Pasar al contenido principal

Guillermo Mendoza Dávila

Visión de conjunto

Guillermo Mendoza Dávila

Cuando leemos con asombro que María Corina y Er Conde son los dos candidatos con mayor favoritismo entre aquellos que se identifican con la oposición, es muy fácil comprender el poco apoyo popular y las aún menores oportunidades de triunfo que tiene esa tendencia en los próximos comicios, si no es que sucede algo extraordinario.

Actualmente, cerca del 55% del electorado se declara como ni con estos ni con aquellos y aducen no apoyar ninguna corriente política. No es tarea fácil explicar dicha cifra, luego de 25 años de una gestión tan deslucida como la actual; pero la oposición ha logrado con censurable tino alienar a muchos con sus desacuerdos y sus apetitos de poder. Y eso es lo que reflejan las encuestas.

Ciertamente, la mayoría quiere ver cambios en la gestión política y en las condiciones económicas resultantes. Eso es quizás lo único que nos aúna, incluso a aquellos que apoyan al gobierno. Pero cómo y con quién capitalizar esa brillante oportunidad pareciera ser la pregunta del examen que no nos sabemos.

Pasemos entonces a lo que nos ocupa. Debemos aceptar con estoica resignación nuestro destino y sacar el mayor y mejor provecho posible de lo que nos viene, ya que indefectiblemente habremos de tener los mismos actores al frente de las decisiones políticas y económicas por muchos años más. ¿Y entonces, qué podemos hacer?

Una respuesta contundente la dio el actual gobernador del Zulia, Manuel Rosales, cuando tomó sus limones e hizo limonada. Se sentó con el Presidente de la República, Nicolas Maduro, como le correspondía por razón de la investidura de ambos y en pocos meses de gobierno logró lo impensable, y es que ahora en Maracaibo hay gasolina y hay electricidad. ¡Caray!

Nos toca separar el diario devenir de nuestras actividades profesionales de las muy justificadas aspiraciones políticas. De allí surge el título del artículo. Rosales dejó en casa el discurso opositor y con su cachucha de gobernador trabajó con quien debía para atender y resolver los problemas para los cuales fue electo. Visión de conjunto, basar el impacto de sus acciones en la perspectiva del pueblo zuliano y no solamente de aquellos que le siguen políticamente.

Nos toca preguntar, cómo podemos adecuarnos para adaptar nuestras empresas y prácticas profesionales para subsistir y perdurar en medio de este entorno tan complejo y multiplural. Qué más hacer, que aún no hayamos hecho. Dónde hay oportunidades por aprovechar, mercados y clientes por atender, servicios que ofrecer, alianzas que estrechar, talentos por desarrollar.

Esta visión de conjunto obliga a ir más allá de lo inmediato, de aquello que está directamente frente a nosotros y que nos limita. Ejemplos hay muchos, pero no por ello la cosa sea más fácil. El desafío está en acometer hasta lograr, conscientes del entorno y a pesar de él. Ya casi no se ven los tradicionales taxis, pero apareció Ridery; la empresa de transporte privado La Wawa sigue creciendo, Tu Zona Market igual; productos traídos de fuera sustituyen muchos que hacíamos aquí, empresas locales aprovecharon la salida de otras, pero los estantes están abastecidos. No apoyo las políticas que dieron pie a esto, pero hoy se trata de adaptarse y no desaparecer.

Plumrose Latinoamericana es además dueña de las marcas Oscar Mayer, Fiesta, Italsalumi y Don Diego. Y siguen aquí, desde 1953. Empresas nuevas afloran, como la oriental Alimentos Del Castillo, de capital 100% criollo que no para de crecer, incorporando nuevos productos y mercados a su catálogo, con la innovación y la creatividad necesarias. Como su queso deslactosados, pensado para un público infantil que hasta ahora se tenía que privar de consumir lácteos. Chapó.

Los líderes empresariales, profesionales y académicos, estamos obligados a mirar estratégicamente y con visión de conjunto, manejando los riesgos y adaptándonos a los cambios, aprovechando el mejor talento que nos rodea para seguir adelante maximizando los resultados que estén a nuestro alcance. Y de paso atendemos la responsabilidad social que tenemos para con aquellos que confían su destino a nosotros.

Como bien dijo Mark Twain, “Aléjate de aquellas personas que intentan menospreciar tus ambiciones. Las mentes pequeñas siempre harán eso, pero las mentes grandes te darán la sensación de que tú también puedes volverte grande.”

De petróleo y otras cosas

Guillermo Mendoza Dávila

La demanda mundial del oro negro está prevista a crecer unos 2 millones de b/d en el 2023, trepando ya por encima de los 100 millones de b/d, principalmente por la recuperación de la economía China, luego del levantamiento de las restricciones post Covid.

Mientras tanto, el crecimiento de la oferta debe ralentizarse, con un aumento estimado en 1 mm de b/d, en gran medida debido a la insensata situación bélica soviética. Algún precio ha de pagar Mr. Putin por sus locuras y ya Rusia siente el impacto de las sanciones internacionales. A la fecha han perdido unos 200.000 b/d de ventas y se espera que el escarmiento alcance hasta cuatro veces esa cantidad.

Por lo anterior, mayor crecimiento de la demanda que el crecimiento de la oferta, parece muy probable que el precio del petróleo se mantenga alto durante el año. Ello, asumiendo que no habrá en el corto plazo un fin negociado a la cruenta invasión a Ucrania u otras acciones correctivas de parte de la OPEP y otros actores.

