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Tulio Ramírez

Cosas inútiles en Venezuela

Tulio Ramírez

Cuando se viaja a un país serio, es decir, esos donde la gente se preocupa más por crear y producir que por hacer enormes colas para echar gasolina, agarrar una bolsa CLAP, sacar el pasaporte o hacer trámites en un registro público, nos damos cuenta de que las cosas si pueden funcionar normalmente sin estar mojándole la mano a alguien.

Pareciera que, en esos países, no hubiera gobierno a quien mentarle la madre. El día a día transcurre tan normalmente que si nos descuidamos nos puede dar un ataque de depresión por falta de experiencias límites que alboroten nuestra adrenalina. Por ejemplo, hacer una cola para asistir a un espectáculo sin que nadie se colee es frustrante o ir a una oficina pública sin que el pana del escritorio 6 te intente convencer sobre cómo hacer que salga más rápido tu solicitud, realmente es escalofriante.

Cuando tenemos un paisano cerca, así no lo conozcamos, utilizamos expresiones como estas, “igualito que en Venezuela ¿verdad compadre?, allá no te ponen multa, sino que te matraquean directo”, o “igualito que en Venezuela paisano, allá si dejan un paquete en la puerta de tu casa, dura lo que dura una cerveza fría en un campo de softball”.

Lo cierto es que cuando estamos fuera, buena parte del tiempo nos la pasamos comparando. Es como una suerte de catarsis con flagelación. Nos desahogamos, cosa que según los psicólogos es buena, pero recordando siempre lo mal que estamos. Del “Ta’ barato dame dos”, pasamos al “qué te parece, igualito que allá”, seguido de lo malo que estamos en la comparación.

En esos viajes también nos damos cuenta de tantas cosas que son útiles y valiosas en esos países, pero que en Venezuela son totalmente inútiles a pesar de que existen desde hace muchos años. Veamos.

Las tarjetas de crédito. No hay venezolano de más de 50 años que no conserve en su cartera 3 o 4 tarjetas de crédito. Ocupan un buen espacio en la billetera y no son sacadas desde hace aproximadamente 15 años. Pero allí están, inclusive vencidas, nos da miedo deshacernos de ellas. ¿Por qué?, es un misterio.

El Seguro de Responsabilidad Civil de Vehículos. Para lo único que sirve es para que los policías no te matraqueen por no tenerlo. Esas pólizas no cubren ni un rayoncito de uña de gato, mucho menos un incidente mayor. Desde hace rato tampoco el servicio de grúa, que es lo menos que deberían ofrecer.

Los Seguros de Hospitalización Cirugía y Maternidad de los funcionarios públicos. Si te apareces en la clínica con una espina de pescado atragantada, tendrás que tragártela. La clave para la admisión nunca llegará.

Las garantías. Cuando compras te dicen que tu equipo o artefacto tiene una garantía por 10 años. Cuando a la semana regresas con el aparato dañado, te dicen: “la garantía por la tienda es de 12 horas, después de eso corre por cuenta de la fábrica que está en Xuzhou, Shanghái, comuníquese con ellos”. Nada, agarras tu aparato y te lo llevas. Hay que pagarle a un técnico.

El Derecho de Propiedad. Un pilar sobre el que se construyeron los países desarrollados, en el nuestro es más débil que una platabanda de cazabe. El inquilino moroso que se niega a abandonar el inmueble, está más protegido que Putin presidiendo un desfile en Ucrania. No hay manera de sacarlo a menos que se aplique el aforismo jurídico “Bajatum mulatum est”, y hay que bajarse duro.

Los semáforos. Si no están dañados, igual nadie les para. “Comerse la luz” es un deporte nacional y los campeones indiscutibles son las autoridades y lo enchufados. Perdonen la redundancia.

Las pensiones. En un país serio un pensionado tiene asegurada su vejez. Lo que recibe alcanza hasta para mantener al vago del nieto. En nuestro país, lo que asegura es la desnutrición.

Por último, sin que la lista se agote, debemos referirnos a quienes dirigen la economía en Venezuela, pero sobre eso hablo después, no vaya a ser.

Twitter: @tulioramirezc

Pensar la educación superior del siglo XXI sin estar anclado en el siglo XX

Tulio Ramírez

El 4 enero de 2011, Chávez vetó la aprobación de lo que los diputados oficialistas calificaron como “la mejor Ley de Educación Universitaria que se ha podido hacer en este país”. Según palabras del presidente, esa ley, si bien presentaba muchas fortalezas, también tenía muchas debilidades. Una vez vetada la Ley, convocó a sus partidarios a abrir un gran debate en el país. “Abramos el compás”, dijo, ya que “merece ser discutida con amplitud”.

