Estos primeros días del año que debiéramos compartirlo en paz, lamentablemente lo empezamos en medio de una situación institucional y constitucional no conocida en nuestra era democrática. En pocos días concluye el periodo de mandato de este gobierno y no hemos electo al nuevo Presidente para el siguiente. Esta circunstancia lógicamente genera intranquilidad, confusión, preocupación, extrañeza y muy alta expectativa.
En pocos días se instala para un nuevo lapso legislativo la Asamblea Nacional a quien le corresponderá como punto primero, único, primordial, urgente y fundamental tratar esta anómala situación, para decir lo menos.
Supongo que el gobierno y la oposición han dialogado o están en ello, hasta hoy el país no conoce los resultados, si es que los hay, pero se entiende que la conversación se produjo o se desarrolla, toda vez que el gravísimo momento político lo exige. No procurar acuerdos en este momento histórico sería estar de espalda a nuestro deber con la Republica y la historia se encargará de juzgarnos severamente.
Como tema obligado de conversación está cómo resolver el inicio del nuevo periodo constitucional que debe ser democráticos y civilizado. Hemos escrito días atrás que un gobierno de transición es lo adecuado, presidido por un nombre o una junta de gobierno, seguramente cívico-militar que tenga un lapso limitado y que en medio de él, cuando estén dadas las condiciones convoque a elecciones generales para reiniciar la institucionalización del país y empezar su reconstrucción.
Para que se produzca la transición de manera pacífica es necesario que las partes estén de acuerdo. Ello supone que el gobierno abandone la irracional idea que el Sr. Maduro ha sido reelecto, pues todo el país y el concierto de la mayoría de los pueblos libres del mundo saben que el monstruoso espectáculo que lo produjo esta cargado de inconstitucionalidad , de ventaja y negación exagerados y repugnantes, que ha sido contrario a todas las normas de un país civilizado. Fue convocada esta emboscada por la ilegítima Asamblea Constituyente y avalada por la complicidad indignante del CNE y del TSJ. Un país que se precie de sus valores y principios democráticos jamás puede aceptar la permanencia de un usurpador en el ejercicio de su Presidencia. Ello de suceder debe encontrarnos a todos de frente y dispuestos al restablecimiento del orden constitucional que es deber de todo ciudadano investido o no de autoridad.
Si el Sr. Maduro persiste en su reelección habrá que empujarlo al respeto de nuestra democracia y al orden constitucional y la manera menos traumática de hacerlo es la desobediencia ciudadana, recalco lo de ciudadana, prevista en nuestra Carta Magna. Ello supone una gran jornada nacional que debe ser activa, organizada para evitar desviaciones que pudieren ocasionar males mayores y con la conducción de un liderazgo colectivo donde estén presente todos los factores de la vida nacional.
Dios quiera que la sensatez se imponga y logremos la transición mediante el diálogo que es el camino para sin consecuencias insalvables encontrar la solución a esta situación no conocida en nuestra corta historia democrática. A la caída de la dictadura de Perez Jiménez se instaló una junta cívico-militar para la transición a la democracia, pero ello fue a plomo limpio. Dios permita que lo nuestro sea hablando.
Venezuela nos llama a ejercer nuestro derecho y atender nuestro deber en este momento menguado de la Republica. Si lo hacemos nuestro Señor y la Patria nos lo reconocerán y agradecerán, sino, seremos juzgado como un país que en sus horas más aciagas no supo o no quiso darle la cara y poner el pecho a sus obligaciones.
En estos tiempos difíciles, mis más elevados deseos e imploración son porque las venideras generaciones se sientan orgullosas de ésta que en su tiempo estuvo a la altura de los retos y desafíos que la historia les presentó.