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Daniel Eskibel

37 series televisivas para políticos y consultores

Daniel Eskibel

Las series de televisión tienen una edad de oro en esta primera parte del siglo XXI. Impulsadas por las plataformas de streaming, las series alcanzan enormes niveles de audiencia a nivel mundial. Y en muchos casos también es muy alto su nivel en materia de historias, personajes, actuaciones y producción.

Se trata de entretenimiento, claro. Terminas tu jornada laboral y buscas un espacio de distensión, de tranquilidad, de disfrute alejado del stress y las preocupaciones cotidianas. Muchos recurren entonces a entretenimientos livianos, sin pretensiones artísticas de ninguna clase, que no les hagan pensar en nada y que solo les sirvan para “matar el tiempo”.

Pero hay otras posibilidades diferentes. Posibilidades para quienes buscan entretenerse pero no matar el tiempo sino aprovecharlo de manera inteligente. Con disfrute, con entretenimiento, con distensión…pero con calidad en todos los rubros. Más aún: invirtiendo ese tiempo en un entretenimiento que además sea una forma de conocer, de descubrir, de reflexionar. Una forma de entretenimiento, además, ligada profundamente a los intereses de cada cual, a sus preferencias, a sus estilos de vida y a sus valores.

Muchas series de televisión de nuestros días pueden encuadrarse en esta zona de entretenimiento más reflexivo. Las hay en muchos rubros y zonas temáticas, pero en este artículo me voy a referir solamente a las series que me parecen buenas aportaciones para políticos y consultores.

3 series políticas clásicas

El día a día de la política está magníficamente representado en tres series políticas que se han convertido en verdaderos clásicos.

1. The West Wing

Conocida en español como El ala oeste de la Casa Blanca, fue la primera gran serie en transparentar los frecuentemente opacos pasillos del poder político. Sus temporadas resisten el paso del tiempo y son una inagotable fuente de conocimientos acerca de la comunicación política, la estrategia, los movimientos tácticos cotidianos, la negociación, la gestión gubernamental y las campañas electorales. En su sesgo idealista The West Wing se acerca a cómo casi todos quisiéramos que fuera la política.

2. House of Cards

Fue el gran buque insignia del desambarco masivo de Netflix. Al igual que The West Wing transitó por los pasillos de la Casa Blanca, pero en este caso siguiendo los pasos de una pareja protagónica brillante y despiadada. Su temporada final fue un cierre abrupto motivado por razones extra televisivas. Ese cierre relativamente obligado y desprolijo no logró de todos modos anular sus grandes hallazgos. Su sesgo sombrío y desencantado se acerca a cómo generalmente creemos que es la política detrás de escena.

3. Borgen

La Primera Ministra de Dinamarca es la protagonista principal de este tercer gran clásico de las series políticas de televisión. En torno a ella se mueven los miembros de su gabinete, los principales dirigentes y partidos del país así como los medios de comunicación más relevantes. Tiene todo lo bueno de las dos series anteriores, pero suma a eso una profundización mayor en la vida y la psicología de los personajes, una exploración de temas que hoy mismo están en agenda y una visión más completa sobre la relación entre políticos y periodistas. Su sesgo, que no evita ni lo idealista ni lo sombrío, busca una aproximación más realista al complejo mundo político, periodístico, social y humano de este siglo XXI.

Otras 3 series políticas

Tal vez no sean clásicas al estilo de las tres anteriores. O tal vez no tuvieron el mismo impacto de público y crítica. Pero de todos modos están instaladas en el núcleo mismo de la política, son de gran calidad y recomiendo verlas.

4. House of Cards (original)

La versión británica original de House of Cards tiene el valor de antecedente, claro está. Pero además es un retrato igualmente sombrío de la política británica y está llena de apuntes de gran interés. No es idéntica a la versión estadounidense aunque tenga similitudes. Y su final…no te lo contaré.

5. Marsella

La política francesa también contada en su día a día, en este caso en la lucha por la alcaldía de la ciudad de Marsella. Si te digo que en el centro de todo está el enorme Gérard Depardieu, pues está todo dicho.

6. Boss

Esta serie política también ilumina a gobernantes y opositores en una ciudad, Chicago. Muestra de manera muy descarnada la lucha por el poder y todo lo que esa lucha implica. Y lo hace como una especie de House of Cards local. Tan oscura como suele pasar con la lucha por el poder.

La política y su contexto

La política no ocurre solamente en los despachos políticos. Ocurre en un contexto complejo y rico que muchas series televisivas nos ayudan a comprender.

7. La Corona

Tienes que ver esta serie si quieres comprender en profundidad y para siempre la psicología del poder. Una maravilla que retrata la corona británica, que repasa el espíritu socio-cultural del mundo occidental a lo largo de varias décadas y que hace una disección implacable del poder (todo tipo de poder).

8. Mad Men

La publicidad ha estado siempre ligada al mundo político y se ha convertido en una forma muy especializada de comunicación política. Esta serie gira en torno a un creativo publicitario, las agencias en las que trabaja a lo largo del tiempo, sus colegas, sus clientes, sus campañas y su vida personal. Y es una fabulosa reconstrucción de época de la década de los 60 del siglo pasado.

9. Halt and Catch Fire

Si Mad Men es imprescindible para conocer los años sesenta, Halt and Catch Fire es igualmente imprescindible para conocer los años ochenta del siglo veinte. Acá ya no se trata de publicidad sino de la informática y el mundo digital. Es una reconstrucción excepcional del espíritu pionero que abrió las puertas a los ordenadores personales y a internet. Y muestra que muchas de las cosas que hoy nos inquietan ya estaban planteadas por entonces.

10. The Americans

También ocurre en los años ochenta pero en este caso se trata de una pareja de espías soviéticos instalados en pleno Washington DC. Con el FBI en su vecindario, además. Y el trasfondo político del gobierno de Ronald Reagan más todo el espíritu de la guerra fría.

11. La Ruta del Dinero

Es muy difícil comprender la política si no se descubren algunas claves de la economía. La Ruta del Dinero es una serie danesa de los mismos creadores de Borgen, lo cual ya es mucho decir en cuanto a antecedentes. Y se despliega en torno a la corrupción económica a nivel de grandes empresas, incluyendo desde los bancos hasta las compañías de energía eólica.

12. El Mecanismo

Esta serie brasileña apunta directamente contra la corrupción que vincula altas esferas políticas y empresariales. Lo hace con muy buena calidad y ha despertado vivas polémicas ya que se refiere a casos reales que han ocupado grandes portadas informativas.

13. Black Mirror

Acá el contexto no es el del presente sino el de un futuro donde el lado oscuro de la tecnología termina por ganar la partida. Advertencia: el primer capítulo de la primera temporada es de muy mal gusto, pero si lo superas vas a encontrar otros capítulos que son de antología. Spoiler: todo parece indicar que la realidad supera a la ficción. De hecho cada vez vemos más hechos actuales que parecen nuevos capítulos de Black Mirror.

14. The Good Wife

En la superficie es una serie de abogados como tantas, aunque muy bien hecha. Pero a medida que avanzan los capítulos y las temporadas te vas encontrando con la política, el periodismo, las grandes empresas y los temas que marcan la agenda y el debate público hasta el día de hoy.

15. The Good Fight

Podría ser una continuación de The Good Wife y en cierto sentido lo es. Pero va mucho más allá. Es la sociedad de los Estados Unidos durante el gobierno de Donald Trump. Desde una perspectiva claramente demócrata, aunque también con personajes republicanos interesantes. Y con una trama y un formato que por momentos parece enloquecer. Una serie casi inclasificable, provocativa y cambiante.

16. Cuéntame cómo pasó

La vieja serie española sigue siendo vigente. Su punto más alto está en las temporadas que se desarrollan durante las etapas finales del franquismo, mostrando aquella época desde la cotidianeidad de una típica familia de clase media. Personajes entrañables y algunas actuaciones excelentes sostienen su mirada sobre el contexto de la política española y mundial a lo largo de varias décadas.

17. Chernobyl

El accidente en la planta nuclear de Chernobyl fue de gran importancia en el declive final que terminó destruyendo a la otrora poderosa Unión Soviética. La serie registra minuciosamente aquellos hechos y todo su contexto científico, gubernamental y político. Los errores de gestión de gobierno y de comunicación política que se van insinuando en la serie son una advertencia en toda regla para políticos de cualquier orientación ideológica.

18. 24

En su momento esta serie fue una revolución. Se basaba en una idea poderosa: que cada capítulo contara en tiempo real la lucha de agentes de seguridad nacional de los Estados Unidos contra una amenaza terrorista. Con un contador que cada pocos minutos mostraba en pantalla el paso inexorable del tiempo. Mucha acción, espionaje, acción violenta y un protagonista central para quien el fin justificaba los medios.

19. Homeland

Una agente de la CIA con un trastorno de personalidad pero con grandes capacidades analíticas y operativas. En torno suyo el funcionamiento de la inteligencia norteamericana, los delicados lazos con el sistema político del país, el terrorismo islámico, la política internacional y varios de los temas candentes de la agenda mundial. Un cóctel explosivo. Literalmente.

20. Lost

¿Lost? Cualquiera diría que nada más lejano a la política que Lost. Sin embargo es, entre otras muchas cosas, una serie televisiva sobre el poder. Porque a lo largo de todas sus temporadas lo que vemos es la lucha incesante por el poder dentro de ese grupo de personas aparentemente perdidas en una isla. Y ya sabes que el poder es el núcleo de la política.

21. El Colapso

Si eres político o consultor y quieres aprender algo sobre este extraño año 2020, entonces debes ver esta serie francesa. No es sobre la pandemia de coronavirus pero sí que trata acerca de la naturaleza humana en situaciones límite. Y acerca de las estructuras sociales que hemos construido.

Otras 16 series

Las 21 series para políticos y consultores que repaso más arriba son recomendables. Desde mi punto de vista, claro está. El listado seguramente es injusto, como todos los que puedan hacerse. Posiblemente faltan varias series importantes y sobran otras que no lo son tanto. Solo tienen en común que las he visto todas, que las he disfrutado a diferentes niveles y que las considero valiosas fuentes de entretenimiento, aprendizaje y reflexión.

Hay otras series que no he visto (aún) pero que algunos colegas consultores y algunos clientes políticos me han recomendado. Cito algunas a modo de ejemplo:

22. The Walking Dead

23. Los Soprano

24. The Wire

25. The Newsroom

26. Commander in Chief

27. Madam Secretary

28. Scandal

29. Tyrant

30. Political Animals

31. Juego de Tronos

32. Veep

33. 1992

34. K-Street

Y además las tres nuevas series que se atreven a enfocar la violencia del conflicto vasco:

35. Patria

36. La línea invisible

37. El desafío: ETA.

El criterio aquí, al igual que en las 21 anteriores, es ir más allá de las series estrictamente políticas para abarcar miradas mucho más amplias que nos den perspectiva y contexto.

