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Carlos Raúl Hernández

"...favor abordar el avión a Puerto Príncipe..."

Carlos Raúl Hernández

Mientras Latinoamérica avanza entre baches y sana sus heridas, Venezuela se dirige a compartir un dudoso nicho con el epítome del fracaso humano: Haití. No es una exageración, ni un manejo desaprensivo de los conceptos comparativos. Es una realidad escalofriante. El discurso convencional en estos casos dice que “estamos al borde del abismo”, pero a renglón seguido, aparece la fórmula: “a menos que…”. Si se siguen las instrucciones del orador, en general un candidato, el peligro quedaría mágicamente conjurado. La cruda realidad es que no estamos “al borde” porque ya caímos y nuestra mejor esperanza consiste en que podamos asirnos de algún arbusto en la cintura del desfiladero, y eso lo permitirían la voluntad y la inteligencia política. Caldera, Chávez, las élites y los pobretólogos decían que entonces había 80% de la población en la pobreza. Ahora es verdad.

Ellos hicieron ver que vivíamos en una especie de pozo séptico de miseria y corrupción, solo que los muchachos en los barrios usaban Nike y Adidas y el dólar costaba 60 bolívares de entonces, 6 céntimos de hoy. Por el momento lo que nos diferencia de la desventurada isla de Haití es que en 40 años de democracia se creó una infraestructura de acueductos, cloacas, electricidad, autopistas, carreteras, viviendas, hospitales, centros comerciales, centros educativos, telecomunicaciones, tráfico aéreo y terrestre, redes de distribución de alimentos, editoriales, periódicos, que le dieron a Venezuela hasta hace poco la condición de país más moderno de la región. Haití y Venezuela eran la antítesis. El primero nunca en su historia, salvo trágicos remedos, ha tenido democracia. Dictaduras, violencia, macumba, golpes militares.

Separados al nacer
Desde 1957 hasta 1988 gobiernan los dos Duvalier en un régimen de terror creado de los tonton-macoute. Podía pensarse que con el final del duvalierismo, comenzaría una era de libertad, paz y progreso, como Venezuela desde el 23 de enero de 1958. Pero en 1988 al presidente Leslie Manigat lo expulsa el general Henri Namphy, a su vez derrocado por el general Prosper Avril, cuya subsecuente defenestración permitió elecciones bajo dirección de la comunidad internacional. Triunfa en ellas el sacerdote Jean-Bertrand Aristide, primer presidente electo en la historia, -populista e irresponsable- al que sacan con un golpe, regresa, lo vuelven a sacar, hasta que en 2004 invaden los cascos azules para desencajar del poder al general golpista Raoul Cédras. En 2006 eligen a René Preval, en 2011 inicia el gobierno de Michel Martelly, y luego de estar suspendidas las elecciones para evitar la guerra civil, se realizan en 2016.

El organismo electoral declaró triunfador a Jovenel Moïse, sin reconocimiento de los candidatos derrotados, que prefieren matar a su pueblo que ponerse de acuerdo. Gran parte de esa abominable historia ocurre mientras Venezuela vivía una democracia que resintió sus defectos en 1983, en 1989 comenzó la recuperación, y sus partidos políticos y élites decidieron acabarla a partir de 1992. Desde ese momento, hace 25 años, el liderazgo nacional se decidió a hundir el país en ese rincón del infierno donde se saluda ya con el zombie de Duvalier. Ambas naciones tienen en común, en 2017, a diferencia del resto de la región, la inexistencia de democracia y la coincidencia entre factores de poder para destruirlo todo. Lo que parece vincular mellizalmente a Haití y la Venezuela que nació en 1992 es la monstruosa incapacidad de los grupos dirigentes para construir.

Entender para ganar
Particularmente cuesta entender que no es posible dirigir una nación si no existen acuerdos básicos de gobernabilidad que se plasman en la Constitución y que por eso, ella debe ser inviolable. Los grupos de poder haitianos demostraron que no pueden convivir y que cada uno necesita el exterminio del otro, con el agravante de que evidencian también que las crisis orgánicas en cualquier sociedad solo se resuelven si los factores de poder pactan para respetar los resultados electorales. De no ser así, las elecciones sucumben a los militares y los militares a las elecciones, en un remolino que hunde al país víctima en la barbarie. Los factores dirigentes en Colombia pudieron verlo claro, y si bien Uribe derrotó a la guerrilla militarmente, cuota esencial porque era un conflicto armado, Santos logra un acuerdo que podría permitir la convivencia en el tiempo y la estabilidad.

El fujimorismo aceptó el pacto democrático, tal como el pinochetismo, el PRI, el Farabundo Martí y los Tupamaros. El caos en Venezuela es precisamente porque no hay Constitución y un claro síntoma es la insolencia de un uniformado ante la voluntad popular representada por el Presidente de la A.N. ¿Se imagina Ud. que esto hubiera ocurrido, no digamos en Francia, sino en la hermana Colombia? (peor fue ver a un atajo de hienas descerebradas que insultaban al Presidente del Legislativo porque no le dio por lo menos una patada en los testigos al agresor). Con esta lógica verdulera, Bush ha debido salir para la calle con el que le tiró un zapato y Rajoy fajarse como un macho con el fulano en Pontevedra que le estrelló una trompada. Las revoluciones son como Circe: transforman los humanos en animales.

@CarlosRaulHer

El 350

Carlos Raúl Hernández

(A Eglée González)

La Constitución es un conjunto de normas que la Humanidad inventó específicamente para proteger los seres humanos frente al Estado, el más temible depredador cuando anda por la libre. Georg Jellinek escribió que era la jaula que encerraba a la fiera del poder. Esas mismas normas generalmente establecen la anatomía y la fisiología de las instituciones, cuáles son sus órganos y cómo han de funcionar. Fijan límites hasta donde Leviatán no debe dar un paso más porque peligran los derechos a la vida, la privacidad, la propiedad y la libertad. Así el término “dictadura constitucional” de los años cincuenta es un contrasentido y los gobiernos son dictaduras precisamente cuando pueden disponer de la vida, libertad y propiedad de la gente, porque no hay Constitución. Las constituciones son reglas que las sociedades sanas no deben implantar por mayoría sino por consenso.

La mejor Constitución que tuvo Venezuela, la de 1961, asesorada y escrita por brillantes juristas españoles asilados aquí para la época, fue producto del consenso entre las fuerzas políticas y sociales. Con el mismo fin las constituciones de las grandes democracias solo se pueden aprobar, reformar y enmendar a través de un complicado mecanismo que incorpora mayorías calificadas de los parlamentos, las legislaturas regionales y los municipios –así era la de 1961– un amplio acuerdo horizontal y vertical. El sentido es claro: impedir que un demagogo mayoritario pueda pasar por encima de las minorías y aplastarlas. Incluso, autores tan diferentes como Montesquieu, Hayek y Rawls no contemplan que los derechos esenciales se sometan a mayorías electorales, sino al acuerdo entre mayorías y minorías.