Trayendo a casa este escenario, pareciera que nuestro petróleo mantendrá un precio atractivo a lo largo del año. Ahora sólo tenemos que incrementar significativamente nuestra producción para aprovechar esta nueva oportunidad de mejorar los ingresos públicos. Para ello, ciertamente debemos soñar con la drástica reducción o quizás la eliminación total de las sanciones a nuestra principal industria.

Quede claro a mis dilectos lectores dos aspectos; uno, que me refiero taxativamente a las sanciones en contra de las instituciones afectadas; y dos, que no hago juicio de valor sobre el destino de dichos fondos. Solamente hago votos por aprovechar al máximo todas las oportunidades que se nos presenten como nación y que son por demás muy necesarias.

La semana pasada preguntaba cómo podría el Estado pagar a sus empleados un ajuste salarial de cualquier magnitud. Estimamos que la partida de sueldos represente entre el 4% y el 5% de los ingresos totales para 2023. Entendemos que el clamor popular es más que justificado, ya que el sueldo promedio del sector público ronda los $20 mensuales, con un mínimo de $14. Pero debemos curiosear de dónde saldrá el dinero para dicho ajuste, si los escasos recursos están totalmente comprometidos. Ergo, el párrafo anterior.

La otra pregunta es cómo atender a la solicitud de que el pago se haga en divisas. Nadie quiere bolívares, pero para el Estado no será fácil depositar dichas nóminas en divisas. Liquidar nuestra moneda es anatema y la apertura de millones de cuentas nuevas es inviable, lo que nos deja con un acertijo entre manos. Podrían quizás depositar las divisas en las mismas cuentas actuales en bolívares, obligando a la banca a registrar ambos saldos simultáneamente, pero ello parece altamente improbable, técnica y prácticamente.

Anclar el salario al Petro o algo similar que mantenga el pago en moneda local no resuelve el problema de fondo y nos empujaría aún más por el derrotero de la muy temida hiper. Como pueden apreciar, no hay salida fácil, más allá de aceptar abiertamente que se deben modificar las políticas que dan pie a la inflación, rescatar la confianza en el país y en su moneda, y sólo así podremos ver los salarios dignos del trabajo que ofrecen a cambio todos los venezolanos, cada quien desde su puesto, cada uno desde su trinchera. Claro que toma tiempo y resolución, pero como dicen los chamos, no hay de otra.

Todo lo cual nos lleva de regreso al punto de partida. El potencial para un significativo ingreso público lo hay, este año y muchos per venir. Con las reformas estructurales adecuadas rescataremos nuestra industria petrolera y todas aquellas que hicieron grande a este país, en el cual cabemos todos los que estamos y los que se marcharon, derivando de nuestro esfuerzo el justo sustento al que todos aspiramos.

¿Qué cómo se logran esas reformas? No cejando en nuestro diario empeño por propender a ello hasta lograrlo. De cualquier manera posible, aún si el mensaje ha caído en oídos sordos por ahora. El entonces presidente norteamericano John F. Kennedy dijo, “no preguntes lo que la nación puede hacer por ti, pregunta qué puedes hacer tú por tu nación.”

guillermomendozad@gmdconsultor.com

De sueldos y salarios

Guillermo Mendoza Dávila

Como era de esperarse, ya a estas horas la apertura marcha como se dice en italiano piano piano va lontano, lento pero muy seguro. Ahora es Trinidad & Tobago junto con la Shell quienes han conseguido la necesaria autorización de las autoridades norteamericanas para explotar gas venezolano. Es cierto que las sanciones están enfocadas primordialmente en el petróleo, pero aun así nadie nos quiere tocar y mucho menos invertir sin el debido permiso.

Si bien el ahora famoso campo marino de gas Dragón tardará años en dar sus frutos, la licencia en si misma es una gran noticia. Los otros que están prevenidos al bate, entre ellos Repsol, Eni y Ecopetrol no tardarán en tomar su turno frente al home plate de la OFAC y vendrán por sus fueros. Ojalá que sea pronto, que buena falta nos hace.

Mientras tanto, aquí en casa se da un acalorado debate sobre un tema hipersensible, como lo es el salario mínimo que deben devengar los trabajadores. Y es que “al circo le crecieron los enanos,” porque son ahora los trabajadores oficialistas los que manifiestan a diario en reclamo de lo que consideran sus muy merecidas reivindicaciones. Ya no quieren más de los maltrechos y poliónimos bolívares; ni fuertes, ni soberanos ni digitales. ¡Quieren de los verdes!

A decir del reputado Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF) el sector privado paga actualmente unos $140 en promedio mensual, con los profesionales tasados cerca de $200 y los cargos gerenciales a partir de $300 y de ahí pa’arriba; así que, cómo puede ser que los que prestan sus servicios en el sector oficial devenguen unos míseros $14 al mes. No suena para nada razonable que luego de 25 años el proceso no pueda cubrir el mínimo de necesidades de sus colaboradores, poniéndolos a la par quizás solamente con los trabajadores en Bangladesh.

Pero, siempre hay un bendito pero. Resulta que el grupo de los denominados empleados públicos agrupa a la bicoca de 5.5 millones de venezolanos, unos más o unos menos, que prestan sus servicios al Estado en distintas capacidades. Un agotado modelo de redistribución de riqueza, muy usado desde illo tempore en toda Latinoamérica, donde el Estado emplea a todo aquel con el fin de mantener contentos a muchos, en vez de crear las condiciones necesarias para que cada quien se pueda propiciar sus ingresos de forma particular.

