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Julio Castillo Sagarzazu

Releyendo a Almagro y esperando a Godot

Julio Castillo Sagarzazu

Esperando a Godot es quizás la más conspicua pieza del llamado “Teatro del Absurdo”. En ella, su autor, Samuel Beckett, nos muestra a Vladimir y Estragón, dos personajes con apariencia de vagabundos, que pasan toda la obra esperando a Godot. Entre ellos se desarrollan las más variadas discusiones y son, de alguna manera, las víctimas de un manipulador que se divierte alentándolos a que sigan esperando al desconocido. En realidad, el autor nunca nos presenta a Godot y Vladimir y Estragón se quedan sentados esperando que aparezca. Al final, cuando ambos se convencen de que no vendrá, se dice así mismos: “Vámonos”, pero, ninguno de los dos se mueve. El telón se cierra con las imágenes de los dos hombres esperando a quien nunca va a llegar.

Se trata de una verdadera hipérbole sobre la indecisión humana, pero también sobre lo frágil que se va haciendo la voluntad cuando esta no se ejercita.

Quizás, esta parábola de la indefinición es lo que ha motivado a un amigo de la democracia venezolana como Luis Almagro a usar otra gran historia, la del Jardín de los Senderos que se Bifurcan, del siempre irónico y erudito Jorge Luis Borges, para enviar un mensaje (no exento de imprecisiones) a las fuerzas democráticas venezolanas.

Esta obra es también una extraordinaria representación, bajo la forma de una novela policial y de intrigas, de la gran paradoja del tiempo y el espacio. Borges, en su eterna ironía, pone a los personajes a morir y reaparecer en circunstancias de tiemplo y espacio que nos desconciertan. Algunos han insinuado que se trata de un juego (Borges también es un bromista) que `plantea, con argumentos literarios, la enorme disrupción que represento en el mundo de la ciencia, la aparición de la física cuántica, en relación con la física newtoniana. Es decir, entre el mundo perceptible y el que no lo es.

Resumida por un lego, como quien esto escribe, es la demostración de que la materia y el espacio no se comportan igual dependiendo de su masa. Y que, además, los maravillosos secretos que esta materia guarda, en dimensiones subatómicas o en dimensiones siderales, son absolutamente imperceptibles para la mirada del observador común.

Tal vez Almagro (esto tendrá que confirmarlo o negarlo el mismo) esté enviando un mensaje críptico en su artículo. Quizás también está siendo vocero de algunos que han visto como la situación en Venezuela y el mundo ha cambiado y que, entonces también, la estrategia de la oposición venezolana debe atender esos cambios. Esto lo sabremos, lo repetimos, de su propia pluma o boca cuando resuelva hacerlo.

Almagro, disquisiciones aparte, lo que si ha hecho es incurrir el error en el que solemos caer los hispanoparlantes cuando usamos palabras o expresiones que son bien tenidas en un país, pero que en otros resultan gruesos tacos o expresiones vulgares. Un venezolano, por ejemplo, que diga “concha” en Chile y “pito” en España, se expone a que le malentiendan.

Extrapolando el asunto tenemos que, por ejemplo, en Venezuela la palabra cohabitación, tiene una connotación polémica. Cohabitar es convivir con otros de acuerdo al diccionario, pero aquí tiene mala prensa, porque evoca la complicidad con el régimen político instalado. En Francia por ejemplo la cohabitación en política es el nombre que se le da a la más que posible situación (de hecho, ha ocurrido varias veces) en la que el presidente de la Republica electo popularmente debe gobernar el país con un primer ministro que es designado por la Asamblea Nacional y que no es necesariamente de su partido. Esto lo entienden los franceses y no se escandalizan por ello. Lo que jamás habrían entendido es que De Gaulle y Pétain hubieran cohabitado durante la ocupación nazi. De hecho, la historia habría sido otra.

De manera que a Almagro habría que aclararle, como cuando se le aclara a un amigo que viaja a Chile o a España, que se cuide de decir “concha” o “pito” no vaya a ser que se encuentre con la sorpresa de que le estén dando lo que no ha pedido.

Pero dejemos de un lado la relectura de Almagro y la labor de descifrar su críptico jardín de los senderos que se bifurcan. Al fin y al cabo, es el error de un amigo.

Lo importante es ahora centrarse en la “espera a Godot”. En la necesidad imperiosa de que las fuerzas democráticas venezolanas diseñen una agenda (una agenda, en política, bien podría definirse como una estrategia con fechas y desafíos) que nos permita salir de esta entropía tan parecida a ese magma informe que existía antes del Big Bang originario.

Aquí si valdría la pena tomar de Borges el mensaje de la disrupción del tiempo y el espacio y recordar que una millonésima de segundos antes de esa gran explosión iniciática, hubo un instante de desequilibrio de temperaturas y fuerzas que rompió el estatus quo. Esa es la teoría de la segunda ley de termodinámica. Esa reflexión pertenece a la astrofísica. Sin embargo, cuando nos referimos a las sociedades, esa fracción de segundos que cambia la situación política y social ocurre cuando se junta la situación objetiva de malestar social, con la dirección política esclarecida que pone en la mesa consignas y voluntad para que tales cambios ocurran.

Hoy podríamos esquematizar estas iniciativas de manera concreta y partiendo de la realidad social y política de la siguiente manera: En primer lugar, hay que dar respuesta a esta tímida, pero decidida, irrupción en la escena social y política de los trabajadores públicos contra las ominosas decisiones de la fulana ONAPRE contra nuestros sueldos y salarios. Un acompañamiento consecuente (y no solo de selfies) a ese movimiento para aportar la experticia de la organización y sobre todo para dar perspectivas al movimiento; para ayudar a tender el puente, en la conciencia social, entre las justas reivindicaciones y el cambio político.

Igualmente, se impone clarificar el camino hacia este cambio político: En ese sentido es necesaria una galvanización del liderazgo sobre el eventual desafío electoral. Afortunadamente, ya quedan muy pocos focos que desprecian la salida política y eso es positivo.

Desde ese punto de vista, dos iniciativas parecieran indispensables: En primer lugar, declarar enfáticamente que la diáspora venezolana tiene derecho a participar en unas eventuales primarias y obviamente en la selección presidencial y segundo, e importantísimo, poner fecha a las primarias para que lo que es una consigna, se convierta en una tarea.

Son decisiones importantes y urgentes.

No estamos para seguir esperando a Godot.

Barinas y la UCV

Julio Castillo Sagarzazu

¿Qué tienen en común las elecciones de gobernador en Barinas y la de los egresados de la UCV?

En primer lugar, en que en ambos sitios se “venció a las sombras”

En segundo lugar, en que en ambas ocasiones hubo una operación política del régimen para “dividir” a la oposición.

En tercer lugar, que se realizó un esfuerzo colosal en movilización y empleo de recursos del Estado para tratar de ganar el desafío electoral

En cuarto lugar, que hubo una opción unitaria (que no única) que, con el discurso adecuado, logro movilizar espontáneamente el sentimiento opositor y que polarizo las fuerzas, haciendo fracasar la operación oficialista de división de la oposición.

La vida real suele darnos mejores lecciones que las teorías sociológicas y las disquisiciones de los analistas. En ambos acontecimientos, están retratadas las guías que deberían orientar a las fuerzas democráticas para hacer frente al eventual desafío electoral que podría convocarse para el año que viene. En realidad, no habría que andar buscando a Dios por los rincones.