El demagogo peligroso
Hitler, con su facultad para enloquecer a los alemanes, podía hacer la Constitución que le diera la gana, hasta el extremo de que un pensador de la talla de Karl Schmith no tuvo pudor para escribir que el poder constituyente en Alemania era el fuhrer que encarnaba la voluntad del pueblo, –como Fidel la de Cuba. La de EEUU elaborada en la Convención de Filadelfia, concilió intereses antagónicos del Estado Federal naciente contra los estados, los estados grandes contra los pequeños; y los choques multidireccionales entre el Estado Federal, los estados, los municipios, y el corazón de la sociedad libre: los derechos de los seres humanos individuales. Así creó la obra de ingeniería política más admirable de la Humanidad. Fue la obra cumbre de un hombre cumbre, George Washington, y suya la creación del Senado en sentido actual. En la Convención se presentó una crisis que casi hundió el proyecto constitucional.

Varios estados estuvieron a punto de retirarse porque según el diseño presentado, para integrar la Cámara de Representantes cada estado escogería un número de diputados correspondiente al volumen poblacional, lo que aplastaría los estados pequeños: Virginia elegiría veinticinco, por ejemplo, mientras Rhode Island tendría uno solo. Washington ideó entonces la Cámara Federal, el Senado, en la que todos tendrían por igual dos senadores, y que sería política y administrativamente la instancia superior. Controlaría la gestión de la Cámara de Representantes y daría el visto bueno o no a las leyes que vinieran de ella. Los senadores se elegirían por ocho años mientras los representantes lo serían por cuatro años. Así superó el impase, pese a que nunca disertó en las plenarias –habló diez minutos en la clausura– desayunaba con las delegaciones por separado para discutir con ellas.

La amenaza Constituyente
De allí su conocida anécdota. Vertió café hirviendo en el plato, mientras comentaba “…el café viene caliente de los representantes. El Senado lo enfría”. Un siglo después el poder constituyente recorrió el mundo para devorar el orden anterior y crear una nueva sociedad. En el XX el golpismo latinoamericano lo descubrió y más reciente, los marxistas. Antonio Negri, el teórico terrorista italiano de Brigadas Rojas –huésped bolivariano– descubrió que “el poder constituyente es la revolución”, y tuvimos el proceso en Venezuela, Bolivia y Ecuador. El espantajo constituyente se convirtió en una amenaza democrática a la democracia y al orden establecido, tal como lo vivimos, y por eso ninguna Constitución decente contiene semejante sífilis política que pone de nuevo en manos de mayorías momentáneas caudillos el destino de los Derechos Fundamentales. Pero los demagogos embriagados de popularidad dejan colar un error.

Desde la Edad Media se acepta el derecho a la rebelión, como reza en la Declaración de Independencia de EEUU y en las constituciones francesa y alemana entre muchas otras, aquí llamado 350: todo ciudadano, civil o militar está obligado a restablecer por la fuerza la Constitución si el Estado la viola. Es un principio que desprevenidos confunden con la realidad, y que en la práctica sirve solo para legitimar una acción, pero no la realiza, ni otorga la fuerza para hacerlo (algunos creían que al “aplicarlo” el gobierno “se iba”). Lo imaginan como una trompeta de Jericó cuyo solo sonido derrumba las murallas, una invocación sobrenatural. Incluso, una vez que la fuerza actúa, los políticos son los que califican: para la OEA de entonces, las caídas de Zelaya en Honduras y Lugo en Paraguay fueron golpes de Estado, pero hoy seguramente las evaluarían como rebeliones constitucionales.

@CarlosRaulHer

Legalmente rubia

Carlos Raúl Hernández

La Fiscal Ortega matiza la situación política. Con serenidad, sin estruendo ni destemplanzas, devuelve a la Fiscalía funciones que le corresponden en un país civilizado. Su sex-appeal político basa en que lleva las palabras hasta el borde, con sutil toque de pudor, y no se extralimita como es la regla por aquí. Asume sus funciones como sus colegas en Perú, Salvador o Argentina, por no decir Brasil donde los poderes, luego de decapitar a la Presidenta, están a punto de detonar el más grande escándalo de corrupción en la historia latinoamericana. El proceso Odebrecht, la primera gran multinacional socialista del continente será medalla de oro de corrupción continental y se coloca en competitividad con las grandes pestilencias del mundo. Casi todos los países de la región serán afectados cuando estalle el escándalo.

El caso lo construye pacientemente el Ministerio Público de Brasil en una pesquisa que ya lleva dos años. A la Fiscal de Venezuela la tienen sitiada, los organismos regulares le niegan información sobre brutalidades contra la ciudadanía durante la movilización por elecciones generales 2017, pero ella la recibe por los caminos verdes. Así pudo desbaratar los falsos números de heridos y detenidos en las movilizaciones, y la endeble coartada en el caso del estudiante asesinado por impacto de una lacrimógena en el pecho. Algunos de su bando comienzan a infamarla, pero dentro y fuera del país su imagen crece y se convierte en efigie de equilibrio y sensatez, virtudes tan escasas en el sistema político como los diamantes. La opinión que emitió sobre el proceso constituyente fue meramente política, pero sabemos que desde el punto de vista jurídico la propuesta es un ornitorrinco.

Sin mañana
“Ud. que se hace el copete y yo que se lo rebajo” dice Florentino. Le baja el copete al gobierno al increparlo con lo que piensa la mayoría de los bolivarianos, a los que pretenden tocarles su Constitución, su vellocino de oro. Ella tiene a favor ser una figura histórica del chavismo, pertenecer al inner circle de Chávez, gozar de amplio respeto en la FF.AA, y quién sabe si se exagera al pensar que uno de los fines principales de la tal constituyente es desaparecerla de la cartografía. El balance de los estrategas del gobierno los conduce a una peligrosa jactancia por sus victorias fácticas frente a los gestos de sacarlos desde 2014 con movilizaciones de calle, derivadas en guarimbas. Les ardía la ponzoña por el ascenso sostenido de las fuerzas opositoras, que alcanzó una mayoría demoledora el 5D. Hablan de “sacarse el clavo” con la constituyente. Según Mario Puzzo “odiar al enemigo quita frialdad para derrotarlo”.

