Don Patricio Aylwin en marzo de 1990 recibió, de manos de Augusto Pinochet, la banda presidencial que lo acreditaba como el primer Presidente electo democráticamente después de 17 años de cerrada dictadura militar y en el segundo democristiano después de Eduardo Frey Montalva, de la historia de Chile. En una entrevista televisiva al Presidente Aylwin, el entrevistador le pregunta, ¿por qué tanta consideración con el dictador Pinochet si él los persiguió y nos negó a todos los derechos ciudadanos?, la respuesta de Aylwin fue muy corta, lacónica, pero de un inmenso contenido democrático y de gente decente, le respondió: “Porque somos distintos”.
O somos demócratas convencidos, en las buenas y en las malas y con profundas raíces, para entender que el pueblo es el soberano que cuando se manifiesta con mayoría se debe respetar y acatar, o no lo somos. No podemos decir que somos democráticos dependiendo de las circunstancias, eso sería un condicionamiento inaceptable y hasta cierto punto irracional. La democracia es un convencimiento de vida, es una manera de desenvolvernos civilizadamente en medio de nuestras naturales y normales diferencias que reclaman tolerancia para entendernos y vivir en paz.
Debemos preguntarnos ¿Una intervención armada de una fuerza foránea en nuestro país para quitar y poner gobierno, ¿es democrática? Claro que no lo es porque se trata de una injerencia extraña en los asuntos que privativamente son exclusivos nuestros.
Se que el grado de desesperación de muchos los lleva a pensar y a lo que es más grave, a desear, que militares armados de otras tierras nos vengan a resolver el problema que es exclusivamente nuestro y también exclusivamente nos corresponde a nosotros resolver. Ello sería una manifestación de no tener coraje, fuerza ni valentía para nosotros atender nuestros problemas y circunstancias y un distanciamiento sumamente preocupante y peligroso de los postulados democráticos. Debemos canalizar adecuadamente muy bien el nivel de desesperación que nos invade a todos y para ello la democracia nos ofrece constitucionalmente salidas a la crisis. Además, una fuerza extranjera manejando al país, aunque sea por breve tiempo, es un salto al vacío que no sabemos a dónde vamos a parar.
Los problemas y las crisis por muy agudas que sean se resuelven con democracia, con mucha democracia, nunca con menos y jamás poniéndola de lado.
En democracia todo lo permitido, que es bastante, sin democracia nada que es nada.
O somos demócratas cabales y militantes activos o nos dejamos llevar por las circunstancias. Ello lo debemos pensar muy bien para no caer en un abismo insondable.
No hay nada más democrático que respetar y hacer respetar nuestra Constitución. Ella nos da derechos y establece deberes y en función de estos últimos, pensemos en la obligación que todos tenemos contraída en este tiempo.