Los índices con los que se miden el grado de desarrollo de los pueblos son considerados universalmente y en nuestro país los de 1958 en nada se parecen a los de 1999, el desarrollo logrado en esos cuarenta años es el más grande y profundo de nuestra historia y así lo registran las cifras y los índices de hoy tampoco se parecen en nada a los de 1999, todo lo bueno de entonces ahora está totalmente destrozado y todo lo malo lo transformaron en peor.
En 1958 nuestro país registraba un analfabetismo del 50% y para 1999 solo era de 7.5%. La expectativa de vida para 1958 era de 53 años promedio y para 1999 se ubicó en 73 años. Para 1958 en nuestro país existían cinco universidades (3 pública y 2 privadas), en 1999 existían 200 entidades de educación superior. Para 1958 había en el país 200 hospitales y 350 ambulatorios, en 1999 se registraron 975 hospitales 4.000 ambulatorios. PDVSA producía 3 millones 500 mil barriles diarios de petróleo en 1999 con una proyección a tres años para llegar a cinco millones, hoy solo producimos 600 mil barriles diarios que ni siquiera cubre la demanda interna, por ello insólitamente importamos gasolina. Nuestra empresa petrolera era una de las tres más importantes del mundo, hoy está en ruinas y es inauditable con instalaciones caducas muy distantes de la modernización, los reales se perdieron como por arte de magia o mejor dicho los desaparecieron de la empresa para ir a otras manos. Para 1958 la red vial del país era de 17.000 kilómetros y para 1999 llegó a 100 mil kilómetros.
Podemos seguir estableciendo contrastes, pero creo que lo escrito habla del inmenso desarrollo en el periodo 1958-98 y basta citar el caso de PDVSA para determinar el grado de deterioro y destrozo del país de los últimos 25 años, sumando a ello que después de ser uno de los países más ricos del continente ahora somos uno de los de mayor pobreza y hambre del mundo.
Nadie racionalmente en 1999 se podía imaginar que alguna vez llegaríamos al estado de deterioro, de hambre, de pobreza, de malestar e infelicidad como el que hoy vivimos; sin embargo este señor Maduro tuvo la desvergüenza y osadía de presentarse en la pasada elección para su reelección, pero el pueblo fue claro y enfático en su veredicto y fue triplicado en votos por Edmundo González, que ahora pretende desconocer en un hecho que lo separa totalmente de la democracia, de la Constitución y del Estado de Derecho, con la grave complicidad de la totalidad del Poder Público que le es incondicional de manera rastrera.
A la voluntad del pueblo de hacer valer la verdad el régimen responde con violencia inhumana: persiguiendo, encarcelando, torturando, enjuiciando y hasta asesinando a quien reclama justicia.
Si al régimen le queda un resto de conciencia es necesario que rectifique, porque todo el mundo y ellos en particular saben que esta situación es insostenible. Un gobierno sin pueblo que solo se sostiene sobre bayonetas, torturas y asesinatos, tiene los días contados y el camino adecuado es ponernos de acuerdo para una transición pacífica, democrática y civilizada para evitar males mayores que lamentaríamos por el resto de nuestros días. Una entrega acordada nos convierte a todos, pero particularmente al régimen.