Editorial

Los movimientos de izquierda tradicionalmente tienen como parte de su narrativa la defensa de la clase obrera.

La Revolución Rusa de inicios del siglo XX supo venderse en su momento como una alternativa “al capitalismo explotador” y en defensa del campesino y el obrero, simbolizado en el martillo cruzado con la hoz.

En Venezuela, la mal llamada Revolución Bolivariana, tiene una deuda gigante con los trabajadores, pues le ha confiscado todos los derechos estipulados en la Carta Magna: No tienen un salario digno, la seguridad social es inexistente, han perdido importantes beneficios como el de la contratación colectiva y el de las incidencias salariales, como utilidades y vacaciones, debido a la perniciosa bonificación del ingreso y los jubilados hacen milagros para no morir de hambre.

Una de las tareas pendientes en la nueva Venezuela que hay que construir es el rescate del valor constitucional de estos derechos, confiscados con la venia del paradójicamente llamado “Gobierno Obrero”.

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