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Opinión

Analítica.com

Durante gran parte del siglo XX, y desgraciadamente aún en el XXI, seguimos con el anacrónico debate ideológico-político de colocarnos ante el dilema de si es mejor ser de izquierda que de derecha, y lo peor es que los que proclaman esa dicotomía posiblemente no saben de qué están hablando.

Sin saberlo se sigue utilizando un concepto diferenciador surgido del seno de la Asamblea Nacional francesa en 1789, que de manera fortuita pretendía diferenciar las diversas posiciones de los legisladores según su ubicación en el recinto parlamentario.

El tema era si se admitía o no el veto real a las decisiones de la Asamblea, los que estaban de acuerdo con él, se ubicaron a la derecha de la presidencia y los que se oponían a la izquierda. Resulta que en la derecha estaban los aristócratas y en la izquierda la burguesía.

Lo curioso es que aparentemente no había lugar en el que se pudieran ubicar los del centro, es decir, los que no querían identificarse con ninguno de los extremos.

Ya sabemos que a partir de la revolución soviética, la izquierda era el partido comunista y la derecha todos los demás, por supuesto identificándolos con el fascismo. Pero eso, obviamente, no dejaba espacio para corrientes ideológicas como la socialdemocracia, el socialcristianismo, el liberalismo, que no se identificaban con los extremos: el comunismo y el fascismo o mejor dicho con cualquier fórmula de totalitarismo.

En nuestro país seguimos dejándonos llevar por esa absurda polarización que establece, a priori, que izquierda es sinónimo de bueno y derecha de malo. Y lo peor es que quienes hoy se califican de izquierda, que son la mayoría de los dirigentes del régimen, tienen mucho en común con la praxis del fascismo y del estalinismo, lo que poco tiene que ver con la idea de la bondad y más bien podrían perfectamente calzar en lo que peyorativamente se denominaba como la derecha.

Hoy Venezuela necesita centrarse, es decir buscar soluciones concretas a los problemas, no basados en ideologías del siglo XIX ó XX, sino en la realidad, que no es otra que hacer que el país vuelva a funcionar, que existan instituciones que velen por el bienestar de todos, que los servicios públicos sean eso y funcionen, que las libertades individuales sean respetadas y que la justicia no esté al servicio del gobierno, sino de los ciudadanos.

Es evidente que necesitamos cambios importantes, entre otros dejar de ser un país rentista para convertirnos en un país productor de riqueza. También es indispensable luchar por una mayor inclusión social y promover la educación como la principal palanca del cambio, ya que sin ella nada será sustentable en el tiempo.

Estos 19 años deben servirnos de ejemplo para entender lo que no se debe, nunca más, volver a hacer, que es producir un desastre económico y social escudándose en una presunta política de izquierda, que no es otra cosa que la máscara de un totalitarismo depredador.

Julio 25, 2018

Editorial de Analítica

http://www.analitica.com/opinion/por-que-el-centro-es-la-solucion/

 2 min


Helmut K. Anheier:

En muchos países occidentales, las divisiones sociales y políticas se han ensanchado al punto de parecer insalvables. Pero lo mismo podía pensarse en los sesenta, una época al menos tan conflictuada como la nuestra; y sin embargo, al final las divisiones de aquel momento se superaron. La diferencia estuvo en el discurso.

En los sesenta, todavía pesaba en Europa el recuerdo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. En Alemania, desafíos externos, como la Guerra Fría, y presiones internas, entre ellas la primera recesión de la posguerra y el aumento del desempleo, sometieron el todavía frágil orden democrático a los embates del radicalismo de izquierda (comunista) y de derecha (nacionalista). En 1968 estallaron protestas estudiantiles en ciudades de toda Europa y en Estados Unidos, en rechazo no sólo de la Guerra de Vietnam, sino también (y cada vez más) del “establishment” como tal.

Casi igual que ahora, en los sesenta la comunicación entre personas con puntos de vista opuestos era difícil. Pero en el debate público de aquella época había un grado de civilidad que hoy brilla por su ausencia. Se entendía (o al menos algunos entendían) que negarse a dialogar sólo reforzaría la mentalidad de “nosotros contra ellos”, que da impulso al radicalismo.