Ahora bien, en un país donde las arcas oficialistas deben recibir en este 2023 un estimado de $25 mil millones, no es tan fácil ajustar la nómina de los 1 mil millones actuales, 4% de los ingresos, a $3.3 mil millones, como se le achaca haber asomado a Fedecámaras, fijando el sueldo mínimo en $50 al mes, un 13% del total de ingresos y menos aún a los casi $7 mil millones que sugiere “con piquete invertido” el afamado economista José Guerra, con su propuesta de $100 de sueldo mínimo, más del 26% de los ingresos totales.

Ciertamente, las protestas van a dar su fruto, ya que sin dudas el gobierno cederá a la incesante presión respondiendo con algún tipo de ajuste. Lo que no está claro es que en efecto vayan a dolarizar la remuneración del sector público, ya que ello implicaría aceptar de pleno el formal entierro de nuestra muy cayapeada moneda, que hasta ahora han tratado de reivindicar. Esperemos que por favor no sea otro ajuste en bolívares, que nadie quiere por su inherente deterioro y por el perverso efecto inflacionario que ya todos aprendimos a predecir. Entonces, no queda más que anticipar alguna aberración polifacética como quizás un anclaje al Petro u otro fenómeno parecido.

Pero lo que sí parece muy probable es que de aquí a los Carnavales estemos ante un nuevo esquema remunerativo que de seguro tendrá implicaciones también para el sector privado. Eso no lo duden, ya que es la forma más efectiva de desviar la atención de los temas prioritarios y lograr que todos hablemos de lo que no debemos.

guillermomendozad@gmdconsultor.com

¡Estar bien aquí está mal!

Guillermo Mendoza Dávila

El encabezado de hoy semeja una cacofonía. Esa combinación menos que armónica pareciera un contrasentido. Pero resulta que hay una matriz de opinión entre muchos de nosotros, tanto localmente como en el exilio que prácticamente nos obliga a todos los venezolanos a estar mal.

Nuestros coterráneos en Miami y en otros derroteros se regodean de repetir a los cuatro vientos lo mal que está Venezuela. Los que quedamos aquí nos saludamos con el depresivo “aquí, en la misma measma; mal, pero no importa; fregado pero en Caracas.”

La cultura derrotista, la apatía y la falta de esperanzas hace añicos los eventuales esfuerzos de muchos por salir adelante y aquellos que no están mal se reprimen de decirlo, ya que se arriesgan a ser criticados y mal vistos. A quien le esté yendo bien se le menosprecia de inmediato y se le etiqueta con el frecuente “estará enchufado.”

Durante la Homilía de la Divina Pastora, el respetable Obispo pedía “que cesen las burbujas de la falsedad económica.” Su argumento de fondo apuntando a la inmensa mayoría de la población que no ha visto más que penurias en muchos años. Nadie puede negar esa cruenta realidad.

Ahora bien, por qué no buscar que la burbuja ampare a más, propender a que nos vaya bien a todos. Hay buscar que las mejoras económicas, QUE SI LAS HAY, alcancen no solo a unos pocos y volvamos a tener un país habitado mayormente por una clase media que consiga oportunidades reales de mantener a su familia y prosperar. Que no se acabe la burbuja…¡más bien que crezca!

Necesitamos que vuelva la inversión privada, las fuentes de empleo y el emprendimiento. La inmensa brecha existente hoy entre la remuneración del sector privado y el público es clara demostración de ello. Tenemos que retornar al país que fuimos, con un alto grado de industrialización e infraestructura para los estándares latinoamericanos del momento y retomar desde ahí nuestra senda de desarrollo.

La apertura petrolera es un camino necesario para ello, pero pareciera que los detractores de oficio prefieren que se mantengan las sanciones y que no rescatemos los miles de pozos inactivos, que no se adecúen las tuberías y que no se arreglen las refinerías. Que no se venda más petróleo y sus derivados, que no entre dinero a las arcas del Estado. Que sigamos como estamos es mejor a que el gobierno maneje más recursos.

Por mi parte me niego a estar mal. Me niego a aceptar que la politequería siga sumiendo a toda una nación en el más absoluto abandono social y económico. Entiendo el rechazo al gobierno, que ha sabido malgastar una soberbia riqueza en la búsqueda del poder perpetuo. Sin embargo, mientras eso cambie, cada familia que vive aquí necesita procurarse el mejor sustento posible, con el mayor esfuerzo a su alcance para no seguir en este letargo económico mientas cambia el modelo político. Y para eso hacen falta cuantiosos recursos y disposición.

Hay muchos empresarios trabajando duro y consiguiendo resultados entre los pocos espacios que han quedado vacíos. No todos están enchufados. Por mi parte, ninguno de mis clientes está dentro de los círculos del poder político y aun así marchan adelante satisfactoriamente. Claro que podrían estar mejor, pero no están mal.

No es fácil, no señor. Pero eso ya lo sabemos. Hay que salir muy temprano todos los días a buscar y rebuscar. Hay que adecuarse, cambiar, mejorar, innovar, asesorarse. Ven ustedes médicos, abogados, agentes de bienes raíces y ejecutivos diversos que les va relativamente bien, mientas muchos de sus colegas pasan el día lamentándose. En el mismo país, en el mismo mercado.

En abril del 2020, iniciando la pandemia escribí al sector empresarial que debíamos “Asumir con resolución el liderazgo que la situación reclama. Rendirnos no es una opción.” Hoy hago el mismo llamado. Si fuera fácil no estaríamos hablando de esto y no lo es. Situaciones tan complejas exigen lo mejor de todos nosotros y ciertamente los mejores saldrán adelante a pesar de la inmensa crisis que nos agobia.

