Pasar al contenido principal

Opinión

Jesús María Casal H

La espuria Asamblea Constituyente sigue ex­pul­sando sin contemplaciones la lava abrasiva del poder absoluto. No cuenta con la legitimidad del po­der constituyente originario ni es expresión au­tén­tica de la soberanía popular, en su univer­sa­li­dad e indivisibilidad, pero actúa como órgano su­pre­mo situado por encima de la Constitución, de la Democracia y de los derechos humanos. Ni si­quie­ra una verdadera ANC podría actuar lícitamente como ella lo hace, pero la conciencia republicana se resiente al observar que la forma más grave de usur­pación es empleada para desmontar los úl­ti­mos vestigios de la juridicidad y de la genuina par­ti­­cipación democrática. En el fondo es coherente que así sea, pues unos gobernantes acostum­bra­dos a ejercer el poder sin limitaciones, sin rendir cuentas y sin responsabilidad, amparados en los pri­vilegios derivados de las posiciones que os­ten­tan y de la ausencia de controles, al hallarse ante la posibilidad de la alternancia por voluntad del pue­blo, se enfrentaron a este dilema: aceptar las con­secuencias del juego democrático, en que se pue­de ganar o perder, o subir un nivel en la esca­la­da del poder irrestricto, erigiéndose en dueños y ad­ministradores de las condiciones para la per­ma­nen­cia en el mando.

Los poderes de la supuesta ANC

Se habla cada vez menos de la eventual nueva Constitución y la supuesta ANC tiende a entroni­zar­se como instancia ordinaria de un régimen reñi­do con el Estado de Derecho. Las enormes facul­ta­des que se ha atribuido le han servido para dictar le­yes calificadas de constitucionales; supeditar los re­sultados de una elección a juramentos que están al margen de la legalidad; delegar en los concejos mu­nicipales y grupos de sedicentes constituyentes com­petencias que no posee; declarar la cance­la­ción de la inscripción de organizaciones políticas o su proscripción; allanar la inmunidad de Diputados; suprimir entidades de existencia constitucional­men­te necesaria, entre otros desmanes que ha adoptado con el orgullo lacerante de quien no reco­no­ce principio, ni derecho ni órgano que pueda con­tener su accionar. Todo ello, además, llevado a ca­bo no desde la autonomía sino desde la com­ple­ta subordinación política a los intereses gu­ber­na­men­tales y de manera orquestada con el Consejo Nacional Electoral, el Ministerio Público y el Tri­bu­nal Supremo de Justicia. El país que se hunde en lo económico y social sucumbe también en lo po­lí­ti­co. Así como la crisis de índole económica y hu­ma­nitaria no se resuelve con paliativos clientelares que perpetúan el modelo instaurado, la de natu­ra­le­za política no se soluciona concentrando aún más el poder público y develando sin rubor la for­ma arbitraria en que se utiliza.

La recomposición institucional del país

La recomposición institucional del país será im­po­sible mientras se intente establecerla sobre los ci­mientos del poder desmedido y del atropello con­ver­tido en ley. Es urgente que se dé un giro coper­ni­cano y se asuma que las bases de la revisión de la conformación de órganos constitucionales del Es­tado y de su funcionamiento ha de hallarse no en la actividad de un ente que personifica la idea del poder como patente de corso sino en el prin­ci­pio, más costoso y exigente, pero garantista de la li­bertad, del poder como servicio sujeto a con­di­cio­nes de licitud y a severos controles. Preocupa so­bre­manera que la espuria ANC y quienes la rigen avan­cen en la dirección de arrasar con la sus­ten­tación popular de la institucionalidad democrática para lograr algún día, en el que la sociedad de­mo­crá­tica diezmada y víctima de la opresión sea in­ca­paz de hacer valer sus convicciones más pro­fun­das, la imposición constitucional del modelo que la condujo al naufragio.

Navidad, tiempo de reflexión y rectificación

Es hora de rectificaciones y de elevación es­pi­ri­tual en beneficio de Venezuela y de su futuro. Sin se­paración de poderes, sin un Poder Judicial inde­pen­diente, sin órganos constitucionales de control y de defensa de los derechos humanos com­pro­me­ti­dos fervorosamente con su misión constitucional, sin órganos electorales autónomos y confiables, los avances aparentes serán laberintos que pue­den enclaustrar a la nación de manera difícilmente re­versible. Ojalá que la luz sobrecogedora de la Navidad aclare el horizonte, permitiendo vislumbrar salidas pacíficas y democráticas ante la crisis del país, haciendo a la vez perceptibles las des­ven­tu­ras seguramente ligadas a cualquier esfuerzo por cons­truir democracia a partir de la contem­po­ri­za­ción con el poder absoluto.

jesusmariacasal@gmail.com

 3 min


Oscar Arnal

El país se debate entre el control gubernamental y la explosión social. Aunque parezca contradictorio son dos caras de una misma moneda. La hiperin­fla­ción se acelera. Acrecienta el empobrecimiento de una población que cada día come menos. El go­bier­no mitiga el hambre con los CLAP y de esta manera con­trola el estallido social. Sin embargo, todo tiene un límite.

Al problema del alto costo de la vida se le suman el de la escasez, la falta de efectivo, la inseguridad y el desplome de los servicios. El drama de la basura y el transporte. Es un país que se cae a pedazos, de donde muchos quieren partir. Ningún salario alcan­za y quien no tiene acceso a dólares cada vez pasa más las de Caín.

