertes. Los casos aumentan en la mayoría de los estados, y algunos hospitales ya empiezan a estar abrumados.

Aunque la caballería está a la vista, todavía no ha llegado. Para evitar que las muertes lleguen a 400.000, Anthony Fauci ha advertido: “Todos debemos resguardarnos”.

Sabemos qué hacer

El número final de muertos de la COVID-19 dependerá tanto de cómo nos comportemos en el futuro como de la rapidez con que lleguen las innovaciones.

A los Estados Unidos ya les está yendo mucho mejor que durante la gripe española, la peor pandemia que ha afectado al país hasta la fecha, y con la que se suele comparar. Comenzó a principios de 1918 y no desapareció por completo hasta 1920, cuando se alcanzó la inmunidad de rebaño, a costa de 675.000 vidas. En ese momento, la población del país era de 103 millones, por lo que esa cifra equivale a 2 millones de muertos hoy en día.

Las pandemias no terminan abruptamente; se desaceleran gradualmente, como los supertanqueros petroleros. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades han estimado que alrededor del 10 por ciento de la población estadounidense ha sido infectada. A medida que esa cifra crece, y que la gente comienza a recibir inyecciones después de que se aprueba una vacuna, la transmisión debería disminuir.

Cada sobreviviente de la covid y cada vacunado será un eslabón roto en las cadenas de transmisión. Se han presentado raros casos de personas que se han infectado dos veces; esto ocurre incluso con la varicela. Pero los científicos asumen que casi todos los que se recuperan de la covid no pueden contraer o transmitir el virus, al menos durante muchos meses. Incluso para la primavera, no estaremos completamente a salvo, pero probablemente estaremos más seguros.

Mientras tanto, a medida que la pandemia sigue su curso, el porcentaje de personas infectadas que mueren por el virus ha ido disminuyendo. Las razones son muchas.

La edad media de cada nueva persona infectada es casi 30 años menor que en marzo. Los miembros de las fraternidades pueden ser imprudentes, pero pocos estadounidenses mayores lo son.

Los asilos de ancianos han mejorado la protección de sus espacios. La tasa de mortalidad por residente de los asilos de ancianos en los estados que fueron afectados por el virus a fines del verano es aproximadamente un cuarto de la tasa en los estados del noreste y del sur que fueron afectados primero.

Intervenciones simples como los oxímetros de pulso detectan la neumonía antes de que se convierta en una amenaza para la vida. Los esteroides como la dexametasona han reducido el número de muertes entre los pacientes hospitalizados en aproximadamente un tercio. Voltear a los pacientes sobre sus estómagos y retrasar el uso del ventilador también ayuda.

Cada lección aprendida salva vidas.

El invierno se puede sobrevivir

Otro buen presagio: aunque en la primavera los expertos en salud temían que una mala temporada de gripe invernal pudiera enviar a miles de pacientes a los hospitales, donde todos competirían por los respiradores y la atención médica, la posibilidad de una “pandemia gemela” de coronavirus y gripe ahora parece mucho menos probable.

Cada año la gripe es “sembrada” en Estados Unidos por viajeros del hemisferio sur después de que termina el invierno. Pero este año la temporada de gripe fue casi inexistente, porque se mantuvo la distancia social y, en algunos países, usaron cubrebocas. Y en este país, las vacunas contra la gripe llegaron antes de lo normal; tantos estadounidenses se apresuran a vacunarse que se están presentando desabastecimientos puntuales. Si la gripe llega, esas inyecciones y nuestras mascarillas deberían atenuarla.

Otra intervención que podría hacer una gran diferencia son los anticuerpos monoclonales.

Hace dos semanas, la mayoría de los estadounidenses no tenían ni idea de lo que eran. Ahora, el presidente Trump los está promocionando como su “cura milagrosa” y, esté o no curado, los monoclonales son famosos.

Esa atención podría acelerar sus ensayos clínicos, que se han retrasado. (Muchos pacientes se negaron a ser voluntarios, prefiriendo no arriesgarse a que se les diera un placebo cuando podían recibir el plasma de convalecencia, que Trump promovía en agosto).

Pero los expertos creen que los anticuerpos podrían resultar mucho más eficaces que el plasma. El año pasado, en la República Democrática del Congo, los cócteles de anticuerpos monoclonales demostraron ser 90 por ciento eficaces para salvar a las víctimas del ébola.

Pero este enfoque tiene limitaciones. Se cree que solo funciona si se administra poco después de la infección, además los anticuerpos monoclonales son difíciles de producir y, al menos por el momento, son costosos. Si el tratamiento se vuelve popular, la demanda superará rápidamente a la oferta, obligando a los funcionarios de salud a tomar decisiones difíciles.

Las primeras pruebas en animales y humanos sugieren que una dosis de una fracción del tamaño de la que recibió Trump puede proteger a una persona no infectada contra el virus. Si ese hallazgo se comprueba, los anticuerpos podrían utilizarse como una vacuna de acción rápida, que duraría solo un mes más o menos, pero que proporcionaría un “puente” crucial hasta la llegada de las nuevas vacunas.

Este tratamiento podría proteger a las personas de mayor riesgo, como los trabajadores de la salud y los residentes de los asilos de ancianos. O, en una estrategia de “vacunación en anillo”, se podrían administrar anticuerpos a los contactos domésticos de los casos conocidos. La vacunación en anillo fue el método usado para derrotar a la viruela.

Pero, al principio, el número de dosis será limitado, y la elección de usar anticuerpos para la profilaxis en vez del tratamiento puede ser mal visto por los especialistas en ética médica.

Activar la operación Velocidad Warp

Según los expertos en salud, es probable que en algún momento de los próximos tres meses la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés) empiece a aprobar las vacunas que se están desarrollando.

A pesar del caos en la política diaria y la lucha por temas como las mascarillas y los confinamientos, la Operación Velocidad Warp —el acuerdo del gobierno para subvencionar los ensayos clínicos y los costos de fabricación de las compañías de vacunas— parece haber funcionado con una eficiencia notable. Ha invertido más de 11.000 millones de dólares en siete vacunas candidatas, y la FDA ha dicho que aprobará cualquiera que sea al menos un 50 por ciento eficaz para prevenir la infección o reducir su gravedad.

Moncef Slaoui, asesor científico principal de la Operación Velocidad Warp y exejecutivo farmacéutico que ha supervisado el desarrollo de 14 vacunas, ha dicho repetidamente que espera que alguna de las candidatas que ha elegido tengan una eficacia del 75 al 90 por ciento y que al menos dos obtengan la aprobación a principios de enero.

Slaoui cree que, para ese entonces, las fábricas contratadas habrán producido suficientes vacunas para 30 a 40 millones de personas, y luego otros 80 o 90 millones de personas cada mes después de eso. Asumiendo que nada salga mal, dijo, habrá suficientes dosis para que los 330 millones de estadounidenses sean vacunados para el próximo junio. Bill Gates, que no forma parte de la Operación Velocidad Warp pero trabaja con ella con el fin de desarrollar vacunas para los pobres del mundo, está de acuerdo con ese calendario.

Inevitablemente habrá problemas de distribución, pero los militares están preparados para ayudar. El jefe de operaciones de la Operación Velocidad Warp es el general Gustave F. Perna, un especialista en logística.

El escepticismo sobre las vacunas puede desaparecer

Algunos funcionarios de salud temen que cuando llegue una vacuna, muchos estadounidenses se muestren reacios a tomarla. De hecho, cerca de la mitad de los estadounidenses han dicho a los encuestadores que se sienten así. No obstante, creo que la vacilación puede disiparse, si no surgen problemas de seguridad importantes cuando se inoculen los primeros millones de estadounidenses.

La última vez que la nación se enfrentó a un momento como este fue en los años cincuenta, cuando la vacuna contra la polio estuvo disponible. Durante años, los padres habían vivido con miedo al virus, ya que veían morir a los niños, vivir en pulmones de acero o caminar con aparatos en las piernas. Cuando la vacuna Salk estuvo disponible en 1955 —y de nuevo en los años sesenta cuando fue remplazada por la vacuna Sabin— los estadounidenses hicieron filas en grandes cantidades para recibirla.

La demanda de la vacuna antipoliomielítica sobrevivió incluso al horripilante incidente Cutter de 1955, en el que un mal lote de 200.000 dosis de Salk de los laboratorios Cutter de Berkeley, California, paralizó parcialmente a 260 niños y mató a diez.

He visto una tendencia similar al cubrir las campañas de erradicación de la polio en Pakistán y Nigeria. Cuando una enfermedad realmente desgarra a una población, la duda ante la vacuna se derrumba. Incluso ante los persistentes rumores de que las vacunas contra la poliomielitis harían que sus hijas fueran estériles, las madres de Pakistán que habían visto a otros niños lisiados desafiaron a sus maridos e imanes y sacaron a escondidas a sus propios hijos para que los vacunasen. Incluso en las zonas más resistentes, como las controladas por los talibanes paquistaníes o Boko Haram, las campañas de vacunación atraían a los padres estableciendo “campamentos de salud” que ofrecían una docena de vacunas, entre ellas la de la poliomielitis.

Ninguna vacuna es 100 por ciento segura. “La más eficaz puede tener el mayor riesgo si estimula el sistema inmunitario lo suficiente como para crear el riesgo de enfermedades autoinmunes”, dijo George D. Yancopoulos, inmunólogo y fundador de Regeneron Pharmaceuticals. “Habrá que hacer algunos cálculos de riesgo-beneficio”.

Pero la alternativa a ser vacunado es arriesgarse a una posibilidad de muerte de casi 1 en 100, así como a amenazas no determinadas pero preocupantes de enfermedades cardíacas, daños pulmonares e incluso daños cerebrales. Sin mencionar la posibilidad de no poder volver al trabajo, tener que educar a los hijos en casa durante años y no comer en un restaurante, volar en un avión o ver una película en un cine sin el espectro de la ansiedad.

Esas son motivaciones fuertes para arriesgarse con una vacuna, especialmente si los amigos y familiares la han recibido y les ha ido bien.

Todo el mundo debe estar seguro

En septiembre, la actriz Jennifer Garner le realizó una entretenida entrevista a Fauci en su Instagram, y le preguntó cuándo sería seguro volver al teatro en vivo. “A fines de 2021 o quizás incluso a mediados de 2021”, respondió. Para entonces, explicó más tarde, tantos estadounidenses estarían vacunados —o inmunes por haber sobrevivido a una infección— que sería seguro sentarse sin mascarilla en un teatro lleno de gente.

Hasta entonces, las mascarillas y la precaución son nuestra mejor alternativa. Si nos protegemos rigurosamente a nosotros mismos y a los demás, podemos matar de hambre al virus de nuevos huéspedes hasta que nuestra epidemia nacional finalmente se evapore.

Entonces debemos ayudar a otros países a obtener vacunas; hasta que no estén protegidos, no podemos aventurarnos más allá de nuestras fronteras como turistas o viajeros de negocios, ni otros pueden venir aquí. Ningún país puede ser olvidado; dejando de lado los motivos caritativos, sus turistas llenan nuestros hoteles.

Tendremos competencia, o ayuda, si le damos una visión generosa a un esfuerzo global. China afirma que ya tiene cinco vacunas en ensayos de fase 3, y Rusia ya comercializa su vacuna en el extranjero, aunque ni siquiera ha realizado un ensayo de fase 3

Muchos economistas piensan que nuestra recuperación nacional será rápida, como las que siguieron a la primera y segunda guerras mundiales, en vez de los periodos posteriores a las crisis financieras de 1929 y 2008. China, tras haber vencido al virus, tiene una economía en crecimiento de nuevo. Entre los estadounidenses que no han perdido sus empleos, los ahorros personales están en niveles récord. A pesar de los impagos de los préstamos en esta recesión, los bancos están llenos de dinero en efectivo y, si es necesario, pueden pedir prestado a sus prósperos homólogos asiáticos. Cuando el momento sea seguro, los préstamos para reactivar restaurantes, hoteles y otras pequeñas empresas deben fluir.

Mientras tanto, a medida que nos resguardamos, el Congreso debe encontrar la manera de asegurar que millones de estadounidenses que no tienen trabajo no pasen hambre o sean desalojados

Y una vez que la pandemia termine, queda una misión más: asegurarse de que esto no vuelva a suceder. Debemos buscar los virus en la naturaleza que tienen más probabilidades de infectarnos y gastar los miles de millones de dólares necesarios para crear vacunas y diseñar anticuerpos contra ellos. Para que la próxima vez estemos preparados.

13 de octubre de 2020

New York Times

https://www.nytimes.com/es/2020/10/13/espanol/optimismo-coronavirus.html...

 13 min


Freddy Carquez

Cuando hablamos o nos referimos al lago de los Tacarigua, generalmente nuestras opiniones e informaciones giran en torno al conocido y extraordinariamente importante Lago de Valencia, colocado en el corazón de la región central.

Colocándonos al margen de la importancia y trascendencia de su presencia en el corazón de toda una CUENCA, espacio que incorpora una región con una aplastante presencia de factores humanos, económicos, sociales y políticos comunes.

No es un inmenso pozo de agua dulce, al cual le pasábamos por un costado descuidadamente a través de la autopista regional del centro, las manifestaciones de la problemática que subyace nos obligan en el presente a prestarle atención porque nos podemos caer del VIADUCTO Y AHOGARNOS.

Es muy importante recordar que la cuenca del lago incorpora 4 estados, Aragua, Carabobo, Cojedes y Guárico, en donde reside una población estimada en 4 millones de habitantes, toda una región en la cual sus pobladores han vivido de actividades económicas muy variadas e importantes.

Existe toda una historia prolongada en la relación entre la comunidad y el lago, caracterizada por el manejo irracional de sus capacidades, producto de su utilización como un gigantesco vertedero de desechos industriales y humanos, problemas nunca resueltos satisfactoriamente, quedando en la memoria colectiva la gran pegunta sobre sus efectos sanitarios.

De igual manera, tampoco fue posible detener la desforestación y luego la destrucción de las múltiples unidades de producción agrícola y ganadera desarrolladas en sus inmediaciones, el sistemático crecimiento de la acumulación de agua por la cuenca devoro las numerosas fincas y granjas existentes, con su balance de desempleo, desarraigo y pobreza.

La marcha ofensiva del cuerpo de agua acumulado en la cuenca del lago, siguió su camino, apareciendo una nueva y más grave complicación, como consecuencia muy explicable de la recuperación de su espacio natural, porque el agua que va al lago se ha empezado a rebosar INUNDANDO SU VECINDAD.

Se ha creado un sostenido proceso de EROSION SOBRE LOS URBANISMOS PRESENTES EN LA PERIFERIA, más de una decena de municipios circundan la cuenca, el agua del lago ha alcanzado las viviendas y las inutiliza destruyéndolas luego.

Han pasado los años, casi medio siglo y el abordaje de las soluciones sigue ausente, los remedios emprendidos a nivel local no fueron más allá de la reubicación de los vecinos afectados, pero la solución aún sigue sin aparecer.

¿Y que nos preocupa en el presente?, que además del injusto castigo que recibe nuestra población, que en cualquier madrugada el agua contenida en el lago inunde la ciudad de Maracay, con sus catastróficos efectos.

16 de octubre del 2020

Médico Internista- Profesor Titular de la Universidad de Carabobo. Magister en Educación Superior. Doctor en Ciencias Sociales.

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Acceso a la Justicia

En casi tres años de sesiones, la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente (ANC) no presentó ningún proyecto de Constitución, pero sí se arrogó las funciones legislativas de la Asamblea Nacional y en la última ocasión que lo hizo aprobó la Ley Antibloqueo para el Desarrollo Nacional y la Garantía de los Derechos Humanos, que Nicolás Maduro le presentó con la supuesta finalidad de contrarrestar las sanciones internacionales impuestas a su administración.

Una revisión del instrumento, catalogado como «ley constitucional», permite a Acceso a la Justicia advertir que se trata del mayor atropello al Estado de derecho ocurrido hasta ahora, pues pretende producir transformaciones radicales en el orden jurídico del país por una vía no constitucional. Difícilmente esta «ley» puede considerarse como tal a la luz de la Carta Magna de 1999, pues no fue dictada por el Parlamento, pero además para su aprobación no se cumplió el procedimiento constitucional para la elaboración de las leyes.

Sin embargo, las anteriores fallas no son las únicas y en las siguientes seis preguntas haremos alusión a otras violaciones más.

¿Cuál es el objeto de la nueva ley constitucional aprobada por la írrita ANC?

Su artículo 1 indica que busca establecer un «marco normativo especial y temporal» que facilite al gobierno de Maduro «contrarrestar, mitigar y reducir, de manera efectiva, urgente y necesaria» las sanciones dictadas por varios países contra el Estado venezolano.

Hay que puntualizar al respecto que la fraudulenta ANC a través de ese instrumento instituye una plataforma normativa paralela, cuya aplicación desarticularía la prevista en la Constitución, a fin de habilitar al Ejecutivo Nacional, sin limitaciones ni controles, para dictar las medidas que considere necesarias o cualquier acción que desea emprender, especialmente en el orden económico, con el supuesto propósito de amparar al país de las sanciones internacionales.

¿Qué medidas puede dictar el Ejecutivo Nacional gracias al texto?

La «Ley Antibloqueo» otorga un catálogo de facultades al Poder Ejecutivo que servirían para defender la economía del país ante el bloqueo impuesto por la comunidad internacional.

Entre las medidas que establece este instrumento, Acceso a la Justicia considera importante destacar la prevista en el artículo 24, la cual autoriza al Ejecutivo Nacional a celebrar «todos los actos o negocios jurídicos que resulten necesarios», a fin de «impedir o revertir actos o amenazas de inmovilización, despojo o pérdida de control de activos, pasivos e intereses patrimoniales de la República».

Este artículo supone una suerte de cheque en blanco para que el Gobierno de Maduro realice con absoluta libertad cualquier acto, actuación o contrato que, según su real parecer y entender, sea conveniente para atender los efectos de las sanciones internacionales.

En segundo lugar, también llama la atención la medida contenida en el artículo 19 según la cual «el Ejecutivo Nacional procederá a inaplicar, para casos específicos, aquellas normas de rango legal o sublegal cuya aplicación resulte imposible o contraproducente como consecuencia de los efectos producidos por una determinada media coercitiva unilateral u otra medida restrictiva o punitiva».

En pocas palabras, el Gobierno no tiene la obligación de cumplir las leyes y puede dejarlas sin efecto, lo cual socava aún más la institucionalidad y representa una usurpación de funciones del Poder Judicial, el cual es el único constitucionalmente facultado para desaplicar normas. Basta con revisar el segundo aparte del artículo 334 de la Constitución, el cual señala que corresponde a los tribunales la competencia de desaplicar normas jurídicas, en caso de que estas sean incompatibles con el texto constitucional.

En el mismo sentido es alarmante lo contenido en el primer aparte de la disposición final única del polémico instrumento, el cual establece que las medidas adoptadas por el Ejecutivo Nacional «continuarán surtiendo plenamente sus efectos» aun cuando la ley constitucional pierda vigencia.

En este caso, si el Ejecutivo considerara que debe inaplicarse una norma jurídica podría hacerlo, independiente de la propia vigencia de la «Ley Antibloqueo», razón por la cual a la postre este cuerpo normativo podría quedar derogado, pero la desaplicación normativa dictada por el Ejecutivo mantendría indefinidamente su pleno vigor. Es decir, que a pesar de que esta ley se extinga, eso no afectaría a las desaplicaciones normativas adoptadas por el Poder Ejecutivo, ni a ninguna otra medida o decisión que este dictara discrecionalmente.

Para Acceso a la Justicia, lo descrito puede conducir a un verdadero caos y, especialmente, a un estado de incertidumbre jurídica nunca antes visto, ya que una vez que quede derogada esta ley debería comportar necesariamente la cesación de todas y cada una de las decisiones que fueran decretadas por el Ejecutivo, pues es sabido que en estos casos rige el principio de decaimiento, según el cual las medidas que se dicten en circunstancias excepcionales cesan al momento de extinguirse la situación extraordinaria, tal como ocurre con los estados de excepción.

¿Qué otras potestades da la «Ley Antibloqueo» al Ejecutivo Nacional?

La írrita ANC confiere al Ejecutivo Nacional un abanico de facultades económicas que salen del marco de sus competencias naturales, conforme a la normativa constitucional y legal. Sin entrar en detalle sobre cada una de ellas, destacan las siguientes:

Modificar los mecanismos de constitución, propiedad, gestión, administración y funcionamiento de empresas públicas o mixtas (artículo 26).

Elaborar e implementar operaciones de administración de pasivos, así como de administración de activos, mediante las operaciones disponibles en los mercados nacionales e internacionales (artículo 27).

Levantar las restricciones a la comercialización para determinadas categorías de sujetos, en actividades estratégicas de la economía nacional, por ejemplo, hidrocarburos o riquezas mineras (artículo 31).

Crear e implementar cualquier mecanismo financiero que considere como necesario para mitigar los efectos de las sanciones (artículo 32).

Según el instrumento, estas medidas no quedan sujetas a ninguna limitación legal, con lo cual se menoscaba el principio de reserva legal al que debe sujetarse el Ejecutivo Nacional (artículo 137 constitucional). Se trata de potestades importantes que serían ejercidas ilimitadamente por Maduro, y sin ningún tipo control.

¿Qué diferencia existe entre las potestades especiales que confiere la «Ley Antibloqueo» y las del régimen del estado de excepción de emergencia económica?

La «Ley Antibloqueo» deja a la pura voluntad del Gobierno de Maduro la decisión de dictar las medidas que considere convenientes. Por su parte, en el régimen especial de Estado de Excepción las medidas aparecen más definidas o delimitadas. No obstante, como se sabe, se ha implementado desde hace casi cinco años y sin que hasta la fecha se hayan solucionado los problemas que en teoría deberían atacar, esto es, la crisis económica que el mismo Gobierno de Maduro ha generado.

En cualquier caso, ambos instrumentos son actos abusivos que solo pretenden justificar a la fuerza que el Ejecutivo Nacional ejerza las funciones que están reservadas a otros órganos del Poder Público, particularmente, la de legislar, y que además, las medidas que se adopten con base en esas potestades perduren por largo período de tiempo, a fin de consolidar la actual dominación del régimen sobre el país.

¿Cómo queda el principio de transparencia en las decisiones que adopte el Ejecutivo Nacional en el marco de la «Ley Antibloqueo»?

El texto obvia el cumplimiento de la transparencia como principio básico del actuar de la administración pública, conforme al artículo 141 constitucional, aparte de desconocer el derecho a la información administrativa y al acceso a los documentos oficiales (artículos 58 y 143 constitucionales).

