Pasar al contenido principal

Opinión

Jesús Elorza G.

Al terminar, la tradicional Misa del Deporte, el sacerdote celebrante, muy preocupado, le pregunta a un viejo dirigente deportivo que religiosamente asiste a este santo oficio ¿Que está pasando?, siento y veo muy desunidos a los fieles deportistas. Noté, con mucha preocupación qué a su llegada, el Ministro del Deporte, solo se limitó a decir ¡Fó, aquí hiede a azufre! y no se sentó en el puesto asignado para él.

Por otro lado, el presidente del Comité Olímpico, con cara de pocos amigos ni siquiera lo saludó. Además, los dirigentes deportivos asistentes, se dividieron y buscaron ubicarse, unos alrededor del ministro y otros al lado del representante olímpico. Agrégale, a todo esto, la Rebelión de los Espíritus, representada en el tradicional reclamo de los trabajadores del IND, que todos los años reclaman la homologación e indexación de sus salarios y pensiones.

-Padre, con todo respeto, debo decirle que con la llegada de Eduardo Álvarez a la presidencia del IND, se soltaron los demonios en el sector deportivo, dijo el dirigente. Comenzaron las amenazas y persecuciones contra las federaciones para obligarlas a modificar los estatutos del COV y hacer permisible que un agente del gobierno presidiera el comité olímpico. Puede decirse, mi apreciado sacerdote, que allí se vulneró la autonomía del sector federado y se consolido la autocracia y el totalitarismo gubernamental.

Al destapar esa Caja de Pandora, los que ocupan el cargo de ministro del deporte, creen tener el derecho divino de ser solo ellos presidentes del movimiento olímpico y continúan presionando a las federaciones para que se mantenga ese status quo.

Ave María purísima, fue la exclamación del sacerdote, continua por favor.

-En el transcurso del tiempo, el sector deportivo ha visto desfilar a los distintos ministros en su burocrática manía de ser olímpicos y a las federaciones, solo les ha quedado el camino de tratar de expiar su pecado original de permitir que el gobierno asaltara la dirección del movimiento olímpico. En el tránsito por ese purgatorio, siguen actuando los demonios. Se les somete con el látigo de las asignaciones presupuestarias para comprar sus apoyos o con la paila de aceite hirviendo que representa la intervención ilegal de las autoridades del IND para desconocer a las juntas directivas y nombrar comisiones interventoras sumisas y complacientes con el demonio patronal.

Dios mío, que locura. Escuchándote, viene a mi memoria, el famoso poema de Dante Alighieri, La Divina Comedia y me hace pensar que el olimpismo venezolano es un inferno.

-Así es Padre.

Entonces, dime, querido amigo, cual es el Edén de esa tragedia.

-Bueno, siguiendo la letra del universal poema, quiero decirle que Eduardo y el Ministro, entraran al paraíso al igual que Dante y Beatriz.

Entonces no veo la razón de la confrontación, exclamó el sacerdote.

-Es que no la hay, ambos representan la misma política, de acabar con la autonomía del sector deportivo y centralizar toda su administración y funcionamiento en manos del Estado, que para ellos es el mismo gobierno y el partido único de la revolución. Su aparente confrontación electoral, no pasa de ser una pelea burocrática. Son, como dice el refrán: Caimanes de un mismo pozo.

-Padre, también debo decirle, que la manzana de ese paraíso, es el aporte qué por cada ciclo, el comité olímpico internacional le suministra al COV por el orden de un millón de dólares y que es administrado discrecionalmente por su presidente, sin rendirle cuentas a nadie.

Arrodillándose y con el rosario en la mano, el prelado exclamó: voy a elevar una plegaria al Dios Todopoderoso, contra esos paradisiacos representantes de la codicia y el autoritarismo totalitario: ¨Castígalos Señor, porque si saben lo que hacen¨. Acto seguido, el eco de los feligreses, retumbó por toda la iglesia: ¨Te lo exigimos Señor¨.

 2 min


​José E. Rodríguez Rojas

El 1° de enero se cumplieron 60 años de la llegada de los Castros al poder. En sus inicios crearon una utopía igualitarista que se planteó como una alternativa a las desigualdades propias de las economías de mercado, llamadas capitalistas. Sin embargo, las evidencias apuntan a que durante este lapso lo que han logrado es instalar un régimen generador de pobreza y desigualdades, que se ha prolongado en el tiempo gracias a una sistemática política de terror contra la disidencia.

