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Ángel Lombardi Lombardi

Las primarias opositoras

Ángel Lombardi Lombardi

A las primarias opositoras, es de sentido común desearles éxito, por lo menos para quienes creemos que la única solución a nuestra larga y profunda crisis nacional es la derrota del régimen y un cambio radical de las políticas y prácticas políticas que vienen utilizando desde sus propios orígenes golpistas y autoritarios. Ahora bien, ello no implica ignorar las grandes dificultades a vencer hasta el 22 de octubre de este año 2023, fecha prevista para la elección de la candidata o candidato unitario.

Los candidatos a la vista confrontan no pocas dificultades, unos están inhabilitados, otros tienen prohibición de salida del país y todos están en permanente amenaza dada la arbitrariedad del régimen y el control que tienen de todos los poderes. El G4 muy maltratado después del desfenestramiento de Guaidó y la polémica pública, con descalificaciones mutuas, que acostumbran.

Sigue sin aclararse quienes van a votar en las primarias y si van o no a involucrar al CNE, igualmente existe el riesgo que algunos precandidatos al no ver atendidos sus planteamientos, se retiren y no participen.

Igual la preocupación que en el calor de la campaña algunos factores se alejen y que el nivel de pugnacidad se enerve y cree dudas con respecto a si los que pierdan las primarias acepten los resultados. Desde el punto de vista externo, el régimen va a tratar de infiltrar y manipular el proceso y contaminarlo, ayudando a crear más confusión y dispersión, como lo ha venido haciendo con la oposición en general, fragmentándola aún más.

Otro aspecto no menos relevante es la relación con el resto del espectro opositor, que al no verse representado y al no participar en las primarias, buscará sus propios mecanismos de participación para tener candidato o candidatos propios. Visto así, no es difícil vaticinar, por lo menos dos candidatos opositores adicionales.

Con dos candidatos de oposición o más, el régimen tendría muchas posibilidades de ganar, con la enorme ventaja adicional que da ser gobierno y controlar todos los poderes y al propio CNE. El desafío es grande, pero toca asumirlo. Candidata(o) con credibilidad es importante y un planteamiento al país creíble. El 2024 es una cita histórica que nos obliga a todos.

Twitter: @angellombardi

Ángel Lombardi Lombardi es licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, con especialización en la Universidad Complutense y la Universidad de La Sorbona. Fue rector de la Universidad del Zulia y rector de la Universidad Católica Cecilio Acosta.

Democracia y desarrollo

Ángel Lombardi Lombardi

Lo primero es entender que ambos conceptos forman parte de la evolución civilizatoria de la humanidad y cuyos orígenes son occidentales pero que hoy son expectativas universales. Como la realidad siempre está en evolución y cambiando así van cambiado el sentido y alcance de muchos conceptos, lo que obliga a una actualización permanente teórica.

Hoy la palabra democracia trasciende lo político igual que el desarrollo trasciende lo económico.

La democracia no es sólo sufragio y división de poderes sino un sistema de convivencia y derechos universales. Igual que el desarrollo es mucho más que el PIB, aunque el desarrollo exige una economía sana pero que se proyecte sobre la totalidad social, es decir todos los sectores de la sociedad, de manera solidaria y apuntando no sólo al bienestar material sino a la calidad de vida, en todo sentido. Ambos conceptos están en revisión y actualización progresiva y de acuerdo a experiencias de carácter mundial.

Los sistemas políticos tienen que responder de manera práctica y eficiente, no sólo a las necesidades del presente sino también a las expectativas racionales con respecto al futuro. En Venezuela la democracia fue el proyecto político del siglo XX y debe serlo del siglo XXI, así como en el siglo XIX el proyecto político fue la Emancipación y la República.

En estas últimas dos décadas nos ha tocado la terrible experiencia de otra vez la autocracia y la dictadura y la destrucción de la economía y sus perversas consecuencias sobre la sociedad. Emigración masiva, empobrecimiento mayoritario, y dislocación del tejido social. Un enorme retroceso en sentido histórico, que colocó al país y su gente en la postración y el desaliento.

Pero las sociedades no se suicidan y siempre hay un grupo de personas que no se rinden y luchan más allá de la mera sobrevivencia. Entramos en una fase política, 2023-2024, con posibilidades objetivas de cambio igual que a nivel geo-político global, el petróleo vuelve a convertirse en una oportunidad como palanca dinamizadora de nuestra economía.
No es un regreso al rentismo, sino una posibilidad real de retomar el camino al desarrollo y la democracia, interrumpido en las últimas décadas.

