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Opinión

Marcos Hernández López

Desde sus comienzos, la revolución bolivariana generó controversias, alineamientos enfrentados y nuevos entusiasmos continentales. El gobierno del comandante Chávez y Maduro transfiguraron la vida normal de la gente, modificando los modos de vida, poniendo a muchos venezolanos en niveles vulnerables.

Hugo Chávez emergió en la escena política venezolana una madrugada del 4 febrero de 1992 con un fallido alzamiento militar. Con ese antecedente histórico / político, con el devenir del tiempo no sorprende que su gobierno haya sido cuestionado desde el comienzo por su falta de apego a las reglas de la democracia. Su voracidad por el poder y su desprecio por las opiniones disidentes lo convirtieron en un líder con fuertes rasgos autoritarios. Pero el comandante eterno murió en 2013. Su delfín, Nicolás Maduro, heredó un gobierno que se viene cerrando cada vez más. Sin el carisma ni el liderazgo de su extinto jefe político ganó sus primeras elecciones presidenciales por una pequeña brecha, resultados muy cuestionados por la oposición, que denunció una larga lista de irregularidades ante el CNE y el mundo democrático.

Años más tarde hizo todo lo posible por torcer las reglas a su favor, no tuvo forma de evitar una segura derrota en los comicios parlamentarios de diciembre 2015. En uno de sus últimos gestos democrático de su gobierno, reconoció la victoria de sus adversarios. Sin embargo, no soportó que la oposición controlara con una mayoría calificada la Asamblea Nacional (AN). Su ofensiva para terminar con la democracia en Venezuela comenzó marzo 2016, con decisiones puntuales de control político por parte del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ).

Nicolas Maduro para avanzar en su ajedrez político construyó una ANC, todo un traje a su medida para legitimar lo inconstitucional. Además, activa sigilosamente amenazas políticas, estas germinan en un tipo de violencias visibles e invisibles, algunas prácticas difíciles de ver a simple vista, ya que son las propias estructuras psíquicas de las personas las que las hacen frágiles.

Ahora bien, lo que no razona o no quiere razonar Maduro, que lo graves está en que la mayoría de venezolanos tienen serias dudas de sus cotidianas narrativas; en nuestros estudios de opinión publica se revela 85,5% de los venezolanos culpa directamente a Nicolas como responsable de la aguda crisis económica que transita el país.

Ante tanta ineficiencia la gente muchas veces sale a las calles; no obstante, protestar en Venezuela hoy día, es considerado traición a la patria, la histórica consigna gubernamental aún mantiene una vigencia en su práctica “no importa que se pase hambre, lo significativo es mantener la revolución cueste lo que cueste”. La amenaza, la violencia y el miedo gravitan sobre la conciencia y la conducta de todos los venezolanos.

En nuestro país, existe una violencia estratégica, el régimen es supra, amenaza, por encima del derecho y de las leyes, siempre apuntalado en la violencia estratégica. La agresión al adversario ya es práctica gubernamental común: los vejámenes a los dirigentes políticos detenidos en varios estados del país por protestar contra de Maduro, la tortura psicológica hacia los presos político, las diversas violaciones a los derechos humanos, las continuas amenazas hacia el pueblo de “infidelidad” electoral hacia el Socialismo Siglo XXI, la negación – juegos de hambre – de los CLAP a los que no apoyan el proyecto revolucionario, el carnet de la patria y los bonos, son todos un verdadero chantaje.

Nicolás perdió la calle, la popularidad, de acuerdo a nuestros números, está un poco por encima de 13,1% puntos, se perdió la magia revolucionaria que los atornillo durante 23 años en el poder central, emergió el desamor hacia un proyecto político que ilusiono pero no concreto los sueños de los que aspiraban un mejor país, es casi imposible llegar al final de una gestión con una opinión nacional en contra, el tiempo se le agotó a la Socialismo del siglo XXI, la revolución sufre un desgaste sistemático, sólo queda el delirio de mantener una revolución a la fuerza… insisten en continuar ganando en minoría, cueste lo que cueste… El futuro de Venezuela es incierto, pero el rechazo masivo del pueblo de Venezuela al Socialismo del Siglo XXI, es contundente; el 85% de los venezolanos quieren cambio.

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25 de agosto 2023

La Patilla

https://www.lapatilla.com/2023/08/25/marcos-hernandez-lopez-se-acabo-la-...

 3 min


Jesús Elorza G.

El pasado 17/04/2023, el Rector de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador UPEL, decidió suspender las actividades en el gimnasio “Manuel Gallegos Carratú” del Instituto Pedagógico de Caracas IPC, pues la instalación no estaba en condiciones para seguir siendo usada hasta que no se lograra su reparación. Esta decisión fue reclamada por los socios del Club de Baloncesto “Spartan”, quienes alegan tener un contrato firmado con las autoridades del IPC para el uso de la referida instalación. A más de tres meses de ese hecho, la situación sigue sin resolverse. Por el contrario, ahora surgen nuevos elementos que, involucran a otras seis instalaciones deportivas en la trama de “los convenios o contratos”.

El problema generado alrededor de las instalaciones deportivas del Instituto Pedagógico de Caracas (IPC) sigue sin tener una solución definitiva. Estudiantes y profesores de esa casa de estudios a diario comentan sobre lo que allí está pasando y no logran entender como un convenio para el uso de los espacios deportivos pueda llegar a estar por encima de las obligaciones académicas institucionales. Todas esas inquietudes o preocupaciones de la comunidad universitaria requieren una explicación transparente de las operaciones, legales y contractuales, que dieron paso a los convenios con particulares, para el uso de esas instalaciones deportivas. El silencio sobre esta materia solo conduce a interpretaciones carentes de una base documental que sustenten cualquier tipo de comentario o señalamiento.