Hace 60 años los barbudos revolucionarios cubanos, con Fidel Castro a la cabeza, tomaron el poder. El camino recorrido y los logros son frustrantes. El régimen instalado ha hostigado a la iniciativa privada desde su inicio y provocado un empobrecimiento generalizado de la población, generando una involución en una economía que era una de las más prosperas de la región. El ingreso medio de los cubanos en la actualidad ronda los 30 dólares al mes, el cual se ubica abiertamente por debajo de la línea internacional de pobreza, estimada en 60 dólares mensuales por el Banco Mundial. El proceso de empobrecimiento generado se da en el marco de un sistema que genera privilegios y desigualdades. La elite de civiles y militares que gobierna la isla se beneficia del acceso privilegiado a los escasos dólares que genera la deprimida actividad económica y a los bienes que controla y administra el Estado cubano.

La desigualdad se generó desde el inicio, cuando la elite dirigente se abalanzó como aves de rapiña sobre los bienes incautados a los miembros del sector empresarial y de la clase media, que abandonaron apresuradamente la isla temiendo por sus vidas. Pudimos observar esta situación cuando viajamos a Cuba en 1992, a un congreso de la Asociación de Economistas de Cuba. Al recorrer La Habana pudimos ver como la población vivía hacinada en edificios arruinados por el tiempo y la desidia. Mientras ello ocurría, los altos funcionarios gubernamentales y del partido comunista vivían en las cómodas y amplias viviendas incautadas a los empresarios que habían emigrado a Miami. El escritor cubano Leonardo Padura presenta esta situación en su serie sobre el detective de ficción Mario Conde, la cual ha sido llevada a la televisión. En uno de los episodios el detective interroga a un funcionario, el cual estaba encargado de administrar los bienes incautados a los llamados traidores o enemigos de la revolución. En el desarrollo de la trama, se hace evidente que el funcionario de marras se había asignado a dedo una de las mansiones más lujosas. El cuadro de desigualdad lo completa el minoritario sector de la población que recibe remesas en dólares de sus familiares en el exterior, gracias a lo cual logran escapar de la trampa de pobreza creada por los Castros y sus allegados.

La propaganda del régimen trata de ocultar el fracaso del proceso revolucionario apelando a lo que llaman los logros del mismo. Uno de ellos es un sistema sanitario gratuito accesible a toda la población. La data reciente muestra que si bien el sistema de salud se ha extendido a todo el territorio, el mismo se encuentra en franco deterioro. Según un reportaje de la BBC el sistema sanitario cubano tenía una buena prestación de servicios en el periodo previo a la llegada de los Castros al poder. Los revolucionarios tuvieron la sensatez de mantener la calidad del mismo gracias al subsidio soviético. Pero esta realidad cambió con el tiempo y la situación actual es que el sistema se ha deteriorado y es muy deficiente. Otro de los logros que la propaganda del régimen difunde es la educación. Los trabajos de Orlando Albornoz han analizado este supuesto éxito. Los mismos muestran que la educación es ideológica y no prepara para el trabajo productivo y la iniciativa requerida en una economía de mercado. Adicionalmente a ello la educación es excluyente, pues en la medida que los estudiantes muestran algún signo de discrepancia de las ideas impartidas, son excluidos del sistema.

El fracaso del sistema sanitario y el educativo lo refleja Yoani Sánchez, la bloguera cubana, en un artículo publicado en un medio alemán y reproducido por Tal Cual: En “los servicios públicos de educación y salud, tampoco hay mucho que mostrar. La extensión de ambos sistemas sigue llegando a cada rincón del país, pero el deterioro de la infraestructura, los bajos salarios de los profesores y médicos, junto a los excesos de la ideología y los vacíos éticos han hecho que las aulas y los hospitales no se parezcan al sueño de un pueblo culto y bien atendido sanitariamente que una vez arrancó los aplausos de miles de cubanos…”

El gran logro del sistema cubano es la instrumentación de una política de terror contra la disidencia política, lo cual le ha permitido prolongar en el tiempo el régimen estalinista que se ha instalado en la isla. En las primeras etapas del régimen estas tareas eran llevadas a cabo por cubanos asesorados por agentes de la policía secreta rusa y de Alemania del Este. Los agentes de la policía secreta cubana se especializaron en tales menesteres y en la actualidad es uno de los productos de exportación, como lo ha mostrado el caso de Venezuela.

En la actualidad se está discutiendo una constitución para ampliar los diversos tipos de propiedad que son posibles y dar un espacio a la propiedad privada. Sin embargo, Carlos Montaner opina que son toques cosméticos que lleva a cabo la tiranía para seguir prolongándose en el tiempo. Según Montaner, las perspectivas no apuntan al desarrollo de un sector privado de la dimensión que observamos en países socialistas, como China, que se han abierto a la inversión de las empresas multinacionales. En el caso cubano lo que se trata de impulsar es un capitalismo de Estado, con un núcleo duro de 2.500 empresas grandes y medianas manejadas por militares o ex militares de confianza. Entre ellas figuran las empresas que generan divisas, las cuales reciben sus ingresos en dólares o euros y les pagan a los trabajadores salarios de hambre, en pesos cubanos devaluados, generando una plusvalía que según Montaner oscila entre 80 y 90%.