En ambos eventos ocurrió también un hecho singular, la escogencia de los candidatos unitarios no fue el producto de ninguna operación de prestidigitación: tampoco la precedieron acuciosos procesos de discusión de plataformas, de programas que siempre suelen sugerirse como “previos” para la designación de los candidatos.

En el caso de Barinas hubo una negociación (si, una negociación) de los factores políticos que estaban representados en la tarjeta de la Unidad (la de la manito) para escoger al candidato. Como todos sabemos, de esa negociación surgió el nombre de Freddy Superlano quien ganó la elección democráticamente. El cuento ya lo conocemos, al fraude, siguió su inhabilitación y la de su esposa. En pocas horas, hubo que tomar la decisión y, sin grandes consultas, la dirección política IN SITU, tomo la decisión de postular a Sergio Garrido. Los resultados también los conocemos: sin recursos, en medio de la sorpresa del fraude, frente al más abusivo uso de recursos del estado, los factores democráticos convirtieron, aquella elección regional, en un tema nacional y en el mismísimo feudo de Chávez, se les propino una estruendosa derrota.

De la UCV y sus elecciones de egresados, se sabe un poco menos. Allí, una mayoría opositora silenciosa, seguramente liderada por dirigentes con experiencia en las lides, logro, casi que espontáneamente, montar una opción unitaria (que no única) que también derroto a una movilización y empleo de recursos desde los más altos niveles del estado.

Como se dice arriba, y queremos recalcarlo, en ninguno de los dos casos, precedió un debate sobre si las candidaturas deberían escogerse por consenso o por primarias o si antes de escoger al candidato, debería preceder un proceso de elaboración de una plataforma o de la definición de un modelo de país.

En ambas situaciones operó una misteriosa inercia que suele funcionar en los procesos políticos, de acuerdo con la cual, la lógica de los acontecimientos y el sentido común (el menos común de los sentidos) van dejando sin argumentos a los partidarios de ciertas exquisiteces.

Leyendo así las cosas, lo importante es crear las condiciones para que los próximos eventos políticos, se parezcan lo más posible a estas dos ricas experiencias y hagamos un esfuerzo para que el árbol de la creatividad no nos oculte el bosque de la necesidad.

Para salir airosos, también hay que admitir que los intereses de los grupos y personalidades en pugna existen y que existirán siempre. Que no son los llamados a “deponer esos intereses en nombre de la patria” los mensajes que serán eficaces. Lo que hay que hacer es crear el terreno en el que esos intereses (muchos de ellos legítimos y otros, no tanto) puedan convivir por el espacio de tiempo que nos interesa.

Todas las propuestas y los razonamientos que vemos y oímos, en favor y en contra de las primarias; sobre si se deben hacer una o dos vueltas de las mismas; sobre acuerdos y plataformas previas, están regularmente referidos a esos distintos intereses. Lo repetimos, no hay en ello ningún escándalo y ninguna insania. Esto hay que aceptarlo y metabolizarlo.

Afortunadamente, con todas las limitaciones y todas las carencias, las fuerzas democráticas avanzan, más homogéneamente que en otros momentos, hacia el desafío político electoral del año que viene o el 2024.

Falta mucho, pero falta menos.

Nosotros los Petrologos

Julio Castillo Sagarzazu

Así, como todos fuimos especialistas en COVID19; en Ucrania, ahora todos somos especialistas en Gustavo Petro. Los más variados análisis sobre lo que hará o no y sobre por qué ha ganado las elecciones, han formado ya verdaderos lagos de tinta.
Esta nota, engrosara el caudal de los arroyos que tributan en ese lago. ¿Qué le vamos a hacer?

Primero, una confesión de prejuicios personales: La figura de Petro me desagrada, la de Hernández comunicaba una cándida compasión, la misma que se tiene a los viejitos medio tostados. Era evidente que no parecía una persona que pudiera hacerse cargo de un país como Colombia, sobre todo si no formaba un gabinete capaz de eludir sus chocheras y sus metidas de pata. Sin embargo, hubiera votado por él, como, con el mismo pañuelo en la nariz habría votado por Keiko y hasta por el rival de Boric, cuyo nombre ni siquiera recuerdo. Petro me parece insincero, taimado y de esos tipos que son capaces de cualquier cosa. No obstante, repito, es puro “feeling” y puro prejuicio.

Sobre lo que hará, es preferible esperar algunos de sus anuncios, sobre todo su primer gabinete y, un tema clave, si anuncia o insinúa una Constituyente. Ese si será un dato objetivo para afirmar que algo está podrido en Dinamarca.

Por lo pronto, no queda más que hilvanar hipótesis y rezarle a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá (seguramente prima y vecina de La Chinita) y patrona de Colombia, para que los peores augurios no se cumplan y para que nuestros compatriotas emigrados en el hermano país, no tengan que sentir en sus carnes, por segunda vez, la persecución, la miseria y la incertidumbre.

Cerrado el capítulo de la profecía y dejando, como lo hemos invocado, en buenas manos, el futuro de Colombia, si valdría la pena pasearse por un tema, también masticado y manoseado, de las razones que llevaron a la victoria de Gustavo Petro.

Veamos:
La primera, obviamente que tiene que ver con el sustrato objetivo de las profundas divisiones de la sociedad colombiana y las grandes grietas que secularmente han separado a sus clases sociales. Petro, encarnando esa sed de revancha, logro cautivar a los más pobres y a los jóvenes con su mensaje de vindicación y de cambio. Esta afirmación ya es un tópico y un lugar común “universalmente” aceptado.

También está el hartazgo común a casi todos los pueblos de mundo, por la dirigencia tradicional y las elites políticas desgastadas. En esta elección se cumplió, más que nunca, el conocido aforismo que nos recuerda el coronel Aureliano Buendía: “La única diferencia es que los liberales van a misa de 5 y los conservadores van a misa de 8”. Petro, en el imaginario popular colombiano es, aunque no sea verdad, una reacción contra las castas y sus partidos que les han gobernado por muchos años.

Finalmente, hay otro elemento, que podría catalogarse como el más importante: Petro terminó siendo un punto de confluencia (como lo fue Chávez aquí) de intereses variadísimos que van desde sectores de la oligarquía colombiana, pasando por liderazgos como el de Santos y Gaviria, hasta Piedad Córdoba y los restos de grupos insurgentes que aún tienen fichas para jugar en Colombia. E incluso, que no nos extrañe, también de grupos de presión y lobbies, con importante influencia en los Estados Unidos.

En Venezuela esa confluencia de intereses nos trajo a Chávez. Basta recordar la alianza empresarial de apellidos de los Amos del Valle; de bancos españoles y multinacionales que apostaron por él y que financiaron su proyecto. Casi todos los grandes medios de comunicación le apoyaron. Igualmente, directa, o indirectamente, Alfaro Ucero e Irene Sáez (quien luego sería candidata chavista en Nueva Esparta) remaron en la misma dirección.

La frivolidad política jugo un papel muy importante entonces. ¿Cuántas personas votaron y activaron por Chávez con argumentos como: “Aquí hace falta un militar que arregle esto”; “Salas Romer es un catire sifrino que no me cae bien”; “Hace falta un cambio para que la clase política, aprenda”

El cálculo político de muchos también obro en el mismo sentido y lo ha hecho ahora en Colombia. Al respecto es necesario mencionar un brillante análisis de nuestro apreciado amigo Pedro Benítez quien ha puesto de manifiesto como Juan Manuel Santos ha sido clave en la elección de Petro.

Esa habilidad y las filigranas que tejió, con el cálculo de enterrar al uribismo y a cualquier eventual heredero de él, como Fico Gutiérrez, no necesariamente le va a salir bien. Como no le salió en Venezuela a quienes se la jugaron con Chávez, con la esperanza der hacerse un camino luego de enterrar a Salas.