En ese sentido es procedente que el organismo de Control Fiscal de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL) proceda de manera inmediata a la realización de una auditoría interna, solicitando en primer lugar la información pormenorizada de los contratos suscritos, bajo el Régimen de Concesión y/o arrendamiento, relacionados con las instalaciones deportivas del IPC con el objetivo de confirmar el control y seguimiento de los contratos aprobados y firmados.

Las instalaciones objeto de esta auditoria serían: la piscina, el campo de béisbol, el gimnasio de baloncesto, el local de gimnasia rítmica, el Gimnasio del Pueblo, el campo de fútbol y la pista de atletismo.

El proceso de la auditoria debe orientarse hacia la revisión de los expedientes de concesión o contrato, para poder establecer quien o quienes son los firmantes particulares e institucionales y determinar si tienen la cualidad para hacerlo, la fecha de inicio y culminación, cobertura de daños y los montos económicos a ser cancelados. Así como también, resulta imperativo conocer los horarios de uso y los mecanismos para atender y resolver cualquier reclamo que se presente.

Desde el punto de vista institucional sería de suma importancia también conocer los Instrumentos de Control Interno, el Manual de Normas y Procedimientos, los Reglamentos y el Manual Organizativo que sirven de estructura legal a los convenios o contratos firmados y la distribución de los ingresos económicos recibidos.

Estos requerimientos no son producto de una visión particular, sino que por el contrario están fundamentados en el Artículo 7 de la Ley Orgánica de la Contraloría General de la República y del Sistema Nacional de Control Fiscal. Tal solicitud es necesaria para poder evaluar objetivamente la legalidad de los contratos, otorgados y suscritos, con entes privados relacionados con las instalaciones deportivas del Instituto Pedagógico de Caracas.

De realizarse esta auditoría, se le pondría punto final a todo el entramado de desinformación que rodea el uso de las referidas instalaciones y de conseguirse irregularidades en el proceso, facilitaría el determinar las responsabilidades del caso. A su vez, este precedente administrativo permitiría establecer y fortalecer las bases jurídicas y contractuales para futuras concesiones. Correspondería al Consejo Universitario de la UPEL elaborar y aprobar una normativa específica regulatoria de las alianzas o convenios con terceros para el uso de las instalaciones deportivas y el transparente manejo de los recursos económicos generados.

 2 min


Ignacio Avalos Gutiérrez

Con sus bemoles, es cierto que durante los dos últimos siglos la situación de la humanidad ha mejorado, pero lo es también que en tiempos más o menos recientes se ha puesto a la vista el alto costo lo que ha significado.

Ahorrándome explicaciones que no caben en estas líneas, el planeta experimenta gravísimos problemas que atañen a todos los escenarios y que derivan de nuestros vínculos con la naturaleza, las pautas fundamentales mediante los que se organiza la vida y a los esquemas desde los que armamos la manera de entender la realidad.

Se cuestiona el modo de producir, consumir y vivir que el capitalismo industrialista ha configurado durante los últimos siglos, agravado por su versión moderna, ambos concebidos desde la convicción moral, como la califican ciertos autores, de que apenas han tenido que ver con las realidades físicas y naturales.

Se afirma, igualmente, que nos encontramos en medio dilemas que nos remiten a diversos planos (el ecológico, el económico, el social, el cultural, el político), que se interconectan y retroalimentan, haciendo evidente las distintas cuestiones que se deben entender y resolver, lo que conlleve la necesidad elaborar un estudio interdisciplinar y transdisciplinario, tanto en su diagnóstico como en la formulación de alternativas, o de lo contrario cualquier intento de comprender la realidad sería insuficiente.

Como ya dije, desde tiempos cercanos ha aumentado la divulgación de los estudios que advierten sobre el constante deterioro del planeta. En esta tarea han estado involucradas instituciones de diferente tipo, entre ellas varias internacionales, tales como la Organización de Naciones Unidas), El Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y La Unión Europea (UE).

Hace poco, la UE decidió apoyar financieramente la realización de una propuesta orientada a sustituir las bases del actual modelo de desarrollo y sentar los fundamentos de una Estrategia de Decrecimiento, alrededor de la modificación de los esquemas, tanto de producción como de consumo. Se parte de la idea de que los límites del planeta han sido rebasados por el estímulo al crecimiento continuo.

Un debate político obligado

Se trata, así pues, de proponer soluciones útiles para para acometer las dificultades en las nos encontramos, abordando la tarea de planteando ideas en torno a un nuevo modelo de sociedad que acometan la contradicción básica entre la búsqueda del crecimiento permanente y los perjuicios que causa a la naturaleza, a sabiendas de que en ello nos jugamos nuestra propia sobrevivencia.

Obviamente no se trata de una tarea sencilla. Significa un cambio de paradigma que tome en cuenta las diferencias culturales, las divergencias entre el mundo rural y el urbano, además de la gran desigualdad, tanto entre los países, como dentro de ellos, así como su diferente responsabilidad en la generación de la crisis y la injusta repartición de los daños que ha venido causando.

En la actualidad debiera ser el tema central del debate político mundial. Pareciera que se ha elevado la conciencia en relación con la crisis y, en efecto, se han firmado numerosos acuerdos y hay no pocas iniciativas transitando en la ruta de la sostenibilidad del planeta, pero aún estamos muy lejos de tener una estrategia que sea común, que asuma la complejidad de una crisis que es consecuencia de problemas que se interconectan y retroalimentan, hasta generar la Crisis Civilizatoria que dibuja el globo terráqueo.