Mientras los trabajadores cubanos reciben salarios que los condenan a una vida de penurias y estrecheces de todo tipo, los familiares de los Castros disfrutan de una vida de lujo. El diario El Nuevo Herald muestra las fotos, que el nieto de Fidel Castro colocó en las redes sociales, donde se le ve paseando en carros de lujo, yates y realizando turismo en ciudades europeas. El sistema de privilegios que priva en la isla no puede ser más evidente.

Desafortunadamente para nosotros, los que nos gobiernan han tenido la poca sensatez de tomar el modelo cubano como referencia y han transformado a Venezuela en una copia al carbón del desastre cubano y del sistema generador de pobreza y desigualdad que caracteriza a la isla.

Profesor UCV

 5 min


Moisés Naím

En 2018 se cumplieron 60 años de la emisión por la cadena estadounidense de televisión CBS de un episodio de la serie de wésterns llamada Trackdown o Rastreando. ‘El fin del mundo’ es el título del episodio de esa serie que cuenta la historia de un charlatán que llega a un típico pueblo del lejano Oeste y convoca a la población a que acuda a oír la urgente noticia que les trae.

Está por ocurrir una “explosión cósmica” que va a acabar con el mundo, les dice. Pero él los puede salvar. El, y solamente él. Para sobrevivir deben construir un muro alrededor de sus casas y comprarle unas sombrillas especiales que desvían las bolas de fuego que lloverán del cielo. ¿El nombre del charlatán que protagoniza este episodio? Trump. Walter Trump.

En el programa de televisión —que se puede ver en YouTube— Hoby Gilman, un Texas Ranger que representa el sentido común, trata de persuadir a sus vecinos de que no le hagan caso a Trump. “Es un estafador… nos está mintiendo”, les dice. Al igual que su homónimo de la vida real que capta la atención del mundo medio siglo después, el Trump de la serie suele usar a sus abogados para neutralizar a críticos y rivales: Walter Trump amenaza a Gilman con demandarlo.

Los charlatanes siempre han existido. Son bribones que con gran habilidad verbal logran venderle a incautos algún tipo de producto, remedio, elixir, negocio o ideología que, sin mayor esfuerzo, les quitará sus penas, aliviará sus dolores o los hará prósperos.

Últimamente, el mercado de la charlatanería, especialmente en la política, ha tenido un gran apogeo. Ha aumentado tanto la demanda como la oferta de soluciones simples a problemas complejos. La demanda la impulsan las crisis y a la oferta la potencian las redes sociales.

Las crisis de todo tipo que aquejan al mundo de hoy son el resultado de potentes fuerzas: tecnología, globalización, precariedad económica y desigualdad, criminalidad, corrupción, malos gobiernos, racismo y xenofobia, entre otras. El resultado es la proliferación de sociedades con grandes grupos de personas que se sienten, con toda razón, agraviadas, frustradas y amenazadas por el futuro. También constituyen un apetitoso mercado para charlatanes que ofrecen soluciones simples, instantáneas e indoloras.

En la serie de televisión de 1958, un anónimo narrador nos relata lo que pasó: “El pueblo estaba listo para creer. Y como corderos corrieron al matadero. Y allí, esperándoles, estaba el sumo sacerdote del fraude”. Medio siglo después, estas frases suenan muy actuales. Hay cada vez más sociedades dispuestas a votar por quien les haga la promesa más simple y que, además, ofrezca romper con todo lo anterior y sacar del poder “a los de siempre”.

Los embaucadores de hoy son, en esencia, similares a los que siempre han existido, solo que ahora disponen de tecnologías digitales que les dan inimaginables oportunidades. Son charlatanes digitales.

La intervención clandestina de un país en las elecciones de otra nación es un buen ejemplo de prácticas antiguas que se han repotenciado. Ahora los charlatanes digitales operan a través de los famosos bots. Estos son programas que diseminan a través de las redes sociales millones de mensajes automáticos dirigidos a usuarios que han sido seleccionados porque tienen ciertas características: una determinada edad, sexo, raza, localización, educación, religión, clase social, preferencias políticas, hábitos de consumo, etcétera. Como todos los buenos charlatanes, los administradores de los bots saben identificar a las personas propensas a creerles. Antes, los charlatanes usaban su intuición para identificar a sus víctimas, ahora usan algoritmos. Una vez identificadas sus víctimas, los creadores de los bots les envían mensajes que confirman y refuerzan sus creencias, temores, simpatías y repudios. Los charlatanes digitales saben cómo estimular ciertas conductas en quienes reciben sus mensajes (votar por un candidato y difamar a su rival, apoyar a cierto grupo y atacar a otro, diseminar información falsa, unirse a un grupo, protestar, hacer donaciones, etcétera.)

Estas nuevas tecnologías digitales tienen la propiedad de ser, al mismo tiempo, masivas e individuales. Quienes las usan pueden, simultáneamente, contactar a millones de personas y hacerle sentir a cada una de ellas que está interactuando de una manera directa, personal y casi íntima con alguien con quien comparten formas de pensar. Esto fue exactamente lo que pasó en las elecciones estadounidenses que llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca. El consenso de las agencias de inteligencia de EE UU y de otros países es que esta fue una operación brillantemente diseñada y ejecutada —a muy bajo costo— por el Gobierno ruso bajo la supervisión directa de Vladímir Putin.

Pero sería un error suponer que los charlatanes digitales solo influyeron en las elecciones estadounidenses. Se estima que 27 países han sido víctimas de la interferencia política orquestada por el Kremlin. Tanto en la crisis de Cataluña como en el Brexit se detectaron intensas actividades de los bots y otros actores digitales controlados o influidos por el Gobierno ruso. Sembrar el caos y la confusión y agudizar los conflictos sociales, debilitando así las democracias occidentales, es el propósito de estos esfuerzos.

De hecho, una de las evidencias más reveladoras del impacto de los charlatanes de estos tiempos fueron las búsquedas de información que ocurrieron después del voto sobre el Brexit, en el cual, por un margen del 4% del voto popular, Reino Unido decidió divorciarse de Europa. Según Google, ¿qué es el Brexit? fue una de las preguntas más frecuentes de los buscadores de aquel país después de que se conocieran los resultados del referendo. También se supo que muchas de las afirmaciones y datos usados por quienes promovieron el Brexit eran falsas. Pero, al igual que los habitantes en la serie de televisión, en este caso también “el pueblo estaba listo para creer”.

Lo mismo ocurre con las mentiras de Trump. Según The Washington Post, Trump hizo 5.000 afirmaciones falsas en sus primeros 601 días como presidente, una media de 8,3 diarias. Recientemente, rompió su récord y en un solo día dijo 74 mentiras. No importa, el presidente sabe que “el pueblo está listo para creerle”.

Todo esto apunta a una lamentable realidad: los seguidores de los charlatanes son tanto o más culpables que los charlatanes de que una sociedad apoye malas ideas, elija malos gobernantes o crea en sus mentiras. Con frecuencia los seguidores están irresponsablemente desinformados, son indolentes y están dispuestos a creer en cualquier propuesta que los seduzca, por más descabellada que sea.

Esto tiene que cambiar. En los últimos tiempos le hemos hecho la vida demasiado fácil a los charlatanes y hemos sido muy benevolentes con sus seguidores. Hay que reconstruir la capacidad de la sociedad para diferenciar entre la verdad y la mentira, entre los hechos confirmados por evidencias incontrovertibles y las propuestas que nos hacen sentir bien, pero que ofrecen soluciones que no lo son o que agravan el problema.

Necesitamos más educación ciudadana acerca de los usos y abusos de la tecnología digital y aceptar que la democracia requiere más esfuerzos que el de ir a votar cada cierto tiempo. Hay que informarse mejor, tener la mente abierta a ideas que no nos son cómodas y desarrollar el sentido crítico que nos alerta cuando nos manipulan. También hay que

regular las redes sociales. Sobre todo, hay que recuperar la capacidad de diferenciar entre líderes decentes y los charlatanes que nos mienten impunemente.

Fe de errores

En una primera versión de este artículo se indicaba que El fin del mundo es el título de un episodio de la serie Backtrack, cuando es de Trackdown.

El País

Diciembre 30, 2018

https://elpais.com/elpais/2018/12/28/opinion/1546018097_816013.html

 6 min


Alejandro J. Sucre

El año 2019 será un mejor año para la economía venezolana, aun dentro del delicadísimo momento constitucional que vive la nación, donde espero que el país retome el hilo constitucional. No obstante siento optimismo para los próximos años de la nación.

La razón del optimismo es porque creo que ha surgido dentro del chavismo un reconocimiento de la importancia del empresariado nacional. Hoy en la misma ANC, en su seno hay convencimiento de la importancia de la libre oferta y demanda en lo económico. Ya un ciclo llega a su fin.

La producción de Pdvsa

Haber destruido la producción de Pdvsa, haber usado los ingresos para la corrupción para comprar propiedades a título personal en el exterior y no para crear infraestructura y autopistas para conectar a toda la nación y hacer viable los emprendimientos agrícolas, mineros, energéticos, turísticos, manufactureros, haber importado productos de consumo por funcionarios públicos a tasa de cambio preferencial para evitar comprar al aparato productivo privado, haber expropiado y colapsado las empresas expropiadas, haber creado empresas de producción social y cooperativas que restan recursos y no suman, ha llegado a su fin.