La rabia les nubla el pensamiento estratégico y les hace ver las cosas con visión de pollito, grano a grano, hormiga por hormiga. Ciertamente se han lucido hasta ahora al abatir tan grande amenaza estratégica que pondría en jaque hasta la Quinta Flota de EEUU civiles en las calles y muchachos en escaramuza con la GN, y por eso asombra que haya tantas bajas como en combates de guerras regulares. Pero deberían saber que pese a tales victorias sobre no-amenazas, navegan el Andrea Doria y ganan altercados menudos mientras la estructura de la nave colapsó. Crece la ingobernabilidad porque no saben, ni les interesa qué hacer con el hambre generalizada, y aunque logren gloriosas victorias militares contra estudiantes y amas de casa armados del 350, el río de rabia truena, salvo en un pequeñísimo sector de privilegiados. No hay mañana.

Pedro Navaja, matón de esquina…
Los complicados meandros de esa caricatura llamada constituyente, peligrosa porque se hace real como los pulp fiction japoneses de Tarantino, llevarán la oposición a abstenerse. Y no por falta de ductilidades que apunten a los movimientos reales de la política y desdeñen las ideas fijas, sino porque está concebida para que solo participen los camaradas. Pero alguien debería estar atento porque pueden presentarse catalizadores, fenómenos que induzcan interesantes sorpresas, en virtud de la falla geológica que resquebraja los fundamentos del gobierno. Es posible que el desengaño chavista se haga sentir y le dé algunas sorpresas desagradables al gobierno. Los esfuerzos por hacer cada vez más excluyentes las condiciones de la “constituyente” la harán posiblemente el episodio más grotesco de la política venezolana y sus costos serán incalculables. En el lenguaje político había una pintoresca categoría: los submarinos.

En procesos de votación, militantes de una tendencia se hacían elegir delegados en las listas de la opuesta. En el triunfo de Chávez en 1998 el submarinismo se hizo épico. Los partidos del status, AD, PV, Copei, con las operaciones electorales acarreaban sus electores a las mesas, solo para que terminaran votando por “el comandante”. En este caso el REP es desconocido, lo decide el gobierno, pero pueden llevarse sorpresas. Una de las leyes de la termodinámica dice que no hay espacios vacíos en el universo y que el lugar de un cuerpo ausente lo ocupa otro. Hay que estar atentos ante la posibilidad de que nazca una nueva tendencia crítica en el chavismo, porque otros de sus grupos disidentes lucen integristas, mormones, hablan un lenguaje que los divorcia de su base natural y eso pudiera condenarlos a la grupusculización. La constituyente privada parece una lápida.

@CarlosRaulHer

Comer no es prioridad

Carlos Raúl Hernández

La Constituyente comunal y militar está prediseñada como un proceso interno del PSUV y la reacción de la opinión pública en contra es terminante, incluida la fiscal Luisa Ortega. Concebida para barajar la crisis, es más bien agua para chocolate, la multiplicará, porque además de ser políticamente gravosa, revela desprecio por los dramas de la mayoría. Nadie explica hasta ahora cuáles serían los urgentes cambios a la Constitución de 1999 que la justifican. ¿Se venció la bicha y es necesario hacerle modificaciones? ¿Cuáles son los graves baches que argumentan su cambio, que si existieran se subsanarían con reformas o enmiendas, como contempla su texto. Pero eso pretende celar el objetivo real: ponerle la mano a un hacha, la Constituyente misma, para decapitar los poderes defensivos de la sociedad y devastar de nuevo el sistema político. Ya lo habían hecho.

Inflación, devaluación, recesión –plantas exóticas hoy en el mundo– se ceban en nuestro pobre país y lanzan a la gente por un tobogán de pobreza y resentimiento. Mientras todo se desestructura, los gobernantes maquinan jugarretas para perpetuarse en el poder y se hacen los locos frente a sus compromisos: que venían a redimir al pueblo de humillaciones y sufrimientos causados por la democracia. Convencieron a la mayoría, con una pequeña ayuda de sus amigos, de que aquí la vida era un infierno, y los aplaudieron, los amaron, les dieron todo lo que pedían, y el resultado es la mayor tragedia social conocida en Venezuela en 90 años. Dieron la espalda, no les importa el rechazo de 80% y confiesan sin ningún rubor que no hacen elecciones porque las pierden. Así son las revoluciones.

La esencia del guaguancó
La esencia de las revoluciones es la ilegalidad y el escamoteo de los hechos, editar las fotografías de la historia, por lo que Lucio Colletti las llamó “imperio de la mentira”. Lenin convierte la falacia abierta en poder. Propone una revolución obrera en un país sin obreros (2% de la población) y un partido obrero aunque de su comité central apenas uno lo es, un sindicalista llamado Tomsky. En octubre de 1917 la revolución la decretan “las comunas” reunidas en el soviet de Petrogrado (soviet es precisamente consejo o comuna) aunque de sus 670 delegados, tres cuartas partes (503) eran fraudulentos y sin respaldo popular, como lo declara María Spiridonova, comisaria del pueblo del gobierno comunista. La oposición se retira en un escándalo y su líder Martov, denunció que el soviet era la mascarada de un golpe militar, “un gobierno de obreros, campesinos y soldados donde no había ni un solo obrero, campesino ni soldado”.

Una de las diferencias de fondo es que los partidos obreros europeos eran de masas, mientras los bolcheviques eran una secta eslavófila. Eso dotó a los primeros de un elemental sentido de la realidad que los ayudó a eludir la ruta del despotismo y torcer hacia la socialdemocracia. En cambio los líderes bolcheviques eran principalmente estudiantes fracasados, un puñado de vagos incapaces de trabajar, mantenidos por sus familiares o amigos, a excepción de Trotsky que siempre se ganó la vida como escritor y periodista. Disociados del entorno social, se asumieron como vanguardia, una cofradía golpista autoritaria divorciada de los intereses y los sentimientos de la mayoría. Nadie podía eludir la atmósfera cultural creada por el terrorismo ruso de Nechayev y Tkachov, que para aquellos años tenía el promedio criminal de tres muertos diarios en más de diez años.

No solo de pan…
La oposición venezolana decidió salir a la calle y la respuesta hasta ahora (2017) ha sido inclemente, furiosa. Dos inhabilitaciones arbitrarias a gobernadores, Constituyente comunal y militar que elimina elecciones presidenciales y de gobernadores y alcaldes. Lo malo para sus postulantes es que la Constituyente nace en medio de la hostilidad de la enorme mayoría ciudadana, a diferencia del fervor de 1999 del que se preciaba Chávez y para él le confería hasta poderes mágicos. A los delegados más que elegirlos, el gobierno les adjudicará los cargos a través de operaciones opacas e ilegales. En vez de ser el REP la base votante, lo será algún nuevo registro de “organizaciones sociales” en el que podrán inscribirse las que el gobierno considere conveniente. En términos simples designarán una asamblea de sus militantes y partidarios para arrasar las instituciones de facto sin pedir autorización a nadie.

