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Carlos Hermoso

El oscuro plan detrás del «rescate de las universidades»

Carlos Hermoso

La pandemia parece haber cedido. En buena parte del planeta ya las universidades y los centros educativos están de regreso a sus actividades normales. Ya son muchos los países en los cuales las universidades han abierto sus puertas. Ya hay clases presenciales. Sin embargo, en Venezuela la cosa se tarda. Acá, a pesar de que los rigores de la pandemia fueron menores que los de otros países, aún no se asume la presencialidad.

Este asunto es urgente, dada la necesidad de repoblar las universidades, en especial la Universidad Central de Venezuela. Las labores de Recuperación, Rehabilitación y Restauración del Patrimonio han paralizado en buena medida la presencia de la comunidad. Estos trabajos tardarán más de tres años desde su inicio. Ya se encuentran retrasados, pues la primera etapa debía ser culminada en diciembre y aún no se concluye. Se coaliga esta circunstancia con la pandemia para estos efectos de impedir la presencia de la comunidad en sus aulas. Lo que le interesa al chavismo es cumplir con lo pautado con la Unesco acerca de la conservación del patrimonio mundial cultural y natural de la humanidad, que incluye un Fondo del Patrimonio Mundial, cuyo uso es desconocido en el caso de la UCV.

Es que el chavismo, durante más de 20 años, negó los recursos que demandaban las universidades para su mantenimiento, hasta ser borrado del presupuesto. De allí el origen y profundización del deterioro. Se sumó a este proceso el hecho de que los chavistas, en connivencia con bandas delictivas, desmantelaron instalaciones como Medicina Tropical, entre otras dependencias, o el cableado de varias escuelas de la Facultad de Humanidades.

Aunque el caso más grave es el del núcleo de Cumaná de la Universidad de Oriente. Su desmantelamiento y reducción a escombros pasó por el saqueo de su biblioteca y de todas sus dependencias. Las cabillas de la estructura de las paredes fueron parte del botín que extrajeron los depredadores. Entretanto, los estudiantes ven clases en las casas de los profesores o en dependencias que colaboran con la labor educativa.

El caos es parte de una estrategia

El deterioro no es solamente de la planta física. Tardará un tiempo esa restauración. Pero lo más lamentable de la situación de las máximas casas de estudio no es la infraestructura. Es la que sufre su comunidad y la institución en su esencia y razón de ser. El objetivo de la dictadura es acabar con las universidades en su sentido universal y crítico.

Mucho afecta la migración profesoral a otros países o áreas de trabajo —dada la desaparición de los sueldos y salarios durante varios años—. La dictadura no cesa en este aspecto al desconocer la propia convención colectiva que se les impuso a los universitarios, cuando desconocieron las normas de homologación. Los sueldos se aumentan un tantico y luego se rebajan. El odio a las universidades no cesa, solo se esconde con fraseología.

Pero también el chavismo ha saqueado su espíritu en buena medida. Dos cosas conspiran: de una parte, el avance del pensamiento reaccionario del posmodernismo destruyó en buena medida el espíritu crítico de la universidad. Copó la escena y la academia se hizo posmo y seguidora de la dogmática liberal y de la globalización. Por otra parte, pocas voces mantuvieron la condición crítica universitaria y la metafísica de los tiempos globalizadores se hizo hegemónica, cuestión que aprovechó el chavismo para colar sus ideas. No olvidemos que el chavismo nace posmoderno desde la perspectiva fascista. Es por ello que enaltece al líder y lo vincula a una mitología creada y recreada a su antojo.

Pese a todo esto, las instalaciones más remozadas de la UCV comienzan a recibir a su comunidad, insuflándoles vida a las paredes recién encaladas. Aunque las autoridades no lucen convencidas de nada. Ni a la convocatoria a clases, ni qué hacer frente a la ofensiva gubernamental y la ocupación de las instalaciones. Eso de la conservación del patrimonio es un argumento de mucho peso y luce inobjetable. El chavismo lo aprovecha y la institución luce incapaz de ejercer su autonomía mediante la crítica al arma de doble faz que usa el chavismo.

