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Gustavo J. Villasmil Prieto

El regreso de Míster Danger

Gustavo J. Villasmil Prieto

«La garza negra y de hierro que te chupa las entrañas

se llevó en el negro aceite

la tierra venezolana»

Jesús Enrique «Chelique» Sarabia, «La garza negra y de hierro» (1975)

«Ahora que el petróleo es nuestro
viva la soberanía
que tal señor presidente
si se convierte en comía»

Ali Primera, «Ahora que el petróleo es nuestro» (1975)

1976, el año de la nacionalización del petróleo, no pasó sin angustias en casa. Crecí en una Venezuela llena de gasolineras Esso y Shell, estas últimas nuestras preferidas por los carritos de colección y los libros para colorear que obsequiaban a los niños abordo de cada carro al que servían y al que nunca dejaban de limpiarle el parabrisas, ajustarles la presión a los cauchos y medirles el nivel del aceite.

Pasada la medianoche del 31 de diciembre de 1975, todo habría de cambiar y seríamos venezolanos los encargados de la compleja operación consistente en bombear petróleo, almacenarlo, transportarlo, refinarlo y comercializarlo tras casi tres cuartos de siglo de gestión en manos extranjeras.

Todavía recuerdo la reflexión que en torno a nuestra mesa de Navidad de aquel año compartió con nosotros el ingeniero y sacerdote jesuita José Manuel Ríos, amigo entrañable de mis padres desde su juventud marabina: «quiera el Señor que sepamos hacerlo, o nos tendremos que comer el crudo untado en el pan».

Lo cierto fue que pudimos. La aspiración que con optimismo expresara la canción que en aquellos días pusiera de moda por la radio el recordado Chelique Sarabia se materializaría en una estatal Pdvsa operada por venezolanos que muy pronto se posicionó entre las grandes corporaciones petroleras del mundo. Escapa al alcance de estas reflexiones si aquel fue o no un movimiento acertado. Herencia de los Austrias, ha sido la propiedad estatal del petróleo en Venezuela una realidad en la que tienen su origen no pocas claves de nuestra perversa relación como sociedad con el Estado y cuyas derivas han signado aspectos esenciales incluso de nuestras propias vidas.

Lo cierto es que durante los últimos 50 años ha sido venezolano el talento a cargo de todo aquello. El proyecto nacional de modernidad una vez más apelaba al poder del oro negro para apalancarse. Refiriéndose al pensamiento de Rómulo Betancourt al respecto, el historiador venezolano Luis Lauriño Torrealba destaca: «El petróleo venezolano ya producido a escala industrial, en sus dimensiones local e internacional, fue el eslabón que permitió articular, a un alto nivel, la economía venezolana con el macroproceso capitalista mundial».

La izquierda marxista nunca pudo ofrecerle al país una reflexión sobre la cuestión petrolera a la altura de la betancuriana, sea que esta se suscriba o que no. En esta materia, privó siempre en su discurso –como en todo– el permanente reciclaje de un resentimiento estéril incapaz de generar alternativas de política. Al respecto, citemos a Álvaro Silva Calderón, uno de sus escasos referentes destacables en esta materia: «Al final, el cambio del sistema concesionario al nacionalizado se efectuó sobre las mismas estructuras organizativas existentes y se creó a Petróleos de Venezuela para coordinarlas como una casa matriz. Iguales prácticas y las mismas culturas de las empresas concesionarias continuaron funcionando y modelaron el funcionamiento de Pdvsa».

Con sus luces y sus sombras – que muchas hubo– aquella misma industria nacionalizada en 1976 hizo de Venezuela el sexto productor mundial de petróleo en 1998, con más de 3 millones de barriles al día.

Hoy somos apenas una anécdota triste en el mapamundi energético tras el desmantelamiento de la estructura corporativa que lo hiciera posible, capturada como fue por gerentes ineptos cuyo único contacto previo con los hidrocarburos fue, muy probablemente, como clientes de la gasolinera de Fuerte Tiuna.

Nunca fue más nuestro el petróleo como ahora, siguiendo la letra de aquella canción de Ali Primera y su olvidado cuatro de cuerdas rotas: solo que no se cumplió la aspiración de que se coinvirtiera en comida. No hay como explotar tan inmensas reservas. Las élites técnicas venezolanas, las mismas que una vez sostuvieron a Pdvsa, acabaron en el Golfo Pérsico o a los arenales bituminosos de Calgary tras ser echadas vía TV por la inconciencia frenética de Hugo Chávez.

La calamitosa gerencia «rojarojita» que la sustituyó nunca dio «pie con bola» manejando la operación, rompiendo en el intento todos los récords imaginables en materia de accidentes laborales, de daños graves a instalaciones claves – ¡cómo olvidar la tragedia de 2012 en Amuay! – y de catástrofes ambientales como el del río Guarapiche en Monagas aquel mismo año. ¡Y es que hasta se les «pasó» dragar la barra del lago de Maracaibo, por lo que a los afortunados y únicos ganadores de los diálogos de México – me refiero a Chevron– se les complica sacar el ansiado crudo por el cual vinieron!

Por todo ello, esos mismos ganadores se dejaron de melindres y decidieron poner al frente de su negocio aquí a gente propia y sabida. Después de tan largas esperas y de los inmensos costos en los que han incurrido, no pueden arrendarle la ganancia al último de la promoción, al «diez es nota y lo demás es lujo» que les nombre el chavismo y se traen a un «musiú» que de petróleo sí que sabe, a un supergerente con el cargo de chupar de nuestros yacimientos todo el aceite negro que pueda.

Porque bombear petróleo supone saber de sísmicas, de flujos y de resistencias, de volúmenes y de presiones, de tiempos y de costos y ninguno de los «guillermitos rada» rojos tiene la menor idea de eso. Porque manejar tan complejas variables para producir un barril de crudo solo se aprende tras muchas horas-hombre de estudio y de mucho esfuerzo de investigación como aquella que producía el otrora Intevep y no libando néctares en los salones del poder ni exhibiendo galones de latón dorado.

Se ha materializado así la peor de todas las némesis venezolanas: la del retorno del terrible Míster Danger del relato galleguiano. Es la vuelta del «manager» rubio que a lo suyo viene y punto. Otro más para quien Venezuela no es un país sino un campo petrolero lleno de gente hambrienta, mientras a las afueras de Caracas juegan al polo. Y todo en revolución.

Referencias:

Lauriño Torrealba, LM (2018). Rómulo Betancourt. el diseño de una república. La Configuración de las Bases Socioeconómicas y Políticas para el Desarrollo de la Democracia Social en Venezuela, 1928-1945. Caracas. Colección Letraviva, AB Ediciones, p. 28.

Silva Calderón, A. Trayectoria de la nacionalización petrolera. Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales [online]. 2006, vol.12, n.1, pp.109-123. ISSN 20030507

Twitter: @Gvillasmil99

Gustavo Villasmil-Prieto es Médico-UCV. Exsecretario de Salud de Miranda.