Chávez exhortó a los parlamentarios que asumirían sus curules el 5 de enero de 2011, a levantar la sanción de esta ley aprobada por la recién fenecida Asamblea Nacional e instó a crear una comisión nacional para promover el debate, en aras de diseñar un nuevo instrumento legal. Después de esta exhortación, no se habló más del asunto, ni en el parlamento ni en las universidades.

De hecho, durante los siguientes 11 años no surgió alguna iniciativa para retomar la discusión sobre una nueva ley que sustituyera a la vigente Ley de Universidades. Esta mora no solo es atribuible a los diferentes parlamentos; las instituciones de educación superior tampoco promovieron la reapertura del asunto.

Ese letargo contrastó con lo sucedido durante el periodo previo a la discusión del proyecto de ley que finalmente terminó aprobándose el último día de sesiones de la AN en 2010. Ante la inminente discusión, tanto la Asociación Venezolana de Rectores (AVERU) como un conjunto de profesores de diferentes universidades públicas y privadas, con más de 40 mil firmas de respaldo, introdujeron en la Asamblea Nacional dos sendos proyectos de ley que nunca fueron discutidos en el hemiciclo. Inclusive se habla de la existencia de por lo menos 6 proyectos más.

Después de transcurridos esos largos 11 años, sorpresivamente para finales de enero de 2022 vuelve a hablarse de la necesidad de elaborar y aprobar un nuevo proyecto de ley para la educación más alta en el país. De hecho, tanto el Consejo Nacional de Universidades, a través de una comisión Ad hoc, como una comisión parlamentaria, inician una serie de consultas con miras a elaborar un instrumento para ser discutido y aprobado por la Asamblea Nacional.

En los medios universitarios hay consenso en considerar que es necesario elaborar una ley acorde a los tiempos. La ley de universidades vigente aprobada en 1958 y reformada en 1970, no puede responder a las nuevas realidades y retos. No solo la complejidad de la sociedad del conocimiento amerita nuevas respuestas, sino que nuestras instituciones se encuentran hoy colapsadas, debido al agotamiento de un modelo económico rentista que ya no las puede sostener. Las IES deben adecuarse a las exigencias de un mundo globalizado que crea riqueza y bienestar dependiendo cada vez más del conocimiento y cada vez menos de los recursos no renovables.

La brecha existente entre los países productores de ciencia y tecnología con respecto a América Latina y el Caribe se agranda cada vez más. Transitar el siglo XXI con una universidad anclada en el siglo XX, amplia esta brecha. Si además de esto, se privilegia la demagogia y el populismo por sobre la excelencia y la productividad académica, la posibilidad de acortarla a mediano plazo, es una ilusión.

Sin pretender agotar el tema, algunas propuestas que valdría la pena discutir para incorporar a la nueva ley, serían las siguientes:

Una Ley para la Educación Superior y no para la Educación Universitaria. El mundo de la educación superior es y debe ser diverso. Denominar a todas las Instituciones de Educación Superior (IES) como universidades, es desnaturalizar el término y esconder la diversidad deseable que debe existir en el complejo mundo de la formación profesional. La existencia de Tecnológicos, Politécnicos e instituciones con salidas intermedias o carreras cortas a nivel técnico, diversifica la oferta y brinda alternativas en atención a las exigencias de un mercado de trabajo que se ha transformado radicalmente.

Autonomía organizativa para superar modelos poco eficientes. Este es un tema pendiente, la Ley vigente organiza a las Universidades Nacionales con una estructura estandarizada por facultades y escuelas que hoy en día ha sido superada por formas más eficientes de organización que permite un uso más racional de los recursos y talentos existentes. La Ley debe permitir a las IES, en aras de la autonomía organizativa, diseñar los modelos de organización más adecuados y pertinentes.

Fuentes alternas de financiamiento: sería ilusorio pensar que las IES públicas puedan recuperarse, sostenerse y desarrollarse a partir de un presupuesto público cada vez más comprometido y con menos afluencia de recursos financieros por la renta petrolera. Es necesario sentar las bases legales para que las IES puedan explorar fuentes alternas de financiamiento, bien a través de la creación de Fondos de Desarrollo, venta de tecnología y servicios a entes públicos y privados, incluyendo la posibilidad de ampliar su oferta académica a través de la modalidad virtual a la demanda internacional. Se obtendrían recursos económicos fuera del presupuesto que, constitucionalmente, deben asignar a las IES públicas, el gobierno nacional.