Hacia otras naciones

En este festín colaboró gran parte de la población. Algunos huyendo hacia otras naciones donde el trabajo y la creatividad valga más que la conexión con un funcionario público, otros protestando con guarimbas y no con propuestas.

Unos más otros menos, hemos podido hacer un mejor trabajo convenciendo al gobierno de que su modelo económico era una aberración histórica.

Tiempos mejores

Muchos venezolanos de trabajo siguieron en sus empresas hasta esperar un mejor tiempo. Pero las obras de infraestructura inconclusas producto de la corrupción, las arcas vacías del Estado sobreendeudado, la población en los caseríos del país sin trabajo y sin comida aún rodeados de tierras fértiles, la falta de electricidad en un país de emporio energético, la caída de la producción petrolera en medio de las reservas probadas más altas del mundo; ha hecho unificar criterios por sí mismo acerca de la importancia del sector privado y del empresario para el desarrollo del país.

Economía de mercado

Ya hasta en la misma ANC, se está hablando de nada de comunismo sino economía de mercado, libertad de oferta y demanda. Luego de la experiencia de los controles de precios y de cambio la economía venezolana ha comenzado a abastecerse de su propia producción en el último semestre del 2018. La mayor flexibilidad de precios por parte del gobierno para evitar la escasez, ha tenido un impacto muy positivo en los últimos meses.

Sin embargo, el ajuste de precios ha sido muy cruel para la población debido a que no es acompañado aún con masivas inversiones del sector privado. La falta de inversión privada impide el empleo y el aumento del poder adquisitivo.

Saneamiento

El gobierno debe emprender sin demora un plan de saneamiento de las empresas del Estado, un plan de incentivos a los funcionarios públicos para que sean eficientes y terminar de definir un sistema cambiario claro y transparente.

Debe usar la liquidez en gasto fiscal productivo y crear condiciones de seguridad jurídica y personal para que la población y los emprendedores se embarquen en un masivo y torrencial proceso de inversiones en todos los sectores de la economía nacional.

@alejanrojsucre

 2 min


Carlos Raúl Hernández

“La estupidez es más poderosa que nosotros”. Oscar Wilde

Oscar Wilde, uno de los más brillantes escritores de la historia, terminó en 1900 guiñapo y luego cadáver en un humilde hotel de París a los 46 años, víctima de la persecución de los farsantes y las farsantas en la Inglaterra victoriana. No pudo soportar la tenebrosa cárcel de Reading, penado por mantener una relación sentimental con lord Alfred Douglas, que duró caóticamente hasta su muerte. Cada sociedad encubre las liberalidades morales de la gente con un tinglado necesario de fingimientos, protocolos, seudo conservatismo, útiles para la cohesión social, para que cada quien pague su dosis de disimulo y haga lo que le da la gana.

Pero sobre Wilde cayó en deslave una montaña de animales podridos, tal vez por el resentimiento que despertaban su brillo e irreverencia. Un periodista le preguntó cuáles consideraba los mejores cien libros y respondió “no puedo decirle eso porque hasta ahora solo he escrito quince”. El padre de Lord Douglas era el marqués de Queensberry, un patán de cuna de oro, a quien se recuerda por formalizar las reglas del boxeo, y porque juró y cumplió destruir a Wilde para castigarlo, no así a su hijo, por supuesto. Cualquier rememoración del lejano tema recogía unánimes reacciones de horror y dolor por un acto tan inhumano.

Ese repudio es más obvio luego de la revolución sexual de los años 60, y de los sucesos de Stonewall en 1969, que se conmemoran como el Día de la dignidad gay. Luego de ambos acontecimientos se creía haber conquistado una vida social más respetuosa con la privacidad de cada quien. Pero con asombro observamos cómo en la segunda década del siglo XXl se podría repetir a escala el caso Wilde, esta vez con Kevin Spacey. Siempre estamos a un paso de regresar a la Edad Media. Aunque usted no lo crea.

Acosador: demuestra lo contrario

Después de centurias de cacería de herejes, judíos y brujas, la calidad del proceso judicial dio un salto humanizador. Surge el juicio acusatorio, en el que se presume la inocencia del acusado, éste tiene derecho a la defensa y la fiscalía está obligada a probar la comisión del delito. En el caso de Spacey se procede hasta ahora al modo de un tribunal de inquisición. Como en la cacería de brujas, basta un señalamiento sin pruebas, que hasta ahora no se exigen, ni tampoco hay posibilidad de conseguirlas, para abrir un juicio al actor por acoso sexual a otros varones hace nada más que 30 años.