Claro que no todos tuvimos las mismas oportunidades académicas y las mismas experiencias profesionales de las cuales echar mano para mantenernos a flote. Pero quienes la tuvieron están llamados a luchar, a brazo partido para coadyuvar en la medida de sus capacidades a crear las condiciones que aporten al mejoramiento de su entorno. Un palo no hace montaña, pero la suma de lo micro hace lo macro. Hagamos crecer la burbuja para estar todos mejor.

guillermomendozad@gmdconsultor.com

Año nuevo, vida nueva

Guillermo Mendoza Dávila

El 12 de noviembre publicamos un artículo titulado ¿Y si no hay recesión en USA? Ratifico nuevamente que “predecir es muy difícil, en especial sobre el futuro,” pero hoy ciertamente pareciera que el gigante del norte va a salir tan solo ligeramente golpeado por esta crisis, pero podrá esquivar los golpes más fuertes que experimentó en el pasado reciente.

El consumo privado y el empleo siguen adelante resilientemente, el mercado inmobiliario aflojó pero no tanto y, tras la caída en el precio de los combustibles y la inflación en general, todo apunta en ese sentido. Esto le permite al gobierno norteño de turno ocuparse con más atención de ciertos aspectos internacionales.

También escribimos endenantes sobre la modificación de las sanciones, el fin del Interinato y el cambio gradual en las relaciones entre USA y Venezuela. Todo esto ya se dio. Ahora bien, qué podría significar para nosotros, los empresarios y ejecutivos, profesionales independientes, trabajadores y los ciudadanos de a pie, excluyendo aquí a los políticos, de bando y bando.

Ya zarparon los primeros 500.000 barriles de la petrolera americana. Ecopetrol de Colombia presentó ante la OFAC una solicitud formal para recibir una licencia similar a la de Chevron para operar con PDVSA y poder así importar gas; que seguro ya lo hablaron Petro y Blinken en su reunión de octubre. De igual manera, se espera que a corto plazo se otorguen sendas licencias a la italiana Eni y la española Repsol, también para participar en el sector de energía. Posiblemente sigan otras más adelante.

Todo lo cual -de concretarse- habrá de traducirse en mayor actividad económica real y a corto plazo. Vale decir, inversión para la reactivación de la principal industria del país, que implica la muy ansiada generación de empleos y la contratación de todo aquello necesario para la producción de combustibles fósiles.

La industria petrolera propiamente no es mano de obra intensiva, pero la cadena de valor que la soporta sí que lo es, en especial por el marcado deterioro actual de toda la infraestructura. Imaginen activar miles de pozos dormidos, las plataformas lacustres y marinas, cientos de kilómetros de tuberías que deben ser recuperadas o sustituidas, estaciones y subestaciones de bombeo, vehículos y materiales de todo tipo y para usted de contar.

Esto también conlleva, a mediano plazo y según se vaya dando el desmontaje de las sanciones, con otras cifras de inversión y con otros actores, a la recuperación de uno de los principales complejos refinadores del mundo, que incluye Paraguná en Falcón, El Palito en Carabobo y Jose en Anzoátegui.

Este escenario ciertamente es muy quimérico por la complejidad política del país y sin embargo pareciera ser uno que junta la probada habilidad del ejecutivo, la precariedad social nacional y las necesidades del mercado energético mundial. Negociaciones van y vienen, con propios y extraños para ir avanzando en solventar la crisis económica del país, dejando de lado la política “por ahora.” Entonces, esto lo que podría significar es una posible y paulatina recuperación de nuestra economía, nuevamente de la mano del petróleo. Ojalá.

Que nos guste o no es otro tema. Parecido por cierto a la negociación de paz en Colombia. Tuvieron que decidir dejar atrás la perversa guerra que por 6 décadas causó terribles atrocidades, sin castigar a los culpables, seguir adelante como nación tragando muy grueso y olvidando el horrible pasado. Hoy el Presidente neogranadino es un afamado exguerrillero. “Cosas veredes Sancho.

Año nuevo, vida nueva

Guillermo Mendoza Dávila

El 12 de noviembre publicamos un artículo titulado ¿Y si no hay recesión en USA? Ratifico nuevamente que “predecir es muy difícil, en especial sobre el futuro,” pero hoy ciertamente pareciera que el gigante del norte va a salir tan solo ligeramente golpeado por esta crisis, pero podrá esquivar los golpes más fuertes que experimentó en el pasado reciente.

El consumo privado y el empleo siguen adelante resilientemente, el mercado inmobiliario aflojó pero no tanto y, tras la caída en el precio de los combustibles y la inflación en general, todo apunta en ese sentido. Esto le permite al gobierno norteño de turno ocuparse con más atención de ciertos aspectos internacionales.

También escribimos endenantes sobre la modificación de las sanciones, el fin del Interinato y el cambio gradual en las relaciones entre USA y Venezuela. Todo esto ya se dio. Ahora bien, qué podría significar para nosotros, los empresarios y ejecutivos, profesionales independientes, trabajadores y los ciudadanos de a pie, excluyendo aquí a los políticos, de bando y bando.

Ya zarparon los primeros 500.000 barriles de la petrolera americana. Ecopetrol de Colombia presentó ante la OFAC una solicitud formal para recibir una licencia similar a la de Chevron para operar con PDVSA y poder así importar gas; que seguro ya lo hablaron Petro y Blinken en su reunión de octubre. De igual manera, se espera que a corto plazo se otorguen sendas licencias a la italiana Eni y la española Repsol, también para participar en el sector de energía. Posiblemente sigan otras más adelante.

Todo lo cual -de concretarse- habrá de traducirse en mayor actividad económica real y a corto plazo. Vale decir, inversión para la reactivación de la principal industria del país, que implica la muy ansiada generación de empleos y la contratación de todo aquello necesario para la producción de combustibles fósiles.