Seguramente hay más series de interés para este público tan peculiar que somos los consultores y nuestros clientes del mundo de la política. En particular está claro que en este artículo hago referencia a series del universo cultural básicamente norteamericano y europeo. Que por otra parte es el universo popularizado por las grandes plataformas de streaming que personalmente consumo: Netflix, Amazon Prime, HBO, Filmin y similares. Pero hay vida y cultura más allá de esas plataformas. Y en algún momento me gustaría acceder a más contenidos de calidad de origen latinoamericano y asiático, por ejemplo. En este déficit radicas una limitación importante de estas recomendaciones.

Series políticas en tiempos de pandemia

Dependiendo de cual criterio sociológico utilice, mi año de nacimiento me ubica a fines de la Generación Baby Boomer o a principios de la Generación X. Crecí alimentado por series como Viaje al Fondo del Mar, El Túnel del Tiempo, Tierra de Gigantes, Viaje a las Estrellas, El Prisionero, Mannix, Ironside o Hawaii 5-0. Por allí aparecían también Los Beverly Ricos, Batman y hasta el loco terror de Narciso Ibáñez Menta. Para muchos supongo que suenan como nombres extraños, pero una parte de mis compañeros de generación seguramente se van a sonreír ante algunos recuerdos evocados.

Más allá de cual sea tu generación, lo que me importa resaltar es que las series televisivas forman parte del aprendizaje y la socialización cultural de cada grupo generacional. Los puntos de referencia televisivos son distintos para cada generación y para cada ámbito geográfico, pero en este complejo 2020 la pandemia de Covid-19 acorrala a millones de personas dentro de sus casas y el encendido televisivo trepa a registros récord.

Afuera reina el virus. Adentro reinan las series de televisión. Tal vez sea buen momento para que quienes nos movemos en este ámbito de la política veamos series que además de entretenernos nos ayuden a reflexionar.

Por lo menos para resistirnos ante lo que parece ser el ocaso de la reflexión.

Maquiavelo&Freud

https://maquiaveloyfreud.com/series-televisivas-politicos-consultores/

El coronavirus puso la psicología en el centro de la política

Daniel Eskibel

El consultor político Isaac Hernández me entrevistó en su podcast Políticast.

El diálogo fue a fines de abril de 2020 y hablamos de psicología política, de comunicación y de marketing político en tiempos de Coronavirus. Pero además me preguntó por temas más personales y así fue que surgieron mis raíces vascas, el ajedrez, los libros y el cine (entre otros asuntos).

A continuación, un resumen de lo conceptualmente más importante de la entrevista:

¿En qué proyecto te encuentras trabajando ahora?

En este momento estoy trabajando en una campaña presidencial, en la comunicación para un par de empresas y próximo a cerrar acuerdos para una campaña legislativa y otra a Gobernador. Es complejo lo que está pasando en este tiempo porque mi trabajo habitualmente implicaba estar una vez por mes en el país de mis clientes, haciendo allí trabajo presencial durante 4 o 5 días. Pero con la pandemia he tenido que reformularlo todo y desplazar el trabajo íntegramente hacia herramientas de comunicación a distancia como por ejemplo Zoom para reuniones virtuales, Signal para conversaciones confidenciales, Telegram para mensajes rápidos y Protonmail para correos encriptados.

Estas herramientas al final resultan más eficaces y nos permiten a todos optimizar recursos, tanto a mí como a mis clientes. Inclusive en las reuniones virtuales se aprovecha más y mejor el tiempo que en las reuniones presenciales, y además los clientes evitan todos los gastos de transporte aéreo, hoteles y estadías.

Por otra parte también estoy tratando de leer y estudiar mucho porque todo esto que está pasando es un enorme desafío para la comunicación política, las campañas electorales y el marketing político. Además de para nuestro trabajo como consultores, claro.

¿Por dónde deberían los partidos políticos empezar a aplicar la psicología?

Si los partidos y las campañas no conocen la psicología del votante están regalando un terreno que alguien va a ocupar. Ahí tiene que haber un lugar para estudiar las razones y las sinrazones del voto, para profundizar en el conocimiento de los votantes, para posicionar un liderazgo.

Todos los caminos de la política conducen a la mente humana. Todo lo que se hace y se dice en materia política y electoral termina siendo procesado por la mente de los votantes. Y es entonces allí, en la mente humana, donde hay que instalar el mensaje y el liderazgo.

En estos tiempos de pandemia, y en la también dura etapa que vendrá después, la psicología será un arma vital para los partidos políticos. Sin ella no van a poder comprender el nuevo y en cierto modo extraño escenario político que se abre. Y sin esa comprensión fallarán desde la raíz tanto la estrategia como la comunicación. Ya sabes: si eso falla, pues entonces no hay votos.

¿Crees que va a cambiar mucho la comunicación política debido al Coronavirus?

Sin duda que sí. Todavía no sé exactamente hacia dónde, pero estamos descubriendo cosas, cambiando hábitos y todo esto va a ser una gran sacudida para la comunicación política y también para la estrategia.

Estamos en una etapa de grandes transformaciones desde la revolución científico-técnica que se aceleró en los años ochenta del siglo pasado. Hemos quemado etapas a toda velocidad: ordenadores personales en todos los lugares de trabajo y en todas las casas, conexión generalizada a internet, desarrollo de todo el ecosistema de la web, internet en la palma de la mano a través de los móviles, mensajería instantánea, internet de las cosas, redes sociales y nuevos modos de aprendizaje y de relacionamiento.

Hasta comenzado este 2020 no sabíamos realmente cómo manejar toda esta revolución de un modo razonable y productivo. En su conjunto, como especie humana, todavía no encontrábamos el mejor rumbo. Por eso veíamos todavía procedimientos de comunicación de la Edad de Piedra junto con campañas tradicionales ancladas en un pasado históricamente reciente, con campañas novedosas pero poco eficaces y asimismo con campañas nuevas pero efectivas y potentes.

Estábamos en medio de todo eso cuando comenzó a caer el Coronavirus. Todavía no teníamos las mejores respuestas cuando de golpe nos cambiaron todas las preguntas. Y en eso estamos.

¿Qué consejos le darías a los políticos para trabajar mejor su comunicación?

Un manual breve de consejos rápidos iniciales podría ser el siguiente:

Tener siempre muy claro a qué público se va a dirigir. Porque el mensaje es el mismo pero hay que modularlo para que cada público realmente lo pueda asimilar.

Concentrarse en los problemas principales que tiene ese público. Eso es lo que hará que esas personas sientan que vale la pena escuchar a ese político.

Autenticidad. Es necesario que cada cual sea fiel a sí mismo, a su personalidad. No hay nada peor que alguien tratando de ser quien no es.

Comunicar con hechos, con acciones. La trayectoria, la biografía y lo que se hace ante cada situación son de una enorme potencia comunicativa.

Contar historias. Las cifras y los datos sirven de poco si no forman parte de una buena narrativa.

Emocionar. La política nunca fue un frío torneo dialéctico. Ahora menos que nunca. Ahora hay muertos, hay enfermos, hay dolor, hay sufrimiento, hay miedo, hay temor a la enfermedad y angustia ante los problemas económicos. El que no conecte con ese universo emocional quedará fuera de juego.

Mantener un talante abierto, tranquilo, democrático. Mi hipótesis es que en el punto álgido de la crisis a la gente no le importan tanto las diferencias políticas sino que se concentra en sus problemas y en sus miedos, en que se resuelvan y se alivien.

Tener en cuenta que los discursos para diferenciarse son menos efectivos en los momentos más duros de la pandemia. Los tiempos de diferenciación y de confrontación son posteriores, al llegar el momento del balance.

Prepararse para lo que viene. Y lo que viene es una crisis económica de magnitudes no vistas por nuestra generación. Será sobre eso, sobre la economía personal y familiar, la gran demanda popular hacia los políticos.

https://maquiaveloyfreud.com/coronavirus-psicologia-centro-politica/

Música en campañas electorales

Daniel Eskibel

La música en campañas electorales produce conexiones en el cerebro del votante que van mucho más allá de lo racional y de lo ideológico.

Néstor Báez estudia Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad Carlos III de Madrid. Su trabajo de fin de grado tiene como tema el uso de la música en las campañas electorales y su importancia en la construcción de la identidad política de los individuos. Recientemente me entrevistó acerca de su tema de investigación. A continuación una versión editada de mis respuestas.

¿Qué importancia tiene la música en la construcción de la identidad política de cada votante?

La música es muy importante en la construcción de la identidad personal tanto de las personas como de la comunidad y los grupos sociales. Por lo tanto también es muy relevante a la hora de construir la identidad política de cada cual.

Tenemos que tener en cuenta, además, que la socialización política de cada uno tiene en la adolescencia una etapa crucial. Y es en la misma adolescencia cuando se produce lo que podríamos llamar “la socialización musical”. O sea el descubrimiento del mundo de la música y la formación de conexiones sociales y neuronales en torno a ella.

El adolescente, pues, vive en un mismo momento la reconstrucción de su identidad personal, la socialización política, la socialización musical y la creación de un modo de ser y estar en la sociedad. Desde allí en adelante música y política irán entrelazados.

¿Algún ejemplo de campaña electoral en el que la música haya sido decisiva para movilizar votos?

La música siempre es importante para movilizar votos. Siempre. Un ejemplo que inmediatamente me viene a la mente es el de las versiones musicales del “Yes we can” de la primera campaña presidencial de Obama en 2008 en los Estados Unidos. O la fuerza de la marcha peronista en muchas campañas electorales en Argentina.

No digo que sea “decisiva” porque en la decisión de voto intervienen múltiples factores y no solo la música. Pero sí importante.

¿Cómo influye sobre el votante el mensaje político que está acompañado de música?

La música conecta directamente con sus emociones, con sus recuerdos personales e inclusive con su inconsciente. Entonces la política con música produce conexiones en el cerebro del votante que van mucho más allá de lo racional y de lo ideológico. Eso le da al mensaje político una potencia inmensamente superior a la que tendría si estuviera despojado de esas conexiones. Al fin y al cabo son las conexiones las que constituyen el núcleo vital del funcionamiento mental.

La música conecta con las emociones, ¿pero qué peso real tiene ese factor emocional en el triunfo electoral?

Las emociones no son solo importantes para ganar elecciones. Son decisivas. En realidad la decisión de voto comienza por la emoción. Recién después de eso vendrán las razones, las justificaciones, las explicaciones. Pero la emoción está primero y además pesa más en la decisión. Es lo mismo que ocurre con todas las decisiones humanas. Si no logras conectar emocionalmente con los votantes jamás lograrás ganar las elecciones.

