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Opinión

Alejandro J. Sucre

EEUU es el país luz de libertades. Soy hijo de profesionales graduados en EEUU. Siempre he tenido propiedades en EEUU. Soy graduado de pregrado y maestría en 4 universidades estadounidense.. Actualmente estoy cursando estudios de inteligencia artificial en una universidad americana. Paso la mayoría de mis vacaciones en EEUU. Me encanta su espíritu emprendedor. Su población es la gente mas generosa del mundo a la hora de aportar ayuda a los pueblos más necesitados. Son gente abierta, que abraza al emigrante. Tiene tanta gente creativa que le dan empleo al mundo. Son una locomotora del desarrollo mundial. Inventores de los fondos de capital de riesgo junto a los ingleses. Un pueblo que se construyó con los valores del trabajo y la generosidad. El “In God we Trust” lo ejecutan y convierte a sus ciudadanos en un pueblo esplendido y creador. Si alguien quiebra en un negocio le dan mas dinero para corregir las acciones y nada de traumas. Me encanta que sea un país tan atractivo para la inversión de todos los ciudadanos del mundo. Todo ciudadano que tiene dinero desea invertir en la bolsa de valores de ese país grandioso lleno de empresas fantásticas y nuevos emprendimientos. Veo que los lideres que oprimen a los ciudadanos de sus países usan a EEUU como chivo expiatorio o como enemigo imaginario para conculcar derechos a los ciudadanos bajo un supuesto falso de guerra fabricada con esa poderosa nación. China y Rusia nunca podrán ser verdaderos polos de atracción de inversiones ni de asentamiento de nuevas familias, como lo es EEUU y Europa, sus mismos ciudadanos invierten en EEUU.

No obstante mi admiración por los EEUU, donde normalmente los ciudadanos del mundo esperamos políticas internacionales que generen el bien común, veo que el gobierno del presidente Biden no representa esos valores en la Venezuela de hoy. La Administracion Biden ha realizado o mantenido contra Venezuela medidas muy crueles contra los ciudadanos venezolanos.

Biden mantiene la política de no permitir viajes directos desde Venezuela a su nación a ningún ciudadano ya por 4 años. En lugar de prohibir la entrada a personas sancionadas únicamente como lo hace Europa, sanciona a toda la nación. Cierra la posibilidad que Venezuela venda su petróleo a los países de occidente y obliga al gobierno de Maduro a vender de forma off récord el petróleo, lo que impide todo tipo de auditoría y hace caer los ingresos de la nación. No permite el pago de deuda externa, ni permite que Europa invierta en reestructurar operaciones y deuda de PDVSA. No permite la defensa legal ante acreedores, y ahora amenaza con repartir CITGO entre unos acreedores falso como Cristalex.

Con la política de sanciones económicas, Biden y sus colaboradores escogen a los dirigentes opositores y los apoltrona con dinero retenido de Venezuela en un exilio dorado y resta recursos al PIB con sanciones, lo que frena recursos de los ciudadanos para financiar a nuevos opositores en el terreno que sí van a elecciones. No permite que el pueblo venezolano elija libremente.

La Administración Biden debe levantar las sanciones económicas unilateralmente y ya sin esperar ningún acuerdo entre el chavismo y los opositores en el exilio dorado. Ni chavismo ni oposición en el exilio llegaran a acuerdos ya que ambas se benefician de la caja negra que generan esas sanciones. Las elecciones en Venezuela se realizan siempre y no necesitan la amenaza de la Administración Biden. Mas bien las sanciones dan excusa de posponer elecciones. La oposición venezolana ha demostrado que puede ganar elecciones aun en desventaja. En Venezuela nunca se han dejado de hacer elecciones bajo el chavismo. Tampoco el chavismo pudo cambiar la constitución del 1999. Así que sí hay fuerza democrática en Venezuela y no dependemos de los opositores exiliados ni del apoyo de la Administración Biden para realizarlas.

Es verdad, la Administración Biden debe cobrar el trabajo de sus fiscales por identificar y retener dinero robado al pueblo de Venezuela por los corruptos, pero no repartir todo entre los mismos corruptos a cambio de nueva información y los fiscales que los atrapan. Se convierte en un negocio que nada beneficia a Venezuela. La Administración Biden debe crear una cuenta custodia con el dinero recuperado para reinvertirse en Venezuela cuando haya elecciones. Biden con cinismo luego de debilitar la economía a un 20 % del PIB con sanciones petroleras, ofrece residencia también a los venezolanos capacitados para que atiendan su economía y manda ayuda humanitaria a los venezolanos arruinados. Así la Administración Biden debilita la economía con sanciones económicas, aumenta la fuga de talentos que genera la corrupción administrativa en Venezuela y se queda con el talento venezolano dejando a Venezuela con menos fuerza ciudadana para recuperarse. Y luego ofrece ayuda humanitaria. Un cinismo.

Pobre ciudadano venezolano: la Administración Maduro tiene grandes corruptos en sus filas, Colombia quiere Monómeros, Biden quiere Citgo, Guyana quiere el Esequibo, Putin le quita la clientela petrolera a Venezuela, China cobra deudas de dinero que nunca entraron al país. Con razón su pueblo pasa hambre. Lo increíble es que bajo la administración Biden, el ciudadano venezolano no se ve con esperanza a los EEUU como país promueve el desarrollo de otros ciudadanos del mundo. La Administración trata de matar ratones asfixiando a todos los ciudadanos con sanciones económicas al petróleo.

Twitter: alejandrojsucre

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Carlos Raúl Hernández

Homo sapiens sapiens, llamados por la antropología humanos modernos, con cerebro de Einstein y manos de Yuja Wang, mantienen la poderosa tendencia a expandirse, ocupar nuevos espacios y dejan África a cambio del mundo. Aun sedentarizados, continúan las migraciones para explorar y crear dominios más amplios, el primero de ellos, según los expertos, el imperio acadio, que menciona Conan, antepasado del exgobernador Schwarzenegger de California. Desde el siglo XXIV a. C, la humanidad vivió bajo los imperios, nada nuevo, ni etapa superior del kapitalismo, según Lenin, a menos que creamos que a General Motors la auspiciaron Akenatón y Nefertiti, o Agamenón, que atravesó el Egeo hasta Turquía para conquistar Troya. Desde entonces cada región, poblado, ciudad, estuvieron bajo el influjo de los imperios, con ciclos de desorden y reacomodo, al caer unos y comenzar otros. Cómo modelos puros o tipos ideales, se dividen en dos ramas: depredadores, a los que solo les interesa llevarse lo que pueden, y generativos, creadores de civilizaciones, sociedades estables, la prosperidad, en beneficio propio y extraño, según el filósofo español Gustavo Bueno, entre otros

Marx simpatizó con los imperios por ser consustanciales al desarrollo de la civilización y en 1850 dijo que, gracias al avance europeo, pronto en la Gran Muralla China alguien escribiría liberté, egalité, fraternité, y que se sepa, no lo acusaron de eurocéntrico o racista. En paralelo contradictorio (¿meridiano?) nace el nacionalismo europeo, con las revoluciones francesa, norteamericana y la independencia de Latinoamérica. Surge en medio del debate inconcluso e inconcluible, sobre el multívoco concepto de nación, analizado recientemente por mi admirado amigo Eduardo Jorge Prats. Se consolida, por un lado, la perspectiva romántica de nación o patria, acuñada entre otros por el filósofo alemán Johann Hamann, que un discutible poema inspirado por él, resume como “hijos en las calles, amores en la memoria y huesos en los cementerios”), el pueblo arraigado a la tierra por tradiciones, lengua, etnia y sentimientos, la identidad. Renan se burla y dice que “no podemos andar por las calles midiendo los cráneos a la gente, para gritarles ´¡eres mío!´”. En el derecho romano, uti possidetis iuris, (poseerás lo que posees) confiere un carácter estable a la soberanía, que pese al rotundo latín carece de universalidad, porque aplica solo con apoyo militar.

