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Carlos Raúl Hernández

El cabillero digital

Carlos Raúl Hernández

Reclaman fortalecer la Unidad, imperativo categórico que ojalá contuviera propósitos hondos de rectificar. El problema es que pareciera que unos van a las elecciones, otros no, y una separación podría producirse. No hay que recontar los episodios de autodestrucción de los dos años anteriores, sino precisar por qué se llegó a ellos, y nuestra intransmisible responsabilidad en los avatares de 2018. Nos derrotamos nosotros mismos, fuimos víctimas de nuestros bumeranes, de la ferocidad de la abstención. Los sicoanalistas piensan que reconstruir la microhistoria personal ayuda a superar los espectros que nos perturban.
El país entero se unió contra la autocracia en la abrumadora mayoría política de 2015. Se cambió por espejismos, corta vista, juegos de abalorios, actuar a la loca. La Unidad funcionó desde 2012 porque los partidos derrotados aceptaron con humildad ponerse al servicio de quienes habían ganado internamente en buena lid, e hicieron grandes esfuerzos por su triunfo; la generosidad luego se convirtió en veneno. En vez de gratitud vinieron feroces ofensivas de desprestigio contra los aliados, que se mantienen incluso hasta hoy y se quiso discriminar entre puros e impuros. Lance la primera piedra, tendrá una matanza paleolítica.
En 2014 arrancaron sangrientas razzias contra la MUD, R.G. Aveledo y cualquiera que no comulgara con las alucinaciones de la salida. Desde 2015 gente incuestionable recibió y recibe aún “fuego amigo” desde dentro de la Unidad, por el simple hecho de disentir o inquietar aspiraciones de otros. Luego de su memorable trabajo se produjo el insólito “despido” de Chúo Torrealba como a un ingeniero de Pdvsa. Durante los fatales 2016-2017, el asalto del cielo en las calles significó la exclusión y marginación de los partidos que no fumaron del mismo tabaco.

Fuego amigo
Ya sabemos qué vino después y por qué estamos en el peor de los mundos. Atormentado por la deriva de la guerra española, César Vallejo exclamó: “cuídate, España, de tu propia España”. Como entonces los fusilamientos fueron adentro, porque a la antipolítica se le sale la babita y mantiene la cruzada de descrédito desde Madrid, Miami y etc. Un señor famoso por su torpeza, su lamentable y errático criterio político, todos los días denigraba de quienes dialogaban. No se ocupaban de la muerte de Oscar Pérez, “por andar entretenidos en elecciones”. Como si tal cosa, al día siguiente lanza su candidatura desde el oso de la Puerta del Sol.

Lo hace sin sonrojo y con un enorme cucurucho de palomitas acarameladas en la mano, bolsa de Galerías Preciado. Obviemos las pintorescas, por cosas más operativas. La unidad ahora implica incorporar nuevos factores y volver a hacer de la Mesa una instancia de debate sin hegemonías. Mandar es mucho más fácil que ejercer liderazgo, arte que requiere convencer. Son antitéticos conducción y caudillismo, dirigir y mandar, Betancourt y Chávez. Aunque dice una importante encuesta que cualquiera de los candidatos democráticos le ganaría al gobierno 70 a 30, el radicalismo logró el antimilagro de transformar la mayoría social en minoría política.

No ir a las elecciones y a cambio aferrarse a fantasías como supuestas invasiones extranjeras, haría desaparecer la oposición como en 2005 y con ella la esperanza democrática. Esa es la obra de unos que andan dentro y fuera del país con el único oficio de desacreditar cualquier acción práctica. Su calumnia descerebrada va contra el diálogo, el voto, los partidos, la oposición real. Con ese invalorable apoyo, el gobierno convoca elecciones para arrancar las fuerzas democráticas de raíz.

Refugio de perdedores
Se pide unidad, pero cómo se conjuga con la gritería abstencionista, sin sentido, vacía, grupos crónicos que no hacen absolutamente nada salvo vivir para la intriga y la maledicencia en las redes. El perdedor o cabillero digital es un prototipo que se presenta como tendencia en todas partes y llama la atención de estudiosos del tema. Es el que compensa su fracaso como ser humano denigrando de otros con su único recurso: una madriguera en las redes donde se esconde el taxi driver de Scorsese de la era digital. Pero se observa una auspiciosa reacción contra ellos.

Es una corriente racional y decente que se reveló contra los que hacen de las redes una sentina ética a su imagen y semejanza. Esta extraordinaria aparición contribuirá a higienizar los debates, reducir la influencia de los cabilleros, cobradores de peaje y grupos de exterminio del ciberespacio. Fueron esta semana un chorro de aire fresco y renovación del lenguaje, mujeres y hombres que discuten sin ensuciarse la boca, con elegancia e inteligencia, que no sucumben a la ira sino a la razón. No insultan sino ironizan. Enjuagan la vulgaridad, la mentira, la ruindad de los tuiterneitor que dejan su pestilencia en los teléfonos.

Nadie debería apostar a quimeras o creer que la miseria será catalizador de un cambio. Los marxistas solían decir que “lo bueno de la situación es lo malo que se está poniendo”, apuesta suicida a imponderables que ahora consigue nuevos seguidores. La experiencia práctica y teórica indica que quien pasa hambre dedica su tiempo a conseguir alimentos y no a la lucha política. Samuel Huntington, uno de los más importantes estudiosos del tema, escribió las 500 páginas de Política y sociedad en época de transición para sustentar esa hipótesis.

@CarlosRaulHer

La Secta

Carlos Raúl Hernández

Esa pitonisa no acierta jamás, ni siquiera como los relojes dañados que tienen razón dos veces al día. Pero colgó en tuiter la nómina exacta de los sobornos del gobierno a la delegación opositora en Santo Domingo, por permitirle “ganar tiempo”. Como ella misma y la mayoría de los lectores saben que es mentira, decirlo es un esfuerzo que denota a interés específico. Su trabajo, su forma de ganarse la vida es “adivinar” en las redes. Por eso el asunto no es lo que ella diga sino quién indica el objetivo a destruir, da las instrucciones y paga? Hay gente que se dedica desde hace años a desacreditar a los que disienten de sus luctuosos errores: La Secta.

No se debe hablar en serio con traficantes de engaños, pero… la hipótesis de que “Maduro gana tiempo” es nula porque él quiere hacer elecciones en abril y la oposición en octubre. Otro ejemplo: al jefe de un partido de la Unidad en un sofá del hotel donde se alojaba en Santo Domingo, lo grabaron para hacerle la repugnante trampa de denunciarlo por estar en el hotel donde se alojaba en Santo Domingo. El sicario que grababa fingía recibir instrucciones sobre un tratamiento facial, para darle realismo inculpador a la escena.