Las autoridades apenas comienzan a tener algo de certeza en relación con las elecciones para autoridades con base en un reglamento que busca ajustarse a lo establecido por el TSJ al respecto. Esto es, con base en lo pautado en la Ley Orgánica de Educación y no a la Ley de Universidades vigente. Aunque deban desconocer la consulta realizada al claustro de las universidades autónomas, máxima instancia democrática para efectos de elección de las autoridades, de acuerdo con la última ley mencionada.

Las asociaciones, gremios y sindicatos parecen iniciar una estrategia correcta para luchar en favor de los agremiados. Los estudiantes no cuentan con una dirección gremial para asumir la pelea contra la dictadura. No reciben becas, el comedor no funciona, el servicio de transporte no está activo, y mucho menos los servicios médicos. Es poco lo que hacen los dirigentes para activar el movimiento. Tampoco levantan un pliego de demandas que atienda las necesidades del estudiante.

Son varias las tareas que deben adelantar los universitarios y el reinicio a clases presenciales puede favorecerlas. Para ello se demanda de una conciencia que vaya en consonancia con ese objetivo. Sin el pensamiento avanzado, sin la idea de que la universidad es espacio para la búsqueda de la verdad y la conciencia crítica de la sociedad, no se podrá rescatar ni su espíritu, ni sus instituciones, ni sus gremios.

Allí se encuentra el objetivo principal para enfrentar una dictadura que —al igual que prefiere remozar la apariencia de las autopistas capitalinas a atender seriamente la malnutrición de mucha gente— rescata la infraestructura de la UCV, aunque su comunidad no reciba sueldos, salarios ni becas. La mejor manera de enfrentar la estrategia gubernamental es, para empezar, regresando a clases presenciales, aunque se deban usar sus pasillos y jardines.

@HermosoCarlosD

16 demayo 2022

El Pitazo

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Crisis en la oposición y vías para atenderla

Carlos Hermoso

Es realmente noble —como los golpes de un buen boxeador— la crisis que vive la oposición venezolana. Sin rumbo ni orden ni concierto, la crisis opositora entra en una nueva etapa. Ya resulta crónica por ser de larga data. A la postre contribuye con la continuidad de la dictadura. La crisis venezolana, el agotamiento del régimen, su debilidad, no son atendidas de una manera coherente. Se desaprovechan las oportunidades. Es que no basta con la intención. Hay que saber hacerlo.

No solo se trata de las carencias políticas, que se reflejan en la indefinición de una estrategia para salir de la dictadura, sino que el sectarismo la consume de manera clara. A la falta de rumbo se une una discordia cuyo asiento principal lo encontramos en las apetencias mezquinas de los factores políticos de mayor capacidad financiera y, por ende, de mayor propagación de sus símbolos y con algo de estructura organizativa. Esto los lleva a convertirse en “dueños” de la oposición, con derecho a imponer las reglas de juego y una que otra orientación, aunque esta sea de poco vuelo e incoherente.

Luego, desgastada por sus fuegos internos, no cuentan esos patronos con la majestad como para nuclear y dirigir el inconmensurable descontento de la gente. Eventualmente lanzan una que otra adecuación política, orientados por un importado pragmatismo en boga.

La crisis y el 21-N

Esta nueva crisis surge a partir de la cuestión electoral. Aparece con mayor profundidad y virulencia. Se propaga a buena parte de los estados del país. Es que el llamado G-4 se apodera de la plataforma y frena todo lo que desde allí se venía produciendo, con miras al diseño de una estrategia y tácticas para el momento. Impone una política electoral a su medida. Las imposiciones del G-4 en la materia han provocado, por decir lo menos, una desbandada de los factores políticos de la plataforma distintos de ellos. Es que los mandatos cargados de sectarismo son tan generalizados que no dejan espacios para buena parte de los factores políticos y sociales de la plataforma.

Uno de los principales problemas de la unidad —desde el inicio de las luchas contra el chavismo— es el sectarismo y las posiciones hegemonistas. Eso le ha restado grandes potencialidades a la unidad opositora. Pero ese cáncer ha alcanzado tal grado en la cuestión electoral que excluye muchas de las fuerzas de la unidad opositora y privilegia de manera casi exclusiva a los candidatos del G-4. Todo ello se establece sin parámetro cuantitativo alguno. Recordemos que no se conoce la votación de los partidos desde hace bastante rato a raíz del despojo que hace el Gobierno de las tarjetas de buena parte de los partidos para otorgarla a tarifados suyos.

