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Claudio Nazoa

La bitácora de Colón

Claudio Nazoa

Entré por Macuro a Venezuela. Los indios estaban echadotes a la orilla de la playa como disfrutando de unas vacaciones. Me imagino que como era 12 de octubre tenían el día libre.

Las indias, de exótica y aborigen belleza, ataviadas con un taparrabo que casi no les tapaba el rabo, exhibían sin sostenes el orgullo de su poder. Algunos varones rallaban yuca para preparar casabe. Los niños, como no habíamos llegado todavía, se fastidiaban con juegos autóctonos: fútbol con tapara y peleas de bachacos.

Llegué a estas tierras con un grupo de hombres verriondos que no habían visto ni siquiera la teta de su mamá, pues en esa época ningún europeo osaba mirar a una mujer desnuda, ni siquiera a la propia. Y hablando de mujeres, la mía me echó tremendo vainón. No me empacó ni un solo pantalón. Me puso falditas marrones cortitas y medias panty, y eso me trajo muchísimos problemas con la tripulación, pues, desde que me vieron, comenzaron con una mamadera de gallo: —¡Ayyyyy ... papá! ¡Esas piernoootas!

Otras veces, me cantaban:

—¡Desss-paaa-cito...!

Lo cierto es que cuando llegamos a la playa de Macuro, emocionado, dije:

—¡Los descubrí! –para colmo se me fue el gallo.

Los indios, jodedores, dejaron de hacer nada y en su lengua nativa, gritaron:

—¡Ay, sí! ¡Descubriste América!

Han pasado 525 años y desde un lugar que se llamaba Paseo Colón escucho cómo el gobierno hace recaer sobre mí la culpa de acabar con la cultura indígena de América. Me acusan de exterminio. De convertir a los indios americanos en esclavos.

En Caracas, en mi antiguo pedestal, colocaron la horrible escultura de un supuesto cacique, tan mal esculpida que ofende a estos nobles pueblos indígenas que la revolución dice defender. Mi ahora intangible estatua ve a estos indígenas venezolanos, enfermos y con hambre, pidiendo limosna, revisando la basura y arrastrándose por las calles de Venezuela.

¡No me echen la culpa! Yo ahora no existo. El verdadero culpable de este infortunio de país que se resiste a morir tampoco existe.

Hoy los responsables son quienes, teniendo el poder, permiten que nuestros indios se humillen, respiren el desprecio de aquellos que los ignoran y, acorralados. acurruquen su vida en la desdicha. ¡Esa miseria está muy lejos de ser la dignificación revolucionaria de los indígenas!

La verdad es que yo los traté mucho mejor de lo que ellos los tratan ahora.

¿Por qué Bolívar tuvo éxito?

Claudio Nazoa

“No estoy de acuerdo con las marchas. No negociemos nada. No estoy de acuerdo con los trancazos. No estoy de acuerdo con ningún militar ni bueno ni malo. No estoy de acuerdo con la resistencia. No estoy de acuerdo con la MUD. No estoy de acuerdo con votar. Todos, menos yo, son traidores”.

Qué valientes son los líderes de la oposición. Arriesgan su vida exponiendo libertad y pellejo en una lucha desigual, y algunos malagradecidos responden con ofensas y burlas. Qué difícil e injusto es lidiar con quienes critican y no proponen. Cómo habrá sufrido Bolívar organizando, el 24 de junio de 1821, a aquel gentío para la Batalla de Carabobo.

  • General Bolívar, los llaneros de Páez dicen que quieren hacer la batalla en La Encrucijada, porque les queda más cerca… Además, andan arrechos porque hay un soldado que Páez llama el Negro Primero, y sí él es primero, nosotros también.
  • General, los gochos dicen que lo más seguro es que perdamos la Batalla de Carabobo porque hace mucho calor. Sugieren que la hagamos en Mérida que es más fresco.
  • Mi general, la gente de La Victoria está molesta porque cuando usted pasó, los caballos ensuciaron las calles.
  • Bolívar, los orientales dicen que en oriente se enfrió la calle. Que si ganamos, cosa que no creen, se enterarán en meses. Por eso prefieren más bien quedarse con el rey de España.
  • General, un batallón de San Cristóbal está cayéndose a coñazos con unos caraqueños que hacían chistes de gochos.
  • General, en Caracas la gente está muy decepcionada. Dicen que para qué más batallas si todo está perdido.
  • Hay un batallón de maracuchos, mi general, que ya empezaron la batalla por su cuenta. Preguntan que si pueden seguir.
  • General, el Negro Primero está bailando tambor y no deja dormir a los soldados.
  • Excelencia, los maracuchos están peleando con los de falda de cuadritos que tocan gaita, porque quieren saber si en Escocia también tienen huevos chimbos.

