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José Briceño

La educación que necesita Venezuela

José Briceño

La educación venezolana tiene millones de problemas que van desde negligencia doméstico, eso a su vez tiene que ver directamente con lo poco que les interesa a muchos y eso desde los representantes hasta los profesores, unos porque no entienden su importancia en este país donde un Dr. (Phd) gana menos que el obrero calificado y el desinterés de muchos docentes por el mismo asunto, nadie trabaja por mendrugos a menos que sea millonario y en ese caso lo llaman voluntariado eso solo funciona para quienes no deben pensar en la quincena para comer, asunto que no pasa con mis colegas, si a ese coctel venenoso le agregas un sistema educativo que aplana la curva del aprendizaje haciendo que todos los jóvenes pasen por el mismo plan educativo sin tener en cuenta las aspiraciones de cada uno, regalando el pase al grado inmediato superior solo por asistir, en ningún momento para aprender, así sea buena la intención, las consecuencias son terribles, un país donde la educación de calidad está (en teoría) solo en los colegios públicos es una tragedia que recién estamos viendo sus consecuencias, una economía sin salida.

Ahora bien, quejarse no tiene sentido si no propones algo nuevo, creo que la educación media tiene que cambiar hacia algo que les atraiga a las mayorías, que no cree ese abanico de aspiraciones truncadas en el que se ha vuelto el bachillerato, que si le sumamos los costos de un liceo (o universidad) privado la cosa de la desesperanza cunde por todos lados. Desde hace años (casi cuarenta) he visto de cerca los cambios educativos, primero como alumno del aborrecible bachillerato y luego como docente que ha evitado por todos los medios el contacto con adolescentes que no soporto , es cuestión de gustos, hay a quienes les apasiona ser padres con horario docente y otros (como yo) a quienes les agrada dar clases a gente adulta que sabe que si no estudia no aprueba, pero esa es otra historia, luego de ver tanto creo dar con una teoría que quizás sirva para mejorar el proceso del muy importante bachillerato y con ello lograr mejoras sustanciales en el futuro de la nación.

Desde mi experiencia

Cuando dejé el bachillerato me fui a una escuela de artes donde aprendí los rudimentos del oficio de fotógrafo, allí vi por primera vez que el estudio no es ningún drama si la cosa te apasiona, luego fui a la universidad y esa idea terminó de tomar fuerza, durante todo el bachillerato solo amé algunas materias porque estimulaban mi imaginación y me permitían descubrir cosas nuevas, el resto de todo eso lo odié tanto que abandoné en el último año pensando que podría hacer algo decente con mi vida, otro aprendizaje, si no tienes vocación de comerciante difícilmente podrás tener una vida holgada pues ya pasaron los años de obreros felices y eso era en el siglo pasado que ahora el asunto es aún más especializado que hace treinta años. Tanto en la escuela de artes como en la universidad fui feliz no porque hubiese un bajo nivel de exigencia, todo lo contrario, en el primer ejemplo debías investigar mucho y practicar más para que el resultado fuese aceptado en un salón estudiantil por lo que quienes no aprobaban la curaduría ya sabían que les tocaba repetir, en el segundo caso (la universidad) hubo un nivel de exigencia rudo, cinco años haciendo malabares entre la vida y el estudio, debía trabajar , hacer trabajos para la universidad investigar, estudiar para los exámenes , redactar mucho y leer más (estudié Lengua y Literatura) para aprobar con 8,5 sobre diez.

Estos ejemplos conservan una similitud básica, estaba descubriendo un mundo de cosas nuevas y como añadido estaba en eso con otros locos empeñados en estudiar asuntos que a muy pocas personas importan hoy día, luego de la universidad descubrí que ser uno de los expertos en la obra de Gabriel García Márquez solo me importaba a mí y a los colegas, a nadie más interesa, en eso consiste la alegría universitaria, el beneficio del título aplica pero la verdad es que quienes fuimos felices en la universidad pero infelices en el liceo podemos dar fe de ello.

