En el 2024 habrá elección presidencial. No vale la pena desgastarnos en discutir si la convocatoria del régimen es o no legítima. Tendrá lugar, salvo algo imprevisto. Incluso podría ser en el 2023, por lo que es necesario prepararse. ¿Nos abstendremos porque sería validar a Maduro como el actual presidente o decidiremos acudir a votar? ¿Cómo elegiríamos los demócratas a nuestro candidato, ¿mediante encuestas, por primarias o por consenso? ¿Lo decidimos pronto o esperamos el último minuto?
Al respecto, nuestra dirigencia tiene que orientar a los ciudadanos. No puede vender espejismos de insurrección popular o de intervención militar, que ojalá se dieran. Mucho menos de una invasión abierta o encubierta bajo la figura de responsabilidad de proteger. La dirigencia que tenemos, con sus más y sus menos, es la que tiene la responsabilidad de utilizar los medios a su alcance para salir del régimen. Este es un requisito necesario, pero no suficiente, para solucionar los problemas que enfrentan millones de compatriotas para sobrevivir, dentro y fuera del país. Si para lograrlo deben negociar con el régimen, para lograr elecciones supervisadas por la OEA y la Unión Europea, y una amnistía para presos y exiliados políticos, tienen que hacerlo. Si deben ceder en algunos puntos, no queda otra, porque el costo de que permanezca en el poder es muy elevado para la gran mayoría de los venezolanos. Esperar lo que no está en nuestras manos resolver es como que alguien diga que no va a trabajar porque se sacará la lotería. No debemos engañar a la población.
Este simple escribidor de cuartillas insiste en que, en este momento, no hay otra opción viable vía para salir del régimen que votar. Si ganamos, ¿el régimen nos arrebatará el triunfo? ¡Claro que lo intentará! Ya lo hizo con las parlamentarias del 2015 y con la inhabilitación de candidatos ganadores, pero la otra opción es cruzarnos de brazos esperando que llegue la caballería, como en las antiguas películas.
La selección de nuestro candidato no debería ser de inmediato. Es necesario crear el clima propicio, ojalá de acuerdo con quienes de buena fe y sin duda con algunos argumentos válidos, predican que no se debe votar hasta que no haya condiciones acordes a nuestro derecho a elegir. Unidos debemos exigir esas condiciones, pero conscientes de que al régimen nunca jugará limpio. Además, si es lo elegimos muy pronto, el régimen intentará neutralizarlo. Por otra parte, nuestro candidato tiene que comprometerse a no intentar la reelección y los partidos que lo respalden deben acordar un plan de gobernabilidad por un mínimo de tres períodos presidenciales. Es decir, hay que estar preparados por si el régimen adelanta la fecha.
La selección mediante encuestas confiables es tan democrática, como por elecciones primarias, aunque sin duda es menos transparente para el ciudadano de a pie. Teóricamente, lo ideal sería por primarias. El punto a discutir es qué esperamos de esas primarias. ¿Podremos escoger entre varios candidatos que, con diferentes porcentajes de popularidad, tengan una aceptación razonable y poco rechazo? ¿Es suficiente presentar un solo candidato, sea cual fuere, para ganarle a Maduro? ¿Se podría esperar una alta abstención, que favorecería a Maduro, si nuestro candidato único tiene elevado rechazo? Al respecto, no podemos obviar que las encuestas no son favorables a ninguno de nuestros dirigentes. No discutamos si esa percepción es justa o injusta, o si las encuestas no son confiables. Por ahora, es la única herramienta que mide la aceptación y el rechazo de cada dirigente.
Ante esta realidad, ¿sería factible que nuestros dirigentes depongan, por ahora, sus legítimas aspiraciones y por consenso se preparen para seleccionar, en el momento propicio, un candidato independiente o relacionado con alguno de los partidos, pero que no se haya desgastado en esta larga lucha? Reconozco que es mucho pedir e incluso puede ser injusto. Sin embargo, es necesario solicitarles ese desprendimiento. El costo de perder sería demasiado alto.
Como (había) en botica:
Citgo, la refinería de Petróleos de Venezuela en Estados Unidos, fue la malquerida de Hugo Chávez, de Maduro y de Rafael Ramírez, quienes en su tiempo declararon que no era necesaria y que la iban a vender. Con el visto bueno de los gerentes designados por ellos, no invirtieron, ni dieron mantenimiento preventivo entre el 2010 y el 2018, y la endeudaron para enviar dividendos inexistentes que fueron dilapidados por la dictadura. La directiva del gobierno interino del presidente Guaidó está luchando para que sus acreedores no se apoderen de la misma. Además, han logrado recuperarla. En los dos últimos trimestres ha dado ganancias para ir pagando deudas de los rojos. Nuestro reconocimiento a su gerente general Carlos Jordá, a Horacio Medina, presidente de Pdvsa ad hoc, y a sus respectivos equipos.
Quinientas ONG, entre ellas Gente del Petróleo, y 200 personalidades, publicaron un manifiesto rechazando un proyecto de ley que pretende limitar la cooperación internacional para prestar ayuda humanitaria y fortalecer las instituciones democráticas.
¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!