Piénsese por ejemplo en la discusión pública que mantuvieron Ralf Dahrendorf, miembro del Partido Democrático Libre (FDP), y Rudi Dutschke, líder estudiantil de izquierda radical, a las puertas de un congreso del FDP en Friburgo. Dutschke intentó “desenmascarar” a Dahrendorf (un intelectual del establishment liberal) como un explotador antidemocrático; Dahrendorf replicó que la retórica revolucionaria de Dutschke era ingenua, insustancial y en definitiva peligrosa. Pero a pesar de la vehemencia del desacuerdo entre ambos, se dieron mutuamente la oportunidad de exponer sus argumentos en torno de la revolución, la libertad y la democracia.

Esta postura también se vio en relación con los radicales de derecha, por ejemplo el Partido Democrático Nacional de Alemania (NPD), formado en 1964 por varios grupos de derecha. En 1967, en momentos en que el NPD hacía avances en el electorado, se celebró un asombroso debate público, prácticamente olvidado, ante 2000 personas que se reunieron en la Universidad de Hamburgo para oír a un panel discutir sobre “radicalismo en democracia”.

El panel incluyó al líder del NPD, Adolf von Thadden; al editor del semanario liberal Die Zeit, Gerd Bucerius; al autor conservador Rudolf Krämer-Bodoni; a Friedrich Karl Kaul, abogado y político de Alemania del Este; y, nuevamente, a Dahrendorf. El moderador fue Fritz Bauer, un ex exiliado que había sido fiscal en los juicios de Auschwitz en Frankfurt, celebrados entre 1963 y 1965.

El debate comenzó con Thadden, que expuso sus ideas políticas, evaluó sin remordimientos la actuación de Alemania en la Segunda Guerra Mundial y explicó el ascenso del NPD. A continuación, Dahrendorf (un profesor de sociología) hizo un análisis de la variada base de seguidores del NPD, que incluía a antiguos nazis, desencantados en busca de identidad y antimodernistas oportunistas.

Luego Dahrendorf declaró que aunque comprendía a qué se oponía Thadden, no tenía tan claro qué defendía el líder del NPD. ¿Apoyaba siquiera la democracia? Después Bucerius lanzó un desafío más directo a Thadden, al preguntarle si hubiera apoyado el intento de golpe contra Adolf Hitler en 1944. Bauer añadió que la hermana de Thadden había formado parte de la resistencia. Pero Thadden eludió dar una respuesta directa, y dio a entender que no hubiera luchado junto con su hermana.

Sin embargo, Dahrendorf se mostró convencido de que la suerte del NPD debían decidirla los votantes, no los tribunales (que habían ilegalizado al Partido Comunista); idea que Kaul reiteró en una encendida declaración (que sin duda había sido acordada de antemano por la dirigencia de Alemania del Este) sobre el hecho de excluir del debate a los comunistas de Alemania occidental. Otros panelistas se mostraron de acuerdo. Dahrendorf concluyó que una democracia liberal no puede excluir a radicales de una orientación y tolerar a los de otra.

Es difícil imaginar a políticos de los partidos principales e intelectuales públicos de la actualidad debatir abiertamente, con tanta profundidad y respeto mutuo, con los radicales y arribistas de ahora, sean populistas, nacionalistas económicos, euroescépticos o alguna otra cosa. Es evidente que la extrema izquierda y la extrema derecha no dialogan así. Cada bando prefiere predicar para los suyos dentro de burbujas mediáticas donde hay poca demanda de una discusión auténtica de ideas contrarias.

Hoy parece que muchos líderes del establishment (las “élites”, abanderadas del orden democrático liberal) creen que dialogar con figuras radicales es demasiado peligroso, porque una mayor exposición podría conferirles más legitimidad. Pero esta postura también es muy arriesgada, sobre todo porque se ha convertido en una obstinada negativa a ver los cambios sociales que han impulsado a las ideologías extremistas (una actitud que a muchos les parece arrogante). Basta recordar cuando la candidata presidencial demócrata en la elección estadounidense, Hillary Clinton, soltó que la mitad de los partidarios de su rival Donald Trump eran un “montón de deplorables”.

