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Opinión

Lester L. López O.

Siguiendo la visión optimista de ver el vaso medio lleno en vez de medio vacío, la salida del denominado “partido del pueblo” de la MUD que evidentemente termina de desarticular lo que quedaba de esa unión, básicamente electoral, podría ser un paso importante para plantear la verdadera unidad superior que se necesita para lograr el cambio político urgente que requiere el país.

Cerradas por el régimen las salidas electorales constitucionales previstas para este año, como era las elecciones presidenciales en diciembre próximo y reforzadas por la actitud abstencionista de la mayoría electoral, los partidos políticos de las oposiciones democráticas, que también se encuentran con los mayores rechazos históricos por parte de la sociedad venezolana, comienzan a entender que participar en las justas electorales que pretende organizar el régimen no tiene ningún sentido práctico en las actuales circunstancias que imponen, esencialmente, cambiar la coalición gobernante lo antes posible. Simplemente, si no se desplaza al régimen, las actuales organizaciones políticas, al igual que el resto del país, no tienen futuro.

El hecho que se comience a entender que la unidad gira en cambiar al gobierno y cómo lograrlo mediante la alianza de todos los factores opositores de la sociedad venezolana, sin dudas es un paso importante que debe promoverse y concretarse en el corto plazo. Acordar y unirse en torno al cómo es la tarea inmediata y esto debe conducir a una dirección única que se haga responsable y se comprometa a cumplir con los acuerdos establecidos ante el resto de la sociedad, y la misma debe apoyar decidida y militantemente la ruta fijada por esta dirección.

De allí la importancia que tienen las constantes protestas de gremios y sindicatos que se ven afectados por la inflación, los bajos salarios para enfrentarla y las condiciones marginales en las que trabajan, condiciones estas, que el régimen no está en capacidad de mejorarlas y que se agravan cada día. Comenzar a canalizar, organizar y garantizar la eficacia política de estas protestas es otra de las tareas que se deben comenzar a acometer prontamente.

Esta presión popular organizada debe incrementarse a tal nivel que obligue al régimen a negociar una salida y establecer un gobierno de transición que comience a resolver los profundos problemas que se heredaran por la nefasta gestión de la revolución bolivariana.

La necesidad del cambio del gobierno debe, por tanto, obligar a la unidad de propósito entre partidos y sociedad civil para el diseño de la estrategia que conduzca a la sustitución del régimen por un gobierno de transición que establezca los fundamentos para el rescate de nuestro país. Esta idea comienza a escucharse más frecuentemente en los medios de comunicación y en las redes sociales y, “nada es más poderoso que una idea cuando le llega su tiempo”, según nos recuerda Víctor Hugo, por eso es que debemos comenzar a ver el vaso medio lleno.

@lesterllopezo

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Pedro R. García Montero

No se imaginaría Antonio Arraíz que los queridos personajes de sus cuentos, Tío Tigre y Tío Conejo, estarían en el siglo XXI haciendo trámites para irse con sus macundales a otra parte, en perfecto latín “Van a dejar el pelero” (Et relinquam te et pelero) Estos dos seres ya no aguantan la mamazón y están decididos a emigrar a otro país y comenzar a cautivar otro público infantil en otras latitudes.

El problema que afrontan es ¿Cuándo y cómo irse pa’l carajo?, ya que han visto las largas colas de venezolano caminando hacia Colombia y les da mucho miedo, no se los vayan a comer en plena carretera en un sancocho o un “cruzao” de conejo con tigre.

Viajar por autobús es caro y no tienen efectivo y mucho menos tarjeta de débito. Además, ambos tienen más de 11 meses esperando la prórroga del pasaporte y todavía no saben cuándo se la van a dar, en consecuencia, sin real y sin pasaporte la cosa se les pone jodía.

Ya Tío Tigre se dejó de la pendejada de estar persiguiendo a Tío Conejo para comérselo, pues está flacuchento y débil y casi no puede correr; la última vez que lo intentó se dio una matada y se dobló el tobillo y para variar no consiguió nada que ponerse pa’ la hinchazón, por lo cual en el bosque lo jodedores le gritaban desde lejos Epaaaa Tío Tigre!!! ¿pa’ donde vas con esa pata hinchá?, lo que a tío lo hacía arrechar más que a venezolano haciendo cola en telecajero para sacar efectivo y después de dos horas en cola cuando llega, se acabó.

