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Guillermo Mendoza Dávila

¿Y mientras tanto qué hacemos?

Guillermo Mendoza Dávila

El país comienza a transitar paulatinamente por una senda de recuperación económica de la mano de un cambio de modelo, un profundo viraje oficial que ahora promueve abiertamente las virtudes del emprendimiento y de la producción, al punto que desde el alto gobierno se promociona el fortalecimiento de la capacidad exportadora del país y las autoridades están abiertas a parlamentar con los gremios empresariales acerca de los más variados temas, considerados hasta hace poco anatemas provenientes de un sector visto con intolerancia.

Esos temas siguen presentes en su gran mayoría, pero al menos hay disposición a debatirlos, a considerar los planteamientos ofrecidos y en algunos casos ya hay resultados favorables.

Más allá de preocuparnos de entretener las teorías conspiratorias y discutir si se trata solamente de una estrategia política demagógica o si es más bien la genuina aceptación por parte de las autoridades de aquella máxima universal que reza que solamente produciendo más bienes y servicios podremos generar riqueza y progreso para todos; preferimos ocuparnos aquí de analizar las opciones disponibles al sector productivo. Mientras lleguen todos esos cambios requeridos y se den todas las condiciones favorables que motiven a todos a invertir, ¿qué podemos hacer?

Y es que bajo este escenario contemporáneo, en la misma Venezuela en la cual habitamos todos, hay algunos empresarios experimentados así como nuevos emprendedores que dejaron a un lado las archiconocidas vicisitudes y barreras de todo tipo para enfocarse en acometer con decisión sus proyectos y no hay dudas que se pueden apreciar numerosas historias de éxito como sólo nuestro terruño sabe producir, aún en este entorno tormentoso al que los llaneros se refieren como enrrumazumado. Es bien conocido las victorias alcanzadas por algunas empresas establecidas así como varias historias famosas que se refieren a nuevas iniciativas en diversos sectores que incluyen alimentos, salud, comunicaciones, consultoría, transporte, tecnología, “delivery” y otras más.

Ciertamente la lista es aún insuficiente y se concentra en ciertos sectores productivos, socioeconómicos y geográficos. Más sin embargo, debemos revisar qué hicieron diferente para alcanzar y mantener el triunfo de sus operaciones a pesar de las realidades del país.

Si bien no hay receta fácil, es posible apreciar ciertos elementos comunes que podemos modelar y replicar. En todos los casos revisados existe la clara identificación de un nicho de mercado disponible, una necesidad nueva o desatendida y es allí donde se inserta ese empresario que logra triunfar, ofreciendo los productos y servicios adecuados para atender deseos insatisfechos.

La fórmula no es nueva, es universalmente válida en todos los países y en todos mercados, pero no todos los que conducen negocios la persiguen con claridad. Una estrategia comercial exitosa parte de la certera identificación de aquello que el mercado requiere con la pretensión de atenderlo mejor que los demás mediante una propuesta de valor que supera todas las opciones disponibles.

A pesar del reducido tamaño que exhibe nuestro mercado en comparación con años anteriores y aún a la vista de las múltiples limitaciones, seguirá habiendo oportunidades que atender. Quien las identifique triunfará.

guillermomendozad@gmdconsultor.com

Cómo acceder al financiamiento bursátil

Guillermo Mendoza Dávila

La principal limitante que confronta en este momento el sector empresarial es el acceso a financiamiento para cubrir sus necesidades de equipamiento y capital de trabajo. Las restricciones impuestas sobre la banca para extender crédito obligan a las empresas a buscar otras opciones, lo cual no es nada fácil bajo las circunstancias actuales. Los socios están descapitalizados, los proveedores pasan por lo mismo, el crédito internacional no existe. Y es allí donde el mercado de valores ha surgido como una alternativa válida, la cual ha cobrado un inmenso dinamismo en los meses recientes. No pasa una semana sin que salga al mercado una nueva emisión de títulos de todo tipo, con mayor preferencia hacia las obligaciones o instrumentos de deuda.