Los extremistas no desaparecerán porque uno quiera. Esperar a que los movimientos radicales se agoten solos (como algunos han sugerido) es imprudente y peligroso, por la cantidad de daño que pueden hacer antes de caer. Para cumplir su responsabilidad de preservar el bien público, las “élites” culturales y políticas deben renegar del elitismo y hallar formatos y fórmulas que permitan un diálogo más constructivo entre grupos distintos, incluidos (por difícil que sea) los movimientos radicales y populistas.

En el debate de Hamburgo, Dahrendorf afirmó con razón que el éxito de los extremistas era una medida de los fracasos de las élites democráticas. Como el NPD en los sesenta, la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) debe su éxito en la elección federal de septiembre pasado a la negativa de las élites políticas, económicas y académicas del país a dialogar en forma constructiva con la opinión pública, y mucho menos con aquellos a los que la opinión pública juzgó dispuestos a escuchar sus inquietudes.

Los defensores de la democracia liberal deben debatir con los populistas no para hacerlos cambiar de idea, sino para que la opinión pública comprenda no sólo contra qué está cada parte, sino también a favor de qué. Es verdad que esto tal vez implique dar a los populistas más visibilidad, con riesgo de que se normalicen ideas extremistas. Pero las amenazas de la polarización agresiva de la esfera pública (que los extremistas han sabido explotar muy bien) son mucho mayores.

POLIS: Política y Cultura

Julio 23, 2018

https://polisfmires.blogspot.com/2018/07/helmut-k-anheier-como-debatir-c...(POLIS)

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Daniel Eskibel

¿Cuales son las primeras pautas que debería tener presente un consultor político? Yo simplemente doy las mías, las que creo son más útiles para una campaña electoral. En los comentarios puedes aportar las tuyas.

Perfil bajo, profesionalismo, independencia, trabajo en equipo, especialización, rol bien definido, equilibrio…Por allí pasan mis 10 mandamientos para un consultor político.

Entonces: atención consultores políticos (y también políticos, candidatos, jefes de campaña y todos quienes trabajan o van a trabajar con un consultor político). Los 10 mandamientos son los siguientes:

No serás el protagonista de la campaña sino que el protagonista será el candidato. No será tu nombre el invocado en la prensa, ni tu foto la que saldrá en el diario, ni serás tú el entrevistado estrella. Yo sé que a veces es difícil, pero por lo menos puedes intentarlo. Busca el perfil más bajo que puedas.

No darás opiniones políticas ni partidarias ni programáticas ni ideológicas. Ese es el rol de los políticos, no el del consultor político. Defiende tu independencia y tu profesionalismo. Y simplemente haz tu trabajo.

Recuerda que las decisiones políticas las toman los políticos. Tú debes darles información e insumos para esas decisiones, claro que sí. Pero no decidir por ellos.

No eres el jefe al que todos deben obediencia. Eres un experto, lo cual no es lo mismo. El gran asunto no es que te hagan caso sino que te escuchen seriamente.

Tampoco eres el chico de los mandados. Eres el experto, lo cual ya dije que no es lo mismo. Los candidatos tienen 100 formas mejores de tirar el dinero que pagarte para los mandados.

No eres la estrella, así que cuida tu narcisismo. Aléjate de los focos de luz y de los carteles luminosos. Y aprende a trabajar en equipo. Trabajo colectivo, grupal. Equipo.

Resígnate. No has ganado ninguna campaña. Ni ganarás. El resultado de cada elección es mucho más complejo y multicausal y va mucho más allá de tus habilidades profesionales. En todo caso gana el candidato, o su partido.

Tranquilízate. No has perdido ninguna campaña. Ni perderás. Ya sabes que el resultado de la elección va mucho más allá de tu persona.

No evangelices a favor de una u otra decisión de campaña. Intenta brindarle al candidato y su equipo los pro y los contra de cada curso de acción. Aporta una visión profesional equilibrada y tranquila para que ellos decidan.

Comprende que serás una gran contratación para un candidato si y solo sí le aportas un plus a su campaña electoral. ¿Cuál es tu plus? ¿Qué te hace diferente?