Chávez podía realizar todo tipo de operaciones porque ganaba los procesos electorales, generalmente en buena ley. Así velaba su autoritarismo y el mundo lo vio con simpatía. En este caso no hay nada de eso sino la consolidación autocrática con un proceso electoral estilo cubano. Decíamos que se profundizará la crisis porque mientras andan en lo único que parece preocuparles, diseñar tirabuzones para perjudicar a la sociedad que un día los bendijo, les interesa muy poco la desintegración social, la gravedad de las condiciones de vida de la inmensa mayoría. Hace unos años un alcalde revolucionario que inició la decadencia de Caracas, declaró que si se ocupaba del alumbrado y de tener “las calles bonitas”, terminarían colgados de los postes. Esa es la filosofía: no distraerse en que la gente coma y viva. La revolución tiene tareas más urgentes.

@CarlosRaulHer

Historia de una ilusión

Carlos Raúl Hernández

En 1999 cuando gana las elecciones venezolanas, hacía ya largos diez años que el proyecto socialista había naufragado históricamente, y sin embargo cabezas llenas de aserrín decidieron resucitarlo. Producto de su desmesura, su exagerada valoración de sí mismo, monumentales ingresos petroleros y falta de sentido de la realidad, el caudillo se sintió el nuevo Lenin, destinado a recuperar la esperanza en los deprimidos comunistas y afines, para el momento perdidos después de la debacle de Berlín, que lo apoyaron, o más bien se colgaron de sus perneras. Creó Alba, una especie de Internacional de menesterosos con la boca aguada por el deseo petrolero (el deseo definido como “sumisión provocada por la presencia de una ausencia”) para influir en los movimientos políticos regionales. Esa corte de los milagros le permitía hacer, pero sobre todo deshacer en la OEA.

Desde allí se hicieron demasiadas operaciones oscuras que deberían ser estudiadas e historiadas como testimonio de cuando la región se retrocedió del siglo XXI. La huella del “cambio de era” es terrible y desencaminó a un grupo de países -y en general a la región- que se habían librado de los atavismos mentales creadas por Perón y Fidel y los volvió a contaminar de sombras. La democracia parecía consolidada y las economías se abrían y funcionaban cada vez mejor, pero llegó el comandante y mandó a parar. Su sombría influencia inspiró/contribuyó a las derivas de Morales, Correa, Ortega, Lula, Kirchner, Zelaya, Lugo, Bachelet y desenterró el zombie de la autocracia. Y efectivamente logró convertirse en Lenin por quince minutos, al decir de Warhol. Un afiche con su fotografía podía encontrarse en los recovecos de cualquier grupo hermano espiritual del mundo. Lo tenían los militantes de Hezbollá en sus oficinas.

Volver del pasado
También los activistas antiglobalización en París, los melenudos de Podemos, y las Farc, el PSC, –retrotraído casi al pre allendismo con Bachelet y Vallejo– el kirchnerismo y el PP de Brasil. Muchos creyeron que la oleada roja venía para quedarse, pero a diferencia de la izquierda comunista clásica, que duró más de 150 años y 70 en el poder, esta Internacional de sedientos bebedores de aceite se mantuvo hasta que duró el chorro y mientras las democracias latinoamericanas –y la española por ahora– decidían librarse de ellos. Para la fecha, la opinión pública global solo se pregunta cómo será el final de la obra, porque ya se vendieron todas las entradas. A principio y por varios años, cuando la ola de prestigio bañaba a los bolivarianos, la expectativa en vilo era la posibilidad por primera vez de que se hiciera una revolución por la vía democrática.

Tal como lo quería Rosa Luxemburgo, un régimen popular que no necesitara ni siquiera armas porque se sostendría en hombros del pueblo. Hoy las preocupaciones son contrarias y van por la vía de si será posible que Venezuela se safe de un proyecto totalitario por las buenas, sin matanzas ni intervención del Tribunal Penal Internacional. Hungría, Polonia, Rusia y tantas otras lo hicieron, pero muchos dudan que aquí podamos, por la tradición de 25 años de equivocaciones que lleva el país. Sobreviven gracias a nigromancia en Venezuela y en tres pequeños países, para sus respectivas pesadillas: Ecuador, Nicaragua y Bolivia. Luce cuesta arriba que los grupos de poder se quiten las gríngolas, tuerzan el pescuezo y vean para los lados donde está la realidad. Un cuarto de siglo de equivocaciones necesitan una enmienda profunda, pero tropiezan incansablemente la misma piedra.

Cuernos y palos
La experiencia, tal como la cubana en los años 60, ha servido para vacunar nuevamente a la opinión pública internacional sobre el siniestro mal entretenimiento que significa el proceso revolucionario. Cuernos y además palos, miseria y caudillos arrogantes. Hoy en Venezuela hace mucho que se acabó el proceso, aquélla expectativa agónica sobre cuál sería la nueva “medida” que lanzarían por TV para perjudicarnos a todos, –particularmente a los menos favorecidos– qué nueva flecha envenenada saldría de aquél arco caótico que lanzaba disparate tras disparate. Por su terquedad fatal y desconocimiento de la experiencia histórica repitió lo que ya había fracasado de manera aplastante y dolorosa. En la siguiente etapa se limitaron a administrar el desorden, la ingobernabilidad económica y social, la inflación galopante, el desempleo la delincuencia. Y hoy día simplemente sobreviven como pueden.

Solo se ocupan de conspirar, reprimir el malestar que crearon y se sostienen únicamente en el aparato de fuerza, cuyo propósito debiera ser que se cumplieran los plazos constitucionales. Equivocados al pretender repetir la entronización cubana de los 60, hecha contra viento y marea, gracias a un acuerdo entre Kennedy y Kruschev. La diferencia es que aquella era una época gloriosa y los guerrilleros verdeoliva ídolos en el planeta entero, a pesar de que desde su comienzo dejaron claro que encarnaban la barbarie, cosa que parecía no importarle al mundo de las ideas y la comunicación. Para la fecha de hoy, Cuba es un enfermo que tiene miedo a las medicinas, mientras por aquí la tragedia se desenlaza y las fuerzas internas y la comunidad internacional tienen la preocupación de propiciar que no haya un accidente aparatoso y se logre un aterrizaje de emergencia con asistencia de bomberos y personal especializado.