Twitter: @angellombardi

Ángel Lombardi Lombardi es licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, con especialización en la Universidad Complutense y la Universidad de La Sorbona. Fue rector de la Universidad del Zulia y rector de la Universidad Católica Cecilio Acosta.

Maquiavelo y la política

Ángel Lombardi Lombardi

Reflexionando sobre el político y la política lo primero que se me plantea es por qué la mala fama de este oficio. La política como la prostitución existen desde siempre. Parecen ser oficios necesarios para el funcionamiento de la vida social, aunque no tengan buena fama.

A las prostitutas en la antigua Grecia parece que las llamaban «las esposas de la ciudad». El político y el gobernante también se ocupaba de la ciudad, a su manera.

Para Platón y Aristóteles la política era cosa de personas virtuosas y preparadas para el buen gobierno y todo ciudadano estaba obligado a ocuparse de la política. En caso contrario, se impone el desorden y la tiranía.

En los siglos siguientes prevaleció esta concepción idealista de la política y el deber ser de la misma.

Hay que esperar a Maquiavelo 1469-1532 para que alguien se atreva a escribir, lo que todos sabían, que lo usual y real, era el político, rapaz y tiránico y la política un campo de batalla, «la guerra con otras armas». Maquiavelo usa la figura del león y el zorro para caracterizar al político y la política como una combinación de «fortuna y virtud»; entendiendo por fortuna, la suerte y el azar y por virtud, la ambición o voluntad de poder, sin otro límite que la propia ambición y codicia (el fin justifica los medios).

Intentar el bien, pero igual cualquier otro medio si así lo exige la conquista del poder y su conservación. El político de Maquiavelo, tal como los que él estudió en los libros de historia y conoció en su experiencia política, mentía, simulaba, engañaba, era cruel y ejercía todo tipo de violencia si era necesario.

Hoy esto suena exagerado o superado, podría ser, dada la evolución civilizatoria de la política, además como apunta Gramsci el «príncipe» hoy no es un individuo, sino los partidos de masas o grupos de poder en pugna y sistemas políticos más reglamentados y complejos y en los sistemas democráticos con más controles. Realmente Maquiavelo es un observador de lo «real» y sabe que el político «debe saber contemporizar con los acontecimientos». Que en política no hay amistad ni lealtad y que un político vale no por sus intenciones sino por sus resultados. Que ofender al pobre no es grave pero si a los poderosos.

Maquiavelo con sus lecturas y experiencia política termina por asumir una idea de la condición humana bastante negativa. Un príncipe debe ser amado o temido, se pregunta Maquiavelo y se contesta él mismo, lo ideal sería ser amado y temido, pero si no es amado, que sea temido.

El político no confía en nadie porque piensa que de «los hombres en general se puede decir esto: que son ingratos, volubles, simuladores y disimulados, que huyen de los peligros y están ansiosos de ganancias; mientras les haces bien, te son enteramente adictos, te ofrecen su sangre, su caudal, su vida y sus hijos, cuando la necesidad está cerca; pero cuando la necesidad desaparece, se “rebelan», Maquiavelo no se hace ilusiones sobre la naturaleza humana y recomienda al príncipe que actúe en consonancia con ello.

Nuestro autor se inspira en la tradición griega que atribuye la educación de Aquiles al centauro Quirón «Tener por preceptor a un maestro mitad bestia mitad hombre no quiere decir otra cosa sino que un príncipe necesita saber usar una y otra naturaleza y que la una sin la otra no es duradera».

El príncipe de Maquiavelo no tiene otra moral que sus intereses y conveniencia y para ello recomienda «no apartarse del bien, mientras pueda, sino a saber entrar en el mal, cuando hay necesidad».

Estas ideas escandalizaron a su tiempo y siguen escandalizando pero no hay político y gobernante que se respete que no haya leído a Maquiavelo quien trató de ver la política y el gobierno, como lo que es y no como debería ser. La política para Maquiavelo es la lucha por el poder, alcanzarlo, mantenerlo y legarlo. El bien general es subordinado al bien particular, de uno o de pocos. Ambición y codicia tienden a tipificar y explicar la conducta del político y el gobernante.
Para Maquiavelo la política no debe confundirnos con respecto a los intereses reales de sus oficiantes, el político, casi siempre muy alejados o contrarios del interés general o bien común, como diríamos hoy.