La estructura de este mercado está compuesta por dos planos, uno es el mercado primario, donde se colocan los títulos para obtener el financiamiento y el otro es el mercado secundario, donde luego se dan las transacciones o trading de esos mismos instrumentos. La etapa inicial es cuando las empresas debidamente autorizadas hacen “oferta pública” de sus títulos a los eventuales interesados, quienes los adquieren en este mercado primario. En el mismo proceso dichos títulos se inscriben en una bolsa de valores que funge como sede del mercado secundario, donde luego los tenedores originales los pueden negociar con otros inversionistas.

La pregunta más recurrente entre empresarios grandes, medianos y pequeños es ¿cómo se accede a esta alternativa? Por ello, vamos a tratar de resumir en este breve escrito los requisitos esenciales que se deben cumplir para “emitir” títulos valores. Partimos por aclarar que hay dos ámbitos empresariales que deben abordarse de manera simultánea: uno es el legal y el otro es el financiero.

Las empresas han de cumplir con los requisitos que exige la Superintendencia Nacional de Valores (SUNAVAL), órgano oficial encargado del ordenamiento y difusión del mercado de valores; requisitos todos que están debidamente comunicados y son del dominio público. Esto comprende presentar una solicitud de emisión a la SUNAVAL, a través de una Casa de Bolsa, acompañada de los documentos de la empresa y de sus accionistas, estados financieros auditados y reexpresados por inflación, una o dos calificaciones de riesgo -según sea el caso- emitida(s) por entes autorizados para lo propio y un prospecto de la emisión. Dicho prospecto es un documento que detalla todos los aspectos de la emisión y está orientado a informar al público en general acerca de los detalles pertinentes que le permitan tomar una decisión informada a la hora de adquirir los títulos ofrecidos. A la sazón, ello incluye el nombre del emisor, el tipo de instrumento, el monto y denominación en Bs. o divisas, el plazo y fechas de pago, la tasa de interés si aplica, las garantías, los agentes de colocación, de custodia y pago de intereses o dividendos, el representante de los tenedores, los estados financieros, las calificaciones de riesgo y varios otros elementos.

Esto parece un trabajo titánico de completar y en verdad requiere tiempo y recursos, ya que todos los antes nombrados cobran por las tareas encomendadas. Por lo que pasamos a los costos de la fulana emisión. Un monto prudente es prever el 10% de los fondos pretendidos, para cubrir la auditoria y reexpresión de los estados financieros, la calificación de riesgo, los honorarios de la Casa de Bolsa y de los varios agentes involucrados, más los gastos de viaje e imprevistos (no todos vivimos en Caracas). Ahora bien, la tasa de interés anual a pagar por una emisión de deuda es actualmente alrededor del 15% en divisas y entre 50% y 70% en bolívares. No son malas condiciones si partimos de que no tenemos muchas otras opciones, además quien actualmente logre financiarse al 15% en dólares debe celebrar. A dichos intereses debemos imputarle los honorarios previos para conocer el verdadero costo de fondos; pero repito, si se puede hacer, es muy atractivo. En especial si aplicamos el beneficio o escudo fiscal que proporciona la deuda, que monta a un 34%, ya que descontamos del ISLR lo pagado por intereses y costes de la emisión.

Otros dos aspectos que destacar son que toda empresa que haga oferta pública de sus títulos valores asume el compromiso de divulgación de información mientras haya títulos en circulación; y que el gobierno ha dispuesto varias normas relativamente menos complejas para las PYMES, en un esfuerzo por facilitar su acceso a esta opción de financiamiento.

Quien tenga la disposición de transitar el camino, que en verdad es más complejo la primera vez y que luego se hace repetitivo y permite continuar usando este canal, puede acudir al mercado de valores, trabajando de la mano de profesionales que lo asesoren en todo el trayecto, ya que en el proceso hay diversas encrucijadas y debe decidir cuidadosamente. El tipo de instrumento que le conviene, el monto, el plazo, la denominación, las garantías, el equipo que lo va a acompañar en la emisión y muchos otros. Actualmente hay posibilidad de acceder a fondos hasta por un año, en ambas denominaciones y por montos de cientos de miles de dólares, según la empresa emisora. Pero eso debería ser más que suficiente para la gran mayoría.

guillermomendozad@gmdconsultor.com

A Don Adán Celis González

Guillermo Mendoza Dávila

Hoy nos toca hacer un paréntesis para honrar la memoria de un grande del empresariado venezolano, promotor industrial, líder de los gremios y persona íntegra en todas las actuaciones que le conocí. Cuando hago un recuento de quienes influyeron en mí, sirvieron de ejemplo y ayudaron a echar las bases de la gran pasión que siento por lo que hago profesionalmente, la total dedicación a promover y propender al éxito del sector productivo, no puedo menos que recordar el patrón de conducta de ese “roble” y modelo a seguir, como lo fue Don Adán Celis González.

