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Una leyenda

Opinión
Artículos de opinión
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El rey ya anciano llama a su hijo heredero y le dice que él está bastante mayor y que de un momento a otro fallece, por ello le ofrece una parte de su territorio para que lo administre y ensaye para cuando sea el rey de la comarca. El hijo príncipe acepta la oferta del padre pero le pone como condición que el pueblo donde lo va a enviar tenga una selva cerca para seguir ejercitándose en las lides de la cacería. El rey lo complació.

Cuando el príncipe llega al pueblo asignado ordena le busquen a alguien que conozca muy bien los caminos y vericuetos de la selva. Le llevan a uno del pueblo y el príncipe le dice: serás mi súbdito y tu función es la de acompañarme y enseñarme la selva para cuando salga de cacería. Te remuneraré bien y tendrás donde dormir y comer como desees. ¿Dime si aceptas?.

El pueblerino le dijo: mi príncipe estoy de acuerdo con su oferta, solo quiero pedirle que admita mí tiempo diario de oración. El príncipe asombrado le pregunta ¿Qué es eso? , él le responde, es mi manera de comunicarme con Dios. ¿Y quién es Dios? pregunta el príncipe, el interlocutor le dice: es el creador del mundo y no se mueve una hoja sin que Él lo permita, además envió a su hijo a la tierra para que sufriera y muriera por nosotros. ¿Pero cómo tú crees en alguien que no ves y no puedes tocar? Le respondió: Ese es el tamaño de mi fe, sé que existe y diariamente siento su presencia y trato de ser como Él lo manda. El heredero del trono le dice, no entiendo nada de lo que me dices y tampoco creo en Dios, pero está bien respetaré tus momentos de oración,

Al pasar pocos días salen a la selva de cacería y al príncipe le va muy bien, su acompañante le dice que Dios es muy generoso y bueno. Después de varios meses y salidas, siempre con alegría, vuelven a la selva con la circunstancia que se encuentran un tigre que los ataca y lanza un zarpazo que le quita un dedo de la mano al príncipe. Afortunadamente los dos logran escapar con vida. Cuando llegan a casa el príncipe le dice al súbdito: me mentiste y al príncipe heredero no se le debe mentir, me dices que Dios es bueno y nada ocurre sin que Él lo permita ¿por qué permitió que yo perdiera un dedo de mi mano?. Por ello estarás en calabozo por buen tiempo. Será como usted diga señor pero la voluntad de Dios es así, le respondió.

Como el príncipe ya conocía la selva se arriesgó a ir solo de cacería, con la inmensa sorpresa que se topa con una tribu de caníbales, lo apresan y le dicen que a primera hora del siguiente día será frito y comido. Pasó la noche sin dormir pendiente del amanecer. A primera hora lo van a buscar y cuando está cerca de un inmenso caldero con aceite hirviendo uno de los jefes de la tribu dice: un momento este es un hombre incompleto, le falta un dedo de su mano y de acuerdo a nuestras costumbres y tradición nosotros no debemos comer seres incompletos. Usted puede irse señor.

Azarosamente el heredero regresó a su casa, le dio inmediata libertad a su súbdito y le dijo: estás en libertad porque quiero agradecerte que estando en tu compañía perdí un dedo y ello me acaba de salvar la vida y le habló de lo ocurrido. El súbdito le respondió: el Señor nuestro Dios es tan grande que acaba de salvar su vida y la mía. La de usted por la falta de un dedo y la mía por haberme apresado, si no lo hubiese hecho así a quien iban a freír y comer era a mí que estoy completo.

El príncipe ya rey decidió acompañar a su súbdito en sus diarias oraciones y entendió que más allá de la materia hay alma y espíritu. En su reinado se respetó la dignidad de la persona humana, se trabajó por el bien común y la justicia social.

MORALEJA: No hay mal que por bien no venga y además nuestro Señor parece que tiende a equilibrar las cargas.

Estamos viviendo tiempos muy difíciles y críticos, ya vendrán mejores. Saldremos de la obscuridad y veremos el sol radiante de la mañana. Pero no debemos esperar pacientemente ese mañana, hay que conquistarlo con abnegación, voluntad, trabajo y temple y todo tiene y debe ser en UNIDAD.

Hoy ganó la abstención, mañana, muy pronto ganará el pueblo venezolano. Es nuestro deber asimilar lo ocurrido para reconstruir la unidad, ojalá no existan heridas abiertas que obstaculicen el reencuentro. El alto y sagrado interés de la patria así lo demanda y nuestro instinto de conservación no los impone.

No hemos perdido un dedo pero si veinte años (que aunque el tango dice que no es nada, es más de la cuarta parte del promedio de vida del venezolano), hemos perdido también la inmensidad de recursos económicos que en ese tiempo la nación ha recibido y también valiosos recursos humanos que han huido despavoridos del país. Si hubiésemos tenido una buena administración hoy estuviéramos entre los países de mayor desarrollo del mundo. Pero bien, nos tocó esta hora y debemos afrontarla con valentía y coraje. Las generaciones siguientes agradecerán que le entreguemos un país democrático, digno y próspero.