Maquiavelo&Freud

https://maquiaveloyfreud.com/los-10-mandamientos-del-consultor-politico/

 2 min


Nouriel Roubini

¿Cómo está el panorama económico mundial hoy en comparación con hace un año? En 2017, la economía del mundo atravesaba una expansión sincronizada, con una aceleración simultánea del crecimiento en las economías avanzadas y en los mercados emergentes. En tanto, pese a esa aceleración, la inflación estaba dominada o incluso en caída (hasta en economías como Estados Unidos, donde los mercados de bienes y mano de obra comenzaban a mostrar estrechez de oferta).

El fortalecimiento del crecimiento con una inflación todavía situada por debajo de la meta permitía mantener vigentes las políticas monetarias no convencionales (como en la eurozona y Japón) o revertirlas muy gradualmente (como en Estados Unidos). La combinación de crecimiento firme, baja inflación y flexibilidad monetaria implicaba poca volatilidad de los mercados. Y como también era muy poca la rentabilidad de los títulos públicos, los confiados “espíritus animales” de los inversores impulsaban la apreciación de numerosos activos de riesgo.

Mientras las bolsas estadounidenses y del mundo ofrecían alta rentabilidad, los riesgos políticos y geopolíticos estaban mayoritariamente controlados. Los mercados dieron al presidente estadounidense Donald Trump el beneficio de la duda durante el primer año de su mandato; y los inversores celebraron sus políticas desregulatorias y de rebaja de impuestos. Muchos comentaristas llegaron a sostener que la década de la “nueva mediocridad” y del “estancamiento secular” estaba dando paso a una nueva fase óptima de crecimiento firme y sostenido sin excesiva inflación.

Llegados a 2018, el panorama se ve muy diferente. La economía mundial todavía experimenta una tibia expansión, pero ya no hay crecimiento sincronizado. En la eurozona, el Reino Unido, Japón y varios mercados emergentes frágiles, hay desaceleración. Y si bien las economías de Estados Unidos y China siguen en expansión, la primera obra bajo el impulso de un estímulo fiscal insostenible.

Peor aún, la importante cuota del crecimiento global que aporta “Chimerica” (China y Estados Unidos) enfrenta ahora la amenaza de una guerra comercial en aumento. El gobierno de Trump impuso aranceles a las importaciones de acero, aluminio y una amplia variedad de bienes chinos (que pronto serán muchos más), y está analizando imponer gravámenes adicionales a los automóviles importados de Europa y el resto del mundo. Y la negociación del TLCAN/NAFTA está estancada. De modo que el riesgo de una guerra comercial total es cada vez mayor.

En tanto, en Estados Unidos la economía está cerca del pleno empleo y las políticas de estímulo fiscal, sumadas al encarecimiento del petróleo y de los commodities, presionan sobre la inflación, lo que obliga a la Reserva Federal a subir los tipos de interés más rápido que lo previsto, mientras ajusta su balance. Y a diferencia de 2017, el dólar estadounidense se está fortaleciendo, lo que aumentará todavía más el déficit comercial de Estados Unidos y generará más políticas proteccionistas si Trump (suponiendo que se mantenga fiel a su estilo) echa la culpa a otros países.

Al mismo tiempo, la perspectiva de una inflación más alta llevó a que incluso el Banco Central Europeo analice la finalización gradual de las políticas monetarias no convencionales, lo que implicaría menos flexibilidad monetaria global. La combinación de dólar fuerte, tipos de interés más altos y menos liquidez no presagia nada bueno para los mercados emergentes.

Asimismo, un crecimiento más lento, más inflación y una política monetaria menos flexible moderarán el entusiasmo de los inversores, conforme se endurezcan las condiciones financieras y aumente la volatilidad. Pese a las buenas ganancias corporativas (con el envión de las rebajas impositivas en Estados Unidos), los últimos meses la bolsa estadounidense y las de todo el mundo han estado oscilando, afectadas desde febrero por el temor a más inflación y aranceles a las importaciones, y por la reacción contra las grandes empresas tecnológicas. Al mismo tiempo crece la inquietud en relación con mercados emergentes como Turquía, Argentina, Brasil y México, y con la amenaza planteada por gobiernos populistas en Italia y otros países europeos.