Hasta a victoria de Alemania en la guerra franco-prusiana (1871), Alsacia-Lorena pertenecía a Francia y el tratado de Fráncfort, una convención, la pasó al bigote enemigo. Luego derrotada Alemania en la primera guerra (1919), vuelve a manos francesas por otro tratado, el de Versalles. En los acuerdos a nadie le preocupa cuántos alsacianos hablan alemán o francés, si son protestantes, católicos, si ellos querían, o si cantan october festch schlager. En el ámbito internacional, el concepto de nación es constructivista y únicamente político, división territorial pactada entre estados y el patriarca del derecho constitucional, Hans Kelsen dice con frialdad ártica, al estilo de la primera constitución francesa (1791), que nación es “un conjunto de actos administrativos regidos por la ley”, simple y llanamente, sin cultura popular, ni niños muertos. Hasta la mitad del siglo XX, Ucrania era Rusia y territorios suyos habían sido polacos, pero hoy es un Estado independiente y la “operación militar especial” es según el derecho, violación de la soberanía, no importa cuántos ucranianos hablen ruso y el futuro lo regirán nuevos protocolos.

La soberanía territorial no reproduce la historia, sino las correlaciones de fuerza en ella, porque siempre hubo naciones más poderosas, agresivas, inteligentes, armadas, creativas, trabajadoras y productivas que se impusieron a otras. Si no, la mitad de EE. UU hoy sería de México. Pero el destino territorial es mutable: nadie podía pensar en 1800, que un siglo después EE. UU imperaría en el mundo, como si hoy alguien afirmara que en el siglo XXII la superpotencia será Suráfrica. La vida de los países atrasados cambió con la teoría del imperialismo, tejida por Rudolf Hilferding (El capital financiero) y Lenin (El imperialismo, fase final del capitalismo) quien la desplegó por el tercer mundo desde el imperio soviético, para odiar la riqueza kapitalista. María Elvira Roca señala una confusión epistemológica entre los conceptos de imperio y colonialismo que se desprenden del leninismo. Imperio define sistemas de expansión generativos, que no depredan, sino construyen instituciones, sociedades mestizas y estables, productivas, gracias a gobernabilidades consensuadas, las grandes civilizaciones, Mongolia, China, Roma, España, Rusia, EE. UU. Al florecimiento civilizacional en el imperio musulmán de los siglos VIII y IX, se le da la jerarquía de “primer renacimiento”, con la medicina, la arquitectura, Avicena, Averroes, las Mil y una noches, las danzas de vientre, las Rubayatas de Omar Al Khayyan.

Colonialismo o imperialismos depredadores fueron Inglaterra, Francia, Holanda, Bélgica, Alemania, en Asia y África. En el proceso judicial a Cristo, en cuyas irregularidades Roma declina participar, se transparenta el respeto a las instancias de justicia por el imperio romano. En cambio, Napoleón se tituló emperador por menos de los efímeros 11 años que terminaron en Waterloo, durante los cuales sus familiares fueron “reyes”. La teoría leninista, como dijo Carlos Rangel, da origen al tercermundismo, que concibe la relación entre los países desarrollados y subdesarrollados como contradicción antagónica, que solo resuelve la ruptura (el comunismo) y no como contradicción complementaria. Aunque en las relaciones entre naciones o entre personas no impera el bien a priori, sino intereses, que no son pocos ni trasparentes, las sociedades que convivieron con EE. UU, les fue mejor que a las hostiles, bloque soviético, Cuba, Norcorea, África socialista. Ahora le irá mejor al mundo si regresa a la convivencia EE. UU-China.

Hoy el factor dominante de las relaciones internacionales es la crisis hegemónica entre esas dos potencias, que no nace sistémica, aunque decisiones políticas miopes la convierten. Es la borrachera de sanciones de Trump y Biden, su actuación de capataces y no de líderes de la mayor potencia: rompen el acuerdo nuclear con Irán, siembran guerra en Ucrania y ahora en China, cubanizan o haitizan a Venezuela; presionan a Argentina para que compre aviones suyos más caros, vejan a Arabia Saudita, para luego visitarla, sacrifican a consciencia a Europa, imprimen desaforadamente moneda para financiar una política internacional torpe , afrontan la pandemia con irresponsabilidad financiera, hacen política económica interna populista para que luego la Reserva Federal eleve las tasas de interés, lo que promueve la crisis bancaria. Dicen que el arte de gobernar consiste “en impedir que todos se arrechen al mismo tiempo”, pero Trump y Biden no lo han oído. El peor daño se lo hizo EE. UU a si mismo al lanzar a su mejor aliado, OTAN, al abismo insondable, sin necesidad alguna, por seguir estrategias diletantes de Rand Corporation, y como escribí varias veces, permitir que se cerrara la brecha entre China y Rusia.

China era (y a esta hora todavía es) el primer socio comercial de “occidente” y desde su visita a Alemania en 2010, Putin hizo esfuerzos por también serlo. Planteó entonces una “comunidad de libre comercio desde Lisboa hasta Vladivostok”, respaldado por el ex canciller alemán, Gerhard Schroeder (socialista) y la canciller Angela Merkel (democristiana), quien declaró “hace tiempo que Rusia dejó de ser un enemigo, para ser un socio de la UE y de Alemania”. En la luna de miel, Europa celebraba de antemano un acuerdo entre la OTAN y Rusia “para construir el escudo antimisiles en Europa”. La Comisión Europea, desde Bruselas, declaraba que “ambas partes están convencidas de que ese acuerdo facilitará el ingreso de Rusia a la Organización Mundial del Comercio”. Todavía en 2018 la gran esperanza, según interpretaban masivamente los analistas, era el Nord Stream II, que resolvería el abastecimiento energético a un bajísimo costo para compensar la baja productividad de Europa por las amarras impositivas, poca innovación y inexistente capacidad de autodefensa.

El tubo cruzaría el Báltico, no Ucrania, porque para la U.E estaba era un Estado fallido, traficante de órganos, corrupto. Rusia y Alemania pactan el Nord Stream II, una infraestructura de 15.000 millones de dólares, no los dejan abrirla y luego la destruyen tranquilamente, una sentencia a la economía europea, aunque se lance en brazos chinos o de cheyenes. Lejos de incorporar a Rusia, decidieron hostilizarla y avanzar hacia sus fronteras, con el hito del golpe de Estado del Maidan en 2014, que hace huir de Kiev a la población rusoparlante para refugiarse en Dombass y Donets, donde los persiguen y se inicia la guerra civil. El mundo pende: guerra en Ucrania, provocaciones en Taiwán, hostilidades entre Israel e Irán, y entre EE. UU e Irán, crisis político-militar-humanitaria en Sudán y un poderoso bloque de naciones enfrenta al dólar. La izquierda aprovecha el hervidero nuclear, la exasperación de conflictos en todas partes para lavarse la cara y presentarse como nazarenos. No estoy seguro de donde provienen el cerebro de Einstein y las manos de Yuja Wang.

