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Opinión

Las medidas tomadas recientemente por Nicolás Maduro no son económicas como aparentan, sino netamente políticas, y en ese sentido pueden resultar sumamente eficaces para sus fines perversos. En primer lugar Maduro está oficializando una devaluación descomunal pero sin corregir la causa del problema, es decir, reconoce el valor del dólar que antes negaba y permite aumentar precios que él mismo llama “internacionales”. Es una indexación de la economía pero en ningún caso es una rectificación ni mucho menos una solución. La gasolina, el transporte público, la comida, los servicios, costarán ahora muchísimo más que antes, pero por decreto y con controles de precios. No hay liberalización económica, ni siquiera reconocimiento de una tasa libre de divisas extranjeras como se especuló cuando derogaron la ley de ilícitos cambiarios. Es un volver a empezar pero exactamente con el mismo esquema de controles y distorsiones que seguirá devaluando la moneda generando inflación y escasez a niveles supremos. Entonces, ¿Por qué lo hace?

La razón es política, Maduro empobreció premeditadamente a toda la población y se asegura seguir haciéndolo afianzando su modelo. No es que fracasó, al contrario, tuvo éxito, ya que consiguió el fin que buscaba. Ahora avanza con lo que sin duda es la ganancia de esta fase, la masificación del carnet de la patria como mecanismo de control social. Lo que comenzó siendo una opción para pagar la gasolina con subsidio, terminó siendo una imposición para poder cobrar el sueldo aunque se trabaje en una empresa privada. Ante la carestía y el aumento oficial de todos los bienes y servicios, Maduro se convierte en el patrono universal del país, ofreciendo salarios y bonos a trabajadores públicos, privados y por cuenta propia, o sea, a toda la población. Es el fin de la empresa privada como concepto y el colapso definitivo de la economía formal capitalista. Claro que la crisis es tan grande que los empresarios no van a oponer resistencia ante lo que en la práctica es similar a consentir que un tercero le compre joyas y ropa a su esposa. Si el Estado es quien paga la nómina, entonces es el verdadero patrono, así de simple.

Se trata pues de un mecanismo de dependencia absoluta, donde la gente sobrevivirá de las migajas que se repartan bajo ese esquema de subsidios directos ya universal. “Que se vaya quien se quiera ir y quien se quede que se inscriba en mi plataforma para mandarle su platica y pueda vivir”, es la proclama de un régimen que ha fusionado el Big Brother con el Big Data en un comunismos 2.0 que apenas comienza. La estrategia es la de promover éxodo masivo y generar control social a lo interno, y en ese sentido las medidas recientemente anunciada son un éxito, ya que comienzan a traducirse en nuevos migrantes y nuevos carnetizados con una rapidez abismal. Si además los que se van mandan remesas para ayudar a la estabilidad del reino, cuánto mejor.

Desde el punto de vista económico nadie duda que pronto habrá más escasez, que la hiperinflación continuará, que el empleo formal se reducirá a su mínima expresión, pero todo eso desde el punto de vista político del régimen, que es el único que tiene, es un éxito porque le permite consolidar el sistema de subsidios directos para esclavizar definitivamente a la población, estatizando ya de facto la economía. Nadie vivirá de su sueldo ni de su propio esfuerzo, al final todos esperarán el bono de regreso a clases, el bono hallaquero, el bono para pagar la gasolina, el Clap, y así. Esto, aunado a la persecución más criminal que no discrima ya a nadie, es el plan de Maduro. Solo una rebelión popular podrá evitarlo, antes que la necesidad le abra la puerta a la costumbre.

Secretario General de La Causa R

Agosto 24 2018

https://www.lapatilla.com/2018/08/24/el-plan-detras-del-plan-de-maduro-p...

 3 min


Pedro García Montero

Con suma alegría y grato asombro pude ver y escuchar las declaraciones del camarada Jorge Rodríguez, ministro de Comunicación e Información, quien indicó el día 22 de agosto que “los ciudadanos que trabajan ocho horas diarias, laboran 800 horas al mes”.

Inmediatamente de haber finalizado la cadena de nuestro ilustre psiquiatra y erudito, surgieron los “mal sanos” comentarios de una caterva de escuálidos y apátridas ignorantes, los mismos artífices de la guerra económica y los hacedores de mentiras que tratan de desprestigiar nuestra ejemplar y única revolución. Todos dudan de su erudición, de su brillantez reflejada en su esplendorosa calva y su hermosa y sincera sonrisa; todos olvidan su pasantía por el CNE donde se especializó en la ciencia Matemática Electoral y donde aprendió que 2+2 no son 4, sino 40, donde al igual que Jesucristo aprendió a multiplicar los votos, tal como ocurrió con los panes.

A propósito el gobierno está evaluando la posibilidad de cambiar el nombre de Jesucristo por JesuCRIPTO, por aquello de la criptomoneda y así darle el toque religioso para que todos podamos aceptar dicha moneda en el nombre de Dios.

Los cuestionadores de oficio no han entendido que en revolución todo, pero absolutamente todo debe cambiar, por eso la revolución llegó para quedarse y cambiar al país. Primero cambiamos el caballo del escudo, luego la hora, los nombres de los estados (por ejemplo el estado Margarita), Venezuela y Portugal están en el mismo continente (NIMAMO, 22-05-2013), la moneda (ya van 3 “coños” monetarios), y los cambios que faltan.

No hemos entendido que a partir de las declaraciones del insigne Ministro de Comunicaciones, los venezolanos tendremos otro calendario, otras condiciones de vida, de trabajo: TENEMOS QUE SER ORIGINALES Y NO DEL MONTÓN.

No hay ningún error de cálculo cuando se informa que una persona que trabaja 5 días a la semana, al final trabaja 800 horas mensuales. Para los que nadan en el mar de la ignorancia y arrastrados por el tsunami de la intolerancia, es bueno que sepan que esta cifra fue estimada con una máquina de Smarmatic, que tiene un software especial para cálculos tan complicados como este y que el camarada Jorge Rodriguez maneja muy bien, a pesar de su formación en la ciencia médica y no en las ciencias físicas o matemáticas.

Beremiz Samir, “El Hombre que Calculaba”, debe estar con ganas de recibir un curso tipo Acude con Jorge para absorber todos los conocimientos de la nueva matemática del siglo XXI. Creo que Julio César de Mello y Souza, más conocido por su seudónimo Malba Tahan, el más célebre profesor de Matemática del Brasil, debe resucitar y ver el video de nuestro Ministro y lo más seguro es que haga una nueva edición de su libro El hombre que calculaba.

Nuestro Pitágoras del siglo XXI, con su oportuna y sabia información y su agradable sonrisa Pepsodent (cedula contra el piso) trasmitida en cadena por el canal 8, el nuevo Canal de Panamá y el canal de Suez, estableció unos nuevos hitos para su amada Venezuela y su amado pueblo, tal como sinceramente suele expresarse y dirigirse a nosotros, los amados:

  • (8 horas/día x 5dia/semana)= 40h/semana; eso era en la cuarta república.
  • El día tiene 40 horas de trabajo
  • (40 x FTR= 800 h/mes), donde FTR es el Factor de Tiempo Revolucionario, que significa un bono socialista de horas que debieron ser trabajadas y que tiene un valor de 20 h/mes.
  • Cada mes tendrá una duración en términos de horas laborables de 100 días, en otras palabras, tendrá 20 semanas. Ver fórmula matemática:(1 mes laborable= 800 h/mes= 20 semanas=100 días)
  • Se agregan 80 horas al mes con jornadas laborales de 24 horas diarias, sin días libres de fin de semana.
  • Desde ahora 1 día (1.440 min) de trabajo en la cuarta república, ahora equivale a 1,67 días (2.404,8 min), en revolución
  • 100días/mes x 12meses/año=1200 día/año; en consecuencia cada año revolucionario en Venezuela tendrá como duración 1.200 días o sea 3,3 veces más días que el año de la oprobiosa cuarta república.

Ante estos innovadores anuncios el gobierno va tener que afrontar algunos problemitas que van a afectar la rutina y los hábitos de los venezolanos.

Al haber más días se tendrán que ajustar las fiestas nacionales, ¿Cuándo será la semana santa y cuando los carnavales? ¿Cuándo se celebrará la navidad? A propósito al haber más días, aumenta el numeró de horas, en consecuencia ¿Cómo sabrá la gente en que momento faltarán 5 pa’ las doce el 31 de diciembre? Si se va trabajar las 24 horas del día sin parar para hacer las 800 h/mes, ¿a qué hora la gente va a comer, bañarse y cuándo podrá irse a su casa? ¿Habrá quien resista trabajar 800h/mes? Al haber más días y más horas ¿a qué hora se entra y sale del colegio y a qué hora es el recreo? ¿A qué hora amanece y anochece?, ¿Dónde conseguir los relojes que van a marcar los 2404, 8 minutos que tienen los nuevos días? Suponemos que al haber más día al año las vacaciones serán más largas. Por último y muy preocupante ¿Cuantas horas durarán las cadenas de NIMAMO? y ¿Cuándo se realizarán los esperados desfiles militares?