Las elecciones fueron un reflejo de lo anterior. El chantaje en los puntos rojos, con el Carnet de la Patria, los CLAP y un ventajismo monumental dominó la contienda. Mientras las elecciones estén sesgadas de esta manera es imposible competir. Hacerlo es un acto de heroísmo y una apuesta con pocas probabilidades. De cualquier manera, en algún momento si el gobierno sigue sin atacar el problema de raíz esto va a implosionar. Al hacerlo, los militares son los únicos que podrán controlar la situación. A ellos corresponderá ver que hacen con el gobierno. Si siguen con el actual esquema o se atreven a cambiar.

Vivimos frente a una encrucijada historia. Si el gobierno siente que el año que viene puede perder las elecciones presidenciales no las convocará. Qué fácil es gobernar con todos los poderes, y sin em­bar­go no se toman las medidas necesarias.

La hiperinflación es un problema sobretodo mo­ne­tario. Es hora de sustituir una moneda que ha su­cum­bido en su valor. El Salvador, Ecuador, Panamá y de manera indirecta la mayoría de los países de la región han adoptado el dólar y en todos los casos la inflación no pasa de un dígito. Al bolívar solo queda dejarlo como sencillo. No se puede seguir finan­cian­do el déficit con una moneda que cada día vale me­nos. Hasta cuándo vamos a ver a gente escarbando en la basura. Basta tener un poco de sensibilidad social para querer que esta desgracia cese de in­me­diato. Necesitamos un gobierno de salvación na­cio­nal que aborde con urgencias los retos de la eco­no­mía, el drama político y social.

oscar.arnaln@gmail.com

@OscarArnal

 2 min


Alirio Pérez Lo Presti

Desde 1939 hasta 1945, durante la Segunda Guerra Mundial, mi abuela tuvo un hijo por año y todos nacieron en diciembre. La razón era sencilla: nueve meses antes de cada parto, mi abuelo, que era soldado, había estado en su hogar de permiso. Dadas las circunstancias extremas en las cuales transcurría el tiempo en Europa, no era fácil encontrar fuentes de satisfacción. La maternidad, asumida en ese contexto, era, por decir lo menos, un acto de fe, pero por encima de cualquier cosa, un ejercicio que fortalecía la idea de supervivencia.

Ante la muerte inmanente que inunda cada rincón en los lugares donde hay conflictos armados, la vida, a veces, se sigue celebrando y cada vez que la misma aparece, la esperanza va de la mano con ella. ¿Cómo hacía el día a día una mujer con cinco hijos? Con la visión de futuro tomada de la mano o de lo contrario nada hubiese tenido sentido. El entorno disparaba mensajes negativos por todos lados, pero la dinámica propia de la vida, preci­sa­men­te porque se hacía cada vez más dura, era la que empujaba a quienes atravesaban por esas cir­cuns­tancias únicas y extremas a seguir respirando.

El mensaje frecuente de cualquiera que haya sobrevivido a los extremos es el de anteponer el principio de vida sobre el principio de muerte o de lo contrario vence la desesperanza. Pero si a esto le anteponemos la condición de mujer que debe sobrevivir para que otros puedan trascender, en­ton­­ces entendemos cómo existe gente tan lu­cha­do­ra, para quienes el batallar diario y la vida son sinónimos.

Por una especie de tara o debilidad que nos suele acompañar como especie, solemos ser un tanto reacios a aceptar la idea del equilibrio. De ahí que vemos tantas veces repetida en la historia de la ci­vi­lización, esa tendencia a romper con las pon­de­ra­ciones cuando se alcanzan. Tanto a nivel per­so­nal, como en el ámbito social, quien entra en con­flic­to con el equilibrio, tratará por todos los medios de hacer que resurja el caos. Ese precepto se re­pi­te, pero las generaciones lo olvidan, porque el abu­rri­miento y el tedio tienden a conducir a la bús­que­da compulsiva y desmedida hacia la aventura in­cier­ta en los espacios donde se alcanza bienestar. De ahí que aparezcan tantos advenedizos y pes­ca­do­res en río revuelto.

La experiencia de cada uno, que es la historia úni­ca de vida de cada cual, nos marca en lo que res­pec­ta a nuestra manera de leer y percibir la rea­li­dad. Solemos reconstruir y construir una postura ha­cia la existencia que está signada por las viven­cias que vamos armando. Una mujer todavía joven y todavía guapa me decía que era desme­di­da­men­te infeliz porque el pasado la perseguía cada día. Ella está condenada a no poder pasar la página, o porque siente que le es imposible o porque ni si­quie­ra se lo ha planteado.

Tal vez el día que más recogimiento familiar pro­du­ce y mayores expectativas, relacionado con víncu­los interpersonales, es el día que celebramos la Navi­dad. La Navidad es una fiesta determinante para saber hasta qué punto nuestra vida va por buen norte, sea para compartir en forma cercana o para condolerse por las separaciones familiares que las circunstancias van generando; la Navidad es tiempo de familia y para quienes no tienen una fa­milia como tal, la Navidad es la fecha de los afectos más cercanos, que a fin de cuentas son la familia que uno va construyendo a la par de aque­lla con la cual tiene lazos consanguíneos. Los ami­gos son la familia que la vida nos va regalando en el transcurso del tiempo.

Como muchos, y desde que era un muchacho, es­pe­raba como nada la noche buena, por encima de cual­quier celebración o festejo; la llegada de la Na­vi­dad era la mejor época del año y debo reconocer que en cualquier circunstancia por las que he pa­sa­do, lo sigue siendo. Incluso es una fiesta como nin­guna por un asunto de convicciones. Navidad es la gran celebración y todo lo demás es con­se­cuencia de lo representativo de esta fecha. Tanto desde el plano tangible como del más simple simbolismo.