En suma, como lo ha apuntado el profesor norteamericano Robert Reich, se trata de desplazar el centro de gravedad de nuestra autocomprensión como especie: no podemos prosperar, ni siquiera sobrevivir a largo plazo, si no redefinimos la relación con la Tierra y con nosotros mismos, en condiciones de interdependencia.

Hamlet

En su estado actual el sistema mundial se ha mostrado incapaz de organizarse para tratar problemas vitales, tales como el peligro nuclear, la degradación de la biosfera, las distorsiones de la economía, la desigualdad social, las migraciones e, incluso, los conflictos étnico - religiosos.

En función de lo dicho, hay que bregar los consensos necesarios, según ha señalado Perogrullo en distintas oportunidades, y para ello habría que sentar los fundamentos que permitan la gobernabilidad del planeta, como condición imprescindible para transformar casi desde sus raíces, el actual marco institucional. A la vez hay que repensar, no eliminar, el concepto de Nación y proyectar el de la Tierra Patria, reiterado mil veces por Edgar Morin entre otros autores, el cual supone la conciencia del destino, la identidad y el origen común de la especie humana. .

Retomo el título que encabeza el presente texto, inspirado en la famosa frase de Hamlet, el personaje de Shakespeare, y arbitrariamente colocada por mi entre signos de interrogación a fin de transformarla en pregunta. Finalizo respondiéndola que considero que Decrecer o Desparecer si es la cuestión.

El Nacional, viernes, 25 de agosto de 2023

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Ramón Cardozo Álvarez

En los últimos años ha disminuido la cantidad de jóvenes que asisten a la escuela, al tiempo que han aumentado la mortalidad infantil y la desnutrición. El Estado parece incapaz de enfrentar estos acuciantes problemas.

El 12 de agosto pasado, durante la celebración del Día Internacional de la Juventud, la vicepresidenta Ejecutiva de Venezuela, Delcy Rodríguez, afirmó: "Nicolás Maduro Moros cuida a la juventud como su joya más preciada". Sin embargo, la cruda realidad de la juventud venezolana—invisibilizada en las estadísticas y reportes oficiales—es otra. Múltiples investigaciones de expertos y organizaciones civiles demuestran que los segmentos más vulnerables de la población venezolana son la niñez, la adolescencia y la juventud. Estos grupos carecen de protección y, en gran medida, son víctimas de diversas formas de violencia.

En mayo de 2023, el Laboratorio de Ciencias Sociales (LACSO), junto con el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), presentaron un conjunto de investigaciones agrupadas bajo el título "Violencia contra la niñez y la juventud en Venezuela". Allí aparece como un tema transversal la violencia estructural, la cual ha generado, durante la última década y de manera sistemática y duradera, un impacto muy negativo en la juventud venezolana.

Según la investigadora Gloria Perdomo, compiladora del informe de LACSO, la violencia estructural se refiere a aquellas "condiciones que se imponen, privando a las personas de sus garantías de derechos humanos, como el derecho a la vida, a un nivel de vida adecuado, a la salud y a la protección inmediata en caso de daño y afectaciones". Estas condiciones reducen significativamente la capacidad de la población para enfrentar sus desafíos de manera autónoma y satisfacer sus necesidades humanas básicas.

En Venezuela, la violencia estructural ha sido consecuencia directa del sistema económico, social, político e institucional que ha prevalecido en el país durante las últimas dos décadas. Según Perdomo, las principales manifestaciones de esta imposición han sido la inseguridad alimentaria, las continuas privaciones a las que la población ha sido sometida, el empobrecimiento acelerado y repentino de las familias, la merma de los ingresos y la negación de libertades. La investigadora agrega a estos factores la omisión y, al mismo tiempo, la represión y arbitrariedad como respuestas del Estado ante las demandas de la comunidad.

Pobreza, marginación y exclusión de la juventud

Desde el año 2015, Venezuela ha estado sumida en una profunda crisis económica, política y social sin precedentes en su historia republicana. Esta crisis ha sido categorizada por diversas organizaciones internacionales, incluyendo a la ONU, la FAO, la OEA y la Cruz Roja Internacional, como una "crisis humanitaria compleja”. HumVenezuela, una plataforma independiente compuesta por organizaciones de la sociedad civil que vigila la emergencia humanitaria en el país, estima que, en la actualidad, de una población de 28,7 millones de personas en Venezuela, alrededor de 19 millones (66 por ciento) enfrentan necesidades humanitarias, y cerca de 18,7 millones (65 por ciento) han sufrido la pérdida o el agotamiento irreversible de sus medios de subsistencia, cayendo en la pobreza. Esta catástrofe humanitaria que afecta a toda la población del país tiene en niños, niñas y adolescentes sus principales víctimas, de acuerdo con el estudio de LACSO.

Susana Raffalli, reconocida experta en protección y asistencia humanitaria, destaca que, en la actualidad, aproximadamente 4,8 millones de niños, niñas y adolescentes enfrentan una situación de inseguridad alimentaria severa o moderada, mientras que otros 9 millones están en riesgo de caer en esa condición. Esta problemática es especialmente crítica en el grupo de los niños, ya que en este segmento las repercusiones no solo son inmediatas, sino que también se proyectan hacia el futuro. Según Raffalli, entre un 9 y un 12 por ciento de los niños en Venezuela (lo que equivale a unos 450 mil) padecen desnutrición aguda, y cerca de 600 mil están afectados por desnutrición crónica.