La heterologación de los salarios docentes con base a la productividad académica. La figura de la homologación salarial ha traído más inequidades que justicia. Este es un tema que hay que discutir con serenidad. Pagar los mismos salarios por escalafón y tiempo de dedicación, con independencia de la actividad real del profesor, más que estimular la productividad académica, la desestimula. Es injusto que un docente que hace tareas de docencia, investigación, gestión administrativa o extensión, perciba exactamente el mismo sueldo que aquel que solo se dedica a una sola de estas actividades.

Un Sistema de Evaluación y Acreditación de las IES. Una manera de rendir cuentas, mejorar la productividad académica y brindar un servicio educativo de calidad, es a través de la creación de un Sistema de Evaluación y Acreditación de las IES, que de manera autónoma y con criterios científicos establezca un ranking detales instituciones. Esta acreditación servirá, no sólo para asegurar la calidad de la oferta académica, también aportará información para hacer una distribución presupuestaria en función de variables que van más allá del número de estudiantes matriculados. Esta propuesta se concatena con el de la heterologación de los salarios docentes. Aquellas IES con mayor productividad de sus profesores, recibirán presupuestos para sueldos docentes, con los incrementos ajustados en función de esta productividad.

Los aquí expuestos no son todos los asuntos que deben discutirse. Seguramente hay muchas otras ideas y propuestas circulando por el país. Estas son apenas algunas de ellas.

POLITIKA UCAB

Marzo 16, 2022

https://politikaucab.net/2022/03/16/pensar-la-educacion-superior-del-sig...

¡Los Come Nabos!

Tulio Ramírez

Cuando lo extraordinario se hacia cotidiano, entonces se estaba en revolución. Si mal no recuerdo, fue el Che Guevara el que acuñó esa frase que prendió como eslogan publicitario en todas las mentes calenturientas de los jóvenes revolucionarios latinoamericanos de los años sesenta y setenta. Esta aludía a las transformaciones radicales de los usos, las costumbres, la legalidad y todo lo que hasta antes de la revolución era considerado “normal” para los ciudadanos.

Era la época donde el movimiento hippie latinoamericano se empalmó con el ya triunfante castrismo y la mitología de “los cambios guiados por un inmenso sentimiento de amor”. Fue el momento en que esa juventud rebelde de latinoamérica que comenzó a combinar los pantalones acampanados tipo Beatles con franelas con la imagen del Che Guevara o Angela Davis. Por esos tiempos, convivían armoniosamente en las discotecas de Altamira con las reuniones en la casa del Partido o la música de los Rolling Stone con la lectura de las cinco tesis filosóficas de Mao Tse Tung.

No lo niego, fue la época dorada de la propaganda comunista. Los Festivales de la Juventud organizados en La Habana lograron congregar a lo más granado de lo que más tarde serían los intelectuales de esta parte del mundo. “El Faro que iluminaba la ruta a seguir” se convertía en referencia para todos los jóvenes contestarías.

Era tan efectiva y potente esa propaganda que evitaba ver la triste realidad cubana. Inclusive, los que fueron a Cuba y estuvieron tan cerca de la pobreza, la represión y el miedo solo veían lo que querían ver. A la pobreza la llamaban “condición de pueblo humilde, sencillo y revolucionario”; a la mendicidad la llamaban “pueblo que espera disciplinadamente su ración”, a la vigilancia y espionaje a vecinos lo llamaban “pueblo organizado que resiste”. Todos estos eufemismos no eran otra cosa que la negación de lo evidente. Todo estaba bien. Definitivamente, la realidad son percepciones.

Esas gríngolas que impiden dar acceso a la verdad, esquivándola o negándola, es característico de todos los fanatismos. El fanático no entiende razones y rechaza todo lo que pone en peligro la estabilidad de sus recetas aprendidas.

Tiene mucho temor a quedar desnudo ante las evidencias. Evita por todos los medios que se destruya el endeble castillo de naipes donde están alojadas o, más bien, apertrechadas cómodamente sus ideas y fantasías. Pasó en Cuba y pasa en Venezuela. El discurso oficial construye una realidad solo para fanáticos. Eso ayuda a mantenerse en el poder.

Chávez era un artista en esto de crear fantasías para ocultar la realidad. Era capaz de tirarse dos horas por cadena de radio y televisión para convencer a la gente que ser rico era malo. Lo absurdo era que hacia ese Aló Presidente desde la multimillonaria finca de su familia. Familia, por cierto, con un abolengo de pobreza de décadas convertida de la noche a la mañana en una monarquía recién vestida que se adueñó de media Barinas. Esto lo constataba todo el mundo, menos sus seguidores.