Como si fuera un crimen contra los Derechos Humanos, tortura, genocidio, esta especial sospecha de delito no prescribe, aunque no haya pruebas, ni indicios firmes. Previamente perdió sus trabajos, muy posiblemente su carrera y la opinión pública ya lo condenó, independientemente de que el tribunal lo exculpe. Varias paradojas: no sabemos qué consecuencias podrán tener, sobre todo a partir del desconcertante video que publicó los últimos de diciembre, donde sugiere que la causa es insostenible y se cuela que puede venir a la contraofensiva como Morgan Freeman contra CNN, con una lluvia de demandas que mojaría varias cabezas.

Eso podría hacer desistir a los cazadores de fortuna que dan vueltas como tiburones. Una es que se produce contra un actor homosexual, en momento de auge de las políticas llamadas “de género” en ciertos fondos intelectuales, en ese lenguaje bufo y retorcido que al mismo tiempo encubre un retorno salvaje al espíritu conservador y reaccionario de los años 50 y el macartismo. Esa jerga que convirtió la Constitución de Venezuela en un panfleto impresentable de “concejales y concejalas”.

Más bella será tu mamá

En España están prohibidos los piropos y según cuenta Javier Marías, en Wall Street los brokers varones no quieren ni hablar con las mujeres para evitar riesgo de procedimientos judiciales por acoso. En Francia planean multas de 90 euros para quien diga algo a una mujer en la calle. Neflix estableció que nadie puede mirar a otra persona cinco segundos fuera del rodaje porque podría ser objeto de una acusación. Si usted se burla de la leyenda negra izquierdista sobre la colonización española y el mestizaje que produjo la nueva etnia latinoamericana, saldrá escandalizado algún pájaro de mal agüero, algún disfraz lloroso de Teresa de Calcuta.

Esta maraña de medianía, fingimiento y ánimo destructivo, es parte del mismo tronco. El asalto de lo políticamente correcto, ahora con el ímpetu de pequeños grupos feminazi que determinan lo que deben o no aceptar o hacer las mujeres. Por fortuna en 2017 un grupo de actrices europeas publicó un documento que fijaba posición racional ante la amenaza de Metoo de crear un mundo de autómatas hostiles que caminan sin mirarse.

Hace poco una activista de Podemos decía que en cada penetración la mujer se arrodillaba moralmente al patriarcalismo, la dominación, encarnaba la sumisión y el machismo kapitalista. Una tuitera le respondió simplemente “tal vez señora, pero puedo vivir con eso”. La ola doblega a algunos y crea preocupación en todas partes porque arranca de suponer que quien denuncia un acoso no miente, como los acusadores de Spacey, y basta su palabra para desatar los demonios contra alguien. Muchos savonarolas andan sueltos con un atavío progre.

@CarlosRaulHer

 4 min


Javier Marías

La zona fantasma

En las vidas de las personas y de las sociedades siempre hay problemas, discrepancias, angustias, dificultades. Surgen por sí solos y son parte ineludible de esas vidas, en las que casi nadie está plenamente satisfecho. Por eso son tanto más intolerables y condenables los individuos y los políticos que, lejos de ponerse manos a la obra e intentar remediarlos, se dedican a añadir, crear o inventar más problemas, discrepancias, angustias y dificultades. Vivimos una época en la que proliferan tales políticos. Son los que, sin apenas motivo ni base, “vierten su pestilencia en los oídos”, por parafrasear las palabras de Yago. Estamos rodeados de Yagos.

Quizá no tengan muy presente el Otelo de Shakespeare. Puede que muchos jóvenes ni siquiera lo hayan leído ni visto representado. Recordémoslo un poco, por si acaso. Otelo, moro y general de Venecia, se ha casado a escondidas con Desdémona, hija de un senador al que poca gracia hace esa unión, por cuestiones de origen y raza. Pero no le queda más remedio que aceptar los hechos consumados, y al fin y al cabo Otelo goza de reputación por sus victorias. El conflicto “natural” es por tanto menor, y pronto se ve neutralizado. Claro está que si no hubiera más no habría tragedia, las cuales son emotivas en la ficción, pero en la realidad una desdicha. Yago está resentido porque su superior Otelo ha nombrado lugarteniente a Cassio y no a él, al que ha relegado al cargo de abanderado. Poca cosa en el fondo (hablé hace semanas de que cualquiera puede estar resentido, hasta los más poderosos y afortunados: véase Trump, sin ir más lejos), pero suficiente si el despecho se convierte en el motor de nuestras acciones. Yago ha pasado a la historia como la encarnación de la astucia, de la intriga, de la frialdad, de la calumnia y, sobre todo, de la insidia. Para él, toda pasión es controlable, para caer en ellas se precisa “un consentimiento de la voluntad”. Si la voluntad no consiente, no hay amor ni lascivia ni ambición que valgan, todo eso es reprimible, desviable, encauzable, descartable. Pero sabe que pocos humanos niegan su “consentimiento”, y cuán fácil le resulta al individuo taimado, como él, inducirlos, engañarlos, instigarlos y manipularlos. Sabe que basta con deslizar una duda o una creencia en la mente de alguien para que aquéllas la invadan entera, sobre todo si son bien alimentadas. El veneno va penetrando. Nada hay reprobable en el comportamiento de Desdémona, que de hecho ama cabalmente a su marido; y sin embargo entre los dos cónyuges se abre un abismo sin el menor fundamento, excavado en la nada. Se pueden inventar sospechas y desconfianzas, se puede persuadir a cualquiera de que lo que no es, es; y de que lo que es, no es. Dice Yago al hablar de Desdémona: “Yo convertiré su virtud en brea”, es decir, “la haré aparecer como una sustancia negra y viscosa”.

