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Editorial
La posibilidad de que la crisis venezolana se resuelva por vías pacíficas y en un plazo relativamente corto depende, en gran medida, de cómo evolucionen las principales crisis internacionales. El contexto global actual concentra la atención en conflictos como la guerra en Ucrania, la tragedia humanitaria en Gaza, las tensiones con Irán, la creciente rivalidad con China y la reconfiguración geopolítica en Europa y Rusia.
Esto no significa que Venezuela haya desaparecido del radar internacional. La reciente decisión de revocar la licencia de Chevron para operar en el país es una señal de que se está delineando una política específica hacia la crisis venezolana. Sin embargo, la prioridad que ocupa nuestro caso en la agenda global dependerá del desenlace de estos otros frentes, cuyos resultados aún son inciertos.
Es evidente que se está diseñando una estrategia hacia Venezuela, pero lo que aún no podemos prever es cuándo se traducirá en acciones concretas. Ante esta incertidumbre, la sociedad venezolana no debe permanecer a la espera de soluciones externas, sino redoblar sus esfuerzos en la defensa de la democracia, los derechos humanos y la libertad, para que cuando llegue el momento, el país esté preparado para aprovechar cualquier oportunidad de cambio.
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