Nunca olvido aquella noche de 1988 en la Asociación de Ejecutivos de Carabobo cuando siendo yo todavía un junior profesional, había recibido una invitación de Cosme Liccardo Galli y demás miembros de la Directiva de la AEEC y me preparaba para dictar una Conferencia sobre la situación de la economía venezolana, cuando justo al llegar al podio…se fue la luz, quedando a oscuras aquel gran salón con más de 200 asistentes bien trajeados y expectantes, iluminado tan solo por una única lámpara de emergencia al fondo del local.

Adán Celis había sido invitado a conformar el presídium y mientras esperábamos que restablecieran el servicio eléctrico me dijo, “mira hijo, toda esta gente que está hoy aquí vino a oírte hablar a ti y no es culpa de ellos que no haya luz; además, cuando yo cerré mi campaña para la presidencia de Fedecámaras se fue la luz y yo di mi discurso de clausura a oscuras y gané las elecciones, así que párese y hable”. Su estilo era así de llano y así de directo; pues nada, con ese espaldarazo bajé de la tarima y di mi charla sin sonido y sin poder leer las notas que llevaba preparadas. La conferencia resultó un resonado éxito y para siempre quedó grabado en mi recuerdo el apoyo y la confianza de Don Adán Celis aquella noche.

Compartimos en varias oportunidades, como la organización de una de las últimas Asambleas de Fedecámaras que se dio en Valencia, él como Expresidente y yo como miembro del comité organizador y en algunas otras actividades gremiales similares. Su posición ante cualquier asunto era siempre recta, clara y enfocada en el beneficio del sector empresarial. Esa dedicación continua y desinteresada eran para mi fuente de inspiración y recuerdo que pensaba, si este señor que ya fue presidente del máximo ente gremial del país sigue trabajando a diario para apoyar y contribuir, todos los demás debemos seguir su ejemplo.

Hoy, cuando veo la foto de ambos juntos, sonriendo al final de la charla de esa noche del 1988 y leo que falleció uno de mis mentores, no puedo menos que reconfortarme en saber que su trayecto dejó grandes huellas entre aquellos quienes de él aprendimos como hacer las cosas, a hacerlas bien y a hacerlas por el bien del empresariado, de forma siempre correcta y absolutamente desinteresada.

Descanse en paz Don Adán Celis Gonzáles, que bien se lo merece. Mis sinceras palabras de condolencia sus familiares y amigos cercanos. Yo disfruté mucho de él en cuanto a lo me correspondió compartir.

guillermomendozad@gmdconsultor.com

Fronteras abiertas, ¿y ahora qué?

Guillermo Mendoza Dávila

Ante el reciente y muy anticipado anuncio del restablecimiento de las relaciones con Colombia y, en especial, del reinicio del intercambio comercial, debemos estar bien preparados para lo que dichos anuncios implican para el sector productivo venezolano.

La economía vecina es actualmente de unos $330 mil millones, que como referencia es aproximadamente el mismo monto que tenía Venezuela en 2013; haciendo alarde de veinte años de crecimiento sostenido en este siglo y solamente una mancha de -7.3% en el 2020, el año inicial de la pandemia, compensado con creces al año siguiente con un importante rebote de más del 10% y la expectativa de que este año debe crecer cerca del 5%.

