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Opinión

Griselda Reyes

En Venezuela la Constitución y las leyes son muy claras. Consagran una República democrática en la que cabe desde la libre asociación hasta el derecho a la protesta pacífica. En este andamiaje llamado socialismo del siglo XXI con el paso de los años en el poder han logrado la fórmula de doblegar lo que los textos legales establecen y convertirlos en un traje a la medida, ya sea por estrategias para tales fines o por situaciones sobrevenidas. No somos irresponsables al decir que han deformado lo legal para usarlo a su conveniencia y lograr permanecer en el poder.
Quienes están en Miraflores se han valido de diversas artimañas legales que hoy ponen en tela de juicio la institucionalidad del país. Ejemplos sobran. La falta de independencia entre los poderes públicos del país, tras enlazarse en un solo Estado, Gobierno y partido es el más evidente de esto. En función de ello han ido socavando aceleradamente los derechos políticos de los ciudadanos.

Si entramos en los detalles minúsculos, voy con tres casos graves a propósito que está en boga en este momento el tema político-electoral: – *Inhabilitaciones políticas*: Si bien sabemos que los dirigentes que asumen cargos públicos deben cumplir con protocolos de contraloría para limitar los excesos en estos puestos, desde el poder han asumido las inhabilitaciones políticas, producto de presuntas fallas de corrupción, como un arma para sacar de juego a quienes aspiran sucederlos en el poder.

Lamentablemente no es algo nuevo, solo que hoy es noticia por afectar a dirigentes de la alternativa democrática que buscan asumir el control del Estado. Esto ha generado varias similitudes con el accionar de Daniel Ortega, quien arbitrariamente cercenó los derechos políticos de quienes pretendían sacarlo de la presidencia. La democracia se trata de votos, no de vetos ni exclusiones. Una tarea que parecen no tenerla todos claros después de tantos años. – *Operación morrocoy con la actualización del Registro Electoral* Por otro lado tenemos el arrebato de los derechos de los jóvenes que están próximos a cumplir 18 años de edad. Su deber ciudadano está siendo limitado por adelantado al cercar la posibilidad de inscribirse y/o actualizar datos ante el ente comicial.

Según estiman los entendidos en la materia, cerca de dos millones de jóvenes no tienen facilidades para entrar en el padrón electoral que escogerá al presidente de la República. ¿La razón?

Ineficiencia de este poder público que no permite municipalizar el proceso de inscripción. Desde esta tribuna saludamos a las comunidades universitarias que insisten al nuevo Poder Electoral, recién juramentado, para que lleve al CNE hasta las parroquias más alejadas del país, a universidades, estaciones de servicio públicos.

Es la forma de respetar la participación ciudadana. *Voto migrante* Por último, para no hacer demasiado extenso este tema, vemos con especial preocupación como el Estado venezolano, excusándose en el cerco internacional, no procura que los millones de ciudadanos que hoy están regados por el mundo puedan decidir sobre los destinos del país. Vale la pena mencionar que los temas consulares en el pasado fueron óptimos para salvaguardar este tema. Hoy, cuando hay restablecimiento tímido de relaciones con diversos Estados y Gobiernos, esto debe ser prioridad.

Venezuela no puede seguir avanzando a la consolidación de un Estado fallido que invisibiliza y viola los derechos fundamentales de sus ciudadanos. El voto es sagrado y debemos todos hacer respetar el derecho a elegir y ser elegido. Los corruptos que paguen lo que merecen, pero no podemos quedarnos callados frente a los excesos.

Grisela Reyes es empresaria. Miembro verificado de Mujeres Líderes de las Américas.

Twitter: @griseldareyesq

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Fernando Mires

Desde que tuvieron lugar las guerras médicas (Atenas contra los persas) y las del Peloponeso (las tres guerras entre Atenas y Esparta), pasando por las invasiones bárbaras que terminaron derribando a gran parte del imperio romano (cuyo espíritu continuó existiendo en los reinos y conventos de Europa) hasta llegar a nuestros días, cuando las antidemocracias (en sus más diversas formas) erigen a partir de la guerra de invasión a Ucrania un muro en contra de las naciones democráticas, la brecha parece ser la misma: la que separa a las naciones políticamente organizadas de los regímenes autocráticos y dictatoriales de la tierra.

Leyendo las guerras del Pelopenoso según Tucídides es posible llegar a la conclusión de que la derrota final sufrida por Atenas se debió en gran parte a que Esparta estableció un sistema de alianzas con naciones antidemocráticas (o bárbaras) formando la Liga del Peloponeso, algo que no intentó hacer la elitista Atenas en su bloque político-militar organizado en la Liga de Delos. La deducción general es que Atenas, como sucedería en versión ampliada con Roma después, fue derrotada por el avance de la barbarie en contra de la civilización política.

Atenas fue odiada por las naciones antidemocráticas del mundo antiguo, como hoy lo son los EE UU y los países europeos por los gobiernos de las naciones más antidemocráticas del mundo moderno.

Los tres niveles del desarrollo geo-estratégico

Escribo estas líneas en los momentos en que las dos principales dictaduras del siglo XXI, la rusa y la china, secundadas por un bloque de dictaduras y autocracias de diversos matices ideológicos (Irán, Corea del Norte, Arabia Saudita) y uno que otro gobierno tecnocrático de ese semi-Occidente llamado América Latina, señalan al Occidente político como enemigo fundamental al que será necesario doblegar en tres niveles: el económico, el ideológico y el militar.

En el nivel económico, los países dominantes del bloque antioccidental (en estricto sentido, antidemocrático) han sacado del baúl de los recuerdos las alianzas tercermundistas de las que se sirvieron en el pasado reciente la Rusia estalinista y la China maoísta. El objetivo de ambas potencias apunta –tanto hoy como ayer– a movilizar a diversas naciones económica y políticamente subsedarrolladas en contra de EE UU y sus aliados, ocultos esta vez en nuevos disfraces, como «el sur global» en lo geopolítico y Brics en lo económico. La meta del socialismo mundial que nunca iba a existir ha sido sustituida por la multipolaridad en contra de una unipolaridad que nunca existió.

Cabe recordar que durante la guerra fría el mundo fue bipolar (en su expresión norteamericana, «mundo libre versus comunismo», y en su expresión ruso-china- «socialismo versus capitalismo»). Después del cisma chino, fue tripular. Las revoluciones anticomunistas de 1989-1990 devolvieron al mundo a una bipolaridad expresada en dos economías capitalistas: la del capitalismo liberal euro-norteamericano y sus ramificaciones sudasiáticas, y la del capitalismo estatal, encabezado por China.

Actualmente el proyecto chino apunta a reconstruir una bipolaridad donde naturalmente China ocuparía un lugar dominante, partiendo desde su poderosa economía, hasta llegar a influir en los países más pobres de la tierra (casi todos gobernados por dictaduras) a fin de controlar las instituciones mundiales, no solo económicas (Banco Mundial) sino también políticas, incluyendo dentro de estas a la propia ONU. No deja de llamar la atención que gran parte de los gobiernos que buscan cobijo económico bajo China, en instituciones aparentemente tecnocráticas como Brics, han sido sancionados por la ONU por sus constantes violaciones a los derechos humanos.

En el nivel ideológico, las dos naciones hegemónicas en la actual guerra caliente y fría en contra del Occidente político, China y Rusia, encabezan una contraofensiva cultural de carácter global, disfrazada de anti- norteamericanismo, pero dirigida en contra de valores que hoy dan vida al occidente político.