La apuesta de “domesticar” a Petro es peligrosa. Quizás no imposible porque habría que esperar si tiene intenciones de arrasar o no con las instituciones en Colombia, pero si las tiene, será muy difícil impedírselo. Sobre todo, si escoge, como Chávez, no actuar con las reglas de la democracia.

Petro no tiene dilemas fáciles: Colombia está afiliado a la OTAN, tiene bases militares norteamericanas y aunque la bandera de las barras y las estrellas no se ice en ellas, sus solados gozan de inmunidad penal en territorio colombiano. Los militares que combatieron su guerrilla no están retirados o muertos como estaban en Venezuela cuando llego Chávez. Tendrá que resolver el problema de la alianza de intereses que le llevo al poder. Cuando se plantee el tema del reparto de la torta, tendrá que tomar decisiones sobre lo que le toca a Santos y a Gaviria, pero también a Piedad Córdoba y a Timochenko. Chávez dejo en el camino a Miquilena, el gran artífice de sus acuerdos con sectores tradicionales e la economía y la política. Una buena pista sobre sus intenciones es ver quiénes son los primeros compañeros de ruta que abandona.

Sea lo que Petro vaya a hacer, tiene que hacerlo rápido y aprovechar su mini luna de miel. Los primeros golpes serán de efecto. Una casualidad pintoresca (ojalá que solo sea casualidad) es que su primera declaración ha sido advertir que se venderán los aviones del gobierno. Imposible no recordad, la inauguración del gobierno con la foto del cheque de la venta de los aviones de las colitas de PDVSA.. Ya todos sabemos lo que paso después.

Lo que pudo haber sido y no fue (o no ha sido ...)

Julio Castillo Sagarzazu

Aun en medio de la guerra fría, con la amenaza de la crisis de los misiles en Cuba; con el asesinato de John F. Kennedy y la espantosa guerra de Vietnam, no todo parecía perdido. Se veía, una tenue luz al final del túnel: La juventud del planeta, se convirtió en un motor de arranque de grandes esperanzas. Salieron a las calles de todas las ciudades del mundo; se reunieron en Woodstock a mostrar una fuerza inusitada; rodearon a los Beatles y a los Rolling Stones a cantarle al optimismo, a la paz, a los submarinos amarillos y a la libertad. Lo hicieron en el oeste y también en el Este. En Paris, prohibían prohibir y en Praga, se enfrentaron a pecho descubierto a los tanques del Pacto de Varsovia.

Todo ello ocurrió, en la mágica primavera europea de 1968. Hubo igualmente un Pentecostés en los líderes de la Iglesia Católica y nació el “Aggiornamento”. Los pastores comenzaron a celebrar la misa de frente a sus feligreses y les hablaron en sus lenguas maternas.

Había crisis, pero como lo dijimos, había esperanzas de cambio.

No en balde, los chinos escriben la palabra crisis con dos ideogramas: uno es el que representa “peligro” y el otro “oportunidad”

Dicho esto, queremos destacar un acontecimiento simbólico con un profundo significado y que quizás se metió en las venas del género humano y le hizo soñar, por un tiempo, que la humanidad podía tener un destino común: Se trató del viaje del hombre al espacio.

¿Por qué escogemos, entre tantos, este hecho singular?

Pues porque por alguna razón, los seres humanos, desde el inicio de los tiempos, han dirigido siempre su mirada al cielo para buscar las respuestas a preguntas que no ha podido resolver y también para pedir lo que sus fuerzas no le han permitido alcanzar.

Todas las culturas y religiones nos hablan de viajes siderales; de contactos de dioses de las alturas con seres humanos. El carro de fuego de Elías, aparece en los relatos de todas las civilizaciones y confesiones. Haber podido constatar, entonces desde las alturas, que TODOS (mayúsculas exprofeso) vivimos en este globo azul y que TODOS somos compañeros de viaje de la misma nave espacial, nos ha debido hacer pensar también que, TODOS, podíamos tener un destino común.

Mutatis mutandi, se trataba de un sentimiento parecido al que recorrió el mundo en el Renacimiento, cuando salimos de la oscuridad de la Edad Media, reivindicando el valor del Hombre, y la vuelta a los cánones de belleza de los griegos, es decir, de los descubridores de la democracia y la filosofía. Esa fue la tarea de los grandes humanistas como Erasmo, Petrarca y luego de genios como Leonardo da Vinci.

Esos dorados 60, fueron (con todas sus convulsiones) la del cuarto de hora de la cultura de la paz y el amor y la de las grandes esperanzas que ya se insinuaban en los 5, cuando Selecciones del Readers Digest y las películas de Hollywood, nos hicieron soñar que los grandes automóviles descapotables, serpenteando por parajes de inusitada belleza. Allí estuvieron, no obstante, Corea, Vietnam y la guerra fría, para recordarnos que no todo era miel sobre hojuelas.

Pero cayó luego el Muro de Berlín y con el vino el fin de esa guerra fría. Muchos pensaron que iríamos a un mundo unipolar y que nos encaminaríamos sin mayores contratiempos, a un mundo liberal y democrático bajo el liderazgo de las grandes potencias occidentales.

No fue así. China, por su lado, amenazando, con su desarrollo colosal, con exportar su modelo de negación de libertades y Rusia, por el otro, con un Putin desempolvando las tesis de la supremacía racial y el espacio vital de la Gran Rusia.

Así estaba el mundo cuando nos llegan dos muy malas noticias: La invasión a Ucrania y la masacre de Uvalde, pocos días después de la de Buffalo .Una vez más nos despertamos convencidos de que, definitivamente, algo está podrido en Dinamarca y que sus efluvios contaminan todo el planeta.

Justo ocurre todo esto, cuando renacían las esperanzas de que podíamos lograr puntos de acuerdo razonables ´para hacer avanzar la humanidad después de los estragos de la pandemia.

La invasión rusa a Ucrania, tiene mucho que ver con la personalidad psicótica de Putin, con sus sueños de expansión gran rusos y con la geopolítica del mundo. Lo de Estados Unidos, sin embargo, tiene una raíz más profunda y más endógena.

Veamos:

Hoy en Norteamérica, hay una crisis espiritual que amenaza con llevar a ese país a las mismas condiciones que crearon la guerra de secesión. No pareciera que hay un proyecto común de nación. Los poderosos lobbies han tomado el control de la sociedad. Las farmacéuticas, presionan a los demócratas, los perros de la guerra y la Asociación Nacional del Rifle a los republicanos. Los intereses de los sectores sobresalen por encima de los intereses de la nación en su conjunto. Las llamadas “minorías” tratan de imponerse a las mayorías, desnaturalizando la esencia de la democracia, mientras cada quién trata de sacar partido de esos intereses. El respeto a la diversidad, que es una de las virtudes de la democracia, corre el peligro de desnaturalizarse, haciendo del “melting pot” (otra virtud de la diversidad norteamericana) un caldero indefinido de intenciones.

Cuando estos grandes intereses se imponen, se corre el riesgo de que ocurra lo que ocurrió con Chávez en Venezuela. La anti política, liderada por los antiguos Amos del Valle, por los que crecieron y se enriquecieron de las canonjías del estado nacional, terminaron imponiendo al teniente coronel, para detener los cambios.

Como ya dijimos, toda crisis es un peligro, pero también una oportunidad. Ojalá que los Estados Unidos puedan volver a encontrar el espíritu de los “Padres Fundadores” y que puedan hacer acopio de las reservas morales y humanas que le hicieron el país líder que ha sido.

