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Inventarse un “Pueblo”

Artículos de opinión
Tiempo de lectura: 6 min.

Caerse a embuste respecto a su propia gestión es mala consejera para conducir un gobierno. Aun así, todos los gobiernos lo han hecho, en mayor o menor medida. En momentos de auge puede incluso ser beneficioso para la causa, pues contagia de entusiasmo a los partidarios, llevándolos a participar en actividades de apoyo que, de otra forma, no harían. Sin embargo, cuando se está en dificultades y más falta hace poner los pies en tierra para controlar daños y evitar mayores descalabros, el desacoplo con la realidad suele ser suicida. De esto los altos jerarcas del fascismo madurista no se dan por enterados.

En chanza, se podría decir que, a cuenta de que ya no pueden visitar Disneyworld –se les prohibió entrar a USA—se han abocado a construir su propio mundo de fantasía aquí. Aparece Maduro anunciando que la economía venezolana creció un 8,5% en los primeros nueve meses del año, rematando que tan veloz aumento “recalentó” la economía, provocando el salto en el precio del dólar (y en la inflación).  Claro, como no publica cifras sobre la economía real desde 2018, puede inventar lo que quiera. Empero, caben dos consideraciones: de ser cierto, equivaldría a un aumento de apenas 2% cuando Maduro asumió por primer vez el gobierno y la economía era cuatro veces mayor. Segundo, una economía con la abismal desocupación de factores productivos como la venezolana, resultado de la razzia destructora de Maduro, ¡está de todo menos “recalentada”! El repunte de la inflación obedece a la creciente incertidumbre y falta de confianza provocadas por Maduro al empeñarse en robar las elecciones del pasado 28-J.

Sale Delcy Rodríguez, vicepresidenta ejecutiva y ministra de Petróleo, presentando el proyecto de presupuesto para 2025. No precisa el crecimiento esperado del PIB, los precios de exportación del crudo, ni la inflación, claves de cualquier presupuesto, sólo el tipo de cambio esperado para 2025. Pero lo fija en Bs. 40/USD (promedio anual), ¡cuando la cotización oficial ya va por 49 Bs/USD! Señala, además, unos ingresos fiscales de origen petrolero que sólo podrían alcanzarse de continuar el lento aumento en su producción y que los gastos de reinversión y mantenimiento en el sector sean mínimos o inexistentes, para que el excedente imputable fuese amplio. En absoluto considera las probabilidades de suspensión de la licencia (OFAC) con que Chevron produce crudo venezolano, a pesar del arrebato fraudulento de Maduro y de la feroz represión con que la ha acompañado. Para ella, ¡aquí no ha pasado nada! Y luego quiere hacernos creer que el 77,6% de ese presupuesto está dirigido a la “inversión social”, cuando su gobierno ha sumergido al país cada vez más en la sombra de los apagones --trágicos en Margarita y Puerto Cabello--, maestros y personal sanitario migran a otras actividades o al extranjero por los sueldos miserables que devengan, los hospitales se ven desguarnecidos y cada vez se imparten menos clases, sin hablar del precario suministro de agua, gas y de las carencias de transporte y en seguridad personal.

Aun extasiada en sus delirios, no aguantó la tentación de arremeter contra los economistas y analistas financieros que auguran un revés en el crecimiento del PIB y una mayor inflación para 2025:

“opinadores controlados directamente por el Departamento de Estado de los Estados Unidos y los que se dicen … conocedores de la materia. Sabemos de sus conexiones con el Departamento de Estado y sabemos de los lineamientos que les dan para hablar de fatalidades sobre la economía venezolana…”

O sea, su fantasía es “revolucionaria”. La duda razonable, basada en la realidad, es obra del imperio.

Lamentablemente, la imaginación de los maduristas no se restringe a asuntos que puedan despacharse con unas cuantas ironías. Involucra, también, elucubraciones de mentes torcidas, enfermizas, como la de Torquemada Saab, alegando “traición a la patria”, “terrorismo”, “conspiración con países extranjeros” y otras barbaridades para reprimir la justa protesta contra la violación de la voluntad popular y someter por razones políticas a casi dos mil inocentes a condiciones inhumanas de presidio, sin garantías procesales ni acceso a sus supuestos expedientes. Es la cara macabra, cruel, de psicópatas que se entretienen aterrorizando a los venezolanos. Muchos han sido sometidos a tortura; algunos han fallecido de ello, igual que el padre de Jorge y Delcy Rodríguez. La diferencia es que aquellos asesinos pagaron años de cárcel, mientras que, ahora, son condecorados por Maduro como “héroes” (¡!). Porque los esbirros de hoy cuentan con el apoyo del más alto nivel de mando, como revelan los informes de la Comisión Independiente de Determinación de los Hechos de la ONU y sugiere la investigación, en curso, de la CPI. Lastimosamente, el atroz infierno de las cárceles de Maduro supera cualquier ficción.