Hoy la pestilencia no se vierte con susurros al oído, sino que se proclama a los cuatro vientos en las pantallas y en las redes sociales. Los Yagos no actúan furtivamente, sino bajo los focos, como Putin. Pero no por eso son menos Yagos: gente que crea y fomenta disensiones y odios donde no los hay, o sólo en escaso grado hasta que los magnifican ellos. Si uno bien mira, no había ninguna razón objetiva y de peso para que un analfabeto tiránico como Trump triunfara. ¿Acaso estaban las cosas fatal con Obama? Hasta la economía era boyante. ¿Estaba mal Gran Bretaña en la Unión Europea? Es obvio que va a estar peor y a ser más pobre fuera de ella. ¿Estaba Cataluña oprimida hace seis años, cuando se inició el procés, o lo está ahora? Es un país tan libre como el que más en Europa. ¿No se le permitía votar, como claman los Yagos independentistas? No ha cesado de votar todo lo votable durante los últimos cuarenta años. ¿Son los inmigrantes una verdadera amenaza para Europa o los Estados Unidos, como braman Salvini y Casado? No de momento, más bien son necesarios. La nación más agresiva con ellos, Hungría, alberga tan sólo un 4% o 5% de extranjeros, pero allí hay un Yago notable llamado Orbán, dedicado a la insidia. ¿Nuestra democracia parlamentaria es abyecta y franquista, como sostienen Pablo Iglesias y sus acólitos, esa cofradía de Yagos? ¿Hay que acabar con ella, que ha permitido a España las mejores décadas de su larga historia? ¿A santo de qué? ¿Por resentimientos particulares? Siempre hay defectos, injusticias, desigualdades. Cierto que la brutal recesión económica los gobernantes la han cargado sobre las espaldas de las clases medias y bajas, empobreciéndolas. Pero ¿es eso suficiente para derribar el edificio entero, sobre todo cuando no está listo —qué digo, ni concebido— el que habría de sustituirlo? Cuando Otelo asume que va a matar a Desdémona, se despide de su vida anterior con amargura: “Desde ahora, y para siempre, adiós a la mente tranquila, adiós al contento… La ocupación de Otelo ha terminado”. ¿Desea la gente entonar esta despedida, aquí, en Italia, en América o en Gran Bretaña, en Polonia, en Brasil o Hungría, en Francia? ¿“A partir de ahora, y para siempre…”? Yago lo confiesa al principio: “Yo no soy lo que soy”. Ninguno de estos políticos son lo que son o dicen ser, aunque se exhiban y vociferen. También en la exhibición y en la vociferación se esconde uno, y engaña, difama y emponzoña. 

5 de enero de 2019

El País Semanal

https://elpais.com/elpais/2018/12/28/eps/1546011996_317468.html

 4 min


Preguntado en una entrevista acerca de las razones que llevaron al gobierno de Honduras a reconocer a Jerusalén como capital de Israel -ya había ocurrido con Guatemala y pronto será con Brasil- mi respuesta espontánea fue que los gobernantes de los nombrados países habían adoptado en materia internacional, la línea Trump. Razón para que me preguntara, después de la entrevista, si es verdad que existe una línea Trump o si mi respuesta había sido un simple recurso retórico. Al fin, y después de mucho cavilar, he llegado a suscribir la primera posibilidad. Efectivamente, existe una línea Trump y con ella, los que no estamos de acuerdo, tenemos que confrontarnos. Afirmación que contradice la imagen de un presidente disparatado que cambia de opinión tuitera todos los días para corregirse a sí mismo al día siguiente.

Trump sigue efectivamente una línea. Una línea, no una ideología. La diferencia es pertinente: mientras una ideología es un conjunto de ideas petrificadas al interior de un sistema ideológico (valga la tautología) una línea es una guía de acción basada en una serie de principios regulativos. Podríamos también hablar de una línea que mantiene cierta coherencia a través del tiempo.