@CarlosRaulHer

 6 min


Roger Bartra

El gobierno de López Obrador ha dejado en la intelectualidad una estela oscura de pesimismos y ha ocasionado una gran alarma. Se ha extendido la idea de que hay una erosión de la democracia y que se desprecia el Estado de derecho. Se siente que hay una anulación de la opinión pública y que están cancelados los diálogos. Se observa que el pensamiento crítico no incide en el curso de la política gubernamental. Muchos perciben que, en medio de la abundante palabrería política, el silencio se cierne sobre ellos. El asombro por el desmantelamiento del aparato cultural y el abandono del apoyo a la investigación científica están generando una amargura acompañada a veces de autocensura. El desgarro del tejido social no parece preocupar a los gobernantes. La academia, amenazada, no responde críticamente de forma articulada. Aunque hay una crítica muy activa en los medios y en las redes, ello no parece hacer ninguna mella en las políticas públicas. Pareciera que predomina una crítica ferviente que no llega a ningún lado. Se cree que hay una sociedad civil inerte y estéril. Quienes buscan una salida temen que el espíritu crítico se ha quedado sin fuerza y las esperanzas en la izquierda que creció con la transición democrática se marchitan al darse cuenta de que esta ha quedado atrapada en un enredo ideológico. ¿Qué hacer? es la pregunta que surge con cierta desesperación.

En 2021 publiqué un libro que comparte este malestar y que trata de explicarlo. Mi pesimismo se cristalizó en Regreso a la jaula que, no obstante, intentó buscar alguna salida. Pensaba que enfrentábamos un populismo reaccionario que amenazaba con llevarnos a una peligrosa deriva autoritaria. López Obrador había llegado a la presidencia gracias a una profunda crisis del gobierno de Peña Nieto y del PRI, fruto de una gran corrupción y de una confrontación entre tecnócratas y nacionalistas. Podemos asegurar que el PRI y su gobierno fueron la clave del triunfo de López Obrador: lanzaron a un lamentable candidato a la presidencia, aniquilaron la fuerza de Ricardo Anaya, el contendiente panista, acusándolo falsamente de fraude y además estimularon un importante flujo de votos hacia López Obrador por medio de gobiernos estatales y sindicatos. Con ello el PRI impulsó una restauración política del viejo régimen de la peor manera: llevada a cabo por otro partido, Morena. Así se inicia en 2018 lo que he llamado un régimen retropopulista con inclinaciones autoritarias.

En las elecciones intermedias de 2021, ante el desastre retropopulista, resurgió en cierta manera el Pacto por México y se aliaron el PAN, el PRI y el PRD. Lograron impedir que el partido en el poder obtuviera una mayoría calificada en la Cámara de Diputados, con lo cual podían bloquear reformas a la Constitución. De cierta forma recuperaron el espíritu de la transición democrática. Tras el ridículo de una pseudo-revocación de mandato, convertida en una ratificación en la que hubo una abstención masiva, el presidente planteó su intención de impulsar tres contrarreformas: la energética, la militar y la política. No logró implantar la energética, pero impuso la militarización. Trató de cambiar la estructura del poder legislativo y las funciones del INE, pero fracasó. Ante el fracaso, siguió intentando implementar un dañino Plan B mediante cambios en las leyes, que ha sido frenado por la Suprema Corte.

Estamos ante una fuerte tendencia restauradora y esta no ocurre solamente por el impulso que le da un presidente con vocación caciquil que trata de instaurar mecanismos carismáticos. Las tendencias restauradoras que querían volver a los tiempos del nacionalismo revolucionario crecieron durante el gobierno de Peña Nieto como respuesta a doce años de gobierno del PAN. Fueron continuadas por el populismo reaccionario de López Obrador. Hay que reconocer que tienen una base social: son los agraviados por la rápida modernización capitalista y los resabios lastimados de sectores en proceso de desaparición en el campo, así como las tensiones de una masa rural que se desplaza a las ciudades en el contexto de una gran dislocación social y de desgarraduras en el tejido de la sociedad.

Como sabemos, en la historia no hay ejemplos de verdaderas restauraciones. Las clásicas restauraciones monárquicas en Francia no fueron auténticos retornos al pasado. Lo mismo está ocurriendo en México: la restauración del viejo régimen nacionalista revolucionario que duró más de setenta años es imposible. El intento restaurador es frenado por la presencia de un sistema democrático instaurado a fines del siglo pasado y por el hecho de que no existe una cultura política sólida que pueda ser el cemento de un regreso a tiempos idos. El presidente López Obrador intentó impulsar una revolución cultural contra sus adversarios, los conservadores que se imagina, en su espejismo mental, que se le oponen. Pero en realidad su intento de revolución cultural fue enderezado contra las esferas intelectuales, académicas y periodísticas que se fortalecieron durante la transición democrática, unas esferas culturales que no tienen nada de conservadoras. En estas esferas hay un gran pluralismo ideológico y político, pero no se observan en ellas tendencias retrógradas. Hay allí principalmente inclinaciones modernas del liberalismo, de la derecha, de la socialdemocracia y de las tecnocracias avanzadas. El presidente impulsó su revolución cultural bajo la forma de una llamada “constitución moral” carente de toda fuerza intelectual, sin ideas robustas y basada en una añeja moralina. López Obrador perdió claramente esta batalla. Ha sido un fracaso que ni siquiera llegó a ser estrepitoso. Hoy no quedan más que unas ruinas olvidadas de aquella revolución moral que pretendió.

Estamos ante una situación extraña. El proyecto de transformación del régimen carece de un discurso sólido, aunque en las mañaneras no deja de fluir de una manera incontenible una perorata, acompañada de actitudes agresivas, insultos, banalidades y mentiras. Este derrame constante al parecer tiene un atractivo efecto hipnótico en muchos, quienes, a pesar de darse cuenta de que se trata de una retahíla de absurdos, quedan atrapados en el discurso presidencial, que la prensa no deja de reproducir diariamente. Hay que agregar que López Obrador no tiene en su entorno un grupo de intelectuales preparados e inteligentes que puedan traducir el flujo elemental y primario de las mañaneras en un mensaje coherente. La derrama cotidiana de palabras tiene como objeto lo que el presidente llama el “pueblo”, que no absorbe discursos sofisticados, y no parece que nadie pueda traducirlo a una versión inteligente y lógica. El régimen carece de una intelectualidad orgánica fuerte: se reduce a unos cuantos comentaristas, a algunos caricaturistas y a muchos matraqueros que repiten los insultos y las agresiones presidenciales. Hay unos cuantos intelectuales que apoyaron inicialmente con entusiasmo el proyecto de la 4T, pero que paulatinamente han expresado ideas críticas y –en consecuencia– han sido marginados a una condición ambivalente e incómoda. Para resumir, el arsenal ideológico del régimen es muy precario.