Apelando a antiguas teorías occidentales (Spengler y Toymbee, reactualizadas por filósofos neofascistas como el ruso Alexander Dogin) las megadictaduras presentan la lucha en contra de las democracias bajo la forma de antioccidentalismo cultural. En gran medida se trata de anteponer los supuestos valores sacros del no-Occidente (nunca se definen como Oriente) en contra de lo que ellos llaman decadencia de las formas occidentales de vida, expresadas en el «libertinaje sexual», en la degradación de las costumbres, y en todo lo que sea producto de las libertades conquistadas durante el periodo de la modernidad euro-americana.

Según Xi Jinping, el ser humano no debe buscar la libertad sino la felicidad, entendiendo por ella lo que decida el PCCH como felicidad. Putin reivindica la ortodoxia cristiana, Orban el catolicismo fundamentalista. Los monjes iraníes y los príncipes petroleros saudíes, la pureza machista de un Islam ideológico. Y así sucesivamente.

De una manera u otra, y no es casualidad, las principales potencias antioccidentales apelan a los fundamentos prepolíticos de las antiguas teocracias en contra de las por ellas vista como perversa democracia occidental. Para el siniestro monje Xiril por ejemplo, el genocidio cometido por el régimen de Putin en Ucrania es un castigo a los infieles, o en sus propias palabras: una cruzada.

En el nivel militar, todos los poderes autocráticos del mundo han definido a la OTAN como el brazo armado del imperialismo norteamericano. En esa definición coinciden los sectores más reaccionarios con los harapientos restos de la izquierda «revolucionaria» occidental que sobrevivió a la gran revolución democrática y antisoviética de Europa del Este de los años 1989-1990.

Para Putin y los putinistas la guerra en contra de Occidente es una respuesta a la expansión de la OTAN, sin mencionar por supuesto que esa expansión fue la consecuencia de otra expansión: la de las democracias, en dos grandes olas europeas: la de Europa del Sur, que arrasó con las dictaduras militares española, portuguesa y griega, y la de Europa del Este, que todavía continúa en países como Ucrania y Georgia. Efectivamente, la expansión de la OTAN no comenzó, venía de antes, y con el fin de las dictaduras comunistas, solo continuó avanzando.

O de otro modo: La OTAN, desde los tiempos de Stalin frente a cuyo imperio surgió, ha vivido en permanente proceso de expansión, pero siempre a la zaga de la expansión de la democracia europea. Si no hubiera sido por la OTAN, Turquía y Grecia habrían sido partes del imperio soviético. Gracias a la protección de la OTAN, la democracia pudo renacer en los países anexados por la URSS. Pero, a la vez, los EE UU no han forzado a ninguna nación a ingresar a la OTAN, aceptando incluso la no incorporación de Ucrania a pedido de la condescendiente UE, contraviniendo las aspiraciones de tres gobiernos ucranianos.

Si Ucrania hubiese ingresado a la OTAN desde los momentos de su independencia (1991) Putin no se habría atrevido a invadirla. Los hechos hablan por sí solos: así como la OTAN nunca ha atacado a una nación europea, Putin no se ha atrevido hasta ahora a atacar directamente a ningún país miembro de la OTAN

Frente al nacimiento de la OTAN, como es sabido, surgió el llamado Pacto de Varsovia, destinado a defender al «socialismo» de las agresiones norteamericanas y europeas, aunque solo sirvió para aplastar revoluciones democráticas nacionales como en Alemania (1954) Hungría (1956) y Checoeslovaquia (1968) o, en su defecto, para amenazar a las disidencias de Europa del este, como ocurrió en Polonia.

La gran coalición anti-democrática mundial

Hoy las naciones antidemocráticas del mundo no se han dotado de un pacto «a la Varsovia», pero es evidente que existe una intensa cooperación militar entre cuatro dictaduras atómicas: China, Corea del Norte, Rusia e Irán. En estos mismos momentos, Rusia y China buscan, bajo el pretexto de la ampliación comercial, y contando con el visto bueno de gobiernos irresponsables (y económicamente dependientes de China, como el del brasileño Lula), una mayor relación militar con las dictaduras africanas.

Rusia e Irán mantienen además, no solo relaciones económicas sino también militares con regímenes antidemocráticos de América Latina, entre ellos Cuba, Nicaragua y Venezuela.

En términos directos: Occidente enfrenta no tanto a una expansión económica de Rusia y China sino –diríamos, antes que nada– una expansión militar proveniente en estos momentos de la Rusia de Putin y apoyada con poca discreción por la China de Xi Jinping. Todo eso significa que la OTAN, nacida como alianza atlántica, se verá obligada, más temprano que tarde, a asumir nuevas configuraciones geoestratégicas, más allá del espacio originario, construido para detener la expansión soviética. En palabras simples: frente a una amenaza militar global se requiere de una nueva alianza democrática militar global, la que de hecho existe, aunque de modo extremadamente informal. No está claro cómo y cuáles serán las formas de esa nueva alianza, pero, siguiendo una lógica geográfica, podríamos decir que, si bien la OTAN puede ser el punto originario, servir como modelo, y actuar como base de coordinación, no se trata en ningún caso de una expansión de la OTAN euroamericana, sino de formaciones políticas militarmente defensivas organizadas en espacios geoestratégicos diferentes.

Más allá de la OTÁN

La OTAN debe seguir cumpliendo sus tareas en el espacio atlántico, de eso no cabe duda. Pero hay otros espacios donde la OTAN no puede ni debe actuar porque simplemente no le corresponde. De eso son conscientes los gobiernos de países democráticos no afiliados a la OTAN. En esa dirección, el acuerdo trilateral de agosto del 2023 firmado por el presidente Joe Biden, el primer ministro japonés Fumio Kishida y el presidente surcoreano Yoon Suk-yeol, adquiere un carácter paradigmático.

Hay y habrá más acuerdos similares, entre los EE UU, Australia y Nueva Zelandia. Incluso, si Cuba, Nicaragua, e incluso Venezuela continúan recibiendo apoyo y asesoría militar de las dictaduras rusa, china, e iraní, no está descartada la posibilidad de que los EE UU intensifiquen sus relaciones militares con los gobiernos más democráticos del subcontinente.

Naturalmente, para los representantes de la lumpen-izquierda-global, la presencia de los EE UU en las diferentes configuraciones militares defensivas, constituyen una prueba de la expansión del imperialismo norteamericano. Sin embargo, hay un hecho objetivo: así como China hegemoniza en este momento al bloque antidemocrático mundial en un sentido económico que quiere ser político y militar, el bloque democrático no puede renunciar a la hegemonía militar norteamericana, aunque sea por una simple razón: EE UU es la primera potencia económica y militar del mundo y, por el momento, una nación democrática con la que la mayoría de las naciones democráticas, no solo occidentales, mantienen vínculos históricos de larga data.

Por esa razón hay que tener en cuenta otro hecho objetivo: no todas las naciones democráticas tienen los mismos intereses y luego, no todas tienen los mismos enemigos inmediatos. En ese punto no se equivoca Emmanuel Macron. Europa no puede ni debe seguir todos los pasos geoestratégicos que emprendan los gobiernos de los EE UU, más todavía si, como ya sucedió con Bush Jr., esa nación puede llegar a ser gobernada por gobiernos erráticos, como podría ser el de un impredecible Trump o el de un fanático fundamentalista cristiano como De Santis.

Hegemonía, dicho en términos gramscianos, no significa dominación sino primacía. Pero a la vez, si como piensa Macron, Europa requiere de una mayor autonomía geoestratégica de los EE UU, debe al menos cumplir con sus tareas en el plano militar. Probablemente una Europa Unida nunca será una enorme potencia militar, pero debe, por lo menos, llegar a la altura suficiente como para emprender tareas defensivas frente a amenazas como son las que provienen de la Rusia de Putin, sin requerir siempre de la ayuda norteamericana, posibilidad que han comprendido perfectamente los países bálticos, los países escandinavos, Holanda, e incluso la tímida Alemania, al aumentar notablemente los presupuestos destinados a la defensa militar.