Estas y muchas dudas estoy seguro que ya el gobierno tiene las respuestas.

CHÁVEZ VUELA!!! LA LUCHA SIGUE (ME REFIERO A LA HARINA LA LUCHA, PUES LA “LUCHA LIBRE” YA NO LA PASAN)

 4 min


​José E. Rodríguez Rojas

El incremento del salario mínimo decretado por el gobierno ha creado la ilusión, en los sectores favorecidos por el mismo, que su situación mejorará en proporción al aumento. En realidad, la capacidad de compra de éste sé evaporará antes de que llegue a las manos de los beneficiarios.

En las colas que suelo hacer para retirar efectivo o comprar el pan, coincido con habitantes de las barriadas cercanas. En conversación con algunos de ellos he notado que lucen entusiasmados por las recientes medidas presidenciales, en particular las referentes al salario. Esto es lo que los economistas llaman “ilusión monetaria”, un fenómeno propio de los países con inflación aguda. El término se usa para referirse a la ilusión que despierta en muchas personas las abultadas cifras nominales de los aumentos de salario. Ello ha sucedido con el reciente aumento del salario mínimo, decretado por el gobierno, que lo ha elevado de 5 millones de bolívares fuertes a 180 millones. La elevada magnitud de la cifra ha llevado a muchos de los sectores favorecidos por la medida, a confiar en que su situación económica mejorará en proporción a la magnitud del aumento nominal señalado. Este espejismo es aupado por el gobierno y sus sindicatos afines, quienes insisten en que se puede compensar los efectos de la inflación con aumentos de salario obtenidos por decreto o fruto de una negociación colectiva.

La ilusión creada por el aumento de salario mencionado sorprende, pues es un hecho de conocimiento general que en los últimos años los aumentos de salario mínimo no han logrado incrementar la capacidad de compra de los beneficiarios, por el contrario al incentivar la inflación tienden a deprimirla. Cuando deducimos el efecto de la inflación del salario nominal obtenemos el salario real, el cual mide la evolución de la capacidad de compra del salario. El economista Humberto García Larralde ha estudiado el impacto de los aumentos de salario mínimo en el salario real durante el gobierno de Nicolás Maduro. Los resultados de su trabajo señalan que a pesar de los múltiples aumentos de salario mínimo decretados por Maduro, el salario real descendió en un 55,8 %. El salario mínimo real, a mediados del año 2017, representó menos de la mitad del salario mínimo real en el último año del gobierno de Chávez (García Larralde, H. Hiperinflación. Dígalo Ahí. 11 de septiembre del 2017).

El deterioro de la capacidad de compra del salario mínimo se ha prolongado hasta los momentos actuales. En el cuadro 1 podemos observar la tendencia citada, tomando como referencia la canasta básica del CENDAS, un organismo relacionado con la Federación Venezolana de Maestros. De acuerdo con las cifras del cuadro 1 el salario mínimo en el mes de julio del 2018 no llega a representar ni el 1% de la canasta básica. La hiperinflación destruyó la capacidad de compra del salario en su totalidad. Si proyectamos el valor de la canasta básica al 1 de Septiembre encontramos que la situación no cambia sustantivamente pues la capacidad de compra del nuevo salario mínimo sigue siendo abiertamente insuficiente pues solo cubre el 7% de la canasta. El trabajador debe lograr otros ingresos con los cuales sufragar el 93% de su gasto de vida. La capacidad de compra del nuevo salario mínimo se ha evaporado antes de llegar a las manos de sus beneficiarios.

Cuadro 1. Evolución del salario mínimo como proporción (%) de la canasta básica (CB) en julio y setiembre 2018.

Julio (Bs Fuertes)

1 de Septiembre (Bs. Soberanos)

Canasta básica (CB)

1.157.252.851

25.460

Salario mínimo (S)

5.000.000

1.800

S/CB en %

0,43

7,07

Fuente: Finanzas Digital. 2018; cálculos propios. Nota: la CB de julio proviene del CENDAS, para la estimación de la CB de septiembre asumimos que los precios se duplican cada 25 días (dato tomado de: The Economist.2018), lo cual da una inflación de 120% mensual.

El director del CENDAS Oscar Meza en una entrevista con Cesar Miguel Rondón difundida por la prensa, estima que en los próximos dos meses la canasta básica ascenderá hasta lograr un valor de 20.000 bolívares soberanos, lo cual confirma la estimación del cuadro 1. El nuevo salario mínimo no alcanzará a representar ni un 10% de esta cifra. Según Meza “el poder adquisitivo se esfumó”. En otras palabras en los próximos meses la hiperinflación pulverizará la capacidad de compra del nuevo salario mínimo. En claro mensaje a los gremios y sindicatos que insisten en tratar de resolver el problema mediante negociaciones y contratos colectivos señaló: “Aquí no hay salario ni contrato colectivo que le pueda hacer frente a la hiperinflación, pero ni el sueldo recién aumentado ni las pensiones pueden sostener esta situación que estamos viviendo” (Noticiero Digital. 2018)

Referencias:

Finanzas Digital.2018. Cendas: canasta básica familiar de julio 2018 fue de Bs. 1.157.252.851. Aumentó 503.038.177 bolívares. Finanzas digital. Agosto 21, 2018.

Noticiero Digital. 2018.Cendas-FMV: el poder adquisitivo se esfumó. Inclusive con el aumento de salario. Noticiero Digital. Com. 23 de agosto del 2018.

The Economist. 2018.The perils of Nicolás Maduro. The Economist, august 11th, 2018.

Profesor UCV

josenri2@gmail.com

 3 min


Carlos Martínez Shaw

La globalización es un concepto que nace a finales del siglo XX y que, sobre todo, trata de expresar el beneficio universal que conlleva la libre circulación de recursos, bienes y capitales a escala mundial. Ahora bien, aunque se publiciten las facilidades para la comunicación y la información (a través de Internet en particular), las ventajas del dinamismo planetario de los flujos financieros o las oportunidades para consumir productos de todo el mundo, esta formulación, como contrapartida, no explicita que ello quiere decir, ante todo, la divulgación de modelos ideologizados concebidos como propaganda de los países más poderosos, la ampliación de los mercados para los países productores, la movilidad de los capitales superando las trabas del proteccionismo y de los intereses nacionales de los países menos favorecidos y la deslocalización de empresas para obtener una mano de obra más barata y con menos tradición en la defensa de los derechos laborales. Y, finalmente, esconde la imposición de las mercancías de los países productores, la imposición de las normas contractuales de las empresas multinacionales a los países receptores y la imposición de la inmovilidad a los trabajadores de los países desfavorecidos mediante la implantación de toda clase de medidas contra los inmigrantes que tratan de cruzar la frontera que separa a los países pobres de los países ricos, de tal modo que la “globalización humana” es la que conoce las mayores restricciones, a veces mediante la creación de un limes de civiles armados con licencia para matar, la edificación de “muros de la vergüenza” o el levantamiento de vallas erizadas de cuchillos.

Sea ello como sea, este hecho introdujo la necesidad de establecer la génesis de un proceso que, según sus promotores, se había iniciado tiempo atrás y ahora conocía su punto máximo de perfección. Los historiadores nos apresuramos a indagar sobre esos orígenes, creando así una disciplina, o tal vez sólo un nuevo modo de aproximación, que pronto encontró el nombre de historia global. Un método que se ha mostrado satisfactoriamente operativo, tanto para analizar el presente como el pasado, pero que hay que someter a crítica porque entraña algunos riesgos, como bien ha señalado Sebastian Conrad: dar un sentido teleológico a la actual globalización, ocultar la existencia de proyectos interesados y espurios bajo la apariencia de un desarrollo natural, subrayar los beneficios y silenciar los costos (migraciones forzosas, esclavitud, guerras, imperialismo económico y político, fomento de la desigualdad, apropiación de los recursos por los más fuertes, explotación de los más desfavorecidos, inducción de los desastres económicos, financieros, ecológicos, climáticos), enmascarar la acción de fuerzas impersonales y antidemocráticas.