Esto ubica hoy a Colombia como la cuarta economía latinoamericana, después de los tres grandes, Brasil, México y Argentina pero por encima de Chile. Por cierto, ese fue precisamente el puesto que ocupó Venezuela por muchos años. Los motores principales de su desempeño son el consumo privado y la inversión, ambos dando muestras de mucha robustez en lo que va del año en curso. De igual manera su sector externo está muy activo, tanto las importaciones como las exportaciones mostrando un sólido desempeño este año. Su población se estima apenas arriba de los 50 millones de habitantes y la presidencia de la nación recién asoma los pininos de un nuevo modelo político, con resultados aún imprevisibles, que no pretendemos vaticinar.

Para nosotros eso podría significar oportunidades ciertas para colocar productos públicos y privados en un mercado 75% más grande que el nuestro por número de consumidores y con mucho mayor capacidad de consumo, cuyo PIB per cápita es el triple que el nuestro. Para ellos, Venezuela siempre ha sido un mercado apetecible, en especial ahora que tenemos muchas limitaciones en cuanto a la oferta de productos que o bien no se consiguen o que llegan a precios relativamente elevados ya que provienen de mercados muy distantes como Turquía, China o la India.

Más allá de compras estratégicas de parte de Colombia, como podría ser por ejemplo el gas en su transición prevista a energías más limpias, y quizás algunos proyectos bilaterales, nuestras posibilidades de exportar desde el sector privado se ven seriamente afectadas por la poca competitividad de nuestra moneda, que se encuentra sobrevaluada por la política cambiaria vigente de sostener el bolívar y no permitir que se devalúe en función de la inflación; cuando la moneda local está cara en divisas, nuestros productos se hacen pocos competitivos. De igual manera, nuestra oferta exportable es pírrica, ya que el aparato productivo doméstico está sumamente mermado por años de recesión, hiperinflación, medidas y políticas de control férreo de parte de los distintos entes fiscalizadores y la pérdida sostenida de mano de obra calificada como resultado de una inmensa migración.

¿Y entonces qué nos queda? El comercio de frontera será muy alentador para la economía de esos estados, por la posibilidad inmediata de acceder a artículos actualmente escasos o inexistentes, a medida que se vaya formalizando la relación comercial. Nuestros empresarios podrán acceder a proveedores más próximos, que conocen bien nuestro mercado por años de relaciones y similitudes culturales. Al momento, el intercambio acumulado es de quizás $400 millones, un 15% de bienes que enviamos y 85% de bienes que recibimos. Una vez legalizado, el comercio debería crecer, pero la proporción posiblemente se mantenga muy a favor de las exportaciones colombianas.

Sólo con una moneda competitiva y apoyo decidido al productor de bienes y servicios vía financiamiento suficiente, reglas claras y seguridad jurídica podremos beneficiarnos de un mercado tan atractivo como el colombiano. Nos toca continuar solicitando y propiciando el acercamiento institucional con el sector oficial, hasta persuadir a los actores claves de que con la plataforma normativa adecuada podremos en un corto plazo ver crecer nuestra economía de manera muy significativa.

guillermomendozad@gmdconsultor.com

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¿Cómo podemos recuperar la economía del país?

Guillermo Mendoza Dávila

Ante la pregunta de un amigo, de cómo se avizora el futuro inmediato del país, se me ocurrió que la respuesta es una mezcla de teoría económica con finanzas corporativas.

Considero que las dos condiciones necesarias para lograr la ansiada recuperación de nuestra economía son la generación de confianza entre todos los actores en las medidas aplicadas por el Estado y la disponibilidad del financiamiento requerido por el empresariado. Nótese que no digo condiciones suficientes, solamente necesarias, ya que sin éstas no se logrará el objetivo.

Por una parte, la confianza. Nuestro sistema económico es fiduciario, al igual que el de casi todas las naciones del mundo. Eso significa que nuestra moneda está respaldada por la solidez de la economía, su capacidad de producir bienes y servicios de manera abundante, eficiente y competitiva. Mientas mayor sea la robustez del aparato productivo y su capacidad de transitar los altibajos habituales de los ciclos económicos con mínimos daños, mayor será la solvencia de la moneda y la confianza de los agentes económicos en “su” divisa. Aquí no hay lingotes de oro ni cestas de otras monedas respaldando directamente el valor de la nuestra, así que no podemos dirigirnos al Banco Central a canjear nuestros bolívares, exigiendo que nos entreguen el contravalor en oro u otra moneda; aun cuando unas reservas generosas son de los muchos alicientes que invitan a tener más confianza en la divisa del país.

