Pienso que todos sabemos que la inmensa y extremadamente grave crisis que confrontamos, originada por el monstruoso desconocimiento del régimen, con intento de fraude, del resultado electoral que fue histórico a favor de Edmundo González, quién triplicó en votos al candidato del régimen, con una diferencia superior a cinco millones de sufragios; es íntegra y eminentemente política y como tal, para obtener resultados favorables, debe ser tratada.
El diálogo, como vía civilizada y de entendimiento para desenvolvernos como humanos, es vital e indispensable en la vida y de obligación en la política, su ausencia nos aísla y provoca anarquía cuyas consecuencias se traducen en no resolver los inconvenientes.
Entre otras soluciones propuestas para superar el terrible drama en que estamos, aparece la posibilidad de realizar nueva elección presidencial, dejando nula la anterior, presentada por dignatarios, organizaciones y dirigentes internacionales. Esta posibilidad, de considerarse factible y creo no debemos rechazar, es en mi concepto digna de consideración de nuestra parte.
Se y comprendo perfectamente en su justo lugar que nuestro primer y relevante deber es hacer valer el resultado de la elección del pasado 28 de julio, pero repito, nos encontramos en una crisis de proporciones inmensas cuyas derivadas no conocemos. Nuestra historia no contiene un intento tan bestial contra la voluntad popular, que es contra la democracia, del tamaño que registramos y tenemos la ineludible obligación de buscarle una solución cuanto antes, pues el tiempo puede contribuir a agravarla aún más.
Reconquistar la democracia, la libertad, el imperio de la verdad y el derecho a vivir con bienestar y felicidad, explican y justifican cualquier acuerdo que no contraríe el interés nacional, aunque no sea de nuestro agrado y lo consideremos ingrato. Si tenemos que ir con pañuelo en la nariz, con tapaboca, contra lo que consideramos debe ser, debemos ir si con ello logramos alcanzar objetivos superiores.
Para resolver la crisis no nos debemos negar a discutir las propuestas de solución planteadas y entre ellas la posibilidad de una nueva elección, que por demás está decir, con una montaña de razones y de lógica, ganaremos con más amplio margen porque el pueblo cobrará la funesta intentona en su contra.
Si la única vía que se nos presenta, para redundar sin otra alternativa, es repetir la elección, debemos seriamente considerarla por el bien de la Patria y del común. De acordarse ello, necesariamente y sin discusión, debe ser con otras autoridades electorales de reconocida independencia, honestidad probada y con la observación de todas las organizaciones internacionales especializadas que deseen hacerlo. Esta condición sería irrenunciable en cualquiera circunstancia, porque si se piensa y queremos sacar a los ladrones no se debe hacer con ellos y no tendría ningún sentido razonable.
Expreso esta consideración, siendo fiel a mi conciencia y pensamiento, con la intención de provocar intercambios de puntos de vista sobre ella y con la idea de presentar a la discusión una alternativa de solución que entiendo válida.