El peligro ahora es que se establezca un circuito de retroalimentación negativa entre las economías y los mercados. La desaceleración de algunas economías puede llevar a condiciones financieras todavía más restrictivas en los mercados de acciones, bonos y crédito, lo que a su vez puede limitar más el crecimiento.

De 2010 a esta parte, las desaceleraciones económicas, los episodios de huida hacia activos seguros y las correcciones de los mercados han agudizado los riesgos de estandeflación (poco crecimiento y poca inflación); pero ante una caída simultánea del crecimiento y la inflación, los grandes bancos centrales acudieron al rescate con políticas monetarias no convencionales. Sin embargo, por primera vez en diez años, ahora los principales riesgos son estanflacionarios (menos crecimiento y más inflación). Estos riesgos incluyen: el posible shock de oferta negativo de una guerra comercial; un encarecimiento del petróleo, derivado de restricciones de la oferta con motivaciones políticas; y políticas internas inflacionarias en Estados Unidos.

De modo que a diferencia de los breves períodos de huida del riesgo en 2015 y 2016 (que sólo duraron dos meses), los inversores están en modo de aversión al riesgo desde febrero, y los mercados siguen oscilando o en caída. Pero ahora la Reserva Federal y otros bancos centrales están empezando (o continuando) un endurecimiento de la política monetaria, y con la inflación en alza, esta vez no pueden acudir al rescate de los mercados.

Otra gran diferencia en 2018 es que las políticas de Trump están creando más incertidumbre. No sólo inició una guerra comercial, sino que también está muy activo debilitando el orden económico y geoestratégico global creado por Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial.

Además, las modestas políticas de estímulo al crecimiento del gobierno de Trump ya están en el pasado, pero los efectos de políticas capaces de frenar el crecimiento todavía no terminan de sentirse. Las políticas fiscales y comerciales preferidas de Trump desplazarán a la inversión privada, reducirán la inversión extranjera directa en Estados Unidos y producirán más déficit externo. Su postura draconiana ante la inmigración disminuirá la oferta de mano de obra necesaria para sostener a una sociedad que envejece. Sus políticas ambientales dificultarán a Estados Unidos competir en la economía verde del futuro. Y su hostigamiento al sector privado hará dudar a las empresas de contratar personal o invertir en Estados Unidos.

Con el tiempo, las políticas estadounidenses favorables al crecimiento quedarán sepultadas bajo las medidas que le son desfavorables. Incluso si el año que viene la economía estadounidense supera el crecimiento potencial, las medidas de estímulo fiscal irán perdiendo efecto hacia la segunda mitad de 2019, y la Reserva Federal subirá la tasa de referencia más allá del nivel de equilibrio a largo plazo al tratar de controlar la inflación; esto dificultará el logro de un aterrizaje suave. Para entonces, y en un contexto de proteccionismo creciente, es probable que la efervescencia de los mercados globales se haya convertido en más turbulencia, debido al serio riesgo de un estancamiento (o incluso una caída) del crecimiento en 2020. Ahora que el tiempo de la baja volatilidad ya pasó, parecería que la era actual de aversión al riesgo está para quedarse.

Traducción: Esteban Flamini

Julio 18, 2018

Project Syndicate

https://www.project-syndicate.org/commentary/trump-trade-war-and-the-glo...

 5 min


No es cierto que los dictadores entreguen motu propio el poder. Solo salen por la fuerza. El caso chileno ha sido manipulado. Pinochet convocó un referendo porque estaba convencido de que lo ganaría. Cuando intentó desconocer el resultado adverso los militares no lo apoyaron. “Chapita”Trujillo, “Tacho”Somoza y Castillo Armas contaban con respaldo militar y fueron ajusticiados. Stroessner, Perón, Pérez Jiménez, Rojas Pinilla, Velasco Alvarado y otros dictadores fueron depuestos por los militares con mayor o menor participación de protestas cívicas. “Tachito”Somoza tuvo que huir ante los sandinistas. Fidel derrocó al dictador Batista, para establecer un totalitarismo. La dictadura brasileña llegó a su fin por decisión de sus generales.

