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Julio Castillo Sagarzazu

¿Libertades para algunos o libertad para todos…?

Julio Castillo Sagarzazu

El principio básico de la percepción de la Terapia Gestalt, establece que “El todo es más que la suma de las partes” En otros terrenos del pensamiento humano y de la vida social, este principio es irrebatible. La concreción de esfuerzos patentizados en alianzas, en acuerdos, en esfuerzo común, suele ser siempre más que la sumatoria de las partes que han participado en el proceso de la formación de ese todo.

En Venezuela, urge un acuerdo que ponga por delante lograr una unidad superior que sería, sin duda, mucho más importante que la suma de los intereses de las partes que lo logren.

Ese acuerdo, obviamente, debería reconocer que todos: empresarios, dirigentes políticos y sociales, tienen todo el derecho de tratar de proteger sus intereses legítimos. En efecto, tanto derecho tiene un empresario a defender su empresa, como un dirigente político a postular su liderazgo y recurrir a sus conciudadanos para validarlo.

Otro elemento importantísimo seria reconocer que en el duro camino de lograr la libertad total, podrían y deberían alcanzarse logros parciales. Esto está en la esencia misma de toda lucha política. No hay trasformación alguna que se haya logrado, en la lucha contra poderosos adversarios, de la noche a la mañana o de una sola vez.

Probablemente, la más emblemática de las lecciones, en este sentido la leamos en el decurso de la Revolución Rusa. En sus prolegómenos, ocurrió el enfrentamiento de dos facciones del Partido Obrero Social Demócrata Ruso. Una, la de los Bolcheviques (en ruso significa maximalistas) y la otra, la de los Mencheviques (que significa minimalistas) Teóricamente, los primeros eran los partidarios de derrocar los zares con la fuerza de su propia organización e instaurar el socialismo directamente. Los segundos, planteaban la necesidad de alianzas con otras organizaciones y que tal proceso serio necesariamente gradual. Paradójicamente, los grandes maestros del gradualismo fueron, en realidad, los bolcheviques quienes, desde 1905 cuando formaron el primer soviet, hasta 1917 cuando lanzaron la consigna. ¡Todo el poder a los soviets!, realizaron alianzas y convivieron con numerosos adversarios políticos. Tanto fue así, que dejaron como legado para la lucha política el axioma de acuerdo con el cual, todo proceso de cambio pasa por un periodo de “dualidad de poderes”. Dicho de otra manera: Mientras no seas poder, crea un poder alterno para enfrentar al poder establecido.

En Venezuela, en el 2015, con la extraordinaria victoria parlamentaria de la oposición, se comenzó un periodo objetivo de dualidad de poder. Ya las calles habían demostrado que Maduro era minoría, pero la conquista de la AN, convirtió en tangible, lo que hasta ese momento no lo era. Este proceso conoció altas y bajas, hasta que vino el hito de esa dualidad con la juramentación de Juan Guaido como presidente interino. Este hecho logró, no solamente volver a recuperar el entusiasmo social interno, sino el prodigio inimaginable de lograr que más de 60 países (las democracias más importantes del mundo) desconocieran a Maduro y le reconocieran a él. Un hecho sin parangón en la historia universal contemporánea. Al fin, se visualizó un poder dual con perspectivas ciertas.

Estos dos acontecimientos, debemos subrayarlo, tuvieron un denominador común: La estrecha unión de todos los factores democráticos de la nación. Una excelente demostración de cómo se pusieron de lado intereses particulares y de cómo se logró esa unión superior para avanzar.

Hoy día está planteado, ni más ni menos que el mismo compromiso. Ningún reflujo anímico puede justificar que esta unión se rompa. Ningún interés es lo suficientemente importante para sacrificar a los demás.

Incluso, las luchas graduales, las que pueden permitirnos acceder a posiciones para disputar el poder “oficial”, deben ser planteadas y desarrolladas como parte de un plan estratégico común que es el de salir del régimen que nos oprime.