@CarlosRaulHer

El círculo del poder

Carlos Raúl Hernández

El TSJ prácticamente disolvía la Asamblea Nacional –un fujimorazo sin tanques–, pero la subsecuente reacción de la Fiscal Luisa Ortega erradicó la Sentencia hasta de la página WEB, complejidades que debieran ayudarnos a superar el daltonismo que a veces nos priva de una gama enorme de colores de la realidad. Los más ingenuos hacen uso de la astucia chapulín para demostrar que todo ha sido una maniobra del gobierno para confundirnos y la Fiscal, una actriz. Un ejemplo y a la vez detalle humorístico –pero asombroso– es que hay por ahí un grupo que exigía a quien quisiera ser militante, reconocer que en Venezuela hay una dictadura y cualquier titubeo sería propio de colaboracionistas, es decir, herejes, brujas, sirvientes del diablo. La Gestapo observaba, arrestaba por sospechosos y pasaba a la cámara de torturas a quienes oyeran usar determinadas palabras criptocomunistas.

Con igual mecanismo del intelecto, en los debates teológicos medievales los nominalistas creían que las cosas existían al nombrarlas y muchos fueron a la hoguera por dudar. En un enfoque constitucional legítimo podría hablarse de una cadena de golpes o de un golpe continuo desde hace dieciocho años. Suspender los diputados de Amazonas, declarar en “desacato” nada menos que al órgano de la soberanía popular, no pagar los sueldos, no asistir a las interpelaciones, no reconocer su nueva directiva, son sucesivos microgolpes de Estado en su sentido estricto (un poder que de facto usurpa o desconoce atribuciones otro), micro ACVs en las instituciones democráticas. Pero revolución es justamente antítesis del concepto moderno de Constitución, norma que existe para consagrar la inviolabilidad de la vida, la libertad y la propiedad, y limitar las atribuciones del poder.

Nuevos y viejos leninistas
La revolución, por el contrario, se establece para liquidar el Estado de Derecho burgués y expropiar los derechos a la vida, la libertad y la propiedad. En Quienes son los amigos del pueblo… Lenin dice que “la ruptura completa y final con los demócratas es inevitable e imperativa”. Eso nos permite otra perspectiva, ya no constitucional sino match-política: un enfrentamiento entre Estado Vs. Sociedad en el que el primero despliega desde hace dieciocho años una estrategia gradual para desintegrar los dominios sociales y crear una sola potestad, a lo que la sociedad naturalmente se opone. La revolución necesita requisar las jurisdicciones autónomas de la ciudadanía y decapitar la Asamblea es un paso necesario, así como los gobernadores y alcaldes, y que el país no se haya batido como una fiera para defender su elección fue una ceguera irreparable.

Es de match-política que el núcleo duro revolucionario se haya lanzado sobre el cuello de la AN en esta coyuntura de debilidad por efecto de annus terribilis 2016. Se pensaba que funcionaba la aplanadora unánime y se emplearía a fondo. Pero la Fiscal Ortega Díaz se salió del carril y cuestionó, con la fuerza que le da su ubicación en el círculo del poder, la ruptura del orden constitucional, y se sospechaban reacciones similares de otros miembros del Poder Moral, una seria grieta. Eso produjo las tartajeantes decisiones posteriores que regresan la situación donde estaba antes del estallido de cólera que quiso degollar el Poder Legislativo. Puede pensarse que a partir de este momento comienza en el gobierno la cadena de operaciones que conduciría a destituir a la Fiscal, cosa que constitucionalmente no parece viable porque tendría que hacerlo la Asamblea

Semivírgenes
Aunque a los que mandan eso parece rodarle, no es así cuando se refiere a efectos políticos en el chavismo y en la FAN. Y lejos de extraviarse por otras veredas, la respuesta democrática debía ser tomarle la palabra al presidente Maduro en su alocución e invitar los mediadores internacionales, y dirigir todos los esfuerzos a elecciones de gobernadores y alcaldes este año, y presidenciales en 2018. Este tormentoso episodio es propio de lo que Giovanni Sartori llama semidemocracias o semidictaduras, a las que se ajustan las instituciones actuales y sería inimaginable en una dictadura cerrada dicha, como las de Videla o Pinochet– y muchísimo menos en una dictadura totalitaria, como Cuba (aún) o Norcorea (Hitler simplemente pasó ejecutó a Roems y las SA). Howard Hiarda, profesor de Harvard plantea una curva de hamaca con varios grados intermedios entre la democracia plena y la dictadura cerrada.

Para ubicar cada país en la curva, analiza en cada uno grupos de variables políticas y económicas para evaluar si los países avanzan en el proceso democrático o por el contrario, retroceden hacia la dictadura. En 1989 con la incorporación de la elección directa de gobernadores y alcaldes, la apertura económica, la incorporación de partidos opositores al control de importantes estados, Venezuela avanzó casi hasta la democracia plena. No tuvimos capacidad para manejar un país que triunfaba y hoy se encuentra cerca del rango contrario y con la posibilidad de ir más allá de la antimeta. El elemento decisivo para su lugar terminante será el compromiso constitucional de convocar elecciones presidenciales el año próximo y, naturalmente, las de gobernadores y alcaldes durante éste.

@CarlosRaulHer

"...carta desgraciada, puño y letra de mi amada"

Carlos Raúl Hernández

Los pronosticadores y adivinos tienen material para los siguientes 21 meses, a ver qué descubren en esta política congelada. Incertidumbre. No hubo elección de gobernadores en 2016, y después de una ristra de triunfos electorales, se apagaron los faroles y se encendieron los lirios. En un mundo normal, este año debieran hacerse, el próximo las presidenciales, pero el gobierno camina hacia atrás con la cabeza torcida hacia adelante. ¿Decidirá no contarse en elecciones burguesas porque su poder es una emanación revolucionaria irrevocable y trascendente? ¿Es posible que Venezuela sea Cuba dos? ¿Al contrario, irá con mega-elecciones en 2018? ¿Será Maduro u otro candidato, Cabello o Istúriz? ¿Se lanzará Lorenzo Mendoza en este momento de juegos abiertos y vacío político? ¿Cuáles son los alcances de una eventual sanción de la Carta ¿Democrática Interamericana?

El socialismo desestima el dolor humano requerido para conquistar el paraíso. Para el brillante psicótico Maurice Merleau-Ponty en su libro Humanismo y terror de 1946, no importaban los millones de muertes en el estalinismo. Ni la miseria infernal, los gulags y el encierro de la revolución en una cortina de hierro, su aislamiento feroz. Todo lo justificaría el sueño esplendoroso de la sociedad justa, el socialismo futuro. Al final de la Historia, los sufrimientos habrían sido los ladrillos para construir la Justicia, lo que Lacan denomina “ética del juicio final”. ¿Vale eso hoy cuando las promesas revolucionarias terminaron en amasijos de escombros y fracasos retorcidos, narraciones siniestras, derrelictos cubiertos de azules cucarachas de mar? Como Stalin, Castro mantuvo el poder con la excusa de “la agresión imperialista”, “el bloqueo” y la expulsión de la OEA que le permitieron encerrarse y aislarse.