Ya Tío Conejo se cansó de mamarle gallo a Tío Tigre y sabe que este no se lo va a comer, pues en lugar de conejo parece un ratón acabado de nacer de lo famélico que está por el hambre que está pasando. Ambos hacían las colas en Mercal desde las 12 de la noche y nunca podía comprar nada pues cuando repartían los números a las 8 de la mañana, estaban dormidos o tenían que bajarse de la mula pues había una iguana patriota y combatiente de un consejo comunal (prima hermana de la que se come los cables de las líneas de electricidad) que les informaba que ella le estaba haciendo la cola a 700 camaradas y que por lo tanto, ese no era su puesto. Al llegar al mostrador tres días después Tío Tigre y Tío Conejo se enteraban que ya no había nada que comprar y no es tocaba otra que esperar otro día. Mientras tanto el hambre hacia su apogeo en lo que quedaba de cuerpo de ambos tíos.

Pero a pesar de estar soportando la crisis, la razón de irse es otra. Resulta que Tío Tigre muy asustado y angustiado, más chorriao que borracho bajando las escaleras de El Calvario o cobrador de Corpoelec en Maracaibo, le cuenta a Tío Conejo que recibió una comunicación del SENIAT donde le decía que tenía una deuda con la revolución pues no había declarado impuesto los últimos años y que tenía dos opciones, (i) pagar la multa o (ii) ser trasladado al Zoológico de Caricuao en comisión de servicio, pues los tigres que habían se murieron de hambre y de diarrea por tomar agua de Hidrocapital. Al oír semejante noticia, Tío Conejo exclamó con los ojos pelaos y las orejas pa’tras ¡Coñooooooo hermano que vaina te han echaooo! ¡Ese castigo no lo aguanta nadie! A lo que Tío Tigre respondió, yo lo sé, no quiero que me pase lo mismo que a mi comadre Ruperta, “la elefanta” que murió de hambre, descuido y obstinada de oír las cadenas de Maduro. Tío Tigre dijo, por esa razón es que quiero dejar la peluca.

Terminado el cuento de Tío Tigre, Tío Conejo le dice, compadre Ud. tampoco sabe porque me voy. Le cuento que ando también sumamente preocupado pues al igual que Ud. recibí un correo del Ministerio de Agricultura Urbana, firmado por Freddy Bernal, quien me amenaza diciéndome que me quiere en su casa pues está criando conejos y el padrote que tenia se le murió de un infarto cuando le dijeron que no había más conejarina. Me amenazó diciéndome que aceptara ser padrote o de lo contario me mandaba a un cuartel de la frontera con Colombia. ¿Te imaginas Tío Tigre? el hambre que voy a pasar si no hay comida en los cuarteles; también me amenazó con mandarme al Arco Minero del Orinoco a trabajar en una mina sacando oro o de cocinero. Tío Tigre le dijo, coño hermano si a Ud. lo mandan al arco minero despídase de este mundo, pues o lo mata el paludismo o se lo raspan (y no va ser el coco).

Después de un largo silencio ambos exclaman, ¡Vámonos pa´l carajo y dejemos el pelero! Que a los niños venezolanos les echen otros cuentos como el de la “Venezuela Potencia”, o el de “La Invasión del Imperio” o el cuento de “La lucha contra la corrupción” o el cuento de “El millón de viviendas” o el de “Los 10 millones inscritos en el PSUV” o que contraten de nuevo a la Sayona o la Llorona, que por cierto ahora se la pasa no solo llorando, sino mamando y quejándose después que la asaltaron con burundanga en el bloque 1 de El Silencio.

Pero después de otro silencio, Tío Conejo que es más “avispao” y “resabiao” que Tío Tigre, pues había trabajado en el SENIAT cerrando negocios y en el IVSS tramitando permisos médicos y jubilaciones por disfunción eréctil o por baja de la libido e inapetencia sexual a mujeres jóvenes, le dice muy pensativo a Tío Tigre, coño hermano ¿no será peligroso irnos para Colombia? Tío Tigre le pregunta ¿Por qué?, a lo que Tío Conejo le responde, es que Pedro Carreño piensa bombardear los puentes en Colombia si nos invaden los gringos y la verdad es que yo no sé nadar y quién sabe si una de esas bombas nos explota cerca y nos mata como a un par de pendejos. ¿Ud. se imagina atravesando el río Magdalena echándole bolas nadando? Tío Conejo le dice, si vamos a dejar la peluca, mejor nos vamos a Chile aunque nos cueste más caro el pasaje. Le voy a escribir a National Geographic a ver si me quieren dar una “ayudita” pa’l pasaje y pa’los viáticos y que me ayuden a tramitar el exilio con la excusa de que somos perseguidos del régimen y especies en peligro de extinción

Y colorín, colorado ambos tíos han arrugado!!!!!