¿Qué importancia le dan a la música los que diseñan las campañas electorales?

Podrán haber excepciones, pero en general quienes diseñan las campañas electorales le dan importancia a la música como parte de ese diseño.

Algunos cometen errores, claro está. Y el error más frecuente no suele ser el olvido de la música sino más bien la selección de una música equivocada. Y cuando digo “música equivocada” me refiero a una música elegida solo en base a las preferencias estéticas del candidato o del jefe de campaña o del estratega, lo cual ayuda a un error más general que es el de las campañas electorales narcisistas. O también llamo “música equivocada” a la que es elegida en base solamente a la popularidad en el país de un determinado género musical.

Lo mejor es que la música de la campaña se elija en función de la estrategia y no de la popularidad o la estética. Una vez que la creación musical se encuadra en la estrategia de campaña y en la estrategia comunicacional, entonces además tendrá que tener atractivo estético y capacidad de volverse popular.

¿Qué aspectos clave tiene que tener una música para atraer a los votantes?

En un jingle o en una canción electoral la clave está en lograr un fragmento de unos pocos segundos que por la simplicidad de sus patrones repetitivos sea muy fácil de reconocer, de recordar e inclusive de tararear. Es esa simplicidad repetitiva la que hace que sea tarareada en la ducha hasta por quienes más rechazan al emisor político de ese jingle o canción.

¿Cómo se están usando la música y otros elementos litúrgicos en las últimas campañas electorales?

La liturgia es cada vez más una construcción para ser consumida en las redes sociales y en los medios de comunicación, ya que la política es actualmente un espectáculo de masas.

Si pensamos en la música, en el color, en las formas, en el movimiento…todos esos elementos se van integrando en un espectáculo para espectadores remotos, que no están físicamente donde se desarrolla el evento sino que siguen sus ecos y sus fragmentos desde sus dispositivos móviles.

Ese espectáculo también comunica, también dice cosas, también es portador de mensajes políticos. Y también emociona al activar resortes irracionales del cerebro humano.

Cada organización política sabrá si se queda solamente a nivel de espectáculo o si lo transciende con ideas y con proyectos realistas. Pero lo que no puede hacer en este tiempo es ignorar esta espectacularización de la política.

¿El uso de la música en las campañas electorales americanas es diferente al que se hace en las campañas europeas?

Ni América ni Europa son continentes homogéneos en materia de campañas electorales. Más bien encontramos mucha diversidad de país a país, así como también diversidad en distintos tiempos y en distintas campañas. Creo que lo mismo ocurre en materia musical.

Si en todo caso el uso de la música en las campañas estuviera más extendido en América Latina que en Europa, cosa que insisto que no he visto demostrada hasta ahora, entonces podríamos buscar alguna explicación por el lado de la influencia que las campañas electorales de los Estados Unidos tienen sobre América Latina. Tendríamos que pensar en la espectacularización de la política a la que podría tender más el mercado estadounidense, a la transposición de fenómenos culturales a los códigos del show y el gran espectáculo.

¿Cómo se tiene que usar la música para que sea efectiva electoralmente?

Se tiene que usar de modo estratégico. Sabiendo exactamente cuales son los públicos a los que se dirige y cómo es la personalidad de esos públicos. Comunicando el mensaje que la campaña ha definido y despertando la emoción sobre la cual trabaja esa campaña. Y utilizando los canales de comunicación más aptos para esos públicos.

Además tiene que usarse de un modo equilibrado, sin caer en la irrelevancia por la poca difusión ni tampoco en la saturación por una difusión excesiva que agote al público.

¿Es más efectiva la música ya existente o la que se crea explícitamente para la elección?

Ambas pueden ser efectivas si se usan adecuadamente. Y ya sabes que donde dice “adecuadamente” debe leerse “estratégicamente”.

Usar la música ya existente tiene la ventaja de la popularidad, de que los que escuchan la reconocen de inmediato y la hacen “sonar” fácilmente dentro de su mente. Pero a su vez tiene la desventaja de que muchas veces esa música ya tiene sus propias conexiones, su universo de significados que no necesariamente están alineados con el universo de significados que quiere comunicar la campaña.

Por su parte la música que se crea explícitamente para la elección tiene ventajas y desventajas en espejo con la ya existente. O sea que su desventaja es no ser conocida y por lo tanto tener que ganarse su popularidad. Pero su ventaja es que el universo de significados a comunicar se crea desde la base, desde el principio mismo, lo cual si se hace bien asegura coherencia en el mensaje y en las conexiones mentales que provoca.

¿Qué ejemplo hay de una canción creada específicamente para una elección que haya resultado efectiva?

Un ejemplo que resulta más claro por la perspectiva del tiempo podría ser la canción electoral de la campaña española de 1977 que llevó al triunfo a Adolfo Suárez.

El estribillo era simple, fácil de recordar, contundente y completamente alineado con la estrategia política general de la campaña: “Vota centro, vota Suárez, vota libertad. La vía segura a la democracia”. Y la música compuesta por Juan Pardo era parte del éxito porque contaba con todos los elementos que caracterizaban a muchos de los grandes éxitos musicales que se escuchaban en España en aquella década.

¿La música en campaña es más efectiva acompañando estímulos negativos o positivos?

Ambos. La música conecta con la alegría, con la tristeza, con la energía, con la ira, con la tranquilidad, con el miedo, con la novedad, con la tradición, con todo. Por lo tanto es efectiva acompañando estímulos positivos pero también lo es acompañando estímulos negativos. Nada de lo emocional le es ajeno a la música.

¿La música ayuda a crear la imagen de un líder político?

Sí, mucho. Aquí conviene precisar que la imagen del líder político la crea el propio cerebro de los votantes. Lo que hacen las campañas electorales es brindarle a ese cerebro varias de las piezas esenciales del puzzle, varios de los elementos que el votante usará para construir esa imagen. Teniendo en cuenta además que sus adversarios políticos también estarán aportando piezas para ese puzzle, en un sentido diferente por cierto.

Si lo concebimos de este modo, entonces la música es una de las piezas que la campaña le brinda al votante para su tarea interior de armado de la imagen del líder. Y esa música será la banda sonora de su liderazgo.

¿Cuál es la importancia real de la música en los procesos electorales?

La música es muy importante para marcar el clima emocional de una campaña electoral.

Ayuda a movilizar a los votantes duros que ya tienen definido su voto. Los ayuda porque les da energía, identidad y compromiso.

Pero también ayuda a consolidar a los votantes blandos, les da una conexión emocional que afirma su voto. Y ayuda a provocar simpatía en votantes que hasta entonces no la sentían y tenían algún grado de indecisión.

La música es muy importante para la psicología de los votantes. Por eso las campañas electorales tienen que pensarla y diseñarla con estrictos criterios estratégicos.

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Cómo hacer más efectiva tu comunicación política durante la pandemia

Daniel Eskibel

La pandemia de Covid-19 que invade el planeta en 2020 es el mayor desafío que ha enfrentado la actual generación de líderes políticos. Un desafío de gestión sanitaria y de gestión económica en primer lugar. Pero también un desafío de comunicación política.

La pandemia mata, enferma, aísla, destruye empleos, cierra empresas, infunde miedo y deteriora la calidad de vida. Y una mala comunicación política agrava aún más la situación, además de poner en peligro todos los liderazgos políticos.

En este contexto es vital que la comunicación política sea más efectiva. En ello le va la vida a la sociedad, a la democracia y a cada dirigente político.

La buena comunicación política ayuda a destruir el virus

Muchos dirigentes políticos enfrentan la crisis del nuevo Coronavirus apelando a paradigmas de comunicación completamente obsoletos. El peor de todos ellos es el que separa y coloca en compartimientos estancos dos factores que en la realidad son inseparables: la gestión y la comunicación.

El error consiste en creer que en determinados momentos se gestiona y en otros momentos diferentes se comunica. Grave error. Tan grave que puede tener consecuencias dramáticas en la vida de todos.

Piénsalo de otro modo.

Piensa que la gestión y la comunicación están íntimamente entrelazadas en cada momento. Todo el tiempo. Siempre.

Para gestionar una crisis tienes que escuchar a los expertos, escuchar a tus colaboradores, escuchar a tus adversarios y escuchar a la población. Y aunque muchos no lo entiendan, escuchar es comunicar. Dicho de otra manera: tu forma de escuchar es parte esencial de tu comunicación política al mismo tiempo que es parte esencial de tu gestión de la crisis.

Pero además tienes que hacer otra cosa para gestionar una crisis. Porque después de escuchar tienes que tomar decisiones. Y esas decisiones las debes comunicar, tanto en forma oral como escrita. Tus decisiones carecen de todo valor si nadie las lleva a la práctica, se convierten en humo, se evaporan.

Dicho de otra manera: tu forma de transmitir tus decisiones también es parte esencial de tu comunicación política al mismo tiempo que es parte esencial de tu gestión de la crisis.

La pandemia del nuevo Coronavirus exige una comunicación política muy efectiva. La gestión de la crisis fracasa si falla la comunicación política interna de los equipos políticos. Porque la complejidad del problema solo puede abordarse desde la inteligencia colectiva.

Y la gestión de la crisis también fracasa si falla la comunicación externa de esos equipos con la población. Porque cualquier decisión se vuelve papel picado si no es asumida en la práctica colectiva de una sociedad.

Para matar al virus, entonces, necesitas (y necesitamos) que la comunicación política sea parte de la solución más que parte del problema.

Lo mismo ocurre con el liderazgo político.

La comunicación política efectiva ayuda a construir liderazgo

La pandemia de Covid-19 se va a llevar por delante muchos liderazgos políticos que parecían sólidos y va a colocar en su lugar nuevos liderazgos que hasta ahora pasaban desapercibidos.

Nunca como ahora los dirigentes políticos habían estado con tanta intensidad bajo la lupa de la población.

Ahora mismo están observados, escrutados, analizados. Y cuando todo acabe serán juzgados con severidad. Porque aún los ciudadanos más alejados de la política esperan que sus dirigentes ayuden a resolver los problemas. Que son problemas graves, con consecuencias terribles en la vida de todos.

Piénsalo con frialdad. Piénsalo hasta con la más cruel lucidez. Si fracasas ahora es muy probable que no tengas nuevas oportunidades políticas. Tu tiempo es hoy, ya sea que estás en el gobierno o en la oposición. Hoy es tu momento.

Tu sociedad vive la mayor crisis sanitaria, económica, social y política de la que tengamos memoria. Tu gente tiene miedo, mucho miedo, más del que puede confesarse en cualquier encuesta. Tu gente está pasando mal, nerviosa, llena de incertidumbres, sin saber hacia dónde ir ni cómo resolver todo lo que ocurre.