Es lamentable decirlo: la paz es un valor supremo, pero precisamente porque lo es, debe ser también, se quiera o no, una paz armada.

Eso al menos lo sabían los atenienses, maestros en el arte del pensar, pero también en el de la guerra. Nunca –es un ejemplo- hubo un ser más pacífico que Sócrates. Pero cuando llegó el momento, no vaciló en alistarse en los ejércitos de su amada polis.

Vivimos un instante de la historia muy parecido al que se dio en el mundo griego antiguo, el de la contradicción entre democracias y autocracias –en ese punto Joe Biden tiene razón– lo que no significa por supuesto que las naciones democráticas deben declarar hostilidad a todos los gobiernos no democráticos de la tierra. El desarrollo político de la humanidad es extremadamente desigual y en ese desarrollo las democracias siguen siendo minoría.

Como señaló Alexis de Tocqueville en De la Democracia en América, las luchas por las necesidades no llevan necesariamente a la democracia sino, muchas veces –hay tantísimos ejemplos– a regímenes más dictatoriales que los anteriores. Las luchas por las libertades –como ocurrió en Europa del este– son las que pueden llevar a la democracia.

El gobierno chino lo ha entendido perfectamente. Después de asegurar un núcleo de semipotencias regionales organizadas económicamente en el Brics, China se apresta a integrar en ese bloque a naciones pobrísimas a cuyos gobiernos otorgará créditos a bajo interés a cambio de apoyo político en las instituciones mundiales (además de asegurar posesión sobre una enorme cantidad de materias primas). En el área de la política internacional –como la Esparta de ayer– China está demostrando poseer más habilidad que las Atenas de hoy, privilegiando alianzas con naciones en bancarrota, o con democracias muy precarias, a las que los griegos y después los romanos llamaban «pueblos bárbaros».

La política internacional también es política, y la política hay que hacerla no solo con los que más nos gustan sino –sobre todo– con los que menos nos gustan. Más todavía si se piensa que el sector democrático global tiene muchos más recursos que China o Rusia para atraer hacia sí el apoyo de los habitantes de las naciones rezagadas. Las grandes migraciones de nuestro tiempo, es un ejemplo muy claro, enfilan hacia los centros democráticos, nunca lo harán hacia Moscú o Peking. Muchos solo quieren sobrevivir, y nadie puede criticarlos por eso.

Pero también hay quienes se sienten atraídos por la libertad de un mundo donde todas las culturas y religiones pueden convivir; donde existe la posibilidad de decir lo que se piensa; donde el sexo, tanto el biológico como el electivo, no es monopolio de fanáticos entronizados en el poder; donde la vida es un bien y no una maldición.

La libertad de ser lo que se es o se quiere ser, nacida en occidente, es una pandemia muy contaminante. Por lo mismo, la democracia es un enorme capital político. La democracia (o sea la libertad políticamente organizada) es una forma de gobierno, pero es también un modo de vida. Eso lo saben las potencias antidemocráticas. Por eso buscan suprimirla, tanto dentro como fuera de sus naciones.

La paz deberá ser una paz política, así lo pensó Kant en Paz Perpetua. Pero también, mientras la libertad política no sea universal, deberá ser una paz armada. Hay veces en las que los tiranos –Putin es hoy uno de ellos– no entienden ningún otro idioma que no sea el de las balas.

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@FernandoMiresOI

Fernando Mires es (Prof. Dr.), Historiador y Cientista Político, Escritor, con incursiones en literatura, filosofía y fútbol. Fundador de la revista POLIS.

https://talcualdigital.com/paz-armada-por-fernando-mires/

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Alejandro J. Sucre

En la década de los noventa los gobiernos escondían su culpabilidad en la generación de inflación, culpando al sector privado de especuladores. No solo los políticos hacían el daño de emitir dinero inorgánico a través del BCV para repartir liquidez monetaria del país clientelarmente, comprar votos y para enriquecerse personalmente, sino que para colmo usaban como chivo expiatorio al empresario, culpándolo de una inflación que ellos no podían generar, sino solo el BCV. Usando el gasto fiscal para beneficiar a ciertos grupos de pseudo empresarios, tergiversaban todo el sistema de incentivos de la sociedad para, en lugar de crear nuevos productos, el dinero se hacía haciendo pleitesía en los ministerios. Desde los años de Caldera I hasta Maduro I se ha culpado al empresariado como causa de las devaluaciones, cuando era todo lo contrario : el uso de la liquidez monetaria para fines clientelares de la clase política de tanto la IV como de la V República. La hiperinflación del año 2018 demostró que los políticos son los que causan la devaluación ya que ninguna empresa puede subir el precio de los productos en 1000 ó 1.000.000 % en un año. Sólo desde el BCV se puede inundar al país de dinero inorgánico y elevar el precio de todos los productos a la vez. Y se demostró que sólo el gobierno puede crear inflación cuando emite dinero inorgánico sin contrapartida en bienes y servicios.

Hay que alertar ahora que la conflictividad política en Venezuela también es creada por patología de nuestros dirigentes políticos y no es lo normal. El dividir a la sociedad unos contra otros es una enfermedad social destructiva. La violencia entre nuestros dirigentes políticos , presos, marchas a Miraflores, muertos, uso de sanciones de EEUU y de cárceles e inhabilitaciones, no es normal. Toda la sociedad debe estar consciente de esto y contribuir a buscar armonía social y política. La violencia política en Venezuela proviene de las filas del Chavismo pero también de las de la oposición. Incluso ambos grupos de poder se han aliado a potencias en conflicto geopolíticos para defender sus intereses sin importar las consecuencias sobre los 30 millones de venezolanos.

La disfunción política y el declive económico son dos temas interconectados que tienen inmenso impacto negativo en nuestro país o sociedad: La disfunción política se refiere a la incapacidad de un sistema político para abordar y resolver de manera efectiva los problemas sociales debido a diversos factores, como la corrupción, la polarización, la falta de transparencia, la gobernanza débil y el estancamiento partidista. Aquí hay algunas características clave y consecuencias de la disfunción política: a) Corrupción: La corrupción generalizada erosiona la confianza pública, desvía recursos del bienestar público y socava el estado de derecho. Puede conducir al declive económico, ya que los fondos destinados a proyectos de desarrollo son desviados por funcionarios corruptos. b) Polarización: Cuando hay una polarización política extrema, la cooperación y el compromiso se vuelven difíciles, lo que dificulta el progreso en temas importantes. Las sociedades polarizadas a menudo experimentan estancamientos legislativos, parálisis de políticas y dificultades para implementar soluciones efectivas. c) Falta de transparencia: La falta de transparencia en los procesos de toma de decisiones y operaciones gubernamentales genera desconfianza entre los ciudadanos. Puede conducir a una falta de rendición de cuentas, mala asignación de recursos y políticas ineficientes. d) Gobernanza débil: Los sistemas de gobernanza ineficaces, caracterizados por ineficiencias burocráticas, instituciones débiles y una prestación inadecuada de servicios públicos, pueden impedir el crecimiento económico y el desarrollo. La infraestructura inadecuada, los entornos regulatorios inestables y las políticas inconsistentes pueden desalentar la inversión y obstaculizar el progreso económico. El declive económico se refiere a un período sostenido de declive económico o desempeño económico estancado. Varios factores pueden contribuir al declive económico:
a) Altos niveles de deuda: El exceso de deuda pública y privada puede ejercer presión sobre la economía, limitando la inversión y obstaculizando la expansión económica. El servicio de la deuda puede desplazar el gasto en sectores vitales como la educación, la atención médica y la infraestructura. b) Desempleo y pobreza: El aumento de las tasas de desempleo y el aumento de los niveles de pobreza indican un declive económico. La falta de oportunidades laborales y la desigualdad de ingresos pueden provocar malestar social y una disminución de la productividad económica general. c) Inflación y devaluación de la moneda: La alta inflación erosiona el poder adquisitivo de las personas y las empresas, lo que les dificulta cubrir las necesidades básicas. La devaluación de la moneda puede encarecer las importaciones, lo que afecta tanto a las empresas como a los consumidores. d) Disminución de la productividad: una disminución en el crecimiento de la productividad, como resultado de factores tales como infraestructura obsoleta, falta de innovación e inversión inadecuada en educación y tecnología, puede conducir a un declive económico.