Ahora bien, esa ansiada robustez depende directamente de las condiciones bajo las cuales se opera en cada país; todo el esquema de medidas fiscales, monetarias y cambiarias, junto a las condiciones y garantías jurídicas que dan sustento a quienes deciden emprender. Si las medidas económicas invitan a invertir y hay respaldo legal para quien acepte la invitación, porque CONFÍA en las circunstancias vigentes y en los tribunales que velan por su cumplimiento “apegado a derecho”, entonces y sólo entonces podrá haber crecimiento económico.

Por otra parte, el crédito bancario. Las Finanzas Corporativas son la rama que se ocupa, entre otras cosas, de cómo las empresas deciden financiar sus operaciones. En nuestro país, el sector productivo ha sido inmensamente resiliente, aguantando estoicamente varios años de condiciones adversas que lo han llevado a una inmensa descapitalización. Actualmente, el empresario no cuenta con los recursos necesarios para cubrir sus necesidades de capital de trabajo, el elemento primario de sus operaciones. Las instalaciones y la maquinaria están allí, esperando por los insumos y por los trabajadores que habrán de generar los bienes que nuestra amplísima industrialización permite producir, si tan sólo contaran con fuentes de crédito.

Los nuevos emprendimientos atraviesan por lo mismo, ¿cómo financiarse? Recordemos que los niños nacidos en Venezuela en la segunda mitad del siglo pasado llegaron a adultos habiendo consumido productos importados que no incluían ni alimentos, ni vestimenta y calzado, ni artículos escolares, ni productos de aseo personal y limpieza, ni tantas otras cosas que hoy día importamos porque nuestras fábricas cerraron a trabajan a una mínima capacidad.

Hacen falta recursos, pero cómo. Sabemos que el encaje legal en bolívares no puede bajar de inmediato, aun cuando se debe reducir gradualmente. Pero si se puede permitir un nivel mucho mayor de crédito a partir de las captaciones en divisas, con préstamos denominados directamente en dichas divisas, con un encaje no mayor al 20%, con lo cual la banca podría de inmediato quintuplicar el financiamiento empresarial en moneda extranjera.

Adicionalmente, el Estado podría participar en el Mercado de Capitales y permitirle a la banca pública y privada invertir en títulos valores, proporcionando la liquidez bursátil que permita una mayor actividad y el retorno de los títulos de mediano plazo, que sería un mejor uso de las reservas que su empleo en la contención de la paridad cambiaria. Opciones hay y todas deben ser estudiadas y acordadas para emplear las que ofrezcan las mejores posibilidades de éxito; pero urge prontitud.

Hablar de medidas necesarias es una cosa y suficientes es otra. La disponibilidad permanente de electricidad y combustibles es imperativa, eliminar las trabas y “costos” a la libre circulación también es crucial, acabar con el contrabando también ayudaría mucho. La lista no es tan larga como pareciera, pero si partimos de las políticas adecuadas y el financiamiento necesario, el motor productivo arrancaría de inmediato.

guillermomendozad@gmdconsultor.com

¿Qué pasó con la moneda esta semana?

Guillermo Mendoza Dávila

Lo que pasó fue que experimentamos una significativa depreciación de nuestra moneda, de un 50% en los últimos 10 días. El pago del bono a los educadores montó a unos 1.500 millones de bolívares, equivalente a $200/$250 millones a la tasa de cambio vigente (según la mejor estimación, ya que no disponemos de cifras oficiales). Y no, no debemos culpar a los maestros por exigir el pago de su bono vacacional, un beneficio contractual. Tampoco la culpa es de las páginas digitales que reportan el cambio paralelo (“el termómetro no es el causante de la fiebre”).

La realidad es que en nuestro país la tasa de cambio libre responde a dos factores: cuántos bienes hay disponibles para comprar y cuántos bolívares hay disponibles para adquirirlos. Nótese que las divisas forman parte de esos bienes escasos que todos apetecemos.

