El último libro de Moisés Naím es de obligatoria lectura. En páginas amenas, La revancha de los poderosos nos señala cómo los nuevos autócratas llegan al poder, destruyen las instituciones que son la base de la democracia liberal, e intentan perpetuarse al frente de sus países. Naím, nuestro profundo y agudo pensador, destaca que es similar la fórmula que han aplicado personajes tan disímiles como Trump, en Estados Unidos, Orbán en Hungría, Bolsonaro en Brasil, López Obrados en México, Bukele en El Salvador, Chávez y Maduro en Venezuela, para citar solo algunos, resumiéndola en tres palabras: populismo, polarización y posverdad. Las tres P, como las llama.
Este simple divulgador de información en cuartillas semanales acepta como válidas las premisas de Naím. Quizá el título puede confundir a quien no haya leído el libro. Personajes como Berlusconi, el magnate de las comunicaciones en Italia, y Trump el millonario del sector inmobiliario, eran poderosos antes de alcanzar el poder político. En cambio, Chávez, Maduro y López Obrador se volvieron poderosos cuando lo alcanzaron. Lo que sí los une es que no tienen escrúpulos para mentir y para maniobrar para destruir la democracia. Además, Chávez y Maduro son conocidos por las violaciones a los derechos humanos.
Sobre el populismo y la polarización no hay nada que agregar que no se sepa. Como dice Naím, los captamos instintivamente; sin embargo, la posverdad, en el contexto de las democracias, constituye un fenómeno nuevo y aterrador. El diccionario de nuestra Real Academia de la Lengua define posverdad como “Una distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Los demagogos son maestros de la posverdad”.
En nuestra situación, cabe preguntarnos si el régimen de Maduro es el único que aplica las “tres P”. Pareciera que en la oposición hay quienes también prometen lo que no es real, es decir tenemos populistas; hay otros que predican que “nosotros somos la verdadera oposición, ustedes son colaboracionistas”, o sea que buscan polarizar y, por último, también contamos con los afectos a la posverdad cuando insisten en que “no podemos ganar elecciones con este régimen”. Cierto que el régimen ha hecho trampas, amedrentado a los votantes y usado los recursos del Estado pero, a pesar de todo, hemos ganado varios comicios y hemos perdido muchos por falta de testigos, por no ir unidos o por presentar candidatos sin conexión con los electores. Cuando nos arrebataron el triunfo, la dirigencia no tuvo carácter para cobrar, aunque reconocemos que ello es difícil ante una dictadura que no tiene escrúpulos en asesinar a quienes protestan.
¿Podría ser una posverdad afirmar rotundamente que las elecciones primarias son el medio óptimo para seleccionar a nuestro candidato único que derrote a Maduro? ¿Acaso no percibimos que en esas primarias se impondría la maquinaria de los partidos y quedaría electo alguno de los dirigentes actuales? Sin duda varios de nuestros dirigentes tienen méritos propios y han sido luchadores, pero aunque sea injusto, la percepción según todas las encuestas es que, unos más, otros menos, tienen rechazo de los electores.
Ante estas circunstancias, ¿no sería apropiado lograr un consenso para identificar un candidato extra o intrapartido que tenga mayor aceptación? Por otra parte, extraña que muchos compatriotas tengan admiración por Trump y por Bukele.
Naím expresa su angustia por la amenaza mundial contra la democracia. Hoy, muchos autócratas llegan al poder por la vía democrática del voto. Los menos, se manifiestan posteriormente como dictadores, pero la mayoría actúa sigilosamente, promoviendo un parapeto para dar la impresión de legalidad. En ambos casos, buscan destruir los pesos y contrapesos que garantizan el sistema democrático al contener los abusos de quienes detentan el poder.
Propone librar sin descanso batallas contra la Gran Mentira, contra los gobiernos convertidos en criminales, contra las autocracias que tratan de debilitar a las democracias, contra los cárteles políticos que ahogan a la competencia y contra los relatos que descalifican el liberalismo político. Además, insta a “dar un hogar político a quien lo ha perdido”, explorando nuevos métodos electorales como, por ejemplo, que cada elector emita más de un voto por orden de preferencia. Esto impediría que candidatos extremistas salgan electos, aunque tengan un elevado rechazo. Otra participación de los “parias políticos” podría ser a través de las asambleas de ciudadanos. Naím ofrece ejemplos.
Este libro tiene mucho que comentar. Sugerimos su lectura a todos los ciudadanos conscientes de la situación que vivimos, así como aquellos en los que la democracia está aparentemente sólida. Así mismo, que opinadores políticos calificados promuevan su discusión.
Como (había) en botica:
Ni Petro, ni Hernández son la mejor opción para Colombia. Este país está dividido. El futuro es incierto.
El periodista y político Alexis Ortiz organizó un merecido homenaje al apreciado Gustavo Coronel, venezolano distinguido por sus conocimientos petroleros, honestidad y valentía para predicar, practicar y defender, contra viento y marea, los principios y valores de nuestra civilización. Coronel, como dijo Gustavo Tarre, es un genuino adalid de la ética por convicción.
Eugenio Montoro, nuestro compañero de Gente del Petróleo y de Unapetrol, acaba de publicar por Amazon el libro Gerencia en carne viva. Le deseamos mucho éxito,
¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!