La disfunción política y el declive económico a menudo se refuerzan mutuamente en un círculo vicioso.

Es importante que todos los ciudadanos del país tomemos conciencia y no participemos en el enfrentamiento .

X: @alejandrojsucre

https://www.eluniversal.com/el-universal/163340/exceso-de-confrontacion-...

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Carlos Raúl Hernández

Estudiante de sociología, tuve unos semestres discutible inclinación por el pensamiento de Teodoro Adorno y la escuela de Fráncfort: Marcuse, Adorno, Horkheimer, Fromm, los marxistas culturales, cuyo daño es hoy apreciable. Para un profesor de entonces, Adorno era paradigma de la ciencia social, porque conjugaba “profundidad filosófica con suficiencia de instrumentos estadísticos”. Aludía los dos tomos de La personalidad autoritaria, que Adorno concibe, dirige, edita y publica en EE. UU (1950). Con la edad y juicio crítico entendí que era una bola de disparates filosóficos, sicoanalíticos y estadísticos, simiente de la actual cultura woke. “Demuestra”, por ejemplo, que la esquizofrenia es producto de la propiedad privada, al dividir los bienes entre tuyo y mío. Según la antropología, la noción de propiedad aparece en la hominización avanzada y deja fuera cromagnones y neandertales que, así vistos, debían ser precursores del marxismo leninismo. Para la puerilidad de este libro, la personalidad autoritaria es efecto de la propiedad porque la “… sociedad industrial avanzada…alienta prejuicios, tendencias antidemocráticas, estereotipos y sumisión-agresión autoritaria”. Trapecismo argumental sin red protectora, como si la esquizofrenia hubiera sido desconocida en la Rusia del gulag, la Cuba del paredón y en la media humanidad que sufrió los horrores de la utopía.

Así los beatniks y la izquierda cultural americana de los 50s atribuyeron las clínicas siquiátricas a inventados disidentes de la democracia y. no donde ocurría, el comunismo. La cinta clásica Atrapado sin salida de Milos Forman, recrea una novela inspirada en Carl Salomón, un intelectual beatnik cuyo odio al “capitalismo” era tal que se hospitalizó y exigía que lo lobotomizaran, cosa que los médicos no hicieron, aunque la película lo cuenta al revés. Hacía muy poco, EE. UU había rescatado a Adorno y a la humanidad del totalitarismo nazi, mientras en la URSS comenzaba otro. Para tabular su “estudio”, Adorno fija como extremo de personalidad autoritaria la derecha y en el otro, la personalidad no autoritaria, la izquierda. Los enfermos serían Hitler, Mussolini y Goebbels, y sanos como manzanas Stalin y Mao. De nueve indicadores de personalidad autoritaria de la hipótesis, los reos de Núremberg, apenas cuadraban con tres o cuatro, pero Adorno desestimó el detalle. Torpezas de la realidad, podría haber dicho. Vivía en EE. UU como varios connotados comunistas alemanes fugitivos, Horkheimer, Erich Fromm. H. Marcuse, B. Brecht que odiaban la democracia capitalista, y sus contrarios, Hannah Arendt, Thomas Mann, Arnold Shonberg, Stefan Zweig, Leo Strauss, pero cuando la crítica académica mordió el libro, Adorno arranco para Alemania.

Escribe necedades tales como que el trauma de los campos de concentración nazis es tal que a la humanidad “ya no quedaba capacidad de amar…ni habría más vida”. Pero entre 1945 y 1960 explotan la natalidad, el baby boom, los derechos civiles y la liberación femenina sube la minifalda yl mundo mejoró radicalmente. Aunque con familia de recursos económicos, Adorno es fibionita, pobretólogo y considera la riqueza un crimen, tirria que nace con la civilización, dice Antonio Escohotado, con los Manuscritos del Mar Muerto, obra de la secta judía iracunda, los esenios de San Juan Bautista, que además de su manía de bañarse todo el día, calificaban el dinero de pestilencia. Muchas herejías cristianas quisieron destruir a la Iglesia porque no era pobre y hasta San Francisco de Asís pisó la antesala de la hoguera. Para algunas era pecado apenas tocar oro o plata y los husitas enterraban solo a los muertos cuyas armaduras tuvieran incrustaciones de perversos metales preciosos. Los demás se pudrían libremente en el campo de batalla. En el siglo XX los fibionitas más famosos son tal vez Walter Benjamin, Marcuse, Jean Paul Sartre y Adorno, contra la malignidad de la sociedad de consumo.

La abundancia material, el confort y la cultura de masas “embrutecen” y enajenan, generan autómatas acríticos, unidimensionales, seudocultura para “la señora de la limpieza”, según Adorno y no para revolucionarios sofisticados. Su amigo Walter Benjamin, igual de delirante, poseía una gran colección de muñecos, como una escena de Chucky, que adquiría para sacarlos del pecaminoso mercado, congelar su condición de mercancías. Adorno explica: “el niño, no corrompido…busca salvar en su trato con las cosas, lo que las hace buenas para los hombres y no para comprar y vender”. Le molestaban el intimismo y la sensualidad del jazz y el blues, creaciones universales de la negritud, porque eran (no hay nada más pringado que la pureza revolucionaria) “música de esclavos sadomasoquistas”, que no llamaba a una rebelión porque “los negros estaban ansiosos de venderse y conseguir contratos con las disqueras blancas”: Para su íntimo amigo el pajihielo Horkheimer, el jazz y el blues son “fondo musical de masas obedientes a la jerarquía social del capitalismo salvaje”. Pensar que discutíamos en pasillos estudiantiles semejantes imbecilidades y que aún quedan profesores que las recomiendan.

El pensamiento líquido se amolda al envase, al entorno cultural, según Zygmunt Bauman, y el post marxismo es el frasco. Parecía que la conseja de -tecnología-contra-la humanidad, yacía en el basurero de las futilidades, novelerismo de Hollywood de apasionantes distopías. Desde El gabinete del Dr. Caligari (Wiene:1929), Frankenstein (Whale:1931) y Metrópolis (Lang:1927), hasta 2001:Odisea del espacio (Kubrick: 1968), Terminator (Cameron:1984) y Matrix (Wachonsky: 1999). El surcoreano-alemán Byung Chul Hal, una especie de Paulo Coelho de la filosofía, es autor de La sociedad del cansancio (2010), La agonía del eros (2012) La sociedad de la transparencia (2013), horda de lugares comunes y estamos en hora de pasar facturas. En un artículo rococó, sin entrada ni salida cognoscitiva, sugiere que Asia demostró superiorioridad a las democracias frente al coronavirus, por la “herencia autoritaria de Confucio”, quien no lo fue más que Platón y Aristóteles cuando no existía pensamiento democrático. Que “el autoritarismo gobierna mejor” es una necedad cuando la administración china provocó la pandemia por su manejo politiquero, caótico y secretista del problema, el e igual el norteamericano, que ocultó su letalidad.