¡Horror! El vendido está en un hotel mientras el pueblo no come! Estos productores y distribuidores de ruindades deben ser cyborg ambulantes, programados por sujetos con arterias sin sangre, con una merengada de bilis, frustraciones, amarguras, fracasos existenciales, carencias éticas, que solo obtienen paz con dañar a otros. Un peligro que tuvieran siquiera el poder de abrir y cerrar una puerta. Vienen a la política por estos sumideros, por ayuno de atributos y mesura para hacerlo por vías higiénicas. Lo peor es que ellos, formados bajo el “galáctico”, trasmiten a los suyos la enseñanza de que vale todo.

El síndrome de Caín
El diálogo debe mantenerse porque el gobierno quiere que la oposición lo rompa. Pero a fin de degradar a los negociadores de Santo Domingo se acuñó la consigna de mayor infelicidad en años: el hambre no dialoga. Al intelecto mermado del programador de cyborg se le ocurrió, para hacer creer quién sabe a quién que los dialogantes son de alguna manera cómplices de sus infortunios. Política desaseada, chismes, depredación verbal. No se apunta a una realización concreta, no dan un paso para edificar algo, ni ayudan a nada constructivo. Y las posiciones recibidas de la Unidad, las dilapidaron.

Carecen de buena disposición hacia nada, porque integran un sanedrín, un club deslenguado para estar en locación cuando llegue el general Lee. Su práctica es lo que llama Peter Sloterdijk, pureza de los fines, cinismo de los medios. Ideales superiores, grandilocuentes, declamatorios, pero lo concreto, los instrumentos que utilizan, son de polimorfa amoralidad. El síndrome de Caín. Como me rechazan y no tengo a nadie, asesino a mi hermano que si logra reconocimiento, aunque sea precario (Kafka escribe en El proceso que estaba aterrado porque “la mentira se convierte en el orden del mundo”.

El truco es sencillo: sus elevados fines (el bien, la patria, “la república”, la libertad) los convierten en criaturas resplandecientes y no necesitan argumentar sus trágicas torpezas. Santifican operaciones opacas, maniobras y trucos. Como no pueden construir, su única ocupación es distorsionar, desnaturalizar santamente cualquier cosa que hagan o digan Henry Ramos, Borges, Rosales o Falcón. Para eso cuentan con una federación de amargados, guerrillas comunicacionales, cabilleros digitales, que pasan el día en chancletas rumiando bajas pasiones, el Grupo Exterminio en las redes. Ya conocemos lo que traen quienes se meten en política a nombre de la destrucción.

Fines santos, medios cínicos
Eso naturalmente terminará cuando necesiten de nuevo los votos de los partidos para ser diputados o alcaldes, como hemos visto y veremos. No tienen una idea, un argumento, solo la negación, la expresión de su rabia mellizal y de sus limitaciones, la heterodoxia moral y carencia de sentido político. La mala noticia para ellos es que reapareció en las redes un componente de racionalidad y sensatez que desconcierta a La Secta porque no deja pasar libres sus tóxicas destilaciones. Gente decente, inteligente, hastiada de la demagogia, impostura e irresponsabilidad, entra en acción, cosa que agradezco en profundidad.

En beneficio de mantener con vida a nuestros jóvenes ojalá no oigan el balbuceo de “salir a la calle” (algunos irónicamente lo interpretan como salir de tascas). Vacío de ideas, de ética, de estrategia, de sentido común y sentido de la realidad. No pudieron hacer una organización presentable y las posiciones que alcanzaron gracias a la fuerza de la Unidad, se las quitaron de la mano como caramelos a un niño. Dedíquense a hacer lo suyo y dejen a los demás en lo que creen, sin calumnias ni bajezas.

Los partidos podrán legalizarse a finales de enero, ojalá lo hagan y La Secta seguirá fuera de la política real, para bien de los jóvenes que son los que pagan cada vez que ella se alebresta. Pero siempre despotricarán y si la oposición racional regresa al camino que no debió abandonar, se reducirán a ser molestia ambiente. Imitan el tinitus, una afección que sufrieron personajes como Michelangelo y Van Gogh, un permanente pitico en el oído. Al principio desequilibra emocionalmente a quien lo sufre, pero con el tiempo se hace costumbre, pasa a ser irrelevante.

@CarlosRaulHer

El cretino perfecto

Carlos Raúl Hernández

Durante décadas, aquel personaje inmortal, el perfecto idiota latinoamericano, estableció como muñeco de bruja al Fondo Monetario Internacional. El perfecto gobierna hoy en Venezuela y está dispuesto a desaparecerla como nación civilizada. Según su prédica, el FMI era la representación del mal, un infernal instrumento para oprimir las naciones atrasadas, como repetían diversos matices progre. Luego de la crisis de la deuda, que amenazó con convertir a Latinoamérica en una nueva versión de África subsahariana y que el continente logró superar gracias al FMI, aún los trasnochados se estremecen al pronunciar las tres letras. El filósofo neomarxista de moda, Slavoj Zizek, escribe que “en la actualidad los únicos verdaderos conservadores son los izquierdistas”. Después le tocó al organismo lidiar con Grecia, donde revienta de nuevo la irresponsabilidad del populismo de izquierda y de derecha, respectivamente, en el gobierno.

Habían llevado al país a una situación peor que la de un erial tercermundista medio, cuyo hundimiento podía arrastrar en las astas el euro como moneda global, e incluso a la Eurozona. Pero Plinio, Montaner y Vargas Llosa nos deben el tomo del perfecto idiota europeo que hoy emerge esplendoroso y entero como Afrodita del espumante semen de su padre sobre el mar, en la autobiografía del exministro de economía griego, Yanis Varoufakis (Comportarse como adultos. Mi batalla contra el establishment europeo). En este libro queda claro que el empuje radical -propio de revolucionarios de izquierda y derecha por igual- destruye la capacidad para pensar y hace que la gente se aferre a simplismos y necedades, a racionalizaciones, producto de las hormonas y no de la razón. El radical actúa bajo el influjo de la adrenalina y peor cuando es narciso y lo incita el heroísmo impostado (“mi batalla”), la búsqueda de aplausos fáciles.

Trabajar: castigo de Dios
Al contrario el sentido crítico espera excretar las emisiones endoquímicas para poder construir un juicio. Después de una secuencia de gobiernos bochornosos, Grecia estaba al borde de la disolución, del Estado fallido. Para entrar en la UE había falsificado sus cuentas públicas en 2001 con la ayuda de Golden Sachs, y tal como reseña Manuel Carrillo (El fusilamiento de la decencia, 2017) los enormes gastos para la olimpiadas de 2004 terminaron de llevársela. Con cuatro millones de habitantes, el país tenía un millón de funcionarios públicos (caso parecido al de Venezuela) y según la ley, los trabajadores se jubilaban a los 50 años, por lo que quien no era empleado público disfrutaba su pulposo retiro, por demás adelantado para quienes desempeñaran oficios “peligrosos para la salud” (trompetistas, trabajadores de la televisión, peluqueros).