En una definición inicial, un tanto primitiva, la función de la historial global era la de escribir un relato que abarcase todos los hechos del pasado, insuflando nueva vida a la bien fundamentada historia total de la Escuela de los Annales y al concepto marxista de la totalidad social y, en el campo de la cronología, escribir un relato que empezase por el Big Bang y llegase hasta hoy, en una ampliación del concepto braudeliano de la longue durée, una resurrección que ha sido defendida recientemente con convicción por historiadores como David Armitage. Una segunda opción, la que ha tenido más éxito, hasta el punto de ser hoy la más común y la más cultivada, es la que toma en consideración el mundo como un territorio perfectamente interconectado, por lo que se privilegian, además de las migraciones humanas, las transferencias, los intercambios, las apropiaciones de los bienes materiales y culturales que se entrecruzan a través del planeta. Finalmente, esta interconexión puede dar un paso más y hallarnos con el punto de vista que completa los demás, a través de la noción de integración, es decir de la existencia de unos lazos profundos y duraderos entre los diversos continentes (o también, las diversas civilizaciones) sobre los que han descansado las grandes transformaciones universales. En cualquier caso, los relatos escritos desde la historia global, siguiendo a Serge Gruzinski, permiten proseguir “el progresivo desmantelamiento de los herméticos universos, físicos y mentales durante tanto tiempo arraigados en la tierra, la nación, la raza, la religión o la familia”. Lo que no es poco.

Estos enfoques permiten aplicar el concepto de fenómenos globales a numerosos hechos históricos, como la perduración de la ruta de la seda o de la ruta del oro transahariano, la expansión de Gengis Kan (Chingis Jan) desde el Extremo Oriente al corazón de la Europa oriental, la difusión del budismo desde India a Extremo Oriente, las experiencias de los grandes viajeros medievales (de Ibn Battuta a Marco Polo), la aventura de los argonautas del Pacífico Occidental… Sin embargo, estos fenómenos transfronterizos, abarcando inmensos territorios, propiciando intercambios comerciales o culturales a gran escala no presuponen todavía la existencia de una primera mundialización. Todos ellos se desarrollan en la vieja Eurasia y tocan algunas regiones de África, pero falta todavía el eslabón que permitirá la plena globalización: el descubrimiento de América, la conexión de ese nuevo mundo transatlántico con los mundos asiáticos tras la travesía del océano Pacífico y, finalmente, la unión de las navegaciones europeas hacia el este y hacia el oeste mediante la primera vuelta al mundo.

A partir de ahí se desarrolla el concepto de primera globalización o primera mundialización (o para algunos autores, como Bernd Hausberger, globalización temprana), que tiene su acta de nacimiento en un instante concreto. Se trata del momento en que se establece un sistema de intercambios de toda índole (humanos, biológicos, económicos, culturales) entre todos los continentes. Las fechas clave de esta coyuntura histórica (conocida genéricamente como la de la culminación de la “era de los descubrimientos”) se extienden, según nuestra opinión, a lo largo de 30 años (aunque una fórmula tan precisa pueda encontrar reticencias entre algunos): el descubrimiento de América por Cristóbal Colón(1492), la llegada a India de Vasco de Gama (1498), el descubrimiento del mar del Sur u océano Pacífico por Vasco Núñez de Balboa (1513) y la vuelta al mundo iniciada por una flota mandada por Fernando de Magallanes y completada por Juan Sebastián Elcano (1522). El cierre de ese primer anillo en torno al globo (de ahí, la palabra globalización) tiene además un significado especial, pues fue protagonizado por las dos entidades políticas que a partir de 1492-1512 (tras la ocupación de Granada y la ocupación de Navarra) compartían en exclusiva la península Ibérica. De ahí que muchos historiadores acepten (con renuencias o sin ellas) considerar ese periodo como el de la “globalización ibérica”.

La consecuencia más inmediata de estas exploraciones fue la inauguración de una red de intercambios intercontinentales, que fueron humanos (transferencia de personas entre los distintos continentes), biológicos (negativos por la acción de los gérmenes patógenos, positivos por los remedios terapéuticos), agropecuarios (cultivos y ganados trasplantados de unas tierras a otras, bienes naturales de consumo transferidos a través del comercio marítimo), culturales (ampliación del conocimiento de mundos y civilizaciones que se ignoraban entre sí) y económicos, que incluyeron la creación de redes comerciales entre los diversos continentes y la integración de estos en un sistema económico mundial por encima de la existencia de otros subsistemas (en los mares europeos, en el Atlántico, en el Índico o en el Pacífico) y gracias a la existencia de un agente esencial para garantizar esas redes y esos intercambios, la plata americana, convertida, según hemos defendido en muchas ocasiones, en el verdadero “catalizador” de la primera globalización. En definitiva, este proceso, que implicó a todos los mundos, generó, paradójicamente, la aparición de un solo mundo y, por ende, la posibilidad de concebir por primera vez una historia global y, más aún, una auténtica historia universal.

LECTURAS

Historia Global. Una nueva visión para el mundo actual. Sebastian Conrad. Barcelona, Crítica, 2017

¿Para qué sirve la historia? Serge Gruzinski. Madrid. Alianza Editorial, 201

Historia mínima de la globalización temprana. Bernd Hausberger. México. El Colegio de México, 2018

Las guerras civiles. Una historia en ideas. David Armitage. Madrid. Alianza Editorial, 2018

Global Perspectives on Global History. Theories and Approaches in a Connected World. Dominic Sachsenmaier. Cambridge University Press

Globalization and Global History. Barry K. Gills & William R. Thompson (eds.). Londres, Routledge, 2006

El País

24 de agosto de 2018

https://elpais.com/cultura/2018/08/20/babelia/1534778460_235248.html

 6 min


nm representa a estos 20 años de retraso político imposición militarista y extrema ignorancia como gobernante, mostrando el desprecio del gobernante por la seguridad y por la libertad , valores excelsos de la democracia, es por ello, el más grave y desgraciado momento de la política venezolana. Ha sido su improvisación y el desconocimiento convertido en órdenes cuasi militares, el modo, forma y manera para crear una sociedad atormentada, que sin rumbo llega a sentir pavor y desprecio por la política. Una parte de esa sociedad la es la diáspora, la otra muy importante reside en Venezuela y fue capaz del 20M con su Resistencia Civil, capaza de estremecer y arrincona al comunismo del siglo XXI en una Venezuela que a su vez deviene del partidismo obsoleto y corrupto que representó la democracia inacabada.

nm y sus acólitos comunistas hambreados de poder, no entienden ahora la realidad y emergencia del país estando dispuesto emplear la fuerza bruta y la ignorancia extrema , promovida por mil instrumentos de propaganda y de comunicación masiva e intencionada para tratar de crear una noción de gobierno socialista en el 2018. Gobierno que no es tal y lo que sí es un régimen inmoral y atentatorio contra todo, tanto que se burlaron del 20M, montaron en un acto militar de manera sospechosa unos drones, impusieron el Paquetazo del 17A y todavía no saben- por ignaros y también por comunistas-que el 82 % de los venezolanos detesta y está en cuenta de la carencia de la libertad y seguridad propia de la democracia.

Este régimen de nm es resguardado y protegido por unos comisarios políticos devenidos del golpismo militarista, capitaneados por el partidismo y las organizaciones paralelas de modelo cubano donde se orilla la ciudadanía, se impone el colectivismo, el clientelismo y el control social para terminar en el colectivismo irracional. Hoy al cuerpo social lo ahoga la anti política, la Calamidad Político Social y una creciente desigualdad, que estremece los ánimos hasta el desaliento y la frustración extrema. Es decir, el venezolano que esta frente a una regresión política de 20 años o más mediante la Resistencia Civil orienta su participación política para reponer la libertad y seguridad propia de la democracia.

La locura de estos 20 años de anti política, mesianismo y corrupción distante y contrario a lo que fue la democracia inacabada, muestra la regresión a lo interno de las cúpulas militares, el protagonismo del militarismo hasta el extremo del empleo masivo del miliciano lo cual recuerda al 4F y 27N golpes de Estado —Golpes de Estado que solo sirvieron para destruir, avasallar y arrinconar a una sociedad—que ahora esta estremecida por la clarinada del Castrocomunismo revivido en el hemisferio occidental. Revivido ahora por el militarismo golpista y el ladronismo organizado en Venezuela como un “momentum” que lo ejemplifica el indescifrable Paquetazo del 17A, posible punto de ignición para que los ciudadanos accionen la Resistencia Civil y consigan con ello la libertad y la seguridad.

La Libertad y la seguridad que han sido sepultadas por esta barbarie militarizada serán el estímulo para que la mayoría de venezolanos que actuamos el 20M demostremos que hay una ciudadanía dispuesta a trazar mediante la resistencia civil un camino para la búsqueda de la instalación de la seguridad y de la libertad. Falso de toda falsedad, además de —enorme cinismo y cobardía extrema—, resulta el planteamiento de algún operador político que pensando como Dios, se atreve afirmar que solo por “la elección o hecho electoral” se podría producir un cambio político. El 20M la sociedad venezolana, la sociedad civil demostró que se puede producir el cambio político en Venezuela por la vía de la Resistencia Civil. Lo menos que tienen que hacer quienes han afirmado —que son obligatoria unas elecciones para producir la transición política—, es leerse a David Hume... y si pueden a Voltaire y a Rousseau.