Esos hombres y mujeres te están mirando. Esperan algo de ti. Y lo que esperan no es la comunicación política de siempre, no es más de lo mismo. Esperan otra cosa. Necesitan otra cosa.

Si haces lo mismo de siempre, pues entonces estarás perdido cuando la población haga balance. Tu liderazgo, estés en el lugar que estés ahora mismo, depende más que nunca de tu comunicación política.

Cómo mejorar tu comunicación política en tiempos de Covid-19

Algunas ideas para mejorar y hacer más efectiva tu comunicación política en tiempos de Covid-19 (y tal vez en general en tiempos de crisis):

Comunica con hechos. No te encierres en tu despacho y baja a la calle siempre que sea posible. Predica siempre con el ejemplo. Ayuda, brinda tu esfuerzo, realiza tareas prácticas y pon en acción no solo tu mente sino también tu cuerpo.

Comunica con tu actitud. Respira profundo, serénate, conecta con tu calma interior. Todos necesitan que transmitas confianza, entereza y tranquilidad. Decisión y firmeza, nunca desesperación. Por más dura que sea la situación.

Comunica por encima de partidos e ideologías. Evita atacar frontalmente a otros partidos o líderes. Por el contrario: reúnete con políticos adversarios, apoya sus buenas ideas o acciones, elógialos y agradéceles cuando corresponda.

Comunica sin retórica, sin estridencia, sin exageraciones, sin oratoria política tradicional, sin intentar ganar votos ni cambiar percepciones políticas o maneras de pensar. Comunica lo específico, lo concreto, lo que es importante para la gente. Y hazlo con simplicidad y brevedad.

Comunica desde una posición de liderazgo colectivo (dejando de lado el ego y la identidad partidaria, poniendo el bien común por encima de tus propios intereses políticos).

Comunica con la máxima transparencia posible. Las personas que te escuchan necesitan saber que no hay nada que se oculte o que se falsee en medio de una situación tan amenazante. Esto incluye, además, que reconozcas tus errores con naturalidad y valentía. Comunica con cercanía. Los ciudadanos necesitan sentir la empatía del líder, necesitan verlo cerca suyo, ya sea real o simbólicamente. La empatía es la clave. Y aquí no valen los simulacros, solo vale que realmente la sientas.

Comunica con autoridad bien entendida, la autoridad de quien sabe de lo que habla. Si no sabes, pues estudia. Analiza a fondo los problemas y las soluciones, sin autocomplacencia, con rigor. Estos no son tiempos para la superficialidad.

Comunica mostrando un camino de salida a la crisis. Quienes te escuchan necesitan ver una luz al final del túnel, pero una luz verdadera, auténtica. El realismo, la firmeza y la esperanza son tus armas fundamentales a la hora de señalar el rumbo que hay que recorrer.

Comunica como un líder humano y no como un héroe. Eres una persona y así deben verte. Tienes limitaciones y necesitas ayuda. Tiende la mano a los demás. Demuestra con hechos y palabras esa humanidad.

En tiempos de Covid-19, mi recomendación es que te apartes por completo de la comunicación política electoral y despliegues en cambio una comunicación política centrada en problemas concretos. Es lo mejor para lo sociedad en este duro presente pero también es lo mejor para tu liderazgo futuro.

PD: Comparte este artículo con los dirigentes de tu partido político. Seguramente te lo van a agradecer.

Maquiavelo&Freud

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Liderazgo político en tiempos de crisis

Daniel Eskibel

¿Cómo ejercer el liderazgo político cuando todo se trastoca? ¿Cómo mantener o acrecentar ese liderazgo cuando el mundo político, económico y social parece saltar por las aires? Porque es precisamente en medio de las crisis cuando los ciudadanos miran con expectativa inusitada hacia los líderes políticos.

Y entonces, mientras todas las miradas convergen en ellos, ¿hacia dónde miran los líderes políticos?

De la inteligencia artificial a la inteligencia emocional

A las 10 de la mañana del 31 de diciembre de 2019 saltaron todas las alarmas. Un virus desconocido brotaba en Wuhan, una ciudad china con una población de 12 millones de habitantes. Y el virus podría comenzar a saltar hacia otras regiones, comenzando por Bangkok, Seúl, Taipei, Singapur y Tokio.

Aquella voz de alerta no la dio un líder político ni un científico ni una organización internacional ni un gobierno. La voz de alerta la dio una inteligencia artificial.

Desde su base en Toronto, Canadá, el algoritmo de Blue Dot lee y analiza textos en 65 idiomas, hurga en bancos de datos de salud, revisa información sobre el clima y el tráfico aéreo, y todo eso para rastrear 150 tipos de enfermedades diferentes. Desde esa base Blue Dot detectó que algo potencialmente peligroso estaba ocurriendo en Wuhan. Y esa misma mañana, la última del año 2019, esa información comenzó a ser comunicada a través de canales empresariales.

La respuesta inicial fue el silencio. Luego, el 9 de enero de 2020, ocurrió la primera muerte por el Covid-19. El 15 de enero se confirmó que el virus también atacaba en otros países fuera de China. Y el 30 de enero la Organización Mundial de la Salud por fin dio la alarma para todo el planeta. El resto es historia conocida.

El tsunami del Covid-19 es la mayor catástrofe humanitaria que ocurre por lo menos desde la Segunda Guerra Mundial. Y está en pleno desarrollo, sin vacunas ni tratamientos a la vista. Por eso las poblaciones de todos los países miran hacia sus líderes políticos. Los que están en el gobierno, en primer lugar. Pero también los que están en la oposición.

En una crisis de estas dimensiones será muy importante la inteligencia emocional de los líderes. Una inteligencia que no solo se caracteriza por el cociente intelectual y las capacidades cognitivas sino además por otros factores que son decisivos en situaciones de crisis. Por ejemplo:

Control de los impulsos para no actuar ni hablar precipitadamente.

Prudencia pero al mismo tiempo seguridad a la hora de tomar decisiones.

Motivación interna para actuar cuando todos se derrumban.

Empatía con el sufrimiento de los demás.

Estabilidad emocional aún en las peores situaciones.

Tolerancia a las frustraciones.

Perseverancia y disciplina para hacer lo que hay que hacer.

Templanza para enfrentar las dificultades.

Equilibrio para comprender los matices de cada situación.

Confianza en sí mismo y también en los demás.

Capacidad para diferir las gratificaciones.

Comprensión de las motivaciones, emociones y deseos de otras personas.

Conocimiento de sí mismo como ser humano complejo.

Aceptación de las limitaciones propias y de la necesidad de ayuda y colaboración.

Capacidad de resolución de problemas.

Esta inteligencia emocional es siempre parte ineludible del liderazgo político. Mucho más aún en situaciones de crisis como la que vivimos en 2020.

La inteligencia artificial dio la alerta sobre el Covid-19. Ahora la palabra la tiene la inteligencia emocional de la humanidad en general y de los líderes políticos en su área de responsabilidades.

La personalidad de los líderes políticos y la crisis del Covid-19

Un ex Presidente latinoamericano me explicó una vez que una pintura que tenía en su despacho simbolizaba su definición de liderazgo político. El cuadro mostraba una fila de personas que se iban pasando unas a otras un balde con agua hasta que el primero en la fila arrojaba el agua sobre una fogata para intentar apagarla.

-El líder político no tiene a quién pasarle el balde y tiene el deber de enfrentar el fuego sin transferirle la responsabilidad a otro -me dijo con serena convicción.

Ahora el fuego del Covid-19 está incendiando la pradera y los líderes políticos se enfrentan al mayor desafío de su generación. El desafío es enorme, es peligroso, es desconocido y es totalmente ajeno a las motivaciones iniciales que llevaron a cada uno a la política.

En realidad solo existen tres motivaciones psicológicas para postularse a un cargo electivo: motivaciones políticas propiamente dichas que cada cual conoce, motivaciones personales que van más allá de la política y motivaciones inconscientes que hasta el propio político desconoce en sí mismo. Ninguna de estas motivaciones prepara a nadie para crisis de la magnitud que estamos viviendo.

¿Qué hace alguien que enfrenta una crisis sin estar suficientemente preparado? Básicamente actúa en función de su personalidad. Esa personalidad de los líderes políticos la podemos clasificar en 6 grandes categorías: autoritario, narcisista, manipulador, obsesivo, totalitario y paranoide.

Por lo general ningún líder encaja exactamente en ninguna de estas categorías. Y si alguno representara en forma pura y dura a una de ellas seguramente sería parte del problema mas que de la solución de la crisis.

Lo más deseable en momentos así es alguien que equilibre los mejores rasgos de algunas de estas categorías. Por ejemplo una persona que tenga la capacidad de trabajo y el profesionalismo del obsesivo, el respeto a las jerarquías del autoritario, la frialdad para tomar decisiones del manipulador, el espíritu crítico del paranoide, la vocación para ejercer el poder del totalitario y la capacidad de persuadir del narcisista.

Ya lo sé: es difícil encontrar líderes así.

Pero por otro lado lo peor que puede ocurrir en una crisis sería un líder que navegue en el lado oscuro de algunas de estas categorías de personalidad. Por ejemplo una persona que demande obediencia absoluta de parte de todos como el totalitario, que no pueda controlar su agresividad contra los demás como el autoritario, que se encierre en teorías conspirativas como el paranoide, que demore demasiado para tomar decisiones como el obsesivo, que solo busque llamar la atención como el narcisista y que se limite a calcular réditos políticos como el manipulador.

Ya lo sé: es una pesadilla un perfil así.

Lo que está claro es que nadie estaba preparado para una crisis como la desatada en 2020. Incluyendo a los líderes políticos. Es entonces que emerge la personalidad de cada uno. Pero claro: no es solo la personalidad sino que también hay otros factores que influyen en el liderazgo político frente al Covid-19.

La crisis pone en peligro los liderazgos políticos

El Covid-19 genera una triple crisis cuyas dimensiones todavía no terminamos de percibir:

Crisis sanitaria con toda su secuela de muertos, enfermos y centros de salud desbordados.

Crisis económica con sus consecuencias de personas desempleadas y empresas quebradas.

Crisis social con violentos cambios en la vida cotidiana y en los hábitos de todos.

Este tiempo de crisis amenaza la existencia mismo de los liderazgos políticos que existen al día de hoy. Todos: los de los gobiernos y los de las oposiciones. Y en todos los países.

El peligro para los liderazgos está reforzado por otros dos órdenes de factores que ya estaban presentes antes del Covid-19. Factores que están allí desde el principio de los tiempos porque forman parte de la naturaleza humana.

