La catastrófica situación que vivimos, no registrada en nuestra historia, nos ha originado inmensa angustia y preocupación. Los últimos veinte años han significado atraso, involución y destrucción con graves consecuencias de hambruna, desnutrición y escasez de elementos fundamentales para un saludable desenvolvimiento. No solamente es difícil, algunas veces imposible adquirir el pan nuestro de cada día, sino que además los medicamentos necesarios para atender los inconvenientes de salud no se consiguen y si tenemos la suerte que existan carecemos de los recursos necesarios para adquirirlos, solo para tocar los temas de alimentación y medicinas. Todo ello en un marco de extrema inseguridad personal y de bienes como no conocíamos.
Esta espantosa calamidad tiene su inicio hace veinte años con un modelo trasnochado y fracasado en todo el mundo donde se ha pretendido establecer (no hay en la historia universal un solo ejemplo de progreso y bienestar). Se dicen llamar socialistas sin serlo, es una mezcolanza de funestas ocurrencias que han destruido nuestro país y creado gravísimos problemas sociales. Ello se ha profundizado y agravado en los últimos tres años con la inflación más alta del planeta, la dependencia para todo de la importación con las circunstancias que cada día disponemos de menos divisas para honrarla. Sumémosle que desde el 10 de enero del presente año quien se dice Presidente del país es un señor que con un manotazo se hizo del poder, lo que le ha provocado un inmenso cuestionamiento mundial por su ilegitimidad, solo diez naciones del mundo, algunas tibiamente lo reconocen.
Es perfectamente entendible la angustia y preocupación, por ello el pueblo reclama cuanto antes y con urgencia un cambio en la conducción del país que nosotros tenemos el insoslayable deber de proporcionarle.
Afortunadamente desde el 23 de enero ha renacido en el país esperanza, optimismo y alegría que se manifiestan de mil maneras en las multitudes que plena las calles cargadas de la convicción que produce el cumplimiento del deber que el tiempo demanda. No debemos permitir que la angustia y preocupación nos lleven a la desesperación que nos radicaliza y aparta de la sensatez aunque el momento presione mucho hacia allá.
La democracia como diseño humano es imperfecta pero perfectible, hasta ahora es el sistema político con menos inconvenientes y muchas virtudes. En ella encontramos salidas civilizadas a los problemas aportadas por la voluntad popular que debe respetarse y acatarse por las buenas o con el látigo en la mano como Jesús desalojó del Templo de su Padre a quienes lo profanaban. El látigo es el pueblo en la calle sin retorno hasta que el usurpador se vaya. La solución está es nuestras exclusivas manos y debe ser así. Agradecemos mucho la solidaridad internacional y la queremos y deseamos, pero somos nosotros los que debemos darnos la salida, lo otro sería una inaceptable e intolerable confesión de cobardía y desgano e incumplimiento del sagrado deber que tenemos contraído con la Patria. No debemos esperar ni siquiera pensar que otros hagan lo que nos corresponde a nosotros.
Entiendo sin justificar a quienes procuran una intervención militar, concretamente de Estados Unidos, que logre la salida del usurpador. De ello producirse difícilmente sería con pinzas, el enfrentamiento bélico además de buscar los blancos previstos tendría "efectos colaterales" en extremo dolorosos, lamentables e irrecuperables, nuestras calles pueden ser tapizadas de cadáveres, sangre, escombros y ceniza.
Vamos por buen camino y creo que las etapas previstas se cumplen a nuestro favor. Sin descalificar la capacidad nacional supongo que el Presidente Guaidó está asesorado por la más alta inteligencia: Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Francia, Israel y el grupo de Lima entre otros, es de suponer que todos los movimientos de Guaidó han sido suficientemente bien pensados y analizados. Es el tiempo de continuar dándole calor y confianza a él quien en corto tiempo logró el milagro de UNIR al país, la solidaridad internacional y entusiasmarnos a todos.
Un viejo y sabio proverbio chino nos señala que " cuando no se va a mejorar el silencio lo mejor es callar". Si no vamos a mejorar la estrategia, que no es precisamente con invasión o guerra, que hasta ahora parece acertada lo mejor es continuar en ella en búsqueda de una salida lo menos traumática posible. Vamos a agotar todas las vías del diálogo y el acuerdo, si ello no resulta nos queda la calle sin retorno que es garantía de triunfo.