La industria petrolera propiamente no es mano de obra intensiva, pero la cadena de valor que la soporta sí que lo es, en especial por el marcado deterioro actual de toda la infraestructura. Imaginen activar miles de pozos dormidos, las plataformas lacustres y marinas, cientos de kilómetros de tuberías que deben ser recuperadas o sustituidas, estaciones y subestaciones de bombeo, vehículos y materiales de todo tipo y para usted de contar.

Esto también conlleva, a mediano plazo y según se vaya dando el desmontaje de las sanciones, con otras cifras de inversión y con otros actores, a la recuperación de uno de los principales complejos refinadores del mundo, que incluye Paraguná en Falcón, El Palito en Carabobo y Jose en Anzoátegui.

Este escenario ciertamente es muy quimérico por la complejidad política del país y sin embargo pareciera ser uno que junta la probada habilidad del ejecutivo, la precariedad social nacional y las necesidades del mercado energético mundial. Negociaciones van y vienen, con propios y extraños para ir avanzando en solventar la crisis económica del país, dejando de lado la política “por ahora.” Entonces, esto lo que podría significar es una posible y paulatina recuperación de nuestra economía, nuevamente de la mano del petróleo. Ojalá.

Qué nos guste o no es otro tema. Parecido por cierto a la negociación de paz en Colombia. Tuvieron que decidir dejar atrás la perversa guerra que por 6 décadas causó terribles atrocidades, sin castigar a los culpables, seguir adelante como nación tragando muy grueso y olvidando el horrible pasado. Hoy el Presidente neogranadino es un afamado exguerrillero. “Cosas veredes Sancho.

guillermomendozad@gmdconsultor.com

¿Economía de bodegones?

Guillermo Mendoza Dávila

Entendemos claramente que hacer oposición es una tarea muy difícil en un país donde el Poder Ejecutivo controla todos los otros poderes públicos, sin separación alguna entre ellos y mucho menos autonomía. No obstante, las licencias que se toman los voceros del bando opositor explica por qué dicha oposición tenga tan poco respaldo popular. Actualmente, con medición tan reciente como septiembre del 2022, cerca del 60% de la población se identifica políticamente como Ni-Ni. Esto debería darles mucho en que pensar, a ambos bandos.

Si se trata de oponerse a una cierta corriente ideológica, lo propio sería mezclar los hechos y evidencias con argumentos sólidos que permitan al ciudadano común percibir una forma diferente de pensar, una propuesta alterna, otra visión del país que queremos. Nada de eso por ahora, en todos los 24 años del proceso, más allá quizás del titánico esfuerzo de Henrique Capriles en su fallida campaña electoral, donde hubo planteamientos muy concretos y otra perspectiva de cómo hacer las cosas.

No obstante, vemos con absoluta perplejidad y otros tantos adjetivos subidos de tono como en diciembre de este difícil año pueda decirse que esta es “una economía de bodegones.” Mayor insulto. Pareciera como si el gigantesco esfuerzo y el denodado empeño del sector empresarial por mantenerse y sobreponerse a todos los archiconocidos elementos que enfrenta no importase. Pues sépanlo bien, eso no es así.

Por siempre he pensado que si aquellos que declaran las guerras tuvieran que pelearlas al frente de sus tropas, y además acompañados de todos sus hijos, habría mucho menos guerras en los libros de historia de la humanidad. Por ejemplo, si los hijos del temido Putin hubieran tenido que marchar y morir de primeros, al lado de su papá en la innecesaria contienda, quizás el delirante monstruo soviético se lo hubiera pensado un poco mejor. Bien lo dice el taurino, es más fácil ver los toros desde la barrera.

De esa misma manera creo que algunos de los políticos de oficio deben darse una baño de realidad, salir de su trinchera intelectual y cotejar sus argumentos con quienes están día a día en la calle produciendo lo mucho o poco que se genera en el país. Sin dudas verían que hay mucho más que bodegones en este momento en el país. Indudablemente, el sector industrial está muy menguado y aun así reporta un ligero pero meritorio crecimiento del 12% este año. Consecomercio, a pesar de todo logra reportar números positivos para el año. El agro, igualmente golpeado y “haciendo de tripas corazón” ha tratado de reinventarse, y como ejemplo cito la cosecha de maíz que este año logra casi un 50% por encima del 2021. Todo esto sin financiamiento, con gravámenes imposibles, controles excesivos, falta de combustibles, sanciones y pare usted de contar.

Ahora bien, los gremios se reúnen a diario en todas las regiones buscando incansablemente conquistar los espacios que les permitan a sus representados seguir adelante, contra viento y marea. Hay ferias y eventos de todos los sectores, en todo el país, tratando de abrir alguna puerta de las muchas que se han cerrado. Aquellas empresas del sector petrolero que aun existen han aguantado estoicamente, las del sector construcción igual o peor, los comerciantes sobreviven haciendo maromas entre la inflación y la brecha cambiaria que los golpea a discreción y así podríamos seguir enumerando héroes empresariales que siguen marchando de forma admirable. Los profesionales independientes de igual manera; usted levanta el teléfono y consigue a su médico, su abogado, su contador y tantos otros que siguen fajados a diario.

Que nadie venga aquí a enarbolar banderas opositoras mentando a los empresarios o minimizando sus logros. El solo hecho de poder usar ese apelativo es meritorio de sendas medallas al empeño, la constancia y la resiliencia. Ciertamente, estamos pasando aceite con lata y todo, pero aún no hemos tumbado el rey. ¡Aquí hay mucho más que bodegones!