Otro indicador que evidencia los efectos de esta violencia estructural en la niñez venezolana es la Tasa de Mortalidad Infantil (TMi), índice que cuantifica el número de defunciones de niños menores de un año por cada mil nacimientos vivos. Durante el período 2015-2020, la TMi en Venezuela promedió 26,8, lo que representa un crecimiento superior al 70 por ciento en comparación con el período anterior (2010-2015), cuando la TMi fue de 15,4. Estas cifras reflejan un retroceso de 30 años en los avances logrados por el sistema de salud del país para prevenir las muertes prematuras, según lo destaca Gustavo A. Páez, especialista en análisis demográfico, en su estudio 'Mortalidad infantil en Venezuela” (2023).

Respecto a los efectos de la violencia estructural sobre los jóvenes venezolanos, la Encuesta Nacional sobre Juventud de la UCAB 2021, encontró que casi la mitad de los jóvenes con edades comprendidas entre 15 y 29 años forman parte de los dos quintiles más pobres del país. Esta encuesta también puso de manifiesto que entre el 2013 y 2021 el fenómeno de la "doble exclusión” entre los jóvenes sufrió un aumento, al pasar de 23 a 37 por ciento el número de venezolanos entre 15 y 29 años que no estaban inscritos en algún centro educativo ni tampoco insertos en el mercado laboral. Entre el 2015 y el 2020, 880 mil jóvenes entre 20 y 24 años "no continuaron su formación” y 821 mil jóvenes, entre 15 y 19 años, dejaron los estudios.

Muertes violentas de niños, adolescentes y jóvenes

Venezuela viene experimentado durante las dos últimas décadas los más altos niveles de criminalidad de su historia, convirtiéndose en uno de los países más peligrosos de la región y del mundo. Dentro de este contexto ha crecido y se ha socializado una generación de jóvenes venezolanos, con edades comprendidas entre diez y treinta años, que no solo han sido testigos y víctimas de esta extrema violencia criminal, sino que incluso han sido partícipes de ella.

Según los datos proporcionados por el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) y citados por el sociólogo Roberto Briceño-León en su estudio "Las múltiples victimizaciones de los jóvenes y la policía”, entre los años 2019 y 2021 se registraron 6.917 muertes violentas de niños, adolescentes y jóvenes venezolanos. Dentro de esta trágica cifra, 4.265 de las defunciones correspondieron a homicidios, mientras que 2.652 fueron muertes catalogadas como enfrentamientos con la autoridad. A estas escandalosas cifras habría que agregar las 4.446 muertes o desapariciones de niños y jóvenes que no han sido esclarecidas o resueltas y que se catalogan como "muertes en averiguación”. De este grupo, 2.129 (48 por ciento) son niños menores de 11 años.

Según los autores del estudio de LACSO, el impactante número de muertes de jóvenes a causa de enfrentamientos con la autoridad está directamente vinculado con la violencia estructural que afecta a la juventud venezolana. En muchas regiones del país, la pobreza, la marginación y la exclusión social han creado un ambiente propicio para que menores de edad sean reclutados por bandas delictivas armadas y sean introducidos al delito. Como destaca la investigadora Carla Serrano en su contribución al libro, "los símbolos de prestigio que definen su identidad generacional, como los teléfonos celulares, la vestimenta y las redes sociales, no son considerados alcanzables a través del estudio o el trabajo. Esto lleva a que algunos jóvenes sueñen con emigrar, mientras que otros se exponen a las bandas delincuenciales locales o, peor aún, a las redes del crimen organizado. Estas últimas les pueden ofrecer comida, entretenimiento, teléfonos e incluso la tentadora promesa de obtener respeto y poder de manera inmediata, sin necesidad de esperar por un futuro mejor".

Frente a esta tragedia, el Estado venezolano, corresponsable de esta situación, y careciendo de un auténtico plan nacional de protección para la niñez y la juventud, ha optado por una política estatal represiva que se dirige especialmente a los estratos de bajos ingresos del país. Durante el período de 2019 a 2021, los operativos militarizados de seguridad ciudadana arrojaron como trágico saldo la muerte de 2.652 jóvenes, muchos de los cuales han sido denunciados como víctimas de ejecuciones extrajudiciales estatales por parte de organizaciones defensoras de derechos humanos.

Esta sintética radiografía de la realidad de la juventud venezolana permite comprender mejor una de las razones primordiales por las que, entre los años 2017 y 2022, el 50,5 por ciento de las personas que salieron de Venezuela tienen edades que oscilan entre 15 y 29 años (ENCOVI 2022), y por qué esta sangría aún se mantiene en el país.

22 de agosto 2023

https://www.dw.com/es/el-drama-de-ser-joven-en-venezuela/a-66600559?

 6 min


Jaime Rubio Hancock

La Segunda Guerra Mundial planteó un dilema a muchos pacifistas. Por ejemplo, al filósofo Bertrand Russell. El británico se opuso a la Primera Guerra Mundial e incluso pasó seis meses en la cárcel en 1918 por sus opiniones. Pero, como escribió en su Autobiografía, la Alemania de Hitler suponía un riesgo diferente: la alternativa a la guerra no era negociar un acuerdo de paz, sino que el dictador nazi invadiera Europa: “Decidí que debía apoyar lo que fuera necesario para la victoria en la Segunda Guerra Mundial, por difícil que fuera alcanzarla y por dolorosas que fueran las consecuencias”.

Muchos pacifistas han pasado por el mismo dilema desde entonces: ¿se puede ser pacifista siempre? ¿Hay guerras inevitables o incluso justas? Y, en el caso de la invasión de Ucrania, ¿se puede responder a Putin desde el pacifismo?

