Resulta inevitable referirse al proceso de negociación iniciado la semana pasada en México, entre el régimen venezolano y la oposición democrática. Como quiera que, del proceso como tal, es muy poco lo que podemos decir, me voy a referir, básicamente, a algunas de las reacciones que ha levantado esa reunión.
Todos los que estamos de acuerdo con la negociación ya lo hemos venido expresando por diversas vías: redes sociales, artículos de opinión, entrevistas en los pocos programas de radio o televisión a los que aún tenemos acceso. Algunos alaban sin miramientos, otros apoyan remolonamente, después de hacer algunas críticas; entre los “apoyos críticos”, aparte de algunos escépticos y desengañados por experiencias anteriores, hay críticas −muy duras algunas− que provienen de los que seguramente no se sienten representados por el sector opositor que negocia o porque en lo personal piensan que ellos merecían estar incluidos en el equipo negociador, aunque fuera como asesores. Yo me incluyo en el grupo de los que dejamos “colar” alguna crítica, por ese complejo intelectual de que siempre hay que criticar algo −con la “cortesía” y educación apropiada− pero, paso rápidamente y sin ambages a incluirme entre los que apoyamos sin mayores reservas la negociación y los negociadores.
Como quiera que son muchos los que apoyan y es imposible leerlos, resumirlos o nombrarlos a todos −con el peligro de dejar alguien afuera− prefiero no nombrar a ninguno, con dos notables excepciones a las que me referiré más adelante, y pasar de una vez a comentar algunos aspectos, no todos, de las críticas negativas. Pero debo decir, para sorpresa de muchos, que han sido más las voces a favor que las voces contrarias. Las críticas negativas son menos que las positivas, solo que, como es usual, son amplificadas por el régimen y mucho más ruidosas. A estas me referiré.
Disculpen la frase o lugar común, pero no se había “secado la tinta” del documento en el que pusieron sus firmas delegados y testigos y ya las redes sociales se desangraban en insultos, criticas e improperios acerca del contenido del documento firmado, los delegados, el país escogido y demás aspectos de lo poco que aún se conoce de la negociación.
Las críticas más furibundas de este sector provienen de algunos grupos, denominados −y autodenominados− radicales y de los que podríamos llamar sus mentores o asesores, de muy diversa procedencia y ubicación. Son muy activos en redes sociales y muchos en el exterior; algunos son “opinadores” individuales, de los tuiteros del “jajaja…” el insulto y la descalificación fácil, de los que se las ingenian para cometer varios errores ortográficos en tan solo 240 caracteres, a los que usualmente se limita su argumentación y pensamiento.
Hay que decir que las criticas provienen de grupúsculos, de escasa influencia en la población, pero muy influidos por ella y sobre todo por eso que se llama “opinión pública” y las encuestas. Dispersos organizativamente, pero unidos en torno a la idea de solo aceptar una salida del régimen aplicando una “fuerza”, que no terminan de definir y que por supuesto están en contra de la “traidora negociación en México” −como algunos la denominan− pues solo aceptan negociar con el régimen, para acordar su salida y rechazan por supuesto la participación electoral.
Los que se oponen a la negociación −cualquier negociación, valga decir− se oponen sobre todo a los términos concretos de la actual, especialmente al Memorándum de Entendimiento, que es el único hecho objetivo al que pueden echar mano. Vamos a examinar algunos de esos argumentos, algunas de las críticas −no todas− que se han formulado.
Reconocimiento del régimen.
Alguien puede explicar cómo se negocia con alguien a quien no se “reconoce”; ¿Se puede negociar con un gobierno usurpador, de facto, tirano, dictatorial sin reconocerlo? ¿Se puede negociar con un delincuente que tiene secuestrada tu propiedad o un familiar sin “reconocerlo” ?; más aún, ¿quién ha dicho que reconocer significa aceptar o estar de acuerdo?