Tiempos malos y tiempos buenos suelen ser el péndulo que ha acompañado a la civilización. Los malos a veces son proporcionales al grado de bienestar que logramos alcanzar cuando las cosas están bien. El paso del hombre lleva en su brújula las dos vertientes del ser, en un ciclo casi perfecto que conjuga en uno solo el sino que marca la vida de los hombres.

Mi abuela, luego de años de lucha, lo dijo muy claro: “Aquí ya no se puede vivir” y en una lejana noche de Navidad le pidió al abuelo que se adelan­ta­ra a “La América”, porque Europa no ofrecía nin­gu­na posibilidad para sus hijos. Cada vez que escucho esa historia familiar, me repito a mí mismo a manera de talismán, ese precepto que siempre he seguido: “El mejor lugar del mundo es donde nos vaya bien”. Que no sea la tristeza ni la nostalgia aguafiestas la que se imponga sino el más profundo e indómito espíritu que sobrepone la vida sobre los males y la unión familiar sobre los retorcidos laberintos del existir.

@perezlopresti

 4 min


El mundo cristiano celebra, este 24 de diciembre, 2.017 años de la llegada del hijo de Dios a este mundo en un territorio cuyos habitantes, mayormente judios, estaban invadido y dominado por el imperio romano, quienes los tenían sometidos a todo tipo de arbitrariedades y de negación de los derechos y libertades más elementales de los hombres de entonces, y de ahora.

El hijo de Dios, nombrado Jesús, traía, en esencia, un mensaje para la humanidad y especialmente para los más oprimidos: la esperanza de un mundo mejor fundamentado en la practica del amor y de la verdad y la justicia como virtudes capitales, ese era el camino de la verdadera libertad. Pero el pueblo, sometido por los rigores de los romanos imperialistas, esperaban un rey guerrero que los condujera por el camino de la violencia política a la añorada libertad y terminaron por cruxificar al hijo de Dios, y aún no han terminado de conseguir la paz. Pero cada año se celebra el nacimiento del niño Dios con un principal propósito: renovar la esperanza en un futuro mejor.

Este año por terminar, seguramente será recordado por la mayoría de los venezolanos como uno de los peores de nuestra historia republicana y para la mayoría de los opositores como uno de los más frustrantes por no haber avanzado decididamente en el cambio político necesario para salir de la crisis que nos agobia como país, pero perder la fe y la esperanza en lograrlo no puede ser una opción.

Por eso, en Aragua en Red, hacemos nuestros mejores votos porque en esta navidad renovemos nuestros votos en la fe y la esperanza para que el próximo año 2018 sea de ventura y properidad para todos los venezolanos.

 1 min


José Rosario Delgado

Los tribunales de este expaís -Agustín Blanco Muñoz dixit-, supremo incluido, están entregados en cuerpo y alma, si tuvieren alma, al poder ejecutivo y no hacen absolutamente nada que no vaya a favor del régimen que tiene a todos los órganos del poder público, hasta la fiscalía, girando en torno de la figura perversa, pervertida y depravada de sus líderes “vivos” y finados para todo cuanto les dé la gana con quienes claman justicia y libertad; a la Asamblea Nacional, que no les pertenece, al estilo Jalisco le arrebataron sus funciones, y las leyes que dicta valen mucho que el papel donde están impresas.

Cualquier diligencia por ante los juzgados no logra resultados si no lleva el consentimiento del comisario político de la zona o el caporal comunero del barrio, lo que deja en manos de los aprófidos la administración de justicia que antiguamente correspondía a jueces y abogados, a los letrados, conforme los estudios seguidos en las distintas universidades y mediante lectura de los mejor elaborados textos de los precursores de las políticas públicas y de la división de poderes de acuerdo a la responsabilidad del Estado frente a la Sociedad y el compromiso de ésta para con los ciudadanos que la integran.

Decía recientemente un destacado profesor de derecho constitucional en dos prestigiosas universidades, que lo primero que pregunta a sus alumnos al iniciar su cátedra, es: “¿Vale la pena estudiar lo que estamos estudiando?”. Unos se ríen, otros se quedan callados, pero ninguno se levanta a repreguntarle al Maestro por qué pregunta eso. La supuesta revolución que prometió adecentar el poder judicial, ponerlo más cerca, accesible y ecuánime a las grandes mayorías, confiscó a la justicia y secuestró a los jueces con la única, aviesa y aberrada intención de mantenerse en el poder, aferrarse a los privilegios del gobierno y a detentar todas las prerrogativas que de allí se derivan.

Y tienen razón el profesor y sus alumnos: en boca cerrada no entran moscas, por si las moscas. Y eso es lo que ha pretendido y conseguido el gobierno bolivariano durante los últimos veinticinco años, callar y acallar a todo el mundo con la obediencia indebida, pero su torpeza es tanta que lejos de espantar a los fantasmas de la opinión internacional, lo que hace es concentrarlos en un solo bloque que, al unísono, gritan a todas las instancias que en Venezuela no hay ni habrá vida mientras este régimen insista y persista en hacer lo que le da su gana contra este expaís, sus instituciones y sus ciudadanos, asamblea constituyente mediante.