Aquí van unas líneas que pudieran permitirnos transitar este espinoso y minado camino. Las proponemos con toda humildad desde Carabobo. Desde donde libramos la batalla que selló nuestra independencia en 1.821; donde nació Venezuela como República independiente en 1.830 y donde comenzó la industrialización a fínales de los años 50.

1. Un acuerdo de todos los sectores interesados en recuperar la democracia debería comenzar por plantear un amplio avenimiento de todo el país para hacer frente a la horrorosa crisis humanitaria, comenzando por un pacto nacional para hacer frente al COVID y para acelerar la llegada de las vacunas a ser aplicadas universalmente.

2. Un acuerdo de esta naturaleza debería elaborar un protocolo común para hacer frente a los reclamos y exigencias para que se logre el respeto de derechos básicos como la libre expresión, la libertad de los presos políticos y militares; el regreso de los exiliados; el establecimiento de condiciones electorales establecidas en la Constitución; las libertades económicas, el respeto al derecho de propiedad, el inmediato cese de invasiones urbanas y privadas; la garantía de seguridad jurídica y personal; la eliminación de las trabas burocráticas y fiscales.

3. Este protocolo debería contener también mecanismos para tramitar las diferencias entre los sectores que concurran al acuerdo, sean estos políticos o gremiales. Es urgente dejar de tramitar estentóreamente las lógicas diferencias entre nosotros.

4. Igualmente se deberían acordar mecanismos de lucha unitario para apoyar los planteamientos sectoriales acordados y, en particular, la concreción de elecciones libres en el país, para lo cual nos apoyan las democracias más importantes de todo el planeta. Este último punto es de importancia capital. Venezuela es un problema político planetario y en su solución están interesados muchos países. Hay signos prometedores de que, con la nueva realidad geopolítica mundial, la agenda sobre Venezuela pueda consensuarse en favor de la democracia. Una hipotética negociación internacional, que supere las falencias de formato de Oslo y Barbados, debe conseguirnos unidos en torno a estos pedidos de elecciones libres. Sería una tragedia que, intereses subalternos, nos muestren ante nuestros aliados como un saco de gatos, sin estrategia común.

Como se verá, una alta dosis de voluntad política, de sindéresis, de sacrificios particulares, nos van a demandar lograr acuerdos como los que aquí sugerimos. Nadie debe pensar que su plan, su interés, su propuesta, es más importante que la de los demás, por mucho que parezca urgente en este momento. No le quitemos la vista a la pelota. Las libertades de unos, no son más importantes que la libertad para todos.

Futbolito, polarización y política

Julio Castillo Sagarzazu

El lector seguramente recordara un partido de futbolito improvisado que tuvo lugar en las jornadas de grandes movilizaciones populares en el 2002 en plena autopista de Prados del Este en Caracas. El juego enfrento a dos equipos, uno de los manifestantes de la oposición y otro de defensores del gobierno de Chávez. Por varias horas, ambos, jugadores e hinchas confraternizaron sobre el asfalto caliente de aquel caliente momento de la política nacional. Por cierto, nadie recuerda el score, todos recordamos que el partido tuvo lugar.

¿Recordaremos acaso también la reacción de Chávez? Yo sí, y claramente. Monto en cólera, saco de su costal todos los improperios contra los ricos, los apátridas, los escuálidos. Identifico muy bien, para su gente, quienes eran aquellos con los que jamás debían juntarse y ni siquiera ir a misa; mando el mensaje de acuerdo con el cual, confraternizar y sonreír con los explotadores era una traición. A todos ellos quedo claro que quien quería ver deporte que se fuera a la cancha del Círculo Militar a verlo lanzar su rabo e cochino o que se pusiera en su barrio a jugar chapita como jugaba el con el teniente Andrade antes de dejarlo tuerto.

¿Por qué esta reacción tan desmesurada frente a un inocente partido de futbol calle? Pues justamente porque el partido no era inocente, al menos no para sus planes. Porque para imponer el régimen que padecemos desde entonces hace falta mucha división, mucho odio y sobre todo meter muchas cuña entre la unidad de los gobernados para que no puedan juntarse nunca.

