Se pone cada vez más de manifiesto que uno de los mayores obstáculos para conquistar de nuevo la democracia y emprender soluciones a la grave tragedia que agobia al país, es la burbuja ideológica en que se refugia el chavo-madurismo. Armada con las alusiones épicas iniciales de un Chávez redentor que prometía refundar la república invocando a Bolívar, condimentada profusamente de odios contra quienes identificó como enemigos y revestida, luego, con categorías de la mitología comunista, pudo terminar en una cosmovisión cerrada sobre sí misma, refractaria a ser contrastada con la realidad.
En los primeros tiempos, la retórica patriotera y de justicia social interpretó las frustraciones que muchos habían incubado contra la democracia bipartidista. Al prometer la ruptura con ésta y el castigo a los supuestos culpables, alimentó, asimismo, sus ansias revanchistas. Sin embargo, en la medida en que el chavismo fue desnudando su naturaleza fascista y, sobre todo, después de que regresaran los precios internacionales del crudo de los niveles extraordinarios alcanzados entre 2008 y 2014, la retórica oficialista fue perdiendo sintonía con las realidades vividas por los venezolanos.
La representación ideológica construida pasó de ser una referencia aglutinadora de voluntades, en competencia con visiones alternas expuestas por otras fuerzas políticas, a convertirse en un blindaje contra todo cuestionamiento, refugio en el cual hurgarían los personeros del chavismo los justificativos con los cuales absolver la pasmosa destrucción del país engendrada por su gestión de gobierno. Terminaron por erigir una falsa realidad acomodaticia con sus atropellos y desmanes, por más disparatados y crueles que estos fuesen. Según este submundo ficticio, siempre habría un enemigo a quien echarle la culpa por las penurias de la nación. La necesidad de combatirlo y no descansar hasta limpiar el país de su presencia posponía indefinidamente la dicha de la tierra prometida en sus alocuciones “revolucionarias”.
La tragedia de Venezuela es que tal enajenación ha dominado las ejecutorias de quienes han controlado los mandos del Estado durante todos estos años. De tanto repetir consignas y reemplazar la realidad por representaciones simbólicas afectas a sus intereses, se han convertido en sus rehenes. Dadas las alianzas y posturas construidas con base en estas fabricaciones, no saben cómo desenvolverse sin ellas. Ámbitos en los que es menester entenderse con las complejidades de la realidad tal cual como es, son inasibles. Inventos como los del “bloqueo” y la “guerra económica” ahorran el esfuerzo mental de compatibilizarla con su ideario. Quizás el mayor prisionero de estas gríngolas ideológicas sea el propio Maduro, incapaz de ver al mundo sin estos cristales deformantes y razonar en consecuencia.
Hace unos días tuvo el tupé de vociferar en una alocución televisada: “Capriles, Ramos Allup y Guaidó, me van buscando la forma de que se levanten las sanciones” (¡!), después de haberlos acusado de pedir la imposición de las mismas. Creyendo, ahora, que las negociaciones le allanaban el camino para eliminarlas, “ordenó” a sus recién aceptados interlocutores demócratas que le quitaran tan enojosa traba. Totalmente ausente estaba cualquier referencia a las razones detrás de las sanciones: violaciones flagrantes de los derechos humanos, narcotráfico, lavado de dineros sucios y otras corruptelas. Muchísimo menos se le ocurrió mostrar propósitos de enmienda, ni atisbos de que se comprometería a superar las condiciones que las motivaron. ¡Estas sanciones sólo obedecen a la inquina del imperio maligno contra el gobierno “revolucionario” y por la “traición” de los opositores!
Pero la desfachatez de Maduro no termina ahí. Pocos días después volvió a amenazar con una “justicia severa” a la dirigencia opositora, tildándola de “delincuentes”, por “lo que le hicieron a Venezuela” (¡!). O sea, el responsable de haber reducido a la economía venezolana a menos de la cuarta parte de cuando ocupó la presidencia, quien acabó con la industria petrolera y les entregó el país a bandas criminales de todo tipo –incluyendo los militares corruptos que lo sostienen—, y quien violó garantías fundamentales del ordenamiento legal vigente, lanza amenazas a otros con aplicarles una “justicia severa”. ¿A nombre de quién está la requisitoria librada por fiscales de EE.UU., ofreciendo una compensación de USD 15 millones? ¿A quién señalan los informes del Consejo de Derechos Humanos de la ONU como máximo responsable del aparato represivo instalado por su gobierno? ¿En qué mundo se mueve este señor? Como reza el dicho: “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. ¡La prisión ideológica!