Acceso a la Justicia considera muy grave el hecho de que todas las actuaciones estén amparadas por la opacidad o el secretismo, lo que supone que no está garantizada la seguridad jurídica ni el derecho a la defensa de las personas que puedan ver afectados sus derechos ante las decisiones que adopte el Ejecutivo Nacional. Justamente, la ley en cuestión establece que las máximas autoridades de la administración pública podrán otorgar el carácter de reservado, confidencial o de divulgación limitada a cualquier expediente, documento, información, hecho o circunstancia, con la finalidad de garantizar la efectividad de las medidas destinadas a contrarrestar los efectos de las sanciones internacionales (artículo 39).

En este mismo sentido, la ley es explícita al prohibir el acceso a la documentación que haya sido calificada como confidencial o reservada, con lo cual también impide la expedición de copias simples y certificadas (artículo 41).

Cabe advertir que el derecho de acceso al expediente tiene su fuente constitucional en el artículo 143, cuando establece que los ciudadanos tienen derecho a ser informados oportuna y verazmente por la administración pública sobre el estado de las actuaciones en que estén directamente interesados y a conocer las resoluciones definitivas que se adopten al respecto.

¿Cómo ha reaccionado el país ante el instrumento?

El texto ha generado un amplio rechazo. Así, la Asamblea Nacional anunció que lo desconocía, pero incluso dentro de las filas del chavismo se han alzado voces contra la iniciativa. Al menos cuatro miembros de la fraudulenta ANC expresaron su rechazo al instrumento, por considerar que viola principios constitucionales.

Pero las críticas no se quedaron allí. El Partido Comunista de Venezuela (PCV) denunció que el texto «traslada aún más el peso de la crisis y las sanciones sobre los hombros de los trabajadores», porque «no es realmente una ley antibloqueo», sino que con ella «el Gobierno nacional lo que pretende es justificar y darle visos legales a su política económica entreguista y subordinada a los intereses del país». Los comunistas creen que Maduro utilizará el instrumento para privatizar empresas estatales y recursos naturales sin ningún tipo de control.

Las sospechas del PCV son respaldadas por el escritor y abogado chavista Luis Britto García, quien en un amplio artículo cuestionó que el texto no prevea «la confiscación masiva de los bienes situados en el territorio nacional propiedad de gobiernos que confiscan los nuestros en el exterior, y de las personas y empresas que colaboran en la Guerra Económica», pero sí dé amplias facultades al Gobierno para disponer de los recursos naturales de los venezolanos.

«Una simple ley no puede derogar normas de rango constitucional ni transitoria ni definitivamente; motivo por el cual sus propuestas (las de la Ley antibloqueo) deben respetar la Carta Magna», recordó.

¿Y a ti venezolano, cómo te afecta?

La «Ley Antibloqueo» es un texto censurable que no responde a ninguno de los requerimientos constitucionales y que busca conferirle más poder al régimen de Maduro, aparte de reforzar su hegemonía, un claro signo de un régimen despótico.

La norma niega groseramente la vigencia de principios y garantías constitucionales, lo que sin duda agravará más la crisis institucional que actualmente existe en el país, pero además abre las puertas a más corrupción debido a que consolida la opacidad y discrecionalidad y también el despojo de los recursos de todos los venezolanos.

16 de octubre 2020

https://www.accesoalajusticia.org/ley-antibloqueo-de-la-irrita-constituy...

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Andrés Oppenheimer

Cuando Donald Trump ganó las elecciones de 2016 contra los pronósticos de prácticamente todos los encuestadores, me prometí a mí mismo que nunca volvería a confiar en las encuestas. Pero varios conocidos encuestadores con quienes hablé en estos días me dijeron que han corregido sus errores de hace cuatro años, y que esta vez sus pronósticos serán bastante más acertados.

Faltando menos de tres semanas para las elecciones del 3 de noviembre, prácticamente todas las encuestas, incluida la de Fox News, la cadena favorita de Trump, muestran una ventaja sustancial del candidato demócrata Joe Biden. En la encuesta de ABC News/Washington Post del 11 de octubre, Biden le gana a Trump por 12 puntos porcentuales a nivel nacional. Las encuestas de CNN/SSRS y Fox News también mostraron que Biden le gana a Trump por 10 puntos porcentuales, o más.

Pero cuando faltaban pocas semanas para las elecciones de 2016, casi todas estas mismas encuestas nos llevaron a creer que Hillary Clinton ganaría, y perdió. Los encuestadores me dieron cinco razones principales por las que creen que esta vez sus encuestas serán más precisas. Primero, dicen, es incorrecto afirmar que las encuestas se equivocaron en 2016: el promedio de encuestas a nivel nacional decía que Clinton ganaría el voto popular, y así sucedió. Clinton ganó el voto popular por 2,9 millones de votos, o el 2,1% del voto, lo que estuvo bastante cerca de casi el 3% que habían pronosticado las encuestas.