Y ya que estamos en esto hago una propuesta a la oposición. Escojan los candidatos a las primarias por su currículum, descarten de una vez todos los bates quebraos' y le presentan al país solamente aquellos pocos que estén calificados por su trayectoria y su hoja de vida para regir los destinos del país. No propongan una lista que tenga a Calderón Beri al lado de Bernabé Gutiérrez. Por favor.

guillermomendozad@gmdconsultor.com

Inflexión sin interinato

Guillermo Mendoza Dávila

Nada de casual tienen los encuentros del Presidente Maduro con Emmanuel Macron de Francia, John Kerry enviado de Biden a la Cumbre en Egipto o con el Presidente de Portugal. Lo mismo podemos decir de la visita del alto representante del Vaticano a CCS o las negociaciones en México.

Míster Petro ya está alineando los apoyos de Fernández, Lula y el resto de la izquierda latinoamericana para proponer y presionar por la amnistía general para "todo aquel" vinculado con el régimen y con la oposición. Una suerte de borrón y cuenta nueva y aquí no ha pasado nada. Modelado al estilo de las negociaciones de paz en Colombia.

Las sanciones están por caer, quizás incluso a partir de enero al terminar este disparate mal conocido como Interinato y el pichón de Leopoldo sale enlodado por las marramucias de la derecha; a pesar de haber llevado sobre sus hombros la carga y el mensaje de la oposición al mundo entero. La renuncia de un hombre probo como pocos, como lo es el Ing. Calderón Berti, no deja lugar a dudas. Pasar impoluto por el Ministerio de Minas e Hidrocarburos, por la Presidencia de PDVSA, de la OPEP y por la Cancillería, es más que suficiente evidencia de quien es quien.

¿Y ahora, qué? Al final del día todos queremos anticipar lo que está por venir. Por una parte quisiéramos ver la liberación inmediata de los presos políticos y la restitución del estado de derecho (buena suerte con esta); y por la otra la posibilidad más o menos cierta de que aquí la economía se estabilice y comience a crecer sostenidamente. Y rápido.

Con la caída de las sanciones, la renta petrolera debería mejorar con prontitud, en la medida en que las empresas del sector energético internacionales y domésticas comiencen a trabajar sin tantas limitaciones innecesarias e ineficientes. El rescate de los taladros y los gasoductos es quizás más fácil, para vender petróleo crudo y gas; incrementar la capacidad de refinación es más lenta.

Pero la verdadera recuperación solamente llegará a notarse cuando todo el aparato productivo tenga acceso a financiamiento suficiente. Esto implica crédito internacional para todas las áreas de servicios públicos (ya están en eso con la electricidad) y la liberación del financiamiento bancario nacional. Las políticas monetaria y cambiaria habrán de ajustarse a un modelo diferente, donde la banca pueda prestar sin que se dispare la paridad y por ende la inflación.

Eso indefectiblemente implica la generación de confianza en la economía nacional, que es quien eventualmente soporta la moneda. Esta es una de esas condiciones conocida como “necesaria y suficiente.” Hasta tanto los actores económicos en conjunto, que somos todos aquellos laboralmente activos no creamos que esto va a mejorar, pues no va a mejorar. Una profecía autocumplida.

Ahora por el contrario, si el Estado logra promover las medidas que nos hagan creer que “las cosas van a estar mejor” y por ende nos induzcan a comportarnos acorde a esa expectativa, habrá más empleo, mejores remuneraciones, mayor consumo e inversión y como dicen los franceses, voila. Más fácil decirlo que hacerlo, ciertamente, ya que implica un viraje de políticas y condiciones en general. Sin embargo, ese viraje comenzó días atrás y el acercamiento interinstitucional está encaminado. ¡Aun cuando a algunos no les guste reconocerlo!

No cantamos victoria, para nada. Todavía no hemos llegado a ningún lado y quizás estemos viendo con ansiado optimismo estos pininos, unas primeras señas de parte del Ejecutivo de que hay claros espacios de entendimiento. Ciertamente, hay mucha historia y “a quien lo picó macagua, bejuco le para el pelo.”

No obstante, si hay espacios que el empresariado ha logrado conquistar, entendiendo que la política y los negocios no se mezclan. Si bien necesitamos una gestión pública eficiente en la creación de las condiciones generales donde podamos operar, lo nuestro es enfocarnos en los hechos y no en los actores. Seguimos adelante con mucho entusiasmo, trabajando muy duro, quizás más que nunca, y dejando atrás a los agoreros de la economía. La política es otra cosa y allí, por ahora, la suerte ya está echada.

guillermomendozad@gmdconsultor.com

Lo que queremos y lo que creemos

Guillermo Mendoza Dávila

Todos queremos que termine pronto esta etapa de nuestra historia contemporánea, una sobrevenida por el terrible descuido de las clases sociales más necesitadas por parte de quienes detentaron el poder y administraron muy dispendiosamente la inmensa riqueza venezolana en la segunda mitad del siglo pasado, con pírricos logros en infraestructura y desarrollo social visto a la luz de los recursos empleados. Claro que se hizo mucho, hobo avances y mejoras, pero logros totalmente exiguos si los medimos en términos relativos a lo que se invirtió para alcanzarlos. Lo que ha sucedido después con nuestra sociedad y con todas nuestras instituciones es harto conocido. Por ello, todos queremos regresar a lo que teníamos cuando “éramos ricos y no lo sabíamos”. Quizás ahora hagamos promesa formal de una mejor redistribución de nuestras fortunas, para que muchos más de nosotros podamos acceder a los frutos de esa riqueza.