Hay voces por allí diciendo que al régimen lo denunciarán ante el Tribunal de La Haya para que responda a sus criminales atropellos en contra de la libertad y de la democracia, pero nos parece que ese tampoco podría hacer nada, y el único tribunal capaz de acabar de una vez por todas con este dizque gobierno es el tribunal de la olla, esa olla vacía y boca abajo a la que cada día cuesta más echarle qué comer y, si acaso encuentra, no tiene con qué calentarla, pues la Venezuela “Potencia”, el país con las mayores reservas petrolíferas y gasíferas de la Tierra, se quedó sin reservas alimenticias o alimentarias para un pueblo hambriento y enfermo.

 2 min


Hugo Prieto

Antes de iniciar la conversación periodística, Roberto Patiño y quien escribe hablamos de economía. De ese largo camino que empieza en la filosofía y transita por las páginas de dos obras opuestas, de dos hombres que representan las visiones en las que se debatió la humanidad durante el siglo XX. Adam Smith, La Riqueza de las Naciones y Carlos Marx, El Capital. Prueba fehaciente de que la política y la economía vienen siendo la misma cosa.

De esa vertiente viene una cabeza brillante. El filósofo y economista brasileño, Roberto Mangabeira Unger. Su libro, La Alternativa de la Izquierda, no tiene nada que ver con el llamado “socialismo real” o con el injerto y a la vez anacrónico “Socialismo del Siglo XXI”. No hay galimatías en esas páginas. Mangabeira Unger es profesor de la Universidad de Harvard. Su planteamiento trasciende el dogma de la igualdad. La apuesta pasa por estimular, propiciar, cambios radicales que se puedan inscribir en lo que conocemos como experiencias exitosas —palabra alérgica para la izquierda mineralizada—, que mejoren las condiciones de vida de los sectores menos favorecidos. “Ah, yo vi clases con él”, dice Patiño con una sonrisa en los labios. ¿Cuánto de la subsidiaridad hay en los planteamientos del economista brasileño? No lo sé, pero seguramente hay mucho más coincidencias que otra cosa. Mangabeira Unger asesoró a Lula durante su primer gobierno, luego se retiró discretamente. Lula, como toda esta “izquierda progresista”, ávida de dinero y corrupta, se decantó finalmente por el letrero de Odebrecth y Petrobras.

Finalmente, de forma inevitable, —la diferencia innegable— abordamos las motivaciones, los paradigmas, de una Venezuela hundida en la crisis y una Venezuela que pugna por romper el maleficio. Ya se sabe, la nostalgia no puede competir con la esperanza.

El chavismo, como modelo de cambio social, fracasó. No lo digo yo, lo dijo Edgardo Lander, sociólogo y estudioso del proceso político que se inició en Venezuela en 1998. Ante las manifestaciones más rudas de la crisis, no funcionó la solidaridad y la organización política, sino la respuesta individual y competitiva. “Si tengo que bachaquear, bachaqueo”. Sin embargo, ustedes están hablando de solidaridad y convivencia social. ¿Cómo enmarca usted ese concepto en medio de la realidad, del desastre, que estamos viviendo?

Para empezar, diría que la crisis fundacional que tenemos en Venezuela, es una crisis de credibilidad. Que no sólo se refleja en el país, sino en muchas partes del mundo. Ahí, donde las instituciones y los liderazgos políticos han perdido su capacidad de ser creíbles para la gente. En nuestro caso, creo que ese problema viene dado por dos fuerzas, dos dinámicas, que son características. Una es la violencia, cuya expresión política y sociológica es el militarismo. La segunda es el rentismo: la competencia por acceder a los recursos que provienen del petróleo, que a veces son abundantes y que a veces son escasos, como ocurre actualmente. Ante esa crisis de credibilidad, lo único que nos permite construir nuevos puentes, nuevas relaciones, es el hacer, concretar en proyectos una visión.

Esas fuerzas, esas dinámicas son las que han prevalecido. ¿Cuál sería la forma que ustedes plantean para abordar la crisis?

En realidad, hay cuatro formas de abordar la crisis. Una, el bachaqueo, es la forma individualista, que se parece mucho al rentismo. Dos, la aproximación violenta, de la que bebe el militarismo; todo lo relacionado, digamos, a las formas de dominación del Estado, con las bolsas CLAP como expresión muy concreta y con el carnet de la patria, herramienta que mide y cuantifica la lealtad política que se exige en tiempos electorales. Tres, la caridad tradicional, donde no hay un reconocimiento del otro como un igual, sino una posición de jerarquía, sin intención de establecer una relación, digamos, horizontal. ¿Lo estás haciendo por el otro o lo estás haciendo por ti mismo? La cuarta opción, la que nosotros asumimos, es la solidaridad, que en nuestra perspectiva, en nuestro accionar, implica corresponsabilidad, implica un ejercicio de empatía, ponerse en los zapatos del otro. Desde ahí estamos dando una respuesta a la violencia social, a los problemas que estamos viviendo.

Usted habló de una acción, pero no ha dicho como se convierte en una realidad.

Para nosotros es una acción integral que tiene varios elementos, uno político-organizativo; otro social, que tiene que ver con el impacto en las comunidades. Cuando hablo del primer elemento, estoy hablando de organización, de empoderamiento, de discurso y de visión compartida; cuando hablo de criterio social, estoy hablando de la identificación de una necesidad sobre la cual ejecutamos nuestra acción. Es decir, nosotros no entendemos el trabajo social en función de objetivos partidistas. Nosotros atendemos a la comunidad en función de criterios relacionados con sus necesidades. En particular a un sector de la población que para nosotros representa la mayor injusticia, que es un niño que no come. Ese niño que no come es el ejemplo más concreto de la promoción de la desigualdad. Un niño que no come no va a desarrollar su capacidad intelectual, su capacidad física y muy probablemente no va a romper el círculo de la pobreza. Un tercer elemento de la integralidad, son los proyectos de empoderamiento y desarrollo económico.