Solo una paz fría podrá frenar la Nueva Guerra Fría en la que estamos inmersos

Una guerra lleva a otra

El pacifismo parece ingenuo cuando Rusia ha invadido Ucrania y ha amenazado con las armas nucleares. Pero a José Ángel Ruiz Jiménez, director del Instituto Universitario de la Paz y los Conflictos de la Universidad de Granada, esta acusación le parece injusta. Ruiz Jiménez recuerda que el pacifismo va encaminado, sobre todo, a evitar las guerras. Preguntar ahora qué ofrece el pacifismo le parece comparable a la actitud de un paciente que no hace caso a su médico cuando le recomienda que deje de fumar y luego se queja porque tiene cáncer de pulmón.

Andrew Fiala, profesor de Filosofía en la Universidad Estatal de California en Fresno, coincide en que una vez comienza el conflicto “es tarde para proporcionar una solución coherente”. Pero también añade que la crítica a la guerra “no se refiere a ninguna guerra en concreto”, sino “a la estupidez y a la tragedia de todas las guerras”.

En su libro Can War Be Justified? A Debate (¿Puede justificarse una guerra?, sin publicar en español), Fiala sostiene que las guerras “no proporcionan una solución estable a los problemas morales, culturales, políticos e ideológicos subyacentes” y por eso a menudo dan paso a nuevos conflictos: del nacionalismo y colonialismo surgió la Primera Guerra Mundial, que provocó la segunda y que dio inicio a la Guerra Fría, donde está el origen de la invasión rusa de Ucrania. Este filósofo estadounidense defiende la importancia de promover y defender “la resistencia no violenta en Rusia”, que podría ayudar a detener la agresión de Putin y a prevenir la escalada del conflicto. Coincide Ruiz Jiménez, que añade que estas protestas no tienen el éxito asegurado y presentan riesgos, “incluida la cárcel”. Pero “la opción militar tampoco resuelve el problema”.

Hay pacifistas que apuestan por una solución diplomática, como la filósofa Donatella Di Cesare, autora de El complot en el poder: “Es hipócrita enviar armas a Ucrania. O se lucha junto a ellos, enviando tropas, o (y esta es mi línea pacifista) se ayuda al pueblo ucranio a encontrar un acuerdo con Rusia. Lo antes posible”. Di Cesare se definía en una entrevista para Ideas como “pacifista de izquierdas”. Según detalla por correo electrónico, este pacifismo consiste “en el rechazo de una necropolítica”, es decir, “una política que exige la muerte como solución a los conflictos”. En su opinión, “el pacifismo no es una palabra abstracta, sino la necesidad de una política concreta de mediación”.

¿Hay guerras justas?

El pacifismo no siempre es absoluto, como hemos visto en el caso de Russell y como vemos, hoy, en el de Noam Chomsky: el lingüista y activista ha mostrado su oposición a conflictos bélicos desde la guerra de Vietnam hasta la de Ucrania, y critica tanto la invasión rusa como la subordinación de Europa a la OTAN. Aun así, en más de una ocasión ha afirmado que el recurso a las armas puede ser legítimo.

¿Cómo podemos saber si lo es? En las últimas décadas, ha cobrado atención la teoría de la guerra justa gracias al filósofo estadounidense Michael Walzer, que publicó Guerras justas e injustas (1977), dos años después de que terminara la de Vietnam. No es casual: Walzer, igual que Chomsky, procede de los movimientos pacifistas que se opusieron a este conflicto.

Esta teoría “ocupa un lugar central en la reflexión sobre la guerra”, explica por videollamada Alejandro Chehtman, decano de la Escuela de Derecho de la Universidad Torcuato Di Tella de Buenos Aires. Su objetivo es el de evaluar cuándo tenemos derecho a defendernos o a luchar por nuestros valores, y tiene antecedentes en pensadores como Agustín de Hipona, Immanuel Kant y Jeremy Bentham. En resumen, explica Helen Frowe, directora del Centro para la Ética de la Guerra y la Paz de Estocolmo, se considera que el uso de la fuerza ha de ser “proporcionado, necesario y debe contar con probabilidades razonables de éxito”, a lo que se suele añadir la necesidad de distinguir entre militares y civiles.

Los criterios de la guerra justa proporcionan un marco para analizar los conflictos bélicos y pueden ser compatibles con algunos pacifismos. Un ejemplo es el pacifismo contingente, que defiende que “la guerra no está justificada nunca, excepto en circunstancias muy específicas”, explica por correo electrónico Cécile Fabre, filósofa del All Souls College de Oxford. Fabre añade que la reflexión sobre el pacifismo y la teoría de la guerra justa pueden ayudarnos a analizar “cómo debería terminar la guerra de Ucrania” y cuáles son “los términos de paz que podemos considerar razonables”.

Aunque Andrew Fiala considera que esta teoría nos ha dado “un vocabulario moral” para hablar de los conflictos bélicos, también recuerda que es muy difícil que, en la práctica, una guerra respete los principios de la guerra justa. Por ejemplo y a pesar de que la Segunda Guerra Mundial tenía una causa más que justificada, aún seguimos debatiendo sobre si Estados Unidos necesitaba recurrir a las armas nucleares en Hiroshima y Nagasaki. De hecho, Di Cesare apunta, en línea con muchos pacifistas, que “no hay guerra justa en el siglo XXI, en el contexto de un gravísimo peligro nuclear”, ya que no hay distinción posible entre objetivos civiles y militares.

Fiala propone que no nos preguntemos solo si una guerra en concreto es o no justa, sino también “por qué sigue habiendo guerras” y “cómo construir las condiciones para evitarlas”. Si hacemos caso a Steven Pinker, hay motivos para el optimismo. Según explica el psicólogo en libros como Los ángeles que llevamos dentro, vivimos en el momento menos violento en la historia de la humanidad. Quizás no alcancemos nunca la paz perpetua de la que hablaba Kant, pero pueden ayudar la reflexión sobre la guerra y la consideración, cada vez más extendida, de que pocas veces están justificadas.

