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Ramón Guillermo Aveledo

Mis razones y motivos para votar

Ramón Guillermo Aveledo

Citando a Winston Churchill, Ramón Guillermo Aveledo explica por qué cambió de opinión y en estas elecciones sí va a votar. Ofrece tres motivos y tres razones

El 21 de noviembre habrá elecciones regionales y municipales. No voté en las presidenciales de 2018 y tampoco en las parlamentarias de 2020, pero esta vez sí voy a votar. “¿Cambió de opinión?”, me preguntará alguien con todo derecho. Sí, parcialmente.

Interpelado por afirmar algo distinto a lo que había dicho antes, Churchill, famoso por sus virajes, respondió: “Cuando me doy cuenta que estoy equivocado cambio de opinión. Usted, ¿qué hace?”. Para el antológico estadista, “no hay nada malo con cambiar, si es en la dirección correcta”.

Mi abstención entonces, excepcional dada mi defensa del voto como derecho ciudadano, tenía fundamentos, pero nada aconseja convertirla en línea permanente.

Mantengo objeciones al abuso del poder, ventajismo, discriminación, opacidad informativa, transgresiones múltiples y continuadas a la constitucionalidad. También, como a muchos, me generan dudas ciertas conductas de actores políticos, máxime de aquellos que, como yo, están por ese cambio que la realidad de Venezuela reclama, aunque reconozca lo cuesta arriba de su compromiso y agradezca sus sacrificios.

Pero claro, también evalúo nuestras experiencias y sus resultados. Reflexiono acerca de la utilidad práctica de no votar, línea que desde el poder se estimula con actos y gestos, en contraste con lo que demostradamente hemos ganado votando. Incluso sin trampas antes, durante o después han desvirtuado la voluntad ciudadana. Así, la verdad ha quedado evidenciada ante el mundo y aquí ante muchos que lo apoyaban y ya no lo hacen o lo mantienen sin entusiasmo e incluso con vergüenza.

Para votar tengo razones y tengo motivos. Las razones son de la mente, del intelecto que analiza la experiencia objetiva. Los motivos son del corazón que, como decía Pascal, “conoce de razones que la razón ignora”. Los motivos son del sentimiento, tan humano como el pensamiento.

Mis razones son tres.

La descentralización es importante

El centralismo, aunque sea eficiente y el que tenemos es todo lo contrario, no sirve para gobernar un país del tamaño, la complejidad y los problemas del nuestro.

Así nos lo dice la Constitución que define un Estado Federal y Descentralizado que no debe quedarse en la formalidad. Y la realidad que demuestra que el poder distribuido y ejercido por órganos autónomos sometidos al control ciudadano, como los estados y municipios, es preferible para los ciudadanos.

Necesito una descentralización viva y con mi voto la ayudo.

El voto es importante

No son muchos los instrumentos que tenemos los ciudadanos para participar, para que cuente nuestra opinión. Al voto lo han ido matando lentamente, sobre todo desde dentro y desde arriba, pero también desde afuera y abajo.

Como venezolano, no quiero que muera. No me conviene que muera. Los ciudadanos salimos perdiendo en nuestra relación inevitable con el poder, si ese instrumento se borra.

La recuperación democrática

Es ese proceso largo, complejo, no lineal que Venezuela necesita para que haya libertad, seguridad jurídica, prosperidad y oportunidades, requiere ciudadanos activos.

Y la primera actividad ciudadana es el voto.

Y tres motivos

Y tengo también, al menos, tres motivos. Quiero votar. No aguanto la pasividad. No quiero que el gobierno “interprete mi silencio”. No me basta. Necesito decirle qué opino. Vivo en el Municipio Libertador. Quienes han tenido la responsabilidad de gobernarnos ininterrumpidamente por veintidós años no merecen seguir en el poder. Por mi voto no será.

¿Cuáles son sus razones y sus motivos? Los suyos.

Así, no hay vida

Ramón Guillermo Aveledo

Si no tienes dónde reclamar ni nadie en quien confiar para obtener la justicia que mereces. Si el bolívar que ganas con tu trabajo se evapora en tu bolsillo. Si a policía te da tanto miedo o más que los hampones. Si cualquiera de esos casos es el tuyo, estimado lector, como el de la mayoría de los venezolanos, lo que pasa es que nos falta lo más elemental de una institucionalidad pública. De eso se tratan la democracia y el Estado de Derecho.

¿Sabes que la Defensoría del Pueblo existe para promover, defender y vigilar tus derechos y garantías? Lo dice el artículo 280 constitucional. Ahí deberías poder reclamar las amenazas contra los derechos humanos, “el correcto funcionamiento de los servicios públicos”, como agua, luz, telefonía, salud y una larga y detallada lista de acciones en tu protección. ¿Puedes creerlo?