La mayoría de los golpes de estado se producen por el fracaso de los políticos, pero después los militares se engolosinan con el poder y se convierten en dictadores. También hay casos de ambiciones personales. Puede discutirse si su posterior derrocamiento se debe a que sus compañeros de armas se sienten presionados por protestas populares, porque están incómodos por ser rechazados por los ciudadanos o porque temen que también puedan ser víctimas de arbitrariedades, pero lo cierto es que sin su participación generalmente los dictadores se eternizan en el poder.

Los dictadores que surgen de elecciones son producto de la incapacidad o negligencia de los políticos que no resuelven el problema de la pobreza, descuidan la educación ciudadana y los servicios públicos, debilitan las instituciones y utilizan el poder para hacer clientelismo político y como lucro para su camarilla. Estos malos políticos propician que un populista llegue al poder por la vía electoral. Una vez electos, se convierten en dictadores e intentan perpetuarse manipulando y comprando conciencias. Estas dictaduras, como las de Maduro y Ortega son más difíciles de derrocar que las tradicionales. Por ello se requiere mucha madurez de los dirigentes opositores.

Entendemos que cualquiera que declare que Maduro debe salir por vía no democrática irá preso, pero un dirigente de oposición tiene que estar consciente de que los rojos no dejarán el poder por las buenas. Por ello, lo inteligente sería declarar que lo sacaremos por las vías que contempla la Constitución o solo mencionar que debemos seguir en la lucha hasta que el dictador abandone el poder. Insistir en que solo utilizaremos la vía democrática puede interpretarse como disposición a convivir o avalar la vía electoral con las condiciones actuales.

En el pasado los dictadores se beneficiaron del apoyo de los Estados Unidos por el peligro comunista. Hoy la situación es diferente. Los países democráticos condenan con mayor o menor severidad a las dictaduras, las violaciones a los derechos humanos es un tema muy sensible y la corrupción de funcionarios es cada vez más perseguida. Por ello, las sanciones de la Unión Europea, de Suiza y de los principales países de nuestro continente a funcionarios de la narcodictadura venezolana.

Lamentablemente, en momentos en que el régimen de Maduro es condenado internacionalmente, muchos de nuestros dirigentes no se comportan a la altura de las circunstancias. A veces permanecen mudos y otras declaran sandeces o cosas intrascendentes. Por ejemplo, ¿qué valor agrega Falcón cuando declara que se reunió con otros dirigentes? ¿Acaso no es lo esperado en esta crisis? ¿Qué suma Ramos Allup al manifestar que su partido se retira de la MUD para recorrer el país ¿no debería ser rutina ese recorrido? ¿Qué añade Capriles reconociendo que la oposición no tiene un plan? ¿Acaso él no es corresponsable de que no exista? ¿Qué pretende Florido al intentar descalificar a Tamara Sujú y a Diego Arria? ¿Acaso ellos son el adversario?

Si el alto mando militar permanece arrodillado ante Maduro, el TSJ es un apéndice del PSUV, la vía electoral la cerró el CNE, la Asamblea Nacional está neutralizada y en la calle no hay protestas masivas, ¿cómo salir del régimen? No será fácil.

Es necesario que la dirigencia opositora seleccione un representante que sea la cara visible de un nuevo gobierno; elabore un programa mínimo a ejecutar en los próximos años que despierte esperanzas de que se eliminará la escasez de insumos y productos y se controlará la hiperinflación y la corrupción; al mismo tiempo incentivar a los militares a que cumplan con la Constitución.

Cuando se logre lo anterior será el momento de convocar una huelga general y protestas masivas en todo el país. Paralelamente, establecer puentes con algunos miembros del régimen y llegar a acuerdos que pudiesen obligar a Maduro a renunciar o a realizar elecciones libres y no descartar una intervención de nuestra Fuerza Armada, en la cual hay mucho descontento.

Como (había) en botica:

El trabajo “Contexto actual de la energía en Venezuela” del académico Nelson Hernández desnuda la desastrosa situación de Pdvsa y de Corpoelec y, además, proporciona información sobre las inversiones requeridas para la recuperación del suministro de electricidad y para aumentar la producción petrolera.