La doctrina, o la línea Trump, contiene presupuestos muy simples. El primero de ellos es un slogan, America first. Pero ese slogan es más que un slogan. En la práctica quiere decir, EEUU está dispuesto a contraer acuerdos (acuerdos, no alianzas) con los más diversos gobiernos de la tierra, independientemente a las ideologías que profesen, siempre que ellos reporten ganancias inmediatas a los EE UU. Ganancias, dicho en el más estricto sentido del término: Ganancias económicas, materiales, contables, sonantes.

En segundo lugar, los acuerdos contraídos, al no estar sustentados en ninguna concepción ideológica, en ninguna visión de mundo y en ningún catálogo moral, solo pueden ser circunstanciales y por lo tanto sometidos a los criterios puntuales que se deducen de sus términos. Así se explica por qué un día Trump alarga la mano a Erdogan o a Putin y al día siguiente disputa con ellos rudamente sobre otras materias. Todo depende entonces de la materia sobre la cual versa un acuerdo.

En tercer lugar los acuerdos han de ser predominantemente bilaterales, vale decir, sin inclusión de terceros y mucho menos de grandes instituciones internacionales. Visto así, Trump no es un enemigo de supra-organizaciones como la UE, la OEA o la ONU. Simplemente no le interesan. Enemigas solo pueden ser tales organizaciones cuando obstaculizan sus alianzas bilaterales y, por supuesto, sus proyectos ganancistas. Para Trump, la política internacional debe ser como en el amor, siempre de a dos.

En cuarto lugar, en los acuerdos y tratados serán privilegiados los estados más poderosos, independientemente del sistema político que representen. En ningún caso EE UU exigirá condiciones políticas. Por esas razones, materias como libertades democráticas, derechos humanos, serán excluidos radicalmente en los acuerdos. Si un gobierno como el de Arabia Saudita asesina a un opositor en su embajada en Turquía, ese es un problema de Erdogan con el príncipe Bin Salman, y Trump seguirá manteniendo las mejores relaciones posibles con los saudis. Si Erdogan a cambio de algunas concesiones a los EE UU quiere eliminar a los kurdos, esa licencia la obtendrá siempre que no obstaculice alguna inversión norteamericana en la región. Si Rusia quiere quedarse en y con Siria, que lo haga, siempre que no amenace los intereses económicos de los EE UU. Y si Europa se siente desprotegida frente a regímenes como los de Erdogan y Putin, ese es y será un problema de Europa, no de los EE UU. ¿Y China? Por ahora, un problema de aranceles. Al fin y al cabo para Trump todo puede ser negociado, todo. Para los chinos también.

Para Trump, a diferencia de Reagan y los Bush, no existen “estados canallas”. Solo existen estados fuertes y estados débiles. Los criterios que aplica en las relaciones internacionales no se diferencian en ese sentido de los acuerdos entre las grandes empresas. Para Bush los EE UU constituyen la empresa más poderosa del planeta y como tal deberá actuar. Si esa actitud supone el derrumbe político, económico y ecológico de algunas naciones débiles, ese no es un problema para Trump.

Si aceptamos por lo menos parte de estas evidencias, hemos de concluir entonces que con su política internacional Trump ha logrado dividir al espacio político occidental en dos bloques. A un lado los estados que se suman a las condiciones impuestas por Trump (cada vez son más) Al otro los que intentan seguir rigiéndose por las líneas propuestas por el binomio Merkel-Macron.

Las líneas trazadas por los gobiernos alemán y francés son radicalmente contrarias a las que representa Trump. Alemania y Francia favorecen las alianzas plurinacionales en lugar de los acuerdos circunstanciales. Para ambos la UE es un proyecto histórico de largo alcance y sus objetivos no son solo económicos sino también políticos y culturales. Para ambos la solidaridad internacional con los países pobres es una condición para el aseguramiento de la paz mundial. Para ambos los derechos humanos no se encuentran a disposición ni pueden ser negociados. Para ambos, la Ilustración no fue un episodio europeo aislado, sino una marca histórica y un legado a la vez. Y no por último, para ambos la preservación del medio ambiente no solo es una misión humanitaria destinada a salvar vidas, sino la única posibilidad para mantener esa casa-tierra que nos pertenece a todos por el solo hecho de habitarla.

¿Cuál bloque logrará imponerse sobre el otro? Por el momento solo cabe inferir que la línea Trump se encuentra en plena ofensiva y la línea Merkel-Macron en una tenaz defensiva. Más no podemos decir. Nadie puede dar el futuro por sentado.

5 de enero de 2019

POLIS: Política y Cultura

https://polisfmires.blogspot.com/2019/01/fernando-mires-dos-lineas-cruza...

 4 min