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Opinión

Nouriel Roubini

¿Cómo está el panorama económico mundial hoy en comparación con hace un año? En 2017, la economía del mundo atravesaba una expansión sincronizada, con una aceleración simultánea del crecimiento en las economías avanzadas y en los mercados emergentes. En tanto, pese a esa aceleración, la inflación estaba dominada o incluso en caída (hasta en economías como Estados Unidos, donde los mercados de bienes y mano de obra comenzaban a mostrar estrechez de oferta).

El fortalecimiento del crecimiento con una inflación todavía situada por debajo de la meta permitía mantener vigentes las políticas monetarias no convencionales (como en la eurozona y Japón) o revertirlas muy gradualmente (como en Estados Unidos). La combinación de crecimiento firme, baja inflación y flexibilidad monetaria implicaba poca volatilidad de los mercados. Y como también era muy poca la rentabilidad de los títulos públicos, los confiados “espíritus animales” de los inversores impulsaban la apreciación de numerosos activos de riesgo.

Mientras las bolsas estadounidenses y del mundo ofrecían alta rentabilidad, los riesgos políticos y geopolíticos estaban mayoritariamente controlados. Los mercados dieron al presidente estadounidense Donald Trump el beneficio de la duda durante el primer año de su mandato; y los inversores celebraron sus políticas desregulatorias y de rebaja de impuestos. Muchos comentaristas llegaron a sostener que la década de la “nueva mediocridad” y del “estancamiento secular” estaba dando paso a una nueva fase óptima de crecimiento firme y sostenido sin excesiva inflación.

Llegados a 2018, el panorama se ve muy diferente. La economía mundial todavía experimenta una tibia expansión, pero ya no hay crecimiento sincronizado. En la eurozona, el Reino Unido, Japón y varios mercados emergentes frágiles, hay desaceleración. Y si bien las economías de Estados Unidos y China siguen en expansión, la primera obra bajo el impulso de un estímulo fiscal insostenible.

Peor aún, la importante cuota del crecimiento global que aporta “Chimerica” (China y Estados Unidos) enfrenta ahora la amenaza de una guerra comercial en aumento. El gobierno de Trump impuso aranceles a las importaciones de acero, aluminio y una amplia variedad de bienes chinos (que pronto serán muchos más), y está analizando imponer gravámenes adicionales a los automóviles importados de Europa y el resto del mundo. Y la negociación del TLCAN/NAFTA está estancada. De modo que el riesgo de una guerra comercial total es cada vez mayor.

En tanto, en Estados Unidos la economía está cerca del pleno empleo y las políticas de estímulo fiscal, sumadas al encarecimiento del petróleo y de los commodities, presionan sobre la inflación, lo que obliga a la Reserva Federal a subir los tipos de interés más rápido que lo previsto, mientras ajusta su balance. Y a diferencia de 2017, el dólar estadounidense se está fortaleciendo, lo que aumentará todavía más el déficit comercial de Estados Unidos y generará más políticas proteccionistas si Trump (suponiendo que se mantenga fiel a su estilo) echa la culpa a otros países.

Al mismo tiempo, la perspectiva de una inflación más alta llevó a que incluso el Banco Central Europeo analice la finalización gradual de las políticas monetarias no convencionales, lo que implicaría menos flexibilidad monetaria global. La combinación de dólar fuerte, tipos de interés más altos y menos liquidez no presagia nada bueno para los mercados emergentes.

Asimismo, un crecimiento más lento, más inflación y una política monetaria menos flexible moderarán el entusiasmo de los inversores, conforme se endurezcan las condiciones financieras y aumente la volatilidad. Pese a las buenas ganancias corporativas (con el envión de las rebajas impositivas en Estados Unidos), los últimos meses la bolsa estadounidense y las de todo el mundo han estado oscilando, afectadas desde febrero por el temor a más inflación y aranceles a las importaciones, y por la reacción contra las grandes empresas tecnológicas. Al mismo tiempo crece la inquietud en relación con mercados emergentes como Turquía, Argentina, Brasil y México, y con la amenaza planteada por gobiernos populistas en Italia y otros países europeos.

El peligro ahora es que se establezca un circuito de retroalimentación negativa entre las economías y los mercados. La desaceleración de algunas economías puede llevar a condiciones financieras todavía más restrictivas en los mercados de acciones, bonos y crédito, lo que a su vez puede limitar más el crecimiento.

De 2010 a esta parte, las desaceleraciones económicas, los episodios de huida hacia activos seguros y las correcciones de los mercados han agudizado los riesgos de estandeflación (poco crecimiento y poca inflación); pero ante una caída simultánea del crecimiento y la inflación, los grandes bancos centrales acudieron al rescate con políticas monetarias no convencionales. Sin embargo, por primera vez en diez años, ahora los principales riesgos son estanflacionarios (menos crecimiento y más inflación). Estos riesgos incluyen: el posible shock de oferta negativo de una guerra comercial; un encarecimiento del petróleo, derivado de restricciones de la oferta con motivaciones políticas; y políticas internas inflacionarias en Estados Unidos.

De modo que a diferencia de los breves períodos de huida del riesgo en 2015 y 2016 (que sólo duraron dos meses), los inversores están en modo de aversión al riesgo desde febrero, y los mercados siguen oscilando o en caída. Pero ahora la Reserva Federal y otros bancos centrales están empezando (o continuando) un endurecimiento de la política monetaria, y con la inflación en alza, esta vez no pueden acudir al rescate de los mercados.

Otra gran diferencia en 2018 es que las políticas de Trump están creando más incertidumbre. No sólo inició una guerra comercial, sino que también está muy activo debilitando el orden económico y geoestratégico global creado por Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial.