Las ancianas recibían pensiones, las mujeres solteras por estarlo y las madres por cada hijo, es decir, mantenidas sin trabajar casi todas. Existía una fundación con dos mil empleados para preservar un lago histórico que estaba seco desde hacía 50 años. Con abrumadora mayoría de su población a expensas del Estado, no producía casi nada sino feta, aceite de oliva (según ellos un regalo personal de Atenea) y un turismo decadente en cuyos hostales ya comenzaban a aparecer chiripas, solo que con la distinción para los huéspedes de ser descendientes de las que vieron los ojos de Aristóteles, que no es poco. Por un monstruoso déficit fiscal de 12.5%, entra en default al no pagar la cuota de su inmensa deuda per cápita, y se inician las negociaciones con el Eurogrupo y el FMI para un crédito -salvataje de 110 mil millones de euros, a cambio de reformas que eliminaran esas monstruosas aberraciones de la economía.

Secretos burgueses
Ahí cobra importancia el autorretrato para captar una personalidad aturdida, como la de algunos radicales venezolanos del gobierno y la oposición. El libro comienza por ser bastante inmoral porque las discusiones para salvar a Grecia de un destino trágico se daban con un pacto de honor de confidencialidad que todos respetaron menos Varoufakis, el “duro” antisistema que violaba su palabra y grababa meticulosamente lo que no debía conocerse para que el mundo no estuviera al tanto de la precariedad intelectual, moral y política de la élite griega. Pero lo más asombroso de la historia que narra el entonces ministro de economía es su empeño -“heroico”- en sabotear la firma de los acuerdos, obviamente con el mismo plan que el señor Serrano, militante de Podemos, tiene para Venezuela: desencadenar una hecatombe final del comercio, la banca y las pocas empresas sobrevivientes, para iniciar la revolución desde cero.

No puede olvidarse que Pablo Iglesias quiso adoptar al líder griego Alexis Tsipras, quien por fortuna en el camino de Damasco recuperó la vista por lo menos de un ojo para escoger la civilización que su país creó y no fundar -aun- la Zimbabue europea. A pesar de eso, el balance es decepcionante. A diferencia de Rajoy, que cumple exitosamente el plan de recuperación -igual que Islandia- y España logró sortear el peligro, Tsipras no logra estabilizar su país porque el populismo le impide cumplir lo pautado, pese a que recibió 450 mil millones de euros del FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea. Ha fracasado en la empresa de rescatar su nación de la desgracia, tal como lo esperaban sus conciudadanos y el mundo civilizado, pero hay que felicitarlo por quitar del medio al perturbado autobiógrafo.

@CarlosRaulHer

Crítica de la razón cínica

Carlos Raúl Hernández

Sistemáticamente se advirtió al activismo opositor el riesgo de llamar a desórdenes callejeros, porque eran la justificación perfecta que usaba la voluntad totalitaria para desmontar el andamiaje democrático. Que la política consistía en acumular capital para lograr el cambio, el regreso a la ley y el orden, y esa acumulación avanzaba satisfactoriamente. Fue incomprensible que en 2014 por ingenuidad, ignorancia y terquedad, se produjera el intento misterioso, esotérico, de sacar al gobierno con una insurrección de adolescentes desarmados. Quienes la encabezaron no habían aprendido de su terrible etapa de chascos con acciones parecidas hasta 2006. Resultado trágico: cientos de heridos y detenidos, Machado fuera de la Asamblea, López y Ledezma presos, fuera de juego, y pérdida de alcaldías, entre ellas la Metropolitana. La alianza opositora no puso orden a tiempo a tales arranques.

Los dejó hacer aunque mantuvo un sordo malestar y de vez en cuando enviaba recordatorios. Luego del fracaso y de 30 muertes, nadie les enrostró su falta de responsabilidad mínima para dirigir una fuerza política, menos un país, y la Unidad quedó golpeada pero en pie. Algunos querían expulsarlos, pero privó la moderación y los trataron como a compañeros equivocados. Lo ocurrido se atribuyó a una “conciencia ingenua” que el debate podría cambiar, buena fe que les permitiría entender sus errores a partir del descalabro. A diferencia de tales expectativas, en 2016 la enajenación recibida contagia a otros libres del virus y vienen dos años deleznables. 130 muchachos muertos, seis alcaldes fugitivos o presos, dos gobernadores destituidos e inhabilitados, cientos de arrestos y heridos, y una constituyente, cosas que pudieron prever los estrategos porque ese es su trabajo, y es descabellado culpar a Zapatero.

Maestro inmortal
La cadena de acciones incalificables, los actos de insensatez han sido en estos 19 años una auténtica desgracia. Pero las consecuencias del fracaso hoy son distintas porque los artífices, ante su hundimiento, su nuevo y rotundo cataclismo, reaccionan con violencia fría y como hienas se lanzan al cuello de quienes los dejaron hacer, no los enfrentaron como debían y más bien pecaron por omisión. Llovieron monstruosidades, calumnias, suciedades, mentiras, canalladas sobre Manuel Rosales, -que ahora tiene que defender al Zulia-, Henry Ramos y Henri Falcón, por no haber militado en la idea de lanzar la gente a la calle a ver qué les pasaba. Viven en el peor de los mundos pues siempre engañan y también siempre están engañados. En Crítica de la razón cínica, Peter Sloterdijk afirma que cualquier debate o propósito de intercambio intelectual con la razón cínica es inoperante porque “…ellos saben lo que hacen y por eso lo hacen”.

No pueden entender lo más elemental, ni por eso discutir de política y ante la incapacidad para procesar planteamientos, como inquisidores se refugian en la comedia moralista, en las purgas “…usan la honestidad como ejercicio de la más sofisticada falta de honradez”. Son prepolíticos y como tales no tienen adversarios ni competidores sino enemigos, a quienes deben purgar. La biografía del cínico es la descripción del esfuerzo por cerrar la contradicción entre la práctica deshonesta y el discurso honestófilo. Son la “…falsa conciencia consciente” que engaña porque… “tiene por objetivo la destrucción con fines particulares, oscuros, turbios, con un lenguaje que exalta la ética y el patriotismo”. Son revolucionarios de izquierda o de derecha, y por aquí lo practican los dos, producto de la enseñanza de Chávez su gran maestro subliminal común.

