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La reconstrucción de la industria petrolera

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 4 min.

No vengo en el papel criollo “de que cada pulpero, alaba su queso”, para ampliar los múltiples aspectos positivos del libro: “Plan de Recuperación de la Industria Petrolera 2018-2022”, que el Grupo Orinoco entregó a la opinión pública el pasado 21 de abril. Lo hicieron con brillo y abundancia de razones en el acto de presentación, los compañeros ingenieros Elizabeth Cruz y Juan Szabo y el economista Francisco Monaldi.

La intención de mi intervención en esa oportunidad, fue formular algunas reflexiones sobre los obstáculos que debe superar la sociedad venezolana para lograr con éxito el objetivo de recuperar la salud de su industria petrolera.

No serán problemas inherentes a la nueva empresa que logremos poner en marcha. Son los cambios en el entorno sociologicopolítico y económico que lucen necesarios y acerca de los cuales es conveniente debatir reiteradamente para crear conciencia, sobre su importancia. Me refiero a ellos seguidamente de manera somera, ya que para la mayoría son suficientemente conocidos.

Primero, la necesaria transformación de mentalidad de las elites, que incluye por supuesto al liderazgo político, pero también al empresarial y sindical, entre otros. De ellos se espera definitivamente una mejor conducción. Que aclaren sus ideas sobre lo que es un genuino desarrollo sostenible. Consideración profunda de los condicionantes históricos que preceden la formación de nuestra actual sociedad. Terminar de una vez por todas con la errónea creencia que somos un país muy rico. Cambio en la acepción de lo que es el nacionalismo petrolero, que en el pasado nos llevó a enorgullecernos falsamente. Renovación en la concepción sobre lo que tradicionalmente se ha interpretado como independencia económica; está en su esencia, es producir localmente una mayor oferta de bienes y servicios más diversificada y competitiva internacionalmente, no importa en cabeza de quien. Modificación de lo que apreciamos es la fortaleza de los gobiernos; estos serán débiles mientras no logren que los ciudadanos cumplan estrictamente con las leyes y tenga capacidad para ofrecer eficientemente los servicios públicos que tiene la obligación de prestar.

Es indispensable lograr un convencimiento mayoritario de que el modelo económico rentista-extractivista, que se llegó a pensar era la mejor respuesta para atender la injusticia social, por haberse agotado, debe ser transformado en un modelo de economía social de mercado. Este ha sido una suerte de ritornelo en el Grupo Orinoco.

Y por si fuese poco, estoy convencido que la recuperación de nuestra industria petrolera solo será viable, en la medida que haya una transición política hacia un sistema democrático.

De esos aspectos va depender en buena parte la generación de un estado de confianza que haga atractivo nuestro país a los inversionistas nacionales y foráneos para que nos traigan sus capitales y conocimientos que hoy más que nunca son indispensables.

Segundo, del cuerpo social se va a requerir además una modificación importante en sus hábitos y conductas. No sabemos exactamente cuáles han sido las alteraciones en la cultura del venezolano medio ocurrida durante los últimos 30 años, que los hagan más o menos refractarios a las reformas necesarias para progresar. Es indispensable generar un país con ciudadanos que piensen diferente a aquellos que fueron víctimas del desastre y que por lo general han perdido sus esperanzas. Vamos a necesitar gente más optimista y revestida de cierto espíritu pionero, pues la empresa que tenemos por delante es de conquista, de domar la mentalidad del subdesarrollo que prevalece en nuestro socioecosistema y de construcción de nuevos porvenires. Y para paliar la enorme tragedia social que se ha causado, requerimos en general de mayor sentido de solidaridad y cooperación ciudadana e institucional para compensar las profundas disparidades que se han ocasionado.

Para salir a flote del abismo al cual nos ha conducido el régimen, se requiere más disciplina social y mejor disposición para cumplir con la Ley. Un liderazgo mucho más sensible ante el dolor humano. Sanción social más explícita a los delitos de corrupción, tanto pública como privada. Adquirir masivamente el hábito de pagar los impuestos y servicios públicos, acorde a sus costos. Requeriremos igualmente una revisión profunda en las políticas de subsidios gubernamentales para coadyuvar a un mayor equilibro social. Relevar el valor de la meritocracia para la adjudicación de los cargos públicos y muchos otros rasgos necesarios para aproximarnos al perfil de una sociedad desarrollada.

Profundas alteraciones sociologicopolíticas y económicas como las mencionadas son posibles. Existen experiencias históricas suficientemente documentadas. Pero ellas no se darán ni espontanea, ni voluntaristamente. Dependerá de que le echemos mano a todo lo afirmativo que el Profesor Augusto Mijares identifico en los venezolanos; que nos empinemos como pueblo; que contemos con modelos de líderes políticos y sociales ejemplares; que concibamos e instrumentemos las políticas más efectivas de formación y orientación de la opinión pública. Si lográsemos esto, pudiese darse en Venezuela un segundo periodo de verdadero renacimiento nacional, después del de 1936. De ese tamaño es el reto que tenemos ahora.

Coordinador del Grupo Orinoco, de energía y ambiente en el contexto del desarrollo sostenible