Pero de contrasentidos y torpezas, Maduro llenaría páginas enteras. Por lo recién, traemos a colación sus intemperancias con los obispos por haber denunciado el bloqueo, por parte de unos militares gorilas, de la ayuda humanitaria a las poblaciones afectadas por las lluvias que azotaron el sur del estado Mérida. Cuando no. “Fue una campaña miserable dirigida por obispos de la Iglesia católica contra la FANB”, increpó. Los calificó de “bicharracos”, que montaban un show. “Salgo en defensa de la FANB y pido respeto y apoyo al pueblo de Mérida y a la FANB”. Para taparear las barbaridades de “sus muchachos” –así los identificó en su alocución—, los identifica con el pueblo de Mérida agredido, adulterando el hecho de que fueron sus gorilas los que le faltaron el respeto a ese pueblo, atropellando sus requerimientos más urgentes. El mayor descalificativo a la FANB viene de su propio seno. No hacen falta señalamientos de obispos ni de otros. Mayor descrédito por corrupción, atropellos a los venezolanos y traición a la patria, creo que jamás habían logrado echarse encima los militares en Venezuela en toda su historia como los que apoyan a Maduro.
Estos incidentes tienen relevancia en momentos en que se intenta desarrollar un proceso de negociación en México entre personeros del régimen y las fuerzas democráticas, con miras a arribar a acuerdos que permitan instrumentar salidas mutuamente aceptables a la terrible situación en que se encuentra el país. Ponen de manifiesto que destacados dirigentes chavistas prefieren seguir recreándose en un mundo totalmente ajeno a la realidad. Son incapaces de conectarse con lo que esta padeciendo el país.
Se me dirá que entiendo poco de las realidades políticas del chavismo. Que lo de Maduro son alardes dirigidos a sus partidarios destinados a demostrar que sigue siendo el caprino macho que más micciona. Pero esto, en vez de excusar sus desatinos, le confieren todavía mayor gravedad. Dibujan ese mundo de absurdos que encapsulan el imaginario de quienes lo acompañan y que, por tanto, él se ve obligado a alimentar. Con interlocutores forzados a caerse a embuste permanentemente para su sobrevivencia, las esperanzas de arribar a acuerdos en las negociaciones en México sobre bases razonables y teniendo como referencia los graves problemas que padecen los venezolanos, lucen bastante opacas.
De ahí la importancia de continuar con una posición firme, blindada con las principales democracias realmente interesadas en contribuir con la conquista de las libertades públicas en el país y apoyada en la viabilidad de programas efectivos para abordar el terrible problema humanitario que enfrenta la población, para condicionar toda posibilidad de levantar las sanciones a compromisos verificables sobre el restablecimiento de las garantías constitucionales. Y, con ello, convocar a comicios confiables para que se pronuncie el pueblo sobre quienes –presidente y diputados—deben conducir el país.
En momentos en que el país sigue hundiéndose en una crisis que parece todavía no tocar fondo y que el régimen hace aguas por todos lados, destemplanzas como las de Maduro constituyen uno de los mayores crímenes imaginables. Pero, por más que hayan arruinado al país, el núcleo de enchufados todavía logra apoderarse de lo requerido para mantener sus privilegios. ¿Crisis? ¡No, que va!
Viene a la mente la pregunta de una reportera a Maduro sobre si dormía tranquilo ante la muerte de tantos jóvenes que protestaban contra su gobierno. “Duermo como un bebé”, fue su respuesta. Negociar exitosamente con fascistas para el bien de los venezolanos, representa un formidable reto. Tenemos confianza en que quienes nos representan en este afán, así como las democracias que nos apoyan, habrán de mostrar la fortaleza, consistencia y paciencia para lograr el resultado anhelado.
Economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela