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Sangre y ajena

Opinión
Artículos de opinión
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Tiempo de lectura: 2 min.

Hay un grupo importante de personas, aunque en modo alguno determinante, empeñado en empujarnos hacia la calle, la necesaria lucha de calle ante un tiránico y aberrado régimen, a sabiendas de que, por eso mismo, hay que tener cierta cautela estratégica porque decisión y arrojo se ha observado en las protestas y manifestaciones actualmente en receso, en taima, como se dice en buen criollo, aunque no descartada. Nuestro espíritu demócrata y liberador no se cansa y, aunque descansa, dadas las circunstancias, mantiene su ímpetu de sensatez y conciliación.

A juzgar por la opinión de otros grupos, esos son los que quieren ver sangre… Sí, sangre, pero sangre ajena, como si no fuera suficiente la que ya ha sido derramada por esas calles y por esas víctimas martirizadas por la brutalidad de la fuerza bruta que la satrapía despliega al servicio de sus más oscuros intereses dictatoriales a la vista de todo el mundo, aunque pretenda ocultarlo bajo el manido argumento de una supuesta soberanía que no se ve porque no existe.

Es muy sencillo dar órdenes y trazar estrategias de lucha en la comodidad del ordenador de palabras y desde la confortabilidad de abutacadas poltronas observando, desde un monitor, cómo se desarrollan los acontecimientos donde algunos exponen y ponen sus vidas y otros lucen y exhiben sus videos, dando cuenta de los sucesos de los cuales son ávidos espectadores y distribuidores de macabros sucesos.

Luchamos contra dictadores desalmados, sin compasión ni escrúpulos, a quienes no les tiembla el pulso ni se les agua el ojo para arremeter contra una población ansiosa de libertad y de democracia, mientras ellos defienden sus riquezas y poderes mal habidos que no son conchas de ajo. Hay que hacer una tregua, tomar un descanso, que no es capitulación ni claudicación, sino una manera de demostrar que si queremos los justos y necesarios cambios debemos ejercer el recurso del voto como una vía institucional y constitucional, una camino electoral de acceso a la deseada paz republicana.

Así como la resistencia tiene que ser sostenida y sistemática, debemos darle una chance a la racionalización de los esfuerzos democráticos, aunque nada demócrata es el adversario felón y canalla que sonríe, baila y aplaude el hambre y las necesidades que estamos padeciendo casi que estoicamente mientras continúan amasando grandes bienes de fortuna sucia y maloliente, cuyo tufo ya los sofoca a ellos mismos y a su familia que, poco a poco, comenzará a desmarcarse ante la realidad de que el pescuezo no retoña.

Ya es hora de asumir nuestra tragedia con sensatez, con mesura, con moderación, pues no por tanto madrugar amanece más temprano. Lo que ha de pasar pasará y tendrá que ser para bien, para mejor, porque no todas las salidas van a dar a un campo florido o a un lecho de rosas; muchas veces las salidas de emergencia nos conducen a un precipicio o a un infierno que nos traerá más lamentaciones y cabezazos contra la pared, solos en una habitación que, Dios quiera, sea en nuestra casa y no en una mazmorra padrinera.