En su libro de memorias, Henry Kissinger, definía a Bangladesh como un país que dependía de la ayuda internacional. Pero un proyecto como el Banco Grameen, creado por el nobel Muhammad Yunus contribuyó en mucho a erradicar esa visión determinista. El acceso al crédito pasaba por una valoración de la gente y de sus recursos, una vivienda amoblada —con una mesa y dos sillas, por ejemplo—, se consideraba un activo, así como la posesión de dos aves de corral. Aquí el Estado reparte; en el pasado planchas de zinc y sacos de cemento. Actualmente, bolsas de comida y un pernil navideño ¿Cuándo usted habla de proyectos productivos que sean sustentables de qué está hablando?

Estoy hablando, por ejemplo, de uno que acabamos de ejecutar, que nace además de la convivencia social y de los valores del programa. Nosotros tenemos 10 comedores en zonas populares del oeste de Caracas. En esta ocasión, uno de mis tíos propuso la idea de hacer 3 mil hallacas con gente de la comunidad. De tal manera que garanticemos que cada niño se pueda comer su hallaca en Navidad y las otras 2 mil las vendemos para generar recursos. Eso lo hicimos. Montamos dos líneas de producción, una en La Vega y otra en Antímano, junto con las madres del programa Alimenta la Solidaridad. Tuvo, además, una gran receptividad en la gente, que sentía que estaba apoyando financieramente el programa. Al mismo tiempo, estábamos fortaleciendo las capacidades de esas madres, para que pudieran ser emprendedoras. Yo creo mucho en esa visión, he aprendido de ella. Allí está la experiencia de Bangente, un banco formado por el grupo social Cesap, y del cual he sido directivo en los dos últimos años. Un poco inspirado en la idea de Yunus, Bangente ha otorgado más de 50.000 microcréditos en todo el país. He podido ver, de primera línea, un banco de desarrollo. Son experiencias que existen en Venezuela. Pero hace falta enfocarlas para que puedan tener un impacto positivo en el marco de la crisis.

El Estado debe propiciar las condiciones para que el emprendimiento tenga posibilidades de éxito, un entorno en el que la gente pueda desarrollar sus propias capacidades. Sin ese escenario, es poco lo que se puede avanzar.

Sin duda, pero al final lo que estás planteando es un cambio político. Para que la cultura de empoderamiento en todo sentido —social, político y económico—, pueda surgir, es necesario el cambio político, pero la vía no puede ser la violencia o el uso de la fuerza bruta para llegar al poder.

No ha mencionado otras dificultades que limitan o impiden el trabajo que vienen adelantando en las comunidades. ¿Qué barreras han encontrado, digamos, sobre el terreno?

Muchas de las madres que trabajan con nosotros, por ejemplo, son amenazadas. Si siguen trabajando con esos escuálidos van a ser excluida de los beneficios. Tenemos madres que han resistido, porque entienden que este trabajo es necesario por los niños, por la solidaridad, y es más importante que la caja de los CLAP, pero hay otras que se han alejado. No han podido mantener su participación en el proyecto. La violencia es otro factor. En la Cota 905 hemos vivido varios episodios donde sube la OLP y le cae a plomo a la gente, de una manera indiscriminada y brutal. En la Red Convive tenemos datos que apuntan a que el 40% de los homicidios son cometidos por funcionarios adscritos al Estado. También hay dinámicas vinculadas a bandas que son limitantes, que son perjudiciales para generar esta visión de solidaridad, de trabajo y de encuentro conjunto, que hacemos más allá de posiciones políticas o clases sociales. Sumadas esas dificultades, está también la escasez de productos. Miles de personas nos han dado donaciones y semanalmente compramos a camiones que vienen de Los Andes. Tenemos que adaptarnos a la realidad. Ser flexibles en cuanto a lo que es nuestro menú, siempre y cuando mantengamos los componentes nutricionales.

Contribuir a que la gente sea protagonista de su propio destino choca con estos esquemas latinoamericanos de dominación y de concentración del poder. ¿Cómo romper con esas estructuras anquilosadas? En Perú, por ejemplo, se han creado estructuras productivas en el sector textil, en el sector alimenticio, que no son propiamente los esquemas empresariales que conocemos. Esta visión, estos modelos, tienen que tener un espacio en el cambio político. Tiene que tener apoyo institucional. Pero hay grandes dudas, porque si algo sobra en este país son promesas y más promesas incumplidas.

Quisiera vincular un poco esa pregunta a mí experiencia personal. Estudié en la Universidad Simón Bolívar y entre 2007 y 2011, año en que me gradué, fui dirigente estudiantil, pero no me inscribí en ningún partido. Yo tenía esa desconfianza, esa percepción antipolítica. Sin embargo, tomé dos decisiones. Ayudé a fundar el Movimiento Mi Convive, que me iba permitir hacer el tipo de trabajo del que estamos hablando. Y la segunda fue que decidí entrar en Primero Justicia. Básicamente porque el partido tiene un valor que es la subsidiaridad. Un valor que si bien es de origen cristiano, hoy en día es asumido por la Comunidad Europea. Fundamentalmente, podemos resumir la subsidiaridad en dos cosas. Tanta sociedad como sea posible y tanto Estado como sea necesario. Cuando hablamos de la sociedad, no me estoy refiriendo sólo al mercado, sino a los aspectos organizativos, económicos y políticos, que no necesariamente dependan del Estado. Lo segundo es que las soluciones deben ser planteadas y protagonizadas desde lo local.