13-07-2018

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Arturo Pérez Reverte

Patente de corso

No me había dado cuenta hasta que hace unos días, mientras lamentaba las incorrecciones ortográficas de una cuenta oficial en Twitter de un ministerio, leí un mensaje que acababan de enviarme y que me causó el efecto de un rayo. De pronto, con un fogonazo de lucidez aterradora, fui consciente de algo en lo que no había reparado hasta ese momento. El mensaje decía, literalmente: «Las reglas ortográficas son un recurso elitista para mantener al pueblo a distancia, llamarlo inculto y situarse por encima de él».

No fue la estupidez del concepto lo que me asombró –todos somos estúpidos de vez en cuando, o con cierta frecuencia–, sino la perfecta formulación, por escrito, de algo que hasta entonces me había pasado inadvertido: un fenómeno inquietante y muy peligroso que se produce en España en los últimos tiempos. En determinados medios, sobre todo redes sociales, empieza a identificarse el correcto uso de la lengua española con un pensamiento reaccionario; con una ideología próxima a lo que aquí llamamos derecha. A cambio, cada vez más, se alaba la incorrección ortográfica y gramatical como actividad libre, progresista, supuestamente propia de la izquierda. Según esta perversa idea, escribir mal, incluso expresarse mal, ya no es algo de lo que haya que avergonzarse. Al contrario: se disfraza de acto insumiso frente a unas reglas ortográficas o gramaticales que, al ser reglas, sólo pueden ser defendidas por el inmovilismo reaccionario para salvaguardar sus privilegios, sean éstos los que sean. Ello es, figúrense, muy conveniente para determinados sectores; pues cualquier desharrapado de la lengua puede así justificar sus carencias, su desidia, su rechazo a aprender; de forma que no es extraño que tantos –y de forma preocupante, muchos jóvenes– se apunten a esa coartada o pretexto. No escribo mal porque no sepa, es el argumento. Lo hago porque es más rompedor y práctico. Más moderno.

Todo eso, que ya por sí es inquietante, se agrava con la utilización interesada que de ello hacen algunos sectores políticos, en esta España tan propensa secularmente a demolerse a sí misma. Jugando con la incultura, la falta de ganas de aprender y la demagogia de fácil calado, no pocos trileros del cuento chino se apuntan a esa moda, denigrando por activa o pasiva cualquier referencia de autoridad lingüística; a la que, si no se ajusta a sus objetivos políticos inmediatos, no dudan, como digo, en calificar de reaccionaria, derechista e incluso fascista, términos que en España hemos convertido en sinónimos. Con el añadido de que a menudo son esos mismos actores políticos los que también son incultos, y de este modo pretenden enmascarar sus propias deficiencias, mediocridad y falta de conocimientos. Otras veces, aunque los interesados saben perfectamente cuáles son las reglas, las vulneran con toda deliberación para ajustar el habla a sus intereses específicos, sin importarles el daño causado.

Tampoco el sector más irresponsable o demagógico del feminismo militante es ajeno al problema. Resulta de lo más comprensible que el feminismo necesario, inteligente, admirable –el disparatado, analfabeto y folklórico es otra cosa–, se sienta a menudo encorsetado por las limitaciones de una lengua que, como todas las del mundo, ha mantenido a la mujer relegada a segundo plano durante siglos. Aunque es conveniente recordar que el habla es un mecanismo social vivo y cambiante, pero también forjado a lo largo de esos siglos; y que las academias lo que hacen es registrar el uso que en cada época hacen los hablantes y orientar sobre las reglas necesarias para comunicarse con exactitud y limpieza, así como para entender lo que se lee y se dice, tanto si ha sido dicho o escrito ahora como hace trescientos o quinientos años. Por eso los diccionarios son una especie de registros notariales de los idiomas y sus usos. Forzar esos delicados mecanismos, pretender cambiar de golpe lo que a veces lleva centurias sedimentándose en la lengua, no es posible de un día para otro, haciéndolo por simple decreto como algunos pretenden. Y a veces, incluso con la mejor voluntad, hasta resulta imposible. Si Cervantes escribió una novela ejemplar llamada La ilustre fregona, ninguna feminista del mundo, culta o inculta, ministra o simple ciudadana, conseguirá que esa palabra cervantina, fregona, pierda su sentido original en los diccionarios. Se puede aspirar, de acuerdo con las academias, a que quede claro que es un término despectivo y poco usado –cosa que la RAE, en este caso, hace años detalla–, pero jamás podrá conseguir nadie que se modifique el sentido de lo que en su momento, con profunda ironía y de acuerdo con el habla de su tiempo, escribió Cervantes. Del mismo modo que, yéndonos a Lope de Vega, cualquier hablante debe poder encontrar en un diccionario el sentido de títulos como La dama boba o La villana de Getafe.