El primer factor es que los seres humanos somos mucho más irracionales de lo que creemos. Y las situaciones de crisis colectiva multiplican la emergencia de esa irracionalidad y desatan conductas individuales, grupales y de masas que pueden llegar a ser asombrosas.

Es así que aún las mejores intenciones pueden ser saboteadas por lo irracional que salta desde cualquier rincón oscuro y se convierte en pánico colectivo, corridas bancarias, compras masivas innecesarias, conductas frívolas, comportamientos de riesgo, estigmatización de enfermos, discriminación de colectivos enteros, sensaciones de invulnerabilidad personal, aglomeraciones peligrosas, teorías conspirativas, agresiones verbales y físicas, negaciones de la realidad y toda una amplia gama de acciones incomprensibles desde lo racional.

Y el segundo factor de peligro para los liderazgos tiene que ver con la naturaleza misma de la política y algunas creencias acerca de dicha actividad. Esto sucede a partir de un hecho incontrastable: la política es lucha por el poder.

En esa lucha política algunos líderes se hunden en la vanidad del poder mientras otros se construyen una realidad virtual y allí se parapetan.

Ni la vanidad del poder ni la negación de la realidad auguran nada bueno para un líder. Por el contrario, suelen ser señales de que el cerebro de reptil se está apoderando de los resortes del mando.

Ese empoderamiento del cerebro de reptil que todos llevamos dentro es muy peligroso tanto para quien gobierna como para quien está en la oposición. Peligroso porque entonces son las zonas más primitivas del cerebro humano las que toman las decisiones. Y los resultados en esos casos suelen ser muy malos para la sociedad pero también para el liderazgo de quien así actúa.

Lo más sano, lo más productivo y también lo más efectivo para enfrentar una crisis como la del Covid-19 es apelar, insisto, a la inteligencia emocional. Para lo cual es vital que algunos conceptos centrales lleguen al liderazgo político y ayuden a encaminar sus decisiones y su comunicación política de crisis.

Consejos para liderar en tiempos de crisis

Algunas recomendaciones, desde la consultoría política y la psicología, para ayudarte a liderar en tiempo de crisis:

Las pantallas son el escenario desde el cual comunicar. No es algo radicalmente nuevo porque hace ya tiempo que el acto político de masas es progresivamente sustituido por el contacto a través de las pantallas. De manera que tanto para la comunicación interna como para la comunicación externa tendrás que recurrir todo el tiempo a ordenadores, televisores, tabletas, laptops y smartphones. Allí es donde está la acción.

El liderazgo político actual se juega en la mayor o menor capacidad para enfrentar la situación de crisis. Evita caer en el juego político menor y en el error de confundir el liderazgo político con el marketing político. Se trata de liderazgo, no de marketing.

En medio del ataque del Covid-19 la gente va a premiar más la unidad que la división, por lo tanto intenta contener el desgraciado impulso de luchar contra una caricatura de tu adversario. Ya nadie va a tolerar caricaturas ni expresiones ingeniosas ni juegos de palabras. Menos retórica y más seriedad, de eso se trata.

Recuerda que la falta de psicología política está matando a los partidos políticos. Evita caer en ese error. Más que nunca tendrás que saber cómo son las personas a quienes quieres liderar, cómo viven, qué sienten y qué piensan. Más que nunca tendrás que demostrar tu empatía.

Invierte toda tu energía en el trabajo que te toca y toda tu amabilidad en la comunicación con la gente. Eso es importante en la crisis, y además la energía y la amabilidad son los dos rasgos de personalidad que el ciudadano busca en el líder político.

A lo largo de mucho tiempo tu comunicación política será comunicación política de crisis. Por eso tienes que ser más preciso, más riguroso y más transparente que nunca.

Olvida los largos discursos. Habla lo necesario, con brevedad y poder de síntesis. Ya sabes que en general el político debería hablar un 80 % menos de lo que habla. Pues ahora con más razón. Posiblemente tengas más público que nunca, pero te van a abandonar en bandadas si recurres a frases muy largas y complejas. La gente quiere saber y quiere datos concretos y orientaciones específicas. No te vayas por las ramas.

Tienes que ser intenso y esperanzador. El liderazgo es una transferencia de entusiasmo. ¿Entusiasmo sobre qué? Sobre un rumbo, un camino de salida de la crisis, un proyecto de reconstrucción para esa sociedad que te escucha.

La mejor herramienta para construir liderazgo político es contar con una idea poderosa y ceñirse a ella. Construye tu idea poderosa, desarróllala, comunícala, adáptala y actualízala constantemente.

Ajusta tus hábitos a la nueva vida a la que la amenaza del Covid-19 te obliga. Recuerda que el liderazgo político depende en gran medida del poder de los hábitos. El descanso, el sueño, la alimentación sana, el ejercicio físico y la lectura deben estar necesariamente optimizados en tu rutina cotidiana. Así serás un líder más efectivo.

Tiende la mano a tus adversarios. Negocia con ellos. Negocia inclusive con tus enemigos. De esta crisis nadie saldrá solo. Nadie. Ningún partido político. Y si te aíslas tu carrera política caerá rodando por el abismo. Así de simple.

La poblada soledad de los líderes políticos

Lo que hay es lo que toca. Así son los tiempos de crisis. Y el actual es particularmente cruel. Vidas destruidas. Empleos destruidos. Empresas destruidas. Proyectos destruidos.

La sombra de la soledad se cierne siempre sobre los líderes. Asume esa realidad. Más aún: descubre el papel de la soledad en la construcción del liderazgo político. Aprovecha esa soledad para reflexionar con mayor profundidad. Pero no te hundas en ella. Tienes que salir fuera de ti mismo, escuchar, apoyar, tomar decisiones, actuar.

Es la hora del liderazgo político sólido, serio y responsable. “Lo construiremos todo de nuevo”, dijo Sigmund Freud ante el sombrío panorama de la guerra.

Necesitamos ese mismo espíritu dolorido, realista, esperanzado y decidido. Para derrotar al virus que nos amenaza desde fines de 2019. Para reducir los daños que nos provoca ahora mismo. Y para construir la nueva realidad que viviremos al final de esta noche oscura.

Maquiavelo&Freud

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¿En qué se parecen Alberto Fernández y Luis Lacalle Pou?

Daniel Eskibel

Argentina y Uruguay tuvieron elecciones presidenciales el mismo día. El 27 de octubre de 2019 Alberto Fernández ganó en primera vuelta en Argentina. Ese domingo Luis Lacalle Pou salió segundo en Uruguay y un mes después ganó en segunda vuelta.

Detrás de ambas victorias hay excelentes ejemplos de alianzas políticas.

Dos países iguales pero diferentes

Las raíces históricas y culturales unen a Argentina y Uruguay tanto como la geografía. Pero los procesos políticos de ambos países son muy diferentes.

En Argentina gobernaba desde hace 4 años Mauricio Macri. Su triunfo hizo que muchos analistas políticos consideraran que era el final de la carrera política de la ex Presidenta Cristina Kirchner.

En Uruguay el Frente Amplio gobernaba desde el año 2005. Ya había ganado tres elecciones presidenciales consecutivas y llegaba a la cuarta siendo el mayor partido político del país.

En ambos países había descontento. Más intenso quizás en Argentina y más moderado en Uruguay. Pero descontento al fin.

Como es habitual, el descontento por sí solo no alcanzaba para decidir los resultados electorales. Faltaban los caminos políticos para hacerlo. Cuando el descontento es mucho y los caminos políticos no logran encauzarlo se suele abrir la brecha para los estallidos sociales y la violencia. Pero Argentina y Uruguay encontraron los caminos.

Mejor aún: Argentina y Uruguay construyeron los caminos. Porque previamente no estaban allí, y para que estuvieran mediaron importantes decisiones políticas.

¿En qué se parecen Alberto Fernández y Luis Lacalle Pou?

Son diferentes, claro que sí.

Tienen personalidades diferentes, trayectorias políticas diferentes e ideas diferentes.

Pero también tienen algunos puntos de contacto nada menores:

Ambos son producto de un espacio histórico-cultural como el del Río de la Plata, con todos sus vasos comunicantes a lo largo del tiempo.

Los dos tienen una conexión personal: Alberto tiene desde hace muchos años una relación de amistad con los padres de Luis.

También tienen una curiosa conexión académica que es la Universidad Camilo José Cela. Tanto Alberto Fernández como el ex Presidente uruguayo Luis Alberto Lacalle Herrera, padre de Lacalle Pou, han estado vinculados a dicha institución educativa durante mucho tiempo como docentes y conferenciantes.

Alberto y Luis tienen trayectorias dentro de partidos políticos bien establecidos y con una larga historia: el Partido Justicialista (peronista) de Argentina y el Partido Nacional de Uruguay.

Los dos confían en las herramientas políticas clásicas: recorren el país, hablan con la gente y negocian con otros dirigentes políticos. Pero al mismo tiempo los dos también confían en la profesionalización de la política y de las campañas electorales.

Detrás de ambas candidaturas hubo alguien muy importante que dio un paso al costado. En el caso de Fernández fue la ex Presidenta Cristina Kirchner quien realizó una jugada estratégica excepcional desplazándose a sí misma al segundo lugar de la fórmula presidencial. En el caso de Lacalle Pou fue el ex Presidente Lacalle Herrera quien se mantuvo con gran disciplina estratégica fuera de los escenarios políticos mientras su hijo construía su liderazgo.

Tanto Alberto Fernández como Luis Lacalle Pou, finalmente, tejieron pacientemente sus alianzas políticas. El primero superó primero sus viejas diferencias con Cristina Kirchner y luego articuló detrás suyo la inmensa diversidad peronista. El segundo creó una coalición con su histórico rival el Partido Colorado, con la nueva formación de derecha Cabildo Abierto que lidera el General Manini Ríos, con el Partido de la Gente y con el centro-izquierdista Partido Independiente.

Alianzas políticas

La política de alianzas debe ser siempre una pieza estratégica indispensable en todos los partidos políticos serios y con aspiraciones.

Esto es así porque ninguna sociedad es, y seguramente no lo será nunca, un todo homogéneo y compacto. Por el contrario, toda sociedad es una multiplicidad diversa de ideas y experiencias. Y nunca una fuerza política única logra expresar toda esa diversidad.

Por eso hay que buscar alianzas políticas. Alianzas con los diferentes, por supuesto, ya que con los iguales se construye un partido o un movimiento pero no una alianza.

También las alianzas son diversas. Algunas son alianzas políticas de máxima que abarcan asuntos esenciales, principios y valores. Y otras son alianzas políticas de mínima que son parciales y que buscan solo un objetivo específico. Corresponde a cada cual definir con quién hacer cada clase de alianza.