Pero realmente muy pocos creemos que eso se dé porque repentinamente lleguen los marines de la infantería norteamericana a las costas de Falcón una madrugada cualquiera, ni tampoco porque marchemos bajo el inclemente sol con la bandera como uniforme, arma y escudo. Las guarimbas y demás tácticas urbanas tampoco ayudan a la causa. No creemos poder lograrlo mientras no exista un liderazgo fidedigno, una oposición efectivamente unida y un mensaje muy claro que cautive a la mayoría de la población, la cual está totalmente insatisfecha con el modelo actual pero también con la alternativa, ya que ésta sigue representando el modelo anterior. Un mentado Bernabé es claro ejemplo de este desastre de oposición. Como dijo el afamado filósofo socialdemócrata venezolano: un autosuicidio. Por lo tanto, aun cuando suene muy penoso y antipático, la verdad es que no creemos que esto vaya a terminar por ahora.

Entonces no queda más remedio que pasar por el duro ejercicio de conciliar lo que queremos con lo que creemos y enfocarnos en la cruda realidad. Posiblemente habrá elecciones presidenciales en el 2024, las cuales debe ganar el incumbente sin mayores problemas; principalmente por falta de contrincante. Luego en el 2025 se celebrarán elecciones generales para todos los demás cargos, donde se reforzarán algunos liderazgos centrales y regionales de lado y lado, quienes en conjunto conducirán los destinos del país hasta el 2030. Hasta ahí el camino político previsible.

Lo otro es lo socio-económico. El gobierno ha dado claras demostraciones de un viraje ideológico que busca alistar los pocos recursos actualmente disponibles, que son aquellos que están en manos del sector privado. Se aprecia una cierta flexibilización, tanto por acción como por omisión, como en el caso de permitir la dolarización y dejar de lado la Ley de Precios Justos, así como atender con mayor interés los llamados de los líderes gremiales y ofrecer algunas soluciones. Tenemos que aprovechar el momento, participar, proponer y ejecutar en la medida de las posibilidades de cada uno. Enfocados siempre en lo que buscamos, aquello que queremos.

La economía crecerá nuevamente en el 2022 al tenor de un 7.5 a 10%, lo cual es el doble de lo alcanzado en el 2021 y el año próximo debería mantenerse este ritmo de crecimiento sostenido; algo que añoramos pero que aún es insuficiente. Necesitamos 15 años creciendo 7.5% anual para llegar a un PIB de US$ 200 mil millones, o los mismos 15 años al 10% de crecimiento para llegar a US$300 mil millones. Para ello deben levantarse las sanciones, sine qua non y poder así lograr financiamiento privado y multilateral que permita recuperar la infraestructura productiva y social, aprovechando la extraordinaria resistencia y resiliencia de nuestros empresarios para rescatar el que siempre hemos creído que es el mejor país del mundo.

guillermomendozad@gmdconsultor.com

¿A quién sancionan las sanciones?

Guillermo Mendoza Dávila

Durante el mandato del Presidente Obama y más tarde bajo la gestión Trump, el gobierno de los EE. UU. impuso sanciones económicas de diversa índole en contra de algunos funcionarios e instituciones venezolanas. Varios países en Europa y otras regiones hicieron lo propio. En general, estas medidas son consideradas adecuadas porque pretenden el cambio de comportamiento del sancionado, ya que teóricamente afectan sólo a unas pocas personas o grupos determinados. No obstante, históricamente dichas sanciones han demostrado no ser efectivas en cuanto al objetivo propuesto y sí han implicado un costo social importante.

En el caso venezolano, tales medidas han implicado una pérdida muy significativa del nivel y calidad de vida de la población, al restringir severamente la capacidad económica nacional, toda vez que al afectar directamente al sector petrolero se restringe nuestra principal fuente de ingresos. Muy a pesar de la importante industrialización experimentada por el país en la segunda mitad del siglo pasado, cuando el petróleo representaba no más de un tercio de nuestro PIB, las políticas económicas de los últimos cinco lustros han generado un marcado retroceso en cuanto al aporte del sector privado a la producción y a la recaudación fiscal, y regresamos a ser en esencia un país mono dependiente; con el severo agravante de que el manejo reciente de PDVSA la haya conducido a la triste situación actual. De allí que la renta de los hidrocarburos sea aún mucho más importante para el mantenimiento y recuperación de la misma infraestructura petrolera, así como el resto de los servicios públicos que obviamente están hoy día por el suelo.

Ante este escenario los políticos de oposición y muchos connacionales que viven en el extranjero alzan sus voces y presionan por mantener las sanciones y no permitir en lo más mínimo las operaciones ni inversiones de empresas petroleras extranjeras. Proponen usar este mal momento económico para lograr negociaciones políticas que lleven a unas muy anheladas elecciones libres. Ciertamente, el planteamiento tiene mérito y no tratamos de desmontar la tesis ofrecida, pero…hay un inmenso pero que debemos atender. Las fulanas medidas no han surtido ninguno de los efectos pretendidos en cuanto a mejorar las condiciones de los derechos humanos, libertades políticas, justicia y tantas otras aspiraciones. Más sin embargo, si han contribuido en mucho a ahogar al pueblo venezolano en una situación social imposible. El 85% de la población económicamente activa trabaja en el sector informal, más de la mitad no alcanza a ganar ni $100 al mes, las oportunidades son escasas por demás y la consecuente migración nos ha costado una diáspora que supera ya los 7 millones de familiares y vecinos.