Hoy la tradición continúa. El discurso que de manera reiterada se vende a los venezolanos sobre la supuesta reanimación de la economía, ha sido comprado en su totalidad por los sectores más recalcitrantemente fanáticos de la tolda rojita. Esto nos recuerda a aquel personaje de la Radio Rochela llamado “El Come Nabos”. Este era un flaco, raquítico y desgarbado con cara de hambre que decía a sus amigos, con la mirada perdida, voz apagada y soltando el gallo a mitad de conversación, “yo me siento bien, yo me siento fuerte, yo me alimento con nabos”.

Como el Come Nabos, algunos ingenuos con cara huesuda por el hambre acumulada y gallos que alteran la nitidez de su voz, exclaman “yo me siento contento, yo estoy feliz, la economía se reactivó”. Lo peor es que lo dicen sin haber tenido la más mínima posibilidad de entrar a un bodegón a comprar la tan ansiada Nutella, signo de prosperidad para los economistas del gobierno.

https://talcualdigital.com/los-come-nabos-por-tulio-ramirez/

¡Llegaron los Yanquis!

Tulio Ramírez

Lo vieron correr raudo y veloz cerro abajo, golpeaba desesperadamente las puertas vociferando a todo pulmón que había que tomar las armas porque los yanquis ya habían llegado a Venezuela. En la gritadera apenas se le entendía que habían tomado la capital y el estado Amazonas. Torcuato, un hombre de 64 años, conocido en el Barrio como Thor por su destreza en el arte de martillar a los vecinos, se encasquetó su uniforme de miliciano, se armó de un machete de esos que llaman cola e’ gallo y se dispuso a organizar la resistencia frente al insolente invasor. Todos los vecinos, sorprendidos ante tanta alharaca, salieron a averiguar qué era lo que estaba pasando. Para unos esta reacción era producto de sus frecuentes borracheras, para otros podía ser el anuncio de la tan temida invasión de los ejércitos del norte.

Llegando a la última escalera del Barrio lograron darle alcance. Su nerviosismo era patente, la seriedad de su expresión desconcertaba, aunque el tufo a aguardiente blanco delataba una noche de copas, o más bien, de vasitos plásticos. Ante la solicitud de aclaratoria, Torcuato sudando más que un marchante turco, procedió entre balbuceos, a dar la nefasta noticia. Comentó que encendió el televisor del taller mecánico, donde “cuida” y duerme, sintonizándolo en VTV y, entre despierto y dormido, escuchó que “los yanquis habían vencido a los indios en su terreno”, pero no solamente eso, también anunciaron que “los temidos Mariners habían doblegado a los capitalinos sin darle mayores libertades”, y para más colmo, se filtró que los curas estaban en la conspiración apoyando la invasión, porque el locutor anuncio que “los padres habían maniatado a los vigilantes sin ninguna misericordia”. Pobre Torcuato no se había percatado que el locutor había dado los resultados de los juegos de grandes ligas entre Yanquis de New York e Indios de Cleveland, Marineros de Seattle y los capitalinos Nacionales de Washington, así como los resultados del encuentro entre Padres de San Diego y Vigilantes de Texas.

Así como Torcuato, muchos venezolanos han entrado en la paranoia de la invasión gringa, por supuesto, exacerbada con el anuncio irresponsable de Trump. Anuncio este que inmediatamente fue reinterpretado por el vicepresidente Pence en su viaje a Colombia. Ese episodio me recordó cuando Chávez declaraba cualquier barbaridad y luego el vicepresidente José Vicente Rangel, salía ante los medios aclarando que el presidente no había dicho lo que realmente dijo. No sé si Trump es el hermano perdido de Chávez, pero pareciere que tienen la misma carga genética. Bocones, estridentes, blufeadores y pantalleros, uno me recuerda tanto al otro.

Pero hay algo cierto, lo de la invasión gringa no está en el tapete por las infelices declaraciones de Trump. El gobierno del socialismo del siglo XXI la ha utilizado por lo menos desde el año 2002. Es la misma estrategia que utilizó Fidel Castro por 50 años para mantener a una población en ascuas y en ejercicios militares permanentes, mientras sucumbía ante la miseria y la falta de libertades. Con este mismo cuento quieren mantener a muchos venezolanos con la ilusión de que en cualquier momento se convertirán en heroicos patriotas por defender la nación. Esto explica que cientos de Torcuatos uniformados de Milicianos con un palo de escoba en la mano porque no hay presupuesto para darles armas, asuman con tanta seriedad y autoridad la tarea de “cuidar” instalaciones públicas, sin que nadie tome en serio su presencia casi circense. Para hacerles la historia corta, los jodedores del Barrio, entre burlas y chascarrillos, le sugirieron al popular Thor, ir a darse un baño, cepillarse para contrarrestar el delator tufo, y rezar a todos los santos para que, en caso de que se concrete la susodicha invasión, no coincida con el día del cobro de la pensión, ni con la entrega de las Bolsas Clap.