Asia es el autoritario Irán, tan torpe ante la epidemia como la democrática Italia pero lo manejaron bien las democráticas, orientales y prósperas Taiwán, Japón y Corea. El autor considera positivo que el gobierno chino tenga acceso a la información sobre la ciudadanía No existe capacidad para centralizar la big data, una masa inimaginable, ciclópea, de datos, pero el Estado chino puede disponer de la información `privada que se le antoje. Los gobiernos democráticos y las empresas están bloqueados técnica y legalmente para usar la información de los ciudadanos, atesorada en millones discos duros y servidores descentralizados y su manejo sometido a escrutinios. Hay duras sanciones para su uso ilegal o simplemente opaco: Facebook, carga una cicatriz por ello en el face, a Hillary Clinton la perjudicó en su campaña y Google recibió una penalidad en Europa. Para tener idea: la big data, que se calcula en zettabytes; si se imprimiera toda la información producida por la humanidad hasta 2022, sería una torre de libros como el Empire State hasta el sol ida y vuelta. Los mencionados Marcuse, Adorno y Horkheimer, cuestionaban los medios unidimensionales porque imponían ideología enajenante, convertían gente en masa. Lo qué defiende Hal es simple galimatías, porque el papel aguanta todo.

Le molesta la democracia informativa, el flujo multidireccional en las redes “neoliberales” (?), porque es tan amplio, biunívoco, continuo, abrumador, que le parece “pornográfico” y ahora el sujeto “se esclaviza a sí mismo”, porque la “transparencia” de las redes estimula el “narcisismo”, las ganas de “hacerse ver”. ¿Testigo de Jehová o filósofo? El libre flujo de ideas, opiniones, imágenes, obras, informaciones, dice, ¡es una nueva forma de totalitarismo! (esta vez “malo” a diferencia del control estatal, que es “bueno”). Stalin con kalé heideggeriano: la libertad de información es burguesa. Defensor de la información elitesca frente a la “globalización neoliberal”, es un tejedor de caprichos, manías, tonterías autoritarias. Cita de apoyo a una colega post marxista. Naomi Klein, que porta sin licencia uno de los cerebros más alocados, conspiranoides, desde Lex Luthor y el Jocker, que vio en el coronavirus la siniestra maniobra para crear el totalitarismo neoliberal. Según García Márquez, cada vez que alguien falla en billar una impelable jugada bola-a-bola, aquí va a pasar algo.

.@CarlosRaulHer

https://www.eluniversal.com/el-universal/163339/solo-para-idiotas

 6 min


Gisela Kozak Rovero

María Corina Machado (Caracas, 1967) encabeza las encuestas para un improbable pero no imposible proceso electoral limpio en Venezuela. La ingeniera industrial con trayectoria empresarial y pieza clave de Súmate, una organización que trabajó en pro de unas condiciones electorales fiables en la primera década de este siglo, perdió su curul de diputada al denunciar la situación de Venezuela ante la Organización de Estados Americano (OEA) y decidió fundar su propia organización, Vente Venezuela. Tiene prohibido salir del país y ha sido inhabilitada para participar como candidata a cargos de elección popular. Fuertemente atacada por la Revolución bolivariana e incómoda, incluso, para sectores opositores, María Corina Machado es una importante lideresa liberal en el escenario de la crisis de la democracia en América Latina y en el contexto de la dictadura de Nicolás Maduro.

Se te califica de ultraderecha, al estilo de Jair Bolsonaro, Nayib Bukele y Javier Milei.

Soy liberal y Vente Venezuela, la organización política que dirijo, pertenece a la Internacional Liberal. Mi meta es recuperar la democracia en un país sometido a una mafia criminal en el poder, que califica de derecha y de fascista a cualquiera que se le oponga, independientemente de su definición ideológica. En favor de la pluralidad política es indispensable una mayor seriedad en estos asuntos. Lamentablemente, la hegemonía de la izquierda (democrática o no) en centros académicos, medios de comunicación y el mundo de la cultura no ayuda a desmontar esta idea sin fundamento dentro y fuera de Venezuela.

Lo que pasa es que provengo de la burguesía, soy ingeniera industrial con trayectoria empresarial y he tenido posiciones muy firmes respecto a la índole antidemocrática y criminal de la Revolución bolivariana y a las equivocaciones del liderazgo opositor. Una investigación seria sobre mi trayectoria, valores y propuestas echaría por tierra esa idea absurda de que soy de ultraderecha. Promuevo las libertades económicas, las libertades políticas y los derechos humanos; también un Estado pequeño pero fuerte, capaz de gestionar bienes públicos como la educación y la salud, no solamente la justicia y la seguridad personal. Trabajo arduamente para que ningún ciudadano sea injustamente tratado por razones que tienen que ver con el género, la raza, la religión, la orientación sexual, la identidad de género o la preferencia política. Libres e iguales ante la ley, con políticas dirigidas a hacer efectivos los derechos si es necesario. Acepto como necesario el aborto en caso de violación, malformaciones o peligro para la salud de la madre, pero sé que es un tema candente que hay que discutir con todos los sectores en favor y en contra.

¿El cambio climático es una mentira de la izquierda?

Considero los hechos científicos que son demostrables, los hechos factuales con los que vivimos cada día. Debemos ir a procesos de transición energética con el desarrollo de una energía cada vez más limpia, acompañada de procesos de captura de carbono económicamente factibles que permitan la rentabilidad del negocio petrolero. No se pueden prohibir las fuentes más baratas de energía ni oponerse a un crecimiento económico sostenible que permita superar la pobreza. ¿Cómo podemos aprovechar todo el potencial de producción de hidrocarburos con mecanismos que protejan el ambiente? Se puede, la ciencia está trabajando duro. Las definiciones izquierda-derecha me hacen ruido como liberal y sobre todo respecto a este tema: ha sido un gobierno de izquierda el que ha impactado el ambiente más que cualquier otro en la historia de Venezuela. Por ejemplo: los lagos de Valencia y Maracaibo están contaminadísimos, se pierde gas como para surtir a un país como Colombia, y el Arco Minero, un proyecto orientado a la explotación de oro y coltán, es un desastre ambiental, por no hablar de la penetración de bandas criminales en la región.

¿Cuál es el papel de la empresa privada en tu visión de país?

Vamos a trabajar con el sector privado venezolano y extranjero en favor de una mejor vida para la población. Por ejemplo, el capital privado debe acompañar al Estado en la resolución de los graves problemas de abastecimiento de agua y electricidad. La gente está pagando de manera informal precios absurdos; llegan a pagar 18 dólares por mil litros de agua transportada en camiones cisterna. Escucho constantemente a las bases de la sociedad: no quieren regalos, quieren buenos servicios, y están dispuestos a pagarlos a empresas que compitan entre sí evitando cualquier forma de monopolio. La bolsa de comida de mala calidad y entregada de manera irregular, si es que se entrega, no significa nada para personas en la pobreza que quieren trabajar y emprender, además de buena educación y salud para sus hijos.

En mis conversaciones con sindicalistas de la zona de Guayana, tan rica en la época del florecimiento de las industrias básicas como el hierro y el aluminio, la coincidencia es unánime: prefieren trabajar en una empresa privada. Y prefieren un gobierno que garantice la seguridad en una zona en la que han crecido exponencialmente la trata de blancas, el tráfico de órganos, el asesinato, el narcotráfico y la prostitución infantil, por no hablar de la infame y antiecológica explotación del Arco Minero. Son las duras lecciones de vivir con una inflación de cinco cifras, sin servicios públicos eficientes y un desabastecimiento brutal, en el contexto de un Estado atravesado por el crimen organizado que, para colmo, desprecia a los trabajadores y ha sometido al escarnio a sectores tan importantes como el de la educación pública en todos sus niveles.