Entonces, mirando atrás puedo asegurar que odiaba el bachillerato por considerar (erróneamente) que todo lo aprendido allí no tiene ningún sentido, claro, si lo aborreces apenas serás funcional allí y eso en quienes tienen padres pendientes del asunto, que quienes no pues terminan abandonando o entregados a las facilidades de la espantosa ley de educación inventada para reducir el abandono escolar, en vez de atacar el problema entregan más facilidades para hacer felices a los muchachos sin saber muy bien que sucederá con ellos al salir, pecando de cospiranoico puedo creer que es un plan orquestado para hacer más patente la brecha entre los que tienen dinero y los pobres, si los pobres se mantienen ignorantes siempre serán necesitados y fáciles victimas del sistema, esa ley de educación básica parece constatar mi idea.

Como debería ser la educación.

Tengo la impresión de que el problema educativo ha sido mal entendido en Venezuela, los colegas a quienes respeto, parecen no tener idea de cómo salir del atolladero y les da por inventar asuntos que están muy lejos de nuestra realidad, no somos ciudadanos de ningún país nórdico para imitarlos, ellos tienen problemas que a nosotros nos perecerían maravillas si los compartimos con los nuestros, además no salen del formato necio de ser bachiller “integral”, un eufemismo para ocultar la problemática de fondo, en estos tiempos en los que la educación especializada debería comenzar en el bachillerato, prefieren evadir el bulto de la muy necesaria tecnificación de nuestros bachilleres porque así les sale más barato, correr la arruga es algo natural en la gente de izquierda cuyo raciocinio parece no darles para mucho, inventando soluciones administrativamente simples para problemas profundamente complejos.

Los colegios privados tampoco hacen mucho, es verdad que por tener más opciones esos alumnos aprenden otras cosas pero el sistema de base es el mismo, hacer tabla rasa con el aprendizaje aplastando en el camino al intelecto, es algo común pero que por fortuna hay algunos elegidos que pueden escapar y vaya que se escapan, si logras salir con éxito de ese navegar en el profundo barro de la “normalidad”, al salir vas a correr tan rápido como puedas de todo.

La solución

La solución va en dos sentidos, el primero está en cambiar la ley de educación para que esta vuelva a permitir que los jóvenes entiendan el valor del estudio pues si no hay premio tampoco habrá esfuerzo, ya basta de regalar el diploma de bachiller a jóvenes que difícilmente podrán cumplir con programa universitario alguno, no porque sean brutos, es que no tienen las competencias necesarias, el socialismo feliz que le quita obligaciones también les priva el intelecto. La otra idea es diversificar el bachillerato, pero no de la forma tradicional, sería interesante ver un bachillerato (digamos que el diversificado) donde las materias representen unidades de crédito cuya sumatoria (y aprobación) tenga como resultado la obtención de un diploma de bachiller que le certifique para el universo universitario, no todos quieren ser bachilleres en ciencias, hay gente que quiere estudiar teatro, literatura, programación, gaming, periodismo, fotografía, cine, física, matemática, antropología, arquitectura, ingeniería, ciencias militares , docencia, matemáticas y pare usted de contar las oportunidades, todas cegadas por un sistema limitado y pobre. Propongo establecer una dinámica donde el estudiante pueda inscribir las materias que lo hagan acreedor de los créditos necesarios basándose en sus intereses y habilidades, por supuesto habrán unas cuantas materias comunes como matemáticas, física ,química y castellano, el resto son unidades de crédito que cada joven escogerá a conveniencia para poder obtener un título cuya característica principal es la de haberle dado las competencias necesarias para su vida universitaria, solo así (creo) los jóvenes recuperarían el amor por el estudio y no estarían en ese limbo de neo-profesiones (youtuber, Vtuber, tiktoker, influencer, community manager etc.etc…), que si bien resuelven la situación económica del momento , no aportan nada al crecimiento de un país.

Recordemos que países como India, que hasta hace pocos años eran un agujero negro de pobreza pudieron salir adelante haciendo cuantiosas inversiones en estudios para que las nuevas generaciones los salvasen de la miseria, ciertamente no la han acabado pero ya tienen el camino andado para que la miseria (en algún momento) sea solo un recuerdo del pasado, en Venezuela, pareciera que a miseria es dictada por decreto para obtener ganancia política.