El caso de la izquierda uruguaya ha sido siempre muy claro. A medida que ensanchó y profundizó sus alianzas se fue convirtiendo en alternativa de gobierno. Pero durante sus 15 años de gobierno se parapetó en su mayoría parlamentaria, se negó a tender puentes con otras formaciones e inclusive no supo ver a tiempo las señales de descontento de la mitad de la población.

Al llegar a la segunda vuelta presidencial de 2019 el Frente Amplio de Uruguay ya no tenía ningún aliado posible. Y perdió. Perdió por un margen estrecho, es cierto. No perdió solo por eso, también es cierto. Pero es indiscutible que el fallo sistemático de su política de alianzas jugó un papel decisivo en su camino hacia la derrota.

Muchas elecciones se ganan y se pierden en la mesa de negociaciones. Porque las buenas alianzas políticas deciden los resultados electorales. Así ocurrió tanto en Uruguay como en Argentina en 2019.

Maquiavelo&Freud

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¿Cuál es el mejor canal de comunicación política entre dos personas?

Daniel Eskibel

La comunicación política entre dos personas es más efectiva cuando es presencial. Las prioridades en cuanto a canales de comunicación, ordenadas de mayor a menor eficacia, serían las siguientes:

Conversación presencial

Videollamadas

Conversación telefónica

Intercambio de mensajes

Ante un listado así te preguntarás por qué el canal de comunicación presencial es el más recomendable. Más aún: te preguntarás si todavía hoy sigue siendo importante la comunicación política entre dos personas.

¿Para qué comunicarnos de uno en uno si podemos comunicarnos con millones?

Es simple: en algunas ocasiones es imprescindible la comunicación política con una sola persona.

Una y solo una.

Piensa por ejemplo en los siguientes escenarios:

Dos dirigentes tienen que iniciar una negociación política o consolidar un acuerdo.

Una persona quiere persuadir a alguien que conoce para que adopte una determinada posición política o electoral.

Dos militantes desean superar algunas diferencias que les separan.

Un gobernante debe tratar un asunto delicado con alguien de su staff de gobierno.

Dos miembros de un equipo de campaña electoral deben coordinar acciones entre sus respectivas áreas de trabajo.

Un dirigente político va a ofrecerle a una persona un lugar en su partido, en su gobierno o en su campaña electoral.

Un candidato evalúa la contratación de un consultor político, de un asesor o de un publicista.

En todos estos escenarios la conversación debe ser de persona a persona. Al igual que en otra multiplicidad de situaciones que exigen esa misma comunicación personalizada.

Para que esa comunicación personalizada logre sus objetivos tienes que considerar muy seriamente cual será el canal de comunicación política que vas a utilizar.

Canales para la comunicación personalizada

En una comunicación uno a uno hay dos personas emitiendo y recibiendo mensajes. Pero además hay un canal a través del cual los mensajes circulan entre ambos.

Cada canal tiene sus características propias y esas características influyen sobre la calidad de la comunicación que se pone en juego.

En la conversación presencial las dos personas que se comunican están presentes en el mismo lugar de forma física y simultánea. Los mensajes van y vienen entre ellos a través del aire, del espacio físico que los separa y los conecta.

En este caso la comunicación es muy completa y ambas personas disponen de una gran riqueza de información. Ambas se comunican con la palabra hablada, con el silencio, con el volumen de la voz, con las inflexiones de la voz, con la mirada, con la sonrisa, con los pequeños gestos faciales, con los movimientos de las manos, con la postura corporal, con el desplazamiento del cuerpo en el espacio compartido, con el tacto en los momentos de roce o conexión corporal, y hasta con los aromas que se puedan percibir.

Además es un canal cálido de comunicación en la medida que ambos inevitablemente expresan emociones y pueden también conectarse con las emociones propias que el otro provoca.

En cambio cuando nos comunicamos a través de videollamadas siguen siendo potentes las vías visuales y auditivas de circulación de los mensajes pero se pierde una parte de la información y en alguna medida se enfría la comunicación.

De hecho la pantalla como canal de comunicación tiene un impacto que es importante pero que es menor al de la conexión presencial misma.

La comunicación telefónica, por otra parte, conserva muchas de las inflexiones de la voz pero pierde toda la información visual. De esa manera resulta en una comunicación más pobre que la de la videollamada.

Finalmente tenemos el intercambio de mensajes, ya sea de vídeo, audio o texto. Este intercambio se aleja extraordinariamente del diálogo y de la conversación natural. Es un intercambio que produce un efecto de fragmentación que resulta algo más artificial: primero produzco mi mensaje, luego lo envío, hago una pausa más o menos larga, después recibo la respuesta, vuelvo a producir otro mensaje y así sucesivamente.

Más allá de la velocidad con la cual se haga, de todos modos este intercambio de mensajes tiene un volumen de información mucho menor. Aquí un factor decisivo es que en realidad no tenemos un retorno auténtico acerca de la repercusión de nuestro mensaje en el otro. Y además la comunicación se hace entrecortada y en muchas ocasiones con mensajes demasiado calculados racionalmente, mensajes que muchas veces se revisan y se corrigen antes de enviarse. Mensajes, además, desprovistos de contexto.

Todos los canales pueden ser adecuados. Todo depende de la situación, de las características de quienes se comunican y de lo que quieren o no quieren comunicar.

Pero no todos funcionan igual para una comunicación política efectiva como la que estamos analizando. Y siempre es necesario tener claro el orden de prioridad que les damos a cada uno de ellos.

Orden de prioridad de los canales

Como señalé al principio de este artículo, te recomiendo que tengas claras las prioridades cuando se trata de comunicaciones importantes. Te reitero el orden que recomiendo, comenzando por el canal más efectivo y continuando luego en orden descendente:

Conversación presencial. Tú y tu interlocutor compartiendo un mismo espacio al mismo tiempo. No existe nada tan contundente y tan efectivo y tan completo como un diálogo presencial.

Videollamada. No importa a estos efectos cual sea la herramienta elegida (Skype, Zoom, WhatsApp, FaceTime, Signal…). Lo que importa es la integración entre lo auditivo y lo visual.

Llamada telefónica. Puede ser a través de un teléfono de línea, de un móvil, de WhatsApp, Telegram, Signal o cualquier otra. Si no tienes la oportunidad de recurrir a ninguno de los dos canales anteriores, pues por lo menos puedes recurrir a los matices de la voz en una conversación que también puede alcanzar cierta naturalidad.

Finalmente, si no tienes otra opción, puedes recurrir al intercambio de mensajes. Es la opción más pobre, menos rica en información y con mayores posibilidades para equívocos, falsedades y malas interpretaciones. Pero sigue siendo una opción, claro. Además es veloz y suele tener poco compromiso emocional.

Claro que no todo tienes que hacerlo a través del mismo canal. Pero es bueno saber que tienes opciones. Que cada una de esas opciones tiene características diferenciales. Y que la elección de un canal o de otro está en tus manos en cada momento.

Pero nunca olvides el valor de lo presencial.

Piensa en una clase

Eso, una clase. Ahí tienes un ejemplo fácil de comprender. Que ya no tiene que ver con la comunicación política de uno en uno. Pero que atiende al mismo principio.

Las clases online son estupendas.

Es una maravilla acceder a los contenidos en vídeo, audio y texto. Y lo puedes hacer desde la comodidad de tu casa. Sin viajar. Con tus propios horarios. Repasando cada material cuantas veces sea necesario.

Pero nada sustituye la magia de la clase presencial.

Cuando el tema te interesa y el profesor es bueno, claro está.

Porque si estás dentro del mismo salón de clase con el profesor vas a recibir un caudal de información mucho más completo y potente. Un caudal pleno de contenidos pero además cargado de contexto, de apuntes laterales, de clima emocional, de información que simultáneamente viaja por canales diferentes. Y tendrás unas posibilidades de interacción mucho más directas y mucho más humanas.

Sí.

Lo adivinaste desde un principio.

Por estas mismas razones es que nuestro curso de Experto en Psicología Política tiene, además de la modalidad a distancia, una modalidad presencial.

Para que estés allí. Dentro del salón. En esa especial comunión que es el aprendizaje.

Porque no te olvides que todos estamos aprendiendo. Siempre. En todos los terrenos. Y también estamos aprendiendo a comunicarnos mejor en el ámbito de la política.

Comunicación política de uno en uno

Te sugiero que pongas en práctica mi sugerencia. Cuando tengas que realizar una comunicación política importante con una persona, piénsalo bien.

Piensa más allá del contenido de esa comunicación. Piensa en el canal que vas a elegir para la ida y la venida de los mensajes.

No desprecies ningún canal.

Pero si puedes, elige el canal presencial.

Maquiavelo&Freud

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Edward Snowden explica la vigilancia permanente de la CIA y la NSA

Daniel Eskibel

Nadie te vigila. ¿Verdad que no?

Al fin y al cabo no has hecho nada malo. Tampoco tienes secretos ni nada que ocultar. Nadie está interesado en los sitios que navegas en internet. Y menos que menos en tus comunicaciones telefónicas o en tus mensajes de texto o en los archivos que guardas en tu ordenador.

¿A quién podría interesarle el detrás de escena de tu vida política, profesional, empresarial o personal?

Pues a nadie, claro está.

¿A nadie?

¿De verdad lo crees?

Edward Snowden es ingeniero de sistemas y fue parte de la comunidad de inteligencia de los Estados Unidos de América. Trabajó 7 años para la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y para la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). Sus actividades de espionaje se realizaron tanto en territorio estadounidense como en el exterior de su país.

En el año 2013 Snowden reveló al mundo algunos de los mayores secretos de los organismos de inteligencia.

Sus revelaciones crearon un poderoso impacto que aún perdura y provocaron grandes cambios en los hábitos online y en las herramientas de comunicación de políticos, periodistas, activistas sociales, gobernantes, empresarios, profesionales y un creciente número de ciudadanos de todo el mundo.

Esas mismas revelaciones convirtieron a Edward Snowden en un fugitivo que huyó de Estados Unidos y que está en busca y captura internacional.

Actualmente está refugiado en Rusia y vive junto con su esposa Lindsay en un apartamento de dos habitaciones en Moscú. Cuando sale a la calle cambia ligeramente su apariencia para no ser reconocido y evita disciplinadamente las cámaras de vigilancia de la ciudad.

Desde ese apartamento moscovita dirige la Fundación Freedom of the Press, concede algunas entrevistas de prensa, se comunica a través de su cuenta de Twitter y brinda conferencias para universidades e instituciones defensoras de la privacidad y de los derechos humanos.

Allí escribió Vigilancia permanente.