Además, las modestas políticas de estímulo al crecimiento del gobierno de Trump ya están en el pasado, pero los efectos de políticas capaces de frenar el crecimiento todavía no terminan de sentirse. Las políticas fiscales y comerciales preferidas de Trump desplazarán a la inversión privada, reducirán la inversión extranjera directa en Estados Unidos y producirán más déficit externo. Su postura draconiana ante la inmigración disminuirá la oferta de mano de obra necesaria para sostener a una sociedad que envejece. Sus políticas ambientales dificultarán a Estados Unidos competir en la economía verde del futuro. Y su hostigamiento al sector privado hará dudar a las empresas de contratar personal o invertir en Estados Unidos.

Con el tiempo, las políticas estadounidenses favorables al crecimiento quedarán sepultadas bajo las medidas que le son desfavorables. Incluso si el año que viene la economía estadounidense supera el crecimiento potencial, las medidas de estímulo fiscal irán perdiendo efecto hacia la segunda mitad de 2019, y la Reserva Federal subirá la tasa de referencia más allá del nivel de equilibrio a largo plazo al tratar de controlar la inflación; esto dificultará el logro de un aterrizaje suave. Para entonces, y en un contexto de proteccionismo creciente, es probable que la efervescencia de los mercados globales se haya convertido en más turbulencia, debido al serio riesgo de un estancamiento (o incluso una caída) del crecimiento en 2020. Ahora que el tiempo de la baja volatilidad ya pasó, parecería que la era actual de aversión al riesgo está para quedarse.

Traducción: Esteban Flamini

Julio 18, 2018

Project Syndicate

https://www.project-syndicate.org/commentary/trump-trade-war-and-the-glo...

 5 min


No es cierto que los dictadores entreguen motu propio el poder. Solo salen por la fuerza. El caso chileno ha sido manipulado. Pinochet convocó un referendo porque estaba convencido de que lo ganaría. Cuando intentó desconocer el resultado adverso los militares no lo apoyaron. “Chapita”Trujillo, “Tacho”Somoza y Castillo Armas contaban con respaldo militar y fueron ajusticiados. Stroessner, Perón, Pérez Jiménez, Rojas Pinilla, Velasco Alvarado y otros dictadores fueron depuestos por los militares con mayor o menor participación de protestas cívicas. “Tachito”Somoza tuvo que huir ante los sandinistas. Fidel derrocó al dictador Batista, para establecer un totalitarismo. La dictadura brasileña llegó a su fin por decisión de sus generales.

La mayoría de los golpes de estado se producen por el fracaso de los políticos, pero después los militares se engolosinan con el poder y se convierten en dictadores. También hay casos de ambiciones personales. Puede discutirse si su posterior derrocamiento se debe a que sus compañeros de armas se sienten presionados por protestas populares, porque están incómodos por ser rechazados por los ciudadanos o porque temen que también puedan ser víctimas de arbitrariedades, pero lo cierto es que sin su participación generalmente los dictadores se eternizan en el poder.

Los dictadores que surgen de elecciones son producto de la incapacidad o negligencia de los políticos que no resuelven el problema de la pobreza, descuidan la educación ciudadana y los servicios públicos, debilitan las instituciones y utilizan el poder para hacer clientelismo político y como lucro para su camarilla. Estos malos políticos propician que un populista llegue al poder por la vía electoral. Una vez electos, se convierten en dictadores e intentan perpetuarse manipulando y comprando conciencias. Estas dictaduras, como las de Maduro y Ortega son más difíciles de derrocar que las tradicionales. Por ello se requiere mucha madurez de los dirigentes opositores.

Entendemos que cualquiera que declare que Maduro debe salir por vía no democrática irá preso, pero un dirigente de oposición tiene que estar consciente de que los rojos no dejarán el poder por las buenas. Por ello, lo inteligente sería declarar que lo sacaremos por las vías que contempla la Constitución o solo mencionar que debemos seguir en la lucha hasta que el dictador abandone el poder. Insistir en que solo utilizaremos la vía democrática puede interpretarse como disposición a convivir o avalar la vía electoral con las condiciones actuales.

En el pasado los dictadores se beneficiaron del apoyo de los Estados Unidos por el peligro comunista. Hoy la situación es diferente. Los países democráticos condenan con mayor o menor severidad a las dictaduras, las violaciones a los derechos humanos es un tema muy sensible y la corrupción de funcionarios es cada vez más perseguida. Por ello, las sanciones de la Unión Europea, de Suiza y de los principales países de nuestro continente a funcionarios de la narcodictadura venezolana.

Lamentablemente, en momentos en que el régimen de Maduro es condenado internacionalmente, muchos de nuestros dirigentes no se comportan a la altura de las circunstancias. A veces permanecen mudos y otras declaran sandeces o cosas intrascendentes. Por ejemplo, ¿qué valor agrega Falcón cuando declara que se reunió con otros dirigentes? ¿Acaso no es lo esperado en esta crisis? ¿Qué suma Ramos Allup al manifestar que su partido se retira de la MUD para recorrer el país ¿no debería ser rutina ese recorrido? ¿Qué añade Capriles reconociendo que la oposición no tiene un plan? ¿Acaso él no es corresponsable de que no exista? ¿Qué pretende Florido al intentar descalificar a Tamara Sujú y a Diego Arria? ¿Acaso ellos son el adversario?

Si el alto mando militar permanece arrodillado ante Maduro, el TSJ es un apéndice del PSUV, la vía electoral la cerró el CNE, la Asamblea Nacional está neutralizada y en la calle no hay protestas masivas, ¿cómo salir del régimen? No será fácil.