También ayuda el ejemplo de pensadores como el propio Russell, que continuó defendiendo la paz después de la Segunda Guerra Mundial en libros como La guerra nuclear ante el sentido común (Altamarea). En 1961, él y su esposa, Edith Finch, fueron arrestados durante una manifestación en Londres contra las armas nucleares y se les condenó a una semana de cárcel. Ella tenía 61 años, y él, 89. Durante el proceso, el juez le preguntó si podía comprometerse a un buen comportamiento. Russell contestó: “No, no lo haré”.

23 de agosto 2023

El País

https://elpais.com/ideas/2023-04-24/se-puede-responder-a-putin-desde-el-...

 5 min


Michael Beckley

Xi Jinping y Vladimir Putin tienen 70 años, algo que resulta esperanzador para quienes se sienten preocupados por sus intentos agresivos de reconfigurar el orden mundial. Es probable que la siguiente década o dos traigan cambios en el liderazgo de China y Rusia que podrían influir en volver a establecer relaciones con Occidente.

Pero en el futuro próximo, Estados Unidos y sus aliados enfrentarán una amenaza apremiante: un eje de líderes que envejecen, tienen armas nucleares y a los que se les acaba el tiempo para lograr sus ambiciones grandilocuentes. Si algo ha dejado claro la desventura de Putin en Ucrania es que los líderes autócratas no siempre se desvanecen de manera pacífica.

Los dictadores que envejecen tienen menos tiempo para reconfigurar el mundo y también más recuerdos de ser obedecidos en sus países y ser mal vistos en el extranjero por sus acciones. A medida que el poder se les sube a la cabeza, se vuelven cada vez más represivos y agresivos. Rodeados de aduladores, toman decisiones desastrosas una y otra vez. Empiezan a reflexionar sobre su legado y a preguntarse por qué no han recibido el respeto mundial que creen merecer ni han alcanzado la gloria que pondría sus nombres entre los grandes de la historia. Puede que decidan que no quieren pasar a la historia como una figura meramente transitoria. Estamos ante una combinación volátil: un autócrata con exceso de confianza, ofendido y con prisa.

En sus primeros años en el poder en China, Mao Zedong preveía que sus planes para superar a las potencias capitalistas podrían tomar entre 50 y 75 años. Pero cuando tenía sesenta y tantos años, fue acortando ese plazo y en 1958 inició el Gran Salto Adelante, un plan equivocado para convertir a toda prisa a China en un gigante industrial. Al menos 45 millones de personas murieron de hambre o por otras causas, ya que se descuidó la agricultura en el frenesí por cumplir con sus objetivos. En parte para movilizar a la nación, provocó una crisis internacional al bombardear las islas de Taiwán en manos del gobierno nacionalista chino. De 1966 a 1976, el último intento del envejecido Mao por salvaguardar su gobierno y su legado desembocó en el caos de la Revolución Cultural.

Kim Il-sung de Corea del Norte fue otro líder que actuó con agresividad en sus últimos años. Envalentonado por el desastre estadounidense en Vietnam y su posterior retirada militar de Asia, pasó su tercera y cuarta décadas en el poder yendo de una provocación a otra. De 1968 a 1988, su régimen secuestró un buque de inteligencia estadounidense y a su tripulación; disparó contra una aeronave estadounidense de reconocimiento y mató a sus 31 tripulantes; trató de asesinar al presidente surcoreano en varias ocasiones; asesinó a decenas de funcionarios surcoreanos, así como a la primera dama; bombardeó un avión de pasajeros surcoreano, cuyos 115 tripulantes murieron; y cavó túneles que pudieron recorrer 30.000 soldados por hora para invadir Corea del Sur.

Los dictadores mayores rara vez se apaciguan, ni siquiera están afianzados en el poder. Iósif Stalin salió victorioso de la Segunda Guerra Mundial a los sesenta y tantos años. Sin embargo, en lugar de trabajar con sus aliados durante la guerra, trató de dominar Eurasia y envió una nueva oleada de prisioneros al gulag. Al llegar al poder, Leonid Brézhnev buscó la distensión con Occidente. Pero, tras caer enfermo durante su segunda década en el poder, adoptó una postura más hostil: promovió revoluciones comunistas en todo el mundo, invadió Afganistán en 1979 y desplegó misiles nucleares avanzados contra Europa Occidental, mientras se otorgaba a sí mismo un montón de medallas.

Los autócratas que envejecen no suelen cambiar el rumbo a menos que se vean obligados a hacerlo. Mao no trató de acercarse a Estados Unidos sino hasta después de que el conflicto fronterizo chino-soviético de 1969 hizo evidente que China necesitaba la ayuda de Estados Unidos para contrarrestar a Moscú. El coronel Muamar el Gadafi renunció a sus armas de destrucción masiva en 2003 debido a diversos factores, entre ellos la presión de Estados Unidos. El generalísimo nacionalista chino Chiang Kai-shek reprimió su anhelo de conquistar China continental y el autócrata surcoreano Syngman Rhee renunció a regañadientes a tomar el resto de la península coreana en parte porque temían que Estados Unidos los abandonara.

Lo cual nos trae de vuelta a Xi y Putin.