Twitter: @angellombardi

Ángel Lombardi Lombardi es licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, con especialización en la Universidad Complutense y la Universidad de La Sorbona. Fue rector de la Universidad del Zulia y rector de la Universidad Católica Cecilio Acosta.

El suicidio de la democracia

Ángel Lombardi Lombardi

“Yo y mi partido mi partido y yo», era una frase recurrente en el discurso de Jóvito Villalba, pero otros no lo decían pero lo practicaban y se sigue practicando. No es democrático ni conveniente el liderazgo único e inamovible. La consecuencia inevitable es destruir al posible o posibles competidores por el liderazgo. Se anula el necesario relevo generacional, se propician divisiones, se evita el cambio interno y se propicia el culto a la personalidad y el sectarismo partidista.

Está tradición se mantiene en nuestros partidos actuales y conspira para lograr una evolución de los mismos. Los partidos políticos son necesarios pero no son los únicos actores de la política. La complejidad creciente de la sociedades y un mundo cada vez más interdependiente exigen cambios profundos en los sistemas políticos y de gobierno.

Un sistema político es una construcción histórica igual que el Estado; y su existencia y vigencia es producto de su necesidad. Pero las necesidades cambian igual que los medios para satisfacerlas.

La democracia también es histórica y cambia, y también puede «morir» como cualquier sistema político. Hay casi un consenso entre los especialistas sobre cómo «muere» una democracia y hablan de «suicidio»; El «caso» venezolano, creo, puede servir de ejemplo, tanto en 1945-1948 como en 1958-1998.

En el primer caso el sectarismo y la violencia y la falta de un compromiso político de equilibrio de factores e intereses terminó devorando a nuestra incipiente democracia. Diez años de duro aprendizaje permitió el consenso necesario para llegar al Pacto de Punto Fijo y a la Constitución de 1961, que sigue siendo la de más larga duración en una tradición de múltiples constituciones a la «medida» del caudillo de turno. Como esta «chavista» que durará lo que duren en el poder. La democracia bipartidista fue desgastándose y agotándose en los últimos 20 años (1980-1998).

La abstención electoral iba en ascenso, AD y Copei cada vez se parecían más, se negaban espacios a otras fuerzas políticas y la baja respuesta gubernamental a los problemas de la gente iba en aumento y la creciente corrupción general iba erosionando el prestigio del político y la política. El país terminó sin respuestas, gobernado por la llamada «cogollocracia» y unos dueños de «medios» y «los amos del valle». Era cuestión de tiempo el colapso y este llegó en 1998 con el «mesías» de turno.

Nuestra democracia se ha suicidado dos veces. En 1945 al frustrarse acuerdo en torno a la candidatura de Diógenes Escalante por causa conocida y fracasar el intento con Ángel Biaggini. El segundo suicidio empezó con el «defenestramiento» de CAP con los votos de su propio partido y la crisis terminal que venían padeciendo AD Y Copei. Con el interinato de Ramón Velázquez en la práctica se les entregó el poder a los comandantes de las cuatro fuerzas. Personalmente el Dr. Velázquez me comentó, que AD y Copei lo nombraron y lo dejaron solo. Y que todas las noches se dormía con el temor de amanecer con un golpe de Estado.

La reelección de Caldera sobre las cenizas de Copei y la impunidad a los golpistas que ni siquiera fueron inhabilitados políticamente, completaban el vacío de poder, una sociedad desorientada y un país sin rumbo… y llegó Chávez, en una elección con un 40% de abstención. El proyecto democrático que venía desarrollándose desde 1936 en adelante y potenciado gracias a la economía petrolera de la prosperidad y los cambios sociales que ello dinamizaba nos permitió un siglo XX de avances reales en todos los aspectos.

La democracia es un sistema en construcción y reforma permanente si no se autorregula y corrige oportunamente se «suicida» como hemos visto.

Cuando este tiempo oscuro termine, hay que retomar el rumbo democrático, evitar los errores cometidos en el pasado y entender que una democracia sin el «piso educativo y cultural» necesario, sin la formación de ciudadanos educados en la responsabilidad de la libertad y la solidaridad y con gobernantes que rindan cuentas, es difícil que se consolide y se evite, cada tanto tiempo, el retroceso autoritario y dictatorial.

Twitter: @angellombardi