Menudo compromiso el de su liderazgo.

Locademia de diplomacia

Julio Castillo Sagarzazu

Cuando el presidente Joe Biden ofreció a Vladimir Zelensky sacarlo junto con su familia de Ucrania, apenas se inició la invasión a su país, estaba revelando que ni sus informes de inteligencia, ni lo que le decían sus asesores, era de fiar. La respuesta del presidente Zelensky cambió el curso de los acontecimientos y la geopolítica del globo, en ese mismo instante. Le respondió que él no necesitaba un Uber que lo sacara de Kiev, que lo que necesitaba eran armas y recursos para resistir la agresión rusa.

Tampoco los informes de inteligencia de Putin eran verdaderos. Pensó que la “operación militar” sería un paseo hasta la capital, que sus tropas serian recibidas como liberadoras en las calles del país invadido y que algún general prorruso tomaría el poder y enviaría a Zelensky preso, o al exilio.

En el caso de Ucrania, estamos en presencia de una situación en la cual la decisión de un hombre pudo cambiar el curso de los acontecimientos y revelar que todas las previsiones, los cálculos y las teorías de juegos estratégicos se pueden estrellar contra esa voluntad desplegada con valentía, audacia y tesón.

Pues bien, tengo para mí que en el caso de lo que esta ocurriendo hoy en relación con la conducta de los principales actores de la geopolítica mundial con Venezuela, pudiéramos también estar en presencia de un desconcierto generalizado, en el que los hechos de Ucrania han tenido mucho que ver.

Expliquémonos: La primera reacción de Europa y de los Estados Unidos, luego de que fueran sorprendidos por la decisión de Zelensky y de los ucranianos de luchar contra la invasión, fue la de tratar de organizar un frente común para solidarizarse con esta lucha. Todos han estado contestes en que no podrían intervenir directamente en la guerra, a través de la OTAN, porque ello implicaría una escalada insospechada del conflicto. Por esa razón, tomaron la decisión de avanzar con una serie de sanciones que ha ido in crescendo, a medida que el conflicto ha seguido y a medida en que se va haciendo evidente que Putin puede perder la guerra.

A partir de entonces, es igualmente evidente que la OTAN ha rediseñado su participación en la guerra de Ucrania para transformarla en una guerra de desgaste, para hacer empantanar a los rusos -como en Afganistán- y enviar el mensaje de que juegan a la salida de Putin del gobierno, producto del fracaso militar.

Rusia (Los rusos también juegan) saben que su arma estratégica son sus suministros energéticos a occidente. Cortarlos es una amenaza grave y los gobernantes europeos y de Estados Unidos lo saben. La primera y lógica reacción ha sido la de tratar de garantizar fuentes alternativas. Es en ese marco que se explican las movidas de la Casa Blanca, tratando de reestablecer contactos con Miraflores en Venezuela. Explicaría igualmente la reacción de Putin de llamar al botón a Maduro en Turquía para que disimulara mejor sus devaneos con los gringos.

Una situación geopolítica como ésta, era el momento de activar los poderosos lobbies de norteamericanos y venezolanos que hace tiempo apuestan por una flexibilización de las sanciones y una apertura del negocio petrolero.

Los movimientos se han hecho. Incluso, mientras escribimos estas líneas, se realiza en Davos una reunión muy bien montada y financiada por esos factores, con el objeto de darle mas resonancia a su intención de que Venezuela vuelva a ser una fuente de negocios para ellos. Veremos en qué resulta toda esta frenética y bien financiada gestión.

Lo cierto del caso es que los sectores que, “cazando el guiri” de la guerra de Ucrania, esperaban un explosivo cambio en la situación, al menos por ahora, solo han parido un ratón.

La licencia de Chevron, por ejemplo, es una renovación y se inscribe más en los intereses de la petrolera que en los del régimen de Maduro. En efecto, Chevron estaba autorizada desde siempre a producir, pero no a comercializar. Le vendía todo al estado venezolano y éste no le retribuía el dinero de las ventas que hacía. Se especula que la deuda es ya mayor a los 3 mil millones de dólares. De manera que, con la autorización de Chevron para vender, quien más se alivia es la empresa misma.

En lo político, tampoco las cosas les han ido mejor. La posición oficial de la Casa Blanca sigue siendo “wait and see”. Esperarán que Maduro haga movimientos para hacer modificaciones al régimen de sanciones. La inminencia de las elecciones del “mid term” no parecieran autorizar grandes audacias en ese terreno. Un movimiento brusco podría hacer bascular parte importante de la votación latina hacia los candidatos republicanos. Maduro debería tomar nota de esta realidad, porque si los republicanos avanzan electoralmente, le será mucho más difícil obtener flexibilidades de la administración. Está visto que Biden lo que menos necesita en este momento es un bloqueo de su política exterior, nada mas que para complacer al ala izquierda de sus parlamentarios. Si yo fuera Maduro, me apuraría por crear un ambiente que haga avanzar las negociaciones en México y en obtener resultados decentes para la organización de unas elecciones libres. Una mayoría republicana y una derrota de Putin, es el peor de los escenarios que puede tener y ninguna de las dos cosas son imposibles.

De manera entonces que, con las cosas así planteadas, lo que las Fuerzas Democráticas deben hacer es preparar las condiciones para que la comunidad internacional sepa de manera clara y meridiana que lo que queremos no es que nos manden un Uber a salvarnos. Que lo que queremos es restearnos en la lucha por nuestra democracia y nuestra libertad.

Anecdóticamente, quisiéramos recordar el 30 de abril de 2019. A esta hora no conocemos qué ocurrió aquel día en Venezuela. Cuando se desclasifiquen los documentos correspondientes, lo sabremos. Lo que sí sabemos es lo que expresaron muchos funcionarios americanos. El propio delegado especial del presidente Trump, declaró públicamente que los “complotados” apagaron los teléfonos y no atendieron más llamadas. Dicho en latín vulgar, estaban entendidos con gente del entorno de Maduro y nosotros no sabíamos quiénes eran. Estaban dispuestos a dejarlos en un régimen de transición. Cuando sepamos todo lo que ocurrió podremos decir si aquello nos convenía o no. Al final del día, recordemos, “los países no tienen amigos, sino intereses”.

Lo cierto es que nadie defiende a quien no se defiende a sí mismo. Una respuesta como la de Zelensky por parte de la oposición venezolana, es más necesaria que nunca. Son respuestas que cambian la historia.

En eso hay que trabajar.

Carujo, Millan Astray y la Universidad

Julio Castillo Sagarzazu

Millán Astray, el hombre que se llevaba la mano a la pistola cuando escuchaba la palabra cultura y que interrumpió un discurso rectoral al grito de “Muera la inteligencia, Viva la Muerte” y Carujo, pidiendo la renuncia Vargas, alegando que “el mundo es de los valientes, se enfrentaron a dos respuestas igualmente icónicas: Unamuno, diciéndole al general “vencerán, pero no convencerán” y la del sabio, respondiendo, “el mundo es del hombre justo”.

Ambos diálogos han sido presentados y se han constituido en un tópico que refleja la tradicional y ancestral lucha de la civilización contra la barbarie.

Esta lucha es tan vieja como la especie humana misma. Es la lucha por el cambio y el progreso contra el statu quo. Estas luchas, que siempre tienen como motor la mejora de las condiciones materiales y espirituales de los pueblos, no comienzan normalmente con el enfrentamiento brutal de las posiciones antagónicas.