Se está llegando así a una situación extremadamente crítica. Del mismo modo que se ha logrado que partidarios o defensores sinceros del feminismo sean tachados de machistas cuando no se pliegan a los disparates extremos del feminismo folklórico, a los defensores de la lengua española, de sus reglas ortográficas y gramaticales, de sus diccionarios y de su correcto uso, se les está colgando también la etiqueta de reaccionarios y derechistas –lo sean o no– por oposición a cierta presunta o discutible izquierda que, ajena a complejos lingüísticos, convierte la mala redacción y la mala expresión en argumentos de lucha contra el encorsetamiento reaccionario de una casta intelectual que –aquí está el principal y más dañino argumento– mantiene reglas elitistas para distanciarse del pueblo que no ha tenido, como ella, el privilegio de acceder a una educación (como si ésta no fuera gratuita y obligatoria en España hasta los dieciséis años). Del mismo modo que, según marca esta tendencia, quien no se pliega al chantaje del feminismo folklórico es machista y todo machista es inevitablemente de derechas, quien respeta las reglas del idioma es reaccionario, está contra la libertad del pueblo, y por consecuencia es también de derechas. Pues, como todo el mundo sabe, no existen machistas de izquierdas, ni maltratadores de izquierdas, ni taurinos de izquierdas, ni acosadores de izquierdas, ni tampoco cumplidores de las reglas del idioma que lo sean. Resumiendo: como toda norma es imposición reaccionaria y todo acto de libertad es propio de la izquierda, quien defiende las normas básicas de la lengua es un fascista. En conclusión, todo buen y honrado antifascista debe escribir y hablar como le salga de los cojones. O de los ovarios.

No sé si los españoles somos conscientes –y me temo que no– de la gravedad de lo que está ocurriendo con nuestro idioma común. Del desprestigio social de la norma y el jalear del disparate, alentados por dos factores básicos: la dejadez e incompetencia de numerosos maestros (algunos ejercicios escolares que me remiten, con preguntas llenas de faltas ortográficas y gramaticales, de atroz sintaxis, son para expulsar de la docencia a sus perpetradores), que tienen a los jóvenes sumidos en el mayor de los desconciertos, y el infame oportunismo de la clase política, que siempre encuentra en la demagogia barata oportunidad de afianzar posiciones. Pero no pueden tampoco eludir su responsabilidad los medios informativos; sobre todo las televisiones, donde hace tiempo desapareció la indispensable figura del corrector de estilo –un sueldo menos–, y que con tan contumaz descaro difunden y asientan aberraciones lingüísticas que desorientan a los espectadores y destrozan el habla razonablemente culta. Y más, teniendo en cuenta que el Diccionario de la Lengua Española no lo hace sólo la RAE, sino también las academias de 22 países de habla hispana (de ahí tantas palabras que llaman la atención o indignan a quienes ignoran ese hecho), abarcando el habla no sólo de 50 millones de españoles que nos creemos dueños y árbitros de la lengua, sino de 550 millones de hispanohablantes, muchos de los cuales ven con estupor nuestro disparate suicida y perpetuo.

Tampoco la Real Academia Española, todo hay que decirlo, es ajena a los daños causados y por causar. En vez de afirmar públicamente su magisterio, explicando con detalle el porqué de la norma y su necesidad, exponiendo cómo se hacen los diccionarios, las gramáticas y las ortografías, dando referencias útiles y denunciando los malos usos como hace la Academia Francesa, en los últimos tiempos la Española vacila, duda y a menudo se contradice a sí misma, desdiciéndose según los titulares de prensa y las coacciones de la opinión pública y las redes sociales, intentando congraciarse y no meterse en problemas. Esa pusilanimidad académica que algunos miembros de la institución llevamos denunciando casi una década ante la timorata pasividad de otros compañeros, ese abandono de responsabilidades y competencias, esa renuncia a defender el uso correcto –y a veces hasta el simple uso a secas– de la lengua española, ese no atreverse a ejercer la autoridad indiscutible que la Academia posee, envalentonan a los aventureros de la lengua. Y crecidas ante esa pasividad y esos complejos, cada día surgen nuevas iniciativas absurdas, a cuál más disparatada, para que la RAE elimine tal acepción de una palabra, modifique otra y se pliegue, en suma, a los intereses particulares y, lo que es peor, a la ignorancia y estupidez de quienes en creciente número, con la osadía de la ignorancia o la mala fe del interés político, se atreven a enmendarle la plana. Por eso, en el contexto actual, pese a que de las nueve mujeres académicas admitidas en tres siglos seis han ingresado en los últimos ocho años, pese a su formidable e indispensable labor para quienes hablan la lengua española, la Academia es considerada por muchos despistados –basta asomarse a Twitter– una institución reaccionaria, machista, apolillada y autoritaria. Cuando en realidad, gracias a algunos de sus académicos, sólo es una institución acomplejada, indecisa y cobarde.