La sociedad civil esa que cree en la Resistencia Civil, la del 20M, esa que no se traga lo de los drones, esa que hoy esta empobrecida pero con dignidad expresa ¡Fuera Maduro!.¡Fuera Maduro!, es el anclaje y a la vez la gran palanca de acción social para reenrutar la República o los repúblicos. Repúblicos que mediante la Resistencia civil sean capaces de realizar un cambio político: la transición política en paz. Eso sí, con coraje político que no es violencia y que lo representa el 82% de venezolanos que reclama “Libertad y Seguridad”. En el Ambiente Político Real de Venezuela no hay ni habrá atajos para quienes han destruido el país, no pueden ni podrán reclamar un gobierno por cuanto fracasaron y como tal, violaron el Contrato Original, que lo repondrá la Resistencia Civil.

La sociedad civil que hoy ha sido robada, ultrajada y empobrecida, esa que representa el 82 % de los demócratas ha decidido que Venezuela es recuperable… y es recuperable mediante la Resistencia Civil, que tiene que ser entendida como un método de lucha política colectiva que se basa en la necesidad que tiene todo gobierno de la obediencia de la mayoría de sus ciudadanos. Hoy… la mayoría de los venezolanos, el 82% desobedece a este régimen, vergüenza de la historia política de Venezuela y en consecuencia, con resistencia civil se logrará el cambio político para restaurar la Libertad y la Seguridad en una Venezuela entendida como un Estado-Nación decente.

Es original

@JMachillandaP

Caracas, 23 de agosto de 2018

 4 min


Luis Pedro España y María Gabriela Ponce

Si un visitante desprevenido no se aleja de ciertos circuitos citadinos, puede pensar que la crisis humanitaria que leyó en la prensa internacional antes de llegar a Venezuela es sencillamente una exageración.

Podría pasar por alto el hecho de que está en un país donde los niveles de pobreza de ingresos son de los más altos de Suramérica, que padece la recesión económica más espantosa y jamás vista por ningún otro país de América Latina, y donde la escasez, los racionamientos eléctricos y las calles desiertas le harían recordar las historias sobre la Cuba del Periodo Especial, empeorado en nuestro caso a consecuencia de la violencia y la inseguridad.

En el país donde la miseria toca la puerta de la inmensa mayoría de sus habitantes, nuestro despistado visitante podría comprar exquisiteces culinarias en varios y selectos establecimientos comerciales, degustar comidas y buenos tragos, así como visitar paraísos naturales, cuyas imágenes serán la envidia de sus amistades, y todo ello a precios convenientemente accesibles en divisas a cambio paralelo. Para nuestro visitante imaginario pasarán desapercibidas las escenas de quienes comen de la basura, de los que padecen el caos de los servicios públicos, de las madres y padres que no tienen cómo enviar a sus hijos a la escuela, de los enfermos que no consiguen los tratamientos, en definitiva, de los hogares que no saben si alguna vez terminará esta crisis.

Claramente, quien no salga de la cúpula de la Venezuela minoritaria que vive en dólares no conocerá la otra que sobrevive en bolívares. Esta situación no sólo acompaña nuestro presente, sino que, lo más importante, no va a cambiar tras las medidas económicas anunciadas recientemente.

¿Cómo es posible que en el país de las desgracias convivan dos realidades tan diferentes? ¿De qué tamaño es esa desigualdad? ¿Por qué la crisis de unos pareciera ser el beneficio de otros? ¿Cuáles fueron los factores que convirtieron a Venezuela en un lugar de contrastes y diferencias tan vulgares? ¿Qué podemos esperar que ocurra con la desigualdad social después de los anuncios del 17 de agosto?

Hay varias formas de responder a estas preguntas. Se puede apelar a la historia de los países que han vivido socialismos totalitarios, como el nuestro, y allí veremos cómo los sistemas de controles y privilegios asociados a las economías estatizadas van generando estamentos sociales (no es posible definirlas como clases, porque son impenetrables), cuyos estilos de vida, acceso a bienes y placeres distan mucho de parecerse al promedio cotidiano de las mayorías, por lo general, empobrecidas. Adicionalmente, en estos países difícilmente ocurren cambios económicos importantes sin que medien cambios políticos; en otras palabras, para estos gobiernos refractarios a las críticas y represivos de la oposición les resulta casi imposible enmendar y, cuando lo hacen, lo hacen mal o a medias.

Otra forma es ampararse en la teoría social y económica para darnos cuenta de cómo, casi con independencia de los contextos históricos, la supresión de la libertad en nombre de la igualdad termina generando sociedades serviles, muy desiguales entre los favorecidos y los empobrecidos, aunque igualadas por la pobreza de la mayoría.

Son sociedades que, por el tipo de relación Estado-sociedad, se asemejan o reproducen sistemas pseudofeudales, donde la desigualdad entre las “cúpulas” y los “pobres” se justifica por las relaciones de protección que se desprenden a partir de políticas públicas o sistemas distributivos (cupos de consumo o subsidios de precios) que, en nuestro país, y para entendernos, se llamarían “cajas CLAP” o ventajas asociadas al “Carnet de la Patria”.

De esta situación es poco probable salir sin una medicación política. La relación neoservil no es más que un modo de control social y permanencia en el poder, sesgo que ha acompañado a todas las políticas públicas del gobierno de Nicolás Maduro y que, como veremos, tampoco le es ajena a los anuncios del pasado viernes 17 de agosto.

Para el caso del presente trabajo, vamos a dimensionar el problema de la “nueva desigualdad” social en Venezuela apelando a la evidencia empírica que nos aporta el sistemático levantamiento de la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI) que, desde 2014, han realizado un conjunto de universidades del país y que, por ahora, es la única fuente de información que permite conocer de manera cuantitativa la situación social de Venezuela[1].

El artículo lo hemos ordenado en cuatro partes. Una primera donde daremos cuenta del aumento de la desigualdad en el país y su comparación con otros países de la región. Para ello presentaremos los cálculos del coeficiente de desigualdad de ingresos de Gini entre 2014 y 2017, índice que por razones pedagógicas, por ser el más conocido, lo escogimos frente a otros indicadores de concentración (como el de Theil o el Atkinson, etc.), ciñéndonos a las diferencias de ingresos únicamente, sin abordar otras dimensiones de la desigualdad, como lo son las de género, urbano-rural o territorial, generacional, educativa y, en general, cualquier otra que tenga por origen el acceso diferenciado a las oportunidades sociales.

En segundo lugar, vamos a discutir sobre las causas de esta desigualdad reciente en Venezuela. Allí veremos cómo la desigualdad que padecemos no es un infortunio ni algo que no se pudo evitar o que no se puede resolver, sino que la misma es consustancial al sistema político e ideológico que se nos han impuesto.

En tercer lugar, describiremos cómo opera un “país dual”[2], uno que vive en dólares y otro que vive en bolívares, la oportunidad de consolidarse y de qué manera las políticas recientemente anunciadas no parecen sino hacerlas más distantes e irreconocibles entre sí.

Por último, abordaremos brevemente el contrasentido sociocultural que esta realidad de “país dual” produce en el imaginario igualitario del venezolano, el cual, además de tener un “origen” histórico, forma parte de una aspiración y de un valor. Con esta discusión final queremos preguntarnos qué puede pasar con la desigualdad social después de los anuncios del 17 de agosto y, lo que nos parece aún más relevante, si este agravamiento de las diferencias sociales en Venezuela que, como veremos, tiene una raíz no sólo económica sino también sociopolítica, es sostenible en el tiempo sin que ella produzca algún tipo de condición material que sea el anticipo de un cambio de naturaleza política.

1. La medición de la desigualdad social

Existen varios índices estadísticos para medir la desigualdad de ingresos. El índice de Gini, que será utilizado en este trabajo, es una medida de desigualdad a partir de la forma como se realiza la distribución del ingreso total de una población. Su estimación parte de la Curva de Lorenz, que es una representación gráfica de la desigualdad en el reparto de la renta existente en un determinado territorio. Cada punto representa la distribución acumulativa de los ingresos de la población, en la que partes porcentuales acumuladas de los perceptores de ingresos (per cápita de los hogares) reciben porciones acumuladas del ingreso total.

El índice calcula la distancia entre los perceptores de ingresos agrupados en deciles[3], y el porcentaje acumulado del ingreso total que cada decil tiene (Curva de Lorenz) con respecto a la diagonal. Esta diagonal representa la igualdad absoluta en donde cada 10% de los perceptores de ingreso reciben el 10% del ingreso acumulado total (Gráfico 1).