Como hemos comentado en notas anteriores, una clase política hegemónica o dominante, no se hace de la noche a la mañana. Los momentos explosivos (los que registra la historia como fiestas patrias) son los días en que los vencedores lograron su objetivo político. Las fechas suelen ser caprichosas o arbitrarias y coinciden con el culmen de alguna gran movilización o con los intereses de los vencedores. De ello son ejemplos, la Toma de la Bastilla y la del Palacio de Invierno. (Venezuela, por cierto, es uno de los pocos países en el que una derrota militar, la del 4F, se celebra como una victoria.)

A decir verdad, las grandes transformaciones, las que implican un cambio de régimen son, en la práctica, el resultado de un largo periodo de acumulación de fuerzas de quienes se proponen el cambio, En ocasiones lo logran solos, en ocasiones en alianzas con otros sectores. Por lo general, primero ponen en jaque a las alianzas dominantes y cuando acumulan la suficiente fuerza, proceden al jaque mate.

En ese proceso, es muy importante (quizás ese sea uno de los grandes aportes de Antonio Gramsci a la teoría política) tener el control de un campo de batalla particular que es el cultural. No el cultural referido a las Bellas Artes (que también) sino el cultural referido a los modos de pensar, interactuar, percibir y relacionarnos entre todos.

En esta batalla, como en todas, debilitar la vanguardia del adversario y destruir su columna vertebral es clave. Esa es la razón por la cual en Venezuela, desde que Chávez llegó al poder (lo cual ha continuado Maduro) se propuso emprender una cruzada para debilitar a las Universidades. Instituciones en las que nunca pudo hacer crecer su oferta política.

Es cierto que muchos sectores de la clase media venezolana y profesional, cayendo en la trampa de la anti política, votaron por Chávez, pero las universidades, como instituciones, nunca pudieron ser controladas. Ni siquiera en el movimiento estudiantil, pudieron construir una fuerza homogénea y ganadora.

La agresión a la que hoy vemos sometidas a las universidades, la ruindad de sus campus y plantas físicas y, en particular, el carro de guerra desplegado contra los condiciones de vida y de trabajo de profesores y estudiantes no es ni casual, ni el resultado de torpezas administrativas o crisis financieras. Es, como hemos dicho, un plan de desmantelamiento de la vanguardia intelectual del país.

El caso de los profesores universitarios y trabajadores universitarios es patente. Contra ellos se ha puesto en marcha (desde hace años) un plan de humillación y exterminio. Hace caer en un ingreso que rondaba los dos mil quinientos o tres mil dólares por mes, hasta menos de 30 dólares (aumentados a menos de 300 hace apenas unos días) es un plan deliberado para hacerlos desaparecer.

Hace 20 años, una familia de profesores universitarios no solamente podía vivir decorosamente con su salario sino que, con la ayuda de sus cajas de ahorros, podían garantizar planes de salud y acceso a viviendas y recreación a los niveles de cualquier país latinoamericano.

Por poner un solo ejemplo: este mes hemos sido notificados que las primas de seguro básicas (aquellas que solo cubren 4,000$ en siniestros) tendrán una prima de más de 1.200$ al año.

Estamos casi seguros que, a partir del mes de junio, más del 95% de los profesores quedaremos sin cobertura de salud. Sencillamente los números de las familias no cuadran.

Es cierto que, frente a esta situación, hay sectores e individualidades que se plantean planes alternativos para hacer frente a esta tragedia anunciada. Eso está bien y es plausible. Sin embargo, es necesario comprender que esta agresión, del régimen no es un hecho aislado y que se inscribe en su estrategia de aniquilación de la academia venezolana y los líderes que pueden generar pensamientos alternativos. Nuestro caso es parecido al de un preso de conciencia inocente. Su lucha no es para que le mejoren sus condiciones de reclusión, sino para que le den la libertad, injustamente arrebatada.

Esta semana, hemos regresado algunos a las aulas y a las clases presenciales. Se trata de una buena noticia. Quizás sea el momento para que autoridades, gremios, profesores y estudiantes, se replanteen la reorganización, para luchar contra estos siniestros planes.

Esa debería ser la verdadera preocupación y el verdadero contenido del debate. Es algo más trascendente o importante que la pintura de los autobuses o el gasoil para sus tanques.

Es una lucha por la supervivencia de la vanguardia productora de las ideas y de quienes pueden encabezar la batalla cultural por el rescate de la democracia en Venezuela.

En Venezuela esto es particularmente importante, desde el 19 de abril de 1.810, pasando por las generaciones del 28, la del 58, la del 68 y la del 2008, la academia universitaria ha jugado tradicionalmente un rol de vanguardia.

A la democracia venezolana, le interesa mucho que no nos derroten. Que Millán Astray y Carujo, no se salgan con la suya.

Todos, deberíamos estar pensando en cómo evitarlo.

Bolívar y Piar: juntos en el Panteón

Julio Castillo Sagarzazu

Los vericuetos de la historia son caprichosos e inescrutables. ¿Quién podría imaginar a Robespierre y Luis XVI descansando en paz en un mismo recinto? ¿O a Stalin y Trotsky? ¿A los Montesco y a los Capuleto? Pues bien, en esta tierra de gracia ha ocurrido que Manuel Piar y Simón Bolívar son vecinos de sarcófagos en nuestro Panteón Nacional.

Las explicaciones de la “historia oficial” (u oficialista) son verdaderamente cándidas. Nos cuentan que Piar fue un hombre engañado por los enemigos de Bolívar y que el Congreso de Cariaco fue un aquelarre de conjurados que metieron en su cabeza de pardo libertario, la idea de la sedición y la traición. Hay que estirar la historia como un chicle para comprar semejante argumento.

Han pasado más de 200 años de aquel fusilamiento y hoy podemos decir que Bolívar tomó aquella decisión (a través de un Consejo de Guerra y un fiscal que le eran absolutamente leales) condenando a Piar a la pena capital, porque no podía permitirse un torneo de rivalidades en plena guerra. ¿Ha podido resolverlo de otra manera? ¿Cuánto hubo de celo personal ante el carisma indubitable de un general que era también un líder social y que reiteradamente se manifestó en contra de la manera como Bolívar y los mantuanos, dirigían la revolución emancipadora?

Valdría también hacernos las mismas preguntas, cambiando a Piar por Miranda. ¿Cuánto pesó el pedigrí revolucionario y el pasado glorioso de Miranda, para que le entregara a los españoles? ¿Se justificó su capitulación de San Mateo ante Monteverde? ¿Cuánto temía Bolívar del liderazgo del generalísimo, quien también era, “blanco de orilla”, hijo de canarios y soldado de todas las revoluciones del mundo?

Las respuestas son muy difíciles de encontrar y sabemos que su solo planteamiento es polémico y delicado. No obstante, lo que nos interesa en esta nota es poner de manifiesto como el tema de la unidad, las lealtades, las traiciones, los distintos puntos de vista, son moneda corriente en la política y en la guerra en todos los tiempos y todas las latitudes.

Los desencuentros entre el liderazgo venezolano, ni son nuevos, ni van a desaparecer nunca. Son propios de la naturaleza humana. No hay institución, política, civil, militar o religiosa que no lo conozca y que haya saboreado las hieles del cisma y las rupturas.

No es inteligente entonces andar llorando por los rincones porque no conseguimos la unidad. Tampoco ayuda mucha enzarzarnos en cruzadas salvíficas predicando en el desierto y pidiendo a nuestros líderes que se porten bien en esa materia.