Es necesario que la dirigencia opositora seleccione un representante que sea la cara visible de un nuevo gobierno; elabore un programa mínimo a ejecutar en los próximos años que despierte esperanzas de que se eliminará la escasez de insumos y productos y se controlará la hiperinflación y la corrupción; al mismo tiempo incentivar a los militares a que cumplan con la Constitución.

Cuando se logre lo anterior será el momento de convocar una huelga general y protestas masivas en todo el país. Paralelamente, establecer puentes con algunos miembros del régimen y llegar a acuerdos que pudiesen obligar a Maduro a renunciar o a realizar elecciones libres y no descartar una intervención de nuestra Fuerza Armada, en la cual hay mucho descontento.

Como (había) en botica:

El trabajo “Contexto actual de la energía en Venezuela” del académico Nelson Hernández desnuda la desastrosa situación de Pdvsa y de Corpoelec y, además, proporciona información sobre las inversiones requeridas para la recuperación del suministro de electricidad y para aumentar la producción petrolera.

La distinguida Paulina Gamus acaba de publicar “Se agradece la risa”. Al decir de Sergio Dahbar, la doctora Gamus “ha escrito un libro que no se parece a ningún otro. Un retrato de Venezuela como no habíamos visto en los últimos tiempos”. También se está reeditando su exitoso libro “Permítanme contarles”.

¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

eddiearamirez@hotmail.com

 4 min


Julio Dávila Cárdenas

En un ensayo que aparece publicado por la KAS en Panorama de Filosofía Política, Martin Kriele señala que los despotismos modernos se presentan como “verdaderas democracias”: se consideran representantes del pueblo, en parte reduciendo el concepto de pueblo a quienes les aclaman. De esta manera, en lugar de la “libertad” del ciudadano habría surgido la “liberación” del pueblo. En realidad, la libertad se manifiesta en el respeto por la dignidad de los demás, pero es indispensable que exista el respeto de cada persona a su propia dignidad. Ello se percibe en el momento en que la persona se indigna por la violación de los derechos humanos de los otros.

No existe legitimidad fuera del derecho y la democracia. La legitimación interna del Estado territorial debe derivar del derecho, pues si no es así, no existe. El Estado territorial debe ser un Estado constitucional democrático, que cuenta con división y autonomía de poderes; lo otro es el despotismo de un grupo de militares, ideólogos de partido, teócratas o líderes revolucionarios que gobiernan sin restricciones jurídicas. Los despotismos se mantienen sólo por la propaganda y la violencia, pero el hecho de que tengan que recurrir a ello, demuestra que carecen de legitimación interna. Hoy no existe legitimidad sino sobre la base del respeto de los derechos humanos.

¡Hablo incluso para los que no quieren oír!

Venezuela, a pesar de todo lo que hace el régimen para destruirla, subsiste. No sabemos por cuánto tiempo más, pero los venezolanos tenemos la voluntad de vivir en libertad y democracia. Los perversos han tratado de acostumbrar a la población a vivir con migajas, a ir perdiendo su dignidad. Sin embargo, el deseo de progreso, democracia, justicia y libertad continúa siendo más fuerte que la bolsa de alimentos que se utiliza para tratar de comprar su voluntad.

A diario se producen manifestaciones de protesta en todo el país: de médicos y enfermeras por no contar con medios para curar, de transportistas por la falta de vehículos, de poblaciones por carencia de luz y agua, de ciudadanos por la libertad de los presos políticos. La mayor parte de las protestas se desconocen por el control que el régimen ejerce directa e indirectamente sobre los medios de comunicación, pero el llamado se escucha cada vez más.

¡Pronto el pueblo, hastiado del hambre y la corrupción, proferirá un grito de libertad que retumbará en los oídos de todos…y se logrará!

julio.davilacardenas@gmail.com

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Carlos Raúl Hernández

Desde 1958 hasta la ruina de la ilusión chavista en el poder, demasiados intelectuales fueron esenciales para la destrucción de la democracia. Siempre se inclinaron ante la bestia, en 1998 hicieron grandes esfuerzos en su favor, y utilizaron sus habilidades para desacreditar las instituciones y los dirigentes. En ese período horroroso del linchamiento a la democracia y sacralización de la pesadilla emergente, el país se permitió tener como orientadores a algunos bachilleres ilustrados con enormes lagunas intelectuales. Nuestros Savater, Aron o Berlin a duras penas habían terminado el bachillerato. He aquí el resultado.

Algunos eran diestros en urdir divertidas crónicas costumbristas y la sociedad ayuna los graduó de pensadores en los periódicos, la radio y la televisión, donde sus fallas e insensateces se potenciaron en letales. Los truncos personajes se dieron la mano con otros que si tenían credenciales solo que envenenadas con resentimientos históricos, y empujaron juntos hacia el mismo barranco aunque después, vaya en su descargo, algunos se arrepintieron. El bipartidismo había hecho la hazaña de convertir en 40 años un país atrasado en el más moderno de Latinoamérica, modelo democrático. Y en 1989 arrancaba la corrección de las deficiencias del sistema.

Pero para bloquear el cambio definitivo que vivía Venezuela a fines del siglo XX, desataron su patética ofensiva contra el “neoliberalismo” y la “corrupción”. Energúmenos contra la descentralización, la apertura económica, la reforma del Estado, hicieron que Venezuela fuera el único país donde fracasara la llamada primera generación de reformas, lo que definió la calidad de sus élites. Acomplejados frente a las luminarias de papel, los partidos permitieron que cundiera la falacia de que la democracia era un degredo. Hace poco varios del club de los arrepentidos, frente al retiro de AD de la MUD, repetían argumentos de cuando amaban locamente a Chávez.