Aplicación que nunca se aplicó
El año pasado con motivo del debate en la OEA, el Secretario General Almagro anunció iniciada la aplicación (como una pomada) en Venezuela de la Carta Democrática Interamericana, cosa que no fue cierta. Según afirma ahora Almagro, en esta segunda vez sí será verdad y por doquier la ingenuidad se frota las manos. Pero la Carta no autoriza a la comunidad americana –que tampoco cuenta con fuerzas disuasivas– para intervenir ningún país, aunque dos tercios de la Asamblea de Cancilleres pueden expulsarlo de su seno y aislarlo como favorece al totalitarismo. A la polémica y confusa salida de Hugo Chávez de la Presidencia de la República en abril 2002, una cómoda mayoría bolivariana del organismo interamericano, en uso de la Carta exigió restablecer el esquema constitucional de inmediato, al tiempo que el poder disidente por su cuenta se desmoronaba por conflictos internos. La experiencia duró poco más de 48 horas.

Nada tuvo que ver la Carta pero apareció asociada al regreso de Chávez sobre los hombros del general Baduel. No hubo tiempo de sanciones. En Honduras (2009) el Tribunal Supremo y el Congreso destituyen a Manuel Zelaya conforme dictaba el mandato constitucional, lo que la mayoría bolivariana de la OEA llamó golpe de Estado y expulsó al país. Y el resultado fue inane, a pesar de que se aplicó a fondo. Los poderes legítimos de Honduras mantuvieron su decisión por bastante tiempo sin atender al dictamen, hasta que completaron el proceso electoral y escogieron un nuevo Presidente. En Paraguay (2012) los poderes también eyectaron constitucionalmente al Presidente Fernando Lugo. De nuevo quisieron forzar su restitución en el cargo, pero como en Honduras el intento no tuvo resultado.

País castigado gobierno impune
Los pequeños Honduras y Paraguay ignoraron a la OEA que tiene pegada de niña, porque carece de cuerpos coactivos, como Cascos Azules. Solo recurre a declaraciones políticas, expulsiones, que en casi todo el mundo han sido contraproducentes. Cuba, Irak, Corea, Irán, Siria, demostraron la inutilidad incluso de sanciones económicas ¿Aislar a Venezuela de la comunidad regional impediría o estimularía un riego totalitario y posiblemente una situación social como la de Haití? Al Assad recibió amenazas rudas y plomo enviado por EEUU, Alemania, Francia, Gran Bretaña y otros países, y hoy paradójicamente recuperó control sobre casi todo el territorio nacional, al costo de haberlo convertido en un reino espectral de ciudades derruidas. Conduce Siria a la Edad de Piedra sin que nadie se lo pueda impedir.

Almagro vuelve a trastabillar al proponer elecciones presidenciales en treinta días, un favor para el gobierno que le permite desarmarlo fácilmente por inconstitucional. Dos tercios podrían expulsar al país, de acuerdo con el artículo 21 del reglamento, una terrible noticia para la sociedad, no tanto para el gobierno. Si rechazan la propuesta del secretario general, lo dejan mal colocado para el desempeño de sus funciones y sería un triunfo de Maduro. Si se aprueba la primera fase, lo contenido en el artículo 20, que requiere dieciocho votos, se impone el avenimiento, conversaciones y negociaciones de las partes, –cosa que hasta ahora factores del gobierno y de la parte de la oposición con mal de rabia no se cansaron de maldecir– en vías de volver orden. A tragarse de nuevo las boberías, hacerse amigos del diálogo y emprenderlo esta vez con seriedad y ayuda de expertos internacionales.

@CarlosRaulHer

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¡Hay fuego en el 27F!

Carlos Raúl Hernández

Sabe mejor que nadie el maestro Elías Pino que la historia es una buena excusa para hablar del presente. Un complejo de culpa tejió la leyenda de “el día que bajen los cerros” en castigo al egoísmo de la próspera gente del Valle, indiferente a las penurias “de La Charneca”. El 27 de febrero de 1989 la profecía se cumplió, de los cerros bajó la avalancha y se unió el populacho de clases medias. Para políticos, sacerdotes, sindicalistas, empresarios e intelectuales, los saqueadores eran virtuosas víctimas de la sociedad y por eso persiguieron al ministro de Defensa, general Ítalo Alliegro, símbolo del orden y semiológicamente hicieron del héroe el criminal. La otra parte del mito, creada por Chávez e ingenuamente seguida por otros, fue usar la teoría de la conspiración, una todopoderosa y genial maniobra izquierdista: fue una operación revolucionaria, nuestra propia Ofensiva Teth. La “explosión social”. Y bastantes se lo creyeron.

La muchedumbre silenciosa y decente de los cerros, se quedó aterrada y asqueada en sus casas, pero el mea culpa de los poderosos hirió a la democracia y dejó una cicatriz mucho peor que las depredaciones mismas. La democracia no sirve y los ricos, la corrupción, los políticos, el neoliberalismo, el FMI, los especuladores, eran los malvados. Pequeños comerciantes, dueños de abastos, panaderías, carpinterías, talleres, quedaron en la ruina. Algunos mintieron que eran miles de muertos, contra lo que reportaron funerarias y hospitales, y como el número de urnas y fosas no daba, la falta de escrúpulos politiquera inventó un tenebroso barco de la muerte que arrojó en altamar montones cadáveres, y otros tantos fueron a prolijas fosas comunes. Quiebran una sociedad con problemas pero en progreso, como la describe Manuel Carrillo de León en su libro El fusilamiento de la decencia (2017).

Teoría de la conspiración
Salvo en la guerra de masas de Vietnam, nunca, never, jamás, en ninguna parte del planeta nadie demostró semejante capacidad insurreccional. Tal vez la tendrían Hitler, Mussolini o Perón y consta en sus movimientos, pero no una pequeña izquierda ocupada en construir microespacios electorales. Y los grupos pretendidamente insurrectos, ñángaras, células, aisladas con nula capacidad operativa, eran extraterrestres, por no decir que odiados por la gente normal de los tres o cuatro barrios donde “hacían trabajo” (favor no contar cuentos...). En 2011, Londres, Birmingham, Liverpool y Manchester se sacudieron con idénticos riots cuya diferencia con nuestros 27 y 28 de febrero fue una cosa: empresarios, eclesiásticos, políticos, sindicales e intelectuales, los enfrentaron enérgicamente. Los entonces jefes del gobierno y la oposición, David Cameron y Ed Milliband, propusieron rápido castigo judicial (hubo más de tres mil procesados).