El índice de Gini (G) se calcula a partir del área entre la diagonal y la curva de Lorenz: G= A/(A+B)

Donde A es el área entre la diagonal y la distribución del ingreso analizada, es decir, qué tanto se aleja la distribución representada en la curva de Lorenz de la igualdad perfecta, divida entre el área total (A+B) que constituye toda el área de fluctuación posible hasta llegar a la máxima desigualdad, en la que el último perceptor de ingresos se quedaría con el 100% del ingreso total.

Esta forma de construcción hace que el índice fluctúe entre 0, que representa una distribución totalmente igualitaria en la que todos en la práctica tienen los mismos ingresos (equivalente a la diagonal), y 1, perfecta desigualdad. Esto hace que el índice de Gini sea de fácil interpretación y divulgación, permitiendo, a su vez, comparaciones entre países, áreas territoriales o subgrupos de población.

En Venezuela, de acuerdo a los datos resultantes de la ENCOVI, el índice de Gini sufrió un aumento considerable en los últimos años, pasando de 0,407[4] en 2014 a 0,681 en 2017. La gráfica a continuación muestra el tamaño de la diferencia entre ambos años y la forma como en el 2017 la distribución del ingreso del país se aleja de la diagonal que representa la igualdad perfecta. Así mismo, la excesiva concentración en el origen y la dispersión al final de la curva en el año 2017 indica una mayor aglutinación de hogares en los tramos de menores ingresos acumulados y una menor concentración de hogares en la zona de mayores ingresos.

Este incremento de la desigualdad se hace evidente cuando se comparan los porcentajes del ingreso total que captan los deciles poblacionales y las brechas entre los extremos (decil 1 y decil 10), que corresponden al 10% de los hogares de menor y mayor ingreso, respectivamente.

Para 2014, el 10% de los hogares más pobres captaba el 2,1% del ingreso total, mientras que el decil más rico concentraba el 30%, porcentaje de ingreso equivalente a la participación agregada en el total de ingresos de los deciles 1 al 6.

Para 2017, el decil más pobre reduce su participación a menos de la mitad, captando sólo el 0,7% del ingreso total, mientras que el decil más rico duplica su participación al concentrar el 61% del ingreso de todos los hogares. Este porcentaje supera la participación agregada de los deciles inferiores (1 al 9), dado que su participación en el ingreso total es de 38,9% (Gráfico 3).

Al establecer la comparación en el periodo, queda claro cómo la contribución porcentual de todos los deciles, con excepción del más rico (decil 10), desciende en su participación en el ingreso total, pero son los deciles más pobres (decil 1 y decil 2), quienes más pierden participación con 62,5% y 57,9%, respectivamente. Por su parte, el único decil que aumenta su participación es el más rico, con un incremento del 103,8%, mostrando la profunda brecha regresiva que ha experimentado la distribución del ingreso en apenas tres años (Gráfico 4).

Al comparar estas cifras con respecto a América Latina se observa que Venezuela, en el año 2014, aún con la diferencia arrojada por ENCOVI respecto a la información oficial (Ver Nota 3), se encontraba por debajo del promedio del continente, cuyo coeficiente de Gini se ubicaba en 0,491[5], es decir, Venezuela se ubicaba como uno de los países de menor desigualdad de la región, con un valor de desigualdad similar al de los países del Cono Sur (Uruguay y Argentina) que tradicionalmente han sido los menos desiguales de la región[6].

En el año 2016, última información disponible para la mayoría de los países de América Latina[7], el índice de Gini se situaba en 0,467[8], con una reducción promedio anual de 0,2%[9]. En ese año, de acuerdo a los cálculos realizados sobre la ENCOVI, el Coeficiente de Gini para Venezuela se ubicaba en 0,462, con una aumento de 5,5 puntos porcentuales respecto al 2014, lo cual lo asemeja al coeficiente general de la región y nos alejaba de los valores de los países menos desiguales, como Uruguay y Argentina, que permanecieron estables; pero, aún nos encontrábamos muy lejos de los países más desiguales, como Guatemala, Colombia, Panamá, Brasil y México, cuyos coeficientes de Gini se ubican entre 0,535, para el caso guatemalteco, y 0,504, en el caso mexicano (CEPAL, 2017).

Los resultados para Venezuela del año 2017, con un Gini de 0,681, nos ubica, sin duda alguna, como el más desigual de la región[10], por encima de Haití[11], en el continente reconocido como uno de los más desiguales del mundo, un fenómeno sin precedentes, tanto en el país como en América Latina en las últimas dos décadas.

2. Los factores que pueden explicar el aumento de la desigualdad

¿Qué ha pasado en los últimos cuatro años, y especialmente en los últimos dos, para que la desigualdad del país sea la más altas del continente?

Lo primero que tenemos señalar es que este aumento de la desigualdad ha ocurrido en muy corto tiempo. Por lo tanto, debe tener por causa factores distintos a los que normalmente asociamos a la desigualdad, es decir, cambios en las condiciones sociales que alteran el acceso a las oportunidades.

La desigualdad de ingresos suele tener una base estructural: el acceso diferencial a las oportunidades. Educación suficiente y de buena calidad, alimentación adecuada y servicios de salud, especialmente de atención primaria y preventiva de enfermedades infectocontagiosas, son parte de los principales componentes que explican la desigualdad de tipo estructural. Estos son factores de relativa poca variabilidad en el tiempo, para sociedades con los niveles de ingresos que tuvo Venezuela, y por lo tanto no siendo nuestro caso el de sociedades con bajos niveles de desarrollo donde campañas alfabetizadoras, masificación de la educación primaria y control de enfermedades endémicas o altamente prevenibles, pueden generar cambios importantes en los niveles de desigualdad en corto tiempo; nuestra desigualdad reciente se debe a fenómenos distributivos asociados a las políticas públicas del actual gobierno, su impacto en el mercado laboral y en la forma como se distribuyen los ingresos, en especial el que proviene de la renta del petróleo.

El manido discurso del gobierno sobre su intención de distribuir la riqueza a favor del pueblo, y cuya “supuesta realización” terminó desatando las iras conspirativas de las clases ricas del país, se hace trizas precisamente cuando los datos indican que la desigualdad ha aumentado gracias al conjunto de factores regresivos presentes en las políticas públicas, las cuales, junto a la crisis de ingresos de los últimos años, terminó derivado en que seamos el país más desigual de la región.

El germen de la fuerte regresión en la distribución del ingreso que hemos evidenciado han sido las políticas de privilegios y controles implementados desde la presidencia de Chávez. Desde los procedimientos de asignación de las divisas preferenciales hasta las políticas sociales de fuerte sesgo regresivo, en el contexto actual de hiperinflación, han terminado convirtiéndonos en una sociedad mucho más desigual de lo que habíamos sido.

Desde el punto de vista de la política social, en los últimos 20 años no se distinguió entre los beneficiarios por su condición material y, como lo igual entre desiguales termina siendo injusto, hoy más que nunca se hizo verdad aquella denuncia de quienes hoy están en el poder: “los ricos son más ricos, y los pobres son más pobres”.

El empobrecimiento masivo de la población ha sido el resultado de una mezcla entre la destrucción sistemática del aparato productivo (de manera expresa por medio de expropiaciones o confiscaciones de activos productivos en manos del sector privado o, indirectamente, por el cese de las operaciones dadas las condiciones macroeconómicas adversas), junto con la reducción del ingreso petrolero y su distribución regresiva. La drástica reducción del ingreso petrolero fue, en primer lugar, por la caída de los precios, y luego, por la destrucción de PDVSA y el consecuente desplome de la producción, lo que ha significado el estallido de todos los desequilibrios económicos e ineficiencias estatales arrastradas por años, convirtiéndonos, en meses, de ser un país con inflación crónica y severa escasez, a terminar siendo una economía hiperinflacionaria, gravemente desabastecida y, adicionalmente, al borde del colapso por la crisis de los servicios públicos.

La inflación en Venezuela genera desigualdad porque los ciudadanos tienen mecanismos diferenciados para defenderse de ella. La inflación, también denominada el “impuesto a la pobreza”, distingue entre los que tienen y los que no tienen porque estos últimos están expuestos a los precios directamente. Lo que ganan es para comprar alimentos, su única protección es gastar el dinero lo más rápido que puedan. Eso también ocurre en el caso de cualquier otra economía sometida a condiciones similares, pero en nuestro caso, el hecho de que la hiperinflación tenga lugar en un contexto de controles y privilegios hace que los mecanismos de defensa ya no sólo tienen que ver con aquellos puramente económicos, sino que intervienen otros de naturaleza política, fuera del mercado, y que se crean desde las propias políticas públicas.