Los sabios van atrás

La idea de que los intelectuales encarnan la razón crítica toma cuerpo en la modernidad porque lo eran. Enfrentaron el oscurantismo con la ciencia, el arte y la filosofía para exorcizar el medievo tenebroso. Voltaire es por ello tal vez el epítome de lo que no por casualidad se llamó Iluminismo o Ilustración y por su compromiso con las ideas modernas, la verdad, la razón, la honradez intelectual, recibió palizas y encarcelamientos. Un duque quiso humillarlo en una fiesta al preguntarle -“Voltaire, Voltaire… la verdad es que no me suena su nombre… ¿De dónde es su familia?” -y Voltaire respondió- “no, la gloria de mi nombre comienza conmigo mientras la del suyo termina con Ud.”.

Por la osadía se llevó una paliza y ocho meses en la Bastilla. En vez de luces, muchos aquí han sido huecos negros. Solo la hecatombe del chavismo permitió a muchos intelectuales locales entender lo que su razón no podía, pese a que los aplastaron los ladrillos del Muro de Berlín en 1981. Quedan retratados en la mujer alemana de Adiós a Lenin, que despertó de un coma años después de la caída del comunismo y no entendía nada. Desactualizados, de insuficiente formación, ahogados en dogmas, aun creían en sus mentiras, nos las impusieron en 1989 y siguen sin ver ni un milímetro más allá de análisis político de peluquería.

A cada burrada, los iluminados, expertos, asesores, sabios, se ponen a la cola, corean, aplauden, y ruedan. En 2016, cuando comenzó el bandazo hacia “calle, calle, calle”, recomendaban mentecaterías tales como trancar autopistas, y un enjundioso artículo del momento sostenía que la oposición se había hecho conservadora y tenía que salir a batir el cobre. Hoy, confundidos por las complejidades, por fortuna se dedican a intrascendencias con tono sabio, pero no lesivas. Hay otro filum que no quiere disgustar a los jefes y practica la prudencia de Celestina. Es el pisapasito, acomodaticio, corcho que flota por no tener identidad. Sobrevive (para nada).

Bárbara Arman @Unabarbara

El pisapasito en estos 30 años guardó cómodo silencio mientras las élites devastaron. No se ocupa de qué se dice sino de no irritar al que mete la pata y mientras él no decía nada disonante y evitaba perturbar a la tripulación del Titanic, la nave se hundió. Es conocido que todopoderoso Alejandro Magno le dijo a Diógenes “pídeme lo que quieras” -a lo que el sabio respondió -“que te apartes para que no me tapes el sol”. El emperador remató la escena con estas palabras: “si yo no fuera Alejandro, quisiera ser Diógenes”. Esa fue la inspiración de los filósofos de la Ilustración frente al poder. Así cumplieron su trabajo según estipuló Weber. Decir la verdad aunque duela.

Y ahora el terrible aterrizaje en una realidad llamada Bárbara Arman: “Siempre me reinvento /Busco mi luz entre las tinieblas/Cuando me caigo, aunque esté herida, me levanto/He renacido de las cenizas/He recomenzado de la nada misma/He reencendido la esperanza/cuando ésta era tan solo una llama moribunda”. Son las últimas palabras rotas de Bárbara Arman. Herida, con el alma sangrante, no soportó la mordida de la última víbora. No tuvo fuerza esta vez frente la turba, el colmillo del lobo despreciable, la crueldad, y decidió apagar la llama para siempre. Ojalá su historia se conozca y neutralice el veneno en las redes sociales.

@CarlosRaulHer

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A pesar de que el escepticismo general inducido que embarga a una buena mayoría de los venezolanos es uno de los obstáculos a vencer, no dejaremos de insistir que para TODOS, tanto para los del régimen como los de la oposición, y por supuesto para los que se prefieren ni-ni, unas elecciones verdaderas son la única vía racional para una salida política a la insostenible situación que nos agobia.

Dicha salida debería ser producto de la negociación entre representantes de las partes, cosa que hoy se ve improbable no por innecesaria, sino por el temor que sienten los identificados públicamente como dirigentes a quedar expuestos al fuego artero de sus adversarios internos, temor totalmente justificado ante la falta de unidad de propósitos en sus filas respectivas.

Frente a la inacción en la que hemos caído, alterada solamente de forma justificada y valiente por las manifestaciones que se dan todos los días a lo largo y ancho del país, inspiradas en la necesidad de los trabajadores de todo tipo de contar con salarios dignos, sin olvidar los por mucho más importantes reclamos por salud, alimentos y servicio públicos que surgen espontáneamente ante la agudización de carencias fundamentales para la vida.

La satisfacción de los reclamos no radica en alcanzar pequeñas efímeras victorias económicas sectoriales olvidando que la aplicación de políticas erradas, la pérdida de la institucionalidad y la corrupción, causantes de todos los males, no van a permitir soluciones estables a menos que las erradiquemos mediante un nuevo acuerdo social que aprobemos todos.

Si se demostrase la incapacidad de la dirigencia para ejercer la esencia de la política, como pareciese evidente y que no es otra que la búsqueda de solucione consensuadas, la gente, haciendo uso de su irrenunciable derecho a exigir tendrá que, más pronto que tarde, solicitar la convocatoria de unos comicios generales que permita renovar todos los entes públicos, dándole así una oportunidad a que los deseos de las mayorías se expresen proporcionalmente sin que se obvien los de los que eventualmente no estén incluidos en ellas.