Pero las perversiones de caerse a embustes tienen también otra dimensión, inspiradas en Marx. Pero no Carlos, sino Groucho. Muchos recordarán su “firme” respuesta a quien discutía acaloradamente con él: “Si no te gustan mis principios, …¡tengo otros!” Así, al concluir Maduro y los suyos que “no les gusta” el pueblo venezolano --votó abrumadoramente para sacarlos del poder e investir a Edmundo González Urrutia como presidente el próximo 10 de enero— deciden construir otro Pueblo (con mayúscula) que le sea más ameno. Porque todo movimiento fascista alega ser agente genuino y único de “su Pueblo”. De manera que, ante el rechazo multitudinario del pueblo venezolano (el único que existe), convocan a sus partidarios y rescatan el cadáver insepulto de su proyecto comunal para que, como señalara Umberto Eco con respecto al fascismo italiano, hagan la ficción de “Pueblo”. Y con ello cierran su círculo de fantasía, pues con las elucubraciones crueles de Saab, Cabello y de otros, esa inmensa mayoría que los repudia no pueden ser “pueblo” porque son “traidores a la patria”, “terroristas” y “delincuentes”.

El problema es que ese pueblo que invisibilizan y despachan ideológicamente es el que todavía hace funcionar lo que queda en el país: trabajadores, profesores y maestros, médicos, enfermeros, comerciantes, empresarios variados, empleados, ingenieros, técnicos, labriegos del campo y muchísimos servidores públicos, incluyendo militares y policías. Y, como quedó claro en su votación del 28-J, están convencidos de que la fantasía bolivariana no existe, se espichó, ya no queda nada.

El repunte en el precio del dólar y de la inflación, sus repercusiones en el deterioro aun mayor de la capacidad de compra de los asalariados, el colapso de los servicios públicos, las arbitrariedades y desmanes de quienes deberían proteger e impartir justicia, y la extendida práctica de las extorsiones y demás “mordidas” no se pueden disfrazar ya con un discurso trasnochado, repitiendo consignas de los años ’60 contra el imperialismo. Claro, les sirve de consuelo evadirse escuchándose a ellos mismos.

El sorprendente y rápido desplome del régimen de Bashar al Assad debería servir de señal al núcleo fascista, cómplice de Maduro. Y eso que el carnicero de Siria tenía cerca a sus defensores, Rusia e Irán. Pero Maduro y su entorno, con sus torpezas y atropellos, hacen todo lo posible por aislarse y debilitarse aún más, tanto dentro como fuera del país. En vez de ver y procesar las señales que se perciben de manera cada vez más clara en su entorno, arremeten. Uno pensaría que no deberían tentar la suerte de manera tan provocadora ante las actuales circunstancias. Pero, no. Insultan la memoria del Libertador aprobando una ley con su nombre para generar más inseguridad jurídica a la población. En guerra contra los derechos humanos y los acuerdos internacionales, incrementan su asedio criminal a los refugiados en la embajada de Argentina. Mantienen presos, sin juicio, a Rocío San Miguel, Javier Tarazona, Roland Carreño, Perkins Rocha y tantos más. Todavía hay menores de edad presos. Pero están sin pueblo


¿Cuánto más podrán permanecer sin buscar fórmulas de salida en condiciones que, todavía hoy, podrían favorecerles? ¿En realidad piensan que consumar su fraude a la fuerza, invistiendo a Maduro el 10 de enero presidente, les conviene? ¿Hasta cuándo responderán sus menguantes bases de apoyo? ¿Cuál es el costo para militares, enchufados y funcionarios, de seguir apoyando en el poder al peor gobernante de la historia venezolana, a quien viene de sufrir derrota tras derrota, y ahora enfrentados al pueblo?

Economista, profesor (j), Universidad Central de Venezuela 

humgarl@gmail.com