Al meditar sobre esta situación, resulta intrigante el pesimismo reinante en los medios que se oponen al gobierno. Diríase que hay –en el terreno de las ideas– una enorme ventaja del sector crítico que se resiste a aceptar los discursos superficiales que emanan de los círculos oficiales. No me cabe duda de que esta peculiar situación provocará que, en el largo plazo, el presidente populista pase a la historia como uno de los peores gobernantes que ha tenido México. Y, sin embargo, estamos ante un líder cuya popularidad, medida por las encuestas, se ha mantenido elevada, por arriba del 60%. Esto impresiona e inspira pesimismo.

Pero esta situación no me parece suficiente para que tantas personas vean un futuro negro para la oposición. El futuro sin duda es oscuro para el país por las consecuencias de las equivocadas y erráticas políticas populistas. Hay otra explicación que permite entender el extendido pesimismo. Una gran parte de los comentaristas e intelectuales –así como un sector importante de la clase media y de la opinión pública– está convencida de que los partidos políticos de oposición se encuentran arruinados, carecen de ideas y no tienen líderes atractivos. Hay una generalizada actitud antipolítica que desprecia profundamente a todos los partidos. Estamos ante una situación paradójica: los principales partidos de oposición –el PAN, el PRI y el PRD– son los que a fines del siglo pasado pactaron la reforma electoral que abriría el paso a la transición democrática, con la fundación del IFE. Durante el periodo de transición solo surgió un nuevo partido, aunque calificar a Morena de ser una nueva formación política es un exceso, pues se trata básicamente de una continuación del PRD con otro nombre. El espectro de los partidos políticos hoy es esencialmente el mismo que teníamos antes y durante la transición. Podrá parecer un panorama lamentable, pero no hay otro.

Muchos ciudadanos han esperado una mejora y un cambio en los partidos políticos. Se ha deseado que el PAN adquiriese claramente posiciones liberales. También se ha querido que lo que queda del PRD se convierta en un partido socialdemócrata. Se esperaba que el PRI abandonara el nacionalismo revolucionario para distinguirse de Morena y distanciarse del pasado corrupto. Sin embargo, debemos deplorar que estos tres partidos, hoy en la oposición, no hayan logrado transitar plenamente hacia territorios nuevos. Sin duda hay muchas razones que justifican las actitudes antipolíticas. La alianza de tres partidos de oposición parece a los ojos de muchos como algo poco razonable, pues son grupos que provienen de tradiciones ideológicas diferentes. Cada uno de estos partidos arrastra lastres de corrupción. El PAN no ha resuelto el hecho de haber albergado a un funcionario tan despreciable como Genaro García Luna, que hoy está preso en Estados Unidos al haber sido declarado culpable de aliarse a los narcotraficantes. El PRI carga a cuestas la pésima imagen del gobierno de Peña Nieto, atravesado por la corrupción, y además sufre el desprestigio de haber sido el partido oficial durante los decenios de autoritarismo. El PRD acarrea la culpa de haber sido el partido que incubó el huevo del populismo reaccionario; sus corrientes socialdemócratas no se atrevieron a extirpar el mal a tiempo, por oportunismo o por ceguera. Estos hechos y muchos otros errores han contribuido a generar una pésima imagen de estos partidos políticos, pero no es este el lugar para hacer un balance de sus defectos y virtudes. No hay que olvidar que el PAN fue decisivo en el tránsito a la democracia, al ganar las elecciones del 2000. El PRI contribuyó a lo largo de los años a consolidar una institucionalidad política que hoy valoramos mejor al ver cómo el actual gobierno erosiona a las instituciones. El PRD colocó a la izquierda en las más elevadas órbitas de la política, aunque acabó desperdiciando el intento de fijar las ideas progresistas en el escenario. Hay que decir que los dos partidos aliados al gobierno, el Partido Verde y el Partido del Trabajo, son inmensamente más corruptos que los partidos de la oposición. Y el partido oficial está atado a la putrefacción del gobierno.

No pretendo pulir o abrillantar la imagen de los partidos políticos en México. Reconozco que tenemos una clase política de bajo calibre y muy contaminada por las toxinas propias de su oficio. La lucha por el poder y las ambiciones personales son un factor que deteriora la política. La grandeza de estadistas es un fenómeno raro en todas partes. Y, sin embargo, la democracia es inconcebible sin los partidos. Las divisiones que cruzan la sociedad se expresan en forma civil y organizada en las elecciones y en los mecanismos de representación. Todo demócrata sabe que estas son verdades fundacionales. La ciudadanía debe comprender que cuando se deterioran los partidos es necesario civilizarlos o, en las elecciones, apartarlos del poder. Pero las ciudadanías también en ocasiones se deterioran y con ello amenazan las bases de la democracia, por ejemplo, con la catastrófica influencia de los grupos de narcotraficantes y del crimen organizado. Hay muchas formas en que las ciudadanías se deterioran o se estropean. La que vemos además en México implica la compra de apoyos mediante programas clientelares de reparto de dinero. Este es el “pueblo” que le gusta al gobierno. Los populistas suelen despreciar a los partidos, que son la expresión de una sociedad dividida y no representan al “pueblo”, que es único, indivisible y se expresa a través del líder.

Estamos ante una contradicción. La parte más independiente y culta de la sociedad civil está ante partidos de oposición que le disgustan y, por otro lado, ante la fuerza de una crítica que razona con inteligencia su oposición al populismo gobernante. La paradoja aparece como alarmante cuando una gran parte de esta fuerza crítica menosprecia al sistema de partidos. Es evidente que, si queremos un cambio en las elecciones de 2024 para evitar que continúe el partido oficial en el poder, esta contradicción tendrá que ser resuelta. Los partidos podrían mejorar su imagen acercándose a la ciudadanía y los críticos deberían comprender que en tan poco tiempo los partidos no van a cambiar sustancialmente y que no hay más remedio que esperar que, aliados, logren un vuelco en la política. Si, como es previsible, se agudizan las amenazas provenientes del gobierno, la contradicción podrá, si no resolverse, al menos aceptarse con cierto estoicismo. Acaso será necesario un acercamiento de la masa intelectual crítica con los partidos de oposición. Espero que se acabe comprendiendo que la antipolítica y la alergia a los partidos llevan a un callejón sin salida.

Ya no solamente estamos ante un populismo autoritario y reaccionario que amenaza a la democracia, estamos entrando en una nueva fase de la situación política. Lo nuevo es que, ante el fracaso de la llamada 4T, el gobierno y su partido han iniciado un proceso de putrefacción política. Hay algo más que la conocida corrupción de funcionarios públicos que actúan ilegalmente para favorecer intereses privados a cambio de recompensas, cobrando sobornos, colocando a familiares en empleos públicos o dándoles contratos y apropiándose de bienes gubernamentales para beneficio personal. Esta clase de corrupción no se ha acabado. Pero hay una nueva forma: se están pudriendo el aparato gubernamental y el partido oficial. La falta de alternativas, el caos en la dirección política, la extrema ineficiencia, la austeridad exagerada y la falta de respeto a la ley están ocasionando una descomposición política sin precedentes. El sistema de la 4T está corrompido debido a que carece de alternativas transformadoras (nunca las tuvo) y las opciones que trata de imponer son la militarización cada vez más amplia y la agresión a la estructura del INE. El gobierno no tiene más objetivos que ganar las elecciones de 2024, para lo cual quiere afectar al sistema electoral e intenta pulverizar a los partidos de oposición. Es un esfuerzo por ganar el poder por el poder mismo.