¿Vente Venezuela y Vox son familia, políticamente hablando?

No, estamos en distintos lugares del espectro político. Ciertamente, tengo amistades en Vox. Amistades no significa coincidencia absoluta; simplemente, Vox se ha pronunciado en favor de la democracia en Venezuela, a diferencia de tantas organizaciones políticas de izquierda. No tiene nada de malo establecer lazos con demócratas liberales de diverso signo, al estilo de Cayetana Álvarez de Toledo u otros líderes. Al contrario, la pluralidad es esencial e inherente al pensamiento liberal. En política, las alianzas deben ser amplias; tengo buenas relaciones con la socialdemocracia, el caso de Felipe González, y guardo un gran respeto por Ricardo Lagos; también por Michelle Bachelet, aunque haya cuestionado algunas de sus actuaciones como Alta Comisionada de los Derechos Humanos (ONU). En cuanto a Estados Unidos, he tenido contactos con demócratas y republicanos. Mientras jueguen dentro de las reglas de la democracia, bienvenidos los apoyos.

¿Aliada del trumpismo y promotora de una invasión militar a Venezuela?

Todavía se dice que yo lo que quería es que bombardearan Caracas, entre otras mentiras. No es cierto, solo insistí en que los gobiernos aliados debían cercar al gobierno de Maduro con absoluta contundencia para obligarlo a celebrar elecciones y a parar las violaciones masivas a los derechos humanos.

Promoviste La Salida, junto con Leopoldo López y Antonio Ledezma. ¿Responsable de la inmolación de estudiantes universitarios en las protestas del año 2014?

Después de las elecciones del 2013 no se vislumbraba una alternativa a la hegemonía absoluta del chavismo. Comenzaron las protestas en medio de una situación económica que se deterioraba sin remedio; fue el gobierno el que persiguió, mató y torturó a quienes se atrevieron a enfrentarse a sus designios hegemónicos, no los líderes de La Salida. Denunciamos la naturaleza absolutamente antidemocrática del régimen, lo cual molestó a sectores de la oposición empeñados en ignorar aquello de lo que ahora nadie duda. Sumisión o violencia parecieran las únicas alternativas cuando no lo son; se trata de un proceso de acumulación de fuerzas en el que la protesta pacífica es necesaria.

Te acusan de voluntarismo, de no poder llevar a cabo tus objetivos al no tener los medios para hacerlo.

Sí, lo mismo me decían cuando aseguraba que el régimen es una estructura criminal y que nosotros no íbamos a poder salir de este sistema creyendo que es un sistema democrático. También me decían radical cuando denunciaba la deriva autoritaria del gobierno; extremista cuando señalé que es una mafia criminal; y belicista porque he hablado de construir fuerzas. Yo sigo pensando exactamente lo mismo: el poder no cambiará de manos hasta que se creen los incentivos reales para que se produzcan las fracturas dentro de la coalición dominante y se terminen de alinear todos los factores interesados en una misma dirección. Lo que pasa es que cuando se dice que hay que construir fuerzas, se confunde con la promoción de la violencia. La violencia es el instrumento de los que no tienen fuerza moral y política para influir en aquellos individuos y factores que son cruciales para que se dé un cambio político, llámese cuadros del chavismo, militares o sectores interesados fuera y dentro de Venezuela.

La revolución te inhabilitó por quince años para participar como candidata en cargos de elección popular. ¿Por qué te empeñas en seguir en la carrera de las elecciones primarias?

Al día siguiente de ganar las primarias tendré la capacidad de negociar dentro y fuera de Venezuela, siguiendo la estela de las victorias que hemos obtenido. Se decía que era imposible que se celebraran unas primarias y tenemos ya una fecha, el 22 de octubre. Se decía que no podrían llevarse a cabo sin el Consejo Nacional Electoral y sí se puede, con la sociedad civil al frente. Se negaba la posibilidad de que los venezolanos residenciados en el exterior pudiesen votar y se logró. Se trata de una sucesión de luchas. Nosotros no tenemos fecha para las elecciones presidenciales del 2024 ni sabemos quiénes van a votar en esa elección, cómo se va a monitorear ni si va a haber o no haber observación electoral. Tenemos por delante meses de trabajo. No voy a renunciar a las primarias a favor de un candidato de “consenso” que le agrade al gobierno, cuyo único objetivo es el de quedarse en el poder. Cuando hablo de ir hasta el final me refiero a la disposición intelectual, física, emocional y espiritual necesaria para instaurar una democracia.

¿Antifeminista?

Claro que no, soy liberal; además, provengo de una familia de cuatro hermanas y mi madre nos crio para superar todos los obstáculos y lograr todo aquello que nos propusiéramos independientemente de nuestro género. Estudié ingeniería y recuerdo perfectamente haber recibido clases en salones con setenta y cinco alumnos, de los cuales apenas cinco éramos mujeres. He navegado siempre a contracorriente y cuando comencé mi carrera empresarial entendí que ser mujer significaba un límite, por no hablar de lo accidentada que ha sido mi carrera política, a lo largo de la que se me ha dicho en repetidas oportunidades que las bases de la sociedad venezolana jamás confiarían en una mujer como presidenta de la república, mucho menos si proviene de la burguesía. Imposible olvidarme de la desigualdad de género, sobre todo en el caso de una sociedad matricentrada como Venezuela, en la que tantas han tenido que criar solas a sus hijos con grandes dificultades. Cómo no voy a plantear estos temas como aspirante a la presidencia teniendo la plena consciencia de la desventaja que significa, por ejemplo, ser una madre adolescente pobre.

¿Es cierto que arrasarías con el chavismo de llegar al poder?

Las bases del chavismo están conmigo, tal como atestiguan las encuestas y mis giras por el país, pese a la violencia y las amenazas. Sé que en una transición hay que hacer concesiones respecto a los factores de poder en favor del bien mayor de la democracia, pero hay un límite: los crímenes de lesa humanidad y la corrupción descarada y desmedida. Cuando instauremos la democracia negociaremos con todos los interesados para garantizar no solo los derechos políticos de la población, chavistas incluidos, sino las condiciones jurídicas que atraerán las inversiones y permitirán el desarrollo de empresas de todos los tamaños y de un gran movimiento de emprendedores. En cuanto a los aliados internacionales del gobierno –Cuba, Rusia, China– no tienen solo ideología, tienen intereses; lo mismo vale para las empresas que quieren cobrar sus deudas y con las que llegaremos a acuerdos sensatos. Respecto a Estados Unidos, es un cliente insustituible para nuestro petróleo; es doloroso que Venezuela no pueda aprovechar la coyuntura energética actual a cuenta de la destrucción de Petróleos de Venezuela (PDVSA), destrucción que no tiene nada que ver con las sanciones internacionales, como quiere vender la propaganda del gobierno.

¿Por qué una persona tan racional se presenta en actos políticos como una lideresa moral que conduce una batalla espiritual contra el mal? Muy derechista, dirían algunos.

Me dejo llevar por la conexión emocional, lo cual es nuevo para mí, una mujer que preparaba minuciosamente sus intervenciones en público y que pensaba que dejarse tocar y abrazar era una maniobra populista. Ya no, es un privilegio tener una conexión profunda con la gente, la cual quiere trabajar y gobernar su propia vida, está llena de ideas y quiere recuperar a sus hijos, quienes han tenido que emigrar con todas las desventajas posibles. El mensaje central de mi campaña es reunificar a los venezolanos con sus familias y reunificar al país. Me han criticado cuando digo que militares y policías lloran en mi presencia: qué quieres que haga un hombre o una mujer al que su familia le reclama que pasan necesidades tremendas a cuenta de servir a un gobierno como el de Maduro. Me dicen derechista porque hablo de una lucha espiritual, una lucha que significa recuperar un sentido ético orientado por los valores liberales de la igualdad, la libertad y los derechos humanos. Me cuestionan por contar que la gente reza; sí, la gente reza, son evangélicos y católicos que se aferran a la fe religiosa porque no tienen más nada. En todo caso, soy una firme partidaria del Estado laico.