Autogoles
En los mitos de la cultura, sus arquetipos -Caín, Don Juan Tenorio o Yago- son los que hacen daño a mansalva con objetivos torvos, se encubren tras engaños y grandilocuencia, y reciben los castigos terribles. Aquí ferozmente cubrieron de anatemas y calumnias a quienes propusieron “el diálogo” para buscar salida a la crisis. De pronto dicen que están de acuerdo con él, y como si tal cosa hacen suyas las mismas proposiciones por las que encanallaron a otros. Así derrumbaron la oposición que muy posiblemente no vuelva a ser como se la ha conocido. Sloterdijk propone diferenciar el cinismo de su contrario, el kynismo, la reacción popular que desacraliza y se burla de los cabecillas irresponsables con anécdotas, rumores y chistes (ahora memes). Evidencia baja estima por la retórica hueca, las simulaciones éticas y las alocuciones destempladas.

Hoy vivimos una oleada ridícula de cinismo promovida por seudopolíticos y politicuchos menores con agallas pero sin votos ni talento, con juicio de peluquería unisex. Un circo de tesejotas y gobiernos en el exilio, la mujer barbuda y el tragafuego, proyectos de gabinete o clubes políticos cuyas nóminas harían temblar de pavor al padre Lankester Merrin, que enfrentó al maligno Pazuzu en El Exorcista. Incendiaron la esperanza para quedarse con los escombros, y tal vez terminen entre los escombros. Luego del remolino la oposición real es la que tiene partidos, gobernadores y alcaldes. Compraron todos los números de una eventual intervención externa, cuesta arriba porque carecen de fuerza, de criterio y solo tienen capacidad para calumniar. Carecen de aptitud hasta para llevar un carrito de heladero, que chocarían en el acto. Lo que la Unidad les dio, lo perdieron, porque se les cae la pelota o se meten autogoles.

@CarlosRaulHer

Las puertas del infierno

Carlos Raúl Hernández

Un asombroso récord difícilmente superable. Los mayores empobrecimiento, inflación, devaluación, contracción en el siglo XXI, son los de Venezuela después de casi 20 años de revolución, sin que hagan nada para corregir dramas como esos, que ya pertenecen más bien a la arqueología económica. Cada varios meses, los responsables del caos deciden exactamente lo mismo que la vez anterior, ratifican sus excéntricos errores (control de precios, control de cambios, estatización, aumento del gasto, aumentos nominales de sueldos, despilfarro, impresión de moneda inorgánica) con una abulia tan monumental que asombra al mundo civilizado. ¿Cómo puede concebirse que enfermedades extinguidas cuyo tratamiento no requiere médicos sino apenas enfermeros de la economía, hagan naufragar una nación petrolera con reservas de crudo para trescientos años?

Es el equivalente a que los niños se mueran de gastroenteritis, difteria o cólera, en un nuevo Haití ahogado en petróleo, aunque Ud. no lo crea. Un Midas muerto de hambre que rompe las fronteras de la imaginación, con ingresos suficientes para que Venezuela sea, como lo fue, un país próspero. Los países que enfrentan grandes desgracias sociopolíticas y la posibilidad de disolución, la inminencia de convertirse en fallidos, aún en las puertas del infierno sus conductores pueden elegir y cambiar el destino. Una parte de ellos optan por la condenación, se colocan las monedas en los ojos y se acuestan en la barcaza para atravesar el río. Luego de leer el letrero que dice “quien llegue hasta aquí olvide toda esperanza”, entran en la noche eterna. Los que perseveran en la desgracia, deciden que no pueden convivir, se exterminan unos a otros y botan al niño –el país– junto con el agua sucia.

Se iluminan y vuelven
Otros tienen más suerte y sus grupos de poder reciben la iluminación: se acuerdan para frenar una caída irrecuperable, que causaría desgracias dantescas, muertes, hambre, desolación. El fujimorismo cuadró con los partidos para sustentar la democracia, olvidar el pasado, y Keiko ha aceptado dos derrotas electorales (la última por apenas 20.000 votos) sin salirse del esquema democrático. El pinochetismo y los partidos del orden hicieron lo mismo. Las FARC decidieron dejar de matar gente e incorporarse a la vida institucional, aunque algunos aturdidos pretenden impedirlo para mantener viva la llama terrible de la violencia. En Guatemala y El Salvador también, y en este gobiernan los comandantes del Farabundo Martí, hoy electos por el pueblo pero otrora causantes, junto con Arena, de una guerra que costó 150.000 muertos, crímenes horrendos, como el asesinato de Monseñor Romero y de curas, monjas y civiles inocentes.

Una parte importante del peronismo no hace causa común con la banda kirchnerista, tampoco estorba a las políticas de Macri y apuesta a la estabilidad. En muchos de los países del bloque soviético gobernaron y gobiernan partidos y líderes que detentaron poder en el extinto régimen comunista, entre otros nada menos que Vladimir Putin. La lista de las reconciliaciones es tan larga como la de los que se autodestruyeron. Irak, Libia, Sudán, Checoslovaquia, Yugoslavia y tantos otros, por no hablar de los herederos del socialismo africano, una verdadera peste que desoló al continente negro. Luego de las llamas, de 500.000 muertos por la guerra civil, el territorio de Siria está desmembrado entre cinco grupos en armas, pese a que hay negociaciones para la paz. Posiblemente se sume a otros estados fallidos, después de 4.000 años de historia. Venezuela en este momento corre un peligro inminente.

Sin norte… ni sur
Al gobierno se le fue de las manos el país, perdió la gobernabilidad, entendida como la capacidad de un sistema para frenar las tendencias al caos, la entropía, en prácticamente todas las áreas de la vida social. Un sistema es ingobernable cuando las decisiones de sus mandos potencian las tendencias a la descomposición en vez de frenarlas, producen el efecto contrario al buscado. Cada cierto tiempo declaran medidas económicas que simplemente alimentan los elementos entrópicos. Cada vez que hacen anuncios, el bolívar se extingue, las divisas escalan su precio, igual que los demás bienes y la nación desciende un tramo más en la escala de la fatalidad. Un círculo más hondo del infierno. Pero según la Constitución, 2018 es la fecha irreversible, inamovible.

En 2018, año de gracia, tiene que haber elecciones presidenciales limpias, porque el escenario global esta vez puso los ojos en lo que ocurra ahí. No hay duda de que muchos creativos deben andar inventando qué hacer para salirse de la suerte, pero nadie puede esconderse y no hay recontraconstituyente capaz de barajar el tiro sin una impredecible reacción mundial. Ya no vivimos la época cuando el espeluznante cumpleañero de estos días, Che Guevara podía decir en ONU que “habían fusilado, fusilaban y seguirían fusilando”. El diálogo con el gobierno debe ser para afinar el cronograma electoral y los paracaídas que permitan la paz en el siguiente período, las garantías para quienes pasen a la oposición. No respiraremos más la atmósfera espesa y angustiosa de la revolución. En eso el papel de EEUU, China y Rusia será invalorable y no hay que olvidarlo en ningún momento por apasionados que estemos.

