Hasta hace unas dos semanas, parecía que el hombre fuerte de Venezuela, Nicolás Maduro, había conseguido marginar a la asediada oposición lo suficiente como para asegurarse la victoria en las elecciones presidenciales de este verano.
Su gobierno había inhabilitado a la principal candidata de la oposición, María Corina Machado. Por si fuera poco, también inhabilitó a su suplente. El familiar espectro de la división y la desorganización se cernía sobre la heterogénea oposición a Maduro, que ha gobernado Venezuela durante más de una década.
Entonces, la oposición se unió para nombrar candidato al poco conocido ex diplomático Edmundo González Urrutia, de 74 años. González ha delegado la mayor parte de su campaña en Machado, y su popularidad se ha disparado. Una encuesta realizada el fin de semana mostró que ya tiene una ventaja de 40 puntos sobre Maduro, con un 62% de los encuestados diciendo que votarían por él.
El gobierno ya lo ha reconocido como candidato, tachándolo de agente del "imperialismo", pero eso plantea un problema. Al actuar contra él, Maduro podría extralimitarse en un país que ya se tambalea por la mala gestión económica y las sanciones estadounidenses. Pero enfrentarse directamente a González podría dejar a Maduro vulnerable a la única cosa que un hombre fuerte no puede aceptar: perder.
Traducido por DeepL
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