¿Por qué quieres ser presidenta de un país en quiebra, penetrado hasta la raíz por el crimen organizado, con un enorme sector de trabajadores del Estado en la mayor de las penurias y un sistema de pensiones destruido que ha dejado a una población mayor de cuarenta años sin jubilaciones a futuro y en el presente?

Las élites venezolanas de distinto signo ideológico, con las excepciones del caso, menosprecian a la sociedad al considerarla una simple masa que espera las migajas del Estado para subsistir, como si la única razón de sus vidas fuera el estómago. Se equivocan, lo sé porque he recorrido las zonas más pobres y deprimidas del país y hablo con gente en gran estado de necesidad que quiere una mejor vida, un mejor país, un futuro para sus hijos. Creo en el potencial de estas personas.

¿Por qué quiero ser presidenta de Venezuela? Porque es nuestro país. ~

No.264 / septiembre 2023

Letras Libres

https://letraslibres.com/entrevistas/gisela-kozak-maria-corina-machado/

 11 min


Pierre Lomba

Desde que lo acuñara el zar Nicolás I de Rusia a mediados del siglo XIX, hay un título que, como un cinturón de boxeo, ha ido cambiando de dueño con los años: el “hombre enfermo de Europa” (the sick man of Europe). Usado en su origen para evidenciar la decadencia del Imperio Otomano, este ha evolucionado en el calificativo predilecto para señalar a una gran economía que va a menos. Y, si en los últimos años el Reino Unido ha tenido el dudoso honor de ostentarlo, la guerra de Ucrania y sus consecuencias han destapado a un nuevo candidato: Alemania. La cuarta economía mundial y la primera europea atraviesa aguas turbulentas y se enfrenta a problemas estructurales que podrían suponer el final de casi dos décadas de bonanza para el motor económico del Viejo Continente. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), será la única economía desarrollada que no crezca este año.

Para encontrar la última vez que Alemania aspiró al título, hay que remontarse a comienzos de los años 2000, cuando su economía se desinflaba —el PIB marcó dos retrocesos consecutivos en 2002 y 2003—, acusaba una pobre demanda exterior y marcaba tasas de desempleo de dobles dígitos. Gerhard Schröder, canciller desde 1998 hasta 2005, inició entonces una serie de reformas que impulsaron un jobwunder (bum del empleo) y que, junto a la fuerte demanda exterior de economías pujantes como China, llevaron en volandas al pilar de la economía alemana: un sector manufacturero competitivo, gracias en buena parte al barato gas ruso y a la mano de obra del Este de Europa. Estos factores han sostenido al país germano durante casi dos décadas, haciendo de él la primera espada de Europa. Pero, advierten algunos expertos, su éxito puede haber hecho que Berlín se haya confiado demasiado.

La economía alemana se encuentra ahora lejos de la bonanza de la pasada década: en el segundo trimestre, su PIB se mantuvo estable (0,1%), después de haber entrado en recesión a principios de año, y no experimenta un avance real desde septiembre de 2022. Además, la inflación, el mal de moda en los últimos meses, se está mostrando particularmente resistente en el país germano, más afectado por la crisis energética. Alta inflación y ralentización económica: estanflación. Eso sí, tiene la tasa de desempleo más baja de la zona euro y, para economistas como Clemens Fuest, director del Instituto Leibniz de Investigación Económica (IFO), eso hace que el calificativo de “hombre enfermo” resulte una exageración.

Por el lado de los hogares, las señales son fieles a la mentalidad ahorradora alemana: mientras que los salarios subieron a su mayor ritmo histórico en el segundo trimestre (un 6,6%) —alimentando el miedo a que empeoren la inflación—, el consumo de los hogares se mantuvo estancado, y los indicadores de confianza del consumidor caen. El índice elaborado por la empresa de análisis de mercado GfK sufrió un nuevo retroceso este mes, y marca una tasa negativa de 25,5 puntos a las puertas de septiembre. Con todo, Marcel Fratzscher, presidente del instituto de investigación económica DIW Berlin, defiende que, de momento, no se perciben señales de efectos de segunda ronda —cuando las subidas salariales para paliar el impacto de la inflación acaban redundando en otro aumento de precios—, y confía en que puedan impulsar el consumo.

El cambio del orden geopolítico, roto por la invasión de Ucrania, ha destapado las debilidades del modelo alemán. Este, apunta Wolfgang Münchau en uno de sus análisis para Eurointelligence, depende de tres ingredientes: competitividad de costes, liderazgo tecnológico en su industria y estabilidad geopolítica, y “todas ellas se han ido”, señala. Por un lado, el corte del gas ruso —que suponía más del 50% del gas consumido en Alemania— ha golpeado a la industria electrointensiva, obligando a compañías como la química Lanxess a reorganizar su negocio y cerrar plantas. Además, con China de capa caída, se ha puesto en evidencia la excesiva dependencia del comercio con el gigante asiático: en julio, de acuerdo con la agencia estadística alemana, las exportaciones a China —que ascienden al 3% del PIB germano— bajaron más de un 6% en tasa interanual.

“El mundo alrededor de Alemania ha cambiado”, defiende Münchau, “lo que ha irrumpido es una crisis de los precios de la energía, nuevas divisiones geopolíticas y choques tecnológicos que plantean interrogantes existenciales sobre el futuro del modelo”. Para Fuest, Alemania seguirá dependiendo de un alto nivel de exportaciones e importaciones, “pero las industrias que tuvieron éxito en las dos últimas décadas, en particular la química y la automovilística, no desempeñarán el mismo papel en el futuro”. Por lo pronto, el indicador de confianza empresarial que realiza el instituto que preside marcó en agosto su cuarto mes en negativo, y la la percepción de los empresarios alemanes se encuentra en niveles de agosto de 2020.

Las opciones de Berlín para darle la vuelta a la situación a corto plazo son pocas, y la situación política —una coalición tripartita en el Ejecutivo—no ayuda. A finales de 2021, socialdemócratas, liberales y ecologistas firmaron el acuerdo que dio comienzo a la era de Olaf Scholz como canciller de Alemania tras 16 años de un Gobierno liderado por Angela Merkel. En el seno del gobierno del semáforo se han planteado dos grandes medidas: el establecimiento de un precio energético unitario para la industria electrointensiva, liderada por el ministro de Economía, Robert Habeck —de Los Verdes— y la aprobación de un ambicioso paquete fiscal, propuesta por la parte más liberal de la coalición, liderada por el ministro de finanzas, Christian Lindner. En la primera reunión del Ejecutivo tras las vacaciones, las diferencias entre liberales y ecologistas impidieron sacar adelante la medida, que acabó siendo aprobada este martes: un paquete de ayudas fiscales por valor de 32.000 millones de euros para los próximos cuatro años.

Problemas estructurales

“El gran reto de la economía alemana es estructural”, defiende Fratzscher, del DIW. Los desafíos no son menores. El desempleo está en mínimos, pero esconde algo más preocupante: en el segundo trimestre, según Eurostat, la cifra de vacantes fue del 4,1%, un punto por encima de la media de la eurozona. Esto, con un paro casi inexistente, solo significa que la fuerza laboral no es capaz de cubrir los puestos que la economía necesita. Y se explica, como en muchas otras economías desarrolladas, por el envejecimiento.