Consultar directamente a la gente, mediante mecanismos claros y bajo su control directo, pudiese como viene proponiéndose hace ya tiempo, demostrar que el deseo de cambio es mayoritario y que es posible solicitar la convocatoria a un proceso que conduzca a un gobierno de transición que comience a coordinar un esfuerzo colectivo que nos aproxime a un país distinto y mejor para todos.

Valga la oportunidad para recordar que la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente Originaria cuyas bases comiciales sean aprobadas por la gente es una alternativa absolutamente constitucional, que la misma ha venido siendo propuesta desde hace años y que sistemáticamente ha sido ignorada por los partidos de la oposición, mientras que el régimen, en su afán de buscar una legitimidad inalcanzable, distorsionó el concepto promoviendo una figura que lejos de cumplir con el objeto de servir de lugar de encuentro se ha convertido en un elemento que profundiza la división al ser utilizado como legitimador fallido de procesos que carecen de legalidad y sobre todo de aceptación pública.

Desde Aragua y en unión de las voces que han surgido en otros estados acompañamos el llamado a hacer realidad la rebelión de las regiones para el logro de una Venezuela de TODOS, que solo será factible con un gobierno democrático, federal y verdaderamente descentralizado, sometido a supervisiones institucionales independientes, todo ello bajo una constante contraloría ciudadana, teniendo presente que las democracias más estables son aquellas que limitan efectiva y rigurosamente el ejercicio de los poderes de sus funcionarios.

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La sociedad modular, como expresión del crecimiento político del venezolano mostrada el 20M, se hace presente como resistencia civil conmocionando al país como respuesta a esa falsa electoral. Es la nueva oposición política que tiene como construir una transición, expresión de un real sentimiento republicano, contrario al militarismo autocrático que pretende cambios en las significaciones imaginarias sociales del venezolano. La sociedad modular mostró una decisión, pertenecer y ser demócrata como repuesta sólida, cierta y contundente a la dictadura autocrática militarista. Pertenecer es ser demócrata, significa confrontar públicamente, de manera política e inteligente, la falsa democrática del socialismo a juro.

Pertenecer a ser demócrata tiene que ver con la idea de pertenencia de muchos ciudadanos a la democracia, negando la coexistencia con quienes han impuesto a troche y moche una autocracia militar, que niega el gen democrático de la sociedad venezolana y muestra con la resistencia civil, anclado en el contrato original, la decisión de la pertenencia a la democracia. Democracia que descubre un hombre modular en la sociedad del siglo XXI. Ciudadano modular significa un ser y hacer político como expresión inédita en la que hombres y mujeres con cultura política y decisión clara, con respecto al porvenir de la República. Apartan intereses grupales como el partidismo, privilegiando la pertenecía a la democracia.

La pertenecía a la democracia, la resistencia civil, la acción de ese ciudadano modular con sentido de pertenencia y la decencia política son los nuevos venezolanos que, sin amarre a partidos políticos y organizaciones de interés político, de manera libre y convencidos de las virtudes de la democracia, están prestos y dispuestos a la construcción y reinstalación de una nueva Nación-Republica. Son ciudadanos modulares que se resisten y triunfan frente a la penetración de la propaganda, la imposición de la guerra psicológica para sobreponerse a la miseria exponencial y enfrentar el cambio de las significaciones imaginarias sociales que desarrolla la barbarie del socialismo a juro para, al final, confrontar un Estado fallido en el cual boquea el más grande centro de corrupción junto a una gran tribu de ladrones.

Esa ciudadanía modular que mostró su resistencia civil el 20M se crece en virtudes políticas, muestra el sentido de pertenencia a la democracia como un invento político del siglo XXI en la Venezuela militarizada. Esa ciudadanía modular comienza a entenderse como una nueva fuente de acción política. Así… ha enfrentado el poder coercitivo que expone un régimen execrable que ha defalcado materialmente la República, imponiendo la miseria exponencial pretende encadenar a los repúblicos a una dictadura militarista socialista en el siglo XXI.

Ese ciudadano modular es la más grande expresión espontánea de la cultura política que servirá de motor funcional a la transición política en Venezuela.

Como fuente de nueva acción política, la sociedad modular venezolana servirá de núcleo o base para el cambio político social, que ya debe haber entendido el liderazgo político emergente para aprovechar que una masa modular crezca y de respuesta a la situación de espasmo -que pareciera que hasta ahora- no entiende visiones atrasadas y timoratas de la política venezolana. El ciudadano modular es el nuevo poder ciudadano que deberá crecer con una clara idea de pertenencia, para construir nuevas uniones que definan la velocidad y el tiempo para la transición de la República.

La transición política significa, entonces, desplazar un modelo perverso que invadió la Academia Militar en los años 70, construyó militares marxistas para que fueran fuerzas armadas de liberación, que desde 1999 asaltan las arcas del Estado y se mostrasen hoy ladrones ricos, que se atreven a declarar de manera violenta que no entregaran el poder, que no se irán del gobierno. Es decir, que serán eternos dictadores de la República. La transición política, en consecuencia, requiere de inteligencia política posmoderna que entienda a los ciudadanos modulares democráticos, valientes, convencidos y, sobre todo, como repúblicos que tienen que coincidir todos con sentido de pertenencia para cercar y ordenar la barbarie militarista.

Barbarie militarista marxista que se muestra como gobierno, representantes de un socialismo a juro que pretenden arrear la masa de ciudadanos, que el 20M como sociedad modular encapsulados en el sentimiento democrático decidió decirle NO a la autocracia militarista. Esa sociedad modular con sentido de pertenencia hacia la democracia representa el gentilicio del venezolano, tiene conexión con la República y con su ideología democrática, está llena de valores con lo cual nutren su conducta y procedimiento honesto para crecer como atracción civilista democrática que fortalezca acciones, cultive modos y esfuerzos cotidianos para producir el cambio histórico, desplazar la vergüenza que hoy representa un régimen contrario al sentir y pensar del ciudadano venezolano.