Imagino a Bolívar en una loma de Carabobo, montado en su caballo:

—Venezolanos, los de España son aquellos que están allá: los de la bandera de franja roja, amarilla y roja. La nuestra es amarilla, azul y roja. Ustedes van a combatir a los de allá, a los españoles. Quienes tenemos la bandera amarilla, azul y roja, somos nosotros y estamos unidos alrededor de ella. Les recuerdo que ellos son los malos y nosotros los buenos. ¡Y no sigan jodiendo porque si me arrecho los dejo con los españoles!

Nicolás Maduro es muy bueno

Claudio Nazoa

En inmigración de Estados Unidos, un guardia me preguntó:

—¿Cómo hacer usted parra trabajar en diarrio El Nacional y no estar preso o perseguido?

¡Me quedé loco! En ningún lado notifiqué que trabajaba aquí. Así que, con sobrado orgullo, le expliqué que en este periódico el único que apoya al gobierno soy yo.

No tengo miedo de ir preso por mis opiniones. No. Imposible tener miedo por decir la verdad: nunca he visto un gobierno tan de pinga como este. No reconocerlo sería mezquino. No tengo miedo de que la policía, a medianoche y en pijama, me saque a empujones de mi casa. Yo soy, y he de admitirlo, igual al único bueno de Serenata Guayanesa. El grandote, talentoso y simpático que canta: “Saaapo… ¡Vete de aquí…!”.

Hay que estar ciego para no ver el progreso de Venezuela. Hoy somos el centro de atención del mundo. El país más admirado por Cuba, Bolivia, Nicaragua, Corea del Norte y… y… otros.

Nótese la libertad con la que escribo. Sin temor a que agentes de seguridad, con una tanqueta, destrocen la reja de mi edificio, destruyan los ascensores, vuelvan añicos los automóviles o maten a mi mascota. Eso, a mí, no me va a pasar, porque con valor y sin mariconerías de ninguna especie digo la verdad. Respondan: nuestro comandante presidente ¿no está realmente bello? Cutis perfecto. Bigote mexicano. Trajes estilo Mao, que están ¡guaooo! Sonrisa Colgate. Verbo audaz y locuaz. Inglés sin precedentes y ni hablar de lo bello que baila. Rudolf Nureyev, a su lado, era un pendejo.

¡Qué maravilla de mandatario! Qué tacto. Elegante hasta cuando se pone bravo y denuncia, con razón, a países horribles que envidian a Venezuela: España, Italia, Francia, México, Argentina, Brasil, Alemania, Chile, Paraguay, Perú. Los ingratos de Colombia, Reino Unido, Panamá, Costa Rica, Suiza, Noruega, Holanda, Canadá y… la Colonia Tovar. Todos lacayos del imperio yanqui donde, como bien dijo nuestro comandante presidente, desprecian a los negros. Al punto de que el presidente era un negrito y ahora pusieron a un catire.

Por cierto, me reuní con Winston Vallenilla, Roberto Malaver, Roberto Hernández Montoya, Roque Valero y el grandote de Serenata Guayanesa, para fundar un colectivo y caerle a coñazo limpio a los artistas de la derecha que digan que nuestro presidente es malo. Solo le pido al gobierno que nos faciliten las motos. Seguro las consigo porque Nicolás Maduro es muy bueno.

¿Qué será de la vida del Papa?

Claudio Nazoa

No hay que ser adivino para hacer predicciones en Venezuela. Aquí, todo el mundo sabe y no sabe lo que va a pasar.

Nos acostamos con una cosa y nos levantamos sin ella, bien sea porque nos la chorearon en la noche o porque el gobierno declara ilegal, lo que antes había decretado legal.

En Venezuela, esto ocurre hasta con los presidentes. ¿Recuerdan cuando le dieron el golpe a Chávez? Esa noche, exhaustos por tanta angustia, nos acostamos tarde. Lo último que supimos antes de dormir, era que Chávez estaba preso.

No sé si a todo el mundo le pasó, pero a la mañana siguiente me levanté, encendí el televisor, ¿y adivinen? ¡Chávez era presidente otra vez! Toda una pesadilla kafkiana en un teatro de lo absurdo.