Así se hizo la polarización política y social. Venezuela ya no era un solo país y los venezolanos no tendrían un solo proyecto para mejorar y avanzar, sino que la vida desde entonces se planteaba entre ricos y pobres; patriotas y apátridas; buenos y malos; chavistas y no chavistas.

Chávez creó su ring de boxeo, su zona de confort y acopio la leña que sería el combustible que avivaría, hasta el día de hoy, su hoguera de la manutención del poder.

¿Cuál es la lógica de la polarización? Pues, demostrar que el proyecto político que encarno no triunfara hasta que no derrotemos y aniquilemos definitivamente al adversario. A la victoria no se llega sino sobre las ruinas del adversario. Mientras tanto, todos los problemas, las miserias, los sinsabores, son parte de la larga marcha hasta La Tierra Prometida. Los pobres conquistaran el cielo como lo canto Marx sobre los Comuneros de Paris de 1871 porque “el motor de la historia es la lucha de clases” y su “partera es la violencia”.

Todo esto ocurrió ante nuestros ojos. Este escenario fue concebido como una trampa jaula con cuyo paral no hemos dejado de tropezar nunca. Hemos caído en el juego de la polarización para solaz de quienes lo inventaron para mantenerse en el poder.

Han sido pocas las ocasiones en las cuales hemos sorteado la trampa. Una de ellas fue en el 2015 cuando logramos la maravillosa victoria electoral de la Asamblea Nacional. Aquella campaña fue impecable. Era la época de las colas, del bachaqueo, del estallido de la mega inflación y de la escasez. Hubo muchas consignas, pero el fundamento de todas ellas era. “Si no quieres esta vida de colas, de irrespeto, de escasez y de vida cara, vota contra Maduro en la AN”. Es decir, nos salimos del mensaje polarizador del ¡Maduro vete ya! para hablar a la gente de sus problemas lo cual, desde que el mundo es mundo, es la única manera de convencer a alguien para que haga el puente entre su vida cotidiana y la política.

Pero, como cuando el pobre lava llueve, enseguida regresamos a la zona de confort de Maduro. En lugar de convertir la Asamblea en el pivote de las luchas sociales y populares y la aspiraciones de los millones de compatriotas que nos llevaron allí, volvimos a caer en la trampa. No se había secado la tinta del acta donde Tibisay proclamada la irreversibilidad de nuestra victoria, cuando le ofrecimos al país que en 6 meses sacaríamos a Maduro. Conclusión: Maduro nos dijo “vengan a Miraflores a sacarme” y nosotros le tomamos la palabra y cada vez que lo intentábamos, las ballenas no nos dejaban pasar de Chacaíto.

Mi cauchero chavista que voto por la oposición me dio una clase de política cuando aquello ocurrió. Me dijo: “Vistes, Julio, lo que querían era un quítate tú para ponerme yo.”

Y como las desgracias nunca vienen solas, nos equivocamos en el fondo y también en la forma. Con esa política nos retiramos a los salones de los hoteles, a las redes sociales a realizar cuanto foro, seminario, taller y simposio, entre nosotros mismos (ahora hacemos tuitazos, webinairs y sesiones de zoom) para elucubrar sobre el sexo de los ángeles y dejamos a la gente entendiendo con sus problemas y viendo desde las gradas la pelea de boxeo entre Morochito Rodríguez y Muhammad Ali.

Venezuela ha visto agravar todos aquellos problemas y hay quien quiere vendernos la idea de que los venezolanos nos estamos adaptando a la situación como la ranita de la olla con agua tibia. Esta es solo una verdad a medias. Se trata de un mecanismo de defensa natural de toda persona que pone la sobrevivencia como punto central de su existencia. Gracias a ese instinto nos hemos preservado como especie.

Pero la lógica de hierro de la historia y de la lucha social nos enseña que los pueblos despiertan insospechadamente. A veces despiertan y los derrotan y a veces despiertan y logran victorias y avances.

La diferencia entre una y otra está en la clarividencia y capacidad de su dirección política. Es necesario reconstruir la credibilidad y la confianza. El 80% de los venezolanos no quiere a Maduro y lo responsabiliza de la actual pesadilla. Solo hay que regresar a estar con la gente y a organizarla. Poner una política creíble, transversal que interese a TODOS y no a un grupito de iluminados y diseñar una agenda que destierre la polarización de las consignas puramente políticas; que ponga énfasis en los problemas que padecemos todos los venezolanos y diseñe el país bonito y distinto que también todos queremos.