Lo que falló en las encuestas de 2016 fueron sus datos en tres estados -Michigan, Wisconsin y Pensilvania- donde Trump ganó por un margen muy pequeño, que estaba dentro del margen de error. Esos estados le permitieron a Trump ganar en el Colegio Electoral y convertirse en presidente. En segundo lugar, los encuestadores dicen que sus encuestas de 2016 no habían entrevistado a suficientes votantes sin estudios universitarios, que salieron a votar mucho más que en elecciones anteriores. Esos fueron los votantes que le dieron la victoria a Trump en esos tres estados claves.

Scott Keeter, director de encuestas del Pew Research Center, me dijo: "Muchos encuestadores han hecho cambios en sus metodologías para tratar de compensar algunos de los problemas que tuvieron en 2016", como no encuestar a suficientes votantes sin estudios universitarios. Pero la mayoría de los encuestadores han corregido ese error, afirmó Keeter. En tercer lugar, los encuestadores en 2016 no realizaron encuestas de última hora en Michigan, Wisconsin y Pensilvania, donde muchos votantes indecisos inclinaron la balanza a favor de Trump en el último momento. Esta vez hay muchos menos votantes indecisos.

"En 2016, pocas semanas antes de las elecciones, todavía teníamos un 20% de electores indecisos", me dijo el director del Instituto de Encuestas de la Universidad de Monmouth, Patrick Murray. "Ese número está ahora por debajo del 10%". En cuarto lugar, la ventaja de Biden pocas semanas antes de las elecciones es mayor que la de cualquier candidato opositor desde las elecciones de 1936. Biden es el primer candidato opositor con más del 50% de intención de voto en las últimas 21 elecciones, dicen los encuestadores.

En quinto lugar, millones de estadounidenses ya han votado por correo debido a la pandemia de Covid-19. Eso minimiza la posibilidad de grandes cambios en el electorado el día de la elección, que podrían alterar dramáticamente las tendencias de las encuestas, como ocurrió en 2016. Aun así, fiel a mi promesa de hace cuatro años, no me animo a apostar a que Trump perderá, porque todavía puede haber acontecimientos imponderables antes del 3 de noviembre. Pero si las encuestas siguen como ahora dos o tres días antes de las elecciones, es muy probable que gane Biden, y que gane por mucho.

@oppenheimera

La Nación

https://www.lanacion.com.ar/opinion/acertaran-encuestas-eeuu-nid2480413

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Eric Posner

La elección del próximo mes en Estados Unidos no es sobre una agenda política, ni siquiera sobre el presidente Donald Trump. Es sobre el sistema constitucional estadounidense. No porque la elección pueda poner fin a ese sistema. Aunque Trump tiene un carácter autoritario y admira a dictadores como el presidente ruso Vladimir Putin, incluso ganando la reelección es improbable que se convierta en un autócrata. Pero lo que está en cuestión en Estados Unidos es el papel del gobierno nacional en la vida del país.

El trumpismo es sólo la última de una serie de oleadas populistas surgidas del malestar contra las élites políticas de Washington, consideradas egoístas y exentas de control. Es una historia que en realidad empezó antes de la fundación de Washington. La revolución de las trece colonias fue contra unas élites londinenses lejanas y egoístas, y poco después se desató una gran controversia respecto del poder del gobierno nacional.

Los críticos sostenían que la nueva constitución propuesta iba a crear una élite gobernante nacional, y que eso debilitaría la soberanía por la que habían luchado las excolonias devenidas estados. Los partidarios de la Constitución prevalecieron, pero el tiempo dio la razón a los críticos. No tardaron en surgir movimientos populistas contra lo que se veía como un gobierno elitista. Fue así que en 1800 la democracia jeffersoniana reemplazó a las élites del Partido Federalista, y en 1829 la democracia jacksoniana reemplazó a las élites jeffersonianas.

Más allá de las muchas diferencias entre la democracia jeffersoniana y la jacksoniana, ambas se basaban en la idea de que las élites que lideraron la revolución no habían cumplido la promesa de entregar el autogobierno a las masas. Parecía que funcionarios electos, jueces y burócratas eran todos miembros de las grandes familias o de la clase alta, y que así gobernaban, igual que la aristocracia corrupta de la que los estadounidenses acababan de librarse. La solución fue devolver el poder político a las masas mediante la ampliación del derecho al voto, la extensión de la elección democrática a más cargos (por ejemplo, los juzgados de los estados) y la limitación del poder del gobierno nacional.