El libro de Snowden (Vigilancia permanente | Edward Snowden | Editorial Planeta | Septiembre 2019 | 448 páginas)

Vigilancia permanente es un libro que en general se lee fácil, casi como una novela. A lo largo de sus páginas Snowden cuenta su vida, narrando los hechos pero también explicando los contextos y mostrando sus motivaciones psicológicas.

Algunas zonas del libro me resultaron especialmente atractivas, ya sea porque estimulan la reflexión, porque le dan contexto a hechos conocidos, porque revelan aspectos hasta ahora desconocidos del espionaje o porque nos hacen revisar nuestros propios comportamientos en internet. Y en todos los casos porque la privacidad es un asunto de inmensa importancia para la vida política, profesional y personal.

El libro de Snowden es enteramente disfrutable (aún tratándose de temas preocupantes) pero de mi lectura rescato varios pasajes que permanecen en mi memoria. Por ejemplo:

El recuerdo de la primera etapa de internet, el de la adolescencia de Snowden. Aquel internet de fines de los años 90 en el cual no vivíamos sino que nos conectábamos para propósitos definidos y deliberados. Un internet descentralizado que todavía no estaba dominado por gobiernos y grandes corporaciones.

El relato que hace Snowden sobre lo que vio, vivió y escuchó el 11 de septiembre de 2001 durante el atentado de Al Qaeda contra las torres del World Trade Center en Nueva York y contra las instalaciones del Pentágono en Washington.

La crónica realista de su vida como espía, sus actividades, sus misiones, sus rondas nocturnas como sereno en instalaciones secretas, sus inicios y su entrenamiento en la CIA, su acercamiento a una persona para extraerle información en Ginebra, su trabajo técnico en Tokio para conectar la infraestructura de la NSA con la de la CIA, o su descubrimiento del gigantesco sistema de vigilancia masiva. Todo contado desde la experiencia concreta, desde la vida real, desde lo cotidiano.

La descripción detallada de sus contactos con los periodistas a quienes reveló la información secreta, incluyendo tanto las medidas de seguridad adoptadas para evitar ser descubierto como lo ocurrido antes, durante y después de su encuentro con ellos en Hong Kong (documentado con mucha precisión por una de las protagonistas en la película Citizenfour).

La explicación clara y rotunda respecto a los programas que espían todas las comunicaciones de todas las personas por todos los medios y almacenando esos datos para siempre. Donde dice todo debe decir justamente eso: todo. O sea llamadas telefónicas, correos electrónicos, mensajes, datos personales, historial de navegación, búsquedas en internet, archivos guardados en el ordenador, activación de cámaras y micrófonos, detección de la ubicación geográfica exacta, hábitos de consumo, desplazamientos, compras y un largo etcétera.

El retrato de la vida actual de Snowden como refugiado en Rusia, los detalles familiares, algunos aspectos de su vida cotidiana y muy especialmente los recuerdos de su esposa Lindsay acerca del momento más duro de la pareja, el momento en el cual Edward desapareció por completo sin ningún aviso previo para aparecer recién semanas después con su rostro en las portadas de todos los periódicos y en todos los canales de televisión del mundo.

Más allá de estos pasajes que subrayo, el libro de Snowden está repleto de historias que son muy políticas pero que al mismo tiempo son muy humanas y que vale la pena conocer.

¿Vigilancia o paranoia?

Muchas personas consideran que toda esta temática de la vigilancia es pura paranoia, puro sentimiento de persecución sin apenas bases reales. Lo consideran algo interesante en el cine o en la televisión, pero no algo a lo cual atender en la vida real.

A propósito de este tema en el cine y la televisión, bien vale recordar dos magníficos ejemplos:

La conversación, película de 1974 dirigida por Francis Ford Coppola y protagonizada por Gene Hackman.

Vigilados: Person of Interest, serie de televisión emitida entre 2011 y 2016, basada en un guión de J. J. Abrams y Jonathan Nolan y protagonizada por Jim Caviezel y Michael Emerson.

Es verdad que se trata de una temática excelente para el cine y la televisión, pero…¿se restringe solo a ese ámbito? ¿Es solo paranoia en la vida real de las personas comunes y corrientes?

Existen evidencias contundentes acerca de lo que está ocurriendo hoy en día. No se trata de paranoia ni de teorías conspirativas. El libro de Snowden es un testimonio serio al respecto. A su vez se suceden las investigaciones periodísticas documentadas que apuntan en la misma dirección.

Y algo tan importante o más: las propias agencias de inteligencia de los Estados Unidos cuestionan a Snowden por divulgar sus secretos, con lo cual aceptan que son reales.

A todo esto hay que sumar que procedimientos similares de vigilancia utilizan todos los demás organismos de inteligencia del mundo. Con mayor o menor nivel de sofisticación y con mayor o menor poder tecnológico, pero todos lo hacen.

Y tenemos que seguir sumando, porque también lo hacen las grandes compañías que dominan la economía mundial. ¿O acaso nunca te llamó la atención que busques algo en Google y que después te persiga la publicidad sobre ese algo en todas las páginas de internet que navegues?

Esto sin hablar de los hackers que alguien puede contratar para hacer espionaje político, empresarial o personal.

Todos los caminos conducen a Roma: internet ya no es ni tan seguro ni tan privado.

La privacidad en entredicho

Los políticos, los gobernantes, los equipos de campaña electoral, los periodistas, los académicos, los empresarios, los asesores, los consultores y los profesionales tenemos dos grandes cosas en común:

Todos usamos internet de manera intensiva, tanto para trabajar como para comunicarnos.

Todos debemos proteger la confidencialidad de nuestros datos.

¿Por qué proteger la confidencialidad de nuestros datos?

Porque así protegemos nuestras carreras, nuestra vida y la de las personas que se vinculan con nosotros.

Proteger tu privacidad es proteger a tus fuentes si eres periodista. A tus clientes si eres empresario o profesional. A tu producción intelectual si eres académico. A tus votantes y a tus ideas si eres político.

El libro de Snowden refuerza lo denunciado por él mismo en 2013. Leerlo es muy importante para quienes nos movemos en el ámbito político o en su entorno.

Porque ahora mismo hay alguien que quisiera vigilarte.

O que tal vez ya te esté vigilando.

PD: cuida tu privacidad, usa Signal.

Noviembre 2019

Maquiavelo&Freud

https://maquiaveloyfreud.com/edward-snowden-vigilancia-permanente-cia-nsa/

Las campañas electorales ganadoras son siempre metódicas

Daniel Eskibel

Las campañas electorales tienden espontáneamente hacia el caos. Y el desorden lleva casi inevitablemente a la derrota. El único antídoto eficaz es el método.

¿Puedes derrotar a una dictadura con un rumor?

Ese era el tema de nuestra conversación aquella noche de 1978 en una esquina de Montevideo. Desde hacía 5 años Uruguay vivía una dictadura cívico-militar que parecía estar allí desde siempre y para siempre. No lo sabíamos, claro, pero todavía faltaban 7 años más para recuperar la democracia.

Néstor estudiaba arquitectura y yo estudiaba psicología. Aquella noche estábamos parados a mitad de camino entre las dos pensiones estudiantiles en las que vivía cada uno de nosotros. Hablábamos en voz baja, sabiendo que la dictadura tenía oídos en todas partes.

La conversación se había desplegado a partir de una lectura reciente que nos había impactado: la novela El recurso del método, del cubano Alejo Carpentier. Y partiendo del texto de Carpentier habíamos desembocado en una idea obsesiva: derrocar a la dictadura uruguaya con el método de instalar un rumor poderoso que la destruyera.

Estábamos equivocados, claro. Los años siguientes nos demostrarían que el camino hacia la democracia sería mucho más largo, más duro y más complejo que nuestros sueños.

Pero había un pequeño grano de verdad en aquella conversación. No tenía que ver con el rumor, pero sí con el método. Porque para lograr cualquier objetivo político se necesita método.

¿Tienes una mente metódica?

Los cinco rasgos básicos de personalidad que pueden caracterizar a cualquier ser humano son la energía, el neuroticismo, la amabilidad, la apertura mental y la escrupulosidad.

El quinto rasgo, escrupulosidad, es el que identifica a las mentes metódicas. Cuando este rasgo es predominante, entonces la persona es metódica, detallista, organizada, responsable y minuciosa.

¿Cómo puedes saber si tienes una mente metódica?

Para determinarlo con exactitud tendría que aplicarte un test, claro está. Pero de todos modos puedes tener una visión bastante aproximada con una auto-observación sincera.

Te ayudo para ello con una breve descripción de la personalidad escrupulosa o metódica. Léela, analízate y concluye si encajas o no en el perfil.

Una persona metódica se preocupa mucho por el trabajo y por las tareas que tiene que realizar. Le gusta planificar lo que hará, y luego trata de ceñirse a esos planes y de ejecutar esas tareas con precisión. Es alguien muy fiable, a quien se le puede encomendar algo con la certeza de que lo va a cumplir de la mejor manera (inclusive sin necesidad de una supervisión constante). Es una persona que no deja las cosas a medias y que además es exigente consigo misma y con los demás. Le gusta ordenar, acomodar, clasificar, colocar las cosas en su lugar.

Con la breve descripción anterior ya es suficiente para que veas si estás dentro de esta categoría de personas. Si tu personalidad no coincide con este perfil no tienes por qué preocuparte. Seguramente tendrás otro rasgo predominante de personalidad que te dará otras posibilidades. Pero si tu perfil coincide con la descripción, entonces seguramente eres una persona metódica.

En definitiva: si el perfil anterior te describe y además trabajas en vinculación con la política, eso implica que tendrás una ventaja comparativa interesante a la hora de las campañas electorales. Esa ventaja será que para todo tendrás un método.

¿Por qué es ventajoso tener un método?

Porque cuando tienes un método sabes siempre a dónde vas. Y algo más importante aún: porque sabes siempre cuál es el camino para llegar a tu meta. Y cuando no lo sabes, pues estudias e investigas hasta que logras saberlo.

¿Cómo aplicas tu mente metódica a la política?

Ya sabes que las campañas políticas casi siempre se estrellan en medio del desorden, la confusión y el caos. Lo cual nos lleva a considerar la otra cara de la moneda: las campañas electorales ganadoras son siempre metódicas.

No se trata de que todas las campañas electorales metódicas sean ganadoras sino de que todas las campañas electorales ganadoras sí que son metódicas.

O sea que se trata de una cualidad imprescindible, aunque por supuesto no alcanza solo con ella. De hecho se necesitan también otras cualidades vinculadas a los candidatos, al equipo de campaña, a la coyuntura actual y al contexto político, económico y cultural en el que se produce la elección.