Estos mecanismos extra-mercado son dos. En primer lugar, el acceso diferenciado a las divisas controladas o de tipo preferencial, así como otros beneficios selectivos propios de una economía intervenida (acceso a créditos públicos, permisos de operación, licencias, ventajas regulatorias, etc.) y, en segundo lugar, al sesgo de las políticas sociales a favor de los sectores sociales políticamente más activos, con mayor capacidad de demanda y con más poder de generar costo político, lo cual es la resultante de un gobierno cuya principal prioridad es la permanencia en el poder.

El sesgo político de la política social, es decir de la política redistributiva, no sólo tienen que ver con favorecer a los partidarios del gobierno, sino también de aquellos que tienen más poder de voz, pero sin llegar a ser parte de las élites. En otras palabras (y casi con independencia de la preferencia política), los que viven en las principales ciudades, los que tienen acceso a la información o son percibidos por el gobierno como posibles activadores de demandas ante las burocracias gubernamentales. Nos referimos a los grupos medios de los sectores populares (donde ciertamente milita parte de quienes apoyan al gobierno, pero no todos), así como los habitantes de las principales ciudades quienes son los que en mayor medida son beneficiarios de los programas sociales.

Sobre el primer factor que ha agudizado la desigualdad en Venezuela, es decir, el acceso al subsidio al tipo de cambio y otras prebendas económicas, existe alguna documentación al respecto y precisamente por ser este factor el principal causante de las nuevas y exorbitantes fortunas en Venezuela, han sido objeto de otros trabajos de investigación, los cuales, y sólo para resumir, estiman que producto del favoritismo cambiario, fueron miles de millones de dólares los que alimentaron las nuevas fortunas en Venezuela.

El segundo factor, el componente regresivo de la política social del gobierno, es sobre el que quisiéramos profundizar.

De “Robin Hood” a “Hood Robin”

La política social que inauguró el chavismo (y que continuó casi que con mayor perversidad el madurismo), se basa en pretender no distinguir entre los beneficiarios. El supuesto universalismo de la entonces nueva política social se oponía al principio de focalización o de selección entre los beneficiarios. Es ampliamente reconocido que una política social que no distinga entre beneficiarios, tiene similares efectos regresivos que las políticas de subsidios indirectos. Quienes tienen más capacidades de hacerse con los subsidios (información, recursos económicos, acceso a lobbys, etc.) definitivamente lo harán, incrementando la desigualdad social. Adicionalmente es imposible hacer política social progresiva si no se distingue entre la población vulnerable o en estado de necesidad, de aquella que no lo está.

La política social de los últimos años en Venezuela no hizo esa diferencia y, lo que es peor, pretende seguir sin hacerla. Tras los anuncios del 17 de agostos, el gobierno se propone adelantar un programa económico de ajuste sin atender las diferencias sociales, o peor aún, tratará de compensar a los sectores sociales más favorecidos, es decir, los empleados formales con un aumento del salario mínimo a 30$ al mes (aproximadamente)[12] y a los propietarios de vehículos particulares, que claramente se concentran en el tercer tercio de venezolanos con mayores ingresos.

La política social convenientemente propagandeada como Misiones Sociales concentraron sus beneficios (pocos o muchos según las disponibilidades presupuestarias), en los hogares no pobres y en las zonas más urbanas del país. Hoy cuando la política social se reduce en el mejor de los casos a una caja mensual o trimestral de algunos productos alimenticios[13], este sesgo distributivo se mantiene.

Pero, probablemente, el problema mayor ocurrirá en los próximos días. Los anuncios de sinceración de tarifas, en primer lugar la de los combustibles (al cual le seguirán del gas y otros servicios púbicos), junto al aumento de los salarios mínimos del sector formal (que aún con el aumento sigue siendo el más bajo de la región) deja a su suerte a los más vulnerables. A los que trabajan en el sector informal, a los desempleados, y ni que decir de los empleados en sectores poco productivos (sector servicios en general o de uso intensivo de mano de obra) cuyos establecimientos seguramente se verán obligados a cerrar sus puertas por la imposibilidad de enfrentar el nuevo costo laboral.

¿Qué pretendió el gobierno con esto? Es difícil imaginárselo por completo, pero al menos esta medida regresiva está en sintonía con el sesgo distributivo del gobierno que proviene de sus erróneas concepciones de política social. Quizás lo que pretende, al menos en el corto plazo y seguramente a costa de la destrucción de muchos empleos, es desactivar la ola de huelgas y protestas laborales que ya habían comenzado (como las del sector salud) y otras que, a partir de los próximos meses, activarían otros gremios vinculados a la educación, los servicios públicos e incluso la propia administración pública y algunas empresas del Estado.

Ante la inminencia de lo que era un improrrogable ajuste económico, aplazado por años con despilfarro del ingreso petrolero, lo que debió ser una política social progresiva que no ampliara aún más las brechas sociales del país, era haber instaurado un sistema de transferencias monetarias para los hogares más pobres (en vez del aumento del 3.500% del salario mínimo) y, para el caso de la gasolina, además de la necesaria progresividad en el aumento, una transferencia directa con el monto del subsidio fiscalmente sostenible, privilegiando los sectores del transporte de carga, para aliviar el impacto en el precio de los productos y en el servicio de transporte público. Pero este tipo de compensaciones, si bien son mucho más justas, no aportan el rédito político de “compensar” a los grupos asalariados organizados, los gremios y sindicatos, cuyos asociados no son precisamente de los sectores sociales más pobres.

Pero lo peor es que todo este sufrimiento resultará en vano. No estamos en presencia de un ajuste, dado que el principal desequilibrio (el déficit fiscal) no se ha atendido. Incluso es probable que aumente la brecha entre ingreso y gasto del Estado y, por lo tanto, los problemas de hiperinflación y escasez continuarán. En consecuencia tenemos las mismas causas de la desigualdad intactas.

3. Hacia un país dual

Las políticas económicas y sociales en Venezuela han generado una desigualdad social tan grande que estamos en presencia de un país dual. Para decirlo en términos sencillos, tenemos un país que “vive en dólares” y otro que “vive en bolívares”. Unos bolívares que sin importar su apellido, tanto hoy, como mañana no mantendrán su poder de compra.

Los hogares que tienen acceso a divisas los tienen por varias vías, que no necesariamente son excluyentes. Además de los beneficiarios del sistema de privilegios políticos y cambiarios, se encuentran los hogares que tienen parte o todo su patrimonio en el exterior. Fueron hogares que viven en el país y con alguna regularidad van cambiando divisas acumuladas en el pasado y, cuando se trata de patrimonios importantes cuyos dueños (que por alguna razón siguen viviendo en Venezuela), también van usando sus ahorros en el exterior, pero sin que necesariamente ello merme su patrimonio gracias a las rentas o dividendos que producen.

A este grupo de la “Venezuela que vive en dólares” también pertenecen quienes por su actividad en el país reciben parte (o la totalidad) de sus ingresos en divisas. Un tercer grupo estaría constituido por aquellos hogares receptores de remesas provenientes del exterior, las cuales, según algunas estimaciones, basadas en el cálculo de venezolanos que viven en el exterior, arrojan una cifra próxima a los 2.000 millones de dólares para 2017[14].

Calcular el tamaño de estos grupos, saber el número de hogares impactados favorablemente porque una parte de sus ingresos este constituida por divisas, es una tarea pendiente y no son muchas las estimaciones confiables que están disponibles. Pero con independencia de sus tamaños es evidente que los mecanismos económicos y de políticas públicas que han permitido esta “economía del dólar” en Venezuela ha sido uno de los responsables del aumento de la desigualdad.

Una forma de aproximarnos al tamaño de estas dos poblaciones es a partir de los deciles ya trabajados. En el 2014 el 45,4% del ingreso se concentraba en los dos deciles más ricos (que representan el 20% de los hogares del país). En 2017 ese mismo 20% de los hogares concentra el 70,6% de los ingresos. Si suponemos entonces que es en estos dos últimos deciles donde se ubican los hogares receptores de divisas, por cualquiera de los mecanismos señalados, en el mejor de los casos solo el 20% de los hogares venezolanos formaría parte de la “Venezuela en dólares”. Adicionalmente según los datos de la ENCOVI 2017, el 35% de los hogares que reportaron la migración de uno o alguno de sus miembros se ubica en los deciles 9 y 10. Esta sobrerrepresentación proporcional de los hogares con miembros que han salido a vivir al exterior en los deciles que más concentran ingresos, refuerza el hecho de que incluso el mecanismo de las remesas se estaría concentrando en los deciles más altos.

De esta forma el 80% de los hogares restantes, que no parecieran pertenece a la Venezuela Dual del dólar, vive bajo unas condiciones de precariedad inmensas. Esa es la parte de la población que depende de las cajas CLAP para “comer un poco mejor cuando llega”, o es la candidata a ser dependiente del Estado bajo las condiciones de sumisión implícitas a esta dependencia actual y las que puedan generarse en el fututo dada la práctica politizada de la política social del gobierno.