Inefables sociólogos hablaron de las “causas profundas”, de la “injusticia social”, como si se tratara de Somalia, Etiopía o Cuba. ¿Será Birmingham un infierno de masas hambrientas y oprimidas que devoran una sopa comunal? ¿Habrá que hacer un mundo en el que nadie tenga siquiera que pagar un recibo que lo saque de la felicidad absoluta, cada quien con sus sesenta y cuatro doncellas huríes y ríos de leche y miel? Pero… ¿por qué no armaron turbas a Mao, Stalin, Franco, Ceausescu, Chapita, Pol Pot, Lukashenko, Mugabe, Pinochet, Castro o Kim Jong-il? ¿Será porque la gente ahí era (es) muy feliz? ¿Por qué ocurren en sociedades prósperas y democráticas? En la sesión del Congreso de Venezuela aquel día, mientras más brillaba la luminaria en la tribuna, más lamentable su testimonio para la (ridícula) historia. Igual intelectuales o empresarios.

Bajan los cerros en Montreal
Besaban los pies de la barbarie (como algunos hicieron el 4F). ¿Qué mecanismo falla para que en una sociedad estalle el pillaje? En el estudio de veinte casos de este síndrome hooligans se repite una variable constante, sin folclóricas teorías de la conspiración. La violencia en cadena se produce cuando y solo cuando el Estado no responde contundentemente al inicio de una alteración del orden público. Es un problema policial. Lo dijo el entonces primer ministro Cameron: la pifia de la policía, atolondrada por la turbia muerte en sus manos de un delincuente (Mark Duggan), la inhibió ante el primer motín con vidrieras rotas. Eso estimuló las pandillas hiperconectadas a actuar (sin que se pretenda culpar la tecnología). En Nueva York del siglo XIX las pandillas los Conejos Muertos, los Pendencieros y los Nativos del “Carnicero” Cutting, y en el XX Al Capone y Dillinger, funcionaban bien sin Blackberry ni iPhone).

En 1863 tuvo la marina que terminar a cañonazos desde el Hudson el levantamiento de los gangs en Five Points en vez de la policía arrollada. El 17 de octubre de 1969 en Montreal (¿un infierno social inhumano?) la policía se declara en huelga: hubo saqueos, destrucción y asaltos a bancos hasta que intervinieron el ejército y la Policía Montada. En Nueva York el apagón de 1977 tomó desprevenidos a los gendarmes y hubo mil seiscientos dieciséis saqueos, y mil treinta y siete incendios. En 1992 el bandolerismo incendia Los Ángeles. Había aparecido en TV el video aficionado de la paliza que la policía le dio a un negro, Rodney King, e intimidada, se acuarteló y no detuvo el arranque. En los saqueos de Caracas estaba en huelga la Policía Metropolitana. El gobierno sabe y por eso no habrá “explosión social”.

@CarlosRaulHer

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¡Viva Trump, abajo Zapatero!

Carlos Raúl Hernández

Hay una campaña sucia y sistemática contra Henri Falcón, Manuel Rosales y cualquier conato de racionalidad en las decisiones opositoras. Se sabe quiénes la desarrollan, no con la cabeza, sino con cuidada sea la parte. Es tragedia y comedia al mismo tiempo, porque en vez de resetearse y emprender el único camino, la elección de gobernadores, la oposición se volcó sobre sí misma y un sector se dedica a devorar a otro. Las gallinas jefes del canibalismo se esconden. Si un gran filósofo italiano decía que la política era “bestial y humana”, de lo rastrero y lo sublime, hay quienes solo hacen lo primero. Un pequeño sector rabioso –y unos que no lo eran, ahora colonizados por él– hacen lo que quieren, violentan los acuerdos, desacreditan a los demás, mientras las víctimas fingen no darse por aludidas. Han dicho N veces que hay revolución y no Estado de Derecho, pero se enredan en sus propias definiciones.

Están confundidos en algo tan grave como que un preso político aquí no es un procesado por la Ley, inviolable, y está a expensas de la arbitrariedad, cosa que deberían saber bien. Por esa contradicción, el resultado de las operaciones para la libertad de Leopoldo López es catastrófico, aunque en la neolengua alguien podría decir que fue un gran éxito frustrado (como el RR). En otros lugares de circunstancias parecidas la defensa de un preso político la hacían grupos de Derechos Humanos y abogados independientes que intentaban deslindarlo del conflicto con discursos legal-humanitarios, porque hay que ser demasiado menso para presidir la campaña con la consigna de “gobierno cobarde: suéltalo para que nuestro líder acabe contigo”. Y sin el instinto de conservación de una iguana, surge la genialidad de grandes estadistas: la reunión con Donald Trump

Populacho elegante
La respuesta del régimen fue aplastante, obvia y cruel. Como lo dice la señora Tintori naturalmente atribulada “se vengaron en Leopoldo de mi reunión con Trump”. Su status judicial anterior era una pequeña puerta abierta para la negociación, pero ahora ceteris paribus no podrá ser candidato a ningún cargo público, ni siquiera si lo indultan. Y los responsables políticos directos quieren esconder su torpeza con la única habilidad que poseen: hacer que el populacho elegante trasmita por Twitter su condición infrahumana y su purulencia moral. Arendt decía que el populacho estaba formado por gente sin escrúpulos ni ética, dispuesta a cualquier bajeza, –más allá de su status social– y así pudimos ver licenciados (Salamanca sin natura) y damas de utilería escupir montones de ratas muertas y hablar como en los lenocinios de Manila. Los “líderes” y sus secuaces 2.0 merecen un concierto de trompetillas.

Cualquier iguana podía prever que se cobrarían con el preso desvalido. Cada vez que los Tupamaros hacían sus acrobacias propagandísticas, los carceleros metían a Pepe Mujica, su jefe, en un pozo de ocho metros de profundidad, hasta que el partido entendió el mensaje, –gracias a eso pudo ser Presidente– cosa que en tres años no descifraron aquí. Nadie genera más rechazo en el mundo que Trump, incluso en Estados Unidos donde perdió la medición electoral por tres millones de votos. Su diferencia con los revolucionarios de por aquí, es que allá existen instituciones hasta ahora invulnerables. Pero si la Corte de Estados Unidos estuviera en manos de pescados como los criollos cuando comenzó la revolución, ya los gringos estarían sometidos. Donald, nuevo padrino de algunos opositores venezolanos, arremete contra medios de comunicación, latinos, mexicanos, artistas, intelectuales, mujeres, homosexuales.