Imaginemos por un rato que aquel partido de futbol en Prados del Este llegue al medio tiempo y terminemos hablando de nuestros problemas comunes y que entonces nos pusiéramos de acuerdo para actuar. No habría ballenas pa’ tanta gente. El segundo tiempo lo jugaríamos en libertad.

La alegría y la política

Julio Castillo Sagarzazu

El año 1988 tuvo lugar el referéndum para que los chilenos se pronunciaran sobre el destino del régimen político instaurado por Pinochet. Aquella campaña electoral fue un laboratorio de nuevas ideas y concepciones de la comunicación política.

El debate, sobre cómo debía enfocarse esa campaña, enfrentó dos corrientes. Por un lado, la de los dirigentes tradicionales de las organizaciones que habían vivido la dictadura (socialistas, comunistas, democratacristianos) Todos con el pedigrí suficiente y la autoridad moral y política para hacer oír su voz y, por el otro, una camada de chamos nacidos o educados en el exilio de sus padres en las mejores universidades norteamericanas y europeas.

Estos últimos, terminaron imponiendo su posición sobre la manera de abordar el desafío electoral. Todo esto esta recogido en una película que ningún dirigente político puede dejar de ver, titulada “NO” y a la cual remito para no tener que explicar los detalles de esa confrontación de ideas tan interesante.

Basta con señalar aquí que la consigna que presidio la campaña que llevo a la victoria por más de 10 puntos al NO, fue “CHILE, LA ALEGRIA YA VIENE”, cuyo jingle y canción completa invito igualmente a escuchar. Su imagen fue un arcoíris con los colores de todos los partidos de que la apoyaban.

La tesis de presentar las atrocidades de la dictadura con su secuela de desmanes, crímenes y violaciones de los derechos humanos, que era la manera como se había concebido por años la estrategia política de la oposición, fue desechada. La alegría, se suponía que implicaba muchas cosas para el cambio en Chile, entre ellas, la justicia y que no hubiera impunidad. Fueron magistrales en comunicar esa idea.

¿Por qué es útil tratar este tema hoy en Venezuela?

Pues porque siempre es necesario recordar que una de las funciones de la política es vender esperanzas, convencer de que siempre se puede vivir mejor y sobre todo de que vale la pena luchar para eso. Por eso, matar la esperanza y provocar las condiciones para la desesperanza inducida, el síndrome de Estocolmo y la desmoralización son armas tan usadas por los regímenes que quieren bloquear los cambios.

Una de las celadas que suelen tender es la de magnificar su crueldad. Recordemos como nos trasmitieron en vivo y directo la muerte de Oscar Pérez, las imágenes de Requesens detenido. Comunicar la idea de que son malos, que contra ellos no podemos hace nada y después lograr que nosotros mismos reproduzcamos su maldad, es una de librito de todas las policías políticas del mundo desde la Gestapo al G2.

Por eso, cuando se está en un ambiente tan feo, es bueno saber cómo hacemos para no embarrarnos de todo lo sucio que nos rodea. Habría que ver como desciframos el misterio de las garzas blancas que no manchan sus plumas con el barro del estero o imitar la sabiduría del del médico que no deja contaminarse del mal de su paciente pues entonces no podría curarlo.

Hay un ejemplo maravilloso de como sortear lo feo y producir sensaciones que queremos comunicar positivamente. Ese ejemplo es Tosca, quizás la más conocida ópera de Puccini. Se trata de un verdadero Thriller, muestra la corrupción, la tortura, la traición política en la época de la invasión napoleónica a Italia. Me imagino que Puccini sabía que esta tragedia sería imposible de vender como la historia desagradable que era. ¿Qué hizo? Pues le compuso dos de las más bellas y melodiosas arias que tenga opera alguna: E lucevan le estelle y Recóndita armonía. Al escucharlas es evidente, que lo escabroso pasa a un segundo plano.