Estamos en la Navidad del año 2016. El presidente declara ilegal los billetes de cien, los de más alta denominación. Nos da tres días para depositarlos en los bancos. Transcurrido ese lapso, no tendrán valor. Irónicamente, el día anterior hicimos cola para sacarlos. Ahora, reanudamos las colas, pero para devolverlos.

Venezuela, desesperada, madruga. Nuevamente hacemos colas de varias cuadras para depositar. El dinero no se puede cambiar porque los bancos no tienen otra denominación. Sólo entregan un certificado de depósito. Tampoco se puede retirar efectivo del cajero, ya que sólo da billetes de 100 bolívares, la denominación de la que debemos deshacernos.

Molestos, pero satisfechos por haber logrado depositar, descansamos. En la noche encendemos el televisor. El presidente, ante la cara atónita de sus ministros, legaliza nuevamente pero por dos semanas los vapuleados billetes. Nadie los quiere ni los tiene, ya que, transcurrido ese tiempo, hay que volver a depositarlos. El banco tampoco otorga billetes de menor denominación ¡No hay! Ni millonarios ni pobres tienen efectivo. ¡Qué Navidad tan de pinga! ¡Y ni les cuento el año nuevo que vamos a tener!

Por eso, yo no cambio a Venezuela. ¿Ustedes creen que en Suiza, Japón o en Estados Unidos se divierten como nosotros? Noooo… Allí la moneda es estable y aunque usted sea limosnero, siempre tendrá dinero.

Nos convirtieron en un país de indigentes y de mendigos, sin la posibilidad siquiera de pedir limosna porque aunque hay gente bondadosa, ninguna tiene efectivo.

Por cierto, ¿qué será de la vida del Papa quien nos metió en este berenjenal y se quedó calladito?

Se supone que el Papa es el representante de Dios en la tierra. Al parecer, Dios está en todas partes, menos en Venezuela.

Fuente: http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/que-sera-vida-del-papa_72578

Ya no tenemos nada que perder

Claudio Nazoa

Quienes me conocen saben que soy fanático del optimismo pero con los pies en la tierra. Sin embargo, han pasado y están pasando cosas tan graves en Venezuela, que hay que tener no sé qué para tratar de que esta locura comunista fascista no nos toque. Me niego a ser un monigote mudo, castrado y pateado por dementes que se empeñan en destruir a los venezolanos y a nuestro país.

No hay forma de describir las penurias y vejámenes por las que estamos atravesando. Pareciera que la mente enferma de estos psicópatas no tuviera límite al idear maldades elucubradas, seguramente, por la perversa mente del diablo. Son tantas y tan seguidas, que no nos hemos recuperado de una cuando ya estamos recibiendo la otra.

Este diciembre, el gobierno ha sido pródigo en fechorías horribles y detestables: en el Hospital de los Magallanes de Catia, el doctor Gonzalo Müller, ginecobstetra, fue vejado por recibir un donativo de insumos médicos. Müller es un médico abnegado y prestigioso, profesor jubilado de la UCV, con más de 40 años ejerciendo en el hospital de Catia. Actualmente trabaja ad honorem en la misma sede, en donde salva la vida de mujeres humildes.

La policía política del régimen cometió la atrocidad de llevarse preso al heroico doctor Müller, quien pasó tres días detenido con la misma bata con la que había operado de emergencia a una paciente. El doctor, a pesar del peligro que representaba salir de madrugada por culpa de la delincuencia, no dudó en atenderla. Con el abnegado médico, por salir en su defensa, también fue detenido José Luis Spitia, dirigente obrero.

¿Cómo es posible que frente a tan abominable ignominia el país siga como si nada? El doctor Gonzalo Müller, ante los ojos de muchos, se ha convertido en una especie de José Gregorio Hernández arrollado no por un carro, sino por un gobierno nazi.

¿Qué está pasando? ¿Hasta cuándo nos seguiremos calando esta vaina?

Hoy, por la locura de recoger abruptamente, y en sólo tres días, el billete de máxima denominación sin tener en circulación otro que lo sustituya, los venezolanos no tenemos moneda de curso legal para pagar un café, comprar el periódico o echar gasolina.

Amigos de la MUD, ¡los he defendido que jode y seguiré haciéndolo!, pero hoy me siento totalmente desguarnecido por ustedes. Declárense en emergencia.

¡Coño! ¡Hagan algo! La gente está esperando una luz.

¿Qué más tiene que pasar? Hagan lo que sea, ¡pero ya!, porque después de todo, ya no tenemos más nada que perder.

Fuente: http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/tenemos-nada-que-perder_6...