Esta oleada de populismo quedó momentáneamente interrumpida por el debate en torno del esclavismo y por la Guerra Civil, pero volvió con nuevos bríos a fines del siglo XIX, liderada esta vez por agricultores del sur y del medio oeste, que se sentían ignorados por los dos partidos políticos principales y explotados por los bancos y ferrocarriles que esos partidos representaban. Los populistas, que invocaban a Jackson como su héroe, denunciaron que todo el sistema político estaba corrupto y formaron un Partido del Pueblo para promover sus propios intereses.

La siguiente gran oleada de populismo se produjo durante la Gran Depresión de los años treinta. Políticos como Huey Long (gobernador de Luisiana y más tarde senador) ascendieron al poder con la promesa de redistribuir la riqueza de los ricos entre los pobres. Long acusó de plutócratas a los políticos establecidos, y procuró debilitar a los centros de poder que pudieran hacerle competencia (desde la legislatura del estado hasta el sistema universitario). Al momento de su muerte en 1935, había conseguido un buen número de seguidores en todo el país.

El último resurgimiento populista antes de ahora fue en los años sesenta, cuando el político sureño y demagogo racista George Wallace intentó obtener el apoyo del electorado del norte a su candidatura a la presidencia afirmando que la burocracia federal (el «big government») era la causa de todos los problemas de Estados Unidos. Esta clase de antielitismo también era común en la izquierda, que achacaba la Guerra Fría y la intervención en Vietnam a un establishment racista e imperialista.

La lógica del populismo es sencilla y efectiva: si algo anda mal, la culpa es del gobierno y de las élites que lo dirigen. Y aunque los populistas estadounidenses también atacaron a los gobiernos de los estados, su blanco principal siempre ha sido el gobierno federal (por su lejanía). Los políticos de nivel local, lo mismo que los congresistas nacionales de la jurisdicción, pueden tener la confianza de la gente. Pero quitando al presidente y a las máximas autoridades del congreso, casi todos los funcionarios federales son anónimos.

Todos los movimientos populistas se agotan cuando sus contradicciones internas pueden más que el entusiasmo popular. Los populistas odian a las élites, pero para gobernar tienen que poner élites propias en las posiciones de poder. De la democracia jeffersoniana salió un estado unipartidista gobernado por agricultores de Virginia; la democracia jacksoniana produjo un sistema partidario corrupto controlado por mandamases y políticos profesionales; el movimiento populista perdió impulso cuando en pos de una ventaja política ató su suerte a la del Partido Demócrata. Y a veces los populistas no consiguen eludir maniobras de los políticos del establishment, o pierden poder porque mejoran las condiciones. En los años treinta Roosevelt se corrió a la izquierda para contrarrestar al populismo de Long, y el populismo de los sesenta colapsó con el fin de la segregación racial y la Guerra de Vietnam.

Hay que separar el populismo trumpista de Trump; este sólo se subió a una ola política que ni inició ni controla. El motor principal de esa ola es el malestar por el avance del liberalismo cultural, el estancamiento económico y la desigualdad, todo lo cual se atribuyó (con mayor o menor razón) a las élites nacionales y a las instituciones que estas controlan. Esa misma ola ayudó en 2008 a Barack Obama (un relativo outsider) a derrotar a Hillary Clinton y John McCain, candidatos del establishment; sólo que Obama era en esencia un tecnócrata, y como tal gobernó.

El populismo es peligroso porque se basa en una hostilidad intransigente hacia las instituciones políticas establecidas y hacia los políticos profesionales en quienes en última instancia tenemos que confiar, cualesquiera sean sus imperfecciones. Es por eso que, en retrospectiva, el populismo puede parecer irracional incluso cuando sirvió para poner un malestar legítimo a consideración del gobierno y de la atención pública. Los ataques de Trump a las instituciones y a las normas (el colmo de los cuales ha sido su negativa a prometer una entrega pacífica del poder) ya están virando hacia el nihilismo.

Lo que nos trae a la elección del mes próximo. Todavía no es seguro que la oleada populista del siglo XXI que puso a Trump en el poder se haya agotado. Puede que la pandemia sea para la gente un recordatorio de las virtudes del saber experto y del profesionalismo en el gobierno. Pero con tantos estadounidenses totalmente entregados a oponerse a los burócratas de carrera del «Estado profundo», no es imposible que el trumpismo sobreviva sin la persona que le dio su nombre, liderado tal vez por algún nuevo tribuno, con riesgo de que sigan varios años más de caos y división. Lo único que puede impedirlo es una derrota realmente decisiva de Trump y de los republicanos.

14 de octubre 2020

Traducción: Esteban Flamini

The Project Syndicate

https://www.project-syndicate.org/commentary/trump-populism-in-2020-elec...

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