¿Qué significa pertenecer a una u otra Venezuela? La diferencia es abismal. Pongamos por cierta que lo que necesita una familia de cinco miembros para alimentarse adecuadamente[15], a precios de mercado, es de unos 300 millones de bolívares (3.000 de los soberanos), eso representa según el cambio más ventajoso que se podría obtener en el paralelo para la fecha del cálculo de la canasta, unos 75 dólares al mes. Una remesa promedio de 150 dólares (que pudiera no ser tan exagerada si tenemos en cuenta que las remesas familiares en El Salvador se calcularon en 2017 a un promedio de 250$ por transacción[16]), le permitiría a un hogar en Venezuela vivir con relativa holgura a pesar del caos. Si se dispone de alguna remesa, de una remuneración parcial o total en divisa o se tienen ahorros en el exterior, esos hogares estarían resguardados frente a imprevistos con relación a la reparación o renovación de equipos, problemas o emergencias de salud e incluso permitirse algunas actividades recreativas que para un venezolano de la “otra Venezuela” sencillamente le son prohibidos.

La diferencia entre tener acceso a alguna cantidad a divisas o no tenerla, hace una diferencia gigantesca y permite ciertas “seguridades o tranquilidades”, que no las tiene el hogar de la Venezuela en bolívares. Para esta última es probable que su única protección sean las promesas del gobierno, el contacto con algún funcionario, la pertenencia a alguna estructura del partido político en el poder, la posibilidad de presión como funcionario o burócrata de la administración pública o de alguna de las empresas del Estado, en suma, su único posible protector es el Estado o, como toda persona en la Venezuela actual, acudir al “rebusque”, no solo de ingresos sino también de precios, o a la red de solidaridad social primaria o familiar a la que pertenezca.

Las implicaciones sociopolíticas de esto son importantes. Lógicamente esta inmensa Venezuela “no dolarizada” tiene variabilidades importantes y difícilmente toda ella dependa en su consumo de las políticas distributivas del Estado. Pero aun así, el gobierno podría tener la fantasía de pretender consolidarse políticamente por medio del control social de la “Venezuela en bolívares” y confiar que la “Venezuela en dólares” tendrá cómo mantener cierto nivel de vida que desactive o reste motivos a su descontento o potencial oposición activa. En todo caso, de fallar los mecanismos de contención política que aplica en cada una de las Venezuelas descritas, siempre tendrá a la mano un piquete de la Guardia Nacional para controlar a los que se desvíen.

Llegados a este punto la pregunta es si este plan de control social, basado en la nueva dualidad de la sociedad venezolana, puede o no equilibrar al gobierno. La respuesta va a estar muy condicionada por lo que ocurra en el corto plazo. En otras palabras, si en lo que queda de este año y el próximo ocurre cierta estabilización económica que permita que la Venezuela no asistida por ingresos en divisas pueda satisfacer sus necesidades sin el sobresalto de la hiperinflación y la escasez, entonces el precario equilibrio resultante podría estabilizar el descontento.

Independientemente de lo que ocurra con el plan económico y su remota posibilidad de equilibrar la economía nacional, para que sea posible este plan de control social basado en la dualidad de Venezuela, el Estado tiene que disponer de una maquinaria de compensación que hasta ahora no ha demostrado. Además, necesitaría que la parte de la economía liberalizada (o que maniobra en condiciones de modernidad) efectivamente cuente con las normas y garantías de operación que, de igual forma, hasta ahora tampoco ha tenido y, por último, necesitaría que las sanciones y cierres económicos se relajen, o al menos no sigan aumentando, de forma tal que los márgenes de acción ya precarios (tanto para el sector público como para el sector privado que actúa en este contexto) no se sigan reduciendo.

A este respecto el Gobierno de Venezuela no es el único gobierno sancionado en el mundo, existen otros (no solamente Cuba) con los cuales los jerarcas del diseño de esta nueva estabilización se están asesorando. Está por verse si sus enseñanzas les servirán para estabilizar nuestra maltrecha economía.

4. El futuro de la desigualdad social en Venezuela

Supongamos por un momento, y por razones analíticas, que el Gobierno logra algún equilibrio, aunque precario, en el corto plazo. ¿Sería éste posible de mantener en el largo plazo?

Para responder a esta última pregunta vamos a prescindir de argumentos económicos o políticos y vamos a echar mano de explicaciones de tipo socioculturales. A fin de cuentas, uno de los factores que hace que el 80% del país siga aspirando un cambio de rumbo y de conducción gubernamental tiene que ver con la creencia del pueblo venezolano en la necesidad de la libertad y su aspiración por volver a ser un país democrático y de movilidad social. Creencias éstas que finalmente llevan mucho tiempo convertidas en valores y que, a pesar de 20 años de intentos por cambiarlos, pareciera mantenerse incólumes en la sociedad venezolana. Por fortuna, el propio Chávez no pudo hacerlo en el pasado teniendo recursos económicos y liderazgo mesiánico para ello y, de hecho, alguna parte de su discurso terminó abonando estas creencias, lo que puede ser una garantía de que tampoco podrán cambiarlos quienes no sólo no tienen carisma, sino tampoco dinero.

Uno de esos valores que lleva el venezolano entre pecho y espalda es el de la igualdad. Fue el deseo de una sociedad igualitaria lo que nos llevó a las fauces del autoritarismo, pero probablemente también sea el que nos saque de ellas. Démosle una mirada a nuestro imaginario sobre la igualdad para ver si allí encontramos la clave de nuestro desenlace.

El igualitarismo en Venezuela tiene una línea conductora en lo que probablemente es o fue su génesis, a saber, el mestizaje. Al menos el 80% de población es y se reconoce como mestiza[17]. Ello genera una base fenotípica de igualdad nada despreciable y, aunque muchos sostengan la idea de que el mestizaje ha sido el encubridor de otras desigualdades, lo cierto es que éste es un primer rasgo que alimenta nuestro imaginario igualitarista.

El segundo factor que no pocos autores señalan como alimentadores de este imaginario fue la Guerra Federal y su supuesto contenido social distributivo de la tierra. Elemento éste que, con independencia de su verosimilitud, durante mucho tiempo fue otro componente que sustentó el imaginario igualitarista del país.

El tercer factor es a nuestro juicio el más importante. Se trata del proceso de movilidad social ascendente producto de la explotación del petróleo en la Venezuela de principios del siglo XX y la captación de una renta internacional del suelo por parte del Estado venezolano con fines distributivos y transformadores del país rural al país urbano.

Por último, el cuarto factor fue la conquista democrática y la posibilidad de llevar la lucha igualitaria al terreno político, convertirlo en legislación constitucional, en políticas públicas y, finalmente, poner o quitar gobiernos por medio del voto y tener como argumento para las preferencias electorales el saldo social, la igualdad alcanzada, el acceso al progreso y la justicia social.

Chávez alcanzó precisamente la presidencia de la República sobre ese argumento. Luego de 20 años de crisis económica (1982-1999), capitalizó el descontento de la desigualdad e instauró un nuevo orden político y económico bajo la promesa del igualitarismo.

No es éste el lugar para hacer balances al respecto. Todo lo expuesto hasta acá es la prueba de su fracaso. Pero ello no significa que el imaginario igualitario se haya roto, que haya desaparecido. Por el contrario, frente a los actuales contrastes, puede que el descontento sea mayor precisamente por este aumento de la desigualdad.

El imaginario está allí, listo para ser tomado nuevamente por una nueva promesa de progreso y bienestar. Esperemos que esta oportunidad sea sobre la base de un liderazgo auténticamente democrático y verdaderamente responsable con lo que deben ser las políticas públicas para la Venezuela del futuro.

[1] Desde el año 2014, la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), la Universidad Central de Venezuela (UCV) y la Universidad Simón Bolívar (USB) vienen llevando adelante la Encuesta de Condiciones de Vida, conocida por sus siglas ENCOVI. Este esfuerzo responde a la sistemática opacidad y carencia de información oficial que permita conocer el impacto de la profunda crisis que se manifiesta en todos los ámbitos de la vida nacional en las condiciones de vida de los venezolanos. Desde entonces, ENCOVI se ha convertido en una investigación periódica que año a año reporta un diagnóstico de la situación social especialmente en materia de pobreza, salud, educación, alimentación, empleo y protección social y seguridad ciudadana. La tendencia a lo largo de los cuatro años para los que se ha realizado la ENCOVI devela un importante deterioro en prácticamente todas las áreas que abarca la investigación. Esta información puede ser consultada en el sitio web: https://encovi.ucab.edu.ve/

[2] El concepto de economía dual fue creado originalmente por Julius Herman Boeke para describir la presencia simultánea de dos sectores: uno más avanzado (en ascenso) y otro subdesarrollado (en declive) en economías coloniales. Posteriormente el término fue popularizado por Arthur Lewis (premio nobel de economía en 1979) quien distinguió en las economías de los países subdesarrollados un sector de bajos ingresos y rural, dedicado a la subsistencia y con exceso de población y oferta de mano de obra, de un sector urbano capitalista, (el industrial) desarrollado tanto tecnológica como económicamente, debido al uso intensivo de capital, e inserto en el mercado global mundial. En todas las acepciones se trata de dinámicas económicas profundas que generan desigualdades.

