"Cuando un amigo se va queda un espacio vacío, queda un tizón encendido que no lo apaga todas las agua del río. Cuando un amigo se va una estrella se ha perdido que alumbra en su cuna a un niño dormido". Así lo escribió el estupendo canta autor y mejor poeta Alberto Cortés.
Es difícil describir la pena que causa el distanciamiento de un amigo tan cabal y solidario como lo era "el gordo" Ramón Rengifo. Fue un llanero prestado al Estado Aragua, donde se desenvolvió con gran sentido de entrega y autenticidad en las lides políticas y sociales que tanto le apasionaban. Se entregó al servicio de las mejores causas con inquietud permanente por el presente y futuro de nuestra región y del país. Su afabilidad, cordialidad y suavidad de trato reflejado en su comportamiento nos ataron tanto hasta transformar la amistad en hermandad.
El gordo era de un trato muy especial lleno de fino humor y optimismo contagioso. Era de un trato cautivador, quien lo conocía a corto tiempo terminaba apreciándolo. Siempre fue luz en la obscuridad.
Seguro estoy que descansará en paz, se ganó su tranquilidad con su constancia, solidaridad e inmensa vocación de servicio.
Nos quedan tantos recuerdos que Ramón permanecerá siempre en nuestra alma. Para quienes tuvimos la fortuna de disfrutar de su amistad siempre estará con nosotros, en las buenas y en las malas, con su sonrisa y liviano trato.
Sentimos inmensamente su prematura partida. Le rogamos e imploramos a Dios, nuestro Señor que lo reciba en su seno en la seguridad que tendrá un alma limpia y buena a su lado y también que el Espíritu Santo reconforte a su esposa Pastora Milexa y a sus hijos Rafael Antonio y María Verónica.
Con seguridad descansará en paz.