Ese es el modelo que impera en los países escandinavos, ¿no?

El modelo escandinavo tiene mucho de subsidiaridad en sus planteamientos, yo creo profundamente en eso. Además, he visto un tránsito en Primero Justicia, Henrique Capriles, uno de los principales referentes del partido, ha adoptado este modelo de fomentar proyectos comunitarios. Para mí eso es muy significativo. Hace cinco años, coordiné a los jóvenes en la campaña presidencial de Capriles. Hoy estamos viendo que él está replicando, en un gesto que me parece de humildad y generosidad, un proyecto que iniciamos nosotros.

Los errores de la MUD también son los errores de Primero Justicia. Esa es la percepción que, finalmente, cuenta más que la realidad. El país, además, está encerrado en la supuesta competencia de dos visiones que cada día están más alejadas de la gente, ¿Cómo van a hacer ustedes para que la sociedad valore la diferencia de criterios y valore el concepto de subsidiaridad?

Yo creo que de los errores se aprende y mucha gente me ha sugerido, en mi corta carrera política y social, incluso en la Universidad, que nos planteáramos la posibilidad de construir un partido. ¿Por qué no hacen borrón y cuenta nueva? Parte del problema que observo en Venezuela es que no hemos apostado por las instituciones. Mientras yo considere que en Primero Justicia hay espacios para plantear mis ideas, para que sean escuchadas e inclusive para que sean tomadas en cuenta —este proyecto ha sido replicado en Petare, en Anzoátegui, incluso ha trascendido a otras organizaciones, el diputado Juan Andrés Mejía está impulsando una iniciativa similar en los barrios de Baruta— seguiré trabajando en el empoderamiento de la gente. Sí, se han cometido muchos errores, pero también hay que reconocer que ha habido un sacrificio y una apuesta por el país de parte de ese liderazgo que hoy está cuestionado. Tenemos el caso de Julio Borges, en el parlamento le partieron la cara, no hay que olvidarlo; Capriles estuvo al frente en las movilizaciones. Otras personas de otros partidos también lo han hecho. Para poder construir un país y para salir de esta crisis tan brutal que estamos viviendo, todos somos necesarios. Inclusive los que hoy adversamos.

Aquí hay un problema grave, porque esta película parece que necesita episodios épicos. Usted habla de sacrificios y de líderes que se la jugaron y pusieron en riesgo su integridad física. ¿Será que Roberto Patino está apelando al discurso de la heroicidad? ¿No se contradice cuando habla de institucionalidad? Porque si hay instituciones fuertes, que funcionen, se cierran las posibilidades para que aparezca un iluminado, un héroe.

Absolutamente, cuando refiero esos ejemplos concretos —podría mencionar a líderes de otros partidos—, no los veo como mesías que van a resolver la totalidad de los problemas del país. Mencioné esos nombres por los cuestionamientos que hay por los errores. Sí, han cometido errores, se han equivocado y yo los he criticado. Frente a ciertos eventos políticos, donde pareciera que no hay una postura firme, he criticado el silencio. La política tiene que mostrar un camino, una senda, una opción. Soy crítico con toda la MUD y por eso se ha perdido, en gran medida, la credibilidad. Hablé de los sacrificios, de las apuestas que se han hecho, para decir: Sí, son seres humanos. Justamente, no son mesías. Se han cometido errores. Al final no lo veo de la misma manera. No creo que la forma de derrotar esta dictadura, este proyecto de dominación, sea a través del mesianismo de un individuo, sea quien sea. Salir de esta crisis pasa por el trabajo de todos, en un esfuerzo que tiene que ser de abajo hacia arriba.

Este país está hundido en una crisis que, si no es terminal, tiene todos los síntomas. Aquí no hay una sola institución que le inspire confianza a alguien, que funcione, que responda. Este país tiene un problema de gobernabilidad muy preocupante. Estamos sumidos en un marco político estéril. Han transcurrido muchos años, no sólo las dos décadas del chavismo, podríamos ubicar el punto de partida en el año 83. Yo creo que la generación que yo represento fracasó en las tareas que había que asumir y que estaban pendientes en Venezuela. Quizás porque pensamos que nos merecíamos, digamos, la sociedad del conocimiento. Y las cosas no se merecen, se gana. Hace falta una visión distinta.

Creo que hace falta la reflexión que nos ha llevado a nosotros a actuar desde lo local y lo organizativo. Si bien pareciera el camino más largo, más limitado, si construimos iniciativas similares (empoderamiento popular), podemos restituir tejido social y construir una red, que tenga un sustento verdadero. Parte de la falta de credibilidad y la desestructuración de la sociedad, es cuando alguien viene y dice: yo tengo la solución para los problemas del país. Es mentira, lo sabemos. La solución se construye desde lo local, desde lo inmediato, desde lo concreto, desde los proyectos, desde el empoderamiento, en caso contrario estamos repitiendo el mismo esquema. Estamos esperando a un líder que nos diga a todos cómo es que se construye un país.

¿Por qué cree que la película que ustedes están tratando de hacer —con un guión que todavía no está terminado, con actores que no son profesionales, con una producción que no podríamos decir que es hollywoodense, sino más bien artesanal—, va a funcionar?