En lugar de relajarse antes de su jubilación, ambos están decididos a recuperar por la fuerza vastas extensiones territoriales, ordenaron movilizaciones militares masivas, estrecharon lazos con regímenes antiliberales como Corea del Norte e Irán y forjaron sus cultos a la personalidad. Tras invadir Ucrania, Putin se comparó de forma explícita con Pedro el Grande, el conquistador modernizador que fundó el Imperio ruso. La propaganda comunista china describe a Xi como la culminación de una gloriosa trinidad: con Mao, China se levantó; con Deng Xiaoping, China se enriqueció, y con Xi, China será la nación más poderosa.

Ambos han dejado claras sus ambiciones de redibujar el mapa de Eurasia. Putin afirma que Ucrania no existe como un país independiente y da a entender que Moscú debería reunir “el mundo ruso”, un área que, a grandes rasgos, traza un mapa de las antiguas fronteras soviéticas. Las reivindicaciones chinas incluyen Taiwán, la mayor parte del mar de China Meridional y el mar de China Oriental, así como parte del territorio que también reclama India. “No podemos perder ni un centímetro del territorio que dejaron nuestros antepasados”, declaró Xi en 2018.

La diplomacia no logró disuadir a Putin de invadir Ucrania y es poco probable que cambie en algo la obsesión de Xi por absorber Taiwán, que considera esencial para llevar a cabo “el gran rejuvenecimiento de la nación china”. Los dictadores revanchistas no suelen responder por las buenas. Deben ser frenados mediante alianzas de ejércitos poderosos y economías resistentes.

Con este objetivo en mente, Estados Unidos y sus aliados deben acelerar las transferencias de armas a naciones en la primera línea del enfrentamiento, como Ucrania y Taiwán, y forjar un bloque económico y de seguridad para almacenar municiones y recursos críticos y así proteger las aguas internacionales y el territorio aliado. Occidente debe unirse para privar a Pekín y Moscú de cualquier esperanza de guerras de conquista fáciles.

Durante la Guerra Fría, la contención se concibió para frustrar la expansión soviética hasta que la descomposición interna obligara a Moscú a reducir sus ambiciones. Ese debería ser el objetivo actual y puede que no haga falta medio siglo para conseguirlo. Rusia ya está en declive, el ascenso de China se ha estancado y ambos países han despertado la desconfianza de sus vecinos. Estados Unidos y sus aliados no necesitan contener a Rusia y China para siempre, solo hasta que las tendencias actuales corran su curso. Con el tiempo, los sueños de dominio de sus líderes empezarán a parecer fantasiosos y sus sucesores podrían optar por rectificar los predicamentos económicos y estratégicos de sus naciones mediante la moderación geopolítica y la reforma interna.

Hasta entonces, contener a dos dictadores que envejecen no será fácil, pero es la mejor esperanza para limitar los trastornos que causan hasta que queden relegados a los libros de historia.

Michael Beckley es politólogo de la Universidad de Tufts, miembro sénior del American Enterprise Institute y director del programa de Asia del Foreign Policy Research Institute.

21 de agosto 2023

NY Times

https://www.nytimes.com/es/2023/08/21/espanol/opinion/china-rusia-dictad...

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Humberto García Larralde

Si se ha abusado tanto de la fábula del escorpión que se ahoga por aguijonear a la rana sobre la cual cruzaba el río --“porque está en su naturaleza”--, es porque ilustra lo terco e irracional de ciertos comportamientos humanos. En una situación en la cual la permanencia del régimen depende de su capacidad de simular elecciones creíbles para que le levanten las sanciones en su contra, pero buscando que éstas no pongan en peligro su control del poder, uno esperaría una conducta menos intemperante, que despertara menos ronchas que la mostrada en estos días. Claro, el dilema que enfrenta es, en realidad, insoluble.

Sin embargo, en el pasado, el chavo-madurismo sorteaba disyuntivas parecidas asumiendo posturas de víctima o fingiendo, gracias a la censura y su control de los medios, que estaba cumpliendo con las expectativas que había levantado acerca de sí. Desde esta óptica, por tanto, lucen inconducentes la agresión gratuita del comandante de la Guardia Nacional a factores de oposición, refrendada por el eterno ministro de la defensa, Padrino López, la invitación a sacar a María Corina Machado del estado Trujillo “a coñazos”, proferida por su gobernador, como los ataques violentos de bandas fascistas a partidarios de Henrique Capriles y de la propia María Corina en distintos estados del interior, en ocasión de su gira electoral por las primarias de la oposición.

Ello nos pone en guardia acerca de la ilusión de que, actuando con prudencia, pero pisando firme, la oposición podría forjar un ambiente político que convenciera a Maduro de lo razonable que sería un acuerdo que abriese las puertas al cambio. Se pasa por alto que, para las fuerzas que hoy ocupan de manera excluyente el poder, la “razón” como determinante de su conducta política --en un contexto de reglas de juego compartidas—no es lo suyo.

No podemos perder de vista los fuertes condicionantes de esta conducta, que las han llevado a violentar las normas del Estado de derecho y a ultrajar las garantías del ordenamiento constitucional. Resaltan los intereses económicos que desnudan los análisis de economía política, que ponen de manifiesto el compromiso de factores centrales de poder con el régimen de expoliación en que ha degenerado la “revolución bolivariana”. ¿Cómo explicar las fortunas y ostentosos estilos de vida de tantos “revolucionarios”, en un país en el que las mayorías pasan hambre?

Pero, más allá de la depredación cómplice de los recursos públicos, la extorsión, el saqueo mineral de Guayana y/o el narcotráfico, solemos relativizar el fuerte condicionamiento ideológico con base en el cual también se sustenta tal conducta. Quizás lo hemos desestimado por lo disparatado de muchas de sus ideas, su falta de sintonía con la realidad y su atraso. Es decir, lo despachamos con base en criterios de racionalidad, según los cuales la retórica “revolucionaria” es incongruente y divorciada de la realidad.