Mi Donald
Alma gemela separada al nacer de Chávez y Maduro, amenaza los que no sean WASP, y se necesita vivir en Saturno para ofrecerle el padrinazgo de la democracia en Venezuela a un atropellador de derechos, un peligro universal. A una mente humana normal le cuesta digerir cómo es que pasa la prueba de integridad reunirse con él, pero reprueba hablar con Zapatero, Torrijos, Fernández y hasta con el Papa. Podía pensarse que las diferencias en la oposición obedecían a tácticas aunque se buscaban los mismos fines con diferentes medios. Las reacciones hacen temer que se forme una oposición identificada con Trump, el Senador Rubio y los del Tea Party por ahí andan los chicos del Ku-Klux- Klan y tal vez, por salir de Maduro, algunos quieran a Videla o Viola. Eso sitúa el futuro entre Caribdis y Escila dos atrocidades que pueden tragarnos, y hay que pasar entre los dos.

Debe surgir un bloque político consistente que opaque la semiología del trumpismo criollo de las redes, violenta, soez, ruin, que compone, con los bolivarianos, las dos caras de la misma moneda revolucionaria. Esencial que las fuerzas democráticas conserven la fisonomía centrista que han tenido desde 2006 hasta ahora, y que les permitió superar el aislamiento internacional. En los comienzos de esta ya larga lucha por la democracia, en los primeros años cuando el radicalismo controlaba la oposición, las burradas hicieron que la opinión pública mundial asumiera que eran unos golpistas de derecha que derrocarían a un demócrata moreno porque les arrebataba los privilegios y deshacía sus injusticias. Hay que tener cuidado en volver a trasmitir esa impresión de sifrinismo, malderrabia, o simpatía por el diablo.

@CarlosRaulHer

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En manos de Dios

Carlos Raúl Hernández

Después de las grandes bancarrotas como la que experimentamos con el RR, las organizaciones suelen abrir ciclos de reflexión para aprender de lo ocurrido y redefinir la marcha. Con razón o sin ella eso revive el optimismo y los partisanos se disponen de nuevo al combate. “Ahora si sabemos dónde nos aprieta el zapato ¡Que se cuiden los adversarios!”. Se trata de aprender de los traspiés, las más importantes escuelas. No es la universidad de la vida sino la derrota la que enseña a proseguir y triunfar. San Agustín elaboró una teoría de la Confesión para que los hombres hicieran cuentas con sus conciencias, escrutaran las pifias con un interlocutor de testigo, y el sicoanálisis quiso hacerla terapia universal. Lenin inventa la crítica y la autocrítica y los socialcristianos los retiros espirituales. Las empresas de punta suelen hacer con el mismo fin reuniones corporativas, seminarios con expertos.

Así detectan gazapos y toman medidas de rectificación. Luego del fracaso del proyecto Newton, Steve Jobs estremeció Apple y toma un paquete de medidas para superar el costoso tropiezo. No se quedó inerte, ni quiso hacerse el loco. De las rudas controversias decantaron las equivocaciones y salvan la tecnología que evolucionó a la tablet. Pero del cataclismo que acabamos de vivir no hay síntomas de que se saquen conclusiones, y más bien se insiste en la misma ruta insólita como si tal cosa. El liderazgo anda de lo más ocupado en su línea, como si estuviéramos al final de una partida de bádminton que se pierde con elegancia, buen humor y los contendores van a tomarse un gin tonics. Debería ser innecesario repetir que lo acontecido es una montaña de perros muertos sobre nuestros hombros que puso en vilo el futuro.

Esfuerzos inútiles
Haber perdido alegremente el enorme capital de las elecciones de 2015, colocó en jaque la sobrevivencia de las fuerzas de cambio y las perspectivas mismas del retorno a la democracia. El mundo se nos puso pequeñísimo, aunque no nos hayamos dado cuenta o actuemos como si tal cosa. De El príncipe de las mareas de Barbra Streisand se recuerda la terrible escena en la que los delincuentes entran a un hogar en la ausencia del padre y violan a toda la familia. Pero la madre y los niños deciden actuar ante él como si no hubiera ocurrido nada, la cena esa noche transcurre con normalidad, y de ahí en adelante la vida, ocultos el dolor, la vergüenza, el descalabro emocional, cuya represión produjo trágicos efectos con el tiempo. No se puede disimular lo ocurrido, es necesario enfrentarlo y sobre todo abandonar la ruta suicida.

¿Cómo mentes racionales que conocen al que califican de dictador pudieron creer que adversarios sin escrúpulos aceptarían irse del poder sin negociación, de cuajo, y nada menos que con la firma del TSJ? Se renunció a la gradualidad que dio victorias desde 2006 a 2015 y regresamos al exabrupto para morder barro de derrota sin necesidad. Se le exigieron hazañas a la sociedad en la etapa del RR, luego de sacrificar a la provincia y soslayar la elección de gobernadores. Firmazo, reafirmazo, provocaciones, violencia, dos grandes marchas, y cuando tribunales envenenados invalidaron el sacrificio, no hubo explicación para millones que creyeron y siguieron sin vacilación el camino marcado. Si “declarar la vacante” era el paso necesario, viable, lógico, por qué no le ahorraron a la gente las miríadas de contratiempos y humillaciones del RR, un año perdido y con él las esperanzas.

Guerra de posiciones
Lo que señalaba la inteligencia emocional política era ir a la elección regional en una guerra de posiciones –no de exterminio– que conducía a avances graduales (pero “el hambre no espera”). De seguro el gobierno se resistiría, pero la oposición triunfante, con el aval de las parlamentarias tenía las cartas a su favor, como las tuvo para realizar éstas. Qué negociar ahora vestidos de un fracaso andrajoso. Lejos de la respuesta consistente y dramática que los ciudadanos merecían, vimos insólitos intentos de escurrir el bulto, mirar para otro lado y atravesar la calle para no encontrarse de frente con los deudores. El prestigio de la MUD, necesario porque es lo único conque cuenta el país para defenderse, –la alternativa es el Hospicio de Charenton– se resiente, más aun con ese acto de surrealismo político de declarar abandono del cargo. La comunidad internacional comienza a menospreciarnos y a fastidiarse de nuestras pifias.

Sonó una carcajada general, una burla que nunca había tenido tal carácter masivo. La ceguera para tomar la tabla del diálogo nos tiene a punto de perder la atención del Vaticano a la causa democrática, que nos dejará en manos de Dios. Y ahora surge otra quimera, digno remplazo del RR-16: las elecciones generales. Otra megadosis de irrealidad que sumada a la vacante, crea el peligro de que la oposición se desvanezca mientras el gobierno se afianza. Lo único que luce alguna posibilidad son las elecciones regionales y para ello tendrán que interceder factores globales. La derrota brutal abrió las puertas de la oscuridad hasta que el gobierno se consuma en sus propios ácidos, posiblemente no tendremos ninguna incidencia y alguien decidirá por nosotros nuestro destino. Solo faltaría que la AN designara CNE y TSJ espectrales para que el vaudeville sea completo.

@CarlosRaulHer

http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/manos-dios_634804