Esto me lleva a otra paradoja. El gobierno de López Obrador es un poderoso motor cuyos ejes giran en el vacío. Al carecer de mayoría calificada en el Congreso, el gobierno se ha convertido en un poder impotente. Es una contradicción: se mueve con fuerza en el vacío provocado por el caos y la incoherencia. El movimiento populista se ha convertido en una fuerza infecunda. Pero no nos engañemos: esta vacuidad es amenazadora. El gobierno está perdido en un desierto sin ideas, muy estéril pero peligrosamente dañino, pues al girar la rueda presidencial de forma insensata en un vacío salpicado de tonterías pueden surgir momentos muy críticos y ocurrencias inesperadas que lastimen más al sistema democrático. Este poder impotente exhibe un furor antineoliberal, a veces con tonalidades de rancio antiimperialismo, con un carácter muy nacionalista. Pero no es un nacionalismo anticapitalista, carece totalmente de rasgos socialistas y aparece claramente como de derecha. El ejemplo más claro de este poder impotente es la amplia militarización que ha promovido el presidente: un poder militar muy acrecentado y extendido a funciones civiles pero incapaz de enfrentar a los narcotraficantes o de encargarse de la seguridad. Se trata de un poder castrado, muy fuerte pero inútil. La expresión que usa el presidente es reveladora: “abrazos, no balazos”. El ejército abraza una gran cantidad de funciones, pero no alcanza a detener con violencia legítima al crimen organizado.

En el panorama político vemos un enfrentamiento entre la vieja derecha patriotera contra la derecha moderna calificada como neoliberal. ¿Y dónde quedó la izquierda? Su presencia es casi imperceptible. La que subsiste dentro de Morena se encuentra marginada, es irrelevante y está atrapada en la maquinaria reaccionaria del régimen. Esta izquierda tuvo la esperanza de que el movimiento popular dirigido por López Obrador provocara cambios revolucionarios en el sistema. Nada de eso ha ocurrido; por el contrario, ese movimiento ha sido capturado por el partido oficial y usado solamente como fuerza de apoyo al presidente. Se ha convertido en una masa atrapada por las redes del clientelismo presidencial. El resto de la izquierda se encuentra disperso en la sociedad, en nichos académicos, en la prensa, en segmentos sociales politizados y en algunos grupos de oposición (entre ellos, el minúsculo PRD). La izquierda crítica parece perdida en un laberinto, pero algo similar ocurre con la derecha. Da la impresión de que la crítica se encuentra inscrita en una espiral que, a partir de un punto central, se va extendiendo. Quiero poner un ejemplo que he experimentado personalmente, junto con otros, y que ilumina con cierto optimismo la labor de los intelectuales críticos. Yo soy muy reacio al optimismo, pues con gran frecuencia lleva a fracasos y desilusiones. Así que el granito optimista que ahora expondré debe tomarse, como se dice, cum grano salis, es decir, con escepticismo.

En 2020 un puñado de intelectuales redactamos un texto que advertía que estábamos ante el riesgo de una deriva autoritaria. Su peculiaridad fue que lo firmaban intelectuales de muy diversas posiciones ideológicas y culturales. Logramos unir a escritores de las revistas Nexos y Letras Libres, que durante mucho tiempo habían cultivado cierto antagonismo. Se publicó como desplegado el 15 de julio de 2020. Lo firmamos solamente treinta personas, entre ellas Christopher Domínguez Michael, Antonio Lazcano, Héctor Aguilar Camín, Enrique Krauze, José Woldenberg y Gabriel Zaid. Habían apenas transcurrido veinte meses de gobierno y ya percibíamos amenazas. El manifiesto se tituló “Contra la deriva autoritaria y por la defensa de la democracia”. El mismo día en que se publicó López Obrador, en un escrito, reaccionó coléricamente contra lo que decíamos. Dijo que “quizá lo único que pueda reprocharse a los famosos personajes es su falta de honestidad política e intelectual”. Ahora ya nos hemos acostumbrado a que el presidente conteste con insultos las críticas que recibe, sin que por ello dejemos de inquietarnos ante las diatribas que caen desde la cúspide del poder. Podría decirse que ese momento fue un punto central que inició el movimiento circular de una espiral.

Al año siguiente el mismo grupo de intelectuales logró convocar a más de quinientas personas para firmar un manifiesto por la democracia y las libertades. Se publicó el 31 de mayo de 2021 y en él llamábamos a vencer en las urnas, en la cercana elección intermedia para renovar la Cámara de Diputados, a la coalición oficialista, para detener la instauración de una autocracia y la descomposición institucional. En esas elecciones el gobierno populista perdió la mayoría calificada que le permitía modificar la Constitución. Los partidos de oposición se aliaron para lograrlo. La espiral había crecido y la crítica de los intelectuales fue recogida en amplios círculos de la política. En realidad, en aquella época aparecieron por todo el país varias espirales que daban vueltas y crecían en medios sociales muy diversos. Algunos de los que habíamos participado en los dos manifiestos nos acercamos a una de esas espirales, el Frente Cívico Nacional. Este Frente se alió a muchas otras organizaciones que convocaron a una marcha para defender al INE de una contrarreforma electoral con la que el gobierno pretendía lastimar seriamente los mecanismos democráticos. La marcha del 13 de noviembre de 2022 convocó a muchos miles de personas en el Monumento a la Revolución de la Ciudad de México y en muchas otras ciudades. La lucha contra la deriva autoritaria se había extendido enormemente en una espiral gigantesca. La consecuencia de esta marcha fue que el PRI, que había considerado apoyar la contrarreforma, cambió de idea y se opuso. Con ello fracasó el intento de introducir cambios antidemocráticos en la Constitución.

El gobierno respondió inventando una vía alternativa, conocida como el Plan B, para modificar leyes y afectar el funcionamiento del INE, algo que logró gracias a su mayoría parlamentaria. El carácter obviamente anticonstitucional de muchas partes de este plan provocó gran indignación y el mismo conglomerado de espirales críticas convocó a una concentración en el Zócalo el 26 de febrero de 2023 para pedir a la Suprema Corte de Justicia de la Nación que parase el atentado contra la democracia. La concentración fue enorme, desbordó con creces el Zócalo y ocurrió también en muchas otras ciudades.

No quiero decir que el detonador de la espiral crítica fue el manifiesto de treinta intelectuales en 2020. En realidad, ese fue uno de tantos detonadores que, en muy diversos medios de la sociedad, impulsaron espirales críticas que comenzaron a girar y a expandirse. Pero al mencionar la espiral convocada por intelectuales quiero afirmar la importancia del pensamiento de escritores, académicos y artistas en la gestación de una rebeldía contra el establecimiento aplastante del populismo autoritario. Hasta aquí mi granito de optimismo. A partir de ahora, y hasta las elecciones presidenciales de 2024, nos esperan, me temo, tiempos aciagos. Las tensiones políticas se multiplicarán. La agresividad del gobierno contra la oposición se exacerbará. La situación económica será difícil. Los candidatos de Morena a la presidencia –mencionados con el ridículo nombre de “corcholatas”– son de una mediocridad y sumisión extremas, han sido incapaces de emitir alguna idea inteligente y dependen totalmente de la voluntad del Gran Dedo que destapará a alguno de ellos. Ninguno de esos candidatos parece capaz de despertar un fenómeno carismático como el que logró López Obrador.