Para complementar este punto sobre el “reconocimiento” voy a hacer la excepción, que mencioné más arriba, de citar dos artículos de notable interés, que resumen mejor el tema que cualquier cosa que yo pueda añadir. El Dr. Ramon Duque Corredor, bien conocido por todos, ha escrito varias cosas, pero especialmente hay un artículo que ha “corrido” profusamente por las redes, de largo título, que recomiendo leer: “No existe ningún reconocimiento a Maduro en el Memorando de Entendimiento suscrito en México el 13 de agosto de 2021”, publicado en La Patilla el 18 de agosto de 2021. (https://bit.ly/3mjmxJT, los que estén en Venezuela seguramente necesitaran un VPN para leerlo)
Pero la frase de oro, la que mejor define esta situación, de manera contundente, es: ““No negociamos con quién queremos sino con quienes tienen poder de ejecutar decisiones que nos afectan…”; es decir, no se trata del simplismo de “negociar con quien toma el teléfono en Miraflores”, como algunos tratan de desacreditar la negociación, se trata de hacerlo, con quien tiene la fuerza y ejerce el poder de facto y de afectar nuestras vidas. La frase, de oro, la tomo de un extraordinario escrito –“Como funciona la mediación” − de la Dra. Nelly Cuenca, cuyo escrito se ha difundido también por las redes, que no lo he podido encontrar publicado, pero que invito a todos a que lo busquen. Remata la Dra. Cuenca, de manera magistral: “Resulta obvio que Nicolás Maduro, que no lo buscamos para padrino de nuestros hijos y, más allá de si es legítimo para los chavistas o ilegítimo para la oposición, lo cierto es que tiene poder de decisión en la fuerza armada, tsj, ministerio público, contraloría, recursos públicos, etc.” Creo que no hay que argumentar más en torno a este tema del “reconocimiento”, que algunos han pretendido esgrimir como crítica para deslegitimar la negociación.
La fuerza del régimen
La última semana de mayo de este año, en un video que recorrió profusamente las redes, el presidente del régimen puso sus condiciones para sentarse a negociar en México; entre otras, estaban estas tres fundamentales: 1) El levantamiento inmediato de todas las sanciones y medidas coercitivas, unilaterales, contra Venezuela; 2) El reconocimiento pleno de la Asamblea Nacional legitima y de los poderes establecidos; y 3) La devolución de las cuentas bancarias a las instituciones y de los activos a PDVSA, el BCV y otras. Nada de eso ha ocurrido y sin embargo sus representantes están sentados en la denostada y denigrada por algunos, mesa de negociación. Y además aceptaron varias condiciones, muy importantes, de la oposición, a las que me referiré más adelante.
En un artículo de hace dos semanas (https://bit.ly/3jBbLM4) insistí en el tema de la fuerza y debilidad de los negociadores, señalando que el régimen no es tan fuerte como parece o que la oposición no está tan debilitada y que se haya firmado ese Memorándum, así lo demuestra; si el régimen fuera tan fuerte, ¿Por qué accedería a negociar? Con intensificar la represión y mantener la fuerza, que sin duda la tiene, le bastaría, para controlar al país y mantenerse en el poder, no necesita hacer concesiones a un rival considerablemente más débil. Dada la “supuesta” fortaleza del régimen; ¿Qué lo lleva a aceptar esas condiciones y esa negociación? ¿Son las sanciones? ¿Es la presión internacional? ¿Es el resquebrajamiento del bloque de poder? ¿Es una mezcla de todo eso? Es importante profundizar en ese aspecto, para no cometer errores en la estrategia opositora y sobre todo para avanzar en el aspecto en el que la oposición sigue en deuda: la presión interna que debe desplegar, en favor de cualquier opción, participar o abstenerse, negociar o no hacerlo.
Legitimación.
En la filosofía del vaso medio lleno y el vaso medio vacío, yo soy de los que lo ve medio lleno y entonces me parece muy bueno que el régimen venezolano, el gobierno de facto de Venezuela, el gobierno autoritario, la dictadura, o como la quieran llamar, haya firmado un documento, frente a testigos internacionales, en el cual reconoce, en paridad de igualdad a la oposición venezolana, y no cualquiera, a la oposición del llamado gobierno interino; y reconoce además que su régimen carece de algunos elementos fundamentales, que comprometen su gobernabilidad y legitimidad.