En otras latitudes con monedas fuertes hay propensiones al ahorro mucho más altas que la nuestra (cuanto de nuestros ingresos ahorramos periódicamente). Si recordamos la época del 4.30, los venezolanos ahorrábamos en bolívares, en cuentas de ahorro, certificados de depósito y cédulas hipotecarias. Nuestra moneda era de las más estables del mundo, con poca inflación, respaldada por un proceso de industrialización y desarrollo sostenido, que permitía planificar y postergar el consumo.

Como referencia, a finales de los 70´s e inicios de los 80´s, la inflación en el país rondaba el 10% anual, por lo que el ciudadano común se permitía mantener parte de sus ingresos en la afamada libreta. Actualmente, en una economía sumamente contraída, con moneda muy blanda recién salida de la hiperinflación, una limitada oferta de bienes de producción nacional y poca capacidad de respuesta a estímulos repentinos, como lo es por ejemplo la inyección de Bs. 1.500 millones de un plumazo, la respuesta es un incremento inmediato en la demanda de los mismos artículos disponibles el día antes del depósito bancario al profesorado. Ergo, inflación o la subida inmediata del precio de todo, incluyendo la divisa (depreciación del bolívar).

Unos bonificados se volcaron a comprar divisas para preservar el valor de su prima, otros se fueron a comprar sus listas escolares, a reponer el celular y demás bienes de consumo como abastecer la despensa; con cero ahorros en Bs., tal y como se podía anticipar con facilidad.

Según la tesis de las expectativas racionales los agentes económicos (todos nosotros) formamos nuestras expectativas utilizando la información pasada y presente de la economía, por lo que anticipando la pérdida del valor de la moneda lo más aconsejable fue desprenderse de ella cuanto antes. A su vez, los comerciantes se pasaron la semana cambiando Bs. por dólares para pagar sus deudas, ya que los proveedores venden en moneda extranjera para garantizar la reposición de la mercancía y porque mucho de lo que se vende es de origen importado.

No hay vuelta de hoja. Desde los famosos controles cambiarios soviéticos, pasando por múltiples otros ejemplos hasta llegar a hoy, todo intento por dictar la tasa de cambio fracasa, dando pie al mercado negro (legal o ilegal), porque las divisas son bienes sujetos de la muy probada Ley de la oferta y la demanda. Si aumenta la demanda de un bien su precio sube. Al inyectar bolívares al sistema la cotización indefectiblemente aumentará porque aumenta su demanda. Más que obligar a transar a una determinada cotización oficial, el Estado debe recuperar la confianza de todos mediante las políticas macroeconómicas y jurídicas que promuevan la inversión y el crecimiento de nuestra producción nacional de bienes y servicios. En esa misma proporción aumentará la propensión al ahorro y la moneda se estabilizará. Al final del día, todos somos actores económicos y el primer elemento a considerar en cuanto a la conducta del colectivo es la confianza que se tenga en el sistema que respalda la moneda.

guillermomendozad@gmdconsultor.com

Financiamiento bancario, construcción y encaje legal

Guillermo Mendoza Dávila

El sector empresarial venezolano requiere con urgencia la reactivación del financiamiento bancario, listo como está para sumarse a la recuperación de nuestra economía, pero falto de los recursos necesarios para cubrir su capital de trabajo operativo. Entendemos las limitantes que confronta el Estado para liberar el encaje legal, ya que un torrente importante de recursos que están allí represados iría a perseguir vía consumo los mismos bienes y servicios existentes actualmente, lo que de inmediato generaría más inflación y depreciación de la moneda.

Ahora bien, proponemos como solución alternativa la liberación paulatina y controlada del encaje legal, marcando y destinando los fondos a una gaveta bancaria que financie la construcción de inmuebles tanto residenciales como comerciales. Una vez concluidas las obras, los préstamos al constructor continúan a la disposición de quienes adquieran dichos inmuebles por la vía de créditos hipotecarios, de forma tal que fluyan los muy necesitados fondos que están hoy atrapados en el encaje legal a la vez que se reactiva el sector que más genera y dinamiza el empleo nacional.