Yo no tengo certezas. A mí me gusta mucho hacer referencia a un discurso de Václav Havel, que él dio en Hiroshima en 1997. Se llama El futuro de la esperanza. Para mí la esperanza, tal como lo decía Havel en esa oportunidad, no es la certeza en el futuro. Nadie tiene una bolita mágica para decir si va a hacer exitoso o no, si tiene la razón o no. La esperanza es tener la convicción de que lo que tú estás haciendo tiene sentido. Que para ti es correcto. Y en mi caso, para mi tiene sentido levantarme todos los días, ir a la Cota 905, ir a la parte alta de La Vega, a Carapita, a Las Mayas, y trabajar con las madres de esos sectores, tratando de juntar puntas con gente que comparte el mismo sentimiento de solidaridad y atraerlo a los comedores para que contribuyan también y podamos dar respuesta a una necesidad imperiosa que es hoy, el presente, el de un niño que si no come, no se desarrolla y si es así, perpetuamos la desigualdad en Venezuela. Eso para mí tiene sentido.

Vamos a dar por ciertas sus palabras, que esa opción está ahí… Ah, pero eso significa autonomía, eso significa negociación, eso significa que voy a lidiar con gente que no sé hasta dónde está dispuesta a participar en un proyecto de organización social, cuya naturaleza, en un sentido más amplio, es política. Eso no encaja con el papel reservado al héroe, digamos, con “el conductor de victorias”, Nicolás Maduro, que dispone de la hacienda pública y endeuda al país sin controles y como le da la gana, ¿por qué voy a sacrificar esa opción, que me funciona, por una convivencia insumisa, respondona, contestataria, que potencialmente me va a proponer conflictos?

La posibilidad de que en esta lucha por democratizar a Venezuela, asuma un liderazgo con las características que has mencionado, significaría para mí la ruptura. Si en el marco de la lucha democrática, nos encontráramos con un liderazgo que tenga esa visión, yo lo adversaría, por la sencilla razón de que iría en contra de lo que pienso, de lo que creo y de lo que estoy construyendo. Y esa actitud también aplica para mí mismo. Yo estoy impulsando liderazgos sociales que vienen del 23 de enero, de La Vega, de Antímano, entonces, ¿yo les voy a decir lo que tienen que hacer? Lo importante es que todo esto no dependa de mí. No soy indispensable. Al final, lo importante es que nosotros hayamos generado tantos liderazgos locales, con capacidades, con proyectos, con testimonios de vida, con una narrativa que se ancla en la realidad, de una experiencia que no ha sido fácil, porque hemos sido víctimas de la violencia, víctimas de un proyecto de dominación, pero que no nos quedamos en lamentarnos, sino en hacer cierta la decisión que tomamos nosotros, con valores como la solidaridad, la corresponsabilidad, para dar respuesta. Eventualmente, yo estoy construyendo mi propia salida.

Me pregunto, ¿Qué pensará el señor Patiño de la generación que yo represento, que metió al país donde lo metió? ¿Por qué tiene una conexión con gente que hizo lo que hizo? A fin de cuentas, lo que se asocia a mi generación es el país que él no quiere. Que hizo de la política la antipolítica… lo que usted aborrece. ¿Por qué ustedes, los jóvenes, no desplazan a quienes son parte del problema y no de la solución? El liderazgo es como la cuña del whisky, se tiene o no se tiene. La gran pregunta es esa, ¿por qué no ejercen ustedes el liderazgo?

Uno de los principales referentes en mi vida es mi abuelo, que este domingo cumple 90 años. ¿Por qué lo digo? Porque es un testimonio de vida que ha reflejado los valores en los que yo creo. Por el reconocimiento que él hace de mi trabajo, porque me ha dicho, con la mayor sinceridad, que ellos lo tuvieron que hacer, que no bastaba con dedicarse a los asuntos privados, que había que involucrase en lo político, que en su época, en su momento, era visto como algo sucio, como algo corrupto, como algo que no era para una persona que había alcanzado un nivel de formación. Y que él ahora, que es una persona que admiro, que respeto, por su testimonio de vida, por su legado como persona, haga ese reconocimiento. Esa es la síntesis que nosotros estamos buscando. No creo, como generación, que somos unos iluminados y que ahora sí le traemos las soluciones a Venezuela. Yo creo que en este país se han hecho cosas muy buenas, empezando por la educación pública. Yo estudie en la Universidad Simón Bolívar y todo lo que soy se lo debo a este país.

ENTREVISTA EN PRODAVINCI

17/12/2017

 16 min


Renovado el Plan de la Patria 2 con Alcaldes y Gobernadores. ¿Fin de la descentralización?

El 30 de octubre 2017 durante la presentación de propuestas de inversión del Consejo Federal de Gobierno, que tuvo lugar en el Palacio Blanco de Miraflores, el presidente Maduro, indicó que luego de las elecciones municipales, se creará un Taller Especial de Planificación Estratégica del Consejo Federal de Gobierno que debatirá los nuevos proyectos sociales para los años 2018-2021.[1] que diseñará la renovación del Plan de la Patria.

Y así como el fallecido Hugo Chávez lanzó su Plan un salto adelante, y luego se aprobó el Plan de la Patria 2013-2019, ahora se renovó el Plan de la Patria, a través de este Plan Especial de Formación Estratégica para las Entidades Políticos Territoriales.

En ese título hay que hacer especial énfasis en la palabra “formación estratégica para las entidades”, pues resulta coherente con la propuesta de diseñar un modelo Federal a través del Sistema Nacional de Planificación, propuesto en el Plan de la Patria y con el Decreto Ley que pretende regionalizar y centralizar la planificación socioproductiva de la patria.