@CarlosRaulHer

Regreso del futuro

Carlos Raúl Hernández

Nuestros candidatos andan en los altos hornos de la campaña contra una maquinaria poderosa y abusiva, aunque repudiada e impopular. Pero también mordidos en las piernas por el malderrabia de los resistencios y calle-calle, doble ponchados en sus aventuras de estos dos dolorosos años, pero en extremo útiles al gobierno. Debería convocarse un Rosario en Familia para pedir que paren el malentretenimiento, el descrédito abstencionista contra los que se la juegan en serio en barrios y aldeas. 2018 toca el examen final del gobierno y no luce fácil eludirlo. La comunidad internacional está orientada a que haya elección presidencial y sea limpia, a los diálogos dominicanos, y eso intensifica con la cercanía de la dead-line. Desde arranque de los 2000 en la aurora del régimen, cuando se habló de prepararse para las elecciones pautadas entonces, sonó el canto pavoso: “¿esperar?… ¡el país no aguanta más!”.

“¡La solución es ya!” (y vino el calvario: RR contra Chávez, fracaso del paro petrolero y la marchitis, payasadas del 11 de abril, plazaltamira, retiro de candidaturas 2005). A quien invocara el sentido de la realidad, lo execraban “los gerentes” que quebraron empresas, salieron a quebrar la política y siguieron en eso para desventura de sus asesorados, que si no están presos los andan buscando. De no ser por la ominosa participación de la gerencia en la política, el chavismo tal vez sería hoy un recuerdo fastidioso. La locura recomenzó en 2014 y a quienes pedían prepararse y ganar las parlamentarias de 2015, les caía de nuevo el Niágara de frases de rigor, “colaboracionistas”, “con este CNE”, “quieren legitimar…” y nociones extraídas del país de Alicia, donde las distorsiones oníricas de la mente sustituyen la realidad, la reina celebra todos los días su no cumpleaños y los caminos no van a ninguna parte.

Intervención militar democrática
Ante la propuesta de presionar en 2016 por las elecciones regionales, la respuesta de la Reina fue ¡qué gobernadores ni qué niño muerto; vamos al revocatorio!, ¡Maduro vete ya! Igual soñaron en 2017 las elecciones generales y la intervención militar democrática. Quienes recordaban que el reto era asegurar las elecciones de 2018, que detrás de la prisa se escondía un áspid y una equivocada evaluación política, eran cómplices (hay unas y unos en el congelador, los sacan cada año a meter la pata, y los vuelven a esconder). Los resistencios creían tener la máquina del tiempo para adelantar todo: bastaba la frase mágica y genial: ¡el hambre no espera! y el mundo se desplomaría. En concreto hoy vamos a 2018 en el cuadro de la negociación. Al parecer los calle-calle y la gerencia regresaron del futuro con el DeLorean hecho chatarra y el gobierno sigue hacia la fecha electoral.

No luce tan descabellada la distopía de campamentos de refugiados en la frontera. ¿Aceptarán los vecinos semejante perspectiva? ¿Podría aparecer en Venezuela el nuevo Al-Azhad-Sadam-Fidel-Kim Jon Un-Mugabe, el dictador sanguinario del Estado fallido que desafía al mundo? Quizás pero con un costo social y político tal que la sacaría del cuadro de las naciones civilizadas (del que está de salida). ¿A cambio de qué y para qué cargarían Rusia y China con la responsabilidad de una especie de Somalia en Latinoamérica, cuando dependería de ellos una intervención humanitaria de la ONU? Y no es descartable que no salga de este contexto un Al-Ashad sino otro Milosevich. Por eso es de vida o muerte seguir las conversaciones, que los candidatos asistan si la constituyente los convoca, y no se haga nada que salve al gobierno de su sino.

¡Regresa Isabel!
Resistencios y gobierno llevan 18 años de fracasos, sin el más mínimo pudor, ni siquiera una exigua capacidad de auto reflexión. Desde que comenzó la pesadilla revolucionaria, el desenfreno se hizo modo de vida. Toda revolución impone como paradigma social la falacia y la exageración, contra la democracia cuyo centro político debe ser relativamente sobrio, porque si no lo es y cae en manos de irredentos, se acaba. La tragedia ya asomaba sus fauces y las bielas del sistema traqueaban cuando en el Parlamento de los 90 se exhibían en varas las cabezas cortadas de los “corruptos” sin pruebas, y unos diputados-gladiadores, como el Podemos que amenaza la democracia en España, sin el pudor del saco, ni la hoja de parra de la corbata, paseaban sus propias barrigas exultantes por el Hemiciclo.

Sostienen que El Príncipe de Maquiavelo es realmente Isabel la Católica. Ella según sus palabras no tenía que “decir la verdad sino lo que convenía al Reino”. Churchill utilizaba el humor como navaja y en general los demócratas resaltan las buenas noticias para disimular las malas. A los políticos medios en general la cautela los enseña hablar sin decir, como satirizaba Cantinflas (“¡a ese señor yo ni lo ignoro!”). Al contrario Fidel, Pinochet, el Galáctico convirtieron la inmoderación, “el decir las verdades en la cara”, la carencia de entendimiento, la piratería, la irreverencia, el estilo zumbao y guapetón que cultivan los resistencios y los calle-calle, el extremismo mental y verbal, en el alien de este sistema político. Su imagen de culto con chaqueta de guacamaya tricolor y el librito azul en la mano mientras gritaba “verdades” -generalmente calumnias- nos marcó con yerro candente.

@CarlosRaulHer

Back to black

Carlos Raúl Hernández

La sociedad avanzó gradual hasta el brillante, espectacular éxito de 2015, previos varios triunfos electorales. Épicas de coraje de la Unidad sobre el gobierno que abusó de los mecanismos institucionales y no institucionales con sus incontrolados ventajismo y violencia. Hombres y mujeres de los partidos se la jugaron en comicios que parecían más bien las carreras de San Fermín. En elecciones se construyó esa gran fuerza, -pese al gatuperio maloliente de que era “para conseguir puestos”- y el triunfo abría dos años para transar las regionales y fijar mecanismos de garantía de un tránsito presidencial a la nicaragüense en 2018. Era negociar desde una posición de poder. Pero de Luzbel puso estulticia en la lengua de 22 ángeles opositores que dijeron ¿para qué gobernadores si vamos al asalto del cielo? Así volvieron al terreno charlatanes abstencionistas, filosofantes de barbería y peluquería.