Las mentes metódicas son vitales para cualquier campaña. Y hay que saber cuándo, dónde y cómo aplicarlas. Esto implica cuatro asuntos básicos:

La meticulosidad del método hay que aplicarla en primer lugar en la investigación pre-electoral. Si la investigación falla hará que falle toda la campaña, razón suficiente para ser preciso en cuanto a qué factores investigar y cómo investigarlos.

En segundo lugar esa meticulosidad hay que aplicarla en el diseño de la estrategia. El terreno estratégico es siempre uno de los máximos secretos de la victoria electoral, y por supuesto demanda mucha puntería y exactitud.

En tercer lugar esa meticulosidad hay que aplicarla en la ejecución, en la puesta en práctica de la estrategia. Suele ser todo un desafío ya que las campañas brindan tantos estímulos a cada instante que los equipos que las comandan se enfrentan a una innumerable cantidad de oportunidades para apartarse de los lineamientos estratégicos. Apartamientos que más temprano que tarde conducen a la derrota, por supuesto.

Y en cuarto lugar esa meticulosidad hay que aplicarla a la evaluación permanente de la marcha de la campaña. Los candidatos siempre se ven rodeados por una cámara de eco que les dice que todo va bien, pero eso es tan tranquilizador como peligroso. Por eso el equipo de campaña debe evaluar de modo sistemático y permanente, observando el proceso electoral con la máxima objetividad.

La metodología es pues indispensable para investigar, para diseñar la estrategia, para ponerla en práctica y para evaluar.

¿Perdemos la espontaneidad con tanto método?

Podría pensarse que demasiado método significa rigidez e incapacidad para adaptarse a los cambios. Lo cual deja la puerta abierta para pensar que es preferible dejar que la espontaneidad y la intuición lideren las campañas.

Pero la espontaneidad y la intuición tienen su propio lugar dentro de las campañas, dentro de la política y dentro de la vida misma. Y ese lugar no es precisamente el de la investigación, la estrategia y la evaluación. Esos son terrenos para ser precisos y meticulosos. Son terrenos para ser organizados y efectivos. Son terrenos para mentes metódicas.

Un curso para mentes metódicas

Un ejemplo ilustrativo es el de nuestro Curso de Experto en Psicología Política. Porque el primer target al que convoca dicha formación es el de las mentes metódicas. No es el único, pero es el primero. Porque lo que se brinda son procedimientos psicológicos a ser aplicados en el mundo de la política.

Otros cursos de formación política convocan especialmente a otros tipos de personalidad:

Algunos hacen énfasis en las oportunidades de networking que se presentan en grandes eventos, siendo ideales para personalidades extrovertidas. Pero en nuestro curso limitamos las plazas para que sean grupos pequeños.

Otros subrayan las novedades, el aprendizaje de lo más reciente que recién asoma al mercado, siendo ideales para personalidades abiertas. Pero en nuestro curso hacemos foco en la psicología y en su conocimiento acumulado y asentado a lo largo de los siglos.

En ciertos casos el eje se coloca sobre objetivos políticos en materia de bienestar público general, lo cual los hace ideales para las personalidades en las que predomina la amabilidad y la empatía. Pero en nuestro curso nos concentramos más bien en explicaciones, procedimientos y estrategias.

Hay otros casos en los cuales se privilegia lo vivencial, el aprendizaje como experiencia emocional, algo que convoca mucho a las personalidades que se ubican entre los polos del neuroticismo y la estabilidad emocional. Pero nuestro curso se enfoca más en la adquisición de herramientas conceptuales para operar con mayor efectividad en la realidad política misma.

Nuestro Curso de Experto en Psicología Política también ofrece networking, novedades, preocupación por el bienestar público y experiencias vivenciales. Pero el foco está en lo metodológico. La clave reside en que las campañas electorales necesitan una muy alta dosis de método.

El recurso del método

Quienes trabajamos en campañas electorales sabemos que las campañas tienden hacia el caos. Esa es la experiencia vivida por candidatos, dirigentes políticos, investigadores de opinión pública, asesores, publicistas, consultores políticos y miembros de los equipos de campaña.

Pero frente al caos tenemos un recurso.

El recurso del método.

Maquiavelo& Freud

https://maquiaveloyfreud.com/campanas-electorales-ganadoras-metodicas/

9 apuntes sobre el llanto de los políticos

Daniel Eskibel

Varios candidatos presidenciales argentinos lloraron públicamente durante la campaña electoral de 2019. ¿Qué efectos provoca ese llanto sobre la ciudadanía? ¿Acaso el llanto de los políticos tiene consecuencias en materia de votos y de liderazgo?

El periódico La Nación de Buenos Aires me consultó en referencia a este hecho relativamente inusual. Así fue que contribuí, junto con destacados colegas como Mario Riorda y Daniela Aruj, al reportaje titulado Una campaña en la que todos lloran: ¿estrategia electoral o emoción real?

En la nota, además de nuestros comentarios y de las observaciones del periodista Alan Soria Guadalupe, aparecen cuatro vídeos que registran las lágrimas recientes del presidente Mauricio Macri, de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner y de los candidatos Alberto Fernández y Roberto Lavagna.

El tema remite directamente a dos asuntos esenciales en el mundo político de hoy. Tan esenciales que cada uno constituye un módulo de aprendizaje en nuestro Curso de Experto en Psicología Política. Me refiero a la psicología del votante y a la psicología del liderazgo.

La cuestión de fondo es si llorar en público supone consecuencias positivas o negativas para la percepción que tiene el votante acerca del líder político que así se expresa.

Cuando los políticos lloran…

Las lágrimas públicas de los candidatos demandan para su comprensión un estudio de cada caso concreto. O sea, evaluar quién llora, en qué contexto lo hace, en qué momento de la campaña, en qué situación socio-cultural y en relación a qué asunto concreto. Y también demandan medir las consecuencias en las investigaciones de opinión pública.

Más allá de esa necesaria profundización, de todos modos podemos trazar algunos apuntes generales sobre el llanto de los políticos:

El primer asunto sería determinar si el llanto es sincero y real o si es fingido. Si es sincero, entonces es el reflejo de una emoción. Si es fingido, si no tiene una emoción como punto de partida, entonces es simplemente una táctica para engañar al electorado.

Cuando el llanto es fingido, la mayoría del público lo advierte de forma inconsciente. Entonces la gente capta la intención de engaño, se da cuenta de la falsedad y reacciona con desdén o con rechazo hacia esa figura política.

Cuando el llanto es real, entonces una parte de los votantes posiblemente sienta la misma emoción que siente en ese momento el político. Casi cualquier estado emocional puede ser la raíz de un llanto auténtico: tristeza, felicidad, miedo, ira…Esa emoción se hace viral en el sentido de que se transporta de persona a persona. Entonces el candidato que se emociona y deja que eso se transparente en sus lágrimas está contagiando esa emoción a una parte de quienes lo ven o lo escuchan.

A su vez, cuando el llanto es real hay otra parte de los votantes que posiblemente no se contagien con facilidad. Ellos van a reaccionar de otro modo, tomando el llanto como una señal que al mostrar una emoción podría estar mostrando un aspecto importante de la personalidad del candidato. Esos votantes van a decodificar ese llanto y esa emoción en función de su propio vínculo con sus emociones. Es así que algunos lo verán como señal de sensibilidad y humanidad mientras otros lo verán como señal de debilidad.

¿Qué impacto tiene sobre la ciudadanía la percepción de la vulnerabilidad del candidato? Varios estudios de psicología política muestran que los dos rasgos de personalidad que los votantes mejor valoran en los políticos son la energía y la amabilidad. Las lágrimas pueden reforzar o debilitar cualquiera de esos dos rasgos, por lo tanto el impacto principal pasaría por la autenticidad o no de la emoción que sustenta esas lágrimas. Si la emoción es auténtica lo más probable es que el impacto sea positivo, pero si es fingida entonces lo más probable es que el impacto sea negativo.

¿Rinde electoralmente? Lo que rinde electoralmente es una estrategia de campaña bien diseñada, lo que rinde es una buena investigación previa a la campaña, lo que rinde es una buena lectura de la realidad, lo que rinde es una comunicación política bien hecha, lo que rinde es lo sembrado en los años anteriores, lo que rinde es la política pensada a mediano y largo plazo. La superficialidad, la búsqueda de golpes de efecto espectaculares y la simulación no solo no rinden sino que son meros castillos en el aire.

¿La ciudadanía lo toma como algo genuino? La gente tiene experiencia en detectar emociones verdaderas y en diferenciarlas de simulacros. De hecho eso lo hace espontánea y naturalmente toda persona por el solo hecho de vivir en contacto con otras personas. De manera que las personas sí que se dan cuenta cuando hay simulación y también cuando hay emoción verdadera. Aunque algunas personas puedan ser muy crédulas, de todos modos, la mayoría sabe diferenciar.

¿Qué sería lo mejor para un candidato presidencial? Lo mejor sería que su comunicación política estuviera alineada con su personalidad real. De esta manera siempre podrá ser auténtico y eso será percibido y valorado por los votantes. Esto tiene un correlato: que su personalidad real sea la más adecuada para la toma de decisiones trascendentes y para actuar bajo presión. Esto es que tenga una personalidad estable y un buen control de emociones e impulsos. Si así es su personalidad, entonces la autenticidad siempre va a jugar a su favor con independencia de que en alguna ocasión derrame alguna lágrima o no.

Una pequeña historia real. En cierta ocasión estaba asesorando a un ex Presidente de un país de América Latina. Horas antes había fallecido una personalidad política latinoamericana que era su amigo además de su aliado político. Y este ex Presidente se enfrentaba a una conferencia de prensa acerca de esa muerte. Le habíamos preparado una breve declaración escrita pero mientras bajaba las escaleras para encontrarse con los periodistas lo detuve un momento y le pedí que más allá del papel escrito dijera lo que sentía en su interior. Fue lo que hizo: leyó la breve declaración y luego dijo lo que sentía. En medio de eso se quebró un instante y se le cayeron algunas lágrimas. Y fueron esas palabras conmovidas las que le generaron una corriente inmediata de respeto, comprensión y apoyo. La moraleja es que nunca se trata de llorar o no llorar, cual si fuera un dilema digno de Hamlet. Se trata de ser auténtico, de ser coherente con la personalidad del candidato y con sus posiciones políticas.

En suma: el candidato frío como una heladera generalmente no convence. Tampoco lo hace el candidato emocionalmente inestable que llora sin control. Y menos que menos el candidato falso que simula una emoción que no siente.

Es simple. Candidatos hay muchos. Los líderes políticos son menos. Y los estadistas muchos menos aún. Si se trata de estadistas o de grandes líderes, lo mejor pasa por la estabilidad emocional y la autenticidad.

Maquiavelo&Freud

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