Es original,

Director de CEPPRO

@JMachillandaP

20 de julio de 2018

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Barack Obama

Verbo brillante, dominio del escenario, habilidad para persuadir con la palabra. Barack Obama volvió a desplegar sus talentos en la conferencia que pronunció en Johanesburgo en el centenario de Nelson Mandela. Estos son algunos extractos de su intervención

Obama merece figurar en las antologías de la oratoria política. Sostiene que todo presidente trabaja para modelar el párrafo que resumirá su presidencia en los manuales de historia. Escritor antes que político, durante su mandato pronunció discursos memorables. Es verdad que la eficacia de sus alegatos, a la hora de gobernar, fue cuestionable. Y que el ejercicio del poder no se puede limitar a un mero ejercicio retórico, como le reprocharon tantas veces. Pero el martes pasado, volvió a hacerlo. Otra intervención magistral. Fue en Johanesburgo, en el centenario del nacimiento de Nelson Mandela.

Empezaré con una pequeña corrección y unas cuantas confesiones. La corrección es que bailo muy bien [risas]. Quiero que quede claro. Michelle baila un poco mejor. Empecemos ahora con las confesiones:

La primera es que yo no estaba exactamente invitado a estar hoy aquí. (…) La segunda es que he olvidado mis conocimientos de geografía y el hecho de que en Sudáfrica estamos ahora en invierno [risas]. No me he traído ningún abrigo, y esta mañana he tenido que enviar a una persona al centro comercial para poder ponerme unos calzoncillos largos [risas]. Al fin y al cabo, nací en Hawái. (...)

Pero dados los extraños e inciertos tiempos en los que vivimos —que son extraños, y son inciertos—, en los que las noticias de cada día generan nuevos titulares confusos e inquietantes, he pensado que tal vez sería útil retroceder un instante y tratar de ver las cosas con cierta perspectiva. Por eso les pido que me disculpen, —a pesar de que hace algo de frío—, si dedico gran parte de esta conferencia a recordar dónde hemos estado y cómo hemos llegado hasta aquí, con la esperanza de que esta reflexión nos sirva de guía para saber cuál es el camino a seguir.

Hace 100 años Madiba [Nelson Mandela] (...) nació en la aldea de Mvezo (…). No había ninguna razón para creer que un niño negro en esa época, en este lugar, iba a cambiar la historia. (…)

Las potencias europeas, que habían puesto fin a una horrible guerra mundial (...), decidieron que este continente y sus habitantes eran, sobre todo, el botín de una disputa por el territorio, por sus abundantes recursos naturales y su mano de obra barata. La inferioridad de la raza negra se daba por descontada (...).

Las mujeres estaban supeditadas a los hombres. El privilegio y el estatus estaban rígidamente vinculados a la casta y al color de la piel, el origen étnico y la religión. Incluso en mi propio país, en una democracia como Estados Unidos, basada en la declaración de que todos los hombres son iguales, la segregación racial y la discriminación sistemática eran legales en casi la mitad del país y habituales en todo el resto.

Así era el mundo hace solo 100 años.

Durante las últimas décadas del siglo XX, la visión progresista y democrática que representaba Nelson Mandela estableció, en muchos sentidos, los términos del debate político internacional. (…) El respeto a los derechos humanos y el principio de legalidad, plasmado en una declaración de Naciones Unidas, se convirtieron en la norma básica para la mayoría de los países (…).

Los cambios geopolíticos llegaron acompañados de transformaciones económicas. Las economías se abrieron, y eso, unido a la integración mundial impulsada por las nuevas tecnologías, permitió que se pusiera en marcha el talento emprendedor entre quienes habían permanecido al margen de la economía mundial. De pronto, empezaron a ser importantes. Tenían poder y la posibilidad de hacer cosas. Después llegaron los avances científicos, las nuevas infraestructuras y la disminución de los conflictos armados. De pronto, salieron de la pobreza mil millones de personas. (...) Mientras tanto, la difusión de Internet permitió que la gente de todos los continentes se conectara. Las culturas y los continentes se unieron de forma inmediata. Surgió la posibilidad de que un niño pudiera tener a su alcance todos los conocimientos del mundo incluso en la aldea más remota.

Todo esto debería darnos esperanzas. Pero (…) el hecho de que los gobiernos y los poderosos no hayan afrontado verdaderamente los fallos y las contradicciones de ese orden internacional es una de las razones por las que gran parte del mundo corre hoy el peligro de volver a una vieja forma de actuar más brutal y peligrosa.

Por eso tenemos que empezar por reconocer que, por más leyes que existan sobre el papel, por más declaraciones maravillosas que figuren en las constituciones, por más bellas palabras que se hayan pronunciado en las últimas décadas en las cumbres internacionales o en los pasillos de Naciones Unidas, las viejas estructuras de poder y privilegio, de injusticia y explotación nunca desaparecieron del todo. Nunca se desmantelaron por completo [aplausos]. (…) En todo el mundo, a las mujeres y las niñas se les sigue obstaculizando el acceso a posiciones de poder y autoridad. (…) Se les paga menos que a los hombres por el mismo trabajo. (...) Hay barrios, ciudades, regiones, países enteros a los que las oportunidades no han llegado, a pesar de las maravillas de la economía globalizada y de los rascacielos relucientes que han transformado paisajes en todo el mundo.

En otras palabras, existen demasiadas personas para las que, cuanto más han cambiado las cosas, más han seguido siendo iguales [aplausos].