¿Sabes que hacer justicia compete a los tribunales? Veinte artículos constitucionales a partir del 253 hablan de eso. De la independencia e imparcialidad de los jueces, quienes ingresan a la carrera judicial por concursos que aseguren su idoneidad y excelencia. Los jueces son personalmente responsables por error, retardo u omisión injustificados, por incumplir sustancialmente las normas del debido proceso, así como por la denegación de justicia, parcialidad y demás delitos de cohecho y prevaricación en el desempeño de sus funciones. ¿Qué te parece?

¿Sabes que “el objetivo fundamental del Banco Central de Venezuela es lograr la estabilidad de precios y preservar el valor interno y externo d la unidad monetaria? Es lo que reza el artículo 318 de la Constitución.

¿Tiene eso que ver con tu vida? ¿Se habrán enterado de que en Venezuela no existe precio estable y que cuando preguntas cuánto es te responden en dólares o euros, pesos colombianos en el Zulia, los Andes o los Llanos occidentales o reais brasileños en el costado suroriental de la patria?

Si esos organismos públicos fueran, como deben ser, instituciones a tu servicio, otro gallo cantaría. No es que no habría problemas, siempre los habrá, pero éstos tendrían solución, podrían corregirse las fallas oportunamente y habría castigo para los infractores, independientemente de su poder, influencia o riqueza. Porque la igualdad ante la ley propia de las repúblicas, como decimos que es la nuestra, es el resultado de un esfuerzo personal y colectivo constante, apoyado por instituciones que no son perfectas, pero cuya vocación es servir, cumplir con aquella función para la que fueron creadas.

Lo que decimos de la defensa de los derechos humanos, la justicia y la inflación y la moneda, podríamos decirlo de muchos otros aspectos, casi todos, de la vida nacional. De tu vida.

Ese cambio de fondo, verdaderamente radical, nos hace falta. En una sociedad moderna que quiere vivir y progresar en paz, sin instituciones no hay vida.

06-02-21

El Impulso

https://www.elimpulso.com/2021/02/06/opinion-asi-no-hay-vida-6feb/

El buen político

Ramón Guillermo Aveledo

Malos imitadores del difunto Presidente han creído que su éxito radicó en la ordinariez del lenguaje e inclinación a la pendencia. Su fenómeno es más complejo, me parece, que las meras apariencias, aunque éstas sean las más fáciles de copiar por gente escasa en talento e imaginación.

Pero ha quedado un discurso contaminante que rebaja el debate político. Alos verdaderos problemas nacionales, muchos, muy grandes y agravados en estos años, les cuesta encontrar sitio en la reyerta y el lodazal. En ese contexto,el éxito y el provecho nacional será para los que no se conformen con imitar.

Hace un siglo Azorín daba consejos a los políticos, y si bien muchas cosas han cambiado desde entonces, sobre todo a causa del uso de las redes sociales, hay clásicos cuya permanencia nadie sensato puede discutir. Su validez sigue intacta.

El escritor y parlamentario español recomienda al político fortaleza, como la primera condición del hombre -y la mujer- de Estado. “Una naturaleza muy firme, muy segura, para no dejarse aplanar en aquellos momentos críticos de amargura, en que nuestros planes y esperanzas se frustran”. Más adelante dirá de lo bueno que es “permanecer impasible ante el ataque”. Junto a la fortaleza, aconseja la hoy muy escasa virtud de la eubolia, la cual “consiste en ser discreto de lengua, en ser cauto, en ser reservado, en no decir sino lo que conviene decir”. Que “no se desparrame en palabras el político”. Qué oportuno y pertinente.

Cuidado con la impaciencia, llama la atención. “Lo que se hace precipitadamente se hace mal y a disgusto”. No apresurarse en responder un agravio, ni “dejarse arrastrar por el impulso general”. A veces, “lo prudente es callar”.

“No pierda nunca el sentido del equilibrio” es otro buen consejo azoriniano, válido y valioso en tiempos como los que vivimos, y para aplicarlo hace falta valor del bueno, máxime cuando las pasiones se desbordan fácilmente y es fácil confundir agresividad con definición.Y, utilísimo cuando las vanidades se hacen efervescentes y por lo mismo espumosas, y espuma no es cuerpo como pluma no es carne, se recomienda “desdén para el elogio”.

Líderes políticos, muchos y muy buenos, nos harán falta para encaminar a Venezuela. Ahí les dejo estos consejos que no son míos, sino de Azorín, deseándoles que el fragor del combate político les deje un tiempecito para la lectura y la reflexión.