En algún momento tendremos que aceptar que quienes están siendo sancionados en realidad somos todos los venezolanos que residimos el país y no solo unos pocos dirigentes, que el impacto de cualquier apertura será inmediato en mejorar las condiciones de vida de la población y que sin inversión extranjera no será posible recuperar la capacidad de producción y refinación de petróleo y gas, de la producción y transmisión de la electricidad, el suministro adecuado de combustibles, agua, la salud, educación, vialidad y todos los servicios que el Estado necesariamente debe proporcionar. Ciertamente, hay un elevado costo político inserto en el planteamiento de permitir la flexibilización de las sanciones, un costo que cuesta mucho aceptar. No hay garantías de que una eventual apertura no alimente conductas intolerables, ni tampoco las hay de que los recursos se destinen efectivamente a las ingentes prioridades nacionales. Pero lo que si seguro es que hasta ahora ninguna de esas conductas han desaparecido por razón de las sanciones,

¡Debemos hacer algo diferente si aspiramos a otros resultados!

guillermomendozad@gmdconsultor.com

Populismo indefectible

Guillermo Mendoza Dávila

Otra vez de visita en Buenos Aires, es imposible no rendirme ante esta hermosa ciudad. Sus impresionantes avenidas, su bella arquitectura, sus monumentos y parques por doquier, su fabulosa gastronomía con el maridaje y el gentilicio de ciudadanos educados, atentos y muy cordiales nunca dejan de sorprender y conquistar a quienes la visitan, no importa cuantas veces hayamos venido.

¡La República Argentina lo tiene todo! Un país otrora agropecuario que, manteniendo la gran fortaleza del campo se ha industrializado creando un sector empresarial diversificado, sólido y capaz de suplir adecuadamente casi todas las necesidades domésticas y exportar sus productos de forma muy exitosa. Sin embargo, siendo así mis dilectos lectores ya se preguntarán por qué a diario conocen acerca de las múltiples calamidades que enfrenta la sociedad argentina, con la mayor inflación vista en años recientes en Latinoamérica -excluyendo el inenarrable caso de Venezuela. La moneda hace tan solo 5 años estaba debajo de 20 pesos por dólar, hoy está por arriba de 300.

Entra el Populismo. Un mal omnipresente y fuertemente arraigado en los países menos desarrollados, particularmente en América Latina, el populismo es el arte de decirle al pueblo lo que quiere oír, usualmente reivindicaciones muy necesarias y que no se van a lograr jamás de la mano de estos líderes carismáticos, que se apoyan en su verbo encendido y antagónico para lograr apoyos muchas veces infinitos que llegan al culto a la persona, a pesar del más absoluto incumplimiento de todas sus promesas.

Perón falleció en 1974 y aún manda en Argentina casi 50 años después; lo mismo pasa con Sandino, Chávez y muchos otros que son recordados con una evocación melancólica de lo que pudo ser, pero nunca fue.

Por cierto, este fenómeno traspasa con frecuencia las fronteras socioeconómicas, como se evidencia por las muy tristes experiencias de Trump en USA, Boris Johnson en el Reino Unido, Berlusconi en Italia y muchas otras.

Oyendo el mensaje del Ing. Mauricio Macri en la tv esta semana, ratificas lo que ya sabes, que si hay solución para los males del populismo en todos los países, pero que la píldora es amarga y los planes de ajuste macroeconómicos pasan por desmontar subsidios y regalías, reducir el tamaño del estado y que el cargo público deje de ser un pago al apoyo político, cobrar y ajustar las tarifas de los servicios públicos y tantas otras reformas que hacen ver a quien las implementa como el villano.

Los costos de sembrar las bases sólidas del desarrollo de un país no son populares. Más fácil es endeudar indebidamente la nación sacrificando su futuro, deshonrar los compromisos con los acreedores y acabar con los recursos disponibles, algo así como “quitar las alcabalas,” pero eso agrada a las masas y mantiene al populista en el poder.

Aquí no hay espacio para un tratado profundo acerca de esta materia, pero sí que lo hay para alertar acerca de lo que estamos viviendo en casa. Necesitamos sincerar el precio de todos los servicios y pagarlo. Sin dudas que todos esos servicios deben mejorar, multiplicando sus prestaciones por un múltiplo superlativo, pero también es cierto que su costo debe ser el correcto y recaudado de forma directa. Sólo así podremos cubrir nuestras aspiraciones en cuanto a salud pública, vialidad, electricidad, agua, comunicaciones y tantos otros que hoy días están arruinados, pero que muchos recordamos con claridad cuando no se iba la luz ni fallaba el agua, el servicio telefónico funcionaba a cabalidad, los hospitales del seguro social atendían bien a los asegurados y tantas otras cosas que estando todavía en necesidad de mejora, se pagaban puntualmente. Por más que nos guste, los combustibles o la electricidad no pueden ser regalados, no hay manera.

Más allá de la situación política vigente, con su híper dosis de culpa, hay que tomar conciencia que los servicios hay que pagarlos, los subsidios deben ser pocos y directos, dirigidos puntualmente a los que realmente los necesitan y no a toda la población. Los esfuerzos de los líderes gremiales y políticos deben ir dirigidos a exigir la adecuada prestación de los servicios y a desmontar este andamiaje populista que por cierto nos cuesta muy caro, ya que lo terminamos pagando por tres vías, una la pléyade de otros impuestos que deberían desaparecer, la necesaria contratación privada de los servicios como plantas eléctricas o pozos de agua y, por último la pésima calidad del servicio recibido.

Sólo si enfrentamos el populismo podremos aspirar a un desarrollo socioeconómico sostenible y sostenido en el tiempo. Pero debemos pagar.