En la oposición las candidaturas presidenciales son un enigma y la forma en que se elegirá al candidato o candidata común de los tres partidos no está definida, aunque posiblemente habrá un acuerdo para seleccionar a unos cuantos, que harán una campaña y serán elegidos mediante encuestas. Igualmente importante será el programa que presente la oposición, más allá del imperativo obvio de detener el autoritarismo, defender la democracia y reconstruir las ruinas que ha dejado el populismo. Lo mejor sería un programa de corte socialdemócrata que impulse un Estado de bienestar. Asumo que el PRI y el PRD aceptarían un programa de esa naturaleza. En el PAN tal vez sea más difícil, aunque hay en este partido corrientes liberales sensatas que han avanzado hacia posiciones modernas y que comprenderían que la defensa del Estado de bienestar sería lo mejor para enfrentar la demagogia populista. En conclusión, pienso que las espirales intelectuales podrían tener un papel importante para inspirar una alternativa de esta naturaleza. ~

No.260 / mayo 2023

Letras Libres

https://letraslibres.com/revista/la-critica-en-su-espiral-la-intelectual...

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Ismael Pérez Vigil

La Comisión Nacional de Primaria (CP), después de un periodo de consultas, aprobó y están circulando varios reglamentos que normarán la elección primaria del 22 de Octubre (22O) y que serán publicados cuando esté circulando este escrito. Me voy a referir al de la participación o voto de los venezolanos en el exterior, que es uno de los temas sobre los cuales hay más expectativas.

En primer término, en el Reglamento de Voto en el Exterior (RVE), la CP ratifica su competencia como órgano rector para la coordinación y ejecución del procedimiento de inscripción y de votación de los electores en el exterior, que se regirá por los principios básicos establecidos en el Reglamento Marco de la Primaria.

En el RVE, la CP, reitera varios de los principios y señalamientos que ya había anunciado: Voto en el exterior, presencial y manual, de los electores inscritos en el Registro Electoral (RE), previa actualización de ese registro −para ubicar donde votará el elector− verificación de la actualización del RE y de la votación. Veamos cada uno de estos puntos, mediante los cuales la CP dará cumplimiento al mandato reglamentario de promover los mecanismos que hagan viable el voto en el exterior.

Utilización del RE.

Votarán en la Elección Primaria los venezolanos previamente inscritos en el RE. Sabemos que el RE tiene fallas, deficiencias, errores, que no está actualizado, sobre todo en el exterior; todos los que estamos involucrados en procesos electorales sabemos eso, pero es la única base de datos publica, que puede ser verificada y consultada, a la que tienen acceso todos los venezolanos, los partidos políticos, las oenegés, los candidatos, los electores, etcétera. Otra base de datos, que no sea pública, ni de libre acceso, de utilizarse, podría ser objeto de impugnaciones por cualquier elector.

Actualización telemática.

La CP va a actualizar el RE, para que todos los venezolanos que estén en el exterior, en cualquier parte del mundo pero inscritos para votar en Venezuela y que no han podido actualizar sus datos del RE en los consulados, lo puedan hacer para votar en el exterior, en la Elección Primaria.

El procedimiento de esa actualización será telemático o electrónico, por medio de un sistema en línea, bastante simple y en una página Web que se dispondrá para ello. El elector probará su identidad mediante un documento de identidad venezolano, que enviará junto con una foto de su cara y otra foto de su cara sosteniendo su documento de identidad; estos datos serán verificados y validados por un sistema automatizado, con verificación humana. Este proceso estará sujeto a auditoría por parte del equipo técnico de la CP y observación por parte de los representantes o testigos de los candidatos y observadores nacionales.

Verificación e impugnaciones.

Cumplido este proceso, se abrirá un periodo de impugnaciones, en donde los técnicos de la CP, en presencia de testigos de los candidatos y los observadores, decidirán sobre la aceptación o rechazo de un registro. Validada la identidad y el registro, el elector recibirá un correo electrónico, con la comprobación de su actualización y un código único, con el que podrá comprobar si sus datos fueron actualizados y de no ser así, realizar el reclamo correspondiente. Ambas fases, la actualización y posible reclamo, serán sobre la misma base telemática o electrónica.

Con base en esta información, la CP elaborará los cuadernos de votación −para Venezuela y para el exterior− y definirá un mecanismo sencillo, que contará además con “centros de información al elector”, para evitar la posibilidad de doble voto.

La votación el 22 de octubre.

Si bien la actualización del RE será automatizada o telemática, la votación el 22O en el exterior será presencial y manual. El elector, al momento de actualizar su registro, seleccionara su lugar de votación, con base en las ciudades definidas por la CP. Al igual que en Venezuela, en el exterior se hace necesario también concentrar −de acuerdo con las posibilidades y responsabilidad de la CP− la votación de los venezolanos, pues es imposible poner mesas de votación en todos los países, ciudades y pueblos en donde están actualmente los venezolanos.

Para el proceso de votación del 22O en el exterior, la CP ha decidido que los centros de votación se establecerán en 21 países y unas 72 ciudades, con base en los siguientes criterios:

· Ciudades o localidades de mayor concentración de venezolanos según datos oficiales de autoridades migratorias u otros organismos públicos de los respectivos países.

· Ciudades o localidades que tengan buen acceso a ciudades de mayor concentración de venezolanos.

· Ciudades o localidades representativas que tengan buen acceso transfronterizo a ciudades o localidades con concentración dispersa de venezolanos.

· Ciudades o localidades que cuenten con comunidades de venezolanos con capacidad logística y organizativa, en aquellas que cumplan con alguno de los criterios antes señalados, para apoyar y organizar el voto en el exterior.

De todas maneras, la actualización que se hará del RE permitirá afinar algunos detalles.

Conclusión

Desde luego, el Reglamento del Voto en el Exterior contiene muchos otros detalles y aspectos, que por razones de espacio no reproduzco aquí. Pero, en lo esencial, de la manera descrita, la CP da cumplimiento al mandato de hacer viable la participación de los venezolanos en el exterior.

https://ismaelperezvigil.wordpress.com/

 4 min


Moisés Naím

Los descubrimientos científicos y las innovaciones tecnológicas con frecuencia se presentan como avances inéditos o como la fuente de enormes cambios. Pocas, sin embargo, cumplen su promesa. Son desbordadas por nuevos conocimientos o tecnologías que superan lo que se había anunciado como un indeleble aporte histórico.

Lo aconsejable es ser escéptico con respecto a nuevas tecnologías que “lo cambiarán todo”. Por lo general, la hipérbole y la exageración no dejan más que un montón de promesas incumplidas. Algunas veces —muy pocas— aparece una nueva tecnología que provoca cambios profundos y permanentes en la vida de miles de millones de personas. Hoy la humanidad se encuentra frente a esta circunstancia. Y esta vez el impacto del cambio tecnológico sí es distinto.