O el de dos renombrados científicos Francis Crick, James Watson y Maurice Wilkins quienes descubrieron el ADN y por ello se hicieron acreedores al Premio Nobel. Preguntados por un periodista sobre el por qué habían representado su estructura con la forma y colores con las que la hicieron, respondieron “porque era más bonito así”.

Pues si, llegado un momento, la alegría, la belleza, la esperanza, pueden llegar a ser ideas subversivas, pueden convertirse en un eje movilizador. La mente humana está preparada para ello. De hecho existe un mecanismo que opera como una suerte de “Tamiz Hedónico” mediante el cual tendemos a olvidar los sucesos desagradables en favor de los agradables.

Es de preocuparse entonces cuando constatamos como el régimen venezolano logra tasas importantes de desesperanza inducida, de pesimismo militante, ayudado por legiones de escribidores y opinadores que les comprar ese pescado podrido; por repetidores de su invencibilidad; por samuráis que se destripan a diario; por auto flagelantes de oficio; por propagadores de la tesis chimba según la cual “todos son iguales”; por los que meten en el mismo saco a víctimas y verdugos, a presos y carceleros. Han logrado, entre todos, crear un engendro monstruoso de mil cabezas que hasta se alegra de que pongan pero o maten a un opositor porque de acuerdo con sus estándares, la víctima, como los sospechosos de la Ley Robespierre, podría ser colaboracionista.

Esta actitud absurda, evita el verdadero debate sobre los errores que el liderazgo opositor a Maduro ha cometido, lo convierte en un debate de pasiones y no en uno de ideas.

Como dijimos arriba. No podemos curar a Venezuela si nos enfermamos del odio que combatimos, de la misma manera que los médicos y enfermeras no pueden curar a los enfermos de coronavirus si se contagian.

Valdría le pena incluir esto en el debate. Seria importante crear una fábrica de optimismo y alegría para usarlos como arma de cohesión. Una vez estuvimos por millones en la calle cantando aquella canción “quietarnos los miedos, sacarlos afuera, pintarnos la cara color esperanza, mirar al futuro con el corazón..

¡SABER QUE SE PUEDE, QUERER QUE SE PUEDA!

Transición originaria

Julio Castillo Sagarzazu

Lo que hace complejo, complejísimo, conseguir el Santo Grial de una transición en Venezuela, es el carácter del liderazgo de la revolución bolivariana. En efecto, en nuestro país, no se trata de buscar a los hombres justos, como los buscaba Diógenes con su linterna, sino el de resolver, con esa transición, los problemas que el chavismo ha creado a nivel mundial con su presencia en el poder. En efecto, la transición venezolana se parecerá a muchas otras transiciones en que, como su nombre lo indica, será un tránsito de lo viejo hacia lo nuevo y deberá tener y tendrá, en su composición concreta, elementos de ambos extremos. Pero, en lo que tendrá que diferenciarse es en encontrar la parte de lo viejo que no reproduzca esos problemas geopolíticos que el gobierno ha provocado.

El chavismo, ha participado en la creación de un entarimado complejo, tenebroso, peligroso y resistente de convivencia en el poder de corrupción, subversión, terrorismo, alianza con el crimen internacional, con el lavado de dinero, con el tráfico de drogas. Cada uno de esos elementos ha desarrollado una dinámica propia, que tendrá diferencias entre ellas, pero que tienen en común, la defensa del régimen que es el ecosistema les permite vivir en simbiosis.

La comunidad internacional, no va a desarrollar ninguna iniciativa seria, hasta que no esté seguro que lo “nuevo” que haya en Venezuela no va a reproducir, lo que tanto peligro ha traído a la región.

Dicho esto, rescatamos el concepto de que la transición, obligatoriamente deberá contar con la fractura del régimen y con la presencia de factores que le han soportado durante tantos años. Ya sé que para algunos es difícil comulgar con esta rueda de molino, pero así será, como han sido todas las transiciones en el mundo, incluyendo las más radicales, como la revolución rusa y la francesa que tuvieron en sus primeras etapas elementos del “Ancien régime”, hasta que se desarrollara lo nuevo que querían construir. La Revolución Rusa tuvo al príncipe Lvov en transición después que derrocaron a los zares y la francesa tuvo su propio “Rey de los franceses” y no de Francia, en Luis XVI, mientras, Robespierre y su sed de sangre, afilaban la cuchilla de la guillotina, proceso que duro casi 4 años.