No es porque emprendamos una cruzada por la desaparición de los egos, los intereses, las divergencias que éstos desaparecerán.

La conducta de los líderes suele ser impermeable a los buenos consejos, a las exhortaciones y a los rezos suplicantes. Cuando se sienten depositarios de la verdad, difícilmente se les mueve de ese punto.

¿Entonces, es una guerra perdida la guerra por la unión del liderazgo opositor venezolano?

Por supuesto que no, pero es una lucha que tiene que desechar las ilusiones y que tiene que proponerse la creación de condiciones externas a esos liderazgos y a sus organizaciones. Sera “desde afuera”, con iniciativas políticas o con acontecimientos sociales de gran monta, que lograremos alcanzar los niveles de acuerdo que hoy necesitamos.

Ejemplos sobre lo que hablamos sobran. Quién puede negar que el 27F, provocó una reacción de la clase política que, luego de salir del estado catatónico que provoco la sorpresa de los acontecimientos, se propuso impulsar cambios importantes que llevaron, por ejemplo, a las elecciones directas de gobernadores y alcaldes. O que el 4F significó la superación del bipartidismo y la victoria electoral de Rafael Caldera.

¿Es que no acabamos de asistir a un proceso en el que la presión de las regiones obligó a las direcciones nacionales de los partidos, no solo a participar en el 21N, sino a lograr niveles importantes de acuerdo electoral? ¿Qué significo la experiencia posterior de Barinas, si no fue también la victoria de una iniciativa que nació de los propios dirigentes regionales?

Como notara el lector. No se trata de tareas fáciles. Los acontecimientos sociales no los gobernamos y tienen vida propia y también los dirigentes regionales y los de la sociedad civil tienen sus propios intereses y sus bemoles. Pero algo hay que intentar.

Es necesario poner iniciativas en la calle y en el debate. La legitimación de la dirección política de la oposición, la Consulta Nacional, las mismas primarias, son todas propuestas para estudiar y que van en la vía de salir de la lloradera por la falta de la unidad o de la plegaria para que ésta prenda en la cabeza de los dirigentes.

No podemos darnos el lujo de esperar 200 años para que la historia nos entierre juntos.

La cosa es urgente.

Verbos, sustantivos y adjetivos en la politica venezolana

Julio Castillo Sagarzazu

“Al principio fue el verbo”. Así comienza el Génesis, el libro común del judaísmo y el cristianismo sobre el origen de todas las cosas. Posteriormente, la teología cristiana ha propuesto una entidad: “La Palabra” para referirse a los que dice la biblia sobre un tópico determinado. No les falta razón. La aparición de la palabra, como producto de la evolución de la laringe, sustituyó los aullidos, los sonidos guturales y las señas para la comunicación de la especie humana. El hombre comenzó a nombrar las cosas y, en cierta medida, a darles una existencia independiente. Nació asi la expresión y la comunicación consciente. Posteriormente, aparece la palabra escrita, en Sumeria, al sur de Mesopotamia, y allí, comienza técnicamente la historia. Tan importante es la palabra con la que se nombran las cosas que algunas escuelas filosóficas (los nominalistas por ejemplo), han llegado a plantear que “el nombre de la cosa es parte de la cosa” Es sobre esa importancia, sobre como nombramos las cosas, de lo que trata esta nota. Sobre todo de como nombramos las cosas y como nos expresamos en el “debate” (comillas ex profeso) que, sobre ciertos temas, solemos mantener en la oposición venezolana. Un “debate” con una acritud y una agresividad que son, en realidad, dignas de mejor causa. Quizás la primera característica que podemos señalar es la curiosa habilidad de hablar más con adjetivos que con sustantivos. Los adjetivos “descalificativos”, son, en efecto, los más comunes en nuestros escarceos verbales. Cuando esto ocurre, la conversación pierde “sustantividad”, se va por las ramas; no debatimos ideas, sino que descalificamos a quien no comparte las nuestras. Lo sustantivo es lo importante y lo adjetivo es lo accesorio. En el derecho llamamos derecho sustantivo al que establece las normas y al adjetivo al que nos dice cómo aplicarlas. Lo segundo depende de lo primero y no a la inversa. Así deberían ser las discusiones y el debate tanto al interior de las organizaciones opositoras, como entre ellas y entre los opinadores que pueblan las redes sociales y los medios de comunicación. Lo más dramático (algo que si no fuera trágico, seria cómico) es que a veces estamos de acuerdo y no nos entramos por la manera como discutimos. Como aquel personaje de Moliere, hablamos en prosa sin saberlo. Esta semana, por ejemplo, con motivo del infausto tema de las cartas, he leído una ingeniosa reflexión del amigo Arístides Hospedales. Arístides ha dicho que después de leer las “aclaratorias” y las glosas de las cartas, hemos terminado descubriendo que estamos de acuerdo y que el levantamiento de las sanciones los ven ambos grupos de “abajo firmantes” como un tema a ser planteado en la mesa de negociación y que no se busca con ello derrocar a Maduro. Por supuesto que el propósito de escribir esta nota no es la de dar buenos consejos para que seamos todos mejores. Normalmente esas iniciativas son idealismos superfluos que tienen la pelea perdida de antemano. Una pela tan inútil como la del hombre contra las cucarachas: Nunca la ganaremos. El verdadero objetivo es que volvamos a ganar centralidad y que volvamos a poner en el debate los verdaderos problemas apremiantes y que nos dotemos de una agenda común que nos saque de la ociosidad y el inmovilismo. Ociosidad que, como decían nuestros abuelos, es la madre de todos los vicios. Ganar centralidad no quiere decir que olvidaremos nuestras diferencias. Tenemos muchas y muy importantes, pero si significa que nos pongamos de acuerdo en como dirimirlas. Tampoco aquí cabrían las buenas intenciones. Estamos obligados a recurrir, como hacen las sociedades civilizadas, al método de buscar un juez que diga quién tiene razón, cuando se enfrentan intereses contrapuestos o, por lo menos, disimiles. Aquí es donde vuelve a tomar pertinencia la propuesta de avanzar en un proceso de relegitimación social, popular, integral (como queramos llamarlo) de la dirección política de la oposición. Las primarias o las consultas se han señalado como mecanismo para hacer frente a un eventual desafío electoral, pero es que antes de eso, es necesario encontrar una manera de tener una dirección política de las fuerzas democráticas. Ya sabemos que no es fácil escoger un método que satisfaga a todos, pero en ese tema deberíamos estar centrados en este momento. Sabemos también que hay opiniones diversas sobre quién es y quien no es oposición. Cada quien, y nos incluimos, tiene una opinión sobre esto. Pero está visto que no podremos dirimir esto en un diálogo de sordos o de profesionales del tirapiedrismo. ¿Qué tal si nos decidimos en dar el paso audaz de organizar un proceso que culmine en la legitimacion de una dirección política por parte de los venezolanos? ¿Qué tal, si como dimos un ejemplo al mundo el 2015 con la estupenda victoria parlamentaria y con las movilizaciones multitudinarias de años recientes, damos también el ejemplo de que conseguimos un camino para escoger a esa dirección política? La situación geopolítica mundial ha cambiado con la invasión de Putin a Ucrania. Las viejas divisiones “ideológicas” son un periódico de ayer. El mundo se enfrentara ahora al dilema democracia o tiranía. En este nuevo ecosistema, tenemos una oportunidad de ensayar un camino diferente que nos permita avanzar. Si franqueamos ese paso, con éxito podremos abordar, en mejor posición, los desafíos que están por venir. Una dirección política legitimada, sería un paso de gigante y pondría sindéresis en este torneo de diatribas estériles y de dibujo libre en el que se solazan los responsables de la pesadilla que vivimos. Ojalá intentáramos algo en ese terreno.