La distinguida Paulina Gamus acaba de publicar “Se agradece la risa”. Al decir de Sergio Dahbar, la doctora Gamus “ha escrito un libro que no se parece a ningún otro. Un retrato de Venezuela como no habíamos visto en los últimos tiempos”. También se está reeditando su exitoso libro “Permítanme contarles”.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

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Julio Dávila Cárdenas

En un ensayo que aparece publicado por la KAS en Panorama de Filosofía Política, Martin Kriele señala que los despotismos modernos se presentan como “verdaderas democracias”: se consideran representantes del pueblo, en parte reduciendo el concepto de pueblo a quienes les aclaman. De esta manera, en lugar de la “libertad” del ciudadano habría surgido la “liberación” del pueblo. En realidad, la libertad se manifiesta en el respeto por la dignidad de los demás, pero es indispensable que exista el respeto de cada persona a su propia dignidad. Ello se percibe en el momento en que la persona se indigna por la violación de los derechos humanos de los otros.

No existe legitimidad fuera del derecho y la democracia. La legitimación interna del Estado territorial debe derivar del derecho, pues si no es así, no existe. El Estado territorial debe ser un Estado constitucional democrático, que cuenta con división y autonomía de poderes; lo otro es el despotismo de un grupo de militares, ideólogos de partido, teócratas o líderes revolucionarios que gobiernan sin restricciones jurídicas. Los despotismos se mantienen sólo por la propaganda y la violencia, pero el hecho de que tengan que recurrir a ello, demuestra que carecen de legitimación interna. Hoy no existe legitimidad sino sobre la base del respeto de los derechos humanos.

¡Hablo incluso para los que no quieren oír!

Venezuela, a pesar de todo lo que hace el régimen para destruirla, subsiste. No sabemos por cuánto tiempo más, pero los venezolanos tenemos la voluntad de vivir en libertad y democracia. Los perversos han tratado de acostumbrar a la población a vivir con migajas, a ir perdiendo su dignidad. Sin embargo, el deseo de progreso, democracia, justicia y libertad continúa siendo más fuerte que la bolsa de alimentos que se utiliza para tratar de comprar su voluntad.

A diario se producen manifestaciones de protesta en todo el país: de médicos y enfermeras por no contar con medios para curar, de transportistas por la falta de vehículos, de poblaciones por carencia de luz y agua, de ciudadanos por la libertad de los presos políticos. La mayor parte de las protestas se desconocen por el control que el régimen ejerce directa e indirectamente sobre los medios de comunicación, pero el llamado se escucha cada vez más.

¡Pronto el pueblo, hastiado del hambre y la corrupción, proferirá un grito de libertad que retumbará en los oídos de todos…y se logrará!

julio.davilacardenas@gmail.com

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Carlos Raúl Hernández

Desde 1958 hasta la ruina de la ilusión chavista en el poder, demasiados intelectuales fueron esenciales para la destrucción de la democracia. Siempre se inclinaron ante la bestia, en 1998 hicieron grandes esfuerzos en su favor, y utilizaron sus habilidades para desacreditar las instituciones y los dirigentes. En ese período horroroso del linchamiento a la democracia y sacralización de la pesadilla emergente, el país se permitió tener como orientadores a algunos bachilleres ilustrados con enormes lagunas intelectuales. Nuestros Savater, Aron o Berlin a duras penas habían terminado el bachillerato. He aquí el resultado.

Algunos eran diestros en urdir divertidas crónicas costumbristas y la sociedad ayuna los graduó de pensadores en los periódicos, la radio y la televisión, donde sus fallas e insensateces se potenciaron en letales. Los truncos personajes se dieron la mano con otros que si tenían credenciales solo que envenenadas con resentimientos históricos, y empujaron juntos hacia el mismo barranco aunque después, vaya en su descargo, algunos se arrepintieron. El bipartidismo había hecho la hazaña de convertir en 40 años un país atrasado en el más moderno de Latinoamérica, modelo democrático. Y en 1989 arrancaba la corrección de las deficiencias del sistema.