17/01/2023

Ensayo sobre la tolerancia

José Briceño

La palabra Tolerancia en estos tiempos ha ganado un auge inmenso, se supone que todos debemos serlo con nuestros vecinos y al parecer tiene más mérito mientras ellos sean más atorrantes, desde el pastor evangélico que predica a gritos en un vagón del metro, las feministas que te miran con odio por cualquier cosa, que si las admiras por bellas las estás violando por verlas como mujeres que son, porque no las miras, porque eres hombre o por algún cuento raro de un supuesto patriarcado que las ofende aun cuando los pensamientos de quien esto escribe estén muy lejos de esos pensamientos de teórica dominación machista.

En el mismo canal de ideas vemos a la comunidad LGBT que tiene similares actitudes a las lesbianas militantes con el añadido de que si bien las primeras te llaman misógino si respondes a alguna de sus ofensas sin sentido, estos te llaman homofóbico por cosas tan simples como considerar que el “Día del orgullo gay” es una tontería pues tengo la sensación de que es un sinsentido celebrar de gratis un tal orgullo que en realidad no lleva a nada, ahora si me dicen que es un día para celebrar el ingenio de algunos genios que han sido gay o lesbianas, podría ser, pero aun en ese caso creo que se debe celebrar la inteligencia no la preferencia sexual, es algo así como hacer el día del orgullo para los comedores de caraotas (frijoles negros) con azúcar y queso llanero, algo que levanta una de esas polémicas estúpidas y que de paso generan multitud de ofendidos que gritan en las redes sociales que ellos si comen eso como si hablasen de que conocen a fondo la mecánica cuántica.

En fin, creo que la tolerancia es una muy mala palabra que como todo ha sido peor entendida y execrablemente utilizada por todos, desde que comencé a pensar en el asunto he decidido no ser tolerante con nada ni con nadie nunca más, antes de que cierres este articulo para no seguir leyendo te ruego que examines algunos argumentos. Ser tolerante me parece una grosería mayúscula pues infiere que debo aguantarte, es decir; que como yo soy mejor que tú debo permitirte,como gesto magnánimo de mi superior intelecto, dejarte ser, como una suerte de acto de conmiseración para con tu condición, uno tolera el sol y sin embargo cuando hace calor busca maneras de bajar la intensidad del ahogo natural de sentirse acalorado en exceso y digo que lo toleramos porque no hay modo de decirle al sol que deje de empeñarse en dar el calor que me tiene harto, maldecirlo no tendría sentido y además nadie me obliga a vivir en un país (bueno si, pero pensemos que soy un señor libre en verdad) donde la temperatura media es de 35° centígrados casi todo el año, por tanto toca tolerar su existencia pero también permitirme ciertas estrategias para no aguantar calor en exceso sin que esto presuponga una ofensa mayor al astro rey.

Digamos en cambio que me refiero a algún grupo humano de esos que se ofenden solamente porque no militas en sus filas, eso no solo aplica para quienes tienen una preferencia sexual distinta a la mía (por ejemplo), también están los religiosos que se sienten profundamente insultados cuando te quieren explicar por cual razón la biblia fue escrita por dios y tú les respondes que te parece un gran cuento chino, ahí sin importar a cual variante cristiana pertenezca tu interlocutor enseguida te miraran feo, dependerá del grado de fanatismo o de ignorancia de quien te interrogue para la dureza de la opinión sobre ti que este pueda tener. También tenemos a los fanáticos de algún género musical, esos que se sienten insultados cuando les solicitas que por favor bajen el volumen de esa cosa horrenda (merengue, bachata, regetón, salsa brava, balada pop, trap y la lista sigue) que ponen a volumen de estadio de futbol en todas partes y que libre dios que reclames, las mayorías te ofenderán pues no entienden como a un ser humano normal no le agrada la vulgaridad.

También están los vegetarianos, fumadores de marihuana, psiconautas, santeros, malandros, supremacistas raciales, anti supremacistas raciales, fanáticos de películas o de series de televisión, las que se operan y las que no les gusta operarse sin olvidar a los más rudos, la “gente normal” a quienes cualquier cosa que salga de sus estrechos cánones de conducta les parece una ofensa mayor. La parte más increíble es que cada uno de ellos clama por la tolerancia como una vía, es decir, que todos son buenísimos y como son amos de la moral soportan que seas diferente como prueba su ser tan superior como para dejarte vivir a pesar de ser imperfecto.