Regresaron los calle-calle, los ya estamos cerca y otras guacharacadas dichas con solemnidad. Habían sido responsables del holocausto de 2005, el retiro de las candidaturas a la Asamblea, una de las operaciones políticas más tarúpidas en la historia, argumentada con razonamientos recogidos en las colas para pagar en el supermercado. Varios capitostes de poderes fácticos (estuvieron a punto de quebrar -o lo hicieron- las empresas que controlaban) pusieron una cámara en la sien de cada uno de los dirigentes para que se retiraran del proceso y así le hicieron el trabajo a la avanzada totalitaria que logró unanimidad en la AN. Eran sus mejores amigos sin darse cuenta. La revolución se apropió de todo, ese año negro para las fuerzas democráticas. Pero en 2006 comenzaron lentamente a restañarse, vuelven al camino electoral y destierran los graznidos radicales.

Hablan y ven al revés
Los mismos señores, más unos nuevos que advinieron con facultades igualmente mermadas, hoy propiciaron otro desastre igual o peor. Hubo esperanza mientras estuvieron fuera de juego, pero quién sabe por qué aquelarre, influencia astral negativa, paso de luna, gran Sabbat, noche de brujas, nació el Anticristo entre centellas y en 2016 tales desvaríos, primitivos y letales como las medusas, con sus tentáculos abrazaron la fuerza opositora. Poseídos sus cuerpos, varios dirigentes hablaron al revés, en lenguas desconocidas y radicales, se salieron de la autopista y aceleraron en la oscuridad hacia el barranco. El Oscuro trabajaba y el éxito se hizo fuego y escombro. Según decían, los calle-calle, trancas, escuderos, secuestros de vecinos en sus urbanizaciones, plantones, y demás zarandajas desacreditadas desde 2014 (y dolorosas para la ciudadanía) conducirían ¡a la derrota militar de la GNB!

Estaba fácil porque “solo le quedaban bombas lacrimógenas para dos días”. El más simple instinto humanitario, paternal o de conservación, lleva a proteger a los nuestros. Si grupos de gatilleros con o sin uniformes disparan en la esquina, nadie envíe a su hijo a comprar pan. Y los aspirantes a dirigentes tienen que cuidar la seguridad de quienes los siguen y confían en ellos. Ante la preocupación por el número de muertos y heridos que crecía, la espeluznante respuesta fue, como si se tratara del desembarco de las tropas aliadas en Normandía y no de unos adolescentes con escudos de cartón: “en toda confrontación hay bajas”. Eisenhower nunca dio una respuesta parecida ¿Cuál es nuestro destino si tales aspirantes creen que los gigantes son molinos y los civiles soldados de infantería? No deberían salir aplazados en un examen de respuestas tan evidentes.

Mantenerla mojada
Al llamado de cabezas calenturientas y desorganizadas, la sociedad civil se lanzó de pecho a derrocar al gobierno armado hasta las muelas. “Maduro vete YA”, “elecciones generales este año”, y el resultado era previsible: el gobierno se atornilló, Maduro no se fue y hoy tenemos 115 familias de luto, inhabilitaciones, miles de heridos y detenidos, alcaldes acosados y encarcelados, destrucción del ambiente urbano. Y al ilusorio, poético 350, el gobierno respondió con la Constituyente, demoledora porque es real, y demostró que juega duro y en serio. En cambio por el otro lado florecieron disertaciones que rompen el récord mundial de candidez. La acción militar de los buenos que sacaría al gobierno, y generosa lo entregaría a quienes los han amenazado con juicios y ajustes de cuenta. Cuando la Unidad decidió, aún groggy, participar en las elecciones regionales oscuras y borrosas de 2017, reaccionó con buen reflejo y cintura de boxeador.

Esto podría sortear la ofensiva de exterminio que viene del gobierno con la intención de borrarla de la faz de la tierra. Pero lo más trágico, lo que genera risas y llanto es ver como los inspiradores intelectuales de la chambonada calle-calle, en vez de retirarse a hacer penitencia por el daño que gestaron, abren sus bocas para lanzar oleadas de cucarachas sobre los demás. Repitieron la salida con peor resultado y, para mayor asombro, quieren insistir. Cada declaración que despotrica de la Unidad, cada graznido integrista los hunde más en la vacuidad intelectual y política. Después de menospreciar las elecciones regionales cuando íbamos en la locomotora del triunfo, dieciocho meses después concurriremos con una pistola en la cabeza. Regresamos al año negro de 2005. Salgamos de ahí.

@CarlosRaulHer

Sarcosuchus imperator llora

Carlos Raúl Hernández

Bachelet declara serenamente que la centroizquierda no logró hacer gran cosa después que tuvo el continente en sus manos. En lenguaje claro, acepta que fracasó. Hoy la quimera se despide del poder en el continente y donde se resiste, como en Venezuela, es gracias a astrosos dogales que la mantienen por ahora. La primera transnacional socialista latinoamericana, Odebrecht, símbolo del nuevo poder mundial, la octava economía, es ya una miserable carroña que contamina una vez más de desprecio a países que habían comenzado a levantar cabeza. El gran líder del nuevo socialismo, el legendario Lula da Silva, que arrancaba titulares a Le Monde y al que Obama llamaba the boss, tiene todos los boletos comprados en alguna penitenciaría. Sin duda Bachelet no tenía más opción que reconocer lo ocurrido, pero ella debería haber sido menos parca e ir al fondo de la idea.

Merecía enseñarnos un desgarramiento, aunque fuera una lágrima-del lagarto prehistórico que se alimentaba de dinosaurios-, conocida la responsabilidad de la emoción socialista en el impulso de las grandes tragedias latinoamericanas de dos siglos, en esta dolorosa farsa, que para bien de la humanidad, ella y sus colegas del Siglo XXI liquidan. Pese a su enorme responsabilidad personal, más bien habló como una politóloga inglesa que prepara su trabajo de ascenso, no como quien fuera presidenta de Chile dos veces y protagonista del cambio de era. Tal vez le hizo falta un poco de autoflagelación, de reconocer sus graves errores que contribuyeron a desmejorar la vida de los chilenos y que levantan la imagen de Pinochet. Sin pretenderla samurai, su tranquilidad argumental trasmite que no le importa mucho su propio fracaso existencial.

Dorian Gray en Chile
Pero tampoco el de su partido y su corriente de pensamiento, por los que hubo demasiados martirios en el continente que buscaba la utopía, comenzado por el de su padre. La memoria de las muertes del general Bachelet, de Prat, de Allende, de Luciano Cruz, de Miguel Henríquez y de miles de caídos, torturados y desaparecidos a partir del golpe del 11S, hubieran merecido un poco más de corazón. No quiso y/o no pudo hacernos sentir arrepentimiento, conmoción, dolor, algo que le debe a los chilenos y al resto. Arthur Koestler escribió sangrante en su ruptura con el estalinismo, que “la lucha final será entre comunistas y excomunistas”. Un divorcio digno de ese terrible espectro requiere separación de cuerpos y la gravedad de usar la razón, el debate, la disidencia, y renovar el compromiso con la democracia y la libertad.