El problema no es nuevo: hace ya diez años, el Instituto de Investigación del Empleo (Institute for Employment Research) advertía de que entre 2008 y 2050 la fuerza laboral se habrá reducido en 18 millones de personas solo por razones demográficas. El Parlamento alemán aprobó a finales de junio un plan para atraer trabajadores preparados al país.

A una fuerza laboral que adelgaza y a una excesiva dependencia en las exportaciones se suman varios shocks que apuntan directamente al corazón de la economía alemana: su industria. El principal es la transición energética, en la que el Ejecutivo está invirtiendo cifras milmillonarias, y que, calculan, tardará en moderar los precios energéticos para la industria por lo menos hasta 2027. Por ello, casi un tercio de las compañías están favoreciendo la inversión fuera de Alemania, según el barómetro de transición energética de la Cámara de Comercio e Industria. Además, señala el jefe de ING para Alemania y la eurozona, Carsten Brzeski, los incentivos recogidos en la Inflation Reduction Act estadounidense están atrayendo a empresas europeas, “debilitando de forma estructural a la industria”.

La potente industria automovilística se resiente especialmente de todos estos golpes, a los que se debe añadir uno, que apunta el analista Patrick Artus en un informe del banco de inversión Natixis: la competencia de las pujantes marcas chinas en el mercado eléctrico. El filo del gigante asiático para Alemania es, por tanto, doble. Por un lado, su debilidad en los últimos meses lastra las exportaciones; por el otro, el empuje de marcas como BYD amenaza a su industria. “China se ha convertido en una preocupación más estructural, pues ya no se limita a comprar productos alemanes, sino que se ha convertido en un competidor”, apunta Brzeski.

Por debajo de la excesiva dependencia de las exportaciones, el reto de la transición energética o una población envejecida, se esconde un mal endémico de la economía alemana, que los buenos resultados económicos han logrado tapar (hasta ahora): la infrainversión. “La pandemia y la guerra de Ucrania han cambiado el mundo, pero Alemania también se ha olvidado de invertir y de aplicar nuevas reformas”, señala Brzeski, que apunta como causa a una necesidad de “dar ejemplo” durante la austeridad de la crisis financiera. En un entorno estable, las carencias en inversión pública —con sus consecuencias para la infraestructura del país— han pasado desapercibidas, pero, roto el equilibrio, surge la urgencia.

Para Fratzscher, la industria “está rezagada en comparación internacional” y necesita gestionar una triple transformación: en primer lugar, tiene que acelerar la transformación ecológica; por otro lado, tiene “una de las peores infraestructuras digitales de Europa”, y muchas de sus medianas empresas han tardado demasiado en digitalizar la producción, por lo que se han quedado atrás en productividad. Y, por último, necesita reducir su dependencia de China. En ese proceso, y en línea con los planes de Bruselas, el Ejecutivo alemán está intentando atraer a grandes empresas tecnológicas con una lluvia de fondos: con una subvención de 10.000 millones, Intel invertirá otros 30.000 en la construcción de dos plantas de fabricación de chips en la ciudad de Magdeburgo. La taiwanesa TMSC hará lo propio en Dresden con una ayuda de 5.000 millones del Ejecutivo.

La transformación pasará por una conjunción de inversión pública y privada, apuntan los economistas, que advierten de que esta puede chocar con otro mal endémico del sistema alemán: la excesiva burocracia. “Estas inversiones se ven frenadas por procedimientos de planificación excesivamente complejos, normativas restrictivas y burocracia”, denuncia Fuest desde el IFO. “El Gobierno alemán tiene que abrazar la transformación y fomentar su implantación en lugar de intentar consolidar el statu quo”, apunta Fratzscher: “Para ello es necesaria una inversión pública masiva en infraestructuras y educación, así como una simplificación de la normativa y la burocracia”.

Este proceso, coinciden todos los expertos consultados, conllevará un esfuerzo financiero notable. Para Brzeski, de ING, la reversión de la pasividad inversora que sufre el país sólo será posible si Alemania cambia sus propias reglas fiscales —el freno constitucional de la deuda, suspendido en la crisis del covid—. Además, el año que viene vuelven las reglas fiscales de la Unión Europea, que pueden suponer otro obstáculo para que el país que durante años ejerció como policía fiscal del Viejo Continente dé el paso que sus economistas piden. Todo ello regado con el retorno del discurso de la austeridad por una parte del Ejecutivo, y con la ultraderecha germana asomando la cabeza. Curar al “hombre enfermo de Europa” no será fácil. Ni barato.

3 de septiembre 2023

https://elpais.com/economia/2023-09-03/alemania-se-asoma-al-final-de-su-...

 8 min


Demócratas y Republicanos

Honorable Antony Blinken Secretario de Estado

Departamento de Estado de EE.UU.

2201 C Street NW Washington, DC 20520

Secretario Blinken:

31 de agosto de 2023

Le escribimos para expresar nuestra preocupación por el continuo deterioro de los principios democráticos y del Estado de Derecho en Venezuela antes de las elecciones presidenciales previstas en ese país en 2024.

El pueblo venezolano no puede permitirse ver otras elecciones fraudulentas, que sólo traerán más sufrimiento a su nación y fomentarán una mayor inestabilidad en las Américas. Más de siete millones de venezolanos ya han huido del país desesperados, y más volatilidad política no hará sino aumentar esas cifras. Lamentablemente, con unas elecciones presidenciales previstas para 2024, el régimen de Maduro ya está haciendo todo lo posible para socavar las perspectivas de una votación creíble.

En particular, el 14 de junio, el régimen de Maduro exigió la renuncia de los miembros del Consejo Nacional Electoral (CNE). Un nuevo consejo acaba de ser nombrado a través de un proceso descaradamente encabezado por la esposa de Maduro, Cilia Flores (que ha sido sancionada por el Gobierno de EE.UU.). Además, durante varios años, el régimen de Maduro ha prohibido preventivamente a varios candidatos de la oposición presentarse a las elecciones, incluida la probable favorita María Corina Machado. Más recientemente, el régimen de Maduro anunció que no se permitirá la presencia de observadores electorales internacionales en el país para las elecciones generales del próximo año.

A pesar de estos contratiempos, los partidos de la oposición venezolana están tomando medidas para celebrar elecciones primarias en octubre con el fin de elegir democráticamente a un candidato que desafíe a Nicolás Maduro en las elecciones del próximo año. Dadas las dificultades con el desmantelado y desacreditado CNE, la oposición venezolana anunció que gestionará su propio proceso de primarias.

Dada esta dinámica y los persistentes esfuerzos de Maduro por destruir cualquier apariencia de un proceso legítimo de primarias o elecciones generales, los abajo firmantes queremos hacer hincapié en lo siguiente:

1) Se debe permitir que las primarias se lleven a cabo según lo previsto, según lo diseñado por la Comisión Nacional de Primaria, sin interferencia del régimen.

2) Se debe permitir la participación de todos los candidatos y el régimen de Maduro no puede escoger a sus propios oponentes (es inaceptable la práctica del régimen de emitir prohibiciones administrativas arbitrarias a los candidatos de su elección).

3) A quien gane las primarias se le debe permitir presentarse a las elecciones generales, en unas elecciones legítimas que observadores electorales internacionales creíbles confirmen que representan la voluntad del pueblo venezolano.

Agradecemos su atención a este importante asunto.

Atentamente,

Richard J. Durbin

Robert Menendez

Tim Kaine

Dianne Feinstein

Bill Cassidy, M.D.

Joni K. Ernst

Marco Rubio

Rick Scott

Michael F. Bennet

Benjamin L. Cardin

Alex Padilla

Peter Welch

Marsha Blackburn

John Cornyn

Jeffrey A. Merkley

Cory A. Booker

Christopher S. Murphy

Catherine Cortez Masto \

Traducido con www.DeepL.com/Translator (versión gratuita)

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