Y ojo. Aquí no se trata de banderitas y pasiones más o menos nacionales. Aquí estamos hablando de un patrimonio lingüístico de extraordinaria importancia; un tesoro inmenso de siglos de perfección y cultura. De algo que además nos da prestigio internacional, negocio, trabajo y dinero. Hablamos de una lengua, la española, que es utilizada por cientos de millones de hispanohablantes que hasta hoy, gracias precisamente a la Real Academia Española y a sus academias hermanas, manejan la misma Ortografía, la misma Gramática y el mismo Diccionario; cosa que no ocurre con ninguna otra lengua del mundo. Constituyendo así entre todos, a una y otra orilla del Atlántico, un asombroso milagro panhispánico. Un espléndido territorio sin fronteras. Una verdadera patria común, cuya auténtica y noble bandera es El Quijote.

25 junio 2018

Publicado el 24 de junio de 2018 en XL Semanal.

https://www.zendalibros.com/perez-reverte-ahora-le-toca-la-lengua-espanola/

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Hay quienes con cierta frustración no ven salidas y concluyen que tanto la oposición como el régimen son culpables, por lo tanto se desmovilizan y, con rabia y cierta irracionalidad, meten a toda la dirigencia política en un mismo saco. Ello no es justo porque la oposición democrática está sometida al fuego cruzado de la dictadura. No podemos desconocer el esfuerzo de Leopoldo López, entre otros, para conformar una plataforma unitaria como el Frente Amplio y tratar de dar desde allí un mayor impulso a las mas variadas iniciativas para lograr la liberación de todos los presos políticos, la ayuda humanitaria de alimentos y medicinas, la realización de unas verdaderas elecciones generales y presidenciales y la restitución de las competencias de la Asamblea Nacional.

Amenazados, perseguidos, encarcelados, exiliados. No ha sido fácil para los dirigentes de la oposición democrática articular y concretar acciones para enfrentar al régimen. Sigue siendo urgente el cambio político, para ello es imperativo unir esfuerzos, como hemos dicho, de frente y en todos los frentes sin descalificar a los que compartimos trincheras contra quienes violan la Constitución y los derechos humanos.

El fracaso de Maduro y su anacrónico régimen es más que evidente. Los venezolanos lo padecemos todos los días de mil maneras. Aumenta la conflictividad social, los reclamos por la hiperinflación, la inseguridad y el colapso de los servicios públicos. El descontento es general y también llega a los cuarteles. La falta de cohesión institucional de la FAN es inocultable.

Venezuela está en emergencia, ello reclama grandeza y compromiso generoso de todos los ciudadanos, muy especialmente de los que lideran a la sociedad en general, y a los partidos políticos en particular.

Es obvio que el cambio es urgente, que la Unidad es necesaria y que para que los deseos se realicen necesitamos impulsar nuestras propuestas con fuerza, organización y movilización.

Sin embargo, la capacidad para construir una transición lo menos traumática posible se aleja y caminamos al borde del abismo.

Si estamos de acuerdo en que Maduro y su régimen no pueden continuar, es necesario que los partidos políticos, sobre todo Voluntad Popular y Primero Justicia, y también los que forman parte de Soy Venezuela, así como todos los opositores independientemente de sus matices, logremos que la unión pase de lo declarativo a la acción, lo cual significa movernos dentro de todas las formas de lucha posibles para lograr el cambio político necesario.

Hay que actuar ya en defensa de nuestro pueblo en contra de Maduro y su régimen, asumiendo que la oposición es diversa y plural, pero que también es indispensable construir el consenso para un acuerdo nacional con un liderazgo que recoja el sentimiento mayoritario con amplitud, capaz de presentar una alternativa viable de cambio.

Lo peor que está pasando en medio de tantos obstáculos es la falta de unidad. Debemos seguir acompañando la presión internacional sin dejar de asumir que a pesar del acoso y las amenazas de la dictadura, todos tenemos responsabilidades en lo que ha sido la conducción opositora, con sus aciertos y errores.

Hay que revisar, rectificar, avanzar y sobre todo, sumar.