La unidad como principio

Necesario es decir algunas cosas acerca de este asunto. La unidad debe considerarse como un principio fundamental de la política. Si va acompañado de un sentido ético, se hace más coherente y eficaz. Es una de las cuestiones propias de la doctrina para la transformación social. De tal manera que debe ser establecida, en primer lugar, la definición clara del enemigo principal en torno del cual se deben nuclear las fuerzas a él opuestas. Luego, supeditar a ese objetivo los intereses particulares se convierte en un principio ético.

Posteriormente, para alcanzar tal nucleamiento se deben crear espacios de debate y participación democráticos para la toma de decisiones. Resulta un contrasentido, de cara a la unidad, la creación de instancias reducidas de naturaleza censitaria, que anulan la democracia en el interior. Además, a propósito de la cuestión electoral, se debió integrar a los distintos factores mediante candidaturas que los representen en todos los estados. Por el contrario, partiendo de la disposición de recursos, que no de votos, el G-4 los deja por fuera.

Parece mucho pedir que los principales factores de la oposición comprendan este asunto de la unidad. Mucho menos que puedan ubicar los elementos doctrinarios antes mencionados. Por lo mínimo deberían contar con un mejor espíritu práctico que los pueda beneficiar, en el sentido de que mientras más espacios a los factores diversos, más potencialidades adquiere la oposición. Si es a la inversa, se debilita. Es que el sectarismo reblandece. En vez de sumar, resta. Abonando a favor del enemigo principal, en nuestro caso la dictadura chavista de Maduro. A su vez, resta fuerzas para alcanzar el objetivo estratégico de desalojarlo del poder.

El hegemonismo, parte del sectarismo, es igual de dañino. Para colmo, no es proveniente del resultado de la eficacia política producto de iniciativas que apuntalan la organización popular en sus luchas por sus derechos y el debilitamiento de la dictadura. Es un hegemonismo pecuniario.

La unidad también supone identificar al pueblo en la urgencia de salir de la dictadura. Condición que, mucho menos, han podido entender los del G-4. Es más, como buena parte de los partidos de la oposición, guardan identificación con las relaciones de producción imperantes, de allí su naturaleza; no lo pueden entender.

Eso de que la mayoría de los venezolanos son pobres, mucho más ahora, dada la profunda crisis creada por el chavismo, parece no ser percibido por estos factores políticos. La mayoría de la población venezolana está conformada por trabajadores de la ciudad y del campo; obreros de las fábricas; trabajadores agrícolas y de la pesca; por maestros y profesores; médicos, enfermeras y trabajadores de los centros de salud. Los soldados de todas las fuerzas también provienen de los sectores populares. Luego, esas mayorías, para ser unidas en torno de la idea estratégica de salir de la dictadura, demandan de un mensaje que los atraiga y les brinde confianza.

Eso supone una oferta y un compromiso con un programa político que contenga ideas avanzadas en materia salarial y de empleo. Que defina un proyecto de desarrollo agrícola e industrial hasta alcanzar la soberanía. Que garantice los servicios públicos. Respeto y profundización de los derechos gratuitos de educación y salud. Que implante el principio de que lo obtenido por la venta del crudo y la minería, así como el ahorro social alcanzado, deben ser destinados a la inversión productiva. Que no engañe a los venezolanos con eso de que el futuro debe descansar en una deuda impagable.

Poner en práctica una política bajo este sustento seguramente tendrá un efecto inmediato que convertirá a la fuerza opositora en un huracán que arrasará con los cimientos de la dictadura. De no hacerlo, la oposición seguirá debilitándose como hasta ahora. Todo indica que se abren nuevos tiempos. Más difíciles desde el punto de vista político. Las luchas populares se pudiesen convertir en una determinación de la unidad. Eso puede ayudar. Parece que este asunto —una política de altura y con aliento histórico— no se puede dejar en manos de los políticos que se arrogan el derecho de dirigir con pocas ideas en el seso y muchos billetes en el bolsillo.

@HermosoCarlosD

27 de septiembre 2021

El Pitazo

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