Las recientes innovaciones en el campo de la inteligencia artificial (IA) no son una moda transitoria cuyas consecuencias se están exagerando. Son tecnologías transformadoras con las que va a convivir la humanidad por mucho tiempo. Esta ola de innovación cambiará al mundo, afectará a ricos y pobres, demócratas y autócratas, políticos y empresarios, científicos y analfabetos, así como a cantantes escritores y periodistas, y a todo tipo de actividades, profesiones y estilos de vida.

Los llamados Large Language Models —que no se limitan al célebre ChatGPT de la empresa Open AI— son un tipo de inteligencia artificial que se utiliza para entender y generar lenguaje humano, así como para automatizar funciones que hasta ahora han requerido de la supervisión y manejo por parte de seres humanos. Otros tipos de IA aprenden a identificar y convertir enormes volúmenes de textos, imágenes, sonidos, voces y videos en imitaciones perfectas. Pueden producir oraciones completas, respuestas a cualquier tipo de preguntas, así como reproducir a la perfección versiones que resultan imposibles de detectar como imitaciones. También son capaces de aprender la voz de una persona y usarla en una conversación con otro individuo que no sabe que está hablando con un agente informático creado con IA.

Estos modelos tienen una infinidad de aplicaciones prácticas. La lucha contra el cambio climático, el diagnóstico y el tratamiento de graves problemas de salud, están siendo atacados más eficazmente gracias al uso de IA.

Todo esto está pasando muy rápido. Un informe del banco UBS reporta que ChatGPT llegó a tener más de 100 millones de usuarios activos solo dos meses después de su lanzamiento. TikTok tardó nueve meses en alcanzar esa cifra, mientras que Instagram tardó dos años y medio. El ChatGPT es la tecnología de más rápida adopción en la historia.

Como todas las nuevas tecnologías, la IA es un arma de doble filo: tiene un ángulo positivo y otro negativo. Toda tecnología es dual: la imprenta de Gutenberg se usó para imprimir tanto la Biblia como Mein Kampf, el panfleto que hizo célebre a Hitler.

En muy poco tiempo, dictadores, terroristas, timadores y criminales estarán usando toda su creatividad para explotar la IA con consecuencias nefastas para la humanidad. Contenerlos no va a ser fácil.

Quienes prueban estas tecnologías quedan fascinados con sus inmensas posibilidades. Pero quienes las conocen de cerca y entienden los riesgos que conllevan ven con claridad el caos mundial que podrían engendrar. Los científicos, los empresarios y las agencias de seguridad que están íntimamente involucradas en el uso de la IA no esconden su alarma ante la diseminación de las tecnologías basadas en esta innovación. En una reciente entrevista que hizo Alan Murray, de Fortune, a Tom Siebel, jefe de uno de los principales grupos de IA, este calificó repetidamente el riesgo asociado a estas tecnologías como “aterrador”. Elon Musk ha dicho que la IA puede llevarnos a la “destrucción de la civilización”.

La historia nos muestra que los esfuerzos por contener la diseminación y mala utilización de nuevas tecnologías no tienen éxito. Las armas nucleares, por ejemplo, siguen regándose por el mundo a pesar de los enormes esfuerzos que se han hecho para limitar su proliferación.

Una vez que una nueva tecnología tan poderosa entra en la caja de herramientas de nuestra especie, no hay manera de librarse de ella. La iniciativa reciente de un muy notable grupo de expertos que propuso imponer una moratoria en la investigación y desarrollo de la inteligencia artificial demuestra que incluso los mayores expertos comparten la intuición que muchos comparten: no estamos listos.

Ciertamente, nuestras sociedades no están listas para lo que se nos viene encima como resultado de las aplicaciones de la inteligencia artificial. Más vale que aprendamos rápido, porque estas innovaciones no tienen marcha atrás.

@moisesnaim

El País

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Acceso a la Justicia

La corrupción vuelve a ser tema de debate en Venezuela. Desde que el pasado 17 de marzo las autoridades lanzaran su última operación contra las tramas que se han instalado en Petróleos de Venezuela (PDVSA), la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), el Poder Judicial y otros organismos públicos, este flagelo ha vuelto a copar la atención. No obstante, también ha expuesto una realidad: en el país se castiga con más dureza salir a protestar o ejercer el derecho a la libertad de expresión que atentar contra los dineros públicos.

Así lo revela una simple comparación entre las sanciones previstas en la Ley contra la Corrupción y las contenidas en la cuestionada Ley Constitucional contra el Odio, por la Convivencia Pacífica y la Tolerancia, dictada por la extinta Asamblea Nacional Constituyente (ANC) de 2017.

Los treinta y tres delitos que prevé el primer instrumento, el cual fue reformado en 2022 por la Asamblea Nacional (AN), castigan con un promedio de poco más de tres años de cárcel cualquier acción dirigida a afectar el patrimonio público. Este tipo de sanciones ni siquiera implicarían el paso del condenado por una prisión, salvo muy contadas excepciones.

La promesa de soborno a funcionario público es la conducta que la Ley contra la Corrupción castiga con más dureza. En su artículo 90 se establece lo siguiente:

«quien por sí o por persona interpuesta prometa, ofrezca u otorgue a un funcionario público de otro Estado, directa o indirectamente, por parte de sus nacionales, personas que tengan residencia habitual en su territorio y empresas domiciliadas en él, cualquier objeto de valor pecuniario u otros beneficios, como dádivas, favores, promesas, ventajas a cambio de que dicha funcionaria o funcionario realice u omita cualquier acto, en el ejercicio de sus funciones públicas, relacionado con una transacción de naturaleza económica, comercial o de cualquier otra índole, será penada o penado con prisión de seis (6) a doce (12) años».

Los delitos de apropiación de fondos (artículo 59) y de incremento injustificado del patrimonio (artículo 80) son castigados con penas de entre 3 y 10 años; mientras que el de distracción de fondos públicos (artículo 81) se penaliza con 2 a 10 años de prisión.

En contraposición, la Ley contra el Odio castiga con penas de entre 10 y 20 años de cárcel a

«quien públicamente o mediante cualquier medio apto para su difusión pública fomente, promueva o incite al odio, la discriminación o la violencia contra una persona o conjunto de personas, en razón de su pertenencia real o presunta a determinado grupo social, étnico, religioso, político, de orientación sexual, de identidad de género, de expresión de género o cualquier otro motivo discriminatorio».

Esta norma, cuestionada por instancias internacionales, se les ha aplicado en el último lustro a decenas de personas que han ejercido su derecho constitucional a la libertad de expresión y han emitido opiniones por las redes sociales fundamentalmente. Hasta 2021, la organización Espacio Público había contabilizado que 60 venezolanos habían sido detenidos y se le habían abierto procesos penales al amparo de este instrumento.

Caso emblemático es el de los exbomberos del estado Mérida, Ricardo Prieto y Carlos Varón, quienes en 2018 fueron aprehendidos y se les abrió un proceso por instigación al odio tras difundir un video en el que se paseaban sobre un burro. Casi cinco años después, los exfuncionarios continúan presentándose ante un tribunal, porque tienen la libertad restringida.

Protestar se paga caro

Como si lo anterior no fuera suficiente, no se puede ignorar que a cientos de venezolanos más se les han abierto procesos por conspiración o por asociación para delinquir. ¿La razón? Atreverse a salir a las calles a reclamar sus derechos políticos o exigir reivindicaciones salariales o mejoras en los deficientes servicios públicos.