Pero para bloquear el cambio definitivo que vivía Venezuela a fines del siglo XX, desataron su patética ofensiva contra el “neoliberalismo” y la “corrupción”. Energúmenos contra la descentralización, la apertura económica, la reforma del Estado, hicieron que Venezuela fuera el único país donde fracasara la llamada primera generación de reformas, lo que definió la calidad de sus élites. Acomplejados frente a las luminarias de papel, los partidos permitieron que cundiera la falacia de que la democracia era un degredo. Hace poco varios del club de los arrepentidos, frente al retiro de AD de la MUD, repetían argumentos de cuando amaban locamente a Chávez.

Los sabios van atrás

La idea de que los intelectuales encarnan la razón crítica toma cuerpo en la modernidad porque lo eran. Enfrentaron el oscurantismo con la ciencia, el arte y la filosofía para exorcizar el medievo tenebroso. Voltaire es por ello tal vez el epítome de lo que no por casualidad se llamó Iluminismo o Ilustración y por su compromiso con las ideas modernas, la verdad, la razón, la honradez intelectual, recibió palizas y encarcelamientos. Un duque quiso humillarlo en una fiesta al preguntarle -“Voltaire, Voltaire… la verdad es que no me suena su nombre… ¿De dónde es su familia?” -y Voltaire respondió- “no, la gloria de mi nombre comienza conmigo mientras la del suyo termina con Ud.”.

Por la osadía se llevó una paliza y ocho meses en la Bastilla. En vez de luces, muchos aquí han sido huecos negros. Solo la hecatombe del chavismo permitió a muchos intelectuales locales entender lo que su razón no podía, pese a que los aplastaron los ladrillos del Muro de Berlín en 1981. Quedan retratados en la mujer alemana de Adiós a Lenin, que despertó de un coma años después de la caída del comunismo y no entendía nada. Desactualizados, de insuficiente formación, ahogados en dogmas, aun creían en sus mentiras, nos las impusieron en 1989 y siguen sin ver ni un milímetro más allá de análisis político de peluquería.

A cada burrada, los iluminados, expertos, asesores, sabios, se ponen a la cola, corean, aplauden, y ruedan. En 2016, cuando comenzó el bandazo hacia “calle, calle, calle”, recomendaban mentecaterías tales como trancar autopistas, y un enjundioso artículo del momento sostenía que la oposición se había hecho conservadora y tenía que salir a batir el cobre. Hoy, confundidos por las complejidades, por fortuna se dedican a intrascendencias con tono sabio, pero no lesivas. Hay otro filum que no quiere disgustar a los jefes y practica la prudencia de Celestina. Es el pisapasito, acomodaticio, corcho que flota por no tener identidad. Sobrevive (para nada).

Bárbara Arman @Unabarbara

El pisapasito en estos 30 años guardó cómodo silencio mientras las élites devastaron. No se ocupa de qué se dice sino de no irritar al que mete la pata y mientras él no decía nada disonante y evitaba perturbar a la tripulación del Titanic, la nave se hundió. Es conocido que todopoderoso Alejandro Magno le dijo a Diógenes “pídeme lo que quieras” -a lo que el sabio respondió -“que te apartes para que no me tapes el sol”. El emperador remató la escena con estas palabras: “si yo no fuera Alejandro, quisiera ser Diógenes”. Esa fue la inspiración de los filósofos de la Ilustración frente al poder. Así cumplieron su trabajo según estipuló Weber. Decir la verdad aunque duela.

Y ahora el terrible aterrizaje en una realidad llamada Bárbara Arman: “Siempre me reinvento /Busco mi luz entre las tinieblas/Cuando me caigo, aunque esté herida, me levanto/He renacido de las cenizas/He recomenzado de la nada misma/He reencendido la esperanza/cuando ésta era tan solo una llama moribunda”. Son las últimas palabras rotas de Bárbara Arman. Herida, con el alma sangrante, no soportó la mordida de la última víbora. No tuvo fuerza esta vez frente la turba, el colmillo del lobo despreciable, la crueldad, y decidió apagar la llama para siempre. Ojalá su historia se conozca y neutralice el veneno en las redes sociales.

@CarlosRaulHer

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