La construcción absorbe mucha mano de obra directa, generando fuentes de trabajo a sectores de la población con habilidades medias y bajas, así como también genera considerables oportunidades de trabajo indirecto al emplear cuantiosos recursos de los sectores manufacturero y comercial que ofrecen los insumos que requiere la construcción. Esto abarca todo lo que son las materias primas como los agregados, cemento, cabillas, madera, bienes intermedios y finales como cableado eléctrico, tuberías, cerámica y piezas sanitarias, revestimientos e impermeabilizantes, iluminación y mobiliario, transporte y muchos otros similares que han de ser incorporados en las obras; que vendrán a reactivar una parte significativa y muy necesitada de nuestros productores de bienes y servicios.

El financiamiento que el constructor recibe lo traspasaría de inmediato aguas arriba hacia sus proveedores para la compra de materiales, aportando así la liquidez necesaria para cubrir las necesidades de capital de trabajo del productor. De esta forma se genera un elemento dinamizador de una buena parte del parque industrial venezolano, creando nuevas y oportunas fuentes de empleo en el sector real de la economía y con ello una mayor capacidad de consumo en la población. Adicionalmente, la compra de insumos en bolívares generaría un importante incremento en la recaudación tributaria por la vía del IVA, lo cual mejora de inmediato el balance impositivo y eventualmente permitiría desmontar el IGTF, un tributo diseñado globalmente como paliativo temporal de crisis fiscales, pero no como un impuesto permanente.

Esta solución toma tiempo en ejecutarse, a medida que los proyectos sean elaborados, presentados y aprobados por las autoridades municipales y por la banca, lo que conlleva un desembolso gradual de los recursos que permitirá que la economía absorba los fondos así liberados con un menor impacto inflacionario y menos depreciación de la moneda, a la vez que se apuntala el aporte privado al crecimiento del PIB.

19 de agosto 2022

guillermomendozad@gmdconsultor.com

Estado Unidos, recesión e inflación y su impacto en Venezuela

Guillermo Mendoza Dávila

La economía norteamericana ha experimentado crecimiento negativo por dos trimestres consecutivos, lo cual se toma como el inicio de un período de recesión. La decisión de soportar a su población con abundantes recursos monetarios durante la pandemia, aunado a las secuelas de la fútil invasión rusa del territorio Ucraniano, han traído como consecuencia una perversa etapa inflacionaria que apunta a un enfriamiento en la producción y adquisición de bienes y servicios a todo nivel. El descalabro que indujo el COVID en las cadenas internacionales de suministros, en especial las chinas, y las sanciones globales a la conducta bélica “soviética” se suman y contribuyen con la situación actual.

Aun así, todavía el empleo sigue firme en el país del norte, lo cual podría dar signos de resiliencia económica, al permitir soportar el consumo privado, primer motor de su economía al contribuir con cerca del 70% de su PIB. La fortaleza actual del dólar abarata sus importaciones y algunos síntomas de que la inflación está comenzando a ceder son un buen augurio en este momento borrascoso. La data es aún contradictoria e insuficiente, algunas cifras bien y otras muy mal, motivo por el cual aún no se ha declarado formalmente la recesión. Esperemos y anhelamos que logren evitar el decrecimiento económico y contralar la subida de precios.

Para Venezuela esa situación trae consecuencias directas e inmediatas, ya que mensualmente recibimos desde Norteamérica una cifra significativa de remesas en apoyo a los dilapidados bolsillos de los consumidores locales, y que ya se ven mermadas proporcionalmente al efecto que dicha inflación tiene en los remitentes. Por otro lado, nuestra oferta actual de productos de consumo es en un alto porcentaje de origen importado, por lo tanto la inflación internacional “se viene con ellos”, encareciendo lo que a diario adquirimos en nuestras bodegas y supermercados, así como también el precio de los suministros de materias primas que traen nuestras empresas. El costo por fletar un contenedor desde China a Venezuela pasó de unos $4.000 hace 3 años a $24.000 actualmente, con unos marcados atrasos en los tiempos de entrega…y ese incremento se le suma al precio de venta de todo lo que viene adentro de dicho contenedor.