Twitter: @TablanteOficial

Facebook: Carlos Tablante

Web: www.carlostablante.com

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Bélgica 2 - Inglaterra 0. Goles de Meunier a los 3 del primer y de Hazard a los 81 del segundo tiempo. Bélgica se clasificó en el tercer lugar. Así, escuetamente, figurarán las estadísticas. Y en pocos meses a nadie interesará ese resultado. Por eso no muchos ven los partidos por el tercer lugar. A los únicos que verdaderamente incumbe es a los jugadores y aficionados de los respectivos países. Sin embargo, para quien escribe estas líneas, el tercer puesto sí tiene cierta significación.

La primera es que en ese encuentro suele jugarse buen fútbol. Por de pronto, los jugadores no están presionados como si se tratara de una final y juegan de modo más libre mostrando lo que saben y tienen -con la secreta esperanza de que los veedores se interesen para llevarlos a un club con más millones-. Y efectivamente, el partido fue bien jugado. Hubo por ahí, a los 79, creo, un avance belga de antología. Debió haber terminado en gol. Si así hubiera sido, el Homo futbolísticus habría alcanzado la perfección. No sucedió: la perfección no fue hecha para nosotros, los humanos.

La segunda razón significante es más bien personal. Tiene que ver con mis recuerdos: cuando Chile, país que ni siquiera había ganado un sudamericano, obtuvo el tercer lugar en el campeonato mundial del 62. Todavía recuerdo a Escuti, Eyzaguirrre, don (Raúl Sánchez), el “chita” Cruz, Navarro (capitán) Eladio, Jorge Toro, Ramírez, Honorino, el Tito (Fouilloux), Leonel Sánchez. Recuerdo también que Eladio Rojas le metió un gol desde más atrás de la media cancha al ruso Yashin, el “hombre araña”. Lo volvió a repetir contra la Yugoslavia del gran Sekularak y gracias a esos dos goles de Eladio, salimos terceros. Nunca más en su vida Eladio volvería a hacer un gol así. El 62 hizo dos seguidos.

Ese, el del 62 en Chile, fue el mundial que iba a ser de Pelé o de Di Stéfano. A Pelé lo lesionaron y a España la eliminaron en la primera ronda con Di Stéfano y todo, y el mundial fue para Garrincha quien hizo lo que quiso, como quiso y cuando quiso, entre otras cosas meterle dos goles a Chile. Pero Chile salió tercero, como los belgas hace unos minutos. Para los no-belgas, pura estadística. Para los no-chilenos, lo del 62 también lo es. Quién sabe si después de más de medio siglo alguien recordará los goles de ese fenómeno llamado Hazard como yo en este momento recuerdo los de Eladio Rojas (QEPD). Pero basta de sentimentalismos.

Lo que quería decir es que el tercer lugar es un puesto más importante de lo que se piensa. Por de pronto, dejará a todos los belgas preguntándose por qué no fueron primeros o por lo menos, por qué no llegaron a la final. Eso quiere decir: los deja con las ganas de volver a intentarlo alguna vez. No sucederá así con el primero. Quien obtenga el primer lugar habrá alcanzado la gloria, pero al mismo tiempo estará obligado a vivir de ahí en adelante con el miedo a perder ese lugar alcanzado. O sea, los belgas soñarán con el futuro. El campeón, en cambio no soñará con el futuro porque simplemente lo alcanzó. Esa es la tragedia de los dioses. La mitología griega lo confirma en cada detalle.

julio 14, 2018

https://polisfmires.blogspot.com/2018/07/fernando-mires-belgica-2-inglat...(POLIS)

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Su desmoronamiento fue paulatino y anunciado. Aparte de las culpas organizativas y errores propios (inacción, falta de respuestas claras y oportunas a determinadas situaciones, retraso en tomas de decisiones, etc.) hay tres hechos, ninguno decisivo, pero todos importantes, que determinan su condición actual. El primer daño fue la salida de algunas individualidades y pequeños partidos, sobre todo por sus posiciones muy críticas hacia los planteamientos de la oposición representada en la MUD, en la mayoría de los casos sin ofrecer una opción alternativa. Después vino la posición de Falcon y sus seguidores de participar en el pasado proceso del 20M, que aunque tuvieran razones válidas, o al menos discutibles para ello, fue una decisión en contra de la posición acordada unitariamente. Ahora la decisión de Acción Democrática (AD) de abandonar la MUD deja a esta en peores condiciones de las que ya estaba.

La decisión de AD será seguida por otros pues el problema es que los partidos no se “casan”, realmente, con la MUD; es un matrimonio de conveniencia, sonrisas y agarraditas de mano para la foto, pero duermen en camas separadas, no hay vida conyugal; y así es muy difícil que se desarrolle una verdadera unidad.