Es menester recordar, empero, que una de las funciones básicas de la ideología es la tergiversación de la realidad con interpretaciones sesgadas de las cosas, capaces de refrendar las acciones de quienes se erigen ante las masas como sus grandes salvadores. Incluso la pretensión científica del marxismo se ha visto desmontada, tanto por las inconsistencias y determinismos pétreos de su formulación teórica, como por su permanente reacomodo, ex post facto, donde gobernaba el estalinismo, para que sus acciones fuesen siempre refrendadas por la teoría y ésta no fuese desmentida.

Esta inconsistencia es, por supuesto, notoria en los constructos ideológicos de los que se valió el fascismo. Como bien lo explicó Umberto Eco, en absoluto se fundamentaban en una teoría coherente que sirviese de plataforma a experiencias similares. El fascismo, según él, fue un movimiento oportunista, ecléctico, que se valía de cualquier circunstancia que pudiera ser provechosa para ampliar su poder. Apelaba, como es bien sabido, a lo emocional, a despertar las pasiones a su favor mediante una simbología maniquea que sonsacaba resentimientos y odios invernados para invocar una lucha entre “nosotros”, portadores del bien –la reparación y la venganza--, contra el mal, representada por los “otros” que nos habían agraviado.

Chávez, por supuesto, fue un maestro en esta manipulación. Encontró en el culto a Bolívar, las ilusiones frustradas del rentismo al caer los precios del petróleo, y la percepción clara por parte de las mayorías de que habían desmejorado sus condiciones de vida, elementos para construir esa simbología de confrontación: identificó a un enemigo, responsable de que sus expectativas no hubieren fructificado, y logró erigirse a sí mismo como el redentor que los llevaría a la tierra prometida. Invocó la épica emancipadora con una retórica patriotera que llamaba a reemprender de nuevo la guerra del Pueblo (con mayúscula) contra sus opresores.

Bajo la tutoría de Fidel Castro, reforzó sus discursos de odio con categorías cultivadas por la mitología comunista para “justificar” el desmantelamiento del Estado de derecho “burgués” y aprovechar los recursos del poder para aplastar a quienes, por no asentir sus disparates, eran enemigos contrarrevolucionarios. Maduro no ha hecho sino continuar con esa visión de la política como una guerra, en la que la prosecución de un fin superior –la “revolución”, así sea para revertir las condiciones de vida de la población a las de principios del siglo XX—, justifica los medios (inhumanos) para ello, registrados en los informes de las misiones de observación de los hechos de la ONU y las indagaciones de la Corte Penal Internacional.

Lo insólito es que esta manipulación ideológica pretende hacer de la militarización del país, la violación de derechos básicos y la aplicación del terrorismo de Estado para someter a la población, expresiones de un proyecto supuestamente “redentor” de los pobres y “humanista” (¡!). El fascismo del siglo XXI ataviado ahora de progreso, de “izquierda”.

Por supuesto que son pocos los que todavía creen en semejante absurdo. Podría afirmarse que la repetición incesante de clichés como referente para blindar el apoyo de sus seguidores, resultó en la conformación de una reducida secta que se refugia en una burbuja ideológica cada vez más aislada de la realidad. Pero esa pequeña secta tiene las armas y manipula los tribunales de (in)justicia para absolver sus atropellos, criminalizar las protestas e inculpar a los luchadores sociales de “terroristas”.

Escuchar al comandante de la Guardia Nacional fabricar a una oposición propensa a la violencia, aliada con el crimen organizado como enemigo a combatir y a la que tilda de “ultraderecha” (¡!), nos da una idea del resentimiento extremo, los odios y las perversiones de quienes temen perder el control excluyente –con todas sus prerrogativas—que han disfrutado del país. Y conseguir a su compañero de caverna (Con el mazo dando), Diosdado Cabello, apelando al calificativo de “fascista” para identificar a los que luchan contra la dictadura, nos traslada al mundo de la novela, 1984, admirablemente descrito por Orwell, donde las palabras –producto de la Neolengua impuesta--, significan lo contrario de su acepción original. Proyección de trogloditas, podrá decirse, pero, ojo, ¡”revolucionarios”!

Pero en Venezuela nos enfrentamos a un fascismo de nuevo cuño, que comparte sus prácticas depredadoras con bandas delincuenciales, se alía con gobiernos gansteriles a nivel mundial --del signo ideológico que sean-- para evadir sus compromisos internacionales (entre ellos, la observación de los derechos humanos), y hace un uso extensivo de consignas y categorías discursivas de izquierda para cultivar cierto apoyo “progresista” y cerrar, así, el vulnerable flanco que significaría ser retratados como “reaccionarios”. Las dictaduras, cuando son de “izquierda”, pasan por debajo de la mesa.

En lo que sí no se distingue del fascismo clásico es en su indeclinable vocación de imponerse por medio de la violencia, aupada por discursos de odio en contra de sus detractores, “enemigos de la patria”. “Está en su naturaleza”. Igualmente, solo se pliegan ante una fuerza que los obligue a hacerlo, la única “razón” que reconocen. De manera que la verdad de Perogrullo en la que tanto insisten los analistas es que las fuerzas democráticas no van a ningún lado si no son capaces de construir una fuerza que obligue al chavo-madurismo a “entrar en razón”. Para eso debe servir la movilización política en torno a las primarias y la conexión con las luchas de tantos por reclamar sus derechos a una vida digna.

Pero, además, el discurso democrático tiene que también abrirse a quienes, dentro de las filas oficialistas buscan sustraerse de las influencias suicidas de tanto fascista encapuchado de izquierdoso.

Economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela

humgarl@gmail.com

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