Si alguien no tiene excusas es quien apoyó fríamente al chavismo y su última campaña electoral está sembrada de recuerdos asombrosos, desconcertantes, que desde entonces reafirmaban que ella para Chile sería otra equivocación. Nadie gozó de tanto prestigio, hasta el extremo de irse a un cargo internacional para pasar el fastidioso requisito de tiempo, entretenerse mientras se cumplía el entreacto constitucional para su regreso cantado al poder. La sociedad la esperaba para aclamarla y el proceso electoral lucía casi como un trámite administrativo. Regresa, ha-ce su campaña, triunfa y todo va talcual se esperaba. Pero en el camino ocurre algo duro de entender. Cae en el circuito de una joven dirigente estudiantil inmadura e ideologizada a la que asocia estrechamente su imagen electoral.

Eso es comprensible porque era un ícono de belleza y juventud, las dos únicas cosas que valen la pena en la vida, según Oscar Wilde.

Pececito tragó ballena
Pero que para asombro general, la niña la coloniza mentalmente. Uno de esos inquietantes relatos de Julio Cortázar narra cómo un pececillo se apodera de la mente de un hombre que se le queda mirando fijamente por un rato en la pecera. Así Bachelet se convirtió en la candidata de las movilizaciones estudiantiles de 2012 que proponían radicalismos absurdos, como “una educación superior gratuita y universal”, contra la experiencia y la experticia en materia educativa en el mundo entero. Amenazó con una descocada reforma fiscal, ninguna de las dos cosas se llevó a cabo por absurdas e improcedentes; consumió su período en un debate vacío y Chile perdió una gran oportunidad. El balance de la democracia chilena tiene un lado lamentable porque los gobiernos socialistas y socialcristianos han puesto en jaque el modelo eco-nómico que sacó del desfiladero unpaís hambriento y abandonado.

El crecimiento económico se ralentizó, porque el sistema político careció hasta ahora de líderes –salvo Piñera– con el don necesario para actualizar el sistema económico e introducir los cambios requeridos. Los gobiernos democráticos, con la excepción mencionada, se han limitado a “mantener el modelo” y no a hacerle mantenimiento. Significativamente tal detención no ocurre en Perú, pese a las desventuras de Humala, ni en Panamá con sus escándalos recientes. Hace poco podía correr el sarcasmo de que Venezuela iba por el camino de Cuba, Argentina por el de Venezuela, Brasil por el de Argentina y Chile por el de Brasil, pero esa tendencia tiende a cambiar gracias a la expulsión del socialismo del siglo XXI. Pero preocupan la parálisis de los cambios en Brasil y la aterradora lentitud de Macri.

@CarlosRaulHer

¿Los países... se acaban?

Carlos Raúl Hernández

Hay infinitas posibilidades de clasificar los fenómenos y las cosas, en este caso los países, pero una que viene a cuento es entre los que triunfan y los que se hunden. Dicen que los países no se acaban, pero no hay duda que se descomponen como Líbano, Siria, Libia, Irak, Yugoslavia, Checoslovaquia, Haití, Somalia, Sudán y tantos otros (hay que estudiar lo ocurrido con Ucrania). Hasta hace poco la idea de que Venezuela podía colapsar como nación, sonaba sencillamente absurda, demencial. Durante los años cincuenta el país se había poblado de sicilianos, madeirenses, lisboetas, calabreses, gallegos, asturianos, isleños que trajeron sus conocimientos para el trabajo diario. Brotaron panaderías, abastos, talleres, bares, ferreterías, restaurantes, y en los sesenta florecieron la democracia y el progreso, un modelo para el mundo. Mientras Latinoamérica penaba cariada por dictaduras siniestras y masas de ciudadanos miserables.

En cambio en las esplendorosas Caracas, Valencia, Maracaibo, barrios enteros de colombianos, ecuatorianos y peruanos, construían con su trabajo una mejor vida, mientras argentinos, mexicanos y chilenos se ocupaban como profesores y gerentes, y vivían en libertad (recomiendo a los jóvenes leer El fusilamiento de la decencia de Manuel Carrillo). Muchos de nuestros intelectuales se asqueaban del consumismo, principalmente el de los tabarato de Miami y no tanto el de los sofisticados amantes de París, que salían de Fauchon con bolsas repletas de exquisiteces y se pasaban cualquier tarde de verano en una terraza de Saint-Michel dedicados a devorar mariscos con Chablis. Gracias a los gobiernos y partidos democráticos, los centros de educación superior venezolanos, de alto nivel académico, estaban llenos de muchachos del interior que se convirtieron en clase media emergente moderna.

Comando conjunto
Así ocuparon espacios en las instituciones representativas, la administración pública y las empresas. Llegamos a tener más de 3.000 jóvenes de posgrado en las mejores universidades del mundo. Un buen día el país decidió acabar con eso y se montó en una utopía agusanada con un insufrible olor a rancio, detrás de un perturbado, un flautista de Hamelín –en el cuento de los Grimm, se llevó a los roedores, pero se recuerda menos que también a los niños del pueblo y los ahogó en el río. Lo más triste es que las monumentales y asombrosas boberías de sus adversarios, fueron las que permitieron al flautista revolcar al país y la historia podría ser implacable cuando se analice lo ocurrido. De no ser por el paro petrolero, el abstencionismo y otras efervescencias, la revolución sería hoy un recuerdo lejano. El país se polarizó en dos extremos irreconciliables que hasta el sol de hoy demuestran a diario que no pueden convivir.

El desvarío revolucionario destruyó las extraordinarias conquistas civilizacionales de 40 años –ya sucumbieron hasta las carreteras relativamente intransitables de día, absolutamente de noche– y en cualquier momento puede producirse un desgarramiento militar que según la tradición histórica tendría altas posibilidades de derrota. No es que esta sea “una ley”, ni que deba repetirse, pero es un dato importante. Durante el siglo XX y lo que va del XXI los golpes que astillan el aparato militar fracasaron y condujeron al aplastamiento de la insurgencia, como ocurrió en Puerto Cabello, Carúpano, Barcelona, el 4F y el 27N. Solo tuvieron éxito los pronunciamientos sin disidencia de las Fuerzas Armadas contra Medina, Gallegos y Pérez Jiménez. A Colombia la partió en dos una gran insurrección civil en 1948 a consecuencia del asesinato del caudillo populista Jorge Eliécer Gaitán.

Por amor o interés
La guerrilla llegó a controlar más de la mitad del territorio y estuvo muy cerca de asaltar Bogotá, hasta que el gobierno de Álvaro Uribe neutralizó la amenaza. Hoy se incorpora a un pacto de gobernabilidad auspiciado por Santos. México también estuvo a punto de sucumbir, esta vez porque el narcotráfico controlaba gran parte de la administración pública y de las gobernaciones regionales y municipios, al extremo de que en la literatura especializada internacional se le daba ya como un Estado fallido, hasta que el presidente Calderón declaró la guerra contra los carteles con más de cien mil muertes. Los conflictos inmanejables en el bloque de poder, generalmente por obra de gobiernos tarados, trajo dictaduras en muchos países, que solo terminaron gracias a pactos de gobernabilidad, no entre los que estaban de acuerdo, sino entre enemigos.