Difícilmente podrá recuperarse la MUD y queda por ver si con ella no desaparece también, aunque sea momentáneamente, la idea de la unidad como elemento político fundamental para luchar contra la dictadura. Prácticamente la MUD ya estaba de retirada y sin razón de ser ─al decir de aquellos que solo la veían como una alianza electoral─ pues los partidos que la componen han desaparecido, desde hace meses, de la acción pública. Ahora hay una razón menos, AD, para continuar con ese proyecto unitario.

Por lo pronto mi opinión, sin otros elementos de juicio, es que AD con esta decisión abandona el camino de la unidad para enfrentar la dictadura y escoge su propia agenda, cualquiera que esta sea, como alternativa de lucha. Las razones por la cuales AD se retira de la MUD están explicadas, ahora quedamos a la espera de cuál será la opción que nos plantea AD para luchar contra la dictadura y corresponderá a ese ente etéreo que es la historia y sobre todo al pueblo venezolano, juzgar la eficacia de esta acción y “premiar” con su apoyo o pasar la factura correspondiente.

Pero independientemente de la MUD, de la posición de sus críticos de siempre, de quienes optaron por separarse de su línea política y participar en el proceso del 20M o de la decisión de AD y otros partidos, este gobierno, devenido en dictadura, es el más nefasto y corrupto que ha tenido Venezuela y, por lo tanto, la solución de los problemas del país sigue siendo sacar del Gobierno a los Maduro e impedir que los Chávez regresen y nos gobiernen.

La ruta para superar la crisis, así lo creo y he dicho, es la ruta democrática y constitucional, como única posible y aceptable para resolver este y cualquier conflicto y rechazar los atajos no democráticos, que no ofrecen ninguna garantía de erradicar el autoritarismo o que caigamos en un gobierno similar, del mismo signo o de signo contrario, pero igualmente nefasto.

La posibilidad de lograrlo depende de varios factores ─unidad, movilización interna, apoyo internacional─ pero uno de ellos es contar con partidos políticos, fuertes, con autoridades democráticamente electas y frecuentemente renovadas; partidos con contenido y mensaje, que expresen las aspiraciones y el sentir de los venezolanos. Con una organización más acorde con el siglo XXI, —siglo que para algunos ni siquiera ha comenzado— capaz de conducir a nuestro pueblo a superar los partidos populistas, militaristas y caudillistas de principios del siglo XX, representados ─pero no solo en ellos─ en los que apoyaron a Chávez Frías y actualmente a Nicolás Maduro.

¿Qué hacer, entonces, que viene ahora? Como algunos ya han dicho ─Miguel Pizarro, en la Asamblea de Fedecámaras 2018─ corresponde a los políticos marcar y emprender los caminos adecuados; pero nos corresponde a los analistas señalar los errores, profundizar en las señales que nos marca la realidad política y social en que vivimos o sobrevivimos.

La tarea del momento, la que nos espera ─además de volver al pacto originario, a la reconstrucción del pacto social entre ciudadanos y políticos─ es una labor de pinza o tenaza, en la cual uno de los brazos de la pinza es organizar la resistencia interna contra el régimen con partidos políticos y dirigentes modernos y renovados; y el otro brazo es construir un movimiento ciudadano, militante y movilizado para luchar contra la dictadura.

¿Es posible hacer este trabajo de pinza en la solitud de cada partido o grupo de ciudadanos? Quién sabe, personalmente lo dudo, pero para algunos ese es el camino escogido.

@Ismael_Perez

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Bob Geldof

En 1984 reuní a los músicos más exitosos del momento para formar una “superbanda” llamada Band Aid; el objetivo era recaudar dinero para aliviar el hambre en Etiopía. Al año siguiente se formó un grupo todavía más numeroso para Live Aid, un multitudinario concierto a beneficio que dio lugar a una iniciativa de obtención de fondos que todavía continúa. El mes pasado la Fundación Barilla celebró el Foro Internacional sobre Alimentos y Nutrición, durante el cual se destacó la necesidad permanente (y cada vez más urgente) de reforzar la seguridad alimentaria.

Para hacernos una idea de los problemas del mundo actual puede servir de ilustración la historia de la Isla de Pascua. En algún momento del siglo XII, un pueblo polinesio migró a una remota isla volcánica cubierta por densos bosques donde además de alimento y animales, encontró herramientas y materiales para erigir cientos de elaboradas y misteriosas esculturas de piedra. Pero poco a poco, la gente destruyó los bosques, y terminó cometiendo un suicidio social, cultural y físico.

Hoy, en términos relativos, sólo nos queda colectivamente una pequeña fracción de bosques, y la estamos destruyendo a toda marcha. Nos estamos quedando sin tierra cultivable y el desierto avanza. Producimos alimentos que después desperdiciamos, mientras casi mil millones de personas no tienen comida suficiente, una realidad que deja a muchos sin otra alternativa que emigrar.

