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¡Llegaron los Yanquis!

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 3 min.

Lo vieron correr raudo y veloz cerro abajo, golpeaba desesperadamente las puertas vociferando a todo pulmón que había que tomar las armas porque los yanquis ya habían llegado a Venezuela. En la gritadera apenas se le entendía que habían tomado la capital y el estado Amazonas. Torcuato, un hombre de 64 años, conocido en el Barrio como Thor por su destreza en el arte de martillar a los vecinos, se encasquetó su uniforme de miliciano, se armó de un machete de esos que llaman cola e’ gallo y se dispuso a organizar la resistencia frente al insolente invasor. Todos los vecinos, sorprendidos ante tanta alharaca, salieron a averiguar qué era lo que estaba pasando. Para unos esta reacción era producto de sus frecuentes borracheras, para otros podía ser el anuncio de la tan temida invasión de los ejércitos del norte.

Llegando a la última escalera del Barrio lograron darle alcance. Su nerviosismo era patente, la seriedad de su expresión desconcertaba, aunque el tufo a aguardiente blanco delataba una noche de copas, o más bien, de vasitos plásticos. Ante la solicitud de aclaratoria, Torcuato sudando más que un marchante turco, procedió entre balbuceos, a dar la nefasta noticia. Comentó que encendió el televisor del taller mecánico, donde “cuida” y duerme, sintonizándolo en VTV y, entre despierto y dormido, escuchó que “los yanquis habían vencido a los indios en su terreno”, pero no solamente eso, también anunciaron que “los temidos Mariners habían doblegado a los capitalinos sin darle mayores libertades”, y para más colmo, se filtró que los curas estaban en la conspiración apoyando la invasión, porque el locutor anuncio que “los padres habían maniatado a los vigilantes sin ninguna misericordia”. Pobre Torcuato no se había percatado que el locutor había dado los resultados de los juegos de grandes ligas entre Yanquis de New York e Indios de Cleveland, Marineros de Seattle y los capitalinos Nacionales de Washington, así como los resultados del encuentro entre Padres de San Diego y Vigilantes de Texas.

Así como Torcuato, muchos venezolanos han entrado en la paranoia de la invasión gringa, por supuesto, exacerbada con el anuncio irresponsable de Trump. Anuncio este que inmediatamente fue reinterpretado por el vicepresidente Pence en su viaje a Colombia. Ese episodio me recordó cuando Chávez declaraba cualquier barbaridad y luego el vicepresidente José Vicente Rangel, salía ante los medios aclarando que el presidente no había dicho lo que realmente dijo. No sé si Trump es el hermano perdido de Chávez, pero pareciere que tienen la misma carga genética. Bocones, estridentes, blufeadores y pantalleros, uno me recuerda tanto al otro.

Pero hay algo cierto, lo de la invasión gringa no está en el tapete por las infelices declaraciones de Trump. El gobierno del socialismo del siglo XXI la ha utilizado por lo menos desde el año 2002. Es la misma estrategia que utilizó Fidel Castro por 50 años para mantener a una población en ascuas y en ejercicios militares permanentes, mientras sucumbía ante la miseria y la falta de libertades. Con este mismo cuento quieren mantener a muchos venezolanos con la ilusión de que en cualquier momento se convertirán en heroicos patriotas por defender la nación. Esto explica que cientos de Torcuatos uniformados de Milicianos con un palo de escoba en la mano porque no hay presupuesto para darles armas, asuman con tanta seriedad y autoridad la tarea de “cuidar” instalaciones públicas, sin que nadie tome en serio su presencia casi circense. Para hacerles la historia corta, los jodedores del Barrio, entre burlas y chascarrillos, le sugirieron al popular Thor, ir a darse un baño, cepillarse para contrarrestar el delator tufo, y rezar a todos los santos para que, en caso de que se concrete la susodicha invasión, no coincida con el día del cobro de la pensión, ni con la entrega de las Bolsas Clap.