El Ministerio Público (MP) no ha dudado en aplicarles el artículo 132 del Código Penal a manifestantes, algunos tan jóvenes como estudiantes universitarios. Dicha norma señala que «cualquiera que, dentro o fuera del territorio nacional, conspire para destruir la forma política republicana que se ha dado la nación será castigado con presidio de ocho a dieciséis años».

Cuando no se ha recurrido al delito de conspiración, se ha apelado al de asociación para delinquir, previsto en el artículo 37 de la Ley Orgánica contra la Delincuencia Organizada y el Financiamiento del Terrorismo y que se castiga con hasta 10 años de prisión.

El hecho de que los delitos relacionados con la corrupción estén castigados con menor severidad contradice el espíritu y letra de la Constitución de 1999. La carta magna deja en claro que las faltas contra el erario son muy graves y por ello, en el artículo 271 señala expresamente: «No prescribirán las acciones judiciales dirigidas a sancionar los delitos contra los derechos humanos, o contra el patrimonio público o el tráfico de estupefacientes».

El mandato constitucional buscaba servir de disuasivo para los corruptos. No obstante, no ha sido acompañado por el resto del marco jurídico.

La levedad de la legislación contra la corrupción explicaría por qué el fiscal general impuesto por la ANC, Tarek William Saab, ha anunciado que los exfuncionarios procesados por las últimas tramas desmanteladas en PDVSA, en la CVG y en el Poder Judicial se les aplicará el delito de traición a la patria, el cual se castiga hasta con 30 años de prisión.

Y a ti venezolano, ¿cómo te afecta?

Lo descrito anteriormente parece revelar que la lucha contra la corrupción no ha sido, por lo menos hasta ahora, una prioridad del oficialismo, a pesar de que fue una de las grandes banderas con las que llegó el fallecido Hugo Chávez al poder en 1998. «Entre un principio y un amigo, me quedó con el principio», llegó a decir en varias ocasiones para asegurar que no le temblaría el pulso a la hora de perseguir a cualquier corrupto, sin importar que fuera cercano a él.

El que el marco legal no castigue con mayor severidad las faltas contra la cosa pública, junto a la inefectividad del MP, la Contraloría General de la República y los tribunales, parecen contribuir a que este tipo de acciones continúen repitiéndose sin cesar.

3 de mayo 2023

https://accesoalajusticia.org/ley-venezuela-castiga-mayor-dureza-critica...

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Jesús Elorza G.

El 1º de mayo “Día Internacional de los Trabajadores” guarda una particular significación para los Entrenadores Deportivos de Venezuela, puesto que, en esa fecha en el año 1975, se dio inicio a una huelga en procura de lograr una contratación colectiva que regulara la relación laboral con el Instituto Nacional de Deporte. Esta acción gremial marcó un hito en la historia deportiva, no solamente nacional sino internacional, porque era la primera manifestación de ese tipo, que se daba en el sector de los trabajadores del deporte a nivel mundial. Una semana después, el 8 de mayo, quedó establecido oficialmente como el “Día del Entrenador Deportivo” en reconocimiento a la gesta que se había librado durante toda esa semana y en esa fecha se alcanzó acuerdos en torno a las demandas laborales requeridas por los entrenadores en ese momento.

Los logros gremiales alcanzados quedaron plasmados en el contrato colectivo denominado “Las Bases Normativas” Las cláusulas de importancia contenidas en ese documento laboral fueron múltiples y variadas. En primer lugar, el reconocimiento del derecho a de los entrenadores a tener una contratación colectiva con el patrón de entonces, el Instituto Nacional de Deportes, la indexación salarial en base a los índices inflacionarios que mostrara el Banco Central de Venezuela, es decir, anualmente el salario de los trabajadores del Instituto se iba a mover de acuerdo a las escalas inflacionarias señaladas por el mencionado Banco, cláusula esta que pasó a ser un punto de referencia obligatorio en los contratos colectivos de Venezuela.

También se contempla la clasificación del personal, en unas escalas previamente señaladas en un Manual de Clasificación de Cargos de los Entrenadores Deportivos que se desempeñan en la Administración Pública Nacional. Este manual es un elemento de vital importancia porque le dio jerarquía a este sector laboral con una fisonomía propia dentro de la administración pública venezolana. La seguridad social de los trabajadores se vio fortalecida con el establecimiento de los seguros HCM, el establecimiento de las cajas de ahorro con el aporte del 11% y el aporte patronal del 11%, la denominación del salario integral de los trabajadores y el establecimiento de comisiones bipartitas y tripartitas para conocer el caso de los despidos que se presentara en el Instituto Nacional de Deportes.

Pero, a partir de 1999 y hasta el presente año 2023, los regímenes de Chávez-Maduro han impuesto arbitrariamente una sistemática y progresiva política de desconocimiento de los Derechos Laborales de los Entrenadores conseguidos en 1975. Esa política anti-trabajador se manifiesta de manera inequívoca en los siguientes hechos:

  • Congelación de los contratos colectivos. A la fecha, son 23 años sin tener la posibilidad de presentar, discutir y aprobar con el IND un nuevo marco de relación laboral.
  • Violación expresa de la Constitución y La Ley Orgánica del Trabajo al firmar un convenio con Cuba para la ilegal tarida de 10.000 “entrenadores” estableciendo una discriminación salarial, al remunerar a los extranjeros con pagos en divisas (1.500 $ mensuales) y en bolívares devaluados a los entrenadores criollos. Pisoteando así, el principio universal que establece “A igual trabajo igual salario”.
  • Los seguros HCM que, por su inexistencia o sus pírricas coberturas, prácticamente mantienen "condenados a muerte" a los trabajadores que necesiten ser atendidos por problemas de salud.
  • Negativa permanente para aplicar la homologación de salarios, pensiones y jubilaciones.
  • Los manuales clasificadores de cargos no son aplicados y los pasivos laborales duermen el sueño del burócrata, en la larga espera de su cancelació.
  • Apropiación indebida de los descuentos mensuales del 11% a los entrenadores como aporte a la Caja de Ahorros del IND así como el 11% del aporte patronal. Esos aportes son retenidos ilegalmente, desde hace dos años, por las autoridades del IND y hasta el momento se desconoce el destino de los mismos.
  • Bonificación de los salarios, pensiones y jubilaciones de hambre, aprobados unilateralmente por el régimen.

Veinte y tres años de intolerancia patronal, de autoritarismo gubernamental, de condiciones leoninas de trabajo, de salarios de hambre, de ausencia de programas de protección social hacen necesaria la unidad en la lucha de los trabajadores del deporte por el logro de sus derechos laborales. Hoy, más que nunca tiene plena vigencia el pensamiento de Carlos Sánchez, como una expresión de compromiso social en las luchas gremiales:

“El Entrenador Deportivo debe ocupar permanentemente su puesto de lucha por Un Deporte Mejor y no doblegarse ante ningún burócrata civil o militar que pretenda usarlo con fines politiqueros o de enriquecimiento ilícito. Solo la Unidad Gremial nos hará fuerte en la búsqueda y defensa de nuestros Derechos Sociales”

La historia, nos permite recordar que el pasado no está nunca terminado, sino que permanece abierto y que en él reposan aún las semillas de otro presente y otro porvenir…la lucha continúa.

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