[3] Los deciles son medidas estadísticas de posición. Distribuyen la variable analizada en 10 grupos de igual tamaño de forma ascendente.

[4] De acuerdo a las cifras oficiales publicadas por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) el índice de Gini para el año 2014 se ubicaba en 0,380.

[5] Promedio simple de 18 países: (Argentina 2014, Bolivia (Estado Plurinacional de) 2013, Brasil 2014, Chile 2013, Colombia 2014, Costa Rica 2014, Ecuador 2014, El Salvador 2014, Guatemala 2014, Honduras 2013, México 2014, Nicaragua 2009, Panamá 2014, Perú 2014, Paraguay 2014, República Dominicana 2014, Uruguay 2014 y Venezuela (República Bolivariana de) 2013).

[6] El Coeficiente de Gini de Uruguay y Argentina se ubicó en 0.392 y 0.391 respectivamente. CEPAL (2017). Panorama Social de América Latina 2017. Santiago de Chile: Naciones Unidas

[7] CEPAL (2017). Panorama Social de América Latina 2017. Santiago de Chile: Naciones Unidas

[8] Es necesario aclarar que esta comparación es a título ilustrativo. En la publicación de la CEPAL utilizada como referencia la unidad de análisis es a población en nuestros cálculos el hogar. En esta nueva publicación CEPAL además incluyó los hogares con ingreso 0 los cuales fueron excluidos de nuestros cálculos. Dado que los hogares pobres en general son más numerosos y a la inclusión de los hogares sin ingresos que abultan los deciles más pobres, es posible que la estimación de CEPAL sea aún mayor a la expuesta para el caso venezolano en este trabajo.

[9] CEPAL, 2017: 44

[10] Una reversión tan abrupta de la distribución del ingreso no es usual en los países y tampoco existen indicios para considerar que ello esté ocurriendo en otras latitudes de nuestra región. Las series históricas y en partículas de los años recientes muestran variaciones anuales del Coeficiente de Gini para América Latina muy por debajo de la diferencia que este coeficiente arroja en el caso venezolano entre los años 2016 y 2017.

[11] El coeficiente de Gini de Haití es de 0,608. Extraído de la base de datos del PNUD. Disponible en: http://hdr.undp.org/en/countries/profiles/HTI

[12] Nivel que nos sigue ubicando como el país con menor sueldo mínimo. El promedio de los salarios mínimos en la región supera los 300 dólares del mes.

[13] Sobre la periodicidad de distribución de las cajas CLAP según el nivel de urbanización y desarrollo de las localidades del país puede consultarse a España, L. y Ponce, MG. (2018) Pobreza. Encuesta sobre Condiciones de Vida. ENCOVI 2017. Disponible en; https://encovi.ucab.edu.ve/wp-content/uploads/sites/2/2018/02/ucv-ucab-u...

[14] De acuerdo con el Banco de Desarrollo de América Latina (antigua CAF), en 2017 ingresaron al país $2 mil millones por concepto de remesas y se estima que en 2018 el monto podría alcanzar los $6.000 millones. La firma Ecoanalítica calculó que en 2017 ingresaron US$1.500 millones en remesas, lo que es apenas el 1% del Producto Interno Bruto (PIB).

http://revistazeta.net/2018/07/12/quien-controlara-los-envios-remesas-fa...

http://efectococuyo.com/economia/con-dolar-a-bs-1-303-270-inician-operac...

[15] De acuerdo a las cifras del Centro de Documentación y Análisis para los

Trabajadores (CENDA), la Canasta Alimentaria Familiar, contentiva de 60 productos para una familia de 5 miembros, ascendió a BS. 295.821.795,32 para el mes de julio de este año.

Disponible en; http://cenda.org.ve/noticia.asp?id=173

[16] https://www.laprensagrafica.com/departamento15/Cuanto-recibio-El-Salvado...

[17] Según el censo de 2011, que incorporó el tema de “la raza” en un país donde eso no pareciera haber formado parte de las preocupaciones de la agenda pública.

Prodavinci

23 de agosto de 2018

https://prodavinci.com/venezuela-es-el-pais-mas-desigual-del-continente-...

 30 min


Edgar Benarroch

El presente es hoy. El pasado ocurrió, lógicamente se recomienda tenerlo presente solamente en aquellos recuerdos buenos cargados de felicidad, ello a los efectos de no tener contaminado nuestro espíritu con situaciones que nos afectan y perturban. Sé que esto no es fácil hay hechos y circunstancias que se nos meten en el alma y no es fácil olvidar. El futuro es incierto está por venir no estamos en facultad para determinarlo con certeza. En algunos planteamientos científicos podemos hacer ejercicio de cálculos y aproximarnos a las consecuencias de un acontecimiento, pero todo será especulación y aproximación, nunca determinaremos con rigurosa y milimétrica exactitud el mañana.

Saulo de Tarso, mejor conocido como San Pablo, fue una de las principales figuras del cristianismo. De perseguidor inclemente de los cristianos, una vez que Jesús se le apareció y le preguntó ¿ Por qué me persigues? se convirtió de una manera profunda y radical y se transformó en uno de los más notables apóstoles. San Pablo recomendaba vivir el presente con el acompañamiento del Espíritu Santo, vivir en Cristo, comer su cuerpo y beber su sangre para ser felices y ganarnos el porvenir.

Vivir el presente es desenvolvernos acertadamente en medio de las situaciones y circunstancias que a diario nos rodean y condicionan. Lo que ocurre diariamente o en momentos determinados nos afecta para bien o para mal. Es la inteligente capacidad y la carga espiritual lo que nos ayuda a salir debidamente se los hechos sean agradables o adversos

Vivimos tiempos de inmensa dificultad agravados por decisiones desacertadas e inimaginables en gente medianamente racionales. Nuestra población depende en elevada medida de las decisiones del gobierno. Si ellas son razonables y buenas nos provocará bienestar, pero si son equivocadas o con mala intención nos llevan a los días que estamos confrontando.

Las recientes medidas anunciadas por el Presidente de la Republica son un verdadero adefesio y contrarias a elementales normas de la ciencia económica que profundizará el caos, traerá más cierre de pequeñas y medianas industrias y establecimientos mercantiles provocando mayor desempleo que Dios quiera no se transforme en mayor delincuencia.

Ya llevamos muchísimo tiempo padeciendo este maligno régimen. Me extraña la que parece ilimitada paciencia y capacidad de soporte del pueblo venezolano. Si tenemos que actuar con inteligencia y espiritualidad en este momento, es urgente la adopción de medidas concretas que produzcan cuanto antes los cambios necesarios y nos conduzcan a la reconstrucción nacional que será también con mucho sacrificio, voluntad y entrega.

El Quijote le dijo a Sancho: "No es posible que el mal sea tan durable, pero habiendo durado mucho el mal, el bien está muy cerca". Comparto con el Quijote su afirmación, nos esperan días distintos que tenemos la obligación patriótica y moral de construir y reclamar con mucho coraje y valentía.

Dios y el tiempo premian la constancia, tenemos el ineludible deber de seguir en nuestra tarea de superar esta dolorosa y bochornosa situación que cada día nos empuja a un despeñadero con consecuencias inimaginables.

Las medidas anunciadas traerán ya mayores males y distorsiones perjudiciales para todos, especialmente para los más desprovistos.

Hay que ser extremadamente obtuso y carente de las más elementales normas en la administración del país y hasta no tener sentido común para presentar y ejecutar la semejante barbaridad que el gobierno pretende. En el régimen hay gente, aunque muy poca, con medianamente criterio, por ello sostengo y repito que estas medidas están fríamente calculadas y se practicarán con el único propósito de exterminar la poca economía e iniciativa privada que queda y el Estado ponerle la mano a todo el aparato productivo y de servicios del país. Ya lo han con cinismo y descaro lo han anunciado : empresa que cierre, empresa que tomamos. No se explica de otra manera este criminal paquete. Van tras el país íntegramente estatizado.

Debemos por Dios, por la patria por nosotros y por las generaciones futuras salirle al paso a esta monstruosidad que pretende sepultarnos.

Si nos ayudamos, Dios nos ayudará.

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