A muchos les molesta que en el memorándum de entendimiento se diga que el régimen vaya a obtener el levantamiento de las sanciones y la restauración de derecho a activos, que en este momento no tiene. Lo que no dicen, los que así piensan, es que a cambio de eso vamos a negociar: 1. Un cronograma electoral con observadores internacionales; 2. plenos derechos políticos para todos, que implica limpiar las cárceles de presos políticos; 3. que no haya inhabilitados, ni personas ni partidos; 4. que quien ejerce la violencia en el país, que es el régimen como todos sabemos, renuncie a ella y se comprometa a reparar a las víctimas de la violencia ejercida; y 5. que se dé protección social al pueblo venezolano y a la economía nacional, que permita atenuar la pobreza y miseria, sin servicios públicos, en los que viven millones de venezolanos.
Y todo lo anterior, en el contexto del respeto a la Constitución y el estado de derecho y bajo una condición muy importante, que no se ha resaltado suficientemente: Garantías; bajo garantías de implementación, garantías de seguimiento y garantías de verificación de lo acordado, que ya procurarán los negociadores que sea con garantes internacionales, a los que no se les olvide, como se les olvidó a los del acuerdo que se firmó bajo el manto de la OEA de César Gaviria, en el año 2003. No sé a Uds. pero a mí no me parece un mal negocio haber firmado ese Memorándum de Entendimiento.
Ganar tiempo.
Este es un argumento que muchos esgrimen y al cual me he referido otras veces. Siempre se dice que, con la negociación, o las elecciones, o lo que sea, lo único que se logra es que el oficialismo salga fortalecido y “gane tiempo”, para mantener el poder; y yo siempre me pregunto ¿Quién los estaba apurando? ¿Quién los estaba empujando fuera del poder? ¿Quién amenaza al régimen tan seriamente con desalojarlo del poder, como para que esté interesado en “ganar tiempo”? ¿Qué hubiera pasado si no firman la semana pasada? ¿Está semana alguien los sacaría del poder? ¿Quién? Creo que cometemos un error en ese análisis; lo he dicho otras veces, pensar que “ganar tiempo” es el objetivo del régimen, es alimentar la fantasía del fin inmanente e inminente, en la que hemos caído varias veces. El régimen tiene todo el tiempo que necesita, nadie lo está apurando, nadie −que represente una amenaza real− lo está empujando para que se vaya. No nos engañemos, si hay algo que le sobra al régimen es tiempo.
Somos nosotros, en la oposición, los que tenemos que recuperar el tiempo que hemos desperdiciado en disputas internas y estériles, por el poder en la oposición, por el liderazgo, descabezando inmisericordemente a cuanto líder aparece y levanta la cabeza. Antes hablé de la supuesta fuerza del régimen, pero no mencioné nuestra debilidad, de la que he hablado en otras ocasiones. Creo que ambas partes acudimos a México debilitados, pero sin duda, somos nosotros la parte más débil; apenas podemos mostrar los números de algunas encuestas, pero que no se reflejan en un sólido apoyo interno y en capacidad de movilización.
Concluyo este examen, pero dejo para otro momento, para otro artículo, la referencia al divertido argumento de la “cohabitación” y paso a formular alguna conclusión y advertencia.
Conclusión y advertencia.
Dije al principio que no haría ninguna crítica al proceso negociador, con las que ya han hecho otros, unos de buena fe y otros de mala fe, es suficiente; pero, si creo que es sano hacer una advertencia: No podemos lucir exultantes o jubilosos, pero mucho menos generar falsas expectativas. No va a ser una negociación corta, ni fácil. No se van a resolver en ella los problemas del país. No estamos a punto de tomar el poder. De ella seguramente no surgirá la renuncia del presidente y todo su tren de gobierno. No confundamos la retórica política y las aspiraciones con la realidad.
La negociación lo que si puede es ayudar a fortalecer a la oposición, en consecuencia, debilitar al régimen y pavimentar un camino de esperanza, el que comencemos simultáneamente con un proceso de consulta y movilización interna, empezando por los activistas de partidos políticos e integrantes de los grupos de la sociedad civil, que continúen con el proceso de movilización y motivación de la población opositora, y de todo el país, señalando que si hay una esperanza para la superación de este régimen de oprobio.