Y, si bien la globalización y la tecnología han abierto nuevas oportunidades, han impulsado un crecimiento económico extraordinario en zonas del mundo que antes malvivían, también han trastocado los sectores agrarios e industriales de muchos países. Han reducido enormemente la demanda de ciertos tipos de trabajadores y han contribuido a debilitar a los sindicatos y la capacidad de negociación de los trabajadores. Han permitido que al capital le resulte más fácil eludir las leyes y los reglamentos fiscales de las naciones-Estado para transferir millones, miles de millones de dólares, con solo tocar una tecla de un ordenador.

La consecuencia de todas estas tendencias ha sido el estallido de las desigualdades económicas. Unas cuantas docenas de personas tienen tanta riqueza como la mitad más pobre de la humanidad [aplausos]. Esto no es una exageración, es pura estadística. (…)

En prácticamente todos los países, el desproporcionado poder económico de los que están en la cima les ha otorgado una influencia desmedida en la vida política y los medios de comunicación, la capacidad de decidir qué políticas son prioritarias y qué intereses acaban menospreciados. Hay que señalar que en esta nueva élite internacional (…), muchos se consideran de ideas políticas progresistas, cosmopolitas y modernos. (…) Para algunos, Nelson Mandela es uno de sus héroes. Algunos incluso apoyaron a Barack Obama en las elecciones presidenciales de Estados Unidos y, gracias a mi condición de antiguo jefe de Estado, me consideran miembro honorario de su club [risas]. Y me invitan a todo tipo de actos [risas], me pagan el billete.

(…) Desde sus salas de juntas y sus retiros, los que toman las decisiones que repercuten en el mundo entero no tienen la oportunidad de ver el dolor en el rostro de un trabajador despedido. Sus hijos no sufren cuando se hacen recortes en educación y sanidad porque hay menos ingresos fiscales debido a la evasión de impuestos. (…)

Por eso hubo tanta gente que, al acabar el siglo XX, (...) no supo ver las señales de la reacción que estaba fraguándose, una reacción que adoptó muchas formas. Se anunció de manera violenta con el 11-S y la aparición de las redes terroristas internacionales, alimentadas por una ideología que tergiversaba una de las grandes religiones mundiales y proclamaba una lucha entre el islam y Occidente y entre el islam y la modernidad; y la desafortunada decisión de Estados Unidos de invadir Irak no contribuyó a mejorar las cosas, sino que aceleró un conflicto sectario [aplausos].

Lo peor fue seguramente el devastador efecto de la crisis financiera de 2008, el comportamiento irresponsable de unas élites que provocó años de dificultades para la gente corriente de todo el mundo y que dejó sin contenido todas las garantías anteriores de los expertos, todas esas afirmaciones de que los reguladores financieros sabían lo que hacían, que había gente supervisando (…).

Y entonces empezó a aparecer una política del miedo, del resentimiento y la trinchera. (…) De pronto está en ascenso la política del hombre fuerte, que conserva las elecciones y una pseudodemocracia —solo en la forma— mientras que los que ocupan el poder tratan de socavar todas las instituciones y las normas que dotan a la democracia de significado [aplausos]. En Occidente tenemos partidos de extrema derecha que a menudo no solo presentan programas proteccionistas y de cierre de fronteras sino también un nacionalismo racista apenas oculto.

Por consiguiente, ahora que conmemoramos el 100 aniversario de Madiba, nos encontramos en una encrucijada, un momento en el que dos visiones muy distintas del futuro de la humanidad compiten para conquistar a los ciudadanos de todo el mundo. Dos relatos diferentes sobre quiénes somos y quiénes debemos ser. ¿Cómo debemos reaccionar?

¿Debemos pensar que la ola de esperanza que sentimos cuando Madiba salió de la cárcel y cayó el Muro de Berlín era una esperanza ingenua y equivocada? (…)

Les voy a decir lo que creo yo. Creo en la visión de Nelson Mandela. Creo en una visión que era también la de Gandhi, Martin Luther King y Abraham Lincoln. Creo en una idea de igualdad, justicia, libertad y democracia multirracial, construida sobre la premisa de que todas las personas son iguales y nuestro creador dio a todos unos derechos inalienables [aplausos y aclamaciones]. Y creo que un mundo regido por esos principios es posible y puede lograr más paz y más cooperación en busca del bien común. Eso es lo que creo.

Y creo que no tenemos más remedio que seguir adelante; que quienes creemos en la democracia, los derechos civiles y una humanidad común, tenemos un relato mejor. Y pienso que no es una opinión basada en sentimientos, sino en hechos irrefutables.

El hecho de que las sociedades más prósperas y triunfadoras del mundo, las que tienen el mayor nivel de vida y mayor grado de satisfacción entre su población, sean precisamente las que más cerca están de ese ideal progresista y liberal (...).

El hecho de que los países que se apoyan en el nacionalismo desatado y la xenofobia y en doctrinas de superioridad tribal, racial o religiosa, en los que ese es el principio que mantiene unidos a los ciudadanos, acaban por consumirse en guerras civiles o externas. No hay más que ver los libros de historia. (…)

Nosotros tenemos un relato mejor. Pero decir que nuestra visión del futuro es mejor no significa que vaya a ganar inevitablemente. Porque la historia también demuestra el poder del miedo. La historia demuestra cómo la codicia y el deseo de dominar a otros se apodera de las mentes de los hombres. Especialmente de los hombres. (…) Vamos a tener que esforzarnos más y vamos a tener que ser más inteligentes. Vamos a tener que aprender de los errores del pasado reciente.