De manera que todas estas necedades sobre si los chavistas originarios o los sobrevenidos sirven para salir de Maduro, o no sirven, no tienen ninguna pertenencia en este momento. Algunos, no solo sirven, sino que son indispensables para que ello ocurra.

Algunos de nuestros aguerridos cazadores de chavistas originarios no han cogido línea. La mayoría de ellos tan “pitiyankis” y no recuerdan las declaraciones del senador Marcos Rubio que afirmo abiertamente hace unas semanas, “Para resolver la crisis de Venezuela nos estamos reuniendo con gente a la que querríamos ver presos”. Me imagino que el Sr. Rubio hablaba de chavistas, de gente cercana a Maduro, gente que quizás se sienta en su gabinete o en su alto mando. Este señor no iba a estar llamando al jefe de las UBCH del barrio La Bombilla de Petare que sigue honestamente pasando hambre y necesidades y que seguro está molesto con Maduro. Debe estar hablando con los dueños de las cajas de los machetes, no con ningún payaso de segunda, debe estar conversando con aquellos que pueden entregarle al dueño del circo. Repetimos las dos condiciones que deben estar estas “raras avis” que están buscando: 1. Gente con poder y capacidad de fracturar y 2. Gente que garantice razonablemente que no se reproducirán los peligros que ya citamos.

¿Y cuál sería el contenido de estas conversaciones, si los hubiéramos vistos y escuchado por un agujerito que habríamos percibido? ¿Acaso Rubio les recordaba lo bonito que es respetar la Constitución y lo civilizado que es la democracia? Quizás a algunos le hablaba de ello, pero lo más seguro es que a algunos de estos capitostes les daba argumentos un poco menos loables, quizás, le recordaba lo mismo que muchas esposas, hijos y nietos, dicen a estos personajes ¿“Y cuándo es que vamos a poder gastar estos cobritos que hemos ahorrado durante todos estos años...?

¿Cinismo? No, alguno lo llaman eufemísticamente, Realpolitik. ¿Qué creen nuestros amigos recontra anti chavistas originarios, que fue lo que llevo a la captura de Pablo Escobar, pues ni más ni menos que la entente de las autoridades (DEA incluida) con su competidor el Cartel de Cali y cómo capturan al Chapo Guzmán, jefe del cartel de Sinaloa, si no es por el dedo del cartel de Jalisco?

Ninguna transición verá la luz, lo reiteramos, sin que se produzca una considerable fractura del régimen. De allí lo importante que es recordarles a muchos opositores aquella sabia frase de Gonzalo Fernández de Córdoba, el conquistador de Nápoles, llamado el Gran Capitán “Al enemigo que huye, puente de plata…”. ¿Cómo podemos esperar que tal fractura se produzca, si nuestros Robespierres tuneados en tropicales están en las puertas de las casas del PSUV recibiendo a todos los disidentes con un par de ñascas en las manos para lincharlos por su chavismo originario?

Hasta no mas ayer, María Corina Machado revelaba que ha recibido (ni siquiera dijo que los fue a buscar ella) a algunos oficialistas que le pidieron su opinión sobre el tipo de transición que ella prefiguraba, y una jauría con mal de rabia ha comenzado a lapidarla con las mismas piedras con las que recibimos a los disidentes del PSUV. Así no llegaremos ni a la transición ni a la esquina.

Hay que seguir trabajando este proceso, con tesón, con paciencia, acompañando a la gente que sufre, formando nuevas generaciones de chamos en una nueva ética de la gestión pública y fortaleciendo las organizaciones políticas y sociales. No solo porque hay que hacerlo para construir el futuro, sino porque mientras más fuertes sean los buenos para el momento de la mentada transición, más débiles serán los malos en la etapa siguiente.