En nuestro país, algunos factores de política económica, tanto cambiaria como monetaria y fiscal se han conjugado para crear unas condiciones mínimas bajo las cuales fragmentos del sector privado ha podido mantener algo de su actividad y en algunos casos muy puntuales se ha logrado un leve repunte. La dolarización, el “taima” en las visitas del SUNDDE y el SENIAT, la no aplicación de la Ley de Precios Justos y otras perlas similares han dado un ligero respiro al empresariado, a pesar de encontrarse ahora con mayores impuestos municipales y el afamado IGTF.

Ahora bien, el camino del crecimiento sostenido que el país requiere para retornar a una economía diversificada y en sólida expansión pasa necesariamente por permitir el crédito bancario, tanto a los sectores comercial y manufacturero como a la construcción. Sólo así podremos ver una recuperación significativa del empleo privado productivo y con ello mejoras en el nivel de vida de la población. Si el precio y el volumen de petróleo mantienen llenas las arcas del Estado y los recursos se orientan a la muy necesaria inversión en infraestructura, entonces tendríamos una oportunidad cierta de volver a donde estábamos…y arrancar desde ahí.

Instagram: @guillermomendozad_

guillermomendozad@gmdconsultor.com

Venezuela, por el camino que vamos

Guillermo Mendoza Dávila

Para nada es cierto que “el país se arregló”, sin lugar a duda, como tampoco lo es que las únicas mejoras están circunscritas a los muy bien surtidos bodegones de las Mercedes en Caracas.

Por una parte no parece sensato hablar de arreglos, luego de haber perdido en pocos años el 80% de nuestra producción de bienes y servicios (PIB), que pasó de unos US$330 MMM a escasos US$65 MMM, mediante la caída de más dos tercios de la producción diaria de petróleo, junto a un marcado deterioro en la capacidad refinadora. Presenciamos un descalabro en la generación y transmisión de energía, se paralizó la industria y la construcción, mientras que el agro, el comercio, la banca y demás servicios apenas sobreviven y hemos presenciado un desarreglo social de impensable envergadura que se puede medir por unos 5 millones de migrantes pobres que salieron del país más rico de la américa latina. El país no se arregló.

Tampoco podemos esconder que hay un repunte en la actividad económica que surgió de la mano de la dolarización, del respiro en las condiciones de operación del sector privado, una efímera salida de la pandemia y mejores precios petroleros, que se juntaron y sirvieron para presenciar una demostración inequívoca de la vocación y la resiliencia del sector productivo nacional. Con seguridad podremos alcanzar un 10% de crecimiento del PIB este año, lo cual es muy bueno en vacío pero absolutamente insuficiente en el contexto nacional. Además, hay que cuidar que medidas como el IGTF o las inmensas penurias energéticas no dañen lo poco que hemos logrado recientemente.

Si hay todavía muy numerosas y sabidas contrariedades que no es necesario repetir aquí. Tampoco el crecimiento ha llegado a todos los sectores y la construcción es quizás el mejor ejemplo. Para el sector privado la falta de financiamiento es una barrera monumental. Las carencias socioeconómicas de la población son abrumadoras y el mayor compromiso de todos, pero en especial de las autoridades. Y sin embargo, hoy hay crecimiento en el agro, en la industria y en el comercio. En el primer semestre del 2022 la Bolsa de Valores de Caracas listó emisiones por US$16 MM, cuatro veces la cifra alcanzada en el mismo período del 2021. Esto incluye por cierto varios emisores nuevos, algunos pequeños y medianos. Claro que aún es muy poco, pero es mucho mejor.

Que nadie diga que no hay un LIGERO repunte, que no se pretenda borrar con teorías conspiratorias y estilo agorero lo que los empresarios han alcanzado con mucho esfuerzo, sacrificio y dedicación, sobreponiéndose cada día a situaciones contrarias para alcanzar estos pírricos resultados. Sólo nos podremos arreglar si logramos alcanzar ese 10%+ de crecimiento anual por muchos años consecutivos y eso si las autoridades así lo permiten mediante las condiciones pertinentes, pero que nadie diga que no estamos trabajando con mucho ahínco y ya algo hemos logrado.

Diario de Los Andes

25/07/2022

https://diariodelosandes.com/site/venezuela-por-el-camino-que-vamos-por-...