La guerrilla salvadoreña, Arena y la democracia cristiana hicieron gobernable El Salvador, así como el exdictador militar brasilero Figueiredo que el día de su derrota electoral dijo a los líderes de la oposición triunfante “espero que me olviden” (así una exjefa terrorista, Dilma Rousseff, pudo gobernar). El Partido Socialista chileno cuyo desastroso gobierno propició el golpe de Pinochet, se alió con la Democracia Cristiana, impulsora del golpe, y con el propio pinochetismo, para reconstituir al país. La guerrilla guatemalteca aceptó convivir con los partidos democráticos tradicionales, igual que los Tupamaros en Uruguay, y triunfaron democráticamente. También el fujimorismo. Para que funcionen, los pactos de gobernabilidad deben ser entre opuestos.

@CarlosRaulHer

Marxismo-leninismo-odebrechtcismo

Carlos Raúl Hernández

Lo ocurrido en Venezuela durante estas casi dos décadas trasciende el asunto de que un gobierno inepto debe irse después del milagro de convertir en mendigos a ciudadanos legendarios por su capacidad adquisitiva, llamada tiempo ha saudita. Hoy está muy claro urbi et orbi que se trata de un grupo aferrado con desesperación al poder por el explicable pánico de dar cuentas ante un país que se arrodilló frente a ellos y les concedió todo lo que pidieron (ese pánico es el punto clave a considerar en una estrategia para que lo suelten). Se trata del fracaso más aplastante, rotundo, y escandaloso de eso que llamaban socialismo, quimera que cada vez que la intentaron instalar fracasó, pero siempre tuvo una excusa funcional y aceptable, además de que estuvo rodeada de heroísmo, canciones, películas, novelas y poemas.

Habla mal de los venezolanos que mordimos el anzuelo cuando la utopía estaba piche luego del Muro de Berlín. Los bolcheviques establecieron uno de los regímenes más espantosos de la Humanidad, pero durante la Segunda Guerra Mundial ayudan a derrotar a Hitler, quien actuó con desquiciamiento y voracidad imperial como los que muy probablemente hubiera desplegado Trotsky si triunfara en la lucha interna sobre Stalin. De haber sido así, posiblemente hubiera lanzado la URSS a derrocar “los gobiernos capitalistas”, declara la guerra a “las potencias imperialistas” y termina como Adolfito. Pero la historia fue otra y Stalin aparece en Yalta a la izquierda de Zeús Roosevelt –Churchill a la derecha–, en el Olimpo del siglo XX. El mundo sabía que esperó impertérrito entre cañonazos en el balcón de su oficina, con las tropas alemanas a 12 Km. del Kremlin.

El neoliberalismo
Su coraje lo emularon los comunistas en la resistencia europea, en Asia, y contra las dictaduras en Latinoamérica, lo que los cubrió de gloria y con un manto de romanticismo en sus luchas. Después vino la larga y heroica marcha de Mao hacia el poder, el asalto de los jóvenes verde oliva comandados por Fidel Castro y luego la gesta del “poeta y campesino vietnamita Ho-Chi-Min”, los martirios del Che Guevara y Camilo Torres, la inmolación de Allende, el triunfo de “los muchachos de Daniel Ortega” contra la siniestra dictadura de Somoza. El estruendoso aplauso a los héroes y los poemas de Neruda, Alberti, Guillén, León Felipe, leídos en alta voz para que se oyeran en todos los continentes, ocultaban los gritos en las torturas y los llantos de las viudas de los fusilados por la revolución. Las elites culturales abrazaron el marxismo y le pulían la hebilla a Fidel mientras la opinión pública se hizo progre (ni comunista ni anticomunista).

La miseria en Cuba era culpa del “bloqueo”, es decir, un embargo económico que nunca se cumplió e inventaron un paraíso social que la “revolución” había creado, una de las mentiras publicitarias más brillantemente edificadas que se recuerden. Cada vez que el hambre apretaba, Castro hacía un discurso contra los yanquis y hervía la sangre de los antiimperialistas del continente. Pero la genialidad propagandística de la izquierda tuvo su epítome con la Caída del Muro de Berlín. Este episodio encarna la crisis general del socialismo y el intervencionismo, que enfrentan las reformas económicas de Deng-Xiao- Ping, Reagan-Thatcher, Felipe González y Mitterrand, y el salvaje de Latinoamérica por el FMI, para superar el colapso del gobierno de Carter, el naufragio de Europa y la debacle con la crisis de la Deuda incubada por Cepal. Pero ¡sorpazzo!

El Foro de Odebrecht-Sao Paulo
En vez de analizarse la revolcada del socialismo comenzó la extraña lucha contra otro fantasma kapitalista: el neoliberalismo, la revolución conservadora, el pensamiento único, y lograron escurrir el bulto. Como se puede apreciar siempre hubo épicas, añagazas, coartadas para el fracaso socialista. Siempre hubo Sarte, Richard Wright, Susan Sarandon, García Márquez, Oliver Stone. Pero el socialismo del siglo XXI se mató solo, se ahorcó con su propio ombligo. Obtuvo una votación abrumadora en 1998. Pidieron la constituyente, con lo que inocularon al país con un retrovirus que ha traído –y traerá, no lo olvide– muchos dolores, ganaron 15 elecciones, se hicieron de gobernadores, alcaldes, concejales y legisladores. Una talentosa oposición les regaló la Asamblea Nacional en 2005, tuvieron el precio del barril de petróleo a 120 dólares, pero aún así, aún así, aún así, aún así, fracasaron como nadie en nuestra historia.

Sin heroísmo, sin derramar su sangre, sin una guerra civil, con una oposición que desapareció en 2005 y se recompuso trabajosamente, sin Estado de Derecho, fracasaron y ahora luchan para asirse de la última piedra antes del abismo. La izquierda internacional se esperanzó con la emergencia de lo que podríamos llamar el marxismo-leninismo- odebrechtsismo latinoamericano, fundado por Lula y el Foro de Sao Paulo, pero ya se comprobó una vez más que las utopías solo sirven para que los dictadores se laven la cara. A pesar de que los chulos españoles de Podemos hacen todo lo posible por hundir para siempre a Venezuela con su asesoría económica, ya no hay excusas: el socialismo es la peor tara de las sociedades modernas y esta es la prueba irrefutable de que se autodestruye incluso en las condiciones más propicias, se voltea en una recta.

@CarlosRaulHer