Cartas y sanciones

Julio Castillo Sagarzazu

Decía Abraham Lincoln: “No se ahorca a la gente porque se roba los caballos. Se les ahorca para que no se roben los caballos” En las sociedades civilizadas, el objeto de una sanción no es solazarse en el castigo al delincuente. Si así fuera estaríamos en presencia del sadismo institucional, propio de los regímenes del horror y de las dictaduras. Efectivamente, el objetivo final de toda sanción es disuadir a los potenciales infractores a no quebrantar la ley. Posteriormente la civilización democrática ha incorporado la función de reeducación y reinserción del reo a la sociedad a la que ha lesionado con su conducta.

Esto que es cierto a nivel de un estado particular, lo es también a nivel de las organizaciones que se han creado a nivel internacional. De hecho, la Corte Penal Internacional es el pináculo de ese sistema que los países han convenido en crear para proteger los mismos valores y evitar que las “inmunidades” de mandatarios y autoridades, les permita burlar la ley y violar los derechos humanos de sus nacionales o los de otro país, como acontece hoy con la brutal invasión de Putin a Ucrania.

Hoy se ha puesto de nuevo en el debate el tema de las sanciones que una parte importante de la comunidad internacional ha dictado contra autoridades y contra el estado venezolano. La mayoría de ellas fundadas en la evidencia de graves violaciones a los derechos humanos y políticos de los venezolanos.

En el caso de los Estados Unidos, las sanciones se han dictado, tomando como base legal un decreto emitido por el presidente Obama y ratificado por Trump y recientemente por Biden, mediante el cual, se declara a Venezuela como una amenaza a la seguridad de los Estados Unidos.

Sobre el particular valdría la pena afirmar que ciertamente Venezuela no es ninguna amenaza militar para los Estados Unidos. En realidad, la seguridad de un país no atañe solo a la esfera de la defensa militar de sus fronteras o de su integridad territorial. El fundamento de este decreto es la evidencia, no controvertida, de las amistades peligrosas tanto de Chávez como de Maduro. Recordemos su relación con Sadam Hussein; las espadas de Bolívar repartidas entre todos los enemigos de los Estados Unidos; los vínculos evidentes y públicos con Hezbolah; el homenaje al jefe de la Guardia pretoriana de los Ayatolas en el ministerio de la defensa; los pasaportes venezolanos incautados en aeropuertos europeos a terroristas del medio oriente y, aún más grave que todo esto: El efecto corruptor del dinero opaco que sale de aquí y que ha sido lavado en inmuebles e inversiones norteamericanas, tocando a funcionarios y lobistas y amenazando con hacer metástasis en sectores más amplios de la sociedad. Todo eso sin contar el peligroso efecto social de la emigración irregular de más de 6 millones de compatriotas que se ha convertido en un tema de seguridad, no solo para USA, sino también para todos los países latinoamericanos.

Lo que hemos enumerado son hechos que, de acuerdo con la doctrina de seguridad de los Estados Unidos y muchos países europeos, pueden dar lugar a reacciones de defensa, una de las cuales es la de imponer sanciones a los gobiernos que consideren potencialmente hostiles o peligrosos que es lo que ha acontecido con Venezuela.

Dicho esto, no podemos negar que estas sanciones afectan también a los venezolanos comunes y corrientes. ¿Cómo podríamos negar esto? ¿Cómo podríamos censurar que los venezolanos busquemos la manera que, en el marco de un proceso de negociación, estas sanciones sean aliviadas y que se concerté un progresivo levantamiento versus un cambio de conducta del régimen en relación con los hechos que le dieron origen? Desgraciadamente, no es esto lo que está ocurriendo.

Quien esto escribe, no es especialista en política norteamericana, pero no cabe duda de que una carta dirigida a Biden por un grupo de venezolanos no tendrá probablemente mucho recorrido. Hasta la visita de sus funcionarios a Caracas pareciera que no tendrá mayor repercusión después de las tormentas que desató entre los propios demócratas. No vemos a Biden, en vísperas de la elección de “mid term” alborotando ese avispero, nada más que porque quiere un poquito de petróleo venezolano para sus reservas estratégicas. Le sale más barato políticamente, comprarlo en Colombia, México o Canadá. Tampoco vemos a Maduro desentendiéndose de Putin (ya lo llamaron al botón en Turquía) y quebrando lanzas en favor de un acuerdo con Biden. No le interesa.

La situación en Venezuela tampoco ayuda “argumentalmente” hablando. Para tragedia del régimen y varios de sus aliados, “Venezuela se está arreglando” y está mejor hoy que antes de las sanciones. Antes de las sanciones hacíamos largas colas por un paquete de harina Pan. Hoy los supermercados están a reventar de cualquier producto. De manera que la campaña por el levantamiento de estas sanciones está un pelo desfasada en el tiempo. El argumento de que las sanciones no han sacado a Maduro es cierto, pero también lo es que sin sanciones tampoco salieron ni él ni Chávez. Es ahondar en un falso dilema continuar por ese camino.

Por otro lado, y opinando ya en el tema político del país, nos parece que este tema de las sanciones no es una prioridad en el debate opositor. A nuestro juicio, la prioridad, en este momento, es otra. Es justamente aprovechar este impulso espiritual de decenas de miles de venezolanos que han logrado burlar las leyes intervencionistas y que con su trabajo han ido progresando y saliendo adelante obligando al régimen a hacerse el policía de Valera y “dejar hacer y dejar pasar” para que la mano invisible del mercado no le de otra bofetada. Organizar ese sentimiento y aprovechar que ahora hay menos dependencia de los mecanismos de control social del gobierno, si es una tarea importante.

También deberíamos estar ocupados en desenredar la madeja de las contradicciones internas; en tener una política comun ante el desafío de unas eventuales elecciones presidenciales. Deberíamos igualmente estar montados en una campaña por la derogación definitiva de todas las normas que asfixian la economía que siguen pendiendo como espada de Damocles sobre todos; por la libertad de los presos de conciencia y la restitución de los derechos políticos de todos los venezolanos.

El tema de las sanciones y las cartas pasaran. Al final, como nos dice Serrat, después de la fiesta: “vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas” De seguro habrá otros temas en el debate y aunque el anterior se olvide, seguiremos mostrándonos desunidos y sin estrategia común. Todo eso está e la columna del “Debe” de nuestra lucha y en la región del cerebro donde se almacena los rencores y las facturas.

Definitivamente, hay que retomar los temas importantes del debate y pasar de largo los que no lo son.