El Plan de Formación Estratégica para las Entidades Político Territoriales 2018-2022[2], fue denominado por Maduro como el Plan 4+3.

El 4 tiene que ver con 4 propuestas claves y centrales, que sin duda estratégicamente conectan con la sociedad en sus necesidades:

Recolección de basura,

Distribución de agua potable,

Seguridad y transporte.

1.Recolección de basura:

Sobre el tema de recolección de basura, aprobó 3.401 millones y otros 197 millones de euros para poner en marcha un Plan Nacional de Recolección de Desechos Sólidos que llegue a todos los municipios. El Fondo Nacional para el Desarrollo Nacional (FONDEN) sería la fuente de esos recursos orientados a adquisición de maquinarias.

El responsable de este tema sería el ministro de Ecosocialismo y Aguas, Ramón Velásquez, a quien Maduro le recordó que ya tenía todos los diagnósticos necesarios sobre cuáles áreas serán las primeras en ser atendidas en función de las necesidades del pueblo[3].

2. Distribución de agua potable:

En esta materia se informa que se aprobó 108 millones 660 mil euros para activar el Programa Integral del Agua, que desarrollará nueve puntos de trabajo específico a corto y mediano plazo.

Un punto mencionado fue la corrección de fugas en la red de distribución de los acueductos, y para este fin destinó 663 millones de bolívares y 22 millones de euros.

Otro punto fue la rehabilitación de las plantas potabilizadoras a nivel nacional. A tal fin aprobó 320 millones y 825 mil euros.

Así mismo destacó la importancia de reactivar las mesas de agua[4].

3 y 4 . Seguridad y Transporte:

En el taller el Presidente Maduro afirmó que en esta materia la clave es el mantenimiento, la reparación. Si se monta un sistema de talleres en cada municipio no va a tener problemas.

En el tema de la seguridad se propuso la consolidación del concepto de los cuadrantes de paz, que según destacó Maduro, está vinculado con la Gran Misión Justicia Socialista y sus 7 vértices.

Y el 3 que acompaña el 4 en la denominación corta que hace Maduro del Plan, se debe a 3 elementos claves para lograr que las autoridades no tengan elementos para rechazar el plan desde el punto de vista financiero. Esos elementos son:

  1. Vía Decreto de Emergencia y expresamente señaló que a través de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), alcaldes y gobernadores podrían hacer contrataciones “ventajosas” para el municipio y gobiernos estadales evitando las limitaciones de la Ley de Contratación Pública; anunciando su actualización vía ANC. En este caso Nicolás Maduro anunció en el Taller la necesidad de flexibilizar la contratación pública.
  2. Dispuso más de 2 billones vía Consejo Federal de Gobierno para entregar en enero 2018 a alcaldías y gobernaciones para que inicien contrataciones.
  3. Gobernadores se incorporarán al Sistema del Carnet de la Patria para atender directamente al pueblo.

Estas decisiones, ponen en evidencia, que hacia atrás en el tiempo, la política de asfixiar los gobiernos de oposición al régimen era una premisa y ahora que se impuso en todo el país con un proceso electoral nada transparente, entonces impulsa respuestas desde el poder central, utilizando recursos del Estado y aplicando una planificación centralizada donde Alcaldes y Gobernadores se convierten en agentes del ejecutivo nacional a través del Sistema Nacional de Planificación.

Hasta ahora, pareciera que las Comunas y los modelos creados de gobiernos paralelos no son necesarios para el régimen, resolviendo así el problema de la poca efectividad que tuvo ese programa Comuna o Nada del año 2013.

Con este taller de planificación y la sumisión de los alcaldes y gobernadores a la Asamblea Nacional Constituyente, la descentralización como principio y mandato constitucional se encuentra severamente amenazada, si bien es cierto en un modelo descentralizado, la coordinación interterritorial es necesaria, y permite acciones conjuntas, no es menos cierto que frente a un régimen que intenta imponer un modelo político, hoy tiene la institucionalidad del Estado a su favor.

Así como en el 2010 tuvo la Asamblea Nacional para imponer el tejido legal, ahora el régimen cuenta con la institucionalidad para imponer su modelo económico, político y social, sin otra barrera que no sea los valores y principios democráticos de la sociedad venezolana, la ilegalidad de las elecciones de gobernadores y alcaldes, y la ilegitimidad de la ANC, en consecuencia la inconstitucionalidad de todas sus decisiones.

Nuevamente desde la propia institucionalidad conformada se irrumpe severamente en el orden democrático y constitucional venezolano.

20 de diciembre 2017

________________________________________

[1]Idem. Presidente Maduro anunció creación de un Taller Especial de Planificación Estratégica. 30 de octubre 2017. Online en: http://minci.gob.ve/2017/10/presidente-maduro-anuncio-la-creacion-taller...

[2]Minci.gob.ve. Aprobado plan de formación estratégica para las entidades políticos territoriales 2018-2022. 19 de diciembre 2017. Onlline en: http://minci.gob.ve/2017/12/aprobado-plan-formacion-estrategica-las-enti...

[3]Panorama.com.ve Prioridad del Gobierno es resolver el problema d ela Basura, aprobó 3.401 millones. 19 de diciembre 2017. Online en: http://www.panorama.com.ve/politicayeconomia/Prioridad-del-Gobierno-Reso...

[4] Ver cita 1.

 4 min