La verdad es que todo sería más justo si solamente nos aceptáramos tal cual somos, sin obligar a nadie a ser afín, el asunto es acercarse desde las similitudes y no desde las diferencias reales o inventadas.

¿Al vecino le agrada escuchar pontificar a un dios determinado al que la humanidad tiene rogando dos mil años por un milagro que los salve de la terrible alegría de estar vivo? vale, dele, con tal que no me atormente con sus manías mejor que se reúna con sus iguales y vivamos felices; ¿que al señor presidente de la junta de condominio le gusta salir los domingos con falda y tacones? bravo por él, que igual con que no me moleste todo va bien, es su vida y debe buscar lo que le hace feliz, la señora del 20.04 se operó, ¡qué bonita se debe ver sin ropa!, lástima que no me hace caso. Y así todo el variopinto panorama de cualquier edificio caraqueño de estos tiempos, si no molestan a nadie bien por ellos, pero si por ejemplo, el vecino del piso cuatro (y el del cinco, el del apartamento de abajo, la señora conserje y las evangélicas del primero que parecen no tener más discos que el único malo del maestro Juan Luis Guerra, el de las abejas) si todos esos bárbaros me atormentan con los decibeles de su música obligándome a ser participé de algo que me desagrada, el señor de la junta de condominio se pone a tocar mi puerta para expresar su amor (no correspondido por mí) sin tener en cuenta que su presencia no me es nada grata, el evangélico me atormenta cada vez que uso el ascensor o cuando nos tropezamos en el metro a la hora pico y como si fuese poco monta su tarima en el parque del edificio para micrófonos con salida de quince millones de vatios con sonido envolvente desde donde hará un pormenorizado recuento de cómo y porqué el Armagedón está a la vuelta de la esquina y yo debo aceptar a cristo en mi corazón, tener que ser tolerante no aplica en ningún caso pues me están molestando y es complicado ignorar a quienes te hacen sentir incómodo sin tan siquiera tener la cortesía de permitir que uno diga que NO, en ese momento puedo pensar que muchas veces el odio debería tener excepciones de ley como excusa para defenderse de la tortura gratuita a la que somos sometidos en pos de la corrección política y la tan mentada tolerancia.

La parte más grave es que en el caso de ser agredido o molestado además se es acusado de asocial en alguna de las acepciones peor calificadas. Si mantenemos todos un baremo para evaluar a nuestros semejantes porque (dejémonos de cosas) en este mundo tan violento uno siempre hace evaluaciones de nuestros semejantes, desde el hijo en el caso de las familias complicadas, del jefe para saber en qué momento te haga alguna trastada para despedirte, del compañero de trabajo para poder confiar en él pues eso es importante, la esposa no vaya a ser que con el aburrimiento de la cotidianidad le dé por darte el esquinazo con cualquiera, en fin, evaluamos todo como medida de supervivencia además igual aplica para saber cómo no ofender a las personas recordando que caras vemos pero trastornos mentales no sabemos hasta que nos explotan en la cara.

En fin, la palabra correcta es aceptación y el complemento, es no molestar al prójimo con nuestras preferencias, listo, el mundo comenzará a funcionar pues ya nadie se creerá superior o inferior por nada. Si la señora se opera si no le aplauden pero tampoco la molestan con críticas y momentos incomodos, el señor de la falda y tacones sale sin molestar a nadie pero tampoco obliga a las personas que se sientan incomodos ciertos rasgos de su personalidad, bien por todos. Si en realidad nos importara poco la opinión o acciones de quienes a decir verdad ni a cuento vienen, lo que resultaría en que ni tan siquiera te des a la oportunidad de pensar porque te importa tan poco la opinión de terceros, cuando la gente sea feliz sin estresarse por quienes lo quieran pero que todos acepten que existen en calidad de iguales. He ahí por cual razón me empeño en decir que la tolerancia debería ser abolida de su sitial y sustituida por la muy sana aceptación del prójimo, que ese prójimo no se ofenda por que no compartes su estilo de vida pero que tampoco se moleste porque haces reflexiones en torno a las razones por las cuales no te agrada ese estilo de vida/gusto/paladar, etc., etc…