Tal Cual Digital

Normalización y Revolución

Julio Castillo Sagarzazu

En el imaginario colectivo está anclada la idea de acuerdo con la cual, las revoluciones y los cambios de régimen han sido el resultado de actos extraordinarios que, han resuelto en un día, contradicciones de siglos anteriores. Todo esto tiene que ver con la épica que, normalmente y a posteriori, los vencedores y sus propagandistas han desparramado sobre la opinión publica.
Así las cosas, pensamos que la Revolución Francesa comenzó con la Toma de La Bastilla y la rusa con la Toma del Palacio de Invierno.
Nada más lejano de la verdad. Cuando esos dos acontecimientos tuvieron lugar ya habían ocurrido profundas transformaciones económicas, sociales y culturales en esas sociedades. La Francia de Luis XVI estaba dominada culturalmente, en sus clases intelectuales, por las ideas de la Ilustración. El poder económico ya no estaba en manos de la monarquía y la aristocracia. La corte de Versalles era un sindicato de manganzones y parásitos que no producían nada. Las posesiones feudales habían sido vaciadas por los siervos de la gleba que se fueron a las ciudades, aprendieron oficios y, con la platica ganada, devinieron en burguesía de comerciantes y banqueros que terminaron prestándole dinero al propio rey y empeñando las joyas de los aristócratas arruinados. Esta clase insurgente no fue la que asalto la Bastilla, pero fue la que creo y patrocino universidades; creo asociaciones de oficios; se juntó con sus pares de toda Europa y crearon Ligas de comerciantes y finanzas globalizando la economía de la época. Con todo este proceso, ganaron la batalla cultural de aquella sociedad y aquel momento histórico (Todo ocurrió cientos de años antes de que Gramsci postulara esta estrategia para que los comunistas tomaran el poder)
En Rusia ocurrió otro tanto. Sus elites instruidas (la mayoría de ella desde el exilio) fueron postulando las ideas y creando los partidos que provocaron en 1905 la primera irrupción contra el régimen de los zares. Luego, desarticulada por la guerra, aquella sociedad gobernada por una dinastía de siglos de pericia y acumulación de poder, termino cayendo en un proceso gradual desde aquel “domingo sangriento” en 1905 hasta 1917, cuando un regimiento de cosacos apostados frente al Palacio de Invierno resolvieron, sin autorización del Soviet de Petrogrado, entrar sin conseguir resistencia alguna. El palacio, por cierto, estaba resguardado por un regimiento femenino de la guardia zaristas con quienes terminaron confraternizando y bebiendo te, alrededor de un humeante samovar.
En la historia ciertamente ocurre irrupciones y cambios radicales de régimen, como los que resultaron de los acontecimientos que acabamos de citar, pero lo relevante es que estas transformaciones son el resultado de procesos de acumulación de fuerzas de los grupos insurgentes que suelen pasar por momentos de flujo y reflujo y de desarrollos irregulares y a veces imprevistos.
Lo cierto del caso es que las sociedades siempre combinan estos picos de insurgencia con tiempos de “normalización”. Todo esto es el reflejo lejano de lo que ocurre en la naturaleza y en el propio cuerpo humano. En la naturaleza, los procesos de irrupción (los volcanes, por ejemplo) los choques de grandes cuerpos celestes y los mega cataclismos son seguidos por largos periodos de relativa calma. Los cambios geológicos documentados, así lo demuestran.
En la fisiología humana ocurre otro tanto. La vida está asociada al proceso de división celular y de desencadenamiento de tormentas bioquímicas. No obstante, esta frenética actividad, consigue el momento para que las células colaboren entre sí para formar los tejidos y los tejidos a los órganos para que se cumplan las funciones vitales.
Si estas ideas las aplicamos (con cierta dosis de arbitrariedad, obviamente) a lo que ocurre hoy en Venezuela, podríamos afirmar que luego de la irrupción social de los años del 2013 al 2019, el país que no logro su Toma de la Bastilla o su alto al Palacio de Invierno, ha entrado, sin duda en un periodo de relativa “normalización” (comillas exprofeso para evitar la lapidación de quienes van a decir que Venezuela no se ha arreglado. Afirmación con la que estoy de acuerdo. Aprovecho, incluso, para declarar que bajo la aparente quietud, duerme el monstruo de una espantosa realidad social)
En realidad para lo que nos interesa esta temeraria afirmación es para poner en evidencia lo que pensamos es el modelo por el que está apostando el régimen y sobre como podríamos (con las reglas del Jiu Jitsu) aprovechar lo que ocurre para hacer avanzar el cambio y el rescate de la democracia y la libertad.
Veamos: En notas anteriores hemos manifestado que la burbuja (con sus dosis de dolarización y expansión del consumo para ciertos grupos) al contrario de sea un desencadenante de adormecimiento social, puede ser aprovechado precisamente para lo contrario. Dicho en otras palabras, deshacerse de la esclavitud de la bolsa CLAP, del bono de la patria y las limosnas organizadas, ha representado la conquista de parcelas de libertad individual que pueden tener su correlato político si se hace lo adecuado para que esto ocurra.
Otro elemento importante a considerar, en esta línea, es que el régimen chavista y el madurista no han tenido éxito en crear lo que los clásicos llamaban “una clase dominante”. El enraizamiento de la boliburguesia con la estructura económica del país es endeble y frágil. Los negocios a los que están vinculados estos sectores, aparte de opacos, son de efímera existencia: Importaciones desenfrenadas; explotación ilegal de minerales; tráfico de gasolina; contrabando de extracción etc. Su formación como elite social está muy lejos también de lo que ha sido la conducta universal de quienes se preparan para dominar a largo plazo. Las elites suelen formar a sus hijos, estimulan la academia, se hacen rodear de artistas e intelectuales que les ayuden a crear una cultura de largo aliento. En Venezuela, el nuevoriquismo ha producido una casta de gente cuyo fin cultural más importante es demostrar cómo le sobra el dinero. El mal gusto de los barrigones con guayas de oro en las cubiertas de los yates; las filas de Ferraris en los lugares de lujo; la estética “kitsch” de los Guaicaipuros de latón, así lo atestiguan. Sus hijos no están en las mejores universidades de Europa y los Estados Unidos formándose para dirigir el país, sino gastando la plata mal habida de los padres.
Con todo, esta burbuja de relativa “normalización” no ha conducido a un afianzamiento popular de Maduro. Todo lo contrario, incluso las encuestas que revelan un crecimiento sostenido de gente que opina que su situación económica ha mejorado, no revela un correlato de popularidad hacia el régimen.
Esto último no es un dato menor. Es la prueba elocuente de que es necesario aprovechar este momento para cumplir las tareas importantes en las que las fuerzas democráticas venezolanas deberían estar ocupadas.
En ese sentido hoy se debería estar trabajando en poner orden en la casa: 1) En rescatar la credibilidad de la dirección política opositora para que vuelva a entusiasmar. Para ello es imprescindible que se opera un profundo balance crítico de la actuación (hasta que duela); una reorganización de las estructuras y un remozamiento del pensamiento; 2) Prepararse para el próximo desafío político visible y previsible (los imprevisibles suelen agarrar a a todas las vanguardias sin pañuelo para el catarro) que son unas eventuales elecciones en 2024. Para ello, las estructuras remozadas deberán ponerse a trabajar para lograr una plataforma y un candidato unitario; 3) Ir preparando la narrativa del país que se sueña (el Proyecto País es un capital semilla); 4) Trabajar como aconseja Gramsci, en el liderazgo cultural del país. No entendido como el intelectual o artístico, que también, sino en el que representan millones de compatriotas que desarrollan iniciativas concretas y tienen contacto concreto con gente de carne y hueso. Una profunda tarea de “Scouting” es necesaria para ubicar las iniciativas, las dotes de líder de miles de esos venezolanos que andan en la búsqueda de una dirección unitaria y de una suerte de “estado mayor” que indique hacia dónde y cómo llegamos a la Tierra Prometida del fin de esta pesadilla.
Eso es lo que voluntariamente podemos decidir. La historia, caprichosa siempre, puede tenernos deparadas otras sorpresas. Si estas llegan, es mejor tener partidos fuertes y fuertes lazos con la gente para no equivocarse en la coyuntura, pero si esos acontecimientos no ocurren hay que ponerse a trabajar en lo previsible y en lo que tiene fecha fija.
Dos años en Venezuela no son mucho tiempo. ¡Manos a la obra!