Las noticias nos hablan casi siempre de los refugiados que huyen del conflicto armado (por ejemplo Siria) o de los migrantes que buscan mejores oportunidades económicas que las que tienen en sus países de origen (por ejemplo Nigeria o Pakistán). Pero entre migraciones y escasez de alimentos hay un vínculo más fuerte que el que imaginan los que no tienen hambre.

Por ejemplo, los levantamientos de la Primavera Árabe en 2010 2011 (que produjeron una oleada masiva de refugiados) se iniciaron por un encarecimiento del trigo que provocó amplias protestas y finalmente una serie de revoluciones políticas. De hecho, el origen de muchos conflictos armados, y de los desplazamientos masivos que provocan, puede rastrearse hasta la inseguridad alimentaria.

Mientras el Sur Global pobre se muere de hambre, el Norte rico se atraganta de comida. Hay en el mundo más de dos mil millones de personas con sobrepeso, abotargadas por azúcares de baja energía y alimentos procesados de producción en masa ricos en grasa. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, sólo la cuarta parte de los alimentos que tiramos a la basura o desperdiciamos cada año bastaría para dar de comer a 870 millones de personas hambrientas. A escala global se desperdicia un tercio de todas las cosechas. Como los antiguos habitantes de Isla de Pascua, estamos llamando a nuestra aniquilación.

Además, el cambio climático inducido por el hombre amenaza con intensificar las presiones migratorias y alimentarias actuales. En un informe publicado en diciembre pasado, el Centro Europeo de Estrategia Política de la Comisión Europea predijo que el incremento de sequías e inundaciones será el principal factor de migraciones, muy por encima de todos los demás, y que en 2050 habrá hasta mil millones de personas desplazadas en todo el mundo. El informe advierte que incluso la estimación más baja (25 millones de migrantes por el cambio climático) “empequeñecerá los niveles actuales de nuevos refugiados y desplazados internos”.

Es verdad que ya se están tomando algunas medidas para resolver el desperdicio y la escasez de alimentos. Por ejemplo, este año la Comisión Europea propuso reducir los subsidios agrícolas, que contribuyen a un exceso de producción. Pero esta estrategia (enmarcada en términos de “evolución”, en vez de la “revolución” necesaria) no es ni remotamente adecuada.

La política agrícola común de la Unión Europea ha sido siempre muy problemática. La PAC dirigió dinero de los contribuyentes a fomentar la producción de un excedente de alimentos, que luego se deben almacenar (con un costo adicional) y finalmente se destruyen (otro costo). Aunque el sistema mejoró hasta cierto punto con los años, todavía falta mucho. Otro caso de derroche similar es la ley de agricultura de los Estados Unidos (principal herramienta de política agraria y alimentaria del gobierno federal).

No basta con hacer ajustes políticamente tolerables a los esquemas actuales, se necesita una reforma de raíz con énfasis en los resultados reales. Por desgracia, no parece haber ningún político a la altura de la tarea, ni en un EE. UU. errático y polarizado ni en los ineficaces Parlamento Europeo y Comisión Europea.

El momento oportuno para actuar era ayer; el momento para adoptar otra estrategia es hoy. Podemos discutir hasta quedar afónicos los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (que incluyen metas como “de aquí a 2030, reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita mundial en la venta al por menor y a nivel de los consumidores y reducir las pérdidas de alimentos en las cadenas de producción y suministro”). Pero lo que importa es tener políticas bien diseñadas, eficaces e integrales, que se implementen de forma sostenida. Y eso no se ve por ninguna parte.

La Tierra existe hace 45 millones de siglos, pero nuestro siglo es único, porque es el primero en que una especie puede destruir las bases de su propia existencia. Pero nosotros, versión moderna de los habitantes de Isla de Pascua, parecemos inconscientes de esta amenaza existencial y preferimos hacer estatuas en vez de sistemas sostenibles para la supervivencia.

¿Nos daremos cuenta de la situación en la que estamos cuando las tierras se hayan convertido en desierto, cuando los sistemas de salud colapsen, cuando hasta los ricos padezcan falta de alimentos, cuando el agua potable escasee, cuando el avance del mar destruya las costas nacionales? Entonces ya será demasiado tarde, y nuestra suerte estará echada.

El mayor peligro para nuestro planeta es creer que lo salvará otro. Somos nosotros (todos y cada uno) los que debemos darnos cuenta de la gravedad de la situación y exigir acciones reales para cambiarla. Y “todos” quiere decir: tú.

Traducción: Esteban Flamini

Londres, julio 12 de 2018

Project Syndicate

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