De modo que, en el breve tiempo que me queda, quiero sugerirles unas cuantas pautas para seguir de ahora en adelante, unas pautas extraídas de la labor de Madiba, sus palabras y las enseñanzas de su vida.

En primer lugar, Madiba nos enseña, a quienes creemos en la libertad y la democracia, que vamos a tener que luchar más para reducir las desigualdades y promover unas oportunidades económicas duraderas para todos.

Los últimos 70 años nos han enseñado que no debe ser un capitalismo descontrolado, inmoral y sin regular, y tampoco un socialismo de vieja escuela en el que se controle todo desde arriba. (…) En casi todos los países, el progreso dependerá de un sistema de mercado integrador, que asegure la educación a todos los niños, que proteja la negociación colectiva y garantice los derechos de todos los trabajadores [aplausos], que rompa los monopolios para fomentar la competencia en las pequeñas y medianas empresas, y que tenga unas leyes que acaben con la corrupción y garantice el juego limpio en los negocios; que mantenga cierto tipo de fiscalidad progresiva para que los ricos sigan siendo ricos pero devuelvan algo a la sociedad, de modo que todos los demás ciudadanos tengan dinero para financiar la sanidad universal y la jubilación (...).

Tengo que añadir, por cierto, que estoy sorprendido por el dinero que he cobrado, y no tengo ni la mitad que esa gente, ni la décima parte, ni la centésima parte. Hay un límite para lo que uno puede comer o para la casa que se puede comprar. Hay un límite para los viajes que se pueden hacer. Basta ya. No hace falta hacer un voto de pobreza para decir: “Voy a ayudar un poco a otra gente, voy a atender a ese niño que no tiene suficiente para comer o necesita dinero para la escuela, voy a ayudarle. Voy a pagar un poco más de impuestos. No pasa nada. Puedo permitírmelo”. (…)

Hoy, el mayor reto para los trabajadores en países como el mío es la tecnología. (...) Porque la inteligencia artificial ya está aquí y es cada vez más poderosa, y va a haber coches sin conductor, y cada vez más servicios automatizados, y eso va a hacer más difícil dar empleo de calidad a la gente, y vamos a tener que ser más imaginativos y reconcebir por completo nuestra organización social y política, para proteger la seguridad económica y la dignidad que van asociadas al empleo. Un trabajo no solo da dinero; da también dignidad, y estructura, y una posición en el mundo, y un propósito. Por eso vamos a tener que pensar en nuevas formas de reflexionar sobre estos problemas, como la renta universal, la revisión de nuestra jornada semanal, cómo reconvertir a nuestros jóvenes, cómo hacer que todo el mundo sea, en cierto modo, emprendedor. Y vamos a tener que preocuparnos por la economía para restablecer verdaderamente la democracia.

En segundo lugar, Madiba nos enseña que ciertos principios son auténticamente universales. (…) Más de un cuarto de siglo después de que saliera de la cárcel, todavía tengo que dedicar tiempo a decir que los negros, y los blancos, y los asiáticos, y los latinoamericanos, y las mujeres, y los hombres y los gays, y los heterosexuales somos todos seres humanos, que nuestras diferencias son superficiales, y que debemos tratarnos unos a otros con atención y respeto. (…)

En tercer lugar, Madiba nos recuerda que la democracia no consiste solo en celebrar elecciones. (…) Él comprendía que no se trata solo de saber quién tiene más votos. Se trata de la cultura cívica que construimos y que hace que la democracia funcione. (…)

Y es verdad que la democracia puede ser caótica, puede ser lenta, puede ser frustrante. Les aseguro que lo sé. Pero la eficiencia que ofrece un autócrata es una falsa promesa. (…)

Y es verdad que la democracia puede ser caótica, puede ser lenta, puede ser frustrante. Les aseguro que lo sé. Pero la eficiencia que ofrece un autócrata es una falsa promesa

Necesitamos creer en una realidad objetiva. (...) Debemos creer en los hechos [risas]. Sin hechos objetivos, no existe ninguna base para la colaboración. (…)

Por desgracia, gran parte de la política actual parece rechazar el concepto de verdad objetiva. La gente se inventa cosas. Lo vemos en la propaganda de Estado, en las noticias inventadas que corren por Internet, en el desdibujamiento de los límites entre información y espectáculo, en la absoluta pérdida de pudor de los líderes políticos cuando se descubre que han mentido: insisten y mienten un poco más. Los políticos siempre han mentido, pero, normalmente, cuando se les pillaba, se mostraban contritos. Ahora siguen mintiendo.

(…) Debemos estar alerta ante la tendencia de que las redes sociales se conviertan en una plataforma para el espectáculo, la indignación y la desinformación; debemos insistir en que nuestras escuelas enseñen pensamiento crítico a nuestros jóvenes, en lugar de obediencia ciega. Debemos resistirnos a caer en el cinismo. (…)

Así, pues, jóvenes (...) mi mensaje es sencillo: seguir creyendo, seguid avanzando, seguid construyendo, seguid alzando la voz. Cada generación tiene la oportunidad de rehacer el mundo. (…) Es un buen momento para ponerse en marcha. (…)

Madiba nos recuerda: “Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, sus orígenes o su religión. La gente tiene que aprender a odiar, y, si puede aprender a odiar, también puede aprender a amar, porque el amor es algo más consustancial al corazón humano”. (...) Que esa sea nuestra estrella polar y nuestra guía, alegrémonos de nuestra lucha para poner esa verdad de manifiesto, de modo que, dentro de 100 años, las generaciones futuras puedan recordar y decir: “Siguieron avanzando y, gracias a ellos, hoy